Si alguna vez te has preguntado por qué los niños pequeños están más capacitados para entender un iphone o un mando a distancia de lo que tu padre lo está, Rupert Sheldrake ofrece una explicación heterodoxa y fascinante.
Desde la publicación en 1981 de su libro "A New Science of Life: The Hypothesis of Morphic Resonance", el británico Sheldrake ha sido toda una molestia a todos esos hombres de ciencia que prefieren el orden del pensamiento al pensamiento del desorden.
Su hipótesis de los campos mórficos va más allá de la ciencia, situándose en el territorio de las intuiciones geniales, un territorio difuso que es el reino de la totalidad y de lo holístico.
Lo de Sheldrake no es registro ni repetición desde la concreción sino pura abstracción que, sin embargo, es un intento de respuesta a las inconfesable limitaciones de nuestra capacidad de conocer la realidad que siempre se presenta por la religión científica como omnipotente.
Sabemos que en el código genético se encuentra toda la información precisa para la construcción de un ser vivo, pero ignoramos el modo en que esa información se operativiza. Bajo el contexto definido por un determinado código genético, una célula genera un riñón y otra absolutamente similar a la anterior genera una terminación nerviosa.
Todavía no sabemos la manera en que las células se dividen el trabajo para producir el ser vivo que el código genético cifra.
Usando conceptos procedentes de la lingüística conocemos la lengua, la teoría, el código, pero no el habla, el modo en que ese código es utilizado.
Y es aquí donde aparece Sheldrake con su loca intuición de situar ese ámbito pragmático fuera, por así decirlo, de la fisicidad del cuerpo introduciendo el concepto de campo mórfico o campo M.
Los campos mórficos son patrones o estructuras de orden que rigen la constitución de la materia. De alguna manera, y separados de todos los cuerpos (aunque influyéndolos) encierran la capacidad para producir la transición aristoteliana entre potencia (posibilidad) y acto (realidad).
Participando de ideas como la Jungiana de inconsciente colectivo o de conceptos de física cuántica como los spines (modos de vibración específicos de cada partícula que definen su perosnalidad), Sheldrake propone un ámbito que trasciende la individualidad y que ordena la vida.
Cada cosa y cada parte de cada cosa está regido/ordenado por un determinado campo mórfico y, en este sentido, Sheldrake traslada al mundo de la fisica euclidiana elementos de la fisica cuántica apoyandose en otros elementos que proceden de la psicología transpersonal utilizándolos como metáfora para responder una pregunta de la que aún no tenemos respuesta.
Tenemos los planos del edificio, el código genético, pero nos falta encontrar la instancia que procesa esos planos y construye, o sea, lo que Aristóteles llamaba la causa eficiente.
Y para Shaldrake los campos mórficos son los encargados dentro de la naturaleza para poner en pie la vida y continuarla.
Excesivamente asociada a los parapsicológico, incluso por el propio Sheldrake quién pretende explicar lo paranormal también desde los campos mórficos, su hipótesis ha sido denostada por los garantes del orden... cualquier orden y supone una estimulante propuesta para aquellos que creen que hay algo de verdad en la intuición.
No obstante, algo de verdad encierra.
En la fisica moderna, los campos preceden a la materia, de hecho, y como demuestra Higgs (ésta es una de las razones por las que le dan el Nobel), la materia procede de los campos.
En este sentido, lo único que plantea Sheldrake es que esa materia no sólo procede materialmente, a través del Campo de Higgs, sino esencialmente, a través de los Campos Mòrficos que definen un orden implicado que existe ahí, dispuesto a autoconfigurarse.
El pensamiento de Sheldrake no es una teoría sino una hipótesis, es decir, no ha podido ser contrastado de una manera evidente, desde los hechos, cosa que por otro lado sucedió con la Relatividad de Einstein durante muchos años.
Nos falta la fuerza, el agente que produce las cosas, su orden implícito, la diferencia desde una base indiferenciada.
Y Sheldrake propone los campos mórficos como respuesta sobre una suma de eventos inexplicables que la propia ciencia ha registrado: la regeneración de partes del cuerpo amputadas por parte de algunos animales, la facilidad con que nuevas generaciones de ratones resuelven laberintos que sus ancestros ya han resuelto, la sensación de todavía conservar miembros amputados, animales que saben que sus amos vuelven a casa, personas que se saben espiadas o miradas, moscas intervenidas geneticamente que terminan mostrando en generaciones posteriores las manipulaciones de manera natural... .
Fascinante.
Desde la publicación en 1981 de su libro "A New Science of Life: The Hypothesis of Morphic Resonance", el británico Sheldrake ha sido toda una molestia a todos esos hombres de ciencia que prefieren el orden del pensamiento al pensamiento del desorden.
Su hipótesis de los campos mórficos va más allá de la ciencia, situándose en el territorio de las intuiciones geniales, un territorio difuso que es el reino de la totalidad y de lo holístico.
Lo de Sheldrake no es registro ni repetición desde la concreción sino pura abstracción que, sin embargo, es un intento de respuesta a las inconfesable limitaciones de nuestra capacidad de conocer la realidad que siempre se presenta por la religión científica como omnipotente.
Sabemos que en el código genético se encuentra toda la información precisa para la construcción de un ser vivo, pero ignoramos el modo en que esa información se operativiza. Bajo el contexto definido por un determinado código genético, una célula genera un riñón y otra absolutamente similar a la anterior genera una terminación nerviosa.
Todavía no sabemos la manera en que las células se dividen el trabajo para producir el ser vivo que el código genético cifra.
Usando conceptos procedentes de la lingüística conocemos la lengua, la teoría, el código, pero no el habla, el modo en que ese código es utilizado.
Y es aquí donde aparece Sheldrake con su loca intuición de situar ese ámbito pragmático fuera, por así decirlo, de la fisicidad del cuerpo introduciendo el concepto de campo mórfico o campo M.
Los campos mórficos son patrones o estructuras de orden que rigen la constitución de la materia. De alguna manera, y separados de todos los cuerpos (aunque influyéndolos) encierran la capacidad para producir la transición aristoteliana entre potencia (posibilidad) y acto (realidad).
Participando de ideas como la Jungiana de inconsciente colectivo o de conceptos de física cuántica como los spines (modos de vibración específicos de cada partícula que definen su perosnalidad), Sheldrake propone un ámbito que trasciende la individualidad y que ordena la vida.
Cada cosa y cada parte de cada cosa está regido/ordenado por un determinado campo mórfico y, en este sentido, Sheldrake traslada al mundo de la fisica euclidiana elementos de la fisica cuántica apoyandose en otros elementos que proceden de la psicología transpersonal utilizándolos como metáfora para responder una pregunta de la que aún no tenemos respuesta.
Tenemos los planos del edificio, el código genético, pero nos falta encontrar la instancia que procesa esos planos y construye, o sea, lo que Aristóteles llamaba la causa eficiente.
Y para Shaldrake los campos mórficos son los encargados dentro de la naturaleza para poner en pie la vida y continuarla.
Excesivamente asociada a los parapsicológico, incluso por el propio Sheldrake quién pretende explicar lo paranormal también desde los campos mórficos, su hipótesis ha sido denostada por los garantes del orden... cualquier orden y supone una estimulante propuesta para aquellos que creen que hay algo de verdad en la intuición.
No obstante, algo de verdad encierra.
En la fisica moderna, los campos preceden a la materia, de hecho, y como demuestra Higgs (ésta es una de las razones por las que le dan el Nobel), la materia procede de los campos.
En este sentido, lo único que plantea Sheldrake es que esa materia no sólo procede materialmente, a través del Campo de Higgs, sino esencialmente, a través de los Campos Mòrficos que definen un orden implicado que existe ahí, dispuesto a autoconfigurarse.
El pensamiento de Sheldrake no es una teoría sino una hipótesis, es decir, no ha podido ser contrastado de una manera evidente, desde los hechos, cosa que por otro lado sucedió con la Relatividad de Einstein durante muchos años.
Nos falta la fuerza, el agente que produce las cosas, su orden implícito, la diferencia desde una base indiferenciada.
Y Sheldrake propone los campos mórficos como respuesta sobre una suma de eventos inexplicables que la propia ciencia ha registrado: la regeneración de partes del cuerpo amputadas por parte de algunos animales, la facilidad con que nuevas generaciones de ratones resuelven laberintos que sus ancestros ya han resuelto, la sensación de todavía conservar miembros amputados, animales que saben que sus amos vuelven a casa, personas que se saben espiadas o miradas, moscas intervenidas geneticamente que terminan mostrando en generaciones posteriores las manipulaciones de manera natural... .
Fascinante.