La historia de los 47 Ronin es una de esas hazañas ejemplares que resumen en teoría el canon del carácter de una sociedad. En este caso la sociedad es el Japón anterior a la segunda guerra mundial, el tradicional y no globalizado.
Se trata de una historia compleja pese a su aparente sencillez.
Todo empieza con una disputa entre un señor, Asano, destinado en labores diplomáticas por el shogun Tokugawa en el palacio del emperador y otro señor Kira, experto en la compleja etiqueta de la corte del emperador. De éste, Asano esperaba una formación que Kira pretendía se le compensase económicamente mientras que Asano entendía que no tenía que haber compensación por tratarse de una inevitable consecuencia de la posición.
El pinzamiento entre los dos a la japonesa se prolonga durante un tiempo hasta que Kira toca la tecla adecuada y provoca a Asano de manera definitiva, haciéndole cometer el inmenso delito de desenvainar la katana dentro de palacio. Asano intenta matar a Kira, pero sólo consigue herirle.
La decisión que toma el emperador, a quién seguramente no llegan las disputas personales e internas entre ambos señores, se basa únicamente en la valoración del imperdonable gesto de Asano, lo que le acarrea la muerte física, la indicación de cometer seppuku (abrirse las tripas de izquierda a derecha y luego de arriba hacia abajo si es que a uno le daba tiempo) junto con la muerte social, la desaparición de su casa y propiedades.
Esta noticia cae entre los suyos que conocen mejor que nadie las tensiones con Kira como una bomba.
Tras un proceso contradictorio y pulsional de intenciones, acaba predominando la mesurada visión del chambelán Oishi, quién decide planificar cuidadosamente la venganza. Sabiendo que el código de honor samurai obligaba a tomar venganza inmediatamente y sabiendo que Kira les estaría esperando con superiores fuerzas haciendo imposible el éxito de su venganza, Oishi decide esperar. Los samurais sirvientes de Asano deciden perder el honor y se convierten en ronin.
El problema de ser ronin tiene que ver con el carácter ferreamente estamental de la sociedad japonesa, lo que implicaba para cada estamento una posición con su consiguiente estructura de deberes y obligaciones. Así, un samurai era un guerrero que se debía a su señor. A cambio toda la manutención le venía a través de la casa de su señor, por lo que si un samurai tenía la desgracia de sobrevivir a su señor se convertía en un paria en un doble sentido: porque se veía obligado a preocuparse de su manutención desempeñando oficios o realizando tareas no aceptables para un guerrero y, lo que era más importante, porque seguía vivo y su señor no... un samurai con honor cometería "seppuku" o se haría matar siguiendo a su señor hasta la muerte.
Asi, todos optan por su suicidio social siendo el propio Oishi la sublimación de ese suicidio optando por una vida de alcohol, prostitutas y juego que incluye el abandono de su mujer, hijos y posición.
Y en este sentido, y aunque no sea un ejemplo de comportamiento canónico de samurai según el bushido, la historia de los 47 ronin si muestra un compendio de cualidades que el buen samurai debe poseer, cualidades como la firmeza, la serenidad, la determinación, la fuerza abundan en la actitud de Oishi y los suyos... El objetivo era conseguir que Kira los subestimase y se olvidase de ellos y de su venganza haciendo más fácil el éxito.
Y es aquí donde creo que está el atractivo de un personaje como Oishi. En su conducta también prima el cálculo, cosa que un samurai nunca debe valorar. Lo importante es la ejecución que en cada momento corresponde sin pensar en su resultado final.
Pero Oishi no sigue el bushido cuando en la decisión que toma prima la necesidad de triunfar por encima de todo.
Oishi quiere triunfar, no sólo hacer lo que corresponde según el código de honor, y en este sentido se convierte en un personaje puente entre la tradición Tokugawa con la restauración Meiji, preocupada en conseguir un imposible equilibrio entre la tradición y la industrialización.
Y en este sentido Oishi es el protagonista adecuado para el mito inspirador de una sociedad japonesa abierta a la modernidad, ejecutando la imposible mixtura entre el honor y el cálculo para conseguir un beneficio.
El resultado final del plan del chambelán es el éxito. Un año y medio después Kira ha bajado la guardia haciendo posible el asalto de la casa y la muerte del causante de la desgracia cuya cabeza fue llevada a la tumba de Asano.
Las consecuencias fueron el "seppuku" para los 47 participantes, pero también la rectificación del emperador y la restauración del nombre y propiedades de los Asano.
La elocuencia cristalina del gesto hizo que el propio dios revisase una decisión anterior y la rectificase, convirtiéndose también estor ronins en héroes desde el punto de vista de guardianes de la justicia dentro de un orden divino que parece producir la justicia por si mismo.
En la década de los treintas del siglo pasado, Kenji Mizoguchi era uno de los grandes nombres del cine japonés y ningún director era más adecuado que él en opinión del gobierno militar nacionalista del general Tojo para poner en imágenes este mito en una producción cinematográfica acontecimiento con la que alimentar con sentido a las masas.
Asi, Mizoguchi dirigió en 1941 esta superproducción de casi 4 horas de duración en la que curiosamente apenas hay acción sino una sucesión de tremendas secuencias en que los personajes se expresan, toman postura y deciden.
A Mizoguchi parecen interesarle más lo que hay dentro de los personajes implicados en la historia que sus acciones, que a fin de cuentas no son más que efectos resultado de causas, de formas de pensar y de decisiones que se toman.
En este sentido, "47 ronin" no es una película recomendable si uno no está acostumbrado al ritmo del cine japonés, abundan las palabras (muchas de ellas formando parte de diálogos brillantemente escritos), pero también los silencios.
No obstante, Mizoguchi tiene tiempo para mostrar su talento para la composición casi pictórica de imágenes y la utilización de la grua para componer planos sucesivos en magistrales vuelos de cámara.
Obra maestra.
Se trata de una historia compleja pese a su aparente sencillez.
Todo empieza con una disputa entre un señor, Asano, destinado en labores diplomáticas por el shogun Tokugawa en el palacio del emperador y otro señor Kira, experto en la compleja etiqueta de la corte del emperador. De éste, Asano esperaba una formación que Kira pretendía se le compensase económicamente mientras que Asano entendía que no tenía que haber compensación por tratarse de una inevitable consecuencia de la posición.
El pinzamiento entre los dos a la japonesa se prolonga durante un tiempo hasta que Kira toca la tecla adecuada y provoca a Asano de manera definitiva, haciéndole cometer el inmenso delito de desenvainar la katana dentro de palacio. Asano intenta matar a Kira, pero sólo consigue herirle.
La decisión que toma el emperador, a quién seguramente no llegan las disputas personales e internas entre ambos señores, se basa únicamente en la valoración del imperdonable gesto de Asano, lo que le acarrea la muerte física, la indicación de cometer seppuku (abrirse las tripas de izquierda a derecha y luego de arriba hacia abajo si es que a uno le daba tiempo) junto con la muerte social, la desaparición de su casa y propiedades.
Esta noticia cae entre los suyos que conocen mejor que nadie las tensiones con Kira como una bomba.
Tras un proceso contradictorio y pulsional de intenciones, acaba predominando la mesurada visión del chambelán Oishi, quién decide planificar cuidadosamente la venganza. Sabiendo que el código de honor samurai obligaba a tomar venganza inmediatamente y sabiendo que Kira les estaría esperando con superiores fuerzas haciendo imposible el éxito de su venganza, Oishi decide esperar. Los samurais sirvientes de Asano deciden perder el honor y se convierten en ronin.
El problema de ser ronin tiene que ver con el carácter ferreamente estamental de la sociedad japonesa, lo que implicaba para cada estamento una posición con su consiguiente estructura de deberes y obligaciones. Así, un samurai era un guerrero que se debía a su señor. A cambio toda la manutención le venía a través de la casa de su señor, por lo que si un samurai tenía la desgracia de sobrevivir a su señor se convertía en un paria en un doble sentido: porque se veía obligado a preocuparse de su manutención desempeñando oficios o realizando tareas no aceptables para un guerrero y, lo que era más importante, porque seguía vivo y su señor no... un samurai con honor cometería "seppuku" o se haría matar siguiendo a su señor hasta la muerte.
Asi, todos optan por su suicidio social siendo el propio Oishi la sublimación de ese suicidio optando por una vida de alcohol, prostitutas y juego que incluye el abandono de su mujer, hijos y posición.
Y en este sentido, y aunque no sea un ejemplo de comportamiento canónico de samurai según el bushido, la historia de los 47 ronin si muestra un compendio de cualidades que el buen samurai debe poseer, cualidades como la firmeza, la serenidad, la determinación, la fuerza abundan en la actitud de Oishi y los suyos... El objetivo era conseguir que Kira los subestimase y se olvidase de ellos y de su venganza haciendo más fácil el éxito.
Y es aquí donde creo que está el atractivo de un personaje como Oishi. En su conducta también prima el cálculo, cosa que un samurai nunca debe valorar. Lo importante es la ejecución que en cada momento corresponde sin pensar en su resultado final.
Pero Oishi no sigue el bushido cuando en la decisión que toma prima la necesidad de triunfar por encima de todo.
Oishi quiere triunfar, no sólo hacer lo que corresponde según el código de honor, y en este sentido se convierte en un personaje puente entre la tradición Tokugawa con la restauración Meiji, preocupada en conseguir un imposible equilibrio entre la tradición y la industrialización.
Y en este sentido Oishi es el protagonista adecuado para el mito inspirador de una sociedad japonesa abierta a la modernidad, ejecutando la imposible mixtura entre el honor y el cálculo para conseguir un beneficio.
El resultado final del plan del chambelán es el éxito. Un año y medio después Kira ha bajado la guardia haciendo posible el asalto de la casa y la muerte del causante de la desgracia cuya cabeza fue llevada a la tumba de Asano.
Las consecuencias fueron el "seppuku" para los 47 participantes, pero también la rectificación del emperador y la restauración del nombre y propiedades de los Asano.
La elocuencia cristalina del gesto hizo que el propio dios revisase una decisión anterior y la rectificase, convirtiéndose también estor ronins en héroes desde el punto de vista de guardianes de la justicia dentro de un orden divino que parece producir la justicia por si mismo.
En la década de los treintas del siglo pasado, Kenji Mizoguchi era uno de los grandes nombres del cine japonés y ningún director era más adecuado que él en opinión del gobierno militar nacionalista del general Tojo para poner en imágenes este mito en una producción cinematográfica acontecimiento con la que alimentar con sentido a las masas.
Asi, Mizoguchi dirigió en 1941 esta superproducción de casi 4 horas de duración en la que curiosamente apenas hay acción sino una sucesión de tremendas secuencias en que los personajes se expresan, toman postura y deciden.
A Mizoguchi parecen interesarle más lo que hay dentro de los personajes implicados en la historia que sus acciones, que a fin de cuentas no son más que efectos resultado de causas, de formas de pensar y de decisiones que se toman.
En este sentido, "47 ronin" no es una película recomendable si uno no está acostumbrado al ritmo del cine japonés, abundan las palabras (muchas de ellas formando parte de diálogos brillantemente escritos), pero también los silencios.
No obstante, Mizoguchi tiene tiempo para mostrar su talento para la composición casi pictórica de imágenes y la utilización de la grua para componer planos sucesivos en magistrales vuelos de cámara.
Obra maestra.