viernes, marzo 15, 2013
No es tarea
fácil la de contradecir a dios
en este
gran teatro del bien y del mal
que con
naturalidad perversa
transmuta
lo bueno en malo… y viceversa,
Faltaría
más.
Con
todo lo que hay que hacer,
y todas
esas cuentas pendientes,
que si
uno se descuida se multiplican
-y que
aunque uno se descuide crecen sin cesar-,
pero
que siempre justifican y atan
como no podía ser de otra forma
estando por medio una divina voz.
como no podía ser de otra forma
estando por medio una divina voz.
En
efecto, no es tarea fácil mantener la calma
cuando,
y por dictamen legal,
el debe
siempre supera inocentemente al haber,
mientras
incesantamente se suceden vanas
y por
boca de ese endemoniado dios
todas estas
intercambiables esperanzas
que
llenan de aire y nada
nuestro
cada vez más escaso pan de cada día.
miércoles, marzo 13, 2013
La
ciudad está llena de oficinistas
sepultados en vida bajo la alargada sombra
de ese incómodo detalle de autenticidad
que puede traicionarles y perderles.
Y sintiendo al otro lado del cristal
el filo de cientos de ojos pendientes
de la enmarañada trama
con pretensiones de autenticidad
que componen cada una de sus palabras,
con pretensiones de autenticidad
que componen cada una de sus palabras,
y cada
uno de sus gestos
habitan con inseguridad milenaria,
sin esperar demasiado,
sin esperar demasiado,
su particular tragedia diaria de
destino incierto
Las sociedades verdaderamente libres crean realidad, no se adaptan a ellas:
“Una sociedad autónoma, una sociedad verdaderamente democrática, es una sociedad que cuestiona todo lo predeterminado y que, en el mismo acto, libera la creación de nuevos significados. En una sociedad así, todos los individuos son libres de crear para sus vidas los significados que quieran (y puedan)”
(Le délabrement de l’Occident, Cornelius Castoriadis)
“Una sociedad autónoma, una sociedad verdaderamente democrática, es una sociedad que cuestiona todo lo predeterminado y que, en el mismo acto, libera la creación de nuevos significados. En una sociedad así, todos los individuos son libres de crear para sus vidas los significados que quieran (y puedan)”
(Le délabrement de l’Occident, Cornelius Castoriadis)
EL TREN DE LA VIDA
Siempre hay una primera vez para todo... dicen... en este caso, "El tren de la vida" es mi primera película rumana... y tan contento que estoy porque esta historia dirigida y escrita en 1998 por Radu Mihaileanu entra dentro de las que llamo películas con encanto.
Sin ser absoluto una película redonda, "El tren de la vida" se las arregla para mantener mi atención como espectador con su sorprendente propuesta, un tanto arriesgada, que busca combinar holocausto con un cierto realismo mágico.
Azuzados por el loco del pueblo, los judíos de una aldea rumana deciden escapar de la amenaza nazi hacia la soñada palestina en un tren de deportación falso que ellos se encargarán de construir y llenar. Sobre este planteamiento un tanto descabellado, Mihaileanu construye una historia coral que cuenta como inequívoco referente al cine del director serbio Emir Kusturica.
La película pisa en algunos momentos la línea que separa lo sublime de lo ridículo llevando a pensar al espectador generoso, y seducido por el extraño encanto de la historia, que esa acumulación de aspectos imposibles que parecen llevar la película del realismo mágico al más chapucero exploit tienen una razón de ser. Y en este sentido la película se explica a sí misma en un sorprendente final que cambia la perspectiva del espectador sobre todo lo que ha visto añadiendo una sobrecogedora dimensión poética que a estas alturas de tanta sorpresa fracasada resulta verdaderamente sorprendente.
En cualquier caso, y lindando algunas veces con lo ridículo y otras con lo directamente pueril, "El tren de la vida" es una historia más que estimable sobre esa necesidad de belleza que anida incluso en el mas loco de los seres humanos, una entrañable historia protagonizada por fantasmas y, como es la vida en terminos shakesperianos, contada por un loco.
Maravillosa... con algunos reparos que el que escribe, aún siendo consciente de ellos, se los perdonan por ser finalmente tan encantadora.
Siempre hay una primera vez para todo... dicen... en este caso, "El tren de la vida" es mi primera película rumana... y tan contento que estoy porque esta historia dirigida y escrita en 1998 por Radu Mihaileanu entra dentro de las que llamo películas con encanto.
Sin ser absoluto una película redonda, "El tren de la vida" se las arregla para mantener mi atención como espectador con su sorprendente propuesta, un tanto arriesgada, que busca combinar holocausto con un cierto realismo mágico.
Azuzados por el loco del pueblo, los judíos de una aldea rumana deciden escapar de la amenaza nazi hacia la soñada palestina en un tren de deportación falso que ellos se encargarán de construir y llenar. Sobre este planteamiento un tanto descabellado, Mihaileanu construye una historia coral que cuenta como inequívoco referente al cine del director serbio Emir Kusturica.
La película pisa en algunos momentos la línea que separa lo sublime de lo ridículo llevando a pensar al espectador generoso, y seducido por el extraño encanto de la historia, que esa acumulación de aspectos imposibles que parecen llevar la película del realismo mágico al más chapucero exploit tienen una razón de ser. Y en este sentido la película se explica a sí misma en un sorprendente final que cambia la perspectiva del espectador sobre todo lo que ha visto añadiendo una sobrecogedora dimensión poética que a estas alturas de tanta sorpresa fracasada resulta verdaderamente sorprendente.
En cualquier caso, y lindando algunas veces con lo ridículo y otras con lo directamente pueril, "El tren de la vida" es una historia más que estimable sobre esa necesidad de belleza que anida incluso en el mas loco de los seres humanos, una entrañable historia protagonizada por fantasmas y, como es la vida en terminos shakesperianos, contada por un loco.
Maravillosa... con algunos reparos que el que escribe, aún siendo consciente de ellos, se los perdonan por ser finalmente tan encantadora.
martes, marzo 12, 2013
“La irreversibilidad de la muerte biológica, su carácter objetivo y puntual, es un hecho científico moderno. Es específico de nuestra cultura. Todas las otras afirman que la muerte comienza antes de la muerte, que la vida continúa después de la vida y que es imposible discriminar la vida de la muerte. Contra la representación que ve en la una el término de la otra, hay que tratar de ver la indeterminación radical de la vida y de la muerte y la imposibilidad de autonomizarlas en el orden simbólico. La muerte no es un plazo, es un matiz de la vida, o quizá la vida es un matiz de la muerte. Pero nuestra idea moderna de la muerte está dominada por un sistema de representaciones totalmente diferente: el de la máquina y el funcionamiento. Una máquina anda o no anda. Del mismo modo, la máquina biológica está muerta o viva.”
(El intercambio simbólico y la muerte, Jean Baudrillard)
(El intercambio simbólico y la muerte, Jean Baudrillard)
"Nada enfurecía a los ingleses tanto como el proteccionismo aduanero y a veces lo hacían saber en un lenguaje de sangre y fuego, como en la Guerra del Opio contra China. Pero la libre competencia en los mercados se convirtió en una verdad revelada para Inglaterra, sólo a partir del momento en que estuvo segura de que era la más fuerte, y después de haber desarrollado su propia industria textil al abrigo de la legislación proteccionista más severa de Europa."
(Las venas abiertas de américa latina, Eduardo Galeano)
(Las venas abiertas de américa latina, Eduardo Galeano)
lunes, marzo 11, 2013
11M
Recuerdo muy bien aquel día.
Y sobre todo recuerdo tres cosas:
1.- Tras el shock inicial, cualquier persona informada y con dos dedos de frente que se hubiera puesto a pensar hubiese tenido grandes problemas para imaginar seriamente que las explosiones formasen parte de un atentado de ETA.
Primeramente porque hubiera sido un evento que contradiría la lógica del fenómeno terrorista puesto que fundamentalmente los atentados se hacen para ser reivindicados. A este respecto, y en primera instancia, ya salió Arnaldo Otegui, el portavoz de ETA en aquel momento, para negar toda participación de los terroristas vascos en el atentado. Posteriormente, y por si quedaba alguna duda y viendo la deriva interesada de la posición del gobierno español, fue la propia organización terrorista la que en un comunicado negó toda relación, cosa que nunca antes había sucedido y, como es lógico, jamás volvió a suceder.
Por otro lado, y entendiendo todo acto terrorista como lo que es: un cruel acto de comunicación, las explosiones de los trenes de cercanías implicaban un claro cambio de emisor. Por aquella época, ETA había dejado de matar de una manera fluida, sus atentados eran esporádicos y localizados. Principalmente, explosiones aisladas en polígonos en medio de ninguna parte y alguna que otra ejecución. Actos que reflejaban su incapacidad y agotamiento y en este sentido el tremendo atentado de volar varios trenes por los aires supone 16 inesperadas vueltas de tuerca en el proceder de una organización a la que además se acusaba por aquella época de haber perdido incluso calidad en sus acciones. Recuerdo perfectamente que portavoces políticos y policiales hablaban de una ETA descabezada sumida en un profundo cambio generacional que llenaba sus filas de terroristas jóvenes y faltos de experiencia... y de pronto llegaba la mañana del 11 de Marzo. La voladura de los trenes. Su carácter indiscriminado y brutal, su tamaño y alcance, su vertiente suicida, lo emparejaban más con los terroristas islámicos que por aquel entonces se volaban en las calles comerciales de Tel Aviv que con los que asesinaban a un guardia civil en una perdida carretera de Navarra o se volaban por los aires intentando poner una bomba...
Los datos estaban ahí y decían que se trataba claramente de un nuevo interlocutor.
2.- En otro orden de cosas, estaban las consecuencias que para el gobierno del Partido Popular estaba implicando el sorprendente apoyo incondicional a la intervención americana en Irak, sellado con fotografía y todo en las Azores. Apoyo que ya había producido amenazas aisladas desde las filas de los islamistas, incluyendo delirantes discursos de reconquista del perdido Al-Andalus, tema favorito para explayarse por buena parte de los tertulianos de derechas.
De todos modos, y dentro de lo posible, el mayor peligro que podía afrontar el Partido Popular de cara a la opinión pública española como consecuencia de la guerra de Irak era un atentado islamista como el del metro de Londres.
Algún artículo y alguna opinión ya se habían vertido a este respecto.
Una acción así podía desbordar de sus límites ideológicos el amplio movimiento social de No a la Guerra con el que buena parte de la sociedad civil respondió a la decisión del gobierno de Aznar de apoyar la incuestionablemente injusta segunda guerra de Irak. Y este desborde de límites podría afectar a bolsas de voto con las que por el momento contaban los populares para ganar y continuar en el gobierno, victoria que las encuestas les otorgaban por una cierta holgura.
Y en este sentido, nada podría ser peor que se produjera además el atentado con apenas dos días de distancia de las elecciones... y uno de ellos la jornada de reflexión. Toda información que cada día apuntase a los islamistas significaría sin duda una prolongación de la hemorragia de votos que se temía. Bastaban un par de declaraciones y otro par de titulares para llegar a la más temida simplificación: nos ponen la bomba por ir a una guerra en la que no deberíamos estar.
Y todos sabemos, populares incluídos, que esta democracia neurótica nuestra que tiene tan buena opinión de si misma y tan decepcionante realidad se mueve a golpes de simplificaciones como ésta . Es por ésto que el gobierno explotó hasta el extremo la inexistente pista etarra.... con llamadas personales del presidente del gobierno incluidas a los directores de medios garantizando la veracidad de semejante mentira.
Además, todo lo que fuera una respuesta agresiva de ETA ante la dureza del gobierno Aznar... respuesta que nunca se produjo sino de manera aislada beneficiaba a los populares proporcionando una prueba que respaldaba la adecuación a la realidad de su discurso.
En aquel momento, la hipótesis de ETA no tenía mas que ventajas y entiendo que el escenario que manejaban los populares era mantener semejante hipótesis un par de días, lo suficiente para confirmar la victoria electoral que se predecía, y posteriormente, con cuatro años por delante, empezar a manejar la otra innombrable hipótesis, pero la realidad les superó. No eran tan duros como sus abdominales posteriormente nos quieren hacer pensar.
3.- Subido al caballo de la sociedad civil del No a la Guerra, el Partido Socialista jugó muy bien sus cartas, alguna de ellas de una manera no muy honesta, pero, y con independencia de participaciones puntuales, fue principalmente el sentido común de la sociedad civil el que se negó a aceptar una mentira que ya era insostenible al segundo día, el de la jornada de reflexión, castigando electoralmente al mentiroso.
La no reivindicación por parte de ETA, la constatación de manera concreta del carácter suicida del atentado y de manera genérica de su escenografía brutal y desproporcionada, unido a la revelación de las identidades magrebíes de los actores últimos fueron suficiente prueba para la duda de muchos y en este aspecto, confundiendo realidad con deseo, el gobierno de Aznar, en un acto de supina soberbia que ya empezaba a caracterizar al principal responsable, prefirió mantenerse en la certeza de una explicación que resultó aún mucho más mentirosa ante la falta de respuestas a preguntas que ya se revelaban como fundamentales.
Recuerdo muy bien aquel día.
Y sobre todo recuerdo tres cosas:
1.- Tras el shock inicial, cualquier persona informada y con dos dedos de frente que se hubiera puesto a pensar hubiese tenido grandes problemas para imaginar seriamente que las explosiones formasen parte de un atentado de ETA.
Primeramente porque hubiera sido un evento que contradiría la lógica del fenómeno terrorista puesto que fundamentalmente los atentados se hacen para ser reivindicados. A este respecto, y en primera instancia, ya salió Arnaldo Otegui, el portavoz de ETA en aquel momento, para negar toda participación de los terroristas vascos en el atentado. Posteriormente, y por si quedaba alguna duda y viendo la deriva interesada de la posición del gobierno español, fue la propia organización terrorista la que en un comunicado negó toda relación, cosa que nunca antes había sucedido y, como es lógico, jamás volvió a suceder.
Por otro lado, y entendiendo todo acto terrorista como lo que es: un cruel acto de comunicación, las explosiones de los trenes de cercanías implicaban un claro cambio de emisor. Por aquella época, ETA había dejado de matar de una manera fluida, sus atentados eran esporádicos y localizados. Principalmente, explosiones aisladas en polígonos en medio de ninguna parte y alguna que otra ejecución. Actos que reflejaban su incapacidad y agotamiento y en este sentido el tremendo atentado de volar varios trenes por los aires supone 16 inesperadas vueltas de tuerca en el proceder de una organización a la que además se acusaba por aquella época de haber perdido incluso calidad en sus acciones. Recuerdo perfectamente que portavoces políticos y policiales hablaban de una ETA descabezada sumida en un profundo cambio generacional que llenaba sus filas de terroristas jóvenes y faltos de experiencia... y de pronto llegaba la mañana del 11 de Marzo. La voladura de los trenes. Su carácter indiscriminado y brutal, su tamaño y alcance, su vertiente suicida, lo emparejaban más con los terroristas islámicos que por aquel entonces se volaban en las calles comerciales de Tel Aviv que con los que asesinaban a un guardia civil en una perdida carretera de Navarra o se volaban por los aires intentando poner una bomba...
Los datos estaban ahí y decían que se trataba claramente de un nuevo interlocutor.
2.- En otro orden de cosas, estaban las consecuencias que para el gobierno del Partido Popular estaba implicando el sorprendente apoyo incondicional a la intervención americana en Irak, sellado con fotografía y todo en las Azores. Apoyo que ya había producido amenazas aisladas desde las filas de los islamistas, incluyendo delirantes discursos de reconquista del perdido Al-Andalus, tema favorito para explayarse por buena parte de los tertulianos de derechas.
De todos modos, y dentro de lo posible, el mayor peligro que podía afrontar el Partido Popular de cara a la opinión pública española como consecuencia de la guerra de Irak era un atentado islamista como el del metro de Londres.
Algún artículo y alguna opinión ya se habían vertido a este respecto.
Una acción así podía desbordar de sus límites ideológicos el amplio movimiento social de No a la Guerra con el que buena parte de la sociedad civil respondió a la decisión del gobierno de Aznar de apoyar la incuestionablemente injusta segunda guerra de Irak. Y este desborde de límites podría afectar a bolsas de voto con las que por el momento contaban los populares para ganar y continuar en el gobierno, victoria que las encuestas les otorgaban por una cierta holgura.
Y en este sentido, nada podría ser peor que se produjera además el atentado con apenas dos días de distancia de las elecciones... y uno de ellos la jornada de reflexión. Toda información que cada día apuntase a los islamistas significaría sin duda una prolongación de la hemorragia de votos que se temía. Bastaban un par de declaraciones y otro par de titulares para llegar a la más temida simplificación: nos ponen la bomba por ir a una guerra en la que no deberíamos estar.
Y todos sabemos, populares incluídos, que esta democracia neurótica nuestra que tiene tan buena opinión de si misma y tan decepcionante realidad se mueve a golpes de simplificaciones como ésta . Es por ésto que el gobierno explotó hasta el extremo la inexistente pista etarra.... con llamadas personales del presidente del gobierno incluidas a los directores de medios garantizando la veracidad de semejante mentira.
Además, todo lo que fuera una respuesta agresiva de ETA ante la dureza del gobierno Aznar... respuesta que nunca se produjo sino de manera aislada beneficiaba a los populares proporcionando una prueba que respaldaba la adecuación a la realidad de su discurso.
En aquel momento, la hipótesis de ETA no tenía mas que ventajas y entiendo que el escenario que manejaban los populares era mantener semejante hipótesis un par de días, lo suficiente para confirmar la victoria electoral que se predecía, y posteriormente, con cuatro años por delante, empezar a manejar la otra innombrable hipótesis, pero la realidad les superó. No eran tan duros como sus abdominales posteriormente nos quieren hacer pensar.
3.- Subido al caballo de la sociedad civil del No a la Guerra, el Partido Socialista jugó muy bien sus cartas, alguna de ellas de una manera no muy honesta, pero, y con independencia de participaciones puntuales, fue principalmente el sentido común de la sociedad civil el que se negó a aceptar una mentira que ya era insostenible al segundo día, el de la jornada de reflexión, castigando electoralmente al mentiroso.
La no reivindicación por parte de ETA, la constatación de manera concreta del carácter suicida del atentado y de manera genérica de su escenografía brutal y desproporcionada, unido a la revelación de las identidades magrebíes de los actores últimos fueron suficiente prueba para la duda de muchos y en este aspecto, confundiendo realidad con deseo, el gobierno de Aznar, en un acto de supina soberbia que ya empezaba a caracterizar al principal responsable, prefirió mantenerse en la certeza de una explicación que resultó aún mucho más mentirosa ante la falta de respuestas a preguntas que ya se revelaban como fundamentales.
domingo, marzo 10, 2013
THE MASTER
Es cierto que la película hace honor a su titulo y está protagonizada por un maestro: el Dr. Lancaster Dodd magnificamente interpretado por Phillip Seymour Hoffmann. Un carismático paracientífico que propone un sentido y un método para entender o vivir la vida y que por lo visto está inspirado en L. Ron Hubbard, el creador de la Cienciología, aunque no veo por qué no podría ser John Harvey Kellogg, el médico inventor de los corn flakes.
Y como siempre que hay un maestro, debe haber un discípulo. En este caso, se trata de Freddie Quell, un personaje introvertido, aislado, alcohólico y autodestructivo, también brillantemente interpretado por Joaquin Phoenix. No se sabe bien si Quell está destrozado por la guerra o ya venía dañado de antes, algunos comentarios y actitudes del propio personaje me generan esa duda, pero, y en cualquier caso, Quell se convierte en un reto para ese dominador de mentes espíritus que es el Dr. Lancaster Dodd.
Buena parte de la película está dedicada a mostrar los esfuerzos que Dodd hace por hacer un adaptado del inadaptado Quell, un metodo extraño que combina la ciencia con la metafísica, la psicología con la medicina y que no termina de funcionar porque, y por encima de todo, The Master es la historia de alguien que no quiere o no puede aprender.
Y en este sentido, la película cuenta con dos momentos esenciales en la que, a mi entender, se explica de manera meridiana.
Por un lado, está la secuencia en que Dodd propone conducir una motocicleta por el desierto hasta alcanzar un objetivo fijado en la distancia. Mientras Dodd conduce moderadamente rápido hacia un objetivo cercano, mostrando de todo modo la cierta falsedad que encarna toda su propuesta, Quell, como buen converso, conduce la moto a toda velocidad hasta desaparecer.
Por otro, el discurso final en el que Dodd, sin decírselo claramente, da por perdido a Quell como discípulo argumentando su imposibilidad de fijarse el objetivo de servir a un amo criticando, sin decírselo claramente, la locura autodestructiva que se convierte en una especie de inevitable libertad que le impide atarse a nada que, a su vez, le permita medrar y tener éxito en la vida... cosa que Dodd al igual que Hubbard o Kellogg consigue finalmente hacer a costa de suministrar una pauta de conducta y vida a todos aquellos lo suficientemente débiles como para tenerla.
Y en este sentido, Quell se convierte en un tolerable límite que confirma a Dodd la realidad de su éxito; una especie de enloquecido salvaje incapaz de construir, una existencia incomprensible que sin embargo tiene su lugar en la falta de trascendencia y el olvido que implica una existencia esforzada y sin pretensiones.
Asi, el director Paul Thomas Anderson contrapone dos modos de ser extremos: uno racional, apolíneo y calculador y otro irracional, dionisiaco y pulsional; dos sensibilidades que como el agua y el aceite jamás pueden mezclar pero que no dejan de sentir una extraña e irreprimible fascinación el uno hacia el otro.
Su The master no es otra cosa que una suerte de aprendiz de brujo en el que ni el maestro ni el aprendiz pueden evitar su destino contrapuesto, un destino que por mucho que se empeñen en negar ambos desde el primer momento quieren; aspecto que de modo colateral Anderson utiliza para realizar una especie de genealogía del éxito basándose en una quirúrgica disección del concepto de self made man que ya empezó en su película anterior There will be blood.
No tengo la menor duda de que la evidente oscuridad y complejidad que caracteriza al cine de Anderson proviene de lo oscuro y complejo de sus pretensiones que, a mi entender, no son otras que revolver en el desván del mito de lo americano.
Tanto el Daniel Plainview de There will be blood como este Dr. Dodd de The Master son dos voluntades desencadenadas e imparables, dos fuerzas de la naturaleza en las que el fin lo es todo y que despliegan todo su estar siempre de una manera calculada e interesada, persiguiendo egoístamente un propio fin que, con independencia de la circunstancia personal de cada personaje, tiene como objetivo sobrevivir y medrar en un mundo cruel... y ese ecce homo llamado Freddy Quell es una prueba viva de semejante crueldad amenazante.
Por todo ello, tengo la impresión de que ambas películas comparten un tronco común que es mostrar las oscuras raíces donde se asienta todo un modo de pensar llamado conservadurismo, republicanismo, neoliberalismo, un mundo de débiles y fuertes en donde si uno se descuida acaba como Freddy Quell, y Anderson lo hace a través de extremas aberraciones que llevan hasta las últimas consecuencias determinados modos de ser.
A Anderson le interesa por encima de todo contarnos cómo cree que son esos vencedores de la lucha por la existencia y lo hace por cierto con mucho talento.
Extraordinaria.
Es cierto que la película hace honor a su titulo y está protagonizada por un maestro: el Dr. Lancaster Dodd magnificamente interpretado por Phillip Seymour Hoffmann. Un carismático paracientífico que propone un sentido y un método para entender o vivir la vida y que por lo visto está inspirado en L. Ron Hubbard, el creador de la Cienciología, aunque no veo por qué no podría ser John Harvey Kellogg, el médico inventor de los corn flakes.
Y como siempre que hay un maestro, debe haber un discípulo. En este caso, se trata de Freddie Quell, un personaje introvertido, aislado, alcohólico y autodestructivo, también brillantemente interpretado por Joaquin Phoenix. No se sabe bien si Quell está destrozado por la guerra o ya venía dañado de antes, algunos comentarios y actitudes del propio personaje me generan esa duda, pero, y en cualquier caso, Quell se convierte en un reto para ese dominador de mentes espíritus que es el Dr. Lancaster Dodd.
Buena parte de la película está dedicada a mostrar los esfuerzos que Dodd hace por hacer un adaptado del inadaptado Quell, un metodo extraño que combina la ciencia con la metafísica, la psicología con la medicina y que no termina de funcionar porque, y por encima de todo, The Master es la historia de alguien que no quiere o no puede aprender.
Y en este sentido, la película cuenta con dos momentos esenciales en la que, a mi entender, se explica de manera meridiana.
Por un lado, está la secuencia en que Dodd propone conducir una motocicleta por el desierto hasta alcanzar un objetivo fijado en la distancia. Mientras Dodd conduce moderadamente rápido hacia un objetivo cercano, mostrando de todo modo la cierta falsedad que encarna toda su propuesta, Quell, como buen converso, conduce la moto a toda velocidad hasta desaparecer.
Por otro, el discurso final en el que Dodd, sin decírselo claramente, da por perdido a Quell como discípulo argumentando su imposibilidad de fijarse el objetivo de servir a un amo criticando, sin decírselo claramente, la locura autodestructiva que se convierte en una especie de inevitable libertad que le impide atarse a nada que, a su vez, le permita medrar y tener éxito en la vida... cosa que Dodd al igual que Hubbard o Kellogg consigue finalmente hacer a costa de suministrar una pauta de conducta y vida a todos aquellos lo suficientemente débiles como para tenerla.
Y en este sentido, Quell se convierte en un tolerable límite que confirma a Dodd la realidad de su éxito; una especie de enloquecido salvaje incapaz de construir, una existencia incomprensible que sin embargo tiene su lugar en la falta de trascendencia y el olvido que implica una existencia esforzada y sin pretensiones.
Asi, el director Paul Thomas Anderson contrapone dos modos de ser extremos: uno racional, apolíneo y calculador y otro irracional, dionisiaco y pulsional; dos sensibilidades que como el agua y el aceite jamás pueden mezclar pero que no dejan de sentir una extraña e irreprimible fascinación el uno hacia el otro.
Su The master no es otra cosa que una suerte de aprendiz de brujo en el que ni el maestro ni el aprendiz pueden evitar su destino contrapuesto, un destino que por mucho que se empeñen en negar ambos desde el primer momento quieren; aspecto que de modo colateral Anderson utiliza para realizar una especie de genealogía del éxito basándose en una quirúrgica disección del concepto de self made man que ya empezó en su película anterior There will be blood.
No tengo la menor duda de que la evidente oscuridad y complejidad que caracteriza al cine de Anderson proviene de lo oscuro y complejo de sus pretensiones que, a mi entender, no son otras que revolver en el desván del mito de lo americano.
Tanto el Daniel Plainview de There will be blood como este Dr. Dodd de The Master son dos voluntades desencadenadas e imparables, dos fuerzas de la naturaleza en las que el fin lo es todo y que despliegan todo su estar siempre de una manera calculada e interesada, persiguiendo egoístamente un propio fin que, con independencia de la circunstancia personal de cada personaje, tiene como objetivo sobrevivir y medrar en un mundo cruel... y ese ecce homo llamado Freddy Quell es una prueba viva de semejante crueldad amenazante.
Por todo ello, tengo la impresión de que ambas películas comparten un tronco común que es mostrar las oscuras raíces donde se asienta todo un modo de pensar llamado conservadurismo, republicanismo, neoliberalismo, un mundo de débiles y fuertes en donde si uno se descuida acaba como Freddy Quell, y Anderson lo hace a través de extremas aberraciones que llevan hasta las últimas consecuencias determinados modos de ser.
A Anderson le interesa por encima de todo contarnos cómo cree que son esos vencedores de la lucha por la existencia y lo hace por cierto con mucho talento.
Extraordinaria.
jueves, marzo 07, 2013
TEMPESTAD SOBRE WASHINGTON
Por encima de todo, Otto Preminger fue un tipo muy astuto, que supo entender muy bien las características del público norteamericano al que se dirigían sus películas... sobre todo sus oscuridades y debilidades.
Pero también fue lo suficiente inteligente como para saber que precisamente, y recordando a Georges Bataille en su ensayo sobre lo profano, donde uno más quiere mirar es precisamente dónde le dicen que no puede hacerlo.
Nacido en Wiznitz, una localidad que hoy en día pertenece a Ucrania, pero que en su momento formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, Preminger forma parte de esa oleada de directores centro-europeos que por circunstancias políticas, personales y/o profesionales emigraron a los Estados Unidos.
Preminger siempre se preocupó de cultivar ese "peligroso" lado intelectual y crítico que para cierta opinión pública norteamericana, bastante contaminada por el macartismo, representaba lo europeo abordando siempre proyectos centrados en temas polémicos, y en mayor o menor medida alejados de la luminosa calle principal donde confortablemente paseaba lo aceptado y convencional.
Y así partiendo del cine negro con obras maestras como Laura o Angel o diablo, Preminger fue labrándose una sólida fama de director eficiente capaz de crear dramas estimulantes basados en temas adultos.
Dirigida en 1962, Tempestad sobre Washington forma parte de la edad de oro del director cuyo éxito, basado en el morbo que sus películas generaban en una sociedad demasiado puritana, le permitió convertirse en su propio productor.
Esta época comienza con la adaptación de la nihilista novela de la adolescente Françoise Sagan "Buenos días tristeza" en 1958 y alcanza su momento de esplendor a principios de la década de los sesentas del siglo pasado con "Anatomía de un asesinato" (1959), "Exodo" (1960), "Tempestad sobre Washington" (1962) y la posterior "El cardenal" (1964)... todas superproducciones, con grandes repartos, bastante nominadas al premio Oscar -cuando no premiadas- y que con sólidos guiones abordaban temas -como ya he comentado- adultos: violación y racismo, holocausto y política internacional, alta política, y homosexualidad, alta religión y el bajo mundo... si mal no recuerdo.... casi nada!
"Tempestad sobre Washington" esta basada en la novela Advice and Consent que fue premio Pulitzer a finales de la década de los cincuentas y sucede dentro de un espacio que hasta el momento había sido tabú dentro de la cinematografía norteamericana: los enredos de la alta política de Washington.
Un enfermo presidente de los Estados Unidos decide poner toda su confianza en Robert Leffingwell (Henry Fonda), un personaje polémico que desencadenará toda una trama de intereses en el senado como consecuencia de la necesidad de respaldar ese nombramiento.
De hecho, el propio titulo de la novela (que por cierto es el titulo real de la película), Advice a Consent hace referencia a una fórmula legal que acompaña a toda promulgación del poder ejecutivo que ha sido respaldada por el poder legislativo... El ejecutivo promulga con el consejo y el consentimiento del legislativo... y Tempestad sobre Washington no cuenta otra cosa que los trapos sucios que hay detrás de un acto respaldado por esa fórmula legal, en este caso el nombramiento de Leffingwell como secretario de estado.
No obstante, y si uno espera encontrar cuestionamiento en las películas de Preminger se equivoca. Otto era mucho más inteligente que eso.
Sus películas en general no se meten en ningún lio. No hay valoraciones ni tomas de postura en el cine de Preminger que siempre se limita a mostrar, a sugerir aquello de lo que no se habla o aquello que no se suele dejar ver... lo suficiente como para que las manos lleguen a los collares de perlas o se crucen las piernas en la dirección opuesta.
Preminger se limita a nombrar lo innombrable para poner sus producciones a la estela de su rebufo consiguiendo un efecto sensacionalista que acompaña lo justo y necesario a películas como ésta que nos ocupa: poderosos artefactos narrativos, llenos de interés y ritmo, que funcionan por si mismos.
Por así decirlo, debajo de cada película de Preminger funciona un preciso y eficaz artefacto de relojería narrativo que atrapa al espectador desde el primer momento tras suscitar su interés mediante el morbo que supone, en este caso, ver Washington desde dentro. Y en este sentido Tempestad sobre Washington es un magnífico ejemplo de las virtudes de Preminger como narrador.
En casi todos los casos, y como no podía ser de otra forma, el modo en que Prmeinger aborda esos tema polémicos resulta ya insuficiente, pero la solidez narrativa del producto permanece.
Asi, y hoy en día, "Tempestad sobre Washington" resulta una película brillante, un absorbente drama de personajes con la política como fondo.
Extraordinaria.
Por encima de todo, Otto Preminger fue un tipo muy astuto, que supo entender muy bien las características del público norteamericano al que se dirigían sus películas... sobre todo sus oscuridades y debilidades.
Pero también fue lo suficiente inteligente como para saber que precisamente, y recordando a Georges Bataille en su ensayo sobre lo profano, donde uno más quiere mirar es precisamente dónde le dicen que no puede hacerlo.
Nacido en Wiznitz, una localidad que hoy en día pertenece a Ucrania, pero que en su momento formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, Preminger forma parte de esa oleada de directores centro-europeos que por circunstancias políticas, personales y/o profesionales emigraron a los Estados Unidos.
Preminger siempre se preocupó de cultivar ese "peligroso" lado intelectual y crítico que para cierta opinión pública norteamericana, bastante contaminada por el macartismo, representaba lo europeo abordando siempre proyectos centrados en temas polémicos, y en mayor o menor medida alejados de la luminosa calle principal donde confortablemente paseaba lo aceptado y convencional.
Y así partiendo del cine negro con obras maestras como Laura o Angel o diablo, Preminger fue labrándose una sólida fama de director eficiente capaz de crear dramas estimulantes basados en temas adultos.
Dirigida en 1962, Tempestad sobre Washington forma parte de la edad de oro del director cuyo éxito, basado en el morbo que sus películas generaban en una sociedad demasiado puritana, le permitió convertirse en su propio productor.
Esta época comienza con la adaptación de la nihilista novela de la adolescente Françoise Sagan "Buenos días tristeza" en 1958 y alcanza su momento de esplendor a principios de la década de los sesentas del siglo pasado con "Anatomía de un asesinato" (1959), "Exodo" (1960), "Tempestad sobre Washington" (1962) y la posterior "El cardenal" (1964)... todas superproducciones, con grandes repartos, bastante nominadas al premio Oscar -cuando no premiadas- y que con sólidos guiones abordaban temas -como ya he comentado- adultos: violación y racismo, holocausto y política internacional, alta política, y homosexualidad, alta religión y el bajo mundo... si mal no recuerdo.... casi nada!
"Tempestad sobre Washington" esta basada en la novela Advice and Consent que fue premio Pulitzer a finales de la década de los cincuentas y sucede dentro de un espacio que hasta el momento había sido tabú dentro de la cinematografía norteamericana: los enredos de la alta política de Washington.
Un enfermo presidente de los Estados Unidos decide poner toda su confianza en Robert Leffingwell (Henry Fonda), un personaje polémico que desencadenará toda una trama de intereses en el senado como consecuencia de la necesidad de respaldar ese nombramiento.
De hecho, el propio titulo de la novela (que por cierto es el titulo real de la película), Advice a Consent hace referencia a una fórmula legal que acompaña a toda promulgación del poder ejecutivo que ha sido respaldada por el poder legislativo... El ejecutivo promulga con el consejo y el consentimiento del legislativo... y Tempestad sobre Washington no cuenta otra cosa que los trapos sucios que hay detrás de un acto respaldado por esa fórmula legal, en este caso el nombramiento de Leffingwell como secretario de estado.
No obstante, y si uno espera encontrar cuestionamiento en las películas de Preminger se equivoca. Otto era mucho más inteligente que eso.
Sus películas en general no se meten en ningún lio. No hay valoraciones ni tomas de postura en el cine de Preminger que siempre se limita a mostrar, a sugerir aquello de lo que no se habla o aquello que no se suele dejar ver... lo suficiente como para que las manos lleguen a los collares de perlas o se crucen las piernas en la dirección opuesta.
Preminger se limita a nombrar lo innombrable para poner sus producciones a la estela de su rebufo consiguiendo un efecto sensacionalista que acompaña lo justo y necesario a películas como ésta que nos ocupa: poderosos artefactos narrativos, llenos de interés y ritmo, que funcionan por si mismos.
Por así decirlo, debajo de cada película de Preminger funciona un preciso y eficaz artefacto de relojería narrativo que atrapa al espectador desde el primer momento tras suscitar su interés mediante el morbo que supone, en este caso, ver Washington desde dentro. Y en este sentido Tempestad sobre Washington es un magnífico ejemplo de las virtudes de Preminger como narrador.
En casi todos los casos, y como no podía ser de otra forma, el modo en que Prmeinger aborda esos tema polémicos resulta ya insuficiente, pero la solidez narrativa del producto permanece.
Asi, y hoy en día, "Tempestad sobre Washington" resulta una película brillante, un absorbente drama de personajes con la política como fondo.
Extraordinaria.
martes, marzo 05, 2013
Antes
de todo.
Mucho más
allá del primer momento de todos los
momentos.
Antes
de cualquier materia y de cualquier cuerpo.
Precediendo
la posibilidad de cualquier deseo,
yendo
de la mano de la propia nada en movimiento,
ya
existía la alargada sombra del silencio
empapando
el sueño de la materia,
deslizándose
sinuosa, en el parsimonioso despertar
de lo
que quiere ser, hacia lo incierto
domingo, marzo 03, 2013
DJANGO UNCHAINED
No se parece mucho este Django de Quentin Tarantino al spaghetti western dirigido por Sergio Corbucci en 1966 cuyo nombre comparte... por cierto aquel Django que interpretaba Franco Nero compartía muchas cosas con el Yojimbo de Akira Kurosawa película de la que es claramente deudora tanto en sus aciertos como en sus limitaciones.
No obstante, el propósito de Tarantino no era la revisión concreta del filme sino continuar con la tarea emprendida, seguramente desde Kill Bill, de revisar los géneros que han contado con su admiración como espectador... Y por lo visto el spaghetti wstern es uno de ellos y en este sentido el personaje de Django, presente en unos cuantos de esos productos europeos, es un buen punto de partida sobre el que construir el correspondiente compendio de lugares comunes del género.
Lo que sí está claro es que Django, con independencia de su circunstancia, se parece mucho a una película de Tarantino: episodios encadenados con un personaje principal como elemento compartido, personajes heterodoxos, situaciones de violencia excesiva y barroca, dialogos inteligentes, mucha intertextualidad de referentes que a la mayoría se nos escapan, cohabitación del sentido del humor con el drama casi en el mismo plano, banalidad tanto en sentido positivo como en negativo y una cada vez mayor experiencia para contar que redunda en beneficio general de lo que se narra.
Y en este sentido, Django se me presenta como una película más estructurada y seria que su bastarda predecesora, una propuesta más acabada y cerrada que sin dejar de tener la marca de fábrica de su autor ofrece un planteamiento narrativo más ordenado y estándar, más lindante con el cine clásico que a quién les escribe le sugiere una cierta madurez del responsable de este western situado antes de la guerra de secesión.
Parece que la forma ha dejado de ser banal para Tarantino y estoy convencido que éso terminará haciendo de él mejor director y contador de historias.
Tengo que decir que Django me entretiene a lo largo de sus casi tres horas, si bien la película tiene algún momento malo, algún giro narrativo como el episodio final de encarcelamiento y posterior huida del protagonista que no aporta demasiado a la historia, siendo además de las partes más flojas de la misma, con todo el riesgo que ello tiene... Y son frivolidades como estas las que, para mi gusto, impiden que sus películas terminen por resultar perfectas y redondas. En las películas de Tarantino siempre hay algún exceso que termina por molestarme, por estorbarme a la hora de disfrutar su cine fundamentalmente por su carácter redundante e innecesario. Y en este final, hay mucha tela que sobra.
Además, la película se resiente por el poco carisma que desprende Jamie Foxx, quién en ningún momento parece cómodo dentro del mundo de Tarantino y que resulta devorado por la presencia fascinante de tres grandes actores que bordan los maravillosos personajes que ese genial constructor de personajes y diálogos llamado Tarantino ha creado para ellos. El frivolo y cruel Calvin Candie, Stephen el esclavo más esclavista que el amo y el maravilloso e irónico King Shultz son tres grandes personajes en los que, respectivamente, Leonardo di Caprio, Samuel L. Jackson y Christoph Waltz parecen mucho más divertidos y cómodos que el pobre Fox, a quien su Django parece apretarle por todos los lados.
No obstante, este Django de Tarantino es una película bastante entretenida que seguro hará las delicias de sus fans, pero también, y esto es una novedad, de los que no lo son tanto porque, y como comento, buena parte de los defectos que caracterizan a Quentin aparecen por primera vez, y desde quizá Jackie Brown, la más mainstream de todas sus películas, bastante minimizados.
Entretenida.
No se parece mucho este Django de Quentin Tarantino al spaghetti western dirigido por Sergio Corbucci en 1966 cuyo nombre comparte... por cierto aquel Django que interpretaba Franco Nero compartía muchas cosas con el Yojimbo de Akira Kurosawa película de la que es claramente deudora tanto en sus aciertos como en sus limitaciones.
No obstante, el propósito de Tarantino no era la revisión concreta del filme sino continuar con la tarea emprendida, seguramente desde Kill Bill, de revisar los géneros que han contado con su admiración como espectador... Y por lo visto el spaghetti wstern es uno de ellos y en este sentido el personaje de Django, presente en unos cuantos de esos productos europeos, es un buen punto de partida sobre el que construir el correspondiente compendio de lugares comunes del género.
Lo que sí está claro es que Django, con independencia de su circunstancia, se parece mucho a una película de Tarantino: episodios encadenados con un personaje principal como elemento compartido, personajes heterodoxos, situaciones de violencia excesiva y barroca, dialogos inteligentes, mucha intertextualidad de referentes que a la mayoría se nos escapan, cohabitación del sentido del humor con el drama casi en el mismo plano, banalidad tanto en sentido positivo como en negativo y una cada vez mayor experiencia para contar que redunda en beneficio general de lo que se narra.
Y en este sentido, Django se me presenta como una película más estructurada y seria que su bastarda predecesora, una propuesta más acabada y cerrada que sin dejar de tener la marca de fábrica de su autor ofrece un planteamiento narrativo más ordenado y estándar, más lindante con el cine clásico que a quién les escribe le sugiere una cierta madurez del responsable de este western situado antes de la guerra de secesión.
Parece que la forma ha dejado de ser banal para Tarantino y estoy convencido que éso terminará haciendo de él mejor director y contador de historias.
Tengo que decir que Django me entretiene a lo largo de sus casi tres horas, si bien la película tiene algún momento malo, algún giro narrativo como el episodio final de encarcelamiento y posterior huida del protagonista que no aporta demasiado a la historia, siendo además de las partes más flojas de la misma, con todo el riesgo que ello tiene... Y son frivolidades como estas las que, para mi gusto, impiden que sus películas terminen por resultar perfectas y redondas. En las películas de Tarantino siempre hay algún exceso que termina por molestarme, por estorbarme a la hora de disfrutar su cine fundamentalmente por su carácter redundante e innecesario. Y en este final, hay mucha tela que sobra.
Además, la película se resiente por el poco carisma que desprende Jamie Foxx, quién en ningún momento parece cómodo dentro del mundo de Tarantino y que resulta devorado por la presencia fascinante de tres grandes actores que bordan los maravillosos personajes que ese genial constructor de personajes y diálogos llamado Tarantino ha creado para ellos. El frivolo y cruel Calvin Candie, Stephen el esclavo más esclavista que el amo y el maravilloso e irónico King Shultz son tres grandes personajes en los que, respectivamente, Leonardo di Caprio, Samuel L. Jackson y Christoph Waltz parecen mucho más divertidos y cómodos que el pobre Fox, a quien su Django parece apretarle por todos los lados.
No obstante, este Django de Tarantino es una película bastante entretenida que seguro hará las delicias de sus fans, pero también, y esto es una novedad, de los que no lo son tanto porque, y como comento, buena parte de los defectos que caracterizan a Quentin aparecen por primera vez, y desde quizá Jackie Brown, la más mainstream de todas sus películas, bastante minimizados.
Entretenida.
jueves, febrero 28, 2013
ZERO DARK THIRTY
En fin... Se pasan más de diez años buscándole y, una vez que lo tienen, lo matan, le hacen una polaroid guarrosa y se deshacen de él como si fuese un gatete muerto tirándole al mar, alegando un respeto a una sensibilidad musulmana que por cierto les ha traído sin cuidado en cientos de miles de situaciones anteriores, contemporáneas y futuras...
Un absoluto contrasentido que pone el perfecto colofón a toda la cadena de sinsentidos que componen la versión oficial de todo lo relacionado con Bin-Laden, Al Quaeda y el 11 de Septiembre y que sorprendentemente, confundiendo razón con negación, se acepta casi sin pestañear.
Los rebeldes libios le sacaron más partido a Gaddafi y los sirios harán lo mismo con Bashar Al-Assad cuando, como a todo puerco, le llegue su San Martín... porque, cuando tienes al malo, lo tienes que enseñar para poner el colofón de la posesión al hecho incontrovertible de la victoria.
Incluso, César llevó a Vincengetorix encadenado a Roma
Se trata de una mera cuestión de sentido común como otras tantas, pero, en fin, esa es otra historia.
En cualquier caso no deja de llamarme la atención una alarmante coincidencia.. En muchos momentos Bin Laden fue poco mas o menos que tratado como una especie de villano a lo James Bond que, desde su sofisticada guarida en las montañas afganas y utilizando su dinero y sus contactos, estaba dispuesto a comprometer lo más sagrado de nuestras sacrosantas libertades; un villano escurridizo, proteico, multiforme, capaz de estar en dos lugares al mismo tiempo poniendo en jaque a lo más granado de la inteligencia libre... y no deja de llamar la atención el tono marcadamente jamesbondiano que tiene la banda sonora de "Zero dark thirty" en todo lo que tiene que ver con la noche de su muerte...
¿Coincidencia?
Allá cada uno con su conciencia,
En cualquier caso, "Zero dark thirty" es un "thriller" impecable que mantiene interesado en todo momento al espectador con una historia cuyo final ya conoce... y ésto tiene mucho mérito.
En una serie de episodicas tomas temporales la película cubre el decenio, más o menos, que tuvo que emplear la inteligencia norteamericana en atrapar a su criminal más buscado y lo hace de la mano del periplo personal y profesional de la joven agente de la CIA Maya, a quién presta rostro y talento la magnífica Jessica Chastain.
Maya encarna de manera metafórica la obsesión por hacer justicia de la sociedad americana que la conducirá a una cacería alrededor del mundo con el Medio Oriente, especialmente Afganistán y Pakistán, como fondo; una cacería llena de fracasos y que sólo una casualidad pondrá en el verdadero camino.
En definitiva, "Zero Dark Thirty" funciona a la perfección como thriller cumpliendo a la perfección esa labor ideológica que el cine, como arte del siglo XX, ha tenido siempre para constituirse en relato de una determinada manera de ver las cosas, aportando el plus mayor de verdad que siempre trae consigo la imagen en movimiento.
Buena y eficaz.
En fin... Se pasan más de diez años buscándole y, una vez que lo tienen, lo matan, le hacen una polaroid guarrosa y se deshacen de él como si fuese un gatete muerto tirándole al mar, alegando un respeto a una sensibilidad musulmana que por cierto les ha traído sin cuidado en cientos de miles de situaciones anteriores, contemporáneas y futuras...
Un absoluto contrasentido que pone el perfecto colofón a toda la cadena de sinsentidos que componen la versión oficial de todo lo relacionado con Bin-Laden, Al Quaeda y el 11 de Septiembre y que sorprendentemente, confundiendo razón con negación, se acepta casi sin pestañear.
Los rebeldes libios le sacaron más partido a Gaddafi y los sirios harán lo mismo con Bashar Al-Assad cuando, como a todo puerco, le llegue su San Martín... porque, cuando tienes al malo, lo tienes que enseñar para poner el colofón de la posesión al hecho incontrovertible de la victoria.
Incluso, César llevó a Vincengetorix encadenado a Roma
Se trata de una mera cuestión de sentido común como otras tantas, pero, en fin, esa es otra historia.
En cualquier caso no deja de llamarme la atención una alarmante coincidencia.. En muchos momentos Bin Laden fue poco mas o menos que tratado como una especie de villano a lo James Bond que, desde su sofisticada guarida en las montañas afganas y utilizando su dinero y sus contactos, estaba dispuesto a comprometer lo más sagrado de nuestras sacrosantas libertades; un villano escurridizo, proteico, multiforme, capaz de estar en dos lugares al mismo tiempo poniendo en jaque a lo más granado de la inteligencia libre... y no deja de llamar la atención el tono marcadamente jamesbondiano que tiene la banda sonora de "Zero dark thirty" en todo lo que tiene que ver con la noche de su muerte...
¿Coincidencia?
Allá cada uno con su conciencia,
En cualquier caso, "Zero dark thirty" es un "thriller" impecable que mantiene interesado en todo momento al espectador con una historia cuyo final ya conoce... y ésto tiene mucho mérito.
En una serie de episodicas tomas temporales la película cubre el decenio, más o menos, que tuvo que emplear la inteligencia norteamericana en atrapar a su criminal más buscado y lo hace de la mano del periplo personal y profesional de la joven agente de la CIA Maya, a quién presta rostro y talento la magnífica Jessica Chastain.
Maya encarna de manera metafórica la obsesión por hacer justicia de la sociedad americana que la conducirá a una cacería alrededor del mundo con el Medio Oriente, especialmente Afganistán y Pakistán, como fondo; una cacería llena de fracasos y que sólo una casualidad pondrá en el verdadero camino.
En definitiva, "Zero Dark Thirty" funciona a la perfección como thriller cumpliendo a la perfección esa labor ideológica que el cine, como arte del siglo XX, ha tenido siempre para constituirse en relato de una determinada manera de ver las cosas, aportando el plus mayor de verdad que siempre trae consigo la imagen en movimiento.
Buena y eficaz.
lunes, febrero 25, 2013
SKYFALL
Surgido de la mente del escritor y periodista Ian Fleming a mediados del siglo pasado, James Bond es sin duda uno de los incontestables iconos de la sociedad de masas del occidente opulento.
Sin duda, sus películas son un ejemplo representativo del cine en su vertiente comercial, siendo además uno de los primeros ejemplos de superproducción franquicia y acontecimiento que se ha convertido en uno de los canales de comercialización del cine como producto industrial en nuestros días.
Las películas de Bond practicamente son un compendio, casi siempre hábil, de los tics de nuestra sociedad de consumo: la acción y la violencia como evasión, las mujeres convertidas en objeto, la consagración del gadget como representación divina de los objetos como objetos del deseo, el lujo como emulación... James Bond lo tiene todo y en este sentido es un producto bien construido a lo largo de los años y cuyas claves fueron sentadas por un equipo inicial ya obligatoriamente desplazado por el inclemente paso del tiempo.... Los productores Harry Saltzman, Albert R. Broccoli y posteriormente Michael G. Wilson a la muerte de Saltzman, los directores Terence Young, Guy Hamilton y Lewis Gilbert, el guionista Richard Maibaum, el director de producción Peter Lamont, el director de segunda unidad y posterior director John Glen, el músico John Barry, el creador de titulos de crédito Maurice Binder... El trabajo de todos ellos, y de bastantes más, creó un producto consolidado que fue una mina de oro incontestable a finales de la década de los sesentas y durante todo los setentas del siglo pasado.
Posteriormente, en los ochentas, la serie desembocó en una cierta mecanización y esquematización, precisamente en el peor de los momentos, cuando llegó la revolución del cine comercial americano de la mano de Lucas, Spielberg y sus compañías de guionistas y efectos especiales, convirtiendo al Bond que interpretaba Roger Moore en un suerte de abuelete rijoso y trasnochado que en absoluto conectaba con las nuevas generaciones jóvenes que llegaban al cine.
Tras dos películas desnortadas, poco ambiciosas y a la defensiva (pero tampoco tan malas como se dice), protagonizadas por un Bond de urgencia llamado Timothy Dalton, la franquicia despareció un para siempre que duró cinco años, el tiempo que tardó Bárbara, la hija del productor original Albert R. Broccoli, en decidir restaurar y actualizar una de las principales propiedades de la familia.
Y de todo punto Skyfall supone la culminación de ese esfuerzo en lo que es una nueva edad de oro de la franquicia, precisamente en el año en que ésta cumple los 50 años.
En este nuevo Bond que muestra la apariencia dura de Daniel Craig todo ha cambiado para que todo siga igual. Se mantienen por supuesto la presentación de esos tics de nuestra cultura de masas, pero se hace desde una mirada más contemporánea que convierte a Craig en la perfecta traducción del icono que fue el primer Bond, Sean Connery, para los ojos de los hombres y las mujeres de su época: un invencible hombre de acción que se mueve como pedro por su casa por entre lo mejor que nuestra sociedad opulenta puede ofrecer a los más privilegiados de sus integrantes... Pero el mundo ha cambiado y Bond también incorporando, por ejemplo, un físico poderoso, maquinal y casi perfecto, que suma a todos los tics el de lal forma física y del culto al cuerpo, pequeños detalles que Brosnan el anterior Bond no reunía aún y que tienen que ver con una mayor fisicidad que redunda en el mayor peso de la acción en secuencias cada vez más espectaculares y que traduce mucho más el personaje de Bond para los ojos del espectador estándar del cine comercial actual
Bien es cierto que esa fisicidad que no tenían ni Dalton ni Connery ni Brosnan ni por supuesto Moore es mucho mayor en las dos primeras películas que en ésta, Skyfall, donde la franquicia cumple 50 años, una edad que siempre invita a la retrospectiva y, en este sentido, la película añade a su fórmula de entretenimiento habitual un intento de ahondar en las raíces del personaje permitiendo que el espectador eche una mirada por el ojo de la cerradura de la habitación más privada y secreta de Bond.
El planteamiento es esquemático, pero suma en un mecanismo engrasado que funciona beneficiándose además del talento plástico del director Sam Mendes para construir imágenes atractivas como las que rebosan la secuencia del rascacielos en Shangay o la magnífica entrada en el casino de Macao... Poco más puede añadir un director a una película de Bond que seguro que funcionan ya por si solas y en este sentido el talentoso Mendes optimiza sus posibilidades porque el guión tampoco le permite demasiadas ocasiones para dar profundidad y matiz a la dirección de actores, otro de sus talentos, en las escenas que desarrollan esa habitación privada y secreta de Bond.
El resultado es un producto ganador... que además gana prolongando la vida de la saga con lo que ya es la incontestable realidad una nueva salud de hierro.
Surgido de la mente del escritor y periodista Ian Fleming a mediados del siglo pasado, James Bond es sin duda uno de los incontestables iconos de la sociedad de masas del occidente opulento.
Sin duda, sus películas son un ejemplo representativo del cine en su vertiente comercial, siendo además uno de los primeros ejemplos de superproducción franquicia y acontecimiento que se ha convertido en uno de los canales de comercialización del cine como producto industrial en nuestros días.
Las películas de Bond practicamente son un compendio, casi siempre hábil, de los tics de nuestra sociedad de consumo: la acción y la violencia como evasión, las mujeres convertidas en objeto, la consagración del gadget como representación divina de los objetos como objetos del deseo, el lujo como emulación... James Bond lo tiene todo y en este sentido es un producto bien construido a lo largo de los años y cuyas claves fueron sentadas por un equipo inicial ya obligatoriamente desplazado por el inclemente paso del tiempo.... Los productores Harry Saltzman, Albert R. Broccoli y posteriormente Michael G. Wilson a la muerte de Saltzman, los directores Terence Young, Guy Hamilton y Lewis Gilbert, el guionista Richard Maibaum, el director de producción Peter Lamont, el director de segunda unidad y posterior director John Glen, el músico John Barry, el creador de titulos de crédito Maurice Binder... El trabajo de todos ellos, y de bastantes más, creó un producto consolidado que fue una mina de oro incontestable a finales de la década de los sesentas y durante todo los setentas del siglo pasado.
Posteriormente, en los ochentas, la serie desembocó en una cierta mecanización y esquematización, precisamente en el peor de los momentos, cuando llegó la revolución del cine comercial americano de la mano de Lucas, Spielberg y sus compañías de guionistas y efectos especiales, convirtiendo al Bond que interpretaba Roger Moore en un suerte de abuelete rijoso y trasnochado que en absoluto conectaba con las nuevas generaciones jóvenes que llegaban al cine.
Tras dos películas desnortadas, poco ambiciosas y a la defensiva (pero tampoco tan malas como se dice), protagonizadas por un Bond de urgencia llamado Timothy Dalton, la franquicia despareció un para siempre que duró cinco años, el tiempo que tardó Bárbara, la hija del productor original Albert R. Broccoli, en decidir restaurar y actualizar una de las principales propiedades de la familia.
Y de todo punto Skyfall supone la culminación de ese esfuerzo en lo que es una nueva edad de oro de la franquicia, precisamente en el año en que ésta cumple los 50 años.
En este nuevo Bond que muestra la apariencia dura de Daniel Craig todo ha cambiado para que todo siga igual. Se mantienen por supuesto la presentación de esos tics de nuestra cultura de masas, pero se hace desde una mirada más contemporánea que convierte a Craig en la perfecta traducción del icono que fue el primer Bond, Sean Connery, para los ojos de los hombres y las mujeres de su época: un invencible hombre de acción que se mueve como pedro por su casa por entre lo mejor que nuestra sociedad opulenta puede ofrecer a los más privilegiados de sus integrantes... Pero el mundo ha cambiado y Bond también incorporando, por ejemplo, un físico poderoso, maquinal y casi perfecto, que suma a todos los tics el de lal forma física y del culto al cuerpo, pequeños detalles que Brosnan el anterior Bond no reunía aún y que tienen que ver con una mayor fisicidad que redunda en el mayor peso de la acción en secuencias cada vez más espectaculares y que traduce mucho más el personaje de Bond para los ojos del espectador estándar del cine comercial actual
Bien es cierto que esa fisicidad que no tenían ni Dalton ni Connery ni Brosnan ni por supuesto Moore es mucho mayor en las dos primeras películas que en ésta, Skyfall, donde la franquicia cumple 50 años, una edad que siempre invita a la retrospectiva y, en este sentido, la película añade a su fórmula de entretenimiento habitual un intento de ahondar en las raíces del personaje permitiendo que el espectador eche una mirada por el ojo de la cerradura de la habitación más privada y secreta de Bond.
El planteamiento es esquemático, pero suma en un mecanismo engrasado que funciona beneficiándose además del talento plástico del director Sam Mendes para construir imágenes atractivas como las que rebosan la secuencia del rascacielos en Shangay o la magnífica entrada en el casino de Macao... Poco más puede añadir un director a una película de Bond que seguro que funcionan ya por si solas y en este sentido el talentoso Mendes optimiza sus posibilidades porque el guión tampoco le permite demasiadas ocasiones para dar profundidad y matiz a la dirección de actores, otro de sus talentos, en las escenas que desarrollan esa habitación privada y secreta de Bond.
El resultado es un producto ganador... que además gana prolongando la vida de la saga con lo que ya es la incontestable realidad una nueva salud de hierro.
viernes, febrero 22, 2013
La
ciudad está llena de oficinistas
que no
saben bien si son ellos
o si, por el contrario, se trata de algo más cierto,
pero que, en cualquier caso, sienten con desconcierto
el
cansancio de salir de casa por la mañana,
el cansancio de llegar a casa por la noche,
el cansancio de llegar a casa por la noche,
cuando debieran ser, por lo menos,
incontestables soberanos de su opulento reino
de mientras tantos y para siempres.
incontestables soberanos de su opulento reino
de mientras tantos y para siempres.
Y tampoco es que estén completamente seguros,
demasiado ocupados están intentando llegar a tiempo,
pero algo han oído hablar de un barco que se está hundiendo
y, aunque no terminen de creerlo, puede que sea cierto
y después de todo se trate de agua éso que,
al
llegar a casa por la noche,
al
salir de casa por la mañana,
se abraza a sus tobillos
y les hiela los huesos.
se abraza a sus tobillos
y les hiela los huesos.
CLOUD ATLAS
Primero de todo y aunque no lo parezca, decir que Cloud Atlas es una película de autor, independiente. Ningún estudio de Hollywood se atrevió a poner el dinero que exigía esta película tan aparentemente complicada pues narra de manera paralela seis historias que suceden en diferentes momentos del pasado, presente y futuro de la humanidad.
Basada en la novela del mismo nombre escrita por David Mitchell, novela que confieso no haber leído, Cloud Atlas es una de esas películas difíciles de ver: seis historias en paralelo, mismo actores que encarnan diferentes personajes -alguno de ellos muy distintos de lo que ellos mismos representan-, una aparente falta de hilación que puede desesperar el mas palomitero... Pero también Cloud Atlas es una película especial. Sin duda alguna, y para mi gusto, una de las mejores películas del año.
Lo que Cloud Atlas nos cuenta es una visión muy particular de nuestra historia como humanidad. A través de esas seis historias el espectador asiste a la puesta por obra de los esfuerzos que la bondad hace por sobreponerse al entorno de maldad que la rodea, pequeñas luchas cotidianas narradas de forma simultánea y en las que el mal termina prevaleciendo configurando un futuro cada vez más sombrío y hostil para el propio hombre portador de esa sordera hacia la bondad.
No obstante, el esfuerzo de esos portadores del bien sólo resulta un fracaso aparente.
Como bien nos dice el maestro Malick en su maravillosa "El árbol de la vida", hay dos maneras de enfrentar la vida: el modo de la naturaleza y el modo de la gracia. Y mientras la naturaleza sólo busca satisfacerse a sí misma y encuentra mil maneras para no disfrutar de las cosas, el camino de la gracia no busca esa auto-satisfacción, acepta ser engañada y desairada por ese instinto animal y egoísta de satisfacción en tanto espera pacientemente su momento. Y al mismo tiempo nos dice que los que optan por el camino de la gracia jamás encuentran un mal final.
"Cloud Atlas" desarrolla este planteamiento de forma menos poética, de manera más exhaustiva mostrando al espectador la historia de la humanidad como una larga lucha entre esos dos instintos y haciéndolo con pretensiones de totalidad, extendiendo ese relato hacia el futuro y mostrando un cierre que básicamente descansa en un agotamiento de esa capacidad de egoísmo, una completa consunción que deja al hombre a solas con su verdadera esencia de bondad en un futuro muy, muy lejano.
Rousseau, Emerson, Whitman... En contra de esa visión negativa del ser humano, "Cloud Atlas" nos recuerda que existe un reverso luminoso en toda esa oscuridad que es la mierda que pensamos los unos de los otros hoy en día. En pocas palabras, nos dice que nuestro destino es un destino de amor y bondad, que nuestro camino más propio es el de la gracia, porque el de la naturaleza nos convierte nada más que un animal con conciencia.
Yo me apunto a ese rollo.
Los esfuerzos y sacrificios por la bondad no caerán (ni caen) en saco roto. A través del tiempo todos estamos unidos en un esfuerzo por una gracia que va más allá de lo religioso (sexo es a amor lo mismo que la religión es a la gracia) y que nos justifica.
Y además "Cloud Atlas" es una buena película, bien terminada y bien contada.... si acaso, hay que saber escuchar para poder apreciarla.
Más de tres horas de magia que se hacen cortas.
Obra maestra.
Primero de todo y aunque no lo parezca, decir que Cloud Atlas es una película de autor, independiente. Ningún estudio de Hollywood se atrevió a poner el dinero que exigía esta película tan aparentemente complicada pues narra de manera paralela seis historias que suceden en diferentes momentos del pasado, presente y futuro de la humanidad.
Basada en la novela del mismo nombre escrita por David Mitchell, novela que confieso no haber leído, Cloud Atlas es una de esas películas difíciles de ver: seis historias en paralelo, mismo actores que encarnan diferentes personajes -alguno de ellos muy distintos de lo que ellos mismos representan-, una aparente falta de hilación que puede desesperar el mas palomitero... Pero también Cloud Atlas es una película especial. Sin duda alguna, y para mi gusto, una de las mejores películas del año.
Lo que Cloud Atlas nos cuenta es una visión muy particular de nuestra historia como humanidad. A través de esas seis historias el espectador asiste a la puesta por obra de los esfuerzos que la bondad hace por sobreponerse al entorno de maldad que la rodea, pequeñas luchas cotidianas narradas de forma simultánea y en las que el mal termina prevaleciendo configurando un futuro cada vez más sombrío y hostil para el propio hombre portador de esa sordera hacia la bondad.
No obstante, el esfuerzo de esos portadores del bien sólo resulta un fracaso aparente.
Como bien nos dice el maestro Malick en su maravillosa "El árbol de la vida", hay dos maneras de enfrentar la vida: el modo de la naturaleza y el modo de la gracia. Y mientras la naturaleza sólo busca satisfacerse a sí misma y encuentra mil maneras para no disfrutar de las cosas, el camino de la gracia no busca esa auto-satisfacción, acepta ser engañada y desairada por ese instinto animal y egoísta de satisfacción en tanto espera pacientemente su momento. Y al mismo tiempo nos dice que los que optan por el camino de la gracia jamás encuentran un mal final.
"Cloud Atlas" desarrolla este planteamiento de forma menos poética, de manera más exhaustiva mostrando al espectador la historia de la humanidad como una larga lucha entre esos dos instintos y haciéndolo con pretensiones de totalidad, extendiendo ese relato hacia el futuro y mostrando un cierre que básicamente descansa en un agotamiento de esa capacidad de egoísmo, una completa consunción que deja al hombre a solas con su verdadera esencia de bondad en un futuro muy, muy lejano.
Rousseau, Emerson, Whitman... En contra de esa visión negativa del ser humano, "Cloud Atlas" nos recuerda que existe un reverso luminoso en toda esa oscuridad que es la mierda que pensamos los unos de los otros hoy en día. En pocas palabras, nos dice que nuestro destino es un destino de amor y bondad, que nuestro camino más propio es el de la gracia, porque el de la naturaleza nos convierte nada más que un animal con conciencia.
Yo me apunto a ese rollo.
Los esfuerzos y sacrificios por la bondad no caerán (ni caen) en saco roto. A través del tiempo todos estamos unidos en un esfuerzo por una gracia que va más allá de lo religioso (sexo es a amor lo mismo que la religión es a la gracia) y que nos justifica.
Y además "Cloud Atlas" es una buena película, bien terminada y bien contada.... si acaso, hay que saber escuchar para poder apreciarla.
Más de tres horas de magia que se hacen cortas.
Obra maestra.
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