FASSBINDER
"Los personajes de Fassbinder se encuentran a menudo en el corazón de una situación ambigua y finalmente trágica, situación que desean y no desean.
La situación : un hombre, una mujer vende/ofrece/da algo que posee (por ejemplo, su cuerpo, su fuerza sexual o laboral) a cambio de algo que no tiene valor como mercancía sino un intenso valor afectivo, erótico, sentimental, etc.
Este intercambio, en general voluntario, debería enriquecer al “vendedor” en la esfera de las relaciones humanas (...). Porque lo que el cineasta alemán introduce en su mundo es la utopía de un nuevo equivalente general, como los dos que, según Marx, dominan en el capitalismo : el dinero y la mercancía. Fassbinder espera (hace como si esperara) que el amor (o el afecto) sea el tercer término de la cadena. Sin embargo -es la dura ley de este mundo- no hay relaciones humanas, o las hay muy secundariamente ; existe solamente la esfera del intercambio mercantil (la infraestructura) donde el “vendedor”, cautivante pero de mente simple, se empobrece tontamente.
Tontamente, es decir, sin contrapartida. "
(La Inversión fallida por Stéphane Bouquet. Cahiers du Cinema)
Más
Luego siempre llega el blues para resumirlo todo con desnudas palabras precisas... "Trouble in mind. I'm blue..."
viernes, septiembre 02, 2005
KATRINA
"Así, 'The New York Times' acusaba el jueves en un editorial a Bush de complacencia y de no haber estado a la altura de las circunstancias. "El país debe preguntarse por qué los diques en Nueva Orleans eran tan inadecuados. ¿Por qué se permitió a los constructores destruir las marismas y las islas que actuaban como barrera ante huracanes? ¿Por qué el Congreso, antes de las vacaciones, recortó el presupuesto dirigido a proteger zonas de las inundaciones?", señala el diario."
(Leído en El Mundo")
Por dinero.
"Así, 'The New York Times' acusaba el jueves en un editorial a Bush de complacencia y de no haber estado a la altura de las circunstancias. "El país debe preguntarse por qué los diques en Nueva Orleans eran tan inadecuados. ¿Por qué se permitió a los constructores destruir las marismas y las islas que actuaban como barrera ante huracanes? ¿Por qué el Congreso, antes de las vacaciones, recortó el presupuesto dirigido a proteger zonas de las inundaciones?", señala el diario."
(Leído en El Mundo")
Por dinero.
"Dónde reunir
los miles de fragmentos
de una persona"
(Yorgos Seferis, Cuaderno de ejercicios)
... En el cajón blanco del papel.
"escribir, más que trasmitir un conocimiento, es acceder a un conocimiento. El acto de escribir nos permite aprehender una realidad que hasta el momento se nos presentaba en forma incompleta, velada, fugitiva o caótica. Muchas cosas las conocemos o las comprendemos sólo cuando las escribimos. Porque escribir es escrutar en nosotros mismos y en el mundo con un instrumento mucho más riguroso que el pensamiento invisible: el pensamiento gráfico, visual, reversible, implacable de los signos alfabéticos"
(Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas aumentadas)
los miles de fragmentos
de una persona"
(Yorgos Seferis, Cuaderno de ejercicios)
... En el cajón blanco del papel.
"escribir, más que trasmitir un conocimiento, es acceder a un conocimiento. El acto de escribir nos permite aprehender una realidad que hasta el momento se nos presentaba en forma incompleta, velada, fugitiva o caótica. Muchas cosas las conocemos o las comprendemos sólo cuando las escribimos. Porque escribir es escrutar en nosotros mismos y en el mundo con un instrumento mucho más riguroso que el pensamiento invisible: el pensamiento gráfico, visual, reversible, implacable de los signos alfabéticos"
(Julio Ramón Ribeyro, Prosas apátridas aumentadas)
jueves, septiembre 01, 2005
miércoles, agosto 31, 2005
martes, agosto 30, 2005
"Time is a royal man-eating tiger. He is not satisfied with men: he also devours cities, kingdoms and even gods!"
(The last temptation of Christ, Nicos Kazantzakis)
De las poco más de 500 páginas que componen el libro, sólo me quedo con esta frase (que me conduce por la memoria hasta un poema de Luis Cernuda dedicado a los dioses muertos).
El resto es un aburrido y trasnochado relato que juega a ser una especie de evangelio del hombre del siglo XX. Pretendidamente adaptado a sus presuntas dudas al respecto de unos evangelios hagiográficos y canónicos. "La última tentación de Cristo" juega a ser una escandalosa revelación del hombre escondido tras el Dios que en absoluto termina de interesarme.
No me interesa el Dios, mucho menos me interesa el hombre que hay escondido tras el Dios.
No soy público objetivo.
Ningún Dios ha conseguido derrotar al tiempo... Zeus, Ra, Odin...
En su momento también fueron eternos y verdaderos.
Los nuestros, los eternos y verdaderos del presente, también desaparecerán.
El hombre mismo y su necesidad de un ser superior sobre el que proyectar sus debilidades y temores son mucho más eternos que cualquiera de ellos.
Por eso me quedo con esa frase... "he also devours cities, kingdoms and even gods!".
Aún sigo sorprendido de haberla encontrado escrita precisamente en un libro como éste, consagrado a presentar de forma heterodoxa la ortodoxa palabra de un Dios verdadero.
(The last temptation of Christ, Nicos Kazantzakis)
De las poco más de 500 páginas que componen el libro, sólo me quedo con esta frase (que me conduce por la memoria hasta un poema de Luis Cernuda dedicado a los dioses muertos).
El resto es un aburrido y trasnochado relato que juega a ser una especie de evangelio del hombre del siglo XX. Pretendidamente adaptado a sus presuntas dudas al respecto de unos evangelios hagiográficos y canónicos. "La última tentación de Cristo" juega a ser una escandalosa revelación del hombre escondido tras el Dios que en absoluto termina de interesarme.
No me interesa el Dios, mucho menos me interesa el hombre que hay escondido tras el Dios.
No soy público objetivo.
Ningún Dios ha conseguido derrotar al tiempo... Zeus, Ra, Odin...
En su momento también fueron eternos y verdaderos.
Los nuestros, los eternos y verdaderos del presente, también desaparecerán.
El hombre mismo y su necesidad de un ser superior sobre el que proyectar sus debilidades y temores son mucho más eternos que cualquiera de ellos.
Por eso me quedo con esa frase... "he also devours cities, kingdoms and even gods!".
Aún sigo sorprendido de haberla encontrado escrita precisamente en un libro como éste, consagrado a presentar de forma heterodoxa la ortodoxa palabra de un Dios verdadero.
lunes, agosto 29, 2005
"Everything in this room is *eat*able. Even I'm *eat*able. But that is called cannibalism, my dear children, and is in fact frowned upon in most societies. "
(Charlie y la fábrica de chocolate)
Merece la pena verla.
Lo más importante que ha hecho Tim Burton con esta historia es no imponerse a ella y dejarla existir tal y como su autor, Roald Dahl, el gran escritor británico de origen noruego, la creó.
Me temía lo peor, pero lo peor no sucedió.
Burton ha hecho lo más inteligente: ponerse al servicio de la historia, contarla sin subordinarla a su peculiar mundo... quizá porque la visión inteligente, distorsionada y deshábrida que Dahl ofrece sobre la infancia encaja mucho con su propio punto de vista.
No lo se... Tampoco me importa.
Lo importante es la historia.... siempre me ha gustado y Burton no consigue estropearla.
Todo niño debería leerla.
Aprendería quizá que no hay nada imposible y lo haría justo cuando debe aprenderlo.
Antes de que lleguen los imposibles y los fracasos a cerrarnos el paso y se conviertan en nuestra segunda y más alargada sombra, en nuestros más fieles compañeros.
Aprendería también quizá lo más importante, que para desear lo imposible también hay formas. No vale todo, porque el fín jamás justifica los medios.
La propia ética siempre empieza por los propios sueños.
(Charlie y la fábrica de chocolate)
Merece la pena verla.
Lo más importante que ha hecho Tim Burton con esta historia es no imponerse a ella y dejarla existir tal y como su autor, Roald Dahl, el gran escritor británico de origen noruego, la creó.
Me temía lo peor, pero lo peor no sucedió.
Burton ha hecho lo más inteligente: ponerse al servicio de la historia, contarla sin subordinarla a su peculiar mundo... quizá porque la visión inteligente, distorsionada y deshábrida que Dahl ofrece sobre la infancia encaja mucho con su propio punto de vista.
No lo se... Tampoco me importa.
Lo importante es la historia.... siempre me ha gustado y Burton no consigue estropearla.
Todo niño debería leerla.
Aprendería quizá que no hay nada imposible y lo haría justo cuando debe aprenderlo.
Antes de que lleguen los imposibles y los fracasos a cerrarnos el paso y se conviertan en nuestra segunda y más alargada sombra, en nuestros más fieles compañeros.
Aprendería también quizá lo más importante, que para desear lo imposible también hay formas. No vale todo, porque el fín jamás justifica los medios.
La propia ética siempre empieza por los propios sueños.
jueves, agosto 25, 2005
LOS HERALDOS NEGROS
Leo en Wilkipedia que el blues "es una composión de doce compases de estructura sencilla con ritmos sincopados, de temática diversa." (Más)
Lo hago porque no puedo dejar de pensar en esa forma musical desde que el pasado viernes vi la película de Wim Wenders "The soul of a man". Especialmente, permanece en mi memoria el blues que Skip James compone durante su estancia en el hospital de Washington, quizá un segundo antes de que el cáncer le devore.
Está sólo en el hospital, nadie le vista.
El sabe por qué... porque es un hombre bueno y pobre...
Seguro que lo entiendes.
El cristal límpido y puro de la palabra precisa.
Poesía de la palabra.
Poesía que abre un mar de fondo,
que remueve las entrañas,
que nos llama por nuestro propio nombre,
nos convoca para que estemos de acuerdo.
Veo poesía en el blues.
Veo heraldos negros.
"Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé
Golpes como del odio de Dios;
como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé
Son pocos; pero son...
Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé"
(Los heraldos negros. César Vallejo)
Atentamente, escucho.
La sencillez de la palabra justa y precisa para expresar los sentimientos más esenciales, esos que nos acechan en las más o menos largas noches de nuestro entendimiento.
No hace falta mucho más cuando se está lleno de verdad, cuando se está lleno de blues.
Leo en Wilkipedia que el blues "es una composión de doce compases de estructura sencilla con ritmos sincopados, de temática diversa." (Más)
Lo hago porque no puedo dejar de pensar en esa forma musical desde que el pasado viernes vi la película de Wim Wenders "The soul of a man". Especialmente, permanece en mi memoria el blues que Skip James compone durante su estancia en el hospital de Washington, quizá un segundo antes de que el cáncer le devore.
Está sólo en el hospital, nadie le vista.
El sabe por qué... porque es un hombre bueno y pobre...
Seguro que lo entiendes.
El cristal límpido y puro de la palabra precisa.
Poesía de la palabra.
Poesía que abre un mar de fondo,
que remueve las entrañas,
que nos llama por nuestro propio nombre,
nos convoca para que estemos de acuerdo.
Veo poesía en el blues.
Veo heraldos negros.
"Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé
Golpes como del odio de Dios;
como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... Yo no sé
Son pocos; pero son...
Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... pobre Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé"
(Los heraldos negros. César Vallejo)
Atentamente, escucho.
La sencillez de la palabra justa y precisa para expresar los sentimientos más esenciales, esos que nos acechan en las más o menos largas noches de nuestro entendimiento.
No hace falta mucho más cuando se está lleno de verdad, cuando se está lleno de blues.
jueves, agosto 18, 2005
THE NATURAL
Mirza Delibasic....
"Me acuerdo de sus asistencias increíbles. Se inventó un pase largo, fuerte, de una mano, con bote de balón que encontraba el compañero no directamente de sus manos sino saltando del suelo. Mirza asistía, pero tenía su “asistente” particular, el suelo. Tiraba con una facilidad tremenda y su tiro era imparable, no recuerdo que jamás recibiese un tapón. Tiraba con una parábola intocable para sus defensores, su “timing” de tiro era algo programado, el balón salía de su mano derecha justo cuando el defensor empezaba a caer..."
(Vladimir Stankovic)
Más
Yo también le recuerdo... Le ví jugar.
Una tarde, un pase a una sola mano cruzando mágico una zona llena de manos y piernas hasta llegar a las manos de López Iturriaga.. El asombro tras la inevitable canasta.
Ni siquiera Iturriaga (¡vaya braga!) podía haberla fallado.
"Me viene a la cabeza otra anécdota: en el Mundial de 1978. en Manila (Filipinas), en un importantísimo partido ante el Brasil de Oscar Schmidt, Yugoslavia remontaba una enorme desventaja y en los últimos segundos Mirza Delibasic tenía dos tiros libres para ganar el partido. -Apuesto 100 dólares a que no vas a meter los dos- le dijo su compañero de selección Moka Slavnic durante el tiempo muerto.
-Ya me debes 100 dólares- aceptó Mirza. Y metió los dos."
(Vladimir Stankovic)
Mirza Delibasic....
"Me acuerdo de sus asistencias increíbles. Se inventó un pase largo, fuerte, de una mano, con bote de balón que encontraba el compañero no directamente de sus manos sino saltando del suelo. Mirza asistía, pero tenía su “asistente” particular, el suelo. Tiraba con una facilidad tremenda y su tiro era imparable, no recuerdo que jamás recibiese un tapón. Tiraba con una parábola intocable para sus defensores, su “timing” de tiro era algo programado, el balón salía de su mano derecha justo cuando el defensor empezaba a caer..."
(Vladimir Stankovic)
Más
Yo también le recuerdo... Le ví jugar.
Una tarde, un pase a una sola mano cruzando mágico una zona llena de manos y piernas hasta llegar a las manos de López Iturriaga.. El asombro tras la inevitable canasta.
Ni siquiera Iturriaga (¡vaya braga!) podía haberla fallado.
"Me viene a la cabeza otra anécdota: en el Mundial de 1978. en Manila (Filipinas), en un importantísimo partido ante el Brasil de Oscar Schmidt, Yugoslavia remontaba una enorme desventaja y en los últimos segundos Mirza Delibasic tenía dos tiros libres para ganar el partido. -Apuesto 100 dólares a que no vas a meter los dos- le dijo su compañero de selección Moka Slavnic durante el tiempo muerto.
-Ya me debes 100 dólares- aceptó Mirza. Y metió los dos."
(Vladimir Stankovic)
"Se considera normal que 2 asalariados pierdan por día la vida en su trabajo, y que otros ocho sean sacrificados por minuto a la conveniencia de las empresas. Pero no que éstas y el capital participen en mayor medida en las pensiones del personal. ¿Cómo no comprender la furia de los trabajadores?"
Más
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ELEGÍA LIGERAMENTE OPTIMISTA Y UN POCO A DESTIEMPO
La corriente de los días se acerca cálida, plácidamente, al final del verano.
Recuerdo ahora un poema de Ángel González cuyo nombre -si es que en realidad el poema existe y, si existe, está nombrado- he olvidado.
Un verano menos.
Cuántos veranos más.
Pero eso es lo de menos.
Lo importante es navegar.
Desentrañar un poco más la leve materia invisible que compone la delgada y taimada línea del horizonte.
Kavafis.
Camino a Itaca.
Ser un Ulises del tiempo.
El holandés errante de todos los mares que están por llegar.
No se cuántos veranos quedan.
Me da igual.
La corriente de los días se acerca cálida, plácidamente, al final del verano.
Recuerdo ahora un poema de Ángel González cuyo nombre -si es que en realidad el poema existe y, si existe, está nombrado- he olvidado.
Un verano menos.
Cuántos veranos más.
Pero eso es lo de menos.
Lo importante es navegar.
Desentrañar un poco más la leve materia invisible que compone la delgada y taimada línea del horizonte.
Kavafis.
Camino a Itaca.
Ser un Ulises del tiempo.
El holandés errante de todos los mares que están por llegar.
No se cuántos veranos quedan.
Me da igual.
martes, agosto 16, 2005
jueves, agosto 11, 2005
PANERO
Los dos apuntes que siguen a éste (aunque en realidad le preceden) son dos extractos de una entrevista que el poeta Leopoldo María Panero concedió a la revista Babelia el pasado año 2001.
He disfrutado todas y cada una de las respuestas que el poeta da a las preguntas que se le plantean. Para mi, ha sido como encontrar un oasis de inteligencia en el desierto mediático que nos llena.
Palabras diferentes, ideas distintas.
Nada comparable con el eterno y mismo chicle que todos, cuando hablamos, parecemos tener en la boca.
Palabras diferentes, ideas distintas.
No es tan fácil encontrarlas.
Hay que buscar.
Palabras que no nacen para llenar un vacío que hay que ocupar.
(Porque cualquier cosa es mejor que el silencio,
que pararse a escuchar el propio eco,
que detenerse a mirar qué diablos estamos haciendo)
Palabras nacidas para expresar a quién las pronuncia.
Otra voz.
Otro mundo.
Otro ámbito.
Palabras ofreciéndose, delicadas o ásperas, para ser escuchadas.
Palabras que quizá me sirvan para comprender un poco más el secreto de toda esta invisibilidad fluente que constantemente llena mis días.
"el tedio insustancial del mundo, el ir pasando"
(Arcadi Espada)
Por éso, para mi, cada encuentro es una celebración.
La derrota del aburrimiento.
Los dos apuntes que siguen a éste (aunque en realidad le preceden) son dos extractos de una entrevista que el poeta Leopoldo María Panero concedió a la revista Babelia el pasado año 2001.
He disfrutado todas y cada una de las respuestas que el poeta da a las preguntas que se le plantean. Para mi, ha sido como encontrar un oasis de inteligencia en el desierto mediático que nos llena.
Palabras diferentes, ideas distintas.
Nada comparable con el eterno y mismo chicle que todos, cuando hablamos, parecemos tener en la boca.
Palabras diferentes, ideas distintas.
No es tan fácil encontrarlas.
Hay que buscar.
Palabras que no nacen para llenar un vacío que hay que ocupar.
(Porque cualquier cosa es mejor que el silencio,
que pararse a escuchar el propio eco,
que detenerse a mirar qué diablos estamos haciendo)
Palabras nacidas para expresar a quién las pronuncia.
Otra voz.
Otro mundo.
Otro ámbito.
Palabras ofreciéndose, delicadas o ásperas, para ser escuchadas.
Palabras que quizá me sirvan para comprender un poco más el secreto de toda esta invisibilidad fluente que constantemente llena mis días.
"el tedio insustancial del mundo, el ir pasando"
(Arcadi Espada)
Por éso, para mi, cada encuentro es una celebración.
La derrota del aburrimiento.
miércoles, agosto 10, 2005
LA VIDA ACUÁTICA
I
Necesitaba volver a ver "La vida acuática de Steve Zissou" y lo hice.
Se que es una película que suscita adhesiones y odios inquebrantables. Lo se.
Después de volver a verla me reafirmo. Sigo contándome entre los primeros.
¿Por qué?
Alguna vez ya he escrito que hay textos, imágenes, situaciones o personas que te hablan, que se dirigen a ti con las palabras justas y exactas, aquellas que dan forma a sentimientos y emociones que hasta el momento eran vagas impresiones apareciendo y desapareciendo en el umbral de la propia conciencia.
"La vida acuática de Steve Zissou" tiene algo, la infinita seducción de una profunda sugerencia, camino de preguntas que empieza en la vaga respuesta que ofrece la vacía expresión del rostro de Bill Murray.
Vacío que tiene, en mi opinión, dos nombres: hastío de ser siempre el uno mismo de siempre y tristeza ante la imposibilidad de ser ya siquiera ése del cual estás tan cansado de ser.
El fracaso de los fracasos.
No tener siquiera un yo al que regresar.
II
Zissou fue y es un personaje público.
Sus documentales fueron seguidos por toda una generación de jóvenes y menos jóvenes.
La imagen que proyectaba de sí mismo es la que los otros, su público, le devuelve; una imagen que el propio Zissou tiene que alimentar en un destructor circulo vicioso para que el efecto de realidad sea total.... No lo se.
Lo único cierto es que Zissou deja de ser persona y se convierte en marca, en un concepto que los demás constantemente manejan y que el propio Zissou debe seguir al pie de la letra para que todo el entramado significante funcione.
Todo va bien hasta que la marca deja de interesar.
Quizá, a esa falta de interés haya contribuído el cansancio del propio Zissou o quizá la falta de interés favorezca la aparición de ese cansancio. No lo se.
Lo único cierto es que su vida se ha convertido en una vacía repetición, algo así como el contínuo rezar a un Dios en el que ya no se cree. (Sólo se sigue rezando porque durante mucho tiempo, demasiado, no se ha hecho otra cosa).
Perdida la fuerza que producía la aceleración de los viejos y buenos tiempos, cuando uno se creía a sí mismo, sólo queda la inercia que deja aquel impulso, un dejarse llevar a ninguna parte sobre las aguas del tiempo.
La máscara.
Y el miedo a que detrás de ella ya no quede nada, como el actor cuya personalidad es la suma de todos los personajes que ha interpretado.
La superficialidad convertida en profundidad.
El cansancio de interpretar un personaje que lentamente, al compas del tiempo, se desvanece.
La tristeza ante una irreparable pérdida.
El miedo a que debajo del todo que lentamente se diluye ya no quede nada.
Heidegger
"Ser y tiempo"
La desesperación por seguir siendo convertida en una de las formas más elevadas de manifestación del ser del hombre en el tiempo.
"Como decía Hegel, la única conciencia posible de la vida es la conciencia del mal de la vida. "
(Leopoldo María Panero)
I
Necesitaba volver a ver "La vida acuática de Steve Zissou" y lo hice.
Se que es una película que suscita adhesiones y odios inquebrantables. Lo se.
Después de volver a verla me reafirmo. Sigo contándome entre los primeros.
¿Por qué?
Alguna vez ya he escrito que hay textos, imágenes, situaciones o personas que te hablan, que se dirigen a ti con las palabras justas y exactas, aquellas que dan forma a sentimientos y emociones que hasta el momento eran vagas impresiones apareciendo y desapareciendo en el umbral de la propia conciencia.
"La vida acuática de Steve Zissou" tiene algo, la infinita seducción de una profunda sugerencia, camino de preguntas que empieza en la vaga respuesta que ofrece la vacía expresión del rostro de Bill Murray.
Vacío que tiene, en mi opinión, dos nombres: hastío de ser siempre el uno mismo de siempre y tristeza ante la imposibilidad de ser ya siquiera ése del cual estás tan cansado de ser.
El fracaso de los fracasos.
No tener siquiera un yo al que regresar.
II
Zissou fue y es un personaje público.
Sus documentales fueron seguidos por toda una generación de jóvenes y menos jóvenes.
La imagen que proyectaba de sí mismo es la que los otros, su público, le devuelve; una imagen que el propio Zissou tiene que alimentar en un destructor circulo vicioso para que el efecto de realidad sea total.... No lo se.
Lo único cierto es que Zissou deja de ser persona y se convierte en marca, en un concepto que los demás constantemente manejan y que el propio Zissou debe seguir al pie de la letra para que todo el entramado significante funcione.
Todo va bien hasta que la marca deja de interesar.
Quizá, a esa falta de interés haya contribuído el cansancio del propio Zissou o quizá la falta de interés favorezca la aparición de ese cansancio. No lo se.
Lo único cierto es que su vida se ha convertido en una vacía repetición, algo así como el contínuo rezar a un Dios en el que ya no se cree. (Sólo se sigue rezando porque durante mucho tiempo, demasiado, no se ha hecho otra cosa).
Perdida la fuerza que producía la aceleración de los viejos y buenos tiempos, cuando uno se creía a sí mismo, sólo queda la inercia que deja aquel impulso, un dejarse llevar a ninguna parte sobre las aguas del tiempo.
La máscara.
Y el miedo a que detrás de ella ya no quede nada, como el actor cuya personalidad es la suma de todos los personajes que ha interpretado.
La superficialidad convertida en profundidad.
El cansancio de interpretar un personaje que lentamente, al compas del tiempo, se desvanece.
La tristeza ante una irreparable pérdida.
El miedo a que debajo del todo que lentamente se diluye ya no quede nada.
Heidegger
"Ser y tiempo"
La desesperación por seguir siendo convertida en una de las formas más elevadas de manifestación del ser del hombre en el tiempo.
"Como decía Hegel, la única conciencia posible de la vida es la conciencia del mal de la vida. "
(Leopoldo María Panero)
miércoles, agosto 03, 2005
LOS CUATRO FANTÁSTICOS
Más de lo mismo.
Entretenimiento fácil para momentos fáciles.
Corrección, pulcritud.
Comodidad para el entendimiento.
Un producto bien hecho por encima de cualquier otra consideración.
Talento profesional.
Apenas ya lo recuerdo.
Perfecto.
Muy pronto llegará el próximo.
Películas que me entretienen pero que no me traspasan, que no me llegan, que no me hablan al oído con palabras certeras como lo hacen otras, las que aún recuerdo y que, de cuando en cuando, quiero volver a ver.
Obras de arte.
Talento de maestros.
Más de lo mismo.
Entretenimiento fácil para momentos fáciles.
Corrección, pulcritud.
Comodidad para el entendimiento.
Un producto bien hecho por encima de cualquier otra consideración.
Talento profesional.
Apenas ya lo recuerdo.
Perfecto.
Muy pronto llegará el próximo.
Películas que me entretienen pero que no me traspasan, que no me llegan, que no me hablan al oído con palabras certeras como lo hacen otras, las que aún recuerdo y que, de cuando en cuando, quiero volver a ver.
Obras de arte.
Talento de maestros.
lunes, agosto 01, 2005
LA CARRERA DE TODOS LOS SIGLOS
Aún recuerdo aquella carrera.
Todo el mundo pensaba que Steve Ovett la ganaría del mismo modo que había ganado los 800 metros seis días antes. Sencillamente, Sebastian Coe no podría seguir el fuerte ritmo que su compatriota sabía imprimir a las carreras que disputaba.
Ovett era todo potencia, un potro.
Hechando el pecho hacia delante y atacando desde atrás, su estilo era magnífico. Transmitía poder y potencia.
Atrás siempre dejaba el desafío de seguirle, de aceptar su poderoso y potente embite. Incluso había mejorado su punta de velocidad.
Hasta cierto punto, y en mi opinión, Ovett encarnaba la nobleza inocente del más puro esfuerzo.
La carrera por la carrera.
El corazón de trueno.
No le recuerdo mirando atrás (aunque tampoco soy un experto en atletismo). La estrategia no era lo suyo... CATCH ME IF YOU CAN!
A su lado, Coe hasta resultaba pequeño.
Su presencia era mucho más elegante y estilizada.
No era tan potente como Ovett. Se defendía y nada más.
Lo suyo era terminar.
Coe tenía un final terrible, irresistible. Si no se le dejaba atrás, las mayores posibilidades de victoria eran siempre para él.
A diferencia de Ovett, Coe era más estratégico.
Los esfuerzos eran medidos hasta el milímetro.
Esperaba y atacaba en el momento más oportuno.
Su territorio eran los 800 metros... pero la medalla olímpica había ido a parar a Ovett. Se la había arrebatado (hablo de memoria) en un terrible y desbocado final que sorprendió a todos.
Aún recuerdo aquella carrera, aquella recta final... Coe remontando a Ovett, derrotándole en su propio terreno, aguantando su demoledor e infernal ritmo, convirtiéndose en su enemigo para finalmente volver a ser él mismo y vencerle.
Dos medallas de oro ganadas brillantemente por cada uno de ellos en el territorio del otro... y después la leyenda, el entronque con la centenaria tradición del medio fondo británico tan magníficamenteb reflejadas en la película de Hugh Hudson "Carros de Fuego".
Es cierto que eran dos seres opuestos: por nacimiento, por estilo, por ideas... pero las pocas cosas que les unieron sobre la pista bastaron para hacerles grandes.
Con ellos, y por un momento, las marcas, los records y las medallas dejaron de importar. El tiempo se detuvo en nuestras miradas que contemplaban el mágico vuelo de sus zancadas.
Lo principal era saber quién los dos cruzaría primero la línea de meta.
El deporte reducido a su esencia de competencia y esfuerzo.
El mundo en vilo sobre el filo de aquellos dos mágníficos esfuerzos.
El respeto para el ganador y el respeto también para el vencido, porque -en realidad- los dos estaban hechos de la misma pasta.
Aún recuerdo aquella carrera.
¡Cómo podría olvidarla!
La carrera de todos los siglos
Aún recuerdo aquella carrera.
Todo el mundo pensaba que Steve Ovett la ganaría del mismo modo que había ganado los 800 metros seis días antes. Sencillamente, Sebastian Coe no podría seguir el fuerte ritmo que su compatriota sabía imprimir a las carreras que disputaba.
Ovett era todo potencia, un potro.
Hechando el pecho hacia delante y atacando desde atrás, su estilo era magnífico. Transmitía poder y potencia.
Atrás siempre dejaba el desafío de seguirle, de aceptar su poderoso y potente embite. Incluso había mejorado su punta de velocidad.
Hasta cierto punto, y en mi opinión, Ovett encarnaba la nobleza inocente del más puro esfuerzo.
La carrera por la carrera.
El corazón de trueno.
No le recuerdo mirando atrás (aunque tampoco soy un experto en atletismo). La estrategia no era lo suyo... CATCH ME IF YOU CAN!
A su lado, Coe hasta resultaba pequeño.
Su presencia era mucho más elegante y estilizada.
No era tan potente como Ovett. Se defendía y nada más.
Lo suyo era terminar.
Coe tenía un final terrible, irresistible. Si no se le dejaba atrás, las mayores posibilidades de victoria eran siempre para él.
A diferencia de Ovett, Coe era más estratégico.
Los esfuerzos eran medidos hasta el milímetro.
Esperaba y atacaba en el momento más oportuno.
Su territorio eran los 800 metros... pero la medalla olímpica había ido a parar a Ovett. Se la había arrebatado (hablo de memoria) en un terrible y desbocado final que sorprendió a todos.
Aún recuerdo aquella carrera, aquella recta final... Coe remontando a Ovett, derrotándole en su propio terreno, aguantando su demoledor e infernal ritmo, convirtiéndose en su enemigo para finalmente volver a ser él mismo y vencerle.
Dos medallas de oro ganadas brillantemente por cada uno de ellos en el territorio del otro... y después la leyenda, el entronque con la centenaria tradición del medio fondo británico tan magníficamenteb reflejadas en la película de Hugh Hudson "Carros de Fuego".
Es cierto que eran dos seres opuestos: por nacimiento, por estilo, por ideas... pero las pocas cosas que les unieron sobre la pista bastaron para hacerles grandes.
Con ellos, y por un momento, las marcas, los records y las medallas dejaron de importar. El tiempo se detuvo en nuestras miradas que contemplaban el mágico vuelo de sus zancadas.
Lo principal era saber quién los dos cruzaría primero la línea de meta.
El deporte reducido a su esencia de competencia y esfuerzo.
El mundo en vilo sobre el filo de aquellos dos mágníficos esfuerzos.
El respeto para el ganador y el respeto también para el vencido, porque -en realidad- los dos estaban hechos de la misma pasta.
Aún recuerdo aquella carrera.
¡Cómo podría olvidarla!
La carrera de todos los siglos
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