La segunda entrega de esta adaptación de la novela de Tolkien es para mi gusto la más floja de todas las películas que el cineasta Peter Jackson ha realizado a propósito de la obra del escritor sudafricano.
De todas las películas que Jackson ha situado en la Tierra Media, La desolación de Smaug es la película que más se acerca a esas grandes superproducciones espectaculares de corazón helado que basan todo su atractivo en la táctica de la espectacularidad y del efecto especial.
A diferencia de las anteriores, y por supuesto de su injustamente denostada predecesora, "La desolación de Smaug" apenas consigue emocionarme y eso que creo que hay suficiente terreno para ello. Un terreno que Jackson, que nos tenía muy mal acostumbrados, desaprovecha de manera escandalosa por primera vez.
Personalmente, echo en falta la épica emocional que impregnaba las películas anteriores.
Por primera vez, los personajes aparecen aplastados bajo mil y un capas de animación digital.
No estoy diciendo con todo ésto que "La desolación de Smaug" sea una mala película sino que sencillamente no es tan buena.
"La desolación de Smaug" es tan buena como puede serlo una película de la saga de Transformers y ésto, para el que escribe, supone un retroceso evidente y claro que tiene que ver con una más que cristalina y transparente pérdida de espíritu.
Seguramente esta caída en el rendimiento de la saga tenga que ver con el debate acerca de la posibilidad o imposibilidad de hacer tres películas de más de tres horas sobre una obra de evidente menor longitud que "El señor de los anillos".
Seguramente, y por lo anterior, el planteamiento de esta segunda entrega no es otro que convertirla en un interludio de acción en el que los grandes discursos emocionantes que Tolkien pone en boca de sus personajes, la brillante expresión de sus motivaciones e intereses que siempre dan una buena razón a la acción, nos esperan en la tercera y última película.
En cualquier caso, "La desolación de Smaug" es una buena película. Ya quisieran muchos directores de productos cinematográficos poder firmarla.
Las escenas de acción, su principal apuesta, son sencillamente espectaculares, destacando especialmente la lucha en el bosque con las arañas y persecución del dragón Smaug sobre Bilbo, pero, carente de la emotividad que transmiten los personajes, resulta un fuego de artificio que, en la línea del cine de consumo actual, se desvanece enseguida en la mirada y en el espíritu del espectador que la contempla.
Quizá por eso, siendo conscientes de ese punto débil en su proyecto, sus autores han buscando compensar la falta de resonancia que la propia historia trae consigo con un final más abrupto, un "cliffhanger" televisivo en toda la regla, que suscita provocar la expectativa en el espectador de una manera más violenta y directa.
"La desolación de Smaug" decepciona a los que miran más allá de la pura y simple acción buscando las motivaciones e intereses de los personajes que se ven implicados en ella.
Entretenida.
De todas las películas que Jackson ha situado en la Tierra Media, La desolación de Smaug es la película que más se acerca a esas grandes superproducciones espectaculares de corazón helado que basan todo su atractivo en la táctica de la espectacularidad y del efecto especial.
A diferencia de las anteriores, y por supuesto de su injustamente denostada predecesora, "La desolación de Smaug" apenas consigue emocionarme y eso que creo que hay suficiente terreno para ello. Un terreno que Jackson, que nos tenía muy mal acostumbrados, desaprovecha de manera escandalosa por primera vez.
Personalmente, echo en falta la épica emocional que impregnaba las películas anteriores.
Por primera vez, los personajes aparecen aplastados bajo mil y un capas de animación digital.
No estoy diciendo con todo ésto que "La desolación de Smaug" sea una mala película sino que sencillamente no es tan buena.
"La desolación de Smaug" es tan buena como puede serlo una película de la saga de Transformers y ésto, para el que escribe, supone un retroceso evidente y claro que tiene que ver con una más que cristalina y transparente pérdida de espíritu.
Seguramente esta caída en el rendimiento de la saga tenga que ver con el debate acerca de la posibilidad o imposibilidad de hacer tres películas de más de tres horas sobre una obra de evidente menor longitud que "El señor de los anillos".
Seguramente, y por lo anterior, el planteamiento de esta segunda entrega no es otro que convertirla en un interludio de acción en el que los grandes discursos emocionantes que Tolkien pone en boca de sus personajes, la brillante expresión de sus motivaciones e intereses que siempre dan una buena razón a la acción, nos esperan en la tercera y última película.
En cualquier caso, "La desolación de Smaug" es una buena película. Ya quisieran muchos directores de productos cinematográficos poder firmarla.
Las escenas de acción, su principal apuesta, son sencillamente espectaculares, destacando especialmente la lucha en el bosque con las arañas y persecución del dragón Smaug sobre Bilbo, pero, carente de la emotividad que transmiten los personajes, resulta un fuego de artificio que, en la línea del cine de consumo actual, se desvanece enseguida en la mirada y en el espíritu del espectador que la contempla.
Quizá por eso, siendo conscientes de ese punto débil en su proyecto, sus autores han buscando compensar la falta de resonancia que la propia historia trae consigo con un final más abrupto, un "cliffhanger" televisivo en toda la regla, que suscita provocar la expectativa en el espectador de una manera más violenta y directa.
"La desolación de Smaug" decepciona a los que miran más allá de la pura y simple acción buscando las motivaciones e intereses de los personajes que se ven implicados en ella.
Entretenida.