viernes, julio 22, 2011


DIES IRAE

Uno de los mejores momentos que tiene la película son los primeros planos sobre los rostros de sorpresa que la feliz risa de la protagonista suscita en Absalom, su marido y en su madre. En esas imágenes queda patente de manera total la inmensa distancia que separa la desesperada actitud vitalista de Anne de la del resto de habitantes de la casa, concentrados en una vida de culpa y oración absolutamente transparente a la inclemente mirada de un dios severo.

Dirigida por el danés de Carl Theodor Dreyer en 1943, "Dies Irae" es un clásico de la historia del cine, un melodrama en el que el irrefrenable instinto de vida, materializado en el amor prohibido que Anne vive con Martyn, el hijo de su marido, se contrapone al punto de vista religioso que encarna éste, Absalom. En su piadoso modo de ver las cosas, la vida es más que un fin en si misma. Es un medio por el que uno, si se deja llevar por el pecado, puede perder para siempre la posibilidad de alcanzar el verdadero fin: el ascenso a la vida eterna.

En este sentido es especialmente brillante, por reveladora del conflicto entre esas dos actitudes irreconciliables que simplemente chocan por el mero hecho de existir, la acción paralela que contrapone el romántico paseo por el campo de los dos amantes con la visita que Absalom realiza a un moribundo.

Cineasta católico por excelencia, Dreyer vuelca toda la sombra de su fe en esta historia minimal y contenida, como todas las suyas, pero, y al mismo tiempo, llena de sugerencias y significados de gran calado.

Y parece que en las hogueras donde arden las brujas como la condenada en el auto de fe inicial se quema mucho más que los pecados de un presunto pecador. Para Dreyer, quienes condenan, también intentan la ficción de quemar una parte de ellos mismos, esa que tentadora les impide conseguir esa salvación eterna que en la tierra anhelan.

Anne se deja llevar por ella, por la irrefrenable pasíón hacia Martin y esa actitud tan intolerable a los ojos de quienes la contemplan tendrá un inevitable castigo.

Brillante.

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