miércoles, enero 13, 2010

Siempre recuerdo aquella terrible anécdota que Luis Buñuel relata en su espléndido libro de memorias "Mi último suspiro". En ella cuenta que un grupo de sindicalistas asesinaron a un grupo de curas que bajaban por la calle Carretas. La explicación que dieron al ser preguntados por el motivo de semejante acción fue que su sola presencia les provocaba.

Este recuerdo siempre me viene cuando veo otro inútil debate sobre la memoria histórica y nuestra guerra civil, cuando escucho a algún representante de la izquierda llamar la acción de los generales rebeldes un golpe de estado... Y ciertamente lo fue. Pero tengo la impresión de que se saca a debate para deslegitimar esta acción y legitimar al estado contra se dirigió esa acción. Y siempre pienso en esos curas asesinados por el simple hecho de ser curas. Pienso en un régimen político destruido y envenenado que, del mismo modo que la acción de los generales merece condena, merece una mirada más objetiva por parte de aquellos que se instalan en la comodidad de la convención moral y se sientan tranquilamente, sin realizar el menor esfuerzo intelectual o empático, a recibir los ortodoxos réditos de quienes no se atreven a contradecirles... porque siempre está mal negar la autoridad de un régimen político y levantarse contra él.

Me pregunto si todos aquellos que en aquella época creían en la importancia de los sacerdotes por tener un concreto punto de vista sobre las cosas no tenían motivos para sentirse amenazados. Me pregunto si es entendible que algunos de los que se sintieron amenazados se organizaran para defenderse. Me pregunto si las acciones que históricamente se reconocen de los unos sobre los otros, como la anécdota que relata Buñuel, no podían implicar consecuencias y respuestas por parte de los unos... que por cierto eran los poderosos terratenientes e industriales. ¿Es que no tenían derecho como seres humanos a organizarse e intentar defenderse? ¿Tan estupenda era aquella República terminal donde la gente moría asesinada casi todos los días en las calles?

Por supuesto que fue un golpe de estado, pero la acción de los militares republicanos tradicionalistas es también un efecto que tiene sus causas, unas causas que son de todo tipo y hay que analizar con la tranquilidad que da el paso del tiempo para descubrir culpables en todas las casas y en casi todas las formas de pensamiento.

Se me antoja de ignorantes o mal intencionados hablar de golpe de estado e ignorar al mismo tiempo lo que supuso el Frente Popular o la revolución de 1934 porque aquella época era un momento de enfrentamiento total entre dos bandos y le estamos negando a uno de ellos, quizá el de los otros que no piensan como yo, el derecho a defenderse usando todos los medios a su alcance.

La acción de los militares tradicionalistas fue un acto ilegítimo contra un régimen político en progresiva deslegitimación, un acto ilegítimo que sucedió en una situación en la que se estaban dando las circunstancias suficientes como para que ocurriera.

No hay reconciliación sin asunción de errores y culpas por todas las partes y la guerra civil no empieza el 18 de julio de 1936. En aquella fecha sólo sucedió el definitivo puñetazo sobre la mesa del más fuerte.

Por ahí, creo, debería empezar cualquier debate serio.

El amor que algunos sienten por nuestra Segunda República es como casi todos los amores... ciego o interesado.

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