Escribe el poeta Gil de Biedma que la historia de España es la más triste de las historias de la historia porque acaba mal.
Y todavía no ha dejado de acabar mal a la luz de las corrientes de opinión pública que recientemente han suscitado la eliminación de las calles que llevan los nombres de generales golpistas por parte del ayuntamiento de Madrid.
Y acaba mal porque para algunos esos generales son golpistas cuyos nombres van a ser borrados (y me alegro) son golpistas mientras que para otros siguen siendo honrados y abnegados luchadores por la patria cuya memoria debe ser preservada
Las consecuencias de los acontecimientos históricos se extienden en el tiempo como ondas sobre la quieta superficie de un lago y la falta de vergüenza con la que algunos reivindican los actos y posiciones de quienes fueron totalitarios y golpistas no es más que un efecto colateral de la propia historia que nos sigue salpicando.
Es un demonio al que debemos enfrentar.
Es por esto y no por otra cosa que la historia de España acaba mal para el poeta.
La victoria del franquismo y la derrota de la República han hecho posible la introducción de una perversidad ponzoñosa dentro de la historia de nuestro país: los totalitarios tuvieron 40 años para construir... y, como suele suceder, porque la gente tiene que vivir y quiere mejorar su vida, aprovecharon su oportunidad.
Los fascistas construyeron un país, su país, con la ayuda de nuestro entorno más cercano.
Los fascistas tuvieron el suficiente tiempo para construir una prosperidad, para imbricarse positivamente en la historia de una nación.
Esto es un hecho incontrovertible que todos deberíamos asumir por más que pueda dolernos.
La derrota en el campo de batalla unida a las circunstancias favorables en el contexto de la política exterior permitieron que el fascismo haya construido y sumado dentro de la historia de España.
Por eso nuestra historia acaba mal y lo hace en una realidad que unos quieren obviar mientras otros reivindican.
La derrota de la República permitió al franquismo mientras mataba y fusilaba construir las bases de una estabilidad social, generó una clase media, permitió el industrialismo generando un polvo de franquismo sociológico del que proceden estos lodos que se manifiestan en algunas cartas y declaraciones.
La guinda fue la transición sin ruptura que dio aun mas legitimidad a esa construcción histórica y social del franquismo.
Todo esto ha sucedido y sus consecuencias llegan hasta el día de hoy.
Todo esto constituye una perversa peculiaridad dentro de los países de nuestro entorno puesto hasta las naciones surgidas de las repúblicas socialistas tuvieron un mayor o menor proceso de ruptura que les permitió distanciarse de su propia historia más reciente haciendo difíciles apoyos y declaraciones que en nuestro país suceden todos los días.
Por no hablar de Portugal y Grecia países que han gestionado mejor su pasado totalitario y fascista, incluyendo en nuestro vecino una revolución preconizada por un ejército de izquierdas.
Pero aquí no ha pasado nada.
Y eso es lo malo de que no se produjera la ruptura, que su ausencia de algún modo o de todos legitima.
El tirano murió en la cama y casi cuando quiso.
El primer presidente del gobierno de la España democrática fue máximo responsable del partido del movimiento franquista.
Podemos engañarnos si queremos.
Por eso sólo en España, y para vergüenza de nuestra historia, hay corrientes de opinión, respaldadas incluso desde la política, que respetan y agradecen a los fascistas su dedicación en la construcción de una paria que excluyó y mató a una buena parte del país.
Y cuando escribo esto no me refiero a la guerra sino a la sanguinaria represión posterior sobre la que los defensores de las excelencias de esos patriotas siempre pasan de puntillas.
Por no hablar de las decenas de miles de desaparecidos que aun llacen enterrados por nuestras carreteras que son auténticos cementerios erigidos a otra vergüenza: la de nuestro fracaso como proyecto de país moderno
Por eso nuestra historia termina mal.
A estas alturas no tenemos ni idea de quienes somos como nación.
Seguimos casi medio siglo después de la muerte del dictador con dos relatos: uno, el de los vencidos, que cuenta con el respaldo moral que dan la ética y la razón y el otro, el de los vencidos, que cuenta con el respaldo práctico del tiempo, un tiempo que ya es más que los cuarenta años del tirano porque también son este tiempo de la constitución de 1978.
Y como todos sabemos el tiempo en derecho otorga precisamente derecho.
Y en realidad quienes piensan así (que todavía son unos cuantos) tampoco se han enfrentado a un cuestionamiento estructurado y ordenado, canalizados desde las instituciones, que por lo menos les haga sentir vergüenza de decir ciertas cosas.
Y lo peor es que ellos se saben y sienten con razones casi cien años después.
Esa va a ser la principal consecuencia de la derrota de la Republica en la guerra civil.
¿Duele?
Pues si.
Pero lo cierto es que nuestra historia, al menos en lo que al tema de la guerra civil atañe, acaba desgraciadamente mal.
Y eso no va a haber manera de remediarlo.
Ha sucedido ya.
La vida sigue y como nos descuidemos los muertos se confundirán con el olvido en las cunetas donde quedaron va ya para el siglo.
Si alguien tiene alguna duda de nuestro radical fracaso como nación que piense en esto... y llegados a esto un buen español siempre echará la culpa al resto porque él siempre está en lo correcto.