sábado, agosto 27, 2011

THE ROAD


No es una película agradable "The road".

Basada en el relato homónimo del novelista norteamericano Cormac McCarthy, "The road" nos cuenta la esforzada odisea de un padre y su hijo en busca del mar y a través de un mundo que se descompone y agoniza ante sus ojos.

Su formato es el de una "road movie".

Hay un viaje, un propósito a cuyo paso suceden una serie de encuentros que van componiendo un angustioso paisaje de destrucción y caos en el que parece que ya no hay lugar para la esperanza. Pero, y por encima de todo, "The road" es una película sobre ese sentimiento tan complicado y difícil de sentir llamado esperanza.

En el interior del padre protagonista, magnificamente interpretado por Viggo Mortensen, brilla ese esfuerzo, el esfuerzo por la esperanza. A diferencia de su mujer que se deja ir, el padre intenta continuar intentando buscar un lugar mejor para su hijo.

Nada parece indicar que esa posibilidad pueda existir en un mundo postapocalíptico en el que el hombre se ha convertido en un lobo para el hombre en todos los sentidos de la acepción, pero el hombre continúa con su camino hacia el mar, atravesando un paisaje de desértica desolación en el que no hay nada que invite a la esperanza. Y sin embargo el hombre y su hijo continúan adelante. Él no se rinde. Desesperadamente espera el imposible milagro de que la realidad se transmute en su deseo.

Es cierto. "The road" no es una película fácil de ver, pero también se trata de una hermosa parábola en la que, entre tanta oscuridad, brilla lo mejor de la naturaleza humana: la capacidad para la esperanza, la fuerza de voluntad y la capacidad para el sacrificio. Todas ellas encarnadas en el maravilloso y poderoso personaje de ese padre convertido en un autómata entregado de forma inevitable y ciega a todos esos sentimientos morales.

Hay dos tipos de seres humanos, los que se adaptan a la realidad (y hacen lo que se espera de ellos) y los que la mandan a la mierda (y hacen lo que creen que deben hacer). "The road" nos habla del segundo tipo. Casi siempre fracasan, pero su materia es la misma materia con la que los otros tejen sus más secretos sueños.

Brillante.

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