THE GREAT GATSBY
Publicada en 1925, "El Gran Gatsby" no obtuvo demasiado éxito.
Su autor F. Scott Fitzgerald, uno de los grandes nombres de la Generación Perdida de escritores americanos que, con posterioridad a la Primera Guerra Mundial, revisó desde la melancolía y el pesimismo el mito del gran sueño americano, era conocido, principalmente, por su labor como escritor de historias cortas para los grandes semanarios como Saturday Evening Post o New Yorker.
No obstante, y pese a su escaso éxito, el poder del texto de Fitzgerald fue abriéndose paso hasta convertirse en lo que es: uno de los grandes textos de la literatura norteamericana y brillante epitome, precisamente, de esa actitud desencantada pregonada por esa Generación Perdida de Fitzgerald, Hemingway o Dos Passos.
Precisamente "El Gran Gatsby" pone por obra esa actitud melancólica y desencantada convirtiendo a su protagonista en una suerte de mártir de la causa del Gran Sueño Americano. Porque Gatsby cree a pie juntillas en la teoría, en la capacidad de llegar siempre más lejos y hacia arriba merced al propio esfuerzo y la propia voluntad. Y es precisamente esa esperanza "naive" y confiada lo que pierde a Gatsby en su esfuerzo por llevar a la práctica la versión más perfecta del mejor de sus sueños.
Gatsby es un puro exceso, la sublimación exagerada de una actitud hacia la vida y, en este sentido,m no me sorprende que un cineasta tan sublimante y excesivo en su manera de contar las historias, como el australiano Baz Luhrmann, se interese por el maravilloso material de Fitzgerald, sobre todo ese maravilloso personaje lleno de ideales llamado Gatsby: empeñado en construir su personal castillo de naipes hasta, como no puede ser de otra forma, llegar a su trágico final, convertido en una suerte de martir de la verdad y autenticidad en el altar de la conveniencia y la hipocresía.
Se ha llevado al cine cuatro veces, que recuerde, esta novela de Fitzgerald y tengo que decir que la versión de Baz Luhrmann es la mejor de todas... siempre para mi gusto.
La propuesta de Luhrmann enseña el texto de Fitzgerald y lo envuelve en esa manera tan directa, dinámica y falta de complejos con la que el cinesasta australiano cuenta todas sus historias, una manera de hablar potente, siempre lírica, llena de puntos de fuerza, de vectores de atracción que otros llaman efectista y que convierten siempre sus historias en un sobrecargado y poderoso espectáculo de significación que, entiendo, a no todo el mundo gusta (aunque no termine de comprenderlo).
En este sentido, "El Gran Gatsby" es un espectáculo poderoso, lleno de atractivos, con algún momento "malo" por en medio, que enseguida queda en el olvido cuando la película empieza a rodar por la pista de despegue en busca de su maravilloso y triste final.
Y como en todas las películas de Luhrmann la cámara no deja de ser ese ojo caliente que, vertiginoso, se mueve a voluntad y con maestría, por el escenario narrativo en busca del plano/momento preciso, esencial portador del significado preciso para que la historia avance.
Hay mucha música y danza en el cine de Luhrmann, pero no sólo en la banda sonora, siempre muy protagonista en sus películas, sino también en el modo de narrar tan particular, visual y expresivo del director australiano.
El cine de Luhrmann es sincopado, rítmico, vibrante.
No sólo quiere entrar al espectador por los ojos sino también por la piel y "El Gran Gatsby", aunque Luhrmann tiene mejores películas, se las arregla para hacerlo.
Es un clásico poner a parir el cine de Luhrmann.
Entretenida..
Publicada en 1925, "El Gran Gatsby" no obtuvo demasiado éxito.
Su autor F. Scott Fitzgerald, uno de los grandes nombres de la Generación Perdida de escritores americanos que, con posterioridad a la Primera Guerra Mundial, revisó desde la melancolía y el pesimismo el mito del gran sueño americano, era conocido, principalmente, por su labor como escritor de historias cortas para los grandes semanarios como Saturday Evening Post o New Yorker.
No obstante, y pese a su escaso éxito, el poder del texto de Fitzgerald fue abriéndose paso hasta convertirse en lo que es: uno de los grandes textos de la literatura norteamericana y brillante epitome, precisamente, de esa actitud desencantada pregonada por esa Generación Perdida de Fitzgerald, Hemingway o Dos Passos.
Precisamente "El Gran Gatsby" pone por obra esa actitud melancólica y desencantada convirtiendo a su protagonista en una suerte de mártir de la causa del Gran Sueño Americano. Porque Gatsby cree a pie juntillas en la teoría, en la capacidad de llegar siempre más lejos y hacia arriba merced al propio esfuerzo y la propia voluntad. Y es precisamente esa esperanza "naive" y confiada lo que pierde a Gatsby en su esfuerzo por llevar a la práctica la versión más perfecta del mejor de sus sueños.
Gatsby es un puro exceso, la sublimación exagerada de una actitud hacia la vida y, en este sentido,m no me sorprende que un cineasta tan sublimante y excesivo en su manera de contar las historias, como el australiano Baz Luhrmann, se interese por el maravilloso material de Fitzgerald, sobre todo ese maravilloso personaje lleno de ideales llamado Gatsby: empeñado en construir su personal castillo de naipes hasta, como no puede ser de otra forma, llegar a su trágico final, convertido en una suerte de martir de la verdad y autenticidad en el altar de la conveniencia y la hipocresía.
Se ha llevado al cine cuatro veces, que recuerde, esta novela de Fitzgerald y tengo que decir que la versión de Baz Luhrmann es la mejor de todas... siempre para mi gusto.
La propuesta de Luhrmann enseña el texto de Fitzgerald y lo envuelve en esa manera tan directa, dinámica y falta de complejos con la que el cinesasta australiano cuenta todas sus historias, una manera de hablar potente, siempre lírica, llena de puntos de fuerza, de vectores de atracción que otros llaman efectista y que convierten siempre sus historias en un sobrecargado y poderoso espectáculo de significación que, entiendo, a no todo el mundo gusta (aunque no termine de comprenderlo).
En este sentido, "El Gran Gatsby" es un espectáculo poderoso, lleno de atractivos, con algún momento "malo" por en medio, que enseguida queda en el olvido cuando la película empieza a rodar por la pista de despegue en busca de su maravilloso y triste final.
Y como en todas las películas de Luhrmann la cámara no deja de ser ese ojo caliente que, vertiginoso, se mueve a voluntad y con maestría, por el escenario narrativo en busca del plano/momento preciso, esencial portador del significado preciso para que la historia avance.
Hay mucha música y danza en el cine de Luhrmann, pero no sólo en la banda sonora, siempre muy protagonista en sus películas, sino también en el modo de narrar tan particular, visual y expresivo del director australiano.
El cine de Luhrmann es sincopado, rítmico, vibrante.
No sólo quiere entrar al espectador por los ojos sino también por la piel y "El Gran Gatsby", aunque Luhrmann tiene mejores películas, se las arregla para hacerlo.
Es un clásico poner a parir el cine de Luhrmann.
Entretenida..