domingo, junio 22, 2008
sábado, junio 21, 2008
Me gusta "Stardust".
El recalcitrante adolescente que aún me habita disfruta con las buenas historias de principes y princesas, de eternos odios y amores verdaderos y "Stardust" es sin duda alguna un buen ejemplo de esos relatos épicos que suceden en algunas de las otras tierras que se extienden al otro lado de los espejos.
Añadido atractivo que constituye parte esencial de la instransferible personalidad de esta historia es la acertada omnipresencia del humor en todos sus momentos. "Stardust" no sólo resulta divertida por lo emocionante de las aventuras que viven sus personajes sino por el sentido del humor que acertadamente destilan algunos de sus dialogos, personajes y situaciones.
Repitiendo estructura narrativa, de nuevo el orden del mágico reino que se extiende al otro lado del muro será restaurado merced a la participación de un heterodoxo, de un diferente con quién nadie cuenta y que, al mismo tiempo, necesitará transitar desde la adolescencia hasta la madurez para conseguir ese propósito... y, por supuesto, lo más importante, la chica (que en este caso es una estrella caída del cielo).
Está claro que son los ortodoxos, los obedientes, quienes inflexible e incansablemente administran un orden establecido hasta que éste se vuelve corrupto. Parece evidente también que son los heterodoxos, los diferentes, quienes encierran en su interior la energía y verdad suficiente como para producir la singularidad que de lugar a un orden nuevo. Y es en el tránsito hacia esa singularidad donde surge la aventura y el relato.
Los heterodoxos existen para prender una llama de cuyo arder los ortodoxos se apropiarán y cuidarán hasta que una ráfaga de viento la apague.
Esa es la dialéctica eterna de los cuentos de hadas y tierras medias.
La posibilidad de una singularidad, de un cambio, sólo existe en la diferencia, pero, y al mismo tiempo, la diferencia es rechazada al exterior de ese orden mientras éste existe por aquellos que lo administran precisamente porque temen que el poder de volatilidad de los diferentes pueda comprometer su existencia antes de tiempo, que suele ser casi demasiado tarde, cuando todo está a punto de perderse.
viernes, junio 20, 2008
Hacerse viejo es levantar la cabeza y descubrirse esperando.
jueves, junio 19, 2008
miércoles, junio 18, 2008
lunes, junio 16, 2008
Subirse sobre un encendido caballo alado de "noes" y "porqués"
y cabalgar contra los cañones del cómodo destino
que ya está cuidadosamente establecido para él.
Deconstruirse,
ponerse patas arriba y abajo,
ascender hasta el cielo y reventar
hurgando hasta el fondo del barril
con la secreta esperanza ciega
de encontrar algo diferente y nuevo en su inalcanzable fondo.
Seguramente, un satisfactorio pedazo de mismidad
domingo, junio 15, 2008
"Áyax Telemonio tirole un bote de lanza a Simoisio, hijo de Antemión, que se hallaba en la flor de la juventud. Su madre habíale parido a orillas del Simois, cuando con los padres bajó del Ida a ver las ovejas. Por eso le llamaron Simoisio. Más no pudo a los progenitores la crianza ni fue larga su vida porque sucumbió vencido por la lanza del magnánimo Ayax. "
(La Iliada, IV, 473-487)
En "La Iliada" todos son héroes, también los caídos. Con ellos no muere el momento desafortunado de un golpe mal medido sino toda una historia, la culminación de generaciones entregada en el campo de batalla por una causa que se cree justa.
El genio poético de Homero va más allá de las simples palabras, se mueve en el áereo terreno de la sugerencia.
Los individuos que miden sus filos en el desorden de la batalla no son meros contendientes, también -y sobre todo- son hijos, padres o maridos. Son la superficie de una historia más o menos larga que Homero quiere traer a la luz cuando su vida es sesgada, cobrada por el contrario (que también es hijo, padre o marido) en justo combate.
Siempre hay identidad y pertenencia, en la vida y en la muerte.
Y ello hace aún más conmovedora la pérdida, más absurda la guerra, porque nos hace saber que cuando un filo arranca de cuajo la vida que llenaba un cuerpo inmediatamente está desencadenando un vacío en algún lugar al otro lado del Egeo, arrancando abruptamente una figura de un paisaje que antes no podía pasar sin ella.
"Cayó el guerrero en el polvo como el terso álamo nacido en la orilla de una espaciosa laguna y coronado de ramas que corta el carrero con el hierro reluciente, para hacer las pinas de un hermoso carro, dejando que el tronco se seque en la ribera"
(La Iliada, IV, 473-487)
Y algunas miradas ciertas la buscarán, acudiendo a su cita convenida de siempre, y ya no volverán a encontrarla.
El omnipresente peso de la prolongada vigilia le carga el pecho con enormidad.
Y aunque ya nada sea como antes, no se resigna.
Ha decidido sentirse joven por encima de todo y del tiempo.
Especialmente se empeña en desafiar la creciente tiranía incesante de su cuerpo
Imagina que hay dos tipos de personas.
Por un lado están las que prefieren esperar a mañana y deciden parar.
Y él no es uno de ellos.
sábado, junio 14, 2008
La última película del más que veterano Sidney Lumet es uno de esos dramas intensos que siempre han sido parte de su reconocible marca.
Pulso, dureza, intensidad, .... Desde "Doce hombres sin piedad" hasta "La noche cae sobre Manhattan", pasando por joyas como "La colina", "Network" o la olvidada "El principe de la ciudad". El cine de Sidney Lumet es un ring donde las voluntades compiten y pugnan, cada una con su razón, por sobrevivir en un mundo que es una incesante y continua conflagración de intereses cuya suma jamás es cero.
Sus personajes, hombres y mujeres, son miradas masculinas que se encaran desafiantes ante un instisfactorio orden de las cosas, que buscan siempre el camino más recto "against all dodds" para conseguir sus objetivos.
"Before the devil knows you are dead" es un buen ejemplo de su mirada briosa, que bebe de la tradición tan anglosajona en la que el hombre siempre es un lobo para el hombre y en la que prima el esfuerzo por el desarrollo de la individualidad por encima de todas las cosas.
El cine de Lumet se sitúa en los límites de esa idea, los explora en busca del drama y la tensión, queriendo mostrar las contradicciones, los sinsentidos, la luz negra que brilla en el fondo de todos nosotros.
Las películas de Lumet tiene algo de la violenta crueldad de los documentales de fauna en acción. Quizá, su interés sea mostrar lo cerca que siempre está el animal que todos llevamos dentro de tomar el control... y sobre todo, las consecuencias de ese éxito... casi siempre el infierno.
En "Before the devil.." Lumet explora la intocable intitución familiar. Nos quiere mostrar, bajo ciertos esquemas narrativos propios del cine negro, lo terrible y brutal de su descomposición en un final tremendo e inesperado, apoteósis de la animalidad que quizá sea un terrible y desesperanzado culmen de una obra llena de escepticismo y dudas sobre las bondades de la naturaleza humana.
La mirada octogenaria de Lumet se nos muestra más extrema y desesperanzada que nunca, en un final en el que el padre camina como un zombi hacia una blanca luz que parece consumirle como seguramente harían las llamas del propio infierno.
"Before the devil knows you are dead" no está, para mi gusto, entre las mejores películas de Lumet, pero tampoco es desdeñable. Acusa algunos problemas de ritmo "por en medio", escenas y situaciones anodinas que quieren sumar en la historia pero que solamente restan y que apartan al espectador del "geist" transgresor de la historia.
Afortunadamente el tremendo final borra ese recuerdo haciendo que "Before the devil..." sea una historia que uno se lleva consigo cuando las luces se encienden. Aspecto que es de agradecer y que resulta poco frecuente en el cine de hoy en día.
martes, junio 10, 2008
"En las plazas de toros todo se inclina ante la voluntad del pueblo soberano; en su sangriento redondel el pueblo reina. El gobierno manda con mano de hierro, pero su autoridad termina en el umbral de la plaza, y allí empieza de verdad la libertad de la que tanto presumen los españoles. La libertad que existe dentro de la plaza es inversamente proporcional a la que existe fuera."
("A las cinco de la tarde. Una historia social del toreo". Adrian Shubert, cita de un texto de un viajero británico escrito a mediados del siglo XIX)
Y es que a veces, por pasarnos o por no llegar, nos empeñamos en vivir... más de lo necesario.
Del mismo modo que uno es dueño de su vida, debería serlo de su muerte, pero, normalmente, no solemos poseer ni la una ni la otra. Es complicado... y quizá se trate de otra historia, pero no solemos pertenecernos tanto, aunque se nos llene la boca de palabras como libertad y libre albedrío.
En cualquier caso, "Mar adentro" se me antoja la mejor película de Alejandro Amenabar, su minusvalorado director.
Sin duda alguna, el principal valor de la película como artefacto narrativo es haber convertido la historia de Ramón Sampedro, que tanto se presta para ser convertida en una lacrimógena película para televisión de esas que ponen en las sobremesas, en algo mucho más potente y trascendente.
Como solemos vivir de espaldas a la vida, también vivimos de espaldas a la muerte y el sólo planteamiento de la necesidad de morir como un derecho nos sorprende, nos pilla con el paso cambiado entre nuestro trabajo y el Carrefour.
Y también, como para todos los heterodoxos y Sampedro es uno de ellos, nuestro mundo de la media aritmética no tiene respuestas... porque tanto para vivir como para morir cada uno debe encontrar preguntas y respuestas que son, personales e intransferibles, de su absoluta propiedad, a diez mil kilómetros de distancia de la más atrevida página de Paulo Coelho.
Bien dirigida, bien escrita y bien interpretada... No sólo por Javier Bardem, que está espectacular, sino por todo el elenco de ilustres desconocidos, actores secundarios del cine español como el eminente Celso Bugallo... "Mar adentro" es una película emocionante y redonda que tiende suavemente su mano firme a todo aquel que quiera estrecharla.