Dirigida en 1963 por Franceso Rosi, "Las manos sobre la ciudad" nos muestra con acierto e interés un episodio de corrupción urbanística y política en el ayuntamiento de Napoles.
Aunque tiene un cierto carácter coral, el protagonista es el concejal y constructor Eduardo Nottola, interpretado por Rod Steiger, el principal cabecilla de una trama de corrupción urbanística que ha venido beneficiándose del dominio político que ejercen los democristianos sobre la ciudad.
La trama de la película se centra en un accidente que sucede en una de las obras de la constructora de Nottola: una casa aledaña se derrumba justo cuando el ciudad está a punto de anunciar un millonario proyecto de ensanche de la ciudad hacia el Norte.
La investigación que realizará la oposición podría poner en compromiso la realización de un proyecto que hará mucho más ricos a los integrantes de la trama político-empresarial que rige los destinos de la ciudad.
"Las manos de la ciudad" es una de las grandes películas de Rosi, para mi gusto uno de los grandes de la épocas dorada del cine italiano, y por lo tanto una gran película.
Rosi inserta la historia en un contexto neorrealista de actores no profesionales que multiplica el carácter casi documental que tiene la película, aspecto que a su vez el poder de lo que se nos cuenta: al fin y al cabo un descenso a las cloacas del poder municipal como metáfora del poder político en la Italia desarrollista de los cincuentas y sesentas.
En este punto, la película tiene un interés brutal pues muestra con transparencia una forma de hacer política que podrían ser extrapolable a nuestro país haciendo que los casi cincuenta años que separan nuestro presente del momento en que se realizó la película sean, como dice el tango, nada.
Así, "Las manos sobre la ciudad" muestran el funcionamiento de la democracia representativa concebida como espectáculo legitimador para el más serio y relevante juego de los viejos intereses creados de siempre, que se juega siempre oculto tras ella, teniendo un valor sociológico y politológico de primer orden.
Al final, la gente se beneficia si quienes hacen los negocios necesitan que se beneficie para poder ellos beneficiarse, nunca antes, porque el negocio es lo primero y sin embargo ese dependiente beneficio de las personas es el mascarón de proa que esconde y legitima todo lo demás. Algo así como le damos a la ciudad lo que necesita la ciudad... y la ciudad debe agradecerlo agradece.
En este sentido, resulta tremenda la secuencia en que el alcalde sofoca una manifestación de ciudadanos que buscan justicia repartiendo literalmente dinero entre los que protestan, esgrimiendo una inolvidable sonrisa de control y satisfacción mientras exclama algo parecido a "mirad, como se hace política".
Inquetante.
Y es inquietante porque en esa critica transversal que Rosi hace de un sistema y una sociedad hay para todos y también hay para el pueblo llano quién aceptando ese dinero, o votando a aquellos que lo reparten otorga legitimidad a esos comportamientos que aprovechan las debilidades de los que no tienen para encontrar apoyos dentro del relato de legitimidad del sistema político democrático.
En definitiva, una obra maestra y genial, llena de matices y que hoy en día resulta tan actual como lo fue en su momento.
De obligatoria visión.
Aunque tiene un cierto carácter coral, el protagonista es el concejal y constructor Eduardo Nottola, interpretado por Rod Steiger, el principal cabecilla de una trama de corrupción urbanística que ha venido beneficiándose del dominio político que ejercen los democristianos sobre la ciudad.
La trama de la película se centra en un accidente que sucede en una de las obras de la constructora de Nottola: una casa aledaña se derrumba justo cuando el ciudad está a punto de anunciar un millonario proyecto de ensanche de la ciudad hacia el Norte.
La investigación que realizará la oposición podría poner en compromiso la realización de un proyecto que hará mucho más ricos a los integrantes de la trama político-empresarial que rige los destinos de la ciudad.
"Las manos de la ciudad" es una de las grandes películas de Rosi, para mi gusto uno de los grandes de la épocas dorada del cine italiano, y por lo tanto una gran película.
Rosi inserta la historia en un contexto neorrealista de actores no profesionales que multiplica el carácter casi documental que tiene la película, aspecto que a su vez el poder de lo que se nos cuenta: al fin y al cabo un descenso a las cloacas del poder municipal como metáfora del poder político en la Italia desarrollista de los cincuentas y sesentas.
En este punto, la película tiene un interés brutal pues muestra con transparencia una forma de hacer política que podrían ser extrapolable a nuestro país haciendo que los casi cincuenta años que separan nuestro presente del momento en que se realizó la película sean, como dice el tango, nada.
Así, "Las manos sobre la ciudad" muestran el funcionamiento de la democracia representativa concebida como espectáculo legitimador para el más serio y relevante juego de los viejos intereses creados de siempre, que se juega siempre oculto tras ella, teniendo un valor sociológico y politológico de primer orden.
Al final, la gente se beneficia si quienes hacen los negocios necesitan que se beneficie para poder ellos beneficiarse, nunca antes, porque el negocio es lo primero y sin embargo ese dependiente beneficio de las personas es el mascarón de proa que esconde y legitima todo lo demás. Algo así como le damos a la ciudad lo que necesita la ciudad... y la ciudad debe agradecerlo agradece.
En este sentido, resulta tremenda la secuencia en que el alcalde sofoca una manifestación de ciudadanos que buscan justicia repartiendo literalmente dinero entre los que protestan, esgrimiendo una inolvidable sonrisa de control y satisfacción mientras exclama algo parecido a "mirad, como se hace política".
Inquetante.
Y es inquietante porque en esa critica transversal que Rosi hace de un sistema y una sociedad hay para todos y también hay para el pueblo llano quién aceptando ese dinero, o votando a aquellos que lo reparten otorga legitimidad a esos comportamientos que aprovechan las debilidades de los que no tienen para encontrar apoyos dentro del relato de legitimidad del sistema político democrático.
En definitiva, una obra maestra y genial, llena de matices y que hoy en día resulta tan actual como lo fue en su momento.
De obligatoria visión.