martes, agosto 07, 2012

Bien.

Tenemos un gobierno que gobierna con políticas que contradicen su programa electoral y ante la denuncia de este hecho los miserables argumentan que las cosas cambian y que uno no debe verse atado a ciertos compromisos a la hora de gobernar.

Ante ésto tres observaciones:

1.- ¿Hasta qué punto no penaliza el desconocimiento de una realidad sobre la que se supone has construido un programa electoral? ¿Hasta qué punto puede una oposición argumentar desconocimiento? ¿Y si ese desconocimiento existe, por qué no se incluye de alguna manera en el programa electoral?

2.- Aceptando ese cambio de rumbo y la necesidad de hacer un cambio copernicano en los planteamientos de gobierno del país, en bastantes casos por imposición, lo cierto es que no se les ve muy afectados por estar haciendo lo contrario de lo que decían creer firmemente cuando estaban en la oposición.
En este sentido, ¿cuándo mienten? ¿antes? ¿ahora? ¿antes y ahora?
¿No es necesaria la escenificación pública de un duelo por ese cambio?

3.- Aceptando todos los argumentos oportunistas que en virtud del presente sacrifican el sentido de la pasada campaña electorial, ¿en qué términos debe ser entendida la próxima? ¿debemos suponer que los partidos conocen la realidad de la que hablan? ¿en qué términos debemos entender todos y cada una de las medidas que prometen y los discursos que profieren?

¿Seguimos huyendo hacia delante?

¿Qué diremos cuando el primer partido populista de extrema derecha o izquierda cuestione el mecanismo de las elecciones democráticas?

No lo se, pero seguro que, como siempre, autocrítica no haremos.

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