IN TREATMENT
Está resultando muy decepcionante esta segunda temporada de la serie.
Pasados ya la mitad de los capítulos, resulta evidente la pérdida de las mejores cualidades que convirtieron la visión de la primera temporada en una emocionante experiencia.
Sin duda alguna, algún brillante escritor ha debido perderse por el camino y los restantes han hecho lo que han podido para mantener el espíritu de la serie... y, para mi gusto, no ha sido suficiente. Lo cual me lleva a pensar en el alma intranquila de todos los que copian. La constante amenaza de verse medidos siempre por el original al que, por buenas o malas razones, intentan imitar... Nada como tener talento.
La serie ha perdido fuerza en sus historias, una fuerza que se basaba principalmente en el enfrentamiento de miradas y rostros sobre el campo de batalla de la consulta del terapeuta. La segunda temporada ha reculado varios pasos hacia atrás. Se mueve en el plano general, en el plano medio y, como no podía ser de otra forma, ha perdido intensidad.
El duelo intenso entre paciente y terapeuta se desvanece en la atmósfera de la consulta.
La fuerza del plano corto enfrentado a otro contraplano corto se diluye en una segunda temporada que, no se por qué diablos, quiere salir de una fórmula que es la principal base de la fuerza que tiene la serie... Lo que me lleva a pensar que la opinión de algún idiota que ocupa algún gran despacho ha tenido un innecesario peso a la hora de conceptualizar el proyecto.
Por otro lado, las historias de esta segunda temporada carecen, en su soporte dramático, de un entramado basado en la propia terapia que las sostenga. Son más dramáticas y resultan menos creíbles como acción terapéutica de lo que resultaban las historias de la primera temporada en donde las intervenciones de Weston y las respuestas de cada paciente sucedían envueltas en una dramaturgia propia de la situación.
Y de este punto también obtenían credibilidad y fuerza... Alguien que escribía las historias conocía perfectamente la realidad de un encuentro terapéutico y procuraba que las historias sucedieran dentro de los márgenes de esa situación social.
En la segunda temporada, Weston parece más un amigo cansado que escucha la triste historia de un amigo en la barra de un bar. Sus silencios y preguntas carecen del valor esencial que tenían en la primera temporada donde uno tenía la sensación que Weston, con cada episodio, arrancaba una capa más de la cebolla que era cada paciente en busca de una realidad de la que, probablemente, estos no eran conscientes.
Como digo, todo eso se ha perdido en esta segunda temporada donde las cosas parecen suceder porque sí, como contando con la complicidad del espectador que ha visto los capítulos del año pasado.
Además, y como ya he apuntado, la historia se empeña en salir de las cuatro paredes de la consulta (su principal atractivo) y centra su atención demasiado en Weston y sus problemas como terapeuta abandonando la relación paciente-terapeuta, aspecto esencial del exito de la primera temporada para mi gusto.
Por último, y en lo que respecta a las "tragedias" de cada paciente estas resultan menos potentes.
En la primera temporada se ponía mucho énfasis en el desorden que generan los sentimientos. Es decir... De alguna manera los pacientes mostraban tendencias internas que les apartaban de un orden social que, como tal, también define lo que es sano y lo que no lo es.
Las historias dejaban una puerta abierta a la heterodoxia que siempre encierra el hecho de escuchar a esas vocecitas que nos hablan desde dentro y nos dicen que sintamos o hagamos esto o lo otro. Los pacientes mostraban una parte irreductible al orden social y el interés de Weston estaba en mostrárselo tal y como era, sin hacer moral.
Ahora Weston es un moralista que busca que los padres amen a los hijos, los hijos amen a los padres, los maridos a las mujeres y las mujeres a los maridos. Se convierte en un agente más reproductor del orden social perdiendo la serie toda esa heterodoxia que llevaba a pensar que los padres, hijos, mujeres o maridos quizá no deban ser incondicionalmente amados obedeciendo la palabra del Gran Hermano, por que sí.
En esta segunda temporada Weston parece escuchar menos y hablar más. Como si desde un principio tuviera claro qué decir a quienes acuden a su consulta. En tanto que en la segunda temporada escuchaba más. Les dejaba expresarse hasta que encontraba un hilo desde el que empezar a estirar. Ahora, enseguida, lo tiene claro y su claridad siempre implica conductas que refuerzan el orden establecido.
Por todo, la segunda temporada de "In Treatment" es un buen ejemplo de cómo puede ser estropeado un buen producto.