La tesis defendida aquí es que la idea de un mercado que se regula a sí mismo era una idea puramente utópica. Una institución como ésta no podía existir de forma duradera sin aniquilar la sustancia humana y la naturaleza de la sociedad, sin destruir al hombre y sin transformar su ecosistema en un desierto. Inevitablemente la sociedad adoptó medidas para protegerse, pero todas ellas comprometían la autorregulación del mercado, desorganizaban la vida industrial y exponían así a la sociedad a otros peligros. Justamente este dilema obligó al sistema de mercado a seguir en su desarrollo un determinado rumbo y acabó por romper la organización social que estaba basada en él.
sábado, abril 22, 2017
viernes, abril 21, 2017
La gran transformación, Karl Polanyi
"La subordinación de lo social a lo económico — que con empecinamiento continúan defendiendo hoy los adalides del neoliberalismo— no solo ha generado en Occidente una ola de miseria que el término cuestión social eufemiza, sino que ha destruido en las comunidades dependientes de África, Asia y América las formas de vivir comunitarias y, por consiguiente, las razones de vivir. El hambre y la pobreza que se ciernen sobre estos continentes no son cataclismos naturales, ni castigos bíblicos, son efectos derivados de una destrucción sistemática de las raíces de las organizaciones sociales adaptadas a la tierra. El tercermundismo, ese concepto que reenvía a condiciones extremas de desarraigo y pobreza, y del que con ligereza se sirven algunos intelectuales orgánicos para descalificar a sus adversarios, es en realidad un producto del liberalismo desplegado a escala internacional".
domingo, abril 16, 2017
One market under God, Thomas Frank
"Lo que golpeó a la izquierda en Estados Unidos no fue la inflación ni el ascenso a la clase media de los trabajadores, fue la guerra cultural. Comenzando con la campaña de Nixon en 1968 y continuando hasta los años de Gingrich, la derecha americana pagó las facturas repartiendo favores al mundo de los negocios, pero ganó elecciones provocando, organizando y montando una reacción populista masiva contra los cambios sociales y culturales de la década de 1960 ... La guerra entre las clases había invertido la polaridad: la mayoría de los obreros (junto con sus empleadores) se enfrentó a una nueva élite, el establishment liberal y sus niños maleducados y quemadores de banderas. Esta nueva clase gobernante -una multitud de periodistas liberales, académicos liberales, empleados de fundaciones liberales, políticos liberales y los poderes sombríos de Hollywood- se ganó la rabia de la gente no por explotar a los trabajadores o por arrancar a los agricultores de sus hogares sino mostrando desprecio por la sabiduría y los valores del estadounidense promedio ".
lunes, marzo 20, 2017
Over the rainbow, Slavoj Zizek
domingo, febrero 26, 2017
Problemas en el paraíso, Slavoj Zizek
"El capitalismo global lleva la relación deudor-acreedor a su extremo y al mismo tiempo la socava: la deuda se convierte en un exceso abiertamente ridículo, y así es como entramos en el dominio de la obscenidad: cuando se concede un crédito ni siquiera se espera que el deudor lo devuelva: la deuda se aborda directamente como un medio de control y dominación... Lo que esto implica es que el verdadero objetivo de prestar dinero a un deudor no es conseguir recuperar la deuda con un beneficio sino la indefinida prolongación de la deuda, que mantiene al deudor en una permanente dependencia y subordinación. Hace más o menos una década, Argentina decidió devolver su deuda al FMI antes de tiempo (con la ayuda económica de Venezuela). La reacción del FMI ante esa decisión fue sorprendente: en lugar de alegrarse de que le devolvieran el dinero, el FMI (o mejor dicho, sus máximos representantes) expresaron su preocupación por el hecho de que Argentina utilizara esta nueva libertad e independencia económica de las instituciones internacionales para abandonar una política financiera controlada, y se embarcara en un gasto desbocado".
sábado, febrero 18, 2017
Problemas en el paraíso, Slavoj Zizek
"Así, el triunfo definitivo del capitalismo llega cuando trabajador se convierte en su propio capitalista, el empresario del yo que decide cuando invertir en su propio futuro (educación, sanidad, etc...) y paga estas inversiones endeudándose. Lo que eran formalmente derechos (a la educación, a la salud, a la vivienda) se convierten así en decisiones libres de invertir o no, que formalmente están al mismo nivel que la decisión del capitalista o del banquero de invertir en esta o aquella empresa de manera que, a este nivel formal, todo el mundo es un capitalista que se endeuda para poder invertir."
viernes, febrero 17, 2017
Problemas en el paraíso, Slavoj Zizek
"En grupos sociales más primitivos, las deudas a los demás se limitan y se pueden perdonar, mientras que con la llegada de los imperios y el monoteismo, la deuda social o divina de cada uno se vuelve de hecho impagable. El cristianismo perfeccionó dicho mecanismo: su dios todopoderoso implicaba una deuda que era infinita; al mismo tiempo, la propia culpa por no pagarla quedaba interiorizada. La única manera que tenía cada uno de devolverla de alguna manera era a través de la obediencia: a la voluntad de dios, a la iglesia. La deuda, al controlar los comportamientos pasados y futuros e influir sobre la moral, suponía una formidable herramienta gubernamental. Lo único que le faltaba era secularizarse",
jueves, febrero 09, 2017
Problemas en el paraíso. Slavoj Zizek.
"La política de austeridad no es ninguna ciencia, ni siquiera en un sentido mínimo. Está mucho más cerca de una forma contemporánea de superstición: una especie de reacción visceral a una situación impenetrablemente compleja, una reacción de sentido común, de las cosas han ido mal, en cierto modo somos culpables, tenemos que pagar el precio y sufrir, así que hagamos algo que duela y gastemos menos. La austeridad no es demasiado radical, como afirman algunos críticos izquierdistas, sino que, por el contrario, es demasiado superficial, una manera de desviar la mirada de las autenticas raíces de la crisis."
sábado, enero 21, 2017
What´s the matter with Kansas? - Thomas Frank
Los conservadores se han visto forzados a esta actitud en parte debido a su propio éxito. Clinton está fuera de juego, al igual que los sindicatos y otros movimientos conflictivos de base. Los derechistas difícilmente pueden seguir echando la culpa de todo a los comunistas. Las empresas siguen mandando, los impuestos bajan, desaparece la regulación y los más ricos disfrutan de la mejor racha para los más ricos desde los años veinte. Pero la derecha no puede proclamar victoria y marcharse. Ha de tener un adversario arrogante y despreciable para que su batalla en nombre de los humildes y perseguidos pueda continuar. Y la cultura –ese malhechor infinitamente más maleable, en el que puede anidar cualquier plan perverso– es el único opresor posible que queda.
viernes, enero 20, 2017
Problemas en el paraíso, Slavoj Zizek
El capitalismo es el primer orden socioeconómico que destotaliza el significado: no es global a nivel de significado. Después de todo, no existe ninguna cosmovisión capitalista, ninguna civilización capitalista propiamente dicha: la lección fundamental de la globalización consiste precisamente en que el capitalismo se puede adaptar a todas las civilizaciones, desde la cristiana hasta la hindú o budista, de Oriente a Occidente. La dimensión global del capitalismo sólo se puede formular a nivel de verdad-sin-significado, como lo Real del mecanismo global de mercado.
martes, enero 17, 2017
What`s the matter with Kansas? Thoms Frank
Vuelve lo medieval...
"Así pues, hay una forma de pensar sobre las clases sociales que por un lado alienta la hostilidad de clase que hemos visto en Kansas y por otro no considera que la cuestión económica sea motivo de agravio. Los ultraconservadores insisten en que la clase en realidad no está relacionada con el dinero o el nacimiento de uno, ni siquiera con la profesión. Es ante todo una cuestión de autenticidad, ese bien cultural tan preciado. La clase tiene que ver con el coche que uno conduce y el lugar donde compra y cómo reza, y sólo en segundo término está relacionada con el trabajo que uno desempeña o los ingresos que recibe. Lo que hace que uno sea miembro del noble proletariado no es el trabajo en sí, sino la modestia, la humildad y el resto de cualidades que los análisis de nuestros expertos aseguran que han descubierto en los estados republicanos que votaron a George W. Bush. A los productores del país no les importa el desempleo o una vida sin porvenir o un jefe que gane quinientas veces más que ellos. En absoluto. En la tierra republicana, tanto los trabajadores como sus jefes tendrían que estar indignados con los universitarios afectados de la mesa de al lado, que charlan sobre el queso francés, las villas de la Toscana y las grandes ideas para dirigir el mundo que han leído en los libros".
"Así pues, hay una forma de pensar sobre las clases sociales que por un lado alienta la hostilidad de clase que hemos visto en Kansas y por otro no considera que la cuestión económica sea motivo de agravio. Los ultraconservadores insisten en que la clase en realidad no está relacionada con el dinero o el nacimiento de uno, ni siquiera con la profesión. Es ante todo una cuestión de autenticidad, ese bien cultural tan preciado. La clase tiene que ver con el coche que uno conduce y el lugar donde compra y cómo reza, y sólo en segundo término está relacionada con el trabajo que uno desempeña o los ingresos que recibe. Lo que hace que uno sea miembro del noble proletariado no es el trabajo en sí, sino la modestia, la humildad y el resto de cualidades que los análisis de nuestros expertos aseguran que han descubierto en los estados republicanos que votaron a George W. Bush. A los productores del país no les importa el desempleo o una vida sin porvenir o un jefe que gane quinientas veces más que ellos. En absoluto. En la tierra republicana, tanto los trabajadores como sus jefes tendrían que estar indignados con los universitarios afectados de la mesa de al lado, que charlan sobre el queso francés, las villas de la Toscana y las grandes ideas para dirigir el mundo que han leído en los libros".
martes, enero 10, 2017
What's the matter with Kansas, Thomas Frank
Los antropólogos nos advierten con sensatez sobre las recetas de “crecimiento” que toleren sin más la existencia de una clase permanentemente empobrecida, pero la gente de Mission Hills no se altera lo más mínimo. Puede que sean demasiado educados para decirlo en voz alta, pero saben que la pobreza tiene su lado positivo. La pobreza es rentable. La pobreza hace que las acciones suban y la mano de obra baje.
The capitalist state, Bob Jessop
"Industria de la ideología", un término muy afortunada para una realidad que pasa por ser medios de comunicación:
"This is accompanied by a massive extension of monopoly control over the means of mental production such as education, advertising, and the mass media. Indeed, following the transition from the nightwatchman state with its limited franchise to the interventionist state with its popular suffrage, monopoly capital is obliged to intensify its ideological control over voters and a veritable ‘ideology industry’ has been created by the state and monopolies".
"This is accompanied by a massive extension of monopoly control over the means of mental production such as education, advertising, and the mass media. Indeed, following the transition from the nightwatchman state with its limited franchise to the interventionist state with its popular suffrage, monopoly capital is obliged to intensify its ideological control over voters and a veritable ‘ideology industry’ has been created by the state and monopolies".
viernes, enero 06, 2017
Trump, Brexit y el ardor
Perezosamente anclada en los viejos discursos de siempre, la políica "mainstream", la responsable y constructiva, la formal, tampoco es que haya hecho demasiado por impedir la ocurrencia de esos eventos que, como el Brexit o la victoria de Trump, van en contra de esa agenda cuyos propósitos de dominación ya se confunden sin ambages con lo correcto,
Confiada en que hay cosas que no serán votadas porque sencillamente son pecado se ha limitado a subir a los púlpitos y recitar su parte y ahora, en la derrota, se limita a ser ese que no es traidor y que avisa de catástrofes futuras, como si la política ya fuese una fuerza de la naturaleza como los terremotos y los huracanas para cuyos azotes hay que prepararse y no una obra humana y como tal resultado de la humana voluntad.
Aceptando el principal argumento de la radical imposibilidad de su puesta en obra, no se entiende que los discursos populistas tienen algo bueno y eso que es bueno es algo tan esencial como ofrecer esperanza.
Frente a los políticos que se encogen de hombros y se limitan a argumentar que nada se puede en contra de la realidad, los discursos populistas ofrecen la esperanza de poder.
Y esta esperanza conecta con el deseo de la mayorías de no resignarse a hacer lo que se les manda y estar responsablemente jodidas.
El plenipotenciario yo de la sociedad de consumo, el que todo lo puede desear y conseguir si con la suficiente fuerza lo desea, de pronto se encuentra sometido a un ámbito restringido donde no todo es posible.
En política no se puede desear cualquier cosa, pero, y sin embargo, los discursos populistas les ofrecen esa cualquier cosa y a ella se entregan, porque así están siendo educados y socializados.
Los discursos populistas son discursos del deseo y frente a ellos poco se puede hacer porque es consustancial a nuestro capitalismo de consumo la ausencia de responsabilidad frente al propio deseo.
Y por supuesto, tampoco se hace pedagogía al respecto.
No se enseña la necesidad de responsabilidad porque, y ante personas verdaderamente responsables para con ellos mismos, el futuro y el planeta, este sistema del que emana la política no sería posible.
Es el ardor del deseo el que nos gobierna.
Y hay una relación directa entre la esperanza y ese deseo.
Y a través de esa esperanza debería regresar la verdadera política, la que tiene que ver con la estructuración de esa esperanza, la que nos lleva a preguntarnos por qué hay personas que piensan que cosas hechas por el hombre no pueden ser cambiadas, transformadas.
Pero aun no hemos llegado ahí.
Todavía nos debatimos entre populistas y formales, pero ese ardor del deseo está ahí, intacto en aquellos que no se resignan a ocupar el papel de responsablemente perjudicados dentro de una realidad hecha a medida de otros que son beneficiados, que es su propiedad y como tal es una marca registrada.
Pura dialéctica, pura historia todavía en movimiento.
Por eso la mayoría vota soluciones que según el pensamiento responsable y formal les perjudica.
Porque en el fondo no se conforman, porque verdaderamente quieren algo mejor y si no pueden conseguirlo saliendo por la puerta, están dispuestos a conseguirlo saltando por la ventana.
Es el ardor.
Confiada en que hay cosas que no serán votadas porque sencillamente son pecado se ha limitado a subir a los púlpitos y recitar su parte y ahora, en la derrota, se limita a ser ese que no es traidor y que avisa de catástrofes futuras, como si la política ya fuese una fuerza de la naturaleza como los terremotos y los huracanas para cuyos azotes hay que prepararse y no una obra humana y como tal resultado de la humana voluntad.
Aceptando el principal argumento de la radical imposibilidad de su puesta en obra, no se entiende que los discursos populistas tienen algo bueno y eso que es bueno es algo tan esencial como ofrecer esperanza.
Frente a los políticos que se encogen de hombros y se limitan a argumentar que nada se puede en contra de la realidad, los discursos populistas ofrecen la esperanza de poder.
Y esta esperanza conecta con el deseo de la mayorías de no resignarse a hacer lo que se les manda y estar responsablemente jodidas.
El plenipotenciario yo de la sociedad de consumo, el que todo lo puede desear y conseguir si con la suficiente fuerza lo desea, de pronto se encuentra sometido a un ámbito restringido donde no todo es posible.
En política no se puede desear cualquier cosa, pero, y sin embargo, los discursos populistas les ofrecen esa cualquier cosa y a ella se entregan, porque así están siendo educados y socializados.
Los discursos populistas son discursos del deseo y frente a ellos poco se puede hacer porque es consustancial a nuestro capitalismo de consumo la ausencia de responsabilidad frente al propio deseo.
Y por supuesto, tampoco se hace pedagogía al respecto.
No se enseña la necesidad de responsabilidad porque, y ante personas verdaderamente responsables para con ellos mismos, el futuro y el planeta, este sistema del que emana la política no sería posible.
Es el ardor del deseo el que nos gobierna.
Y hay una relación directa entre la esperanza y ese deseo.
Y a través de esa esperanza debería regresar la verdadera política, la que tiene que ver con la estructuración de esa esperanza, la que nos lleva a preguntarnos por qué hay personas que piensan que cosas hechas por el hombre no pueden ser cambiadas, transformadas.
Pero aun no hemos llegado ahí.
Todavía nos debatimos entre populistas y formales, pero ese ardor del deseo está ahí, intacto en aquellos que no se resignan a ocupar el papel de responsablemente perjudicados dentro de una realidad hecha a medida de otros que son beneficiados, que es su propiedad y como tal es una marca registrada.
Pura dialéctica, pura historia todavía en movimiento.
Por eso la mayoría vota soluciones que según el pensamiento responsable y formal les perjudica.
Porque en el fondo no se conforman, porque verdaderamente quieren algo mejor y si no pueden conseguirlo saliendo por la puerta, están dispuestos a conseguirlo saltando por la ventana.
Es el ardor.
martes, noviembre 15, 2016
"En junio de 2015 Donald Trump anunció su candidatura a la presidencia e inmediatamente se irguió en candidato apoyado en la fuerza de su agresiva posición antiinmigración. Como contaba con su propio dinero y fama basada en sus medios, Trump no necesitaba recurrir a la música pro austeridad, pro inmigración y pro libre comercio a la que habían apelado otros candidatos par sacudir el árbol del dinero de los grandes constribuyentes del Partido Republicano. No tenía nada más que anunciar su candidatura diciendo que todo estaba corrompido y él era el único en que cabía confiar y que no tenía un supercomité de acción política. Y podía hablar a los votantes republicanos de clase trabajadora que habían sido dejados de lado en el marco económico vigente diciendo que iría a por China y les proporcionaría seguridad social y Medicare y perseguiría a los artistas de la estafa de los fondos especulativos.
Les pareció bien. Durante décadas se les había dicho, por razones partidistas, que Washington era corrupto y que todos los políticos de Washington eran malos y corruptos. Ahora, por fin, tenían a alguien que podía decir esas cosas sin encarnar los signos de tales defectos, alguien que podía, por fin, aludir en voz alta a todas las acciones corruptas que perpetraban las mismas figuras del propio establishment republicano"
(Polarización política y perspectiva futura de los partidos norteamericanos, Lee Drutman)
Les pareció bien. Durante décadas se les había dicho, por razones partidistas, que Washington era corrupto y que todos los políticos de Washington eran malos y corruptos. Ahora, por fin, tenían a alguien que podía decir esas cosas sin encarnar los signos de tales defectos, alguien que podía, por fin, aludir en voz alta a todas las acciones corruptas que perpetraban las mismas figuras del propio establishment republicano"
(Polarización política y perspectiva futura de los partidos norteamericanos, Lee Drutman)
viernes, noviembre 11, 2016
Paradojas del populismo
Si somos realmente demócratas deberíamos tener claro que lo mismo vale el voto de un catedrático de Berkeley que el voto de un empleado de una gasolinera en medio de alguna ninguna parte de Wyoming.
La virtud de Trump, una virtud que hay que reconocerle, es haber conseguido que ese blanco de Wyoming se decidiera a votar por primera vez en mucho tiempo.
La victoria de Trump se ha basado en una genial solución "out of the box" de la política norteamericana, una política que durante mucho tiempo ha seguido la agenda de luchar por el voto de las principales minorías y, al mismo tiempo, ignorando la existencia de ese elefante en la habitación que era la mayoría blanca. Trabajadores de cuello azul y blanco despojados y degradados por el proceso de deslocalización que implica la globalización.
En sus reflexiones post-electorales, los propios demócratas reconocen haberlos dejado de lado, pero lo cierto es que existían a merced de un astuto oportunista como Trump, un Trump que no ha hecho otra cosa que hablar a las tripas del corazón de una américa deseosa de revancha, pero también ante el impotente escándalo de la otra américa, que no ha hecho otra cosa que descalificarle convirtiendose así en su principal agente reclutador de votos.
Y lo cierto es que el populismo existe, pero no es menos cierto que en los países del primer mundo también existen esas bolsas de mayorías descontentas y que ven degradadas sus condiciones de vida, incapaces de disfrutar de la opulencia que les rodea como ciegos en Gaza.
Y lo peor es que la política tradicional una vez más se equivoca tomando el efecto por causa, convirtiendo en problema al populismo cuando en realidad el problema es la existencia de esas bolsas de descontento que van a la abstención y que se convierten en una ignorada gran mayoría a la espera de tipos astutos como Trump.
Por ahora, y en nuestro país, Rajoy puede referirse a una poderosa realidad frente a cuyos matemáticos designios uno debe plegarse mientras las filas del abstencionismo se engrosan a la espera de la llegada de alguien como Trump. Pero ese alguien no tardará en llegar porque una sociedad no puede nunca construirse a la espalda de las mayorías y lo que ha sucedido en los Estados Unidos es una toma de contacto con su propia realidad después de años de neurosis.
Nada más sano que conocer la propia sombra y en los Estados Unidos esa mayoría que Trump ha invocado es real, es el monstruo que la tendencia totalitaria del capitalismo de consumo genera, una tendencia a la ignorancia que es buena mientras esté desmovilizada politicamente que es como habia estado, calladita y sin molestar, hasta que ese aprendiz de brujo llamado Trump se ha atrevido a invocar.
Por eso criticar a Trump o a esa América es lo más cómodo, otro síntoma más de la brutalización y degradación a la que la sociedad de consumo nos somete. La única diferencia es que ese sintoma afecta ahora a los estratos ilustrados que parecen contentarse con patalear desde la superioridad moral.
Pero nuestro problema no es Trump sno el estilo de vida que llevamos.
Y deberíamos estar agradecidos a Trump por ofrecernos la viva imagen de esa sombra que también forma parte de la sociedad en que vivimos.
Esas mayorías desafectas no están conformes con quedarse fuera de la fiesta y existen a merced de populistas. dispuestas a agitarse para sorpresa y escandalo de un establishment que, como minimo, ya se cree su propia mentira.
En nuestros sueños, Hillary debiera haber ganado, tendría que ganar, pero todavía no comprendemos que se trata de eso, de un sueño.
Porque lo cierto es que Clinton consiguió sus números y podría haber ganado si los que siempre se callan hubieran seguido en silencio y no nos hubieran reventado la fiesta perpetua de los elegidos.
Por eso, no hay nada más democrático ahora mismo que el propio populismo, dedicado a dar voz a esa masa silenciosa que es peligrosa porque es incontrolable, porque se trata de unos otros que empiezan a construir su identidad a espaldas de nuestro mundo de elegidos. manifestando una irrecuperable escisión que hace imposible ese concepto de sociedad integrada en el que todavía creemos vivir.
El mundo sigue cambiando.
El movimiento perpetuo de la dialéctica continúa.
Nos pongamos como nos pongamos, la historia no se detiene.
La tésis sigue generando su antitesis,
Y por ahora hemos escogido la solución menos humana, la menos inteligente: meter la cabeza en un agujero y descalificar.
Pero entérate de que ésto va mucho más allá de un señor terrible que manipula a una mayoría para ganar unas elecciones, que ésto tiene que ver con una sociedad y un estilo de vida incapaz de generar bienestar para todos sus miembros y que, como es lógico, los perjudicados no se van a callar.
Humano, demasiado humano.
La virtud de Trump, una virtud que hay que reconocerle, es haber conseguido que ese blanco de Wyoming se decidiera a votar por primera vez en mucho tiempo.
La victoria de Trump se ha basado en una genial solución "out of the box" de la política norteamericana, una política que durante mucho tiempo ha seguido la agenda de luchar por el voto de las principales minorías y, al mismo tiempo, ignorando la existencia de ese elefante en la habitación que era la mayoría blanca. Trabajadores de cuello azul y blanco despojados y degradados por el proceso de deslocalización que implica la globalización.
En sus reflexiones post-electorales, los propios demócratas reconocen haberlos dejado de lado, pero lo cierto es que existían a merced de un astuto oportunista como Trump, un Trump que no ha hecho otra cosa que hablar a las tripas del corazón de una américa deseosa de revancha, pero también ante el impotente escándalo de la otra américa, que no ha hecho otra cosa que descalificarle convirtiendose así en su principal agente reclutador de votos.
Y lo cierto es que el populismo existe, pero no es menos cierto que en los países del primer mundo también existen esas bolsas de mayorías descontentas y que ven degradadas sus condiciones de vida, incapaces de disfrutar de la opulencia que les rodea como ciegos en Gaza.
Y lo peor es que la política tradicional una vez más se equivoca tomando el efecto por causa, convirtiendo en problema al populismo cuando en realidad el problema es la existencia de esas bolsas de descontento que van a la abstención y que se convierten en una ignorada gran mayoría a la espera de tipos astutos como Trump.
Por ahora, y en nuestro país, Rajoy puede referirse a una poderosa realidad frente a cuyos matemáticos designios uno debe plegarse mientras las filas del abstencionismo se engrosan a la espera de la llegada de alguien como Trump. Pero ese alguien no tardará en llegar porque una sociedad no puede nunca construirse a la espalda de las mayorías y lo que ha sucedido en los Estados Unidos es una toma de contacto con su propia realidad después de años de neurosis.
Nada más sano que conocer la propia sombra y en los Estados Unidos esa mayoría que Trump ha invocado es real, es el monstruo que la tendencia totalitaria del capitalismo de consumo genera, una tendencia a la ignorancia que es buena mientras esté desmovilizada politicamente que es como habia estado, calladita y sin molestar, hasta que ese aprendiz de brujo llamado Trump se ha atrevido a invocar.
Por eso criticar a Trump o a esa América es lo más cómodo, otro síntoma más de la brutalización y degradación a la que la sociedad de consumo nos somete. La única diferencia es que ese sintoma afecta ahora a los estratos ilustrados que parecen contentarse con patalear desde la superioridad moral.
Pero nuestro problema no es Trump sno el estilo de vida que llevamos.
Y deberíamos estar agradecidos a Trump por ofrecernos la viva imagen de esa sombra que también forma parte de la sociedad en que vivimos.
Esas mayorías desafectas no están conformes con quedarse fuera de la fiesta y existen a merced de populistas. dispuestas a agitarse para sorpresa y escandalo de un establishment que, como minimo, ya se cree su propia mentira.
En nuestros sueños, Hillary debiera haber ganado, tendría que ganar, pero todavía no comprendemos que se trata de eso, de un sueño.
Porque lo cierto es que Clinton consiguió sus números y podría haber ganado si los que siempre se callan hubieran seguido en silencio y no nos hubieran reventado la fiesta perpetua de los elegidos.
Por eso, no hay nada más democrático ahora mismo que el propio populismo, dedicado a dar voz a esa masa silenciosa que es peligrosa porque es incontrolable, porque se trata de unos otros que empiezan a construir su identidad a espaldas de nuestro mundo de elegidos. manifestando una irrecuperable escisión que hace imposible ese concepto de sociedad integrada en el que todavía creemos vivir.
El mundo sigue cambiando.
El movimiento perpetuo de la dialéctica continúa.
Nos pongamos como nos pongamos, la historia no se detiene.
La tésis sigue generando su antitesis,
Y por ahora hemos escogido la solución menos humana, la menos inteligente: meter la cabeza en un agujero y descalificar.
Pero entérate de que ésto va mucho más allá de un señor terrible que manipula a una mayoría para ganar unas elecciones, que ésto tiene que ver con una sociedad y un estilo de vida incapaz de generar bienestar para todos sus miembros y que, como es lógico, los perjudicados no se van a callar.
Humano, demasiado humano.
miércoles, noviembre 09, 2016
Trump
Muchas lecciones y enseñanzas encierra la sorprendente victoria de Trump,
Ahora hay dos opciones: seguir optando por la pereza intelectual y continuar descalificandole tanto a él como a las personas que le han votado o aceptar el reto intelectual de entender contracorriente los porques de su victoria.
Primero hay que contextualizar.
Y hay que enlazar con eso que nos está pasando y que llamamos "crisis" aunque en realidad estamos viendo que es algo más permanente, un ajuste neoliberal que tiene que ver con la deslocalización de la riqueza.
Los privilegios ahora son transversales.
Antes, por el hecho de ser ciudadanos del primer mundo, uno tenía ciertas ventajas y privilegios que se agrupaban en torno al concepto del estado del bienestar.
Ahora, eso ya no es posible.
Mayorías del primer mundo están siendo despojadas de ese estatus importando modelos sociales basados en la desigualdad que rigen extra muros del primer mundo.
Ya no hay para todos y hay que hacer sitio a los privilegiados del tercer mundo.
La riqueza se deslocaliza y se descentraliza.
Se quiere imponer un modelo global de islas de privilegio en océanos de desgracia.
Toda esta gente está siendo sometida a un proceso de perdida de derechos frente a eso que Rajoy llama "realidad" cuyo brazo ejecutor son los mercados.
Por primera vez las mayorías pueden equivocarse.
Hay una superestructura que define esa "realidad".
Por primera vez hay respuestas correctas, cuando no únicas y la democracia cada vez más es el arte de hacer que las mayorías se definan por la respuesta correcta,
Este proceso implica pérdida, desposesión, perdida de estatus, la sensación nueva de que los hijos van a tener peor estilo de vida que los padres y el sistema no tiene respuestas para mitigar este proceso entre otras cosas porque esa respuesta implica un estado de bienestar que precisamente el propio proceso de desposesión desmonta.
El resultado es que no hay respuestas.
Si te va mal, mala suerte.
Echate a un lado y muerete, pero no molestes.
La fiesta debe continuar.
El único problema es que en el primer mundo cada cuatro años hay que votar y es el único momento susceptible a la falta de control, a que todos esos humillados y ofendidos puedan expresarse.
Y si en el resto del mundo se expresaron a través de populismos deizquierdas puesto que las mayorías sociológicas no tenían nada que conservar, en el primer mundo esos populismos solo pueden ser de derechas dado que las mayorias sociológicas han perdido, quieren recuperar y pueden se nostálgicas de un pasado mejor.
En los Estados Unidos el populismo de izquierdas que representaba Sanders ha tenido un techo que Trump no ha tenido.
Trump ha conectado perfectamente con la minoría más importante de todas, la blanca: principal perjudicada por ese proceso de ajuste y que estaba desmovilizada electoralmente.
Cincuenta y tantos millones de personas que no se veían reflejadas en la política, que se sentían abandonadas.
Trump ha sido más listo que todos los listos que aun ahora le critican incapaces de entender un mundo que ha cambiado y en el que, por increible que parezca, puede que sea la derecha conservadora la encargada de librar la batalla contra el neoliberalismo.
Algo que, de ser verdadero, será muy duro para el ego intelectual y emocional de una izquierda que aún no ha entendido que no ser puede sorber y soplar al mismo tiempo.
El tiempo dirá.
Pero evitemos la pereza intelectual de no introducir variables y opciones nuevas aunque no nos gusten.
Parafraseando a Einstein, si quieres obtener resultados diferentes debes empezar por no hacer las mismas cosas.
Y desde luego Trump es diferente.
Otro síntoma más de una resistencia a un proceso plenipotenciario y poderoso.
Ahora hay dos opciones: seguir optando por la pereza intelectual y continuar descalificandole tanto a él como a las personas que le han votado o aceptar el reto intelectual de entender contracorriente los porques de su victoria.
Primero hay que contextualizar.
Y hay que enlazar con eso que nos está pasando y que llamamos "crisis" aunque en realidad estamos viendo que es algo más permanente, un ajuste neoliberal que tiene que ver con la deslocalización de la riqueza.
Los privilegios ahora son transversales.
Antes, por el hecho de ser ciudadanos del primer mundo, uno tenía ciertas ventajas y privilegios que se agrupaban en torno al concepto del estado del bienestar.
Ahora, eso ya no es posible.
Mayorías del primer mundo están siendo despojadas de ese estatus importando modelos sociales basados en la desigualdad que rigen extra muros del primer mundo.
Ya no hay para todos y hay que hacer sitio a los privilegiados del tercer mundo.
La riqueza se deslocaliza y se descentraliza.
Se quiere imponer un modelo global de islas de privilegio en océanos de desgracia.
Toda esta gente está siendo sometida a un proceso de perdida de derechos frente a eso que Rajoy llama "realidad" cuyo brazo ejecutor son los mercados.
Por primera vez las mayorías pueden equivocarse.
Hay una superestructura que define esa "realidad".
Por primera vez hay respuestas correctas, cuando no únicas y la democracia cada vez más es el arte de hacer que las mayorías se definan por la respuesta correcta,
Este proceso implica pérdida, desposesión, perdida de estatus, la sensación nueva de que los hijos van a tener peor estilo de vida que los padres y el sistema no tiene respuestas para mitigar este proceso entre otras cosas porque esa respuesta implica un estado de bienestar que precisamente el propio proceso de desposesión desmonta.
El resultado es que no hay respuestas.
Si te va mal, mala suerte.
Echate a un lado y muerete, pero no molestes.
La fiesta debe continuar.
El único problema es que en el primer mundo cada cuatro años hay que votar y es el único momento susceptible a la falta de control, a que todos esos humillados y ofendidos puedan expresarse.
Y si en el resto del mundo se expresaron a través de populismos deizquierdas puesto que las mayorías sociológicas no tenían nada que conservar, en el primer mundo esos populismos solo pueden ser de derechas dado que las mayorias sociológicas han perdido, quieren recuperar y pueden se nostálgicas de un pasado mejor.
En los Estados Unidos el populismo de izquierdas que representaba Sanders ha tenido un techo que Trump no ha tenido.
Trump ha conectado perfectamente con la minoría más importante de todas, la blanca: principal perjudicada por ese proceso de ajuste y que estaba desmovilizada electoralmente.
Cincuenta y tantos millones de personas que no se veían reflejadas en la política, que se sentían abandonadas.
Trump ha sido más listo que todos los listos que aun ahora le critican incapaces de entender un mundo que ha cambiado y en el que, por increible que parezca, puede que sea la derecha conservadora la encargada de librar la batalla contra el neoliberalismo.
Algo que, de ser verdadero, será muy duro para el ego intelectual y emocional de una izquierda que aún no ha entendido que no ser puede sorber y soplar al mismo tiempo.
El tiempo dirá.
Pero evitemos la pereza intelectual de no introducir variables y opciones nuevas aunque no nos gusten.
Parafraseando a Einstein, si quieres obtener resultados diferentes debes empezar por no hacer las mismas cosas.
Y desde luego Trump es diferente.
Otro síntoma más de una resistencia a un proceso plenipotenciario y poderoso.
domingo, octubre 02, 2016
Condiciones de gobernabilidad
No ha tardado demasiado el Partido Popular en reconocer lo obvio.
Una obviedad que nace ese relato totalitario que, desde la responsabilidad mal entendida, prácticamente conmina al PSOE a abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, el líder del primer partido político imputado por corrupción.
Como no era dificil suponer, siempre y cuando no se abandonara el intelecto a la confortable calidez de ese relato único, esa abstención sin más no garantiza una legislatura estable a los populares.
Y sabiendo que yendo a unas terceras elecciones obtendría mejores resultados, los populares quieren más.
Publica El Mundo lo siguiente: "En caso de no obtenerlas, previsiblemente el candidato del PP no consideraría factible la investidura porque conduciría a la formación de un Ejecutivo sometido a continuos vaivenes e incapaz, muy probablemente, de aprobar los Presupuestos Generales del Estado" (Leer más)
Y ahora para terror de los formales y responsables llega la segunda parte del relato que no es otra cosa que ese chantaje de la investidura extendido a cuatro años.
Así, en España, podríamos asistir a la presión antidemocrática de un partido obligado a abstenerse hasta la eternidad porque, y si nos ponemos estupendos, dónde termina ese sentido de la responsabilidad.
Será la cobardía de unos y el poder de los otros quienes definan ese límite, pero lo único seguro es que en este juego miserable y perverso se está poniendo por delante los intereses del Partido Popular con respecto a los planteamientos del resto de partidos y, por extensión, de los ciudadanos que les votan.
Haciendo una reducción al absurdo podríamos llegar a la locura de un partido obligado por su sentido de la responsabilidad a favorecer la gobernabilidad del país por parte de otro partido con quien dice tener diferencias irreconciliables durante toda la legislatura.
¿Dónde está la política? ¿Y la democracía?
Ese perverso sentido de la responsabilidad anula la existencia de otros mundos, de otras maneras de hacer las cosas que llevan a decir no... porque, en el fondo, es necesario y obligatorio decir sí.
Alguien, por encima del pueblo español, ha decidido que sea Rajoy quien gobierne y todos los que se opongan serán pulverizados.
Si no hay condiciones de gobernabilidad, habrá terceras elecciones y os aseguro que el Partido Popular no será presionado como lo está siendo el PSOE, la culpa seguirá siendo de estos porque la línea que define la responsabilidad se habrá extendido al interior de la legislatura.
Consignas y débiles mentales para creerlas y expandirlas no van a faltar... por algo los políticos nos toman por tontos.
La hoja de ruta continua.
Vamos a terceras elecciones o a una legislatura con los votos del PSOE gentilmente cedidos al PP en los asuntos esenciales por los tuercebotas que lideran ese cadaver con sedes y seguidores por toda España.
La burla de la democracia.
Una obviedad que nace ese relato totalitario que, desde la responsabilidad mal entendida, prácticamente conmina al PSOE a abstenerse en la investidura de Mariano Rajoy, el líder del primer partido político imputado por corrupción.
Como no era dificil suponer, siempre y cuando no se abandonara el intelecto a la confortable calidez de ese relato único, esa abstención sin más no garantiza una legislatura estable a los populares.
Y sabiendo que yendo a unas terceras elecciones obtendría mejores resultados, los populares quieren más.
Publica El Mundo lo siguiente: "En caso de no obtenerlas, previsiblemente el candidato del PP no consideraría factible la investidura porque conduciría a la formación de un Ejecutivo sometido a continuos vaivenes e incapaz, muy probablemente, de aprobar los Presupuestos Generales del Estado" (Leer más)
Y ahora para terror de los formales y responsables llega la segunda parte del relato que no es otra cosa que ese chantaje de la investidura extendido a cuatro años.
Así, en España, podríamos asistir a la presión antidemocrática de un partido obligado a abstenerse hasta la eternidad porque, y si nos ponemos estupendos, dónde termina ese sentido de la responsabilidad.
Será la cobardía de unos y el poder de los otros quienes definan ese límite, pero lo único seguro es que en este juego miserable y perverso se está poniendo por delante los intereses del Partido Popular con respecto a los planteamientos del resto de partidos y, por extensión, de los ciudadanos que les votan.
Haciendo una reducción al absurdo podríamos llegar a la locura de un partido obligado por su sentido de la responsabilidad a favorecer la gobernabilidad del país por parte de otro partido con quien dice tener diferencias irreconciliables durante toda la legislatura.
¿Dónde está la política? ¿Y la democracía?
Ese perverso sentido de la responsabilidad anula la existencia de otros mundos, de otras maneras de hacer las cosas que llevan a decir no... porque, en el fondo, es necesario y obligatorio decir sí.
Alguien, por encima del pueblo español, ha decidido que sea Rajoy quien gobierne y todos los que se opongan serán pulverizados.
Si no hay condiciones de gobernabilidad, habrá terceras elecciones y os aseguro que el Partido Popular no será presionado como lo está siendo el PSOE, la culpa seguirá siendo de estos porque la línea que define la responsabilidad se habrá extendido al interior de la legislatura.
Consignas y débiles mentales para creerlas y expandirlas no van a faltar... por algo los políticos nos toman por tontos.
La hoja de ruta continua.
Vamos a terceras elecciones o a una legislatura con los votos del PSOE gentilmente cedidos al PP en los asuntos esenciales por los tuercebotas que lideran ese cadaver con sedes y seguidores por toda España.
La burla de la democracia.
Comité Federal
Sólo hay una manera de hacer las cosas.
El relato aparece en los medios, se repite una y otra vez encontrando apropiado eco en quienes se supone nos representan.
Sólo hay una manera de hacer las cosas, la apropiada y correcta manera que se dicta para hacer las cosas que verdaderamente importa en la gestión del destino de nuestra sociedad.
Pero esto no es una dictadura, Eres libre, como el sol cuando amanece, para decidir sobre todo lo que no importa tanto y, por supuesto, también eres libre para decidir ser sensato y aceptar esa única manera de hacer las cosas... o, como Pedro Sanchez, acabarás siendo pulverizado.
No es que Sánchez sea santo de mi devoción, pero es mucho peor la otra opción, la que se ha repetido una y otra vez porque es hipócrita, porque es mentirosa, porque no tiene lógica,
Abstenerse y favorecer la gobernabilidad de un pais.
Abstenerse para que un partido con cuyas políticas al menos nominalmente no estás de acuerdo pueda intentar ejercerlas.
Abstenerse para favorecer la construcción de un país que en teoría no quieres.
Estaríamos de acuerdo en el hecho de que el mismo que se abstiene en la investidura podría votar negativamente contra las leyes más importantes de la legislatura del partido cuyo gobierno ha permitido, es decir, les impediría gobernar; aquello que precisamente se ha permitido con la abstención.
Pero no se ha hablado de ésto, de tan flagrante contradicción.
Y es imposible que se hable porque no se trata de un debate sustancial, de ideas.
Sólo existe esa apariencia de debate que siempre rodea a estas cosas que sólo pueden hacerse de una sola manera.
Un debate en el que quienes repiten la consigna son escuchados con el respeto de quienes con sensatez comprenden la compleja realidad y quienes la contradicen son vilipendiados.
Pero las posibilidades están ahí, las otras posibilidades que ese discurso único, al ser de parte. no prevé.
¿Alguien se ha planteado cuál será la principal consecuencia de esa abstención que se exige?
¿Alguien e ha planteado como será esa legislatura?
Porque quizá esa presión hacia la abstención podría repetirse cada vez que el PP tuviera que aprobar una ley importante.
No aprobando una ley presupuestaria el PSOE seguiría bloqueando y el partido gobernante bien podría disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones.
Si el PSOE efectivamente fuera de izquierdas, el enconamiento de estos meses se trasladaría al interior de la legislatura, cada vez que los votos de Populares y Ciudadanos no fuesen suficientes para consagrar sobre nuestras tumbas este nuevo mundo neoliberal
Quizá esas terceras elecciones que este discurso único convierte en abominables en el fondo sean necesarias, una pura verdad a la que nos aboca la fragmentación del voto que producen los nuevos partidos y la existencia de aspectos en los que no es posible estar de acuerdo.
Quizá esas terceras elecciones son inevitables... si el PSOE efectivamente es un partido de izquierdas.
Y si no lo es, y todo lo permite, acabará emparedado entre Ciudadanos y Podemos aunque sólo sea porque sus dos posiciones, a favor y en contra del sistema, son más naturales y autenticas.
Por lo tanto, y en cualquier caso, el futuro del PSOE es terrible si se abstiene.
Con la espada de Damocles de esa responsabilidad siempre sobre sus cabezas, habiendo mostrado ser los tontos útiles ya una vez y entre la espada y la pared de no poder impedir aparecer más cercanos al PP de lo que en realidad dicen estar, no oponiéndose en buena parte de la acción política de su legislatura, o.por el contrario oponiéndose y, por lo tanto, bloqueando un gobierno que quizá decida disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones de las que ahora se huye manteniendo contra el PSOE el ganador discurso de bloqueo.
¿Qué prefieres? ¿Susto o muerte?
El futuro del PSOE es terrible... y merecido.
El relato aparece en los medios, se repite una y otra vez encontrando apropiado eco en quienes se supone nos representan.
Sólo hay una manera de hacer las cosas, la apropiada y correcta manera que se dicta para hacer las cosas que verdaderamente importa en la gestión del destino de nuestra sociedad.
Pero esto no es una dictadura, Eres libre, como el sol cuando amanece, para decidir sobre todo lo que no importa tanto y, por supuesto, también eres libre para decidir ser sensato y aceptar esa única manera de hacer las cosas... o, como Pedro Sanchez, acabarás siendo pulverizado.
No es que Sánchez sea santo de mi devoción, pero es mucho peor la otra opción, la que se ha repetido una y otra vez porque es hipócrita, porque es mentirosa, porque no tiene lógica,
Abstenerse y favorecer la gobernabilidad de un pais.
Abstenerse para que un partido con cuyas políticas al menos nominalmente no estás de acuerdo pueda intentar ejercerlas.
Abstenerse para favorecer la construcción de un país que en teoría no quieres.
Estaríamos de acuerdo en el hecho de que el mismo que se abstiene en la investidura podría votar negativamente contra las leyes más importantes de la legislatura del partido cuyo gobierno ha permitido, es decir, les impediría gobernar; aquello que precisamente se ha permitido con la abstención.
Pero no se ha hablado de ésto, de tan flagrante contradicción.
Y es imposible que se hable porque no se trata de un debate sustancial, de ideas.
Sólo existe esa apariencia de debate que siempre rodea a estas cosas que sólo pueden hacerse de una sola manera.
Un debate en el que quienes repiten la consigna son escuchados con el respeto de quienes con sensatez comprenden la compleja realidad y quienes la contradicen son vilipendiados.
Pero las posibilidades están ahí, las otras posibilidades que ese discurso único, al ser de parte. no prevé.
¿Alguien se ha planteado cuál será la principal consecuencia de esa abstención que se exige?
¿Alguien e ha planteado como será esa legislatura?
Porque quizá esa presión hacia la abstención podría repetirse cada vez que el PP tuviera que aprobar una ley importante.
No aprobando una ley presupuestaria el PSOE seguiría bloqueando y el partido gobernante bien podría disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones.
Si el PSOE efectivamente fuera de izquierdas, el enconamiento de estos meses se trasladaría al interior de la legislatura, cada vez que los votos de Populares y Ciudadanos no fuesen suficientes para consagrar sobre nuestras tumbas este nuevo mundo neoliberal
Quizá esas terceras elecciones que este discurso único convierte en abominables en el fondo sean necesarias, una pura verdad a la que nos aboca la fragmentación del voto que producen los nuevos partidos y la existencia de aspectos en los que no es posible estar de acuerdo.
Quizá esas terceras elecciones son inevitables... si el PSOE efectivamente es un partido de izquierdas.
Y si no lo es, y todo lo permite, acabará emparedado entre Ciudadanos y Podemos aunque sólo sea porque sus dos posiciones, a favor y en contra del sistema, son más naturales y autenticas.
Por lo tanto, y en cualquier caso, el futuro del PSOE es terrible si se abstiene.
Con la espada de Damocles de esa responsabilidad siempre sobre sus cabezas, habiendo mostrado ser los tontos útiles ya una vez y entre la espada y la pared de no poder impedir aparecer más cercanos al PP de lo que en realidad dicen estar, no oponiéndose en buena parte de la acción política de su legislatura, o.por el contrario oponiéndose y, por lo tanto, bloqueando un gobierno que quizá decida disolver la cámara y convocar esas terceras elecciones de las que ahora se huye manteniendo contra el PSOE el ganador discurso de bloqueo.
¿Qué prefieres? ¿Susto o muerte?
El futuro del PSOE es terrible... y merecido.
sábado, septiembre 10, 2016
Acuerdos y desacuerdos
Definitivamente, la gran política parece haber muerto.
Y por gran política me refiero al encuentro entre diferentes puntos de vista sobre lo estratégico. Parece que no haya lugar para las maneras distintas de concebir la sociedad en que vivimos enfrentándose de manera irreconciliable.
La caída del telón de acero y el posterior consenso neoliberal resumido de manera metonímica en el final de la historia han dejado lugar a un pensamiento estructural-funcionalista dedicado a la consagración de un eterno presente encarnado por una máquina de funcionamiento perpetuo que es el sistema capitalista.
No se plantean discrepancias en lo esencial.
Se presume un acuerdo tácito de todos los actores en la teoria que perfila la funcionalidad de esa máquina que, por nuestro bien y el de todos, no debe detenerse.
Por ello, el acuerdo siempre es posible.
Empeñarse en la discrepancia es un acto injustificado, casi terrorismo intelectual que sólo busca poner palos en las ruedas de esta fiesta perpetua de consumo en que nos ha convertido el capitalismo.
Es por ello que, en nuestro país, un partido como Ciudadanos parece dispuesto a estar de acuerdo con unos y con otros. Porque no hay nada más importante que la máquina siga funcionando en todo su esplendor.
Sin embargo, el propio funcionamiento excesivo, triunfal y descontrolado de esa máquina está produciendo zonas donde impera la diferencia más radical, donde sólo es posible el desacuerdo en lo esencial.
En los extremos de esas zonas están las personas que saltan por las ventanas de sus pisos embargados o menores que buscan componentes en playas alicatadas hasta el techo de basura.
Pura entropía que compromete el relato de la fiesta perpetua que, de manera tácita, conmina siempre al acuerdo en lo esencial, a una nueva variante de esa fascista adhesión inquebrantable a los principios del régimen.
En este sentido, y en nuestro país, el funcionamiento de esa maquinaria que se pretende infalible y divina ha generado una minoría social que no está conforme con el acuerdo por el acuerdo. Entre otras cosas porque ya sabe que esos acuerdos pueden matarla.
Y este desacuerdo tan denostado por las terminales mediáticas del régimen quizá no sea tan malo, seguramente sea lo más autentico que en términos políticos está viviendo este país desde las calles de la transición.
La manifestación de la existencia de visiones diferentes e irreconciliables sobre el estado de las cosas.
La imposibilidad del acuerdo por el acuerdo porque empieza a ser demasiado grave lo que está en juego y cuando escribo grave en realidad debería escribir vidas humanas que se niegan a inmolarse porque sí ante esa picadora de carne en que hemos convertido nuestras sociedades.
Miles de años de evolución para construirnos, con las selvas de verdad, otra selva no menos verdadera, pero de cemento y bites.
El capitalismo convertido en un absurdo de Ionesco y la necesidad, casi higiénica, del desacuerdo para combatirlo.
Y una de las perversiones del capitalismo es convertir lo correcto y necesario como el derecho a la discrepancia en incorrecto.
Y todo a cambio del confort que proporcionan las cosas que nos da por no tan módicos precios, un confort al que todos nos acabamos vendiendo en el presentey que nos va a acabar costando muy caro en el futuro.
El desacuerdo es un elemento esencial en democracia.
Y está claro que quienes lo condenan sin paliativos estarían más cómodos formando parte de otros regímenes políticos menos "cool" por supuesto y también menos "perfectos" que esta democracia que se nos sugiere en el que la mayoría social, cuando se le pregunta, parece estar obligada a pronunciarse por la respuesta correcta, la que viene bien a la máquina.
Y por gran política me refiero al encuentro entre diferentes puntos de vista sobre lo estratégico. Parece que no haya lugar para las maneras distintas de concebir la sociedad en que vivimos enfrentándose de manera irreconciliable.
La caída del telón de acero y el posterior consenso neoliberal resumido de manera metonímica en el final de la historia han dejado lugar a un pensamiento estructural-funcionalista dedicado a la consagración de un eterno presente encarnado por una máquina de funcionamiento perpetuo que es el sistema capitalista.
No se plantean discrepancias en lo esencial.
Se presume un acuerdo tácito de todos los actores en la teoria que perfila la funcionalidad de esa máquina que, por nuestro bien y el de todos, no debe detenerse.
Por ello, el acuerdo siempre es posible.
Empeñarse en la discrepancia es un acto injustificado, casi terrorismo intelectual que sólo busca poner palos en las ruedas de esta fiesta perpetua de consumo en que nos ha convertido el capitalismo.
Es por ello que, en nuestro país, un partido como Ciudadanos parece dispuesto a estar de acuerdo con unos y con otros. Porque no hay nada más importante que la máquina siga funcionando en todo su esplendor.
Sin embargo, el propio funcionamiento excesivo, triunfal y descontrolado de esa máquina está produciendo zonas donde impera la diferencia más radical, donde sólo es posible el desacuerdo en lo esencial.
En los extremos de esas zonas están las personas que saltan por las ventanas de sus pisos embargados o menores que buscan componentes en playas alicatadas hasta el techo de basura.
Pura entropía que compromete el relato de la fiesta perpetua que, de manera tácita, conmina siempre al acuerdo en lo esencial, a una nueva variante de esa fascista adhesión inquebrantable a los principios del régimen.
En este sentido, y en nuestro país, el funcionamiento de esa maquinaria que se pretende infalible y divina ha generado una minoría social que no está conforme con el acuerdo por el acuerdo. Entre otras cosas porque ya sabe que esos acuerdos pueden matarla.
Y este desacuerdo tan denostado por las terminales mediáticas del régimen quizá no sea tan malo, seguramente sea lo más autentico que en términos políticos está viviendo este país desde las calles de la transición.
La manifestación de la existencia de visiones diferentes e irreconciliables sobre el estado de las cosas.
La imposibilidad del acuerdo por el acuerdo porque empieza a ser demasiado grave lo que está en juego y cuando escribo grave en realidad debería escribir vidas humanas que se niegan a inmolarse porque sí ante esa picadora de carne en que hemos convertido nuestras sociedades.
Miles de años de evolución para construirnos, con las selvas de verdad, otra selva no menos verdadera, pero de cemento y bites.
El capitalismo convertido en un absurdo de Ionesco y la necesidad, casi higiénica, del desacuerdo para combatirlo.
Y una de las perversiones del capitalismo es convertir lo correcto y necesario como el derecho a la discrepancia en incorrecto.
Y todo a cambio del confort que proporcionan las cosas que nos da por no tan módicos precios, un confort al que todos nos acabamos vendiendo en el presentey que nos va a acabar costando muy caro en el futuro.
El desacuerdo es un elemento esencial en democracia.
Y está claro que quienes lo condenan sin paliativos estarían más cómodos formando parte de otros regímenes políticos menos "cool" por supuesto y también menos "perfectos" que esta democracia que se nos sugiere en el que la mayoría social, cuando se le pregunta, parece estar obligada a pronunciarse por la respuesta correcta, la que viene bien a la máquina.
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