viernes, mayo 27, 2011

Apenas siente las primeras gotas de lluvia.
Aún es necesario que siga lloviendo un poco más para que, como llameantes azucarillos, el agua disuelva las ideas que le prenden en la cabeza.
Unos minutos más para que nada interfiera entre su ser y la realidad que se derrama sobre su estar.
Allá, en el cielo gris, una afilada bandada de pájaros avanza trabajosamente contra el viento.
Ya no piensa en nada.
Descansa.
Sólo mira.
El agua parece haber disuelto todas las metáforas que se interponían entre ese hecho y su mera contemplación.
Parece que todavía están en el mismo sitio.
Intenta imaginar ese titánico esfuerzo por imponerse a las circunstancias.
A su espalda, el coche espera impaciente.
La puerta continúa abierta.
El motor sigue en marcha.
Permanecen pendientes.
Han dejado de existir.
La lluvia y los pájaros están primero.

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