King Vidor es uno de los grandes directores de la última época del cine mudo.
Suyos son dos grandes éxitos como "The crowd" (1928) y esta "El gran desfile" (1925) en las que, de manera novedosa, convierte en protagonistas a individuos normales y corrientes que han de enfrentarse a situaciones que proceden de lo más esencial de la vida misma. Se habla de Vidor como de un director caracterizado por el compromiso social, pero más bien desarrolla una extraña épica de la cotidianidad que nunca antes se había visto en la glamourosa y muda pantalla grande.
"El gran desfile" nos cuenta la historia de Jim, un diletante joven de familia bien que, atraído por la retórica de la guerra recién declarada, se alistará en el ejército para combatir en el frente occidental durante la I Guerra Mundial. Allí conocerá de primera mano los desastres de la guerra, unos desastres que le afectaran tanto para bien como para mal.
"El gran desfile" se rodó sólo ocho años después del final de la contienda y fue un gran éxito de público y crítica. He leído que probablemente es una de las películas más taquilleras de la historia del cine mudo y no me extraña porque conecta con la sensibilidad crítica que esta llamada Gran Guerra generó en todos los ambientes sociales y, como consecuencia, culturales en Occidente.
En aquella época, fue una shock para la mentalidad europea de sahibs la belle epoque que una guerra tan brutal, salvaje y cruel se librase en Europa y entre europeos, tan acostumbrados como estaban a pensar que los salvajes eran otros y que debían ser gobernados por ellos.
Esta sensibilidad critica tuvo en los Estados Unidos su máximo exponente en la llamada Generación Perdida de escritores norteamericanos (Dos Passos, Scott Fitzgerald, Hemingway) que hicieron de los desastres de la guerra parte del background atormendado de sus protagonistas cuando no parte esencial de las historias en que estos aparecen.
En este sentido, "El gran desfile" guarda ciertos paralelismos con la maravillosa novela "Tres soldados" de Dos Passos, convirtiendo a Jim, el protagonista, en parte de un grupo de tres soldados que experimentaran en sus propias carnes los horrores de la guerra.
Maestra, memorable y todavía impactante es la secuencia del avance de los soldados por el bosque infestado de alemanes. La cámara sigue a los tres protagonistas unos pasos por delante y, despreocupándose, de lo que espera a los soldados se limita a filmarles avanzando, sufriendo las consecuencias de la oposición del enemigo, mientras a un lado y a otro van cayendo sus compañeros por obra del fuego alemán.
No desmerecen en absoluto el resto de secuencias que siguen al avance por el bosque y que muestran con sorprendente crudeza esos desastres de la guerra que, de manera novedosa, la película pretende mostrar obviando toda lírica y épica, salpicando la glamourosa pantalla con el barro y la sangre de los soldados que la protagonizan.
Para mi gusto, encuentro muy desigual la potencia de esas escenas con respecto a la primera parte, más anodina, en que Vidor nos cuenta la vida de los soldados en el frente y, mucho antes, la vida de los personajes en su vida de paz.
No termina de llegarme todo el repertorio costumbrista que Vidor maneja con acierto.
Quizá, simplemente, la película se ha quedado un poco antigua y seguramente el tiempo ha convertido en defecto la virtud innovadora que representa "El gran desfile" a la hora de tratar al tema bélico. Después de todo, la gran mayoría de películas bélicas realizadas hasta hoy han bebido de la propuesta de cotidianidad en el frente que "El gran desfile" presenta y uno ya ha visto demasiadas veces a algunos de los personajes que se nos presentan en la película, personajes que en su momento seguramente serían vistos por primera vez por el público.
El caso es que, una vez más, no termina de llegarme las andanzas de los protagonistas mientras esperan ser llamados para luchar, aspecto que entiendo es necesario para generar en el espectador la tensión dramática de ver cómo unos personajes que se nos han presentado plenos en su natural cotidianidad resultan manchados y heridos por la azarosa lotería de la muerte.
En cualquier caso, el poder de las secuencias finales de la película, que no desmerecen la comparación con el cine actual, todavía es capaz de diluir la pesadez del tópico y lo previsible dejando en la mirada del espectador un imborrable sabor especial.
Extraordinaria.
Suyos son dos grandes éxitos como "The crowd" (1928) y esta "El gran desfile" (1925) en las que, de manera novedosa, convierte en protagonistas a individuos normales y corrientes que han de enfrentarse a situaciones que proceden de lo más esencial de la vida misma. Se habla de Vidor como de un director caracterizado por el compromiso social, pero más bien desarrolla una extraña épica de la cotidianidad que nunca antes se había visto en la glamourosa y muda pantalla grande.
"El gran desfile" nos cuenta la historia de Jim, un diletante joven de familia bien que, atraído por la retórica de la guerra recién declarada, se alistará en el ejército para combatir en el frente occidental durante la I Guerra Mundial. Allí conocerá de primera mano los desastres de la guerra, unos desastres que le afectaran tanto para bien como para mal.
"El gran desfile" se rodó sólo ocho años después del final de la contienda y fue un gran éxito de público y crítica. He leído que probablemente es una de las películas más taquilleras de la historia del cine mudo y no me extraña porque conecta con la sensibilidad crítica que esta llamada Gran Guerra generó en todos los ambientes sociales y, como consecuencia, culturales en Occidente.
En aquella época, fue una shock para la mentalidad europea de sahibs la belle epoque que una guerra tan brutal, salvaje y cruel se librase en Europa y entre europeos, tan acostumbrados como estaban a pensar que los salvajes eran otros y que debían ser gobernados por ellos.
Esta sensibilidad critica tuvo en los Estados Unidos su máximo exponente en la llamada Generación Perdida de escritores norteamericanos (Dos Passos, Scott Fitzgerald, Hemingway) que hicieron de los desastres de la guerra parte del background atormendado de sus protagonistas cuando no parte esencial de las historias en que estos aparecen.
En este sentido, "El gran desfile" guarda ciertos paralelismos con la maravillosa novela "Tres soldados" de Dos Passos, convirtiendo a Jim, el protagonista, en parte de un grupo de tres soldados que experimentaran en sus propias carnes los horrores de la guerra.
Maestra, memorable y todavía impactante es la secuencia del avance de los soldados por el bosque infestado de alemanes. La cámara sigue a los tres protagonistas unos pasos por delante y, despreocupándose, de lo que espera a los soldados se limita a filmarles avanzando, sufriendo las consecuencias de la oposición del enemigo, mientras a un lado y a otro van cayendo sus compañeros por obra del fuego alemán.
No desmerecen en absoluto el resto de secuencias que siguen al avance por el bosque y que muestran con sorprendente crudeza esos desastres de la guerra que, de manera novedosa, la película pretende mostrar obviando toda lírica y épica, salpicando la glamourosa pantalla con el barro y la sangre de los soldados que la protagonizan.
Para mi gusto, encuentro muy desigual la potencia de esas escenas con respecto a la primera parte, más anodina, en que Vidor nos cuenta la vida de los soldados en el frente y, mucho antes, la vida de los personajes en su vida de paz.
No termina de llegarme todo el repertorio costumbrista que Vidor maneja con acierto.
Quizá, simplemente, la película se ha quedado un poco antigua y seguramente el tiempo ha convertido en defecto la virtud innovadora que representa "El gran desfile" a la hora de tratar al tema bélico. Después de todo, la gran mayoría de películas bélicas realizadas hasta hoy han bebido de la propuesta de cotidianidad en el frente que "El gran desfile" presenta y uno ya ha visto demasiadas veces a algunos de los personajes que se nos presentan en la película, personajes que en su momento seguramente serían vistos por primera vez por el público.
El caso es que, una vez más, no termina de llegarme las andanzas de los protagonistas mientras esperan ser llamados para luchar, aspecto que entiendo es necesario para generar en el espectador la tensión dramática de ver cómo unos personajes que se nos han presentado plenos en su natural cotidianidad resultan manchados y heridos por la azarosa lotería de la muerte.
En cualquier caso, el poder de las secuencias finales de la película, que no desmerecen la comparación con el cine actual, todavía es capaz de diluir la pesadez del tópico y lo previsible dejando en la mirada del espectador un imborrable sabor especial.
Extraordinaria.