Situada en una pequeña aldea perdida en las montañas de lo que quizá sea el Líbano, "¿Y ahora adónde nos vamos?" nos cuenta una historia con reminiscencias de tragedia clásica.
Hasta el momento en que comienza la narración la aldea ha conseguido mantenerse al margen de la contienda civil que enfrenta a cristianos y musulmanes, existiendo una buena y fraternal convivencia entre sus habitantes con independencia de la religión. No obstante, y como consecuencia de la entrada de la televisión en la vida de la comunidad, la situación empieza a deteriorarse hasta situarse en el punto del abierto enfrentamiento.
Será entonces cuando las mujeres de la aldea, cansadas de tanta locura, tomarán una drástica decisión que buscará evitar el derramamiento de sangre y la consiguiente pérdida de padres, hermanos, maridos o hijos.
Dirigida en 2011 por la libanesa Nadine Labaki, "¿Y ahora a dónde vamos?" ahonda todavía más en la propuesta diferente que la heterodoxa e idealista mirada de su directora quiere proyectar sobre el irresoluble panorama de conflicto que se cierne sobre lo que queda de su país.
Ya en la anterior Caramel (2007), Labaki buscaba construir desde el punto de vista de la mujer, convertida en sujeto paciente y observador privilegiado de una realidad libanesa de conflicto construida por los hombres de una y otra religión, un enfoque aspiracional, inteligente y conciliador transmitido a través de historias y argumentos que apelan fundamentalmente a lo sensitivo y emocional.
Si en la encantadora "Caramel" sus protagonistas eran un grupo de mujeres de diferentes creencias y extracciones que encontraban en la peluquería el espacio para generar una comunidad desde la que afrontar los rigores de la complicada vida cotidiana, en esta mucho más dura "¿Y ahora adónde vamos?" esas mismas mujeres (aunque sean otras) se ven obligadas a proyectar esa cordura al exterior buscando evitar la destrucción del mundo al que pertenecen.
El punto de vista de Labaki es humanitario, laico, constructivo... Toda una rareza dentro del ecosistema polarizado que es la realidad libanesa, una rareza que representa de manera metafórica lo que en su momento representó su país, el Libano, en el panorama del Oriente Medio: una sociedad laica y multicultural, regulada por el derecho y respetuosa con las minorías.
La posibilidad de un puente entre lo oriental y lo occidental en el que el ámbito de la público era capaz de generar un entorno de convivencia en el que se respetasen las diferentes variedades de lo privado.
Ahora de todo aquello ya no queda nada, sólo hermosos vestigios generacionales como el idealista punto de vista de Labaki que apuntan a la imposible posibilidad de un mundo mejor.
Del mismo modo que en "Caramel", Labaki se las arregla para generar una atmósfera de verosimilitud lo suficientemente seductora como para que "¿Y ahora adónde vamos?" se deje ver pese a la presencia de algunos aspectos concretos no demasiado conseguidos como la convivencia de realidad con ficción en algunas ensoñaciones de algún personaje o los episodios musicales.
La película se mueve con agilidad dentro de la comedia y el costumbrismo para ir progresivamente introduciéndose en el drama del enfrentamiento, siendo este proceso uno de los puntos fuertes de la historia.
Sin poder evitarlo, el espectador asiste al progresivo desmoronamiento de la arcadia de convivencia que se presenta al comienzo de la narración. La escalada de incidentes y ofensas crece desde lo nimio hasta lo grosso, desde la interpretación errónea de una intención hasta la respuesta a una intención inequívoca abocando a la aldea al derramamiento de sangre.
Sólo las mujeres, cansadas de llorar, podrán hacer algo al respecto.
Merece la pena verla.
Hasta el momento en que comienza la narración la aldea ha conseguido mantenerse al margen de la contienda civil que enfrenta a cristianos y musulmanes, existiendo una buena y fraternal convivencia entre sus habitantes con independencia de la religión. No obstante, y como consecuencia de la entrada de la televisión en la vida de la comunidad, la situación empieza a deteriorarse hasta situarse en el punto del abierto enfrentamiento.
Será entonces cuando las mujeres de la aldea, cansadas de tanta locura, tomarán una drástica decisión que buscará evitar el derramamiento de sangre y la consiguiente pérdida de padres, hermanos, maridos o hijos.
Dirigida en 2011 por la libanesa Nadine Labaki, "¿Y ahora a dónde vamos?" ahonda todavía más en la propuesta diferente que la heterodoxa e idealista mirada de su directora quiere proyectar sobre el irresoluble panorama de conflicto que se cierne sobre lo que queda de su país.
Ya en la anterior Caramel (2007), Labaki buscaba construir desde el punto de vista de la mujer, convertida en sujeto paciente y observador privilegiado de una realidad libanesa de conflicto construida por los hombres de una y otra religión, un enfoque aspiracional, inteligente y conciliador transmitido a través de historias y argumentos que apelan fundamentalmente a lo sensitivo y emocional.
Si en la encantadora "Caramel" sus protagonistas eran un grupo de mujeres de diferentes creencias y extracciones que encontraban en la peluquería el espacio para generar una comunidad desde la que afrontar los rigores de la complicada vida cotidiana, en esta mucho más dura "¿Y ahora adónde vamos?" esas mismas mujeres (aunque sean otras) se ven obligadas a proyectar esa cordura al exterior buscando evitar la destrucción del mundo al que pertenecen.
El punto de vista de Labaki es humanitario, laico, constructivo... Toda una rareza dentro del ecosistema polarizado que es la realidad libanesa, una rareza que representa de manera metafórica lo que en su momento representó su país, el Libano, en el panorama del Oriente Medio: una sociedad laica y multicultural, regulada por el derecho y respetuosa con las minorías.
La posibilidad de un puente entre lo oriental y lo occidental en el que el ámbito de la público era capaz de generar un entorno de convivencia en el que se respetasen las diferentes variedades de lo privado.
Ahora de todo aquello ya no queda nada, sólo hermosos vestigios generacionales como el idealista punto de vista de Labaki que apuntan a la imposible posibilidad de un mundo mejor.
Del mismo modo que en "Caramel", Labaki se las arregla para generar una atmósfera de verosimilitud lo suficientemente seductora como para que "¿Y ahora adónde vamos?" se deje ver pese a la presencia de algunos aspectos concretos no demasiado conseguidos como la convivencia de realidad con ficción en algunas ensoñaciones de algún personaje o los episodios musicales.
La película se mueve con agilidad dentro de la comedia y el costumbrismo para ir progresivamente introduciéndose en el drama del enfrentamiento, siendo este proceso uno de los puntos fuertes de la historia.
Sin poder evitarlo, el espectador asiste al progresivo desmoronamiento de la arcadia de convivencia que se presenta al comienzo de la narración. La escalada de incidentes y ofensas crece desde lo nimio hasta lo grosso, desde la interpretación errónea de una intención hasta la respuesta a una intención inequívoca abocando a la aldea al derramamiento de sangre.
Sólo las mujeres, cansadas de llorar, podrán hacer algo al respecto.
Merece la pena verla.