¡Vuelve Julio!
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viernes, agosto 26, 2011
miércoles, agosto 24, 2011
"No quiero sugerir que la filosofía de la física contemporánea niegue o incluso ponga en duda la realidad del mundo externo sino que, de una manera u otra, suspende el juicio sobre lo que pueda ser la realidad misma o considera la pregunta incontestable. Convertida en un principio metodológico, esta suspensión tiene una doble consecuencia: a) fortalece el cambio del acento teórico desde el metafísico «Qué es...?» (ΤΊ ΕΣΤΊΝ ) al funcional «Cómo...?» y b) establece una certeza práctica (aunque de ningún modo absoluta) que, en sus operaciones con la materia, está libre con buena conciencia del compromiso con cualquier sustancia fuera del contexto operacional. En otras palabras, teóricamente, la transformación del hombre y la naturaleza no tiene otros límites objetivos que aquellos que ofrece la facticidad bruta de la materia, su resistencia todavía no domada al conocimiento y al control."
(El hombre unidimensional. Herbert Marcuse)
(El hombre unidimensional. Herbert Marcuse)
martes, agosto 23, 2011
domingo, agosto 21, 2011
"Hay masas, pero falta ejemplaridad..."
(¿Eclipse de Dios?)
Por ejemplo, millones de jóvenes soportando un arrasador sol de 40 grados durante todo el día, esperando a escuchar lo que el Papa tiene que decir, pero éste, interrumpido por una tormenta, decide no continuar con su discurso...
(Leer más)
Seguro que se lo han perdonado, pero ese perdón no debe disimular el hecho de que debería haber continuado el discurso... después de todo se trata del presuntamente santo mensaje de un presuntamente hombre santo, pero una tormenta lo interrumpe y después queda interrumpido, cortado, para siempre.
Alguien se imagina el sermón de la montaña interrumpido para siempre por una tormenta.
El mensaje siempre es el mensaje y su peso y su valor deben definir su relación con las circunstancias siempre cambiantes de la existencia. Y si es tan esencial nada debe interrumpirlo, pero no debería ser muy importante lo que Ratzinger iba a decir porque podrá esperar ya para siempre... o quizá es que puede ser obviado porque en realidad se trata de lo de siempre.
En fin, un ejemplo más de que a la iglesia le sobra la literatura galante, poesía pastoril sobre la alegría y el amor y le falta el ejemplo, el compromiso real con una sociedad cada vez más injusta. Y sobre ese compromiso la iglesia pasa de puntillas, montada sobre unos mocasines de raso rojos, cumpliendo desde luego la encomiable tarea caritativa de asistir a los restos del naufragio, pero no haciendo realmente nada que pueda realmente influir en el intento decidido de evitar todo ese dolor.
Y esa hipocresía esencial es la que la lastra dentro de un mundo que, por su cuenta (y riesgo), se aleja cada vez más de lo espiritual.
Y en realidad la iglesia necesita a los jóvenes mas que los jóvenes a la iglesia... o por lo menos en igual medida porque es verdad que son el futuro, pero un futuro desde la perspectiva de la viabilidad de la Iglesia como proyecto.
¿Dónde está la doctrina social de la iglesia?
Tan preocupada por el aborto, por el destino de los que aún no han nacido, y tan poco preocupada por el destino de los que están ya en el mundo, salvo para recoger los pedazos de todos aquellos a los que ya ha triturado un mencanismo para el que la iglesia parece no tener opinión ni calificación moral y, en el caso de que la tenga de palabra, en algún discurso, mucho más brillan por su ausencia los posicionamientos, las acciones, las intervenciones, la participación real en un mundo real que la devuelvan a la arena, al riesgo de ser devorada por los nuevos leones de los nuevos emperadores.
La JMJ termina hoy y el ayuntamiento debería instaurar un servicio de barrenderos poéticos que se lleven al vertedero límbico de la vaciedad los millones de toneladas de metáforas, retruecanos y metonimias que se han vertido en las calles de Madrid a lo largo de toda esta semana.
¿Dónde están todos esos cristianos los días de diario a las ocho y media de la mañana?
Yo no los veo.
sábado, agosto 20, 2011
"En la realidad social, a pesar de todos los cambios, la dominación del hombre por el hombre es todavía la continuidad histórica que vincula la Razón pre-tecnológica con la tecnológica. Sin embargo, la sociedad que proyecta y realiza la transformación tecnológica de la naturaleza, altera la base de la dominación, reemplazando gradualmente la dependencia personal (del esclavo con su dueño, el siervo con el señor de la hacienda, el señor con el donador del feudo, etc.) por la dependencia al «orden objetivo de las cosas» (las leyes económicas, los mercados, etc.). Desde luego, el «orden objetivo de las cosas» es en sí mismo resultado de la dominación, pero también es cierto que la dominación genera ahora una racionalidad más alta: la de una sociedad que sostiene su estructura jerárquica mientras explota cada vez más eficazmente los recursos mentales y naturales y distribuye los beneficios de la explotación en una escala cada vez más amplia. Los límites de esta racionalidad, y su siniestra fuerza, aparecen en la progresiva esclavitud del hombre por parte de un aparato productivo que perpetúa la lucha por la existencia y la extiende a una lucha internacional total que arruina las vidas de aquellos que construyen y usan este aparato."
(El hombre unidimensional, Herbert Marcuse)
(El hombre unidimensional, Herbert Marcuse)
SUPER 8
En las entrevistas, J.J. Abrams se ha hartado de decir que en buena medida la razón de existir de "Super 8" tiene que ver con la admiración que el director y guionista siente por el cine de Steven Spielberg.
No necesitaba decirlo.
En el entramado narrativo de "Super 8" hay claros puntos de fuga que llevan al Spielberg que dominó el cine comercial durante los últimos 25 años del siglo pasado y, en concreto, al Spielberg nostálgico que se presenta a través de niños que son todo mirada y sueño, niños que pueden ser pequeños (el protagonista de "E.T.") o grandes (el personaje que interpreta Richard Dreyfuus en "Encuentros en la tercera fase") y que son incapaces de ver las cosas sin las gafas de la fantasía y lo aspiracional, que se acercan al mundo mediante las historiasque ven o leen.
A través de ellos Spielberg realiza el inconfesable deseo de que esas fantasías se realizen ante la incredulidad del más escéptico y realista entorno. Lo que parece lastrarles se convierte en capacidad que les hace absolutamente capaces de creer y comprender la magia que está sucediendo, convirtiéndoles en agente transmisor de esa magia a todos los que le rodean.
El defecto se convierte en virtud y el incomprendido geek se vuelve héroe aceptado y respetado por su entorno.
Y "Super 8" extiende sus raíces sobre ese terreno que en buena medida es una transformación de la ideología disneyana que, a su vez, en buena medida es una parte importante de la cara amable del sueño americano: Si lo deseas con fuerza, de verdad (la letra pequeña del contrato), los sueños siempre se cumplen.
Su historia se sitúa en un nostálgico verano de mediados de los setentas. Un grupo de adolescentes ocupa su tiempo rodando una película de zombies y esa pasión les pondrá en contacto con otra trama de extraterrestres en la tierra a través de un accidente de tren que sucede cerca de su ciudad.
Pero desgraciadamente Abrams no es Spielberg.
"Super 8" va perdiendo interés conforme avanza, si bien mantiene un interés aceptable dentro de lo previsible de un desarrollo que en un momento determinado deja de sorprender. Principalmente carece de ese lirismo Spielberiano en buena parte debido al talento de ese gran compositor de bandas sonoras que fue John Williams que se aliaba perfectamente con la talentosa capacidad técnica que el director norteamericano tenía a la hora de planificar secuencias desde una perspectiva emocional.
Salta a la vista que Abrams es sobre todo un guionista que dirige, desaprovechando situaciones que sin duda alguna el maestro Spielberg habría convertido en lacrimógenas y/o emocionantes, especialmente la historia de amor adolescente entre Joe y Alice quedándose demasiado fuera y en la que uno echa en falta primeros planos de gestos y miradas (cosa cada vez más habitual en el cine y que va en su contra de su capacidad como medio artístico de expresión, porque la profundidad emocional siempre está en los rostros de los actores que encarnan a los personajes).
No obstante, y por si misma, "Super 8" es una película entretenida, con algún buen momento y algún otro claramente desaprovechado si lo que has querido es poner por obra tu admiración hacia el talento de Steven Spielberg... y eso que en teoría es el productor.
En las entrevistas, J.J. Abrams se ha hartado de decir que en buena medida la razón de existir de "Super 8" tiene que ver con la admiración que el director y guionista siente por el cine de Steven Spielberg.
No necesitaba decirlo.
En el entramado narrativo de "Super 8" hay claros puntos de fuga que llevan al Spielberg que dominó el cine comercial durante los últimos 25 años del siglo pasado y, en concreto, al Spielberg nostálgico que se presenta a través de niños que son todo mirada y sueño, niños que pueden ser pequeños (el protagonista de "E.T.") o grandes (el personaje que interpreta Richard Dreyfuus en "Encuentros en la tercera fase") y que son incapaces de ver las cosas sin las gafas de la fantasía y lo aspiracional, que se acercan al mundo mediante las historiasque ven o leen.
A través de ellos Spielberg realiza el inconfesable deseo de que esas fantasías se realizen ante la incredulidad del más escéptico y realista entorno. Lo que parece lastrarles se convierte en capacidad que les hace absolutamente capaces de creer y comprender la magia que está sucediendo, convirtiéndoles en agente transmisor de esa magia a todos los que le rodean.
El defecto se convierte en virtud y el incomprendido geek se vuelve héroe aceptado y respetado por su entorno.
Y "Super 8" extiende sus raíces sobre ese terreno que en buena medida es una transformación de la ideología disneyana que, a su vez, en buena medida es una parte importante de la cara amable del sueño americano: Si lo deseas con fuerza, de verdad (la letra pequeña del contrato), los sueños siempre se cumplen.
Su historia se sitúa en un nostálgico verano de mediados de los setentas. Un grupo de adolescentes ocupa su tiempo rodando una película de zombies y esa pasión les pondrá en contacto con otra trama de extraterrestres en la tierra a través de un accidente de tren que sucede cerca de su ciudad.
Pero desgraciadamente Abrams no es Spielberg.
"Super 8" va perdiendo interés conforme avanza, si bien mantiene un interés aceptable dentro de lo previsible de un desarrollo que en un momento determinado deja de sorprender. Principalmente carece de ese lirismo Spielberiano en buena parte debido al talento de ese gran compositor de bandas sonoras que fue John Williams que se aliaba perfectamente con la talentosa capacidad técnica que el director norteamericano tenía a la hora de planificar secuencias desde una perspectiva emocional.
Salta a la vista que Abrams es sobre todo un guionista que dirige, desaprovechando situaciones que sin duda alguna el maestro Spielberg habría convertido en lacrimógenas y/o emocionantes, especialmente la historia de amor adolescente entre Joe y Alice quedándose demasiado fuera y en la que uno echa en falta primeros planos de gestos y miradas (cosa cada vez más habitual en el cine y que va en su contra de su capacidad como medio artístico de expresión, porque la profundidad emocional siempre está en los rostros de los actores que encarnan a los personajes).
No obstante, y por si misma, "Super 8" es una película entretenida, con algún buen momento y algún otro claramente desaprovechado si lo que has querido es poner por obra tu admiración hacia el talento de Steven Spielberg... y eso que en teoría es el productor.
LOS HERMANOS KARAMAZOV
Escrita entre los años 1879 y 1880, "Los hermanos Karamazov" es tanto por cantidad como por calidad una de las obras cumbre de su autor: el ruso Fiodor Dostoievski.
Rodeado de más de una decena de hilos narrativos secundarios, el contenido esencial de la novela es el asesinato de Fiodor Pavlovitch Karamazov, padre de los hermanos que dan título a la novela; crimen del que es acusado Dimitri, el hermano mayor, un depravado ex-militar de vida licenciosa comido por las deudas.
Por lo visto, Dostoievski escribió el libro preocupado por la situación social y política de la Rusia de finales del XIX, planteando la historia de una familia descompuesta, cuyos miembros se odian entre sí, como metáfora de esa situación complicada de ese momento.
Dostoievski utiliza esta situación narrativa para plantear temas de mayor enjundia; temas de carácter filosófico y religioso que abundan en la necesidad que el ser humano tiene de valores a través de los cuales estructurar y orientar su vida.
Para el autor el ser humano necesita a Dios o alguna idea estructuradora que se le parezca para poder existir de una forma que no sea vana y de todo modo la novela nos muestra el largo viaje que Dimitri realiza desde la desorientación hacia el sentido. Si bien, y aunque la novela hace un énfasis específico en la necesidad que el ser humano tiene de Dios como expresión de una ética y de una perspectiva que de sentido a la vida, Dimitri encuentra ese sentido en el amor correspondido de la bella Agrafena Alejandrovna (Gruchegnka)
Doistoievski no sólo habla de la necesidad de Dios (que también). De modo general, el autor plantea la necesidad que cada personaje tiene de una mirada, de una perspectiva que de sentido a una realidad que por si sola carece de propósito. Y ese sentido puede ser encontrado de muchas formas, siendo la fe religiosa una de las variantes mas eficaces y poderosas. No en vano, Aliosha, el hermano Karamazov más joven, es el más próximo a la religión y el más equilibrado y estructurado de los tres.
Dostoievski es uno de los grandes.
Sus personajes se enfrentan al absurdo nihilista de una existencia que siempre es un asunto insoportable en tanto en cuanto no se encuentre una razón para existir, que les oriente en el laberinto de los días y de las noches por el que todos parecen vagar perdidos. Y la posibilidad de escape sólo es posible a través de algo tan intangible como el sentido, un intangible que sin embargo provee a la mirada de quién lo posee la suficiente fuerza como para otorgar tangibilidad al mundo y a todo lo que forma parte de él.
"Los hermanos Karamazov" es una evidente prueba de inmenso talento del escritor ruso.
Fedor Dostoiewski - Los hermanos Karamazov
Escrita entre los años 1879 y 1880, "Los hermanos Karamazov" es tanto por cantidad como por calidad una de las obras cumbre de su autor: el ruso Fiodor Dostoievski.
Rodeado de más de una decena de hilos narrativos secundarios, el contenido esencial de la novela es el asesinato de Fiodor Pavlovitch Karamazov, padre de los hermanos que dan título a la novela; crimen del que es acusado Dimitri, el hermano mayor, un depravado ex-militar de vida licenciosa comido por las deudas.
Por lo visto, Dostoievski escribió el libro preocupado por la situación social y política de la Rusia de finales del XIX, planteando la historia de una familia descompuesta, cuyos miembros se odian entre sí, como metáfora de esa situación complicada de ese momento.
Dostoievski utiliza esta situación narrativa para plantear temas de mayor enjundia; temas de carácter filosófico y religioso que abundan en la necesidad que el ser humano tiene de valores a través de los cuales estructurar y orientar su vida.
Para el autor el ser humano necesita a Dios o alguna idea estructuradora que se le parezca para poder existir de una forma que no sea vana y de todo modo la novela nos muestra el largo viaje que Dimitri realiza desde la desorientación hacia el sentido. Si bien, y aunque la novela hace un énfasis específico en la necesidad que el ser humano tiene de Dios como expresión de una ética y de una perspectiva que de sentido a la vida, Dimitri encuentra ese sentido en el amor correspondido de la bella Agrafena Alejandrovna (Gruchegnka)
Doistoievski no sólo habla de la necesidad de Dios (que también). De modo general, el autor plantea la necesidad que cada personaje tiene de una mirada, de una perspectiva que de sentido a una realidad que por si sola carece de propósito. Y ese sentido puede ser encontrado de muchas formas, siendo la fe religiosa una de las variantes mas eficaces y poderosas. No en vano, Aliosha, el hermano Karamazov más joven, es el más próximo a la religión y el más equilibrado y estructurado de los tres.
Dostoievski es uno de los grandes.
Sus personajes se enfrentan al absurdo nihilista de una existencia que siempre es un asunto insoportable en tanto en cuanto no se encuentre una razón para existir, que les oriente en el laberinto de los días y de las noches por el que todos parecen vagar perdidos. Y la posibilidad de escape sólo es posible a través de algo tan intangible como el sentido, un intangible que sin embargo provee a la mirada de quién lo posee la suficiente fuerza como para otorgar tangibilidad al mundo y a todo lo que forma parte de él.
"Los hermanos Karamazov" es una evidente prueba de inmenso talento del escritor ruso.
Fedor Dostoiewski - Los hermanos Karamazov
viernes, agosto 19, 2011
Me pregunto dónde están todos esos cristianos los lunes a las ocho de la mañana cuando amanece la nueva injusticia de cada día.
He escuchado atentamente el discurso del papa en El Escorial y estoy de acuerdo con él, en la idea de la educación como algo que va más allá de la mera asunción de conocimientos, en la necesidad de formar personas, perspectivas que conviertan el conocimiento en instrumento, vehículo para la plasmación de un proyecto, de unos valores... pero los católicos siempre se quedan ahí... bueno... la mayoría, porque la iglesia hace una gran tarea de asistencia social que no hay que olvidar y que hay que agradecer.
No obstante, debería de existir una especie de pecado de omisión a través del cual los católicos se midieran el grado en que viven de acuerdo con la fe que dicen profesar porque, y vuelvo a insistir, me pregunto dónde están todos esos cristianos los lunes a las ocho de la mañana.
Si fueran tantos como dicen que son y su fe fuera tan real como dicen, su efecto debería notarse en el funcionamiento del mundo occidental.
Y no se nota.
Vamos a peor.
Y la iglesia sólo aparece para recoger los pedazos que desecha la gran máquina trituradora de cada día. Lo agradezco y lo reconozco ¡Muchas gracias católicos! Pero echo en falta más acción. La voz colectiva de los cristianos cuestionando un mundo cada vez más injusto, rechazándolo en el día a día.
Igual, por ejemplo, los mercados no son lugares donde los valores cristianos estén presentes.
Estaría bien desaprovar públicamente (o incluso excolmulgar) a los que tomando decisiones avariciosas comprometen las vidas de miles de personas condenandoles al paro.
No sólo hablar.
Puede que la iglesia no sea respetada precisamente porque no se hace respetar a través de la hipócrita y evidente convivencia con sus contradicciones.
Y puede también que tal y como están las cosas no haya razones para estar tan alegres como esos jóvenes están, sino preocupados y deseando actuar para cambiar.
Hay mucha gente que sufre ahí fuera.
Los católicos tienen un problema que se llama "dar ejemplo cada día". Imagino que es difícil, pero no es a mi a quién Dios ha llamado.
WHERE THE WILD THINGS ARE
Basada en un cuento infantil escrito por Maurice Sendak en 1963, "Where the wild things are" es uno de los libros favoritos del director Spike Jonze, quién siempre deseó vestirlo de imágenes en la gran pantalla.
La historia es sencilla.
"Where the wild things are" cuenta la imaginaria escapada de su protagonista, un niño llamado Max, hacia una tierra mítica habitada por una serie de peculiares y maravillosos monstruos de quienes termina convirtiéndose en rey.
En ese lugar perdido de su fantasía, Max podrá dar rienda suelta a todas sus emociones, alejado de una realidad que empieza a limitar el espacio donde es posible el juego y que empieza a revelarse como ancha y ajena.
El trabajo de Jonze es brillante construyendo una historia llena de encanto y magia que, en algunos momentos, consigue volar despreocupada como quizá pueda hacerlo la alegría de un niño.
"Where the wild things are" es una película distinta, especial y hermosa.
Toda una obra maestra.
jueves, agosto 18, 2011
JORNADAS DE LA JUVENTUD
El anterior inquilino del Vaticano entendió muy bien que la Iglesia Católica tenía que salir de las sacristías si quería sobrevivir en el mundo moderno; un mundo de imagen, de comunicación y de medios en el que a veces no es necesario ser, basta con parecer.
Seguramente lo tenía claro antes de llegar al pontificado. La iglesia no estaba presente en ese zoco virtual. Aparecía como una institución distante, anquilosada y, por lo tanto, ajena a la realidad de un mundo moderno.
No comparto el modo de pensar de aquel Papa conservador pero si admiro su esfuerzo por hacer presente a la institución en la cambiante y difícil arena de los medios y de la imagen. Y todo a través de convertir la figura de la propia institución papal en un referente mediático para los unos, los suyos, pero también para los otros.
Lo de ser un Papa viajero no fue original. Ya lo fue Pablo VI.
El aspecto diferencial que aportó Juan Pablo II es la construcción de una figura pública mediante la comunicación. Aprovechando el importante papel desempeñado en el nivel local de la realidad de su Polonia natal, Juan Pablo II edificó una figura en la que se pudiera hacer efectiva la virtualidad de toda una institución, de toda un modo de estar y ser en el mundo a través de una ética; una figura en torno a la cual las desmoralizadas filas de los creyentes pudieran organizarse para dar una batalla de presencia social que estaba totalmente perdida.
Así, Juan Pablo II se convirtió también en un producto más, un poster que colgar en una habitación, un punto a través del cual focalizar la entrada a todo un modo de pensar y de sentir. Y la cosa ha salido bien, tan satisfactoriamente que los detractores podemos hablar de culto a la personalidad e incluso de idolatría.
No obstante, la Iglesia como institución necesitaba ese banderín de enganche para entrar en el siglo XXI con nuevas armas y modos de actuar, unas maneras acordes con el nuevo zeitgeist de la época.
Y parte de ese proceso es la apuesta por la juventud. La imagen de la "intelligentsia" eclesial recordaba en su paisaje de senectud al viejo Poliburó de la URSS. No sólo era necesario generar un interlocutor que representase tanto para dentro como para fuera a la institución sino de dotar a esa figura de frescura, de renovación. Y nada mejor para producir esa imagen que incluir como parte de la comunicación la sintonía de un viejo Papa con una juventud que, sigo sin entender por qué, le adoraba incluso hasta el punto de tratarle como una estrella del pop.
Lo cierto es que un día, de pronto, el Papa estaba con los jóvenes. Se presentó a un hombre sano, deportista, jovial, con sentido del humor; un hombre cercano, que abrazaba, que besaba, que bromeaba, que parecía estar en el mundo y que por todo ello conectaba con la juventud... seguramente, y en argumento de circulo concéntrico, precisamente por esa manera de ser.
La juventud está en el alma... Debe ser eso.
Pero conectar con la juventud era la gran prueba del algodón del esfuerzo por contemporaneizar la figura del papado y por extensión de la iglesia.
Y no le ha ido mal a la Iglesia con esta estrategia, por lo menos de puertas para dentro ha suministrado suficiente munición para que muchos se sientan orgullosos de mostrarse públicamente católicos.
Y seguramente por eso su sucesor, Benedicto XVI, está dispuesto a continuar con esta estrategia, aunque sea un hombre que tiene un perfil diferente y que en absoluto es el macho alfa que el rol de Papa precisa para continuar desplegando esa estrategia icónica.
A Benedicto XVI me lo creo mucho menos que Juan Pablo II, pero aquí le tenemos por Madrid, con su mirada taimada, sus mocasines de Gucci, sus maneras suaves de Gran Visir, absolutamente opuesto a que nos pongamos el condón, intransigente con el aborto y sin haber excomulgado a unos cuantos banqueros...
"El hombre del consumo nunca está ante sus propias necesidades, como tampoco está ante el propio producto de su trabajo y tampoco está nunca frente a su propia imagen: es inmanente a los signos que ordena. No más trascendencia, no más finalidad, no más objetivo: lo que caracteriza a esta sociedad es la ausencia de «reflexión», de perspectiva de sí misma."
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus ideologías. Jean Baudrillard)
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus ideologías. Jean Baudrillard)
miércoles, agosto 17, 2011
martes, agosto 16, 2011
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