Debe ser duro ser un critico de cine oficial y tener que escribir de esta tercera entrega de las aventuras de Batman, según Christopher Nolan.
Vaya por delante que "El caballero oscuro: la leyenda renace" es la peor de las tres con diferencia, una completa y compleja fantasmagoría basada en la acumulación de ruido y espectacularidad, y en la que la historia es apenas una alucinada contradicción destinada a justificar la sucesión de escenas espectaculares, que funcionan en sí mismas, pero que en absoluto componen un todo homogéneo y coherente.
Hay un exceso de cajas chinas que se abren para mostrar figuras más grandes o de tamaños y formas diferentes. Nada es lo que parece, todo cambia y puede convertirse en cualquier otra cosa con tal de sorprender al espectador que atado por el talento para componer verosimilitud del director Christopher Nolan y una brillante partitura de Hans Zimmer termina dejándose llevar por un torrente incontenible de imágenes que se le dispara con precisión durante casi tres horas, siempre con la esperanza de terminar arrojado en la playa de un conveniente final feliz.
Estoy convencido que "El caballero oscuro: la leyenda renace" no resiste una segunda visión. Su trampa y su cartón terminará apareciendo a los ojos del espectador una vez que el efecto emocionalmente arrasador de su puesta en escena pierda ese factor sorpresa que reduce al espectador a la condición de animalejo sorprendido por las luces largas de un coche en medio de la noche.
Y en este sentido, y más que una película, "El caballero oscuro" parece más un experimento de laboratorio de psicologia destinado a demostrar que la pura forma convenientemente presentada no necesita del fondo para contar con la aquiescencia del espectador.
Porque todo vale con tal de que la historia avance y cualquier planteamiento es bueno con tal de sorprender al espectador con un nuevo giro argumental que culmina en el absurdo narrativo de la historia del pozo como ejemplo paradigmático de que el narrador cuenta con la falta de memoria del espectador para contar -eso sí, con talento- cualquier cosa de cualquier manera.
Lo que más se parece a "El caballero oscuro" es un centro comercial, una acumulación planificada de imágenes, gestos, diálogos, estímulos desmemoriados cuya una única misión es resultar interesantes por si mismo, en su eterno presente.
No obstante, y entre la espectacularidad de muchas secuencias, la vacilona labilidad de los andares y gestos de Anne Hathaway (los años pasan y uno sigue sin ser de piedra) y el asombro del "pero qué me están contando", la película termina pasando por entre mis ojos sin hacerse pesada, lo cual también tiene su mérito, porque una de las cosas más difíciles del mundo es hacer películas largas que no se hagan largas (sólo David Lean tenía ese talento y quizá Christopher Nolan pueda ser su heredero)
Aceptable.
Vaya por delante que "El caballero oscuro: la leyenda renace" es la peor de las tres con diferencia, una completa y compleja fantasmagoría basada en la acumulación de ruido y espectacularidad, y en la que la historia es apenas una alucinada contradicción destinada a justificar la sucesión de escenas espectaculares, que funcionan en sí mismas, pero que en absoluto componen un todo homogéneo y coherente.
Hay un exceso de cajas chinas que se abren para mostrar figuras más grandes o de tamaños y formas diferentes. Nada es lo que parece, todo cambia y puede convertirse en cualquier otra cosa con tal de sorprender al espectador que atado por el talento para componer verosimilitud del director Christopher Nolan y una brillante partitura de Hans Zimmer termina dejándose llevar por un torrente incontenible de imágenes que se le dispara con precisión durante casi tres horas, siempre con la esperanza de terminar arrojado en la playa de un conveniente final feliz.
Estoy convencido que "El caballero oscuro: la leyenda renace" no resiste una segunda visión. Su trampa y su cartón terminará apareciendo a los ojos del espectador una vez que el efecto emocionalmente arrasador de su puesta en escena pierda ese factor sorpresa que reduce al espectador a la condición de animalejo sorprendido por las luces largas de un coche en medio de la noche.
Y en este sentido, y más que una película, "El caballero oscuro" parece más un experimento de laboratorio de psicologia destinado a demostrar que la pura forma convenientemente presentada no necesita del fondo para contar con la aquiescencia del espectador.
Porque todo vale con tal de que la historia avance y cualquier planteamiento es bueno con tal de sorprender al espectador con un nuevo giro argumental que culmina en el absurdo narrativo de la historia del pozo como ejemplo paradigmático de que el narrador cuenta con la falta de memoria del espectador para contar -eso sí, con talento- cualquier cosa de cualquier manera.
Lo que más se parece a "El caballero oscuro" es un centro comercial, una acumulación planificada de imágenes, gestos, diálogos, estímulos desmemoriados cuya una única misión es resultar interesantes por si mismo, en su eterno presente.
No obstante, y entre la espectacularidad de muchas secuencias, la vacilona labilidad de los andares y gestos de Anne Hathaway (los años pasan y uno sigue sin ser de piedra) y el asombro del "pero qué me están contando", la película termina pasando por entre mis ojos sin hacerse pesada, lo cual también tiene su mérito, porque una de las cosas más difíciles del mundo es hacer películas largas que no se hagan largas (sólo David Lean tenía ese talento y quizá Christopher Nolan pueda ser su heredero)
Aceptable.