Es curiosa la trayectoria de George Miller.
Tras filmar en la década de los ochentas del siglo pasado, las tres películas que componen la trilogía de Mad Max protagonizada por un Mel Gibson que con el tiempo ha terminado quedandose mad. Miller vuelve a aparecer para firmar la primera película de "Babe, el cerdito valiente" y las dos de "Happy Feet", el pinguino bailarín.
Entre medias, el sonado y espectacular fracaso de "Las Brujas de Eastwick".
Toda una montaña rusa de la que ya con 70 años Miller parece no haberse bajado pues regresa con una espectacular revisión de su saga del aventurero futurista.
"Mad Max: Furia en la carretera" condensa en una sola la historia de las tres películas precedentes y lo hace, como deben hacerse las cosas, con talento e inteligencia.
En alguna parte he léido que es más de lo mismo y, desde luego, estamos ante un producto industrial que pone sobre la mesa todo el músculo de la acción espectacular para contar una historia de buenos y malos que uno ya se imagina cómo va a acabar, pero lo cierto es que también se las arregla para mostrar un sorprendente rostro de novedad que quien escribe por lo menos agradece.
Porque "Mad Max: Furia en la carretera" no sólo es una película para mirar, un espectáculo comercial compuesto de una sucesión de espectaculares secuencias de acción, magníficamente rodadas, que mantienen al espectador pegado en su silla sino también una película para ver en la que Miller se las arregla para meter de cuando en cuando primeros planos, miradas y gestos, que permite que los personajes principales levanten un poco el vuelo, por encima del mero esquematismo de la fórmula o el género.
En este sentido, y aunque la película se titula como se titula, uno no sabe si el protagonista es Max o la estupenda Imperator Furiosa que con talento da vida una ruda Charlize Theron que hace oposiciones a ser la nueva Ripley en la revisión que el sudafricano Blonkamp se propone hacer de la saga Alien.
Pero lo cierto es que entre ambos personajes, en la relación silenciosa hecha de miradas que se establece entre ambos "Mad Max" muestra un inusual ámbito de crecimiento, un ámbito en el que lo no dicho enriquece la experiencia superficial de la acción con una dimensión de profundidad que enmarca y justifica todo lo que sucede.
Y con mucho lo mejor que ofrece esta película es su heterodoxa apuesta por la mujer. Porque dentro de un contexto masculino y ciclado de escasez, apropiación y violencia la mujer trasciende su condición de mero objeto a la de interpretante que inaugura un sentido nuevo, más positivo y colaborativo.
Y precisamente el valor como héroe de Max es convencerse del carisma de Imperator Furiosa y ayudarla en su afán, que no parece sostenido por la realidad que les sale al paso, por construir un mundo nuevo.
Max escucha lo que Imperator tiene que decir y la elocuencia de su actuar le convence de que es lo correcto convirtiéndose en uno más de un grupo de mujeres que aspiran a algo más que un mundo de jaurías que se devoran a sí mismas.
La mujer como portadora de sentido y cordura en un mundo donde lo masculino no produce más que locura.
Así, en esa relación silenciosa de miradas que mantienen Max y Furiosa no existe el menor atisbo de romanticismo sino el reconocimiento de él hacia ella de un liderazgo, de una superioridad moral que no puede ser dejada de lado. Y esta estructura no es muy habitual dentro del contenido ideológico del cine industrial dedicado a reproducir lo contrario: un juego de seducción en el que el hombre siempre es reconocido por la mujer como líder.
"Mad Max" invierte los términos... y me gusta. Porque la igualdad de la mujer con respecto al hombre no será definitiva hasta que esta invada el espacio de lo simbólico donde el orden social se reproduce y ejerce su hegemonía tal y como Gramsci la concebía.
Y en realidad no habrá igualdad hasta que ese papel de héroe en nuestros relatos que desde tiempo inmemorial ha venido ocupando el hombre sea ocupado indistintamente por un hombre o una mujer.
Porque lo cierto es que el hombre sigue siendo hegemónico en la ficción. En la mayor parte de nuestras historias la mujer sigue siendo un objeto por el que se pelea y que en absoluto tiene nada que decir en la lucha.
Imperiosa tiene otra opinión.
Sin todo este rollo, "Mad Max" sería un blockbuster más, eso sí de los buenos, pero Mad Max aporta ese algo diferente que le aparta del mero espectáculo sumario y para ver.
Buena.
Tras filmar en la década de los ochentas del siglo pasado, las tres películas que componen la trilogía de Mad Max protagonizada por un Mel Gibson que con el tiempo ha terminado quedandose mad. Miller vuelve a aparecer para firmar la primera película de "Babe, el cerdito valiente" y las dos de "Happy Feet", el pinguino bailarín.
Entre medias, el sonado y espectacular fracaso de "Las Brujas de Eastwick".
Toda una montaña rusa de la que ya con 70 años Miller parece no haberse bajado pues regresa con una espectacular revisión de su saga del aventurero futurista.
"Mad Max: Furia en la carretera" condensa en una sola la historia de las tres películas precedentes y lo hace, como deben hacerse las cosas, con talento e inteligencia.
En alguna parte he léido que es más de lo mismo y, desde luego, estamos ante un producto industrial que pone sobre la mesa todo el músculo de la acción espectacular para contar una historia de buenos y malos que uno ya se imagina cómo va a acabar, pero lo cierto es que también se las arregla para mostrar un sorprendente rostro de novedad que quien escribe por lo menos agradece.
Porque "Mad Max: Furia en la carretera" no sólo es una película para mirar, un espectáculo comercial compuesto de una sucesión de espectaculares secuencias de acción, magníficamente rodadas, que mantienen al espectador pegado en su silla sino también una película para ver en la que Miller se las arregla para meter de cuando en cuando primeros planos, miradas y gestos, que permite que los personajes principales levanten un poco el vuelo, por encima del mero esquematismo de la fórmula o el género.
En este sentido, y aunque la película se titula como se titula, uno no sabe si el protagonista es Max o la estupenda Imperator Furiosa que con talento da vida una ruda Charlize Theron que hace oposiciones a ser la nueva Ripley en la revisión que el sudafricano Blonkamp se propone hacer de la saga Alien.
Pero lo cierto es que entre ambos personajes, en la relación silenciosa hecha de miradas que se establece entre ambos "Mad Max" muestra un inusual ámbito de crecimiento, un ámbito en el que lo no dicho enriquece la experiencia superficial de la acción con una dimensión de profundidad que enmarca y justifica todo lo que sucede.
Y con mucho lo mejor que ofrece esta película es su heterodoxa apuesta por la mujer. Porque dentro de un contexto masculino y ciclado de escasez, apropiación y violencia la mujer trasciende su condición de mero objeto a la de interpretante que inaugura un sentido nuevo, más positivo y colaborativo.
Y precisamente el valor como héroe de Max es convencerse del carisma de Imperator Furiosa y ayudarla en su afán, que no parece sostenido por la realidad que les sale al paso, por construir un mundo nuevo.
Max escucha lo que Imperator tiene que decir y la elocuencia de su actuar le convence de que es lo correcto convirtiéndose en uno más de un grupo de mujeres que aspiran a algo más que un mundo de jaurías que se devoran a sí mismas.
La mujer como portadora de sentido y cordura en un mundo donde lo masculino no produce más que locura.
Así, en esa relación silenciosa de miradas que mantienen Max y Furiosa no existe el menor atisbo de romanticismo sino el reconocimiento de él hacia ella de un liderazgo, de una superioridad moral que no puede ser dejada de lado. Y esta estructura no es muy habitual dentro del contenido ideológico del cine industrial dedicado a reproducir lo contrario: un juego de seducción en el que el hombre siempre es reconocido por la mujer como líder.
"Mad Max" invierte los términos... y me gusta. Porque la igualdad de la mujer con respecto al hombre no será definitiva hasta que esta invada el espacio de lo simbólico donde el orden social se reproduce y ejerce su hegemonía tal y como Gramsci la concebía.
Y en realidad no habrá igualdad hasta que ese papel de héroe en nuestros relatos que desde tiempo inmemorial ha venido ocupando el hombre sea ocupado indistintamente por un hombre o una mujer.
Porque lo cierto es que el hombre sigue siendo hegemónico en la ficción. En la mayor parte de nuestras historias la mujer sigue siendo un objeto por el que se pelea y que en absoluto tiene nada que decir en la lucha.
Imperiosa tiene otra opinión.
Sin todo este rollo, "Mad Max" sería un blockbuster más, eso sí de los buenos, pero Mad Max aporta ese algo diferente que le aparta del mero espectáculo sumario y para ver.
Buena.