LINCOLN
Tiene más en común este Lincoln de Spielberg con el thriller político que ha generado joyas como
Tempestad sobre Washington o
The Contender o
Siete días de Mayo que con el biopic, la biografía cinematográfica al uso.
La película nos muestra la lucha que Abraham Lincoln mantuvo con el Congreso de los Estados Unidos para introducir una decimotercera enmienda a la constitución que declarase ilegal todo tipo de esclavitud y servidumbre involuntaria en todo el territorio de la Unión.
En esta lucha Lincoln pone toda la carne en el asador y no es de extrañar que lo hiciera puesto que, como el propio Lincoln comenta en algún momento, no tiene ningún sentido ganar una guerra y permitir al mismo tiempo que sobrevivan legislaciones estatales en favor de la esclavitud, legislaciones que quizá pudieran tornar baldío mucho del sacrificio realizado.
No señor... La guerra también debía librarse en el terreno legislativo.
Asi, lo que esta película nos muestra es ese pulso que Lincoln, como poder ejecutivo, mantuvo con el poder legislativo de su país, una lucha en la que, suponemos, se vió obligado a adoptar una actitud pragmática en la que el fin justifica los medios. El presidente soborna, miente, dice medias verdades, cuando no puede conseguir lo que quiere por las buenas y en este sentido parece que la principal preocupación de guionistas y director es, a propósito de este incidente histórico, poner precisamente por obra la trastienda de la alta política, una trastienda que se concibe inevitablemente pragmática y en la que la moralidad de los medios no es tan relevante como la moralidad del fin que se pretende conseguir.
Y todo sucede en el primer trimestre de 1865, el último año de la vida del decimosexto presidente de los Estados Unidos, ámbito temporal en el que se aprobaría esta enmienda, se pondría fin a la guerra y la vida del propio Lincoln también tendría fin.
Tres meses que conmovieron a los Estados Unidos.
En cualquier caso, no cabe la menor duda de que la película se centra más en esa situación que en el propio presidente, sin dejar por ello de presentar algunas pinceladas de su carácter y vida personal, pero, y en general, el personaje cuyo nombre sirve de titulo a la película es más un cebo para atraer la atención del espectador que el verdadero asunto que no es otro que la maquinaria que Lincoln puso en marcha para conseguir, por lo civil o por lo penal, que un Congreso en principio no muy favorable terminase por aprobar esa enmienda.
Resumiendo... a grandes males, grandes remedios... Y en este sentido, esta Lincoln me produce alguna duda inquieta porque no se si es la película que Dick Chaney querría ver. Pero lo cierto es que esas cloacas de la política forman parte de la misma desde los griegos entre otras cosas porque, dado que nunca ha habido un acuerdo entre todos los humanos sobre lo que es bueno, la política siempre ha tenido ese inconfesable componente oscuro de lucha entre voluntades en la que la consecución de ese fin último que se persigue con ella obliga a no descartar las tácticas por su moralidad... pero supongo que ese es otro debate.
Como producto cinematográfico, Lincoln es un thriller absorbente que incluye algunos momentos espesos en que la trama resulta excesivamente complicada, especialmente cuando se expone el contexto legal y político en que se desenvuelve la historia y que impiden que la película sea del todo redonda. En algún momento, algún diálogo que pronuncia algún personaje huele literalmente a nota a pie de página, además redactada en términos demasiado eruditos, como para que sea entendida por profesionales y uno, con tanta palomita en la boca, se despista un poco, pero, y pese a todo, el balance es positivo.
Steven Spielberg en plena madurez consigue en general controlar el caballo de una trama que encierra el claro riesgo de terminar por resultar aburrida. Se las arregla con su habitual talento para contar y para emocionar consiguiendo que la historia sea seguida sin demasiados problemas y con una cierta tensión hasta un final que, como digo, ya se conoce.
Esperaba otro tipo de película porque
Lincoln es un personaje con mucho recorrido, un depresivo de
diagnóstico clínico que sin embargo fue capaz de cargarse a sus espaldas el futuro de una nación, pero está claro que Spielberg opta por dar vida a la estatua antes que al hombre.
Todavía espero esa película introspectiva sobre Lincoln, pero, a falta de lo deseable, ésta tiene su punto. Como escribe y canta el gran Stephen Stills:
if you can't be with the one you love, Honey love the one you're with
Entretenida.