Dirigida por el maestro Kenji Mizoguchi en 1939, "Historia del último crisantemo" es otro melodrama tremendo, sin concesiones... lo que me lleva a pensar que una retrospectiva de Mizoguchi tiene el mismo efecto letal para el ánimo del sentimental que escuchar la discografía completa de Los Panchos.
La historia sucede en el Japón de finales del siglo XIX y se centra en Kikunosuke, el hijo de un importante actor, que descubre, desolado, que su éxito profesional no es tal y que su posición está asociada a la de su padre, un reputado actor, mientras que a sus espaldas público y compañeros se mofan de sus interpretaciones. Sólo Otoku, la niñera de los hijos de su hermano, se atreve a decirle la verdad desde una admiración incondicional y una confianza ciega sobre sus posibilidades que son efectos evidentes y palpables del emocionante amor que ella siente por él.
Kinosuke y Otoku acabarán teniendo una relación condenada socialmente que llevará al despido de la sirvienta y a que Kinosuke rompa su relación con su familia para buscarla aceptando ambos una vida itinerante de actores sin aparente futuro pero en la que Kinosuke perfeccionará su técnica hasta el punto de que su familia le de una oportunidad... No sin antes exigir a Otoku un precio.
¡Madre mía!
Otoku es otro de esos personajes tremendos, portadores de una ética y unos valores basados en el amor, la entrega y el sacrificio a los que una sociedad estratificada y egoísta consume, pero que al mismo tiempo resultan especiales y hermosos en el elemental y a todas luces inevitable ejercicio de su sentir sin importar las consecuencias. No obstante, lo excesivo del personaje en su sacrificio a veces consigue el efecto contrario porque es muy fuerte el modo que Otaku se consume y anula por su Kinosuke. Da un poco de "cosa" y el que les escribe se plantea si el sujeto en cuestión merece tanto porque la deuda moral y sentimental termina resultando abrumadora e imposible de pagar.
En este sentido, Otoku es la sublimación de ese personaje abnegado que Mizoguchi coloca en casi todas sus películas y que es portador de unos valores altruistas que le colocan en posición de desventaja en un mundo cruel cuyas relaciones se basan en el interés y la necesidad.
Pero es muy fuerte lo de Otoku... algunos melodramas de Douglas Sirk son comedias comparadas con esta "Historia del último crisantemo", pura sublimación de la moral de la generosidad y el sacrificio.
Obra maestra.
La historia sucede en el Japón de finales del siglo XIX y se centra en Kikunosuke, el hijo de un importante actor, que descubre, desolado, que su éxito profesional no es tal y que su posición está asociada a la de su padre, un reputado actor, mientras que a sus espaldas público y compañeros se mofan de sus interpretaciones. Sólo Otoku, la niñera de los hijos de su hermano, se atreve a decirle la verdad desde una admiración incondicional y una confianza ciega sobre sus posibilidades que son efectos evidentes y palpables del emocionante amor que ella siente por él.
Kinosuke y Otoku acabarán teniendo una relación condenada socialmente que llevará al despido de la sirvienta y a que Kinosuke rompa su relación con su familia para buscarla aceptando ambos una vida itinerante de actores sin aparente futuro pero en la que Kinosuke perfeccionará su técnica hasta el punto de que su familia le de una oportunidad... No sin antes exigir a Otoku un precio.
¡Madre mía!
Otoku es otro de esos personajes tremendos, portadores de una ética y unos valores basados en el amor, la entrega y el sacrificio a los que una sociedad estratificada y egoísta consume, pero que al mismo tiempo resultan especiales y hermosos en el elemental y a todas luces inevitable ejercicio de su sentir sin importar las consecuencias. No obstante, lo excesivo del personaje en su sacrificio a veces consigue el efecto contrario porque es muy fuerte el modo que Otaku se consume y anula por su Kinosuke. Da un poco de "cosa" y el que les escribe se plantea si el sujeto en cuestión merece tanto porque la deuda moral y sentimental termina resultando abrumadora e imposible de pagar.
En este sentido, Otoku es la sublimación de ese personaje abnegado que Mizoguchi coloca en casi todas sus películas y que es portador de unos valores altruistas que le colocan en posición de desventaja en un mundo cruel cuyas relaciones se basan en el interés y la necesidad.
Pero es muy fuerte lo de Otoku... algunos melodramas de Douglas Sirk son comedias comparadas con esta "Historia del último crisantemo", pura sublimación de la moral de la generosidad y el sacrificio.
Obra maestra.