domingo, julio 29, 2007
sábado, julio 28, 2007
(La ilusión cinematográfica perdida, Jean Baudrillard)
Una vez más, y como casi siempre, escribo desde la ignorancia.
Desconozco si dos talentos tan grandes del negocio del cine como John Millius y Walter Hill habían aunado sus virtudes antes o después de generar esta elegíaca historia sobre una derrota, pero lo cierto es que el resultado no termina de estar a la altura de lo que uno cabría esperar de una colaboración semejante.
Aunque encierra buenos momentos, Gerónimo se me antoja una película desigual, que parece nadar entre varias aguas sin decantarse definitivamente por ninguna y en la que, sobre todo, fallan los actores principales. Ni el blando Jason Patric ni el desdibujado Wes Studi tienen la fuerza suficiente como para dar entidad y trascendencia arquetípica a sus desencantados personajes.
Uno tiene la impresión de que ninguno de los dos ha sido capaz de captar la trágica dimensión poética de sus personajes limitándose a poner la cara y decir los diálogos con la corrección y cansada vaciedad de una "private dancer"... dancing for money. Sin duda alguna la película habría ganado mucho con un par de actores de mayor entidad que hubieran sido capaces de aportar ese indefinido e intenso extra emocional que precisamente les hace tener esa mayor entidad.
Los veteranos Robert Duvall y Gene Hackman hacen lo que pueden, pero la historia, centrada en encarnar el fin de toda una época en un determinado episodio histórico, no les permite demasiados alardes. Los protagonistas son ellos, el rebelde indio Gerónimo y el desencantado capitán de caballería Charles Gatewood, alcanzados por la historia en el fin de las Guerras Indias.
Ese final hace innecesario por supuesto a Gerónimo, pero también revela prescindible a aquel eternamente destinado a perseguirle por las praderas.
El siglo XX se acerca, ya no hay lugar para un cierto tipo de vida y ese es para mi el principal atractivo de esta película, un atractivo que se encarna en el discurso final que Gerónimo pronuncia ante los suyos en uno de los vagones del tren que les lleva a su confinamiento en la lejana Florida:
"¿Por qué el Dios Único permitió al Ojo-Blanco robarnos la tierra? ¿Por qué tenía que haber tántos de ellos? ¿Por qué tenía tántas armas, tántos caballos? Durante muchos años, el Dios Único hizo de mi un guerrero. Ningún arma, ninguna bala pudo matarme jamás. Ese era mi poder... Ahora mi tiempo ha terminado. Ahora, quizá, el tiempo de nuestro pueblo ha terminado."
Son otros tiempos que están gobernados por otros dioses. La propia derrota es la del Dios o el Espíritu que les inspira. Les hace ser lo que son y, en virtud de esa derrota, les convierte en un pasado que sucede en el presente.
Ambos, Gerónimo y Gatewood, son confinados en lejanos y apartados lugares. Cuánto más lejanos, más rápidamente llegerá el olvido.
Ambos encierran en su derrota la grandeza de reconocer el propio fin. No mueren dormidos.
Tienen el valor de reconocer y asumir su final.
Ya no son otra cosa que sombras al lento compás que marca un nuevo amanecer.
Los personajes de Peckinpah tienen también la capacidad de reconocer ese mismo final, pero su sadismo les lleva a pelear hasta el final, a provocar su propia muerte en una orgía de sangre y violencia mientras intentan infringir el mayor daño posible en las filas de los vencedores.
A diferencia de aquellos, Gerónimo y Gatewood, nacidos del talentoso imaginario de Milius, son masoquistas. Hay un momento en que dejan de resistirse y luchar. Bajan los brazos. Se rinden. De algún modo comprenden lo inevitable de la situación y aceptan con resignación la derrota muriendo en vida. Ponen su arquetípica figura contra el viento y se dejan golpear una y otra vez por los nuevos tiempos.
Resisten como viejas y desgastadas estatuas de dioses abandonados, pero jamás vencerán.
Frente al espíritu brutal y dionisiaco de Peckinpah, se erige la propuesta apolínea y racional de Milius. Gerónimo y Gatewood intuyen de alguna forma las razones de su derrota. Hay reflexión y una resignada aceptación de algo que por la propia reflexión se les aparece como inevitable.
Dos estilos diferentes de perder.
El mismo tipo de sombras.
martes, julio 24, 2007
Martin Varsavsky propone en su web una encuesta sobre la autoría de los atentados de las torres gemelas.
Aunque la mayoría se decanta por Osama Bin Laden como autor, llama la atención a estas alturas de la película el 48% de sujetos que consideran seriamente (se supone) la posibilidad de otras responsabilidades. En concreto, un 36% apunta a la CIA, otro 6% a los servicios secretos israelíes y el restante 6% inscribe su opinión en un "inquietante" Otros que puede englobar desde la organización SPECTRA hasta la mismísima Isabel Pantoja.
No es la primera vez que la duda se cierne sobre acontecimientos en principio más que probados.
La Navaja de Ockham ha dejado funcionar en ese complicado mundo globalizado y moderno en el que el medio es ya algo más que el mensaje. La explicación más sencilla y plausible no tiene por qué ser la más cierta. Como si una intranquilidad metafísica derivada de la desconfianza ante lo que nuestros ojos ven y nuestros oídos escuchan nos llevara a dudar, a dar más lugar del necesario a lo extraordinario e increíble.
En el sentido psicoanalítico del término, estas dudas -creo- son un síntoma, una manifestación del esforzado trabajo de un algo oculto en el interior de nuestra consciencia, de la constante presencia de una duda y una desconfianza. Como si la realidad fuera una construcción que se intenta ofrecer a nuestros ojos y, en definitiva, a nuestra credulidad.
Para algunos poco importa que el propio Bin Laden reinvidicase los atentados... porque esa reivindicación puede ser parte de la conspiración, de la mentira que alguién está intentando hacer pasar como verdad.
Algo se esconde, algo se oculta y debemos desconfiar de nuestros sentidos. Debemos sospechar la constante existencia de intereses ocultos, de complicadas tramas. Como si en realidad todo fuera mentira y fueramos inconscientemente conscientes de la tramoya que sustenta el diario espectáculo de nuestra propia realidad.
El animal que todos llevamos dentro desconfía de una realidad que se nos ofrece como constructo cerrado y finito, un perfecto interfaz en el que todo tiene lugar y todo tiene su sentido. El convencional escenario donde se desarrolla nuestra vida como sujetos-objetos de un poder omnímodo construído sobre la debilidad de nuestro propio deseo.
Pero lo humano que queda en nosotros se rebela y una manifestación de esa rebelión es la loca adhesión a cualquiera de esos relatos imposibles.
La reivindicación del desorden, de la propia individualidad, de la impostura en el juicio, de la creencia en el absurdo como extremo acto de libertad.
La locura de ser uno mismo en un mundo donde la diferencia empieza a ser el más grave de los pecados.
lunes, julio 23, 2007
No pensar en nada.
Desaparecer en el tiempo.
Dejarse llevar por la suave pleamar de circunstancias,
buscando aparecer en esta misma playa
como un pedazo de plástico arrojado sobre la arena.
Enredar el pensamiento en el vuelo de una gaviota.
Evitar la maldición de la consciencia.
Que el ser no empeore el estar
y de improviso todo duela
sintiéndose un extraño en la propia piel.
No pensar en nada.
domingo, julio 15, 2007
sábado, julio 14, 2007
Siempre me emociono viendo "Toro salvaje", llevo casí veinte años haciéndolo y ayer también me emocioné espiando a La Motta persiguiendo a su hermano Joey para abrazarle y pedirle perdón.
"Toro salvaje" es una película sobre el boxeo... mejor expresado, "Toro salvaje" cuenta a lo largo de sus casi dos horas de metraje el combate que Jake La Motta libra contra si mismo por entenderse, llegar a un cierto acuerdo y alcanzar la paz.
Para mi gusto, esa escena, la de la persecución del hermano, es la culminante de la película. La Motta por fin está en condiciones de acercarse y pedir perdón por todos sus errores cometidos. Mucho más culminante que la oscura escena de soledad en la cárcel donde La Motta se reprocha brutalmente su propio ser y, como directa e inevitable consecuencia, todo su estar en el mundo. Escena que, aún siendo importante, necesita -a mi entender- el complemento de la plasmación real de esa culpabilidad asumida en una disculpa.
La Motta está en paz consigo mismo y por éso el espectador -al final- simpatiza con un personaje que, a lo largo, de la historia ha mostrado con ostentación brutal un comportamiento terrible y enloquecido cuya recompensa es el alejamiento progresivo de todos aquellos que le quieren.
"Toro salvaje" cuenta la historia del ascenso y la caída del boxeador italo-americano Jake La Motta, pero también nos muestra el surgimiento de La Motta de entre el marasmo de sus propias cenizas ("las caídas hondas de los cristos del alma" de la que habla César Vallejo) para ser un hombre nuevo... Aparentemente un fracasado, pero en realidad un absoluto triunfador porque la victoria sobre uno mismo es siempre la más difícil de todas.
Después de todo, todo el sistema de capitalismo consumista en que vivimos se sustenta sobre esa constante derrota que nos hace ceder y seguir deseando lo que en realida dno necesitamos... pero esa es otra historia.
"I remember those cheers
They still ring in my ears
And for years they'll remain in my thoughts
Cuz one night I took off my robe
And what'd I do
I forgot to wear shorts.
I recall every fall, every hook, every jab
The worst way a guy could get rid of his flab
As you know, my life was a jab...
Though I'd rather hear you cheer
When I delve into Shakespeare
"A Horse, a Horse, my Kingdom for a Horse,
"I haven't had a winner in six months
(he lights his cigar)...
I know I'm no Olivier
But if he fought Sugar Ray
He would say
That the thing ain't the ring
It's the play.
So gimme a stage
Where this bull here can rage
And though I can fight
I'd much rather recite
That's entertainment!
That's entertainment."
Uno detrás de otro, La Motta derrotaba a sus rivales en el cuadrilatero sin comprender que su principal y más peligroso rival era él mismo.
Ninguna de aquellas victorias sirvió de mucho al no haber obtenido la más importante de todas.
el tiempo se le escapa de entre las manos
en un incesante goteo de instantes
que se ha impuesto a sí mismo recordar.
El pasado crece a sus espaldas,
mientras el río en cuyas aguas
se bañan con despreocupación
constantemente deja de ser él mismo.
Su corazón late con fuerza.
Intenta atrapar con una sonrisa
el último y más reciente reflejo oscuro de sus cabellos.
Disfruta la vigorosa posesión del propio cuerpo.
Es sólo un gesto,
que las aguas ya arrastran y se llevan.
martes, julio 10, 2007
Mucho se ha dicho y escrito sobre esta tremenda película dirigida por ese también tremendo director llamado Nicholas Ray, pero -y por encima de todo- "Johnny Guitar" es para quién ahora escribe una película sobre ese extraño mecanismo humano llamado deseo y los efectos que su maquinaria causa sobre las personas que no pueden evitar sentirlo porque les hace ser lo que son.
Vienna (Joan Crawford) desearía no amar a Johnny Guitar, pero se conforma con desear que haya cambiado mientras no puede evitar llamarle, mientras desea que la ruleta de su local siga girando a la espera del ferrocarril.
Johnny Guitar (Sterling Heyden) desearía haber olvidado a Vienna en los ojos de otras mujeres, pero se conforma con volver a ella deseando poder volver a quererla como siempre la quiso. Mientras también quisiera ser un otro diferente a Johnny Logan, el pistolero que es.
Dancing Kidd (Scott Brady) desea encontrar oro y también desea que Vienna le desee mientras quisiera que Johnny Guitar jamás hubier apuesto los pies en su salón.
Emma Small (Mercedes McCambridge) desea a Kidd y, llena de loco y brutal odio, desea que Vienna, su competidora por el corazón de Kidd, desaparezca.
Practicamente todos los personajes de "Johnny Guitar" persiguen la alargada sombra de un objeto de deseo que siempre se les escapa. Constantemente se estrellan contra un invisible cristal que les separa de la plenitud de un buscado encuentro.
Ninguno tiene lo que busca y persiguiéndolo todos se cruzan en una telaraña de caminos entrelazados que en su conjunto compone un brillante drama lleno de melancólica poesía.
En "Johnny Guitar" todos los personajes aparecen teñidos de una evidente melancolía, como si supieran por sentido común y experiencia que el fracaso fuera ser con toda probabilidad la única recompensa a obtener. Pero, y aún así, en todos ellos late la loca obstinación autodestructiva por perseverar en el error de perseguir lo imposible. Una obstinación que incluso les lleva, como en el caso de Emma (probablemente el personaje que más ama en la película) al más desenfrenado y loco de los odios en un evidente -en mi opinión- caso de extremos que se tocan.
De esta materia esta compuesto el propio laberinto en el que todos y cada uno de los personajes viven encerrados, un laberinto del que el pequeño valle en que sucede la historia (y del que fisicamente no se podrá escapar conforme las obras del ferrocarril avance) se convierte en metafórico trasunto.
En mi mirada "Johnny Guitar" es un manjar que siempre se deshace en una locura de sabores amargos y dulces:
- El hombre concebido como una contradictoria fragilidad capaz de desear ferreamente lo imposible.
- El suicidio emocional (cuando no físico) en que a veces se convierte ese férreo deseo de lo imposible.
- Y el misterio del éxito encarnado en el beso final de los amantes existiendo con la insinuación d etoda su promesa para tentarnos a seguir jugando en la ruleta rusa del deseo mientras nos queden latidos en el corázón.
jueves, julio 05, 2007
Tal y como dice la publicidad de la película, "Steve Mc Queen es Bullitt".
No hay que darle más vueltas.
Rodada en el apogeo de su carrera, y además de ser un apasionante "thriller" de acción, "Bullitt" es un artefacto construído para el lucimiento de Mc Queen. En ella, el actor norteamericano tiene ocasiones más que sobradas para mostrar sus silencios, su turbia y enigmática mirada y sus dotes para interpretar escenas de acción. Escenas que Mc Queen protagoniza sin dobles ya sea conduciendo coches a toda velocidad por las calles de San Francisco (secuencia emblemática de la película) o persiguiendo al criminal de turno por entre los aviones del aeropuerto de San Francisco.
No puedo evitar pensar que en el personaje de Bullitt hay algo de los silenciosos personajes del polar francés que tan bien solía filmar el maestro Melville... Incluso la puesta en escena tiene un aire nítido y frío, destacando especialmente la fotografía depurada y diáfana de William A. Fraker.
Tampoco quiero dejar de imaginar a McQueen protagonizando en lugar de Alain Delon ese clásico de Melville llamado "Le Samurai" que aquí se llamó "El silencio de un hombre"... Hubiera estado tan perfecto como el propio Delon... aunque, seguramente, la estrella Mc Queen no habría permitido al director que su personaje muriera y hubiera sido otra película... En fin.
Sin duda, y a mi entender, "Bullitt" retoma para el cine americano ciertos modos y formas procedentes de la forma específica en que el cine francés entendió el género policiaco y negro. Incorporaciones que enriquecerán su capacidad narrativa colocándola en una nueva dimensión, diferente a la dimensión en que habitan clásicos como "Forajidos".
Y la música del argentino Lalo Schifrin... Que no se me olvide... Maravillosa y que escucho a menudo desde hace bastantes años.
Sin pretensiones, "Bullitt" es un clásico.
Muchas series de televisión de la siguiente década vivirán de su ejemplo poniendo por obra constantemente tanto su sentido de la acción como su música... entre otras cosas.
lunes, julio 02, 2007
Esta película rodada en 1946 por el europeo, experto en B-Movies, Robert Siodmak es uno de los títulos emblemáticos del Cine Negro hollywoodiense.
Basada en un relato corto de Ernest Hemingway, "Forajidos" es una historia compleja, narrada mediante once flashbacks y que cuenta con la rareza de que su protagonista muera tiroteado al comienzo de la película.
Se encuentra en el punto de intersección de dos universos: el del escritor norteamericano, pamplonica y parisino de adopción, (protagonistas complejos, nihilistas y atormentados por esa misma complejidad, mujeres fascinantes que con su belleza hacen saltar por los aires la poca cordura que aquellos les restaba, desesperado romanticismo) y el del propio cine negro (atracos perfectos, personajes en continuo tráfico de ida y vuelta por la frontera que separa el bien del mal, mujeres fatales, deseperado materialismo...) .
Al principio de la película dos pistoleros se presentan en un pequeño pueblo dispuestos a matar al empleado de la gasolinera, Ole Andersen, "El sueco" (Burt Lancaster) y lo consiguen.
La investigación llevada a cabo por un eficiente inspector de seguros (interpretado por Edmond O'Brien con su brio habitual) como consecuencia de un seguro de vida dejado por Andersen conducirá la historia por una compleja trama de flashbacks en busca del pasado. En ella, y por boca de diversos personajes en algún momento relacionados con Andersen, iremos conociendo la trágica historia de su fracaso y de su condición de victima tanto del malvado y manipulador Colfax (Albert Deeker) como de la hermosa y fatal Kitty Collins (Ava Gardner).
Como artefacto narrativo, "Forajidos" es un complejo mecanismo que funciona a la perfección y que en sus escasos 80 minutos de duración interesa y fascina.
Todo un referente para los fanáticos del cine negro.