Es fácil criticar al movimiento del 15-M.
Y no digo que sea fácil desde un punto de vista peyorativo, sino que lo digo porque realmente es fácil criticarlo... y lo es porque hay muchas contradicciones que hasta yo mismo detecto cómodamente sentado en el sofá de mi salón.
Desde luego que hay peticiones, unas peticiones que en su estructura básica reproducen una parte del programa de reconstrucción de la izquierda que la chilena Marta Harnecker propone en su libro ya clásico del mismo nombre. Especialmente, la apelación a la creación de nuevos mecanismos de canalización y depuración de la expresión de la voluntad popular.
Hay planteamientos y peticiones pero, y desde su inicio, el movimiento está sometido al ojo escrutador de nuestra sociedad y de sus medios de comunicación, decenas de ojos y cerebros movidos por diferentes intereses que constantemente están hablando, opinando, produciendo discursos a favor y en contra. Ante ellos ni siquiera la mujer del César parecería honesta y, por ellos, el movimiento del 15M es constantemente, día tras día, puesto sobre la mesa de disección y continuamente analizado... y, claro, las contradicciones aparecen porque están ahí.
El conflicto entre la legalidad y la acción espontánea, los comportamientos violentos... Si se mira bien, las contradicciones aparecen.
Se le acusa de poco democrático, de no entender los rigores del inexorable mecanismo que rige la realidad de nuestra situación económica y más cosas, pero éste no es el tema.
Una vez más ésta sociedad cerrada que es enemiga de sí misma se pierde en los detalles, en el recuento y consideración de las partes, en la sistemática evaluación estructural de los efectos y olvida las causas, el todo, la visión global y sintética de un movimiento social que es mucho más pulsional que racional.
Los descontentos individuales ante una situación cada vez más deteriorada han terminado aflorando por nuestras calles y en este sentido, y recordando a Jung, lo que aflora es la sombra del lado luminoso de nuestra sociedad. No será la primera vez ni, espero, será la última. La historia está llena de revueltas y motines en los que, convocada por el propio estado de las cosas, la endiablada sombra social aparece y si algo es esa sombra es la manifestación de todo lo inconsciente, todo lo que subyace bajo los titulares de los periódicos.
Y esa sombra al no ser racional sólo puede ser contradictoria.
Bajo la apariencia racional, narrativa, de las peticiones, del programa del 15M emerge la complejidad contradictoria de lo social... pero también esa manifestación incontrolada encierra mucha verdad en su existir contradictorio, esa verdad que no queremos ver y que hemos apartado al olvido y a las sombras precisamente por ser cierta.
Por supuesto que el 15M tiene un programa, pero lo más importante es su carácter emocional y por eso es muy fácil criticarlo desde un punto de vista racional, porque hay contradicciones, cómo no va a haberlas y por eso se está convirtiendo en deporte nacional de opinadores y periodistas el enumerar las cosas en las que el 15 M no está a la altura, lo que nos gusta o nos deja de gustar, lo que deberían hacer o deberían dejar de hacer. Pero siempre olvidando lo más importante, la complicada y extrema situación en la que se encuentra nuestra sociedad como consecuencia de su mala posición económica.
Hay muchas maneras de hacer las cosas, pero, y en general (y salvo aficionados a cualquier clase de orden sin entrar en mayores detalles), deberíamos estar orgullosos de un país que no se resigna con cualquier explicación, con cualquier situación, con cualquier palabra y que sale a la calle a hacer lo que como mínimo le es posible hacer: quejarse y patalear.
Y hasta ahora la mayoría de las críticas no se centran en el fondo, en las causas, sino en una especie de obsesión procedimental, por las formas, aplicada de forma indiscriminada con independencia de lo excepcional de la situación en que nos encontramos.
Reduciendo al extremo las cosas: si te van a desahuciar espera a las próximas elecciones, si te quedas sin ingresos organiza una plataforma y monta un referendum. Todas esas vías son mecanismos practicables en una situación de normalidad, pero, y si se me apura, me parece una manifestación mas de ese liberalismo cruel el pretender que las personas sufran en silencio, de una manera acorde a las normas. Contribuyendo a generar una situación de normalidad que en absoluto es la que viven aquellos que sufren una de estas tragedias personales ocasionadas por la crisis.
De repente han surgido en salones y plazas cientos de demócratas, guardianes de la formas y de la normalidad, que no se dónde estaban cuando, por ejemplo, los responsables de las bancarrotas de ciertas cajas de ahorro abandonan sus puestos sin dar cuenta de su gestión.
Se acusa al movimiento del 15M de un posicionamiento político, pero también hay otro posicionamiento en lo que no quieren, y creo que realmente no quieren, entender la genealogía de este movimiento recurriendo a cualquier argumento válido o no para desligitimarlo. Y tengo que reconocer que argumentos válidos hay, pero lo que no estoy dispuesto a aceptar es que un padre que roba para comer sea solamente un ladrón.
Por supuesto debe de existir un orden social, pero también una cierta justicia. Porque las apelaciones al orden sin el reconocimiento de la necesidad de justicia o de le existencia de una injusticia, de una presión que ha hecho reventar a la gente por las calles, no están a la altura del ser humano como criatura inteligente, aunque si lo están de ese ser humano como animal esclavo de sus intereses.
Y clama al cielo, a mi cielo por supuesto, que ya no se hable de la genealogía de esta situación, que no se vaya más allá de la crítica estratégica hacia el irresponsable y mentiroso Zapatero.
No se pregunta por qué de pronto no hay dinero, a dónde ha ido, por qué la corrección de los déficits públicos tiene que hacerse de una manera tan veloz, por la eficacia del año de medidas liberales que ya llevamos sobre Grecia, de la deuda externa ilegítima, de la necesidad de pagar a costa de destrozar una sociedad aspecto relacionado con la velocidad con que la deuda es reclamada... De nada de ésto, y de más cosas, se habla, quizá porque entonces habría demasiados silencios o porque las posiciones interesadas y desinteradas resultarían más evidentes.
En cualquier caso, estoy orgulloso de un país que ha sido capaz de generar un movimiento social como el 15 M, no tanto de aquellos que se empeñan en ver ciertos árboles en lugar de todo el bosque.
Honestamente creo que toda persona honesta e inteligente debería sentirse indignada. Otra cosa es el valor, las líneas que se estén dispuestas a cruzar para manifestar esa indignación.
El miedo es libre, bien lo saben aquellos que con astucia saben manejarlo.