XAVI
De nuevo se repite la historia.
El Barcelona asombra al mundo, vuelve a demostrar que es el mejor equipo de la historia del fútbol y vuelve a no existir sitio suficiente para Xavi Hernández en la parte más alta de los titulares.
Probablemente porque el fútbol de Xavi está del lado de las causas, generando constantemente las condiciones para que brillen los efectos, desencadenando el fogonazo de los fotógrafos.
Seguramente porque, y por el modo en que estamos hechos para percibir el mundo, se nos da mejor darnos cuenta de los efectos que de las causas, que siempre permanecen ocultas en la sombra del resplandor que genera aquello que sucede.
Pero no hay lugar para Xavi en las primeras frases, en las primeras palabras que hablan de la victoria... y sin embargo nada de lo que ha sucedido podría haber sido sin la participación de su inigualable sentido del futbol, del timing, del pase, de la pausa, del posicionamiento global de sus compañeros, del sentido del juego, de su evolución en cada jugada... Como cuando hay un buen trabajo de arquitectura web, éste no se nota cuando existe.Sólo cuando falta. Y eso es lo que sucederá con Xavi Hernández. Porque, para mi, el gran reto del mejor equipo de la historia será reemplazar a Xavi cuando el tiempo haga su natural trabajo. No se si el Barcelona seguirá ganando, pero seguro jugará de otra forma y en absoluto lo hará igual de bien.
Será entonces cuando nos acordemos de ese Balón de Oro que no le hemos dado.
En cualquier caso, y desde aquí, Xavi Hernández tiene todo mi respeto. Es el mejor jugador del mejor equipo de fútbol de la historia... con diferencia.
Verle jugar es escuchar los latidos del corazón del fútbol.
domingo, mayo 29, 2011
ASAMBLEA
No sólo fue un acto social, de la persona hacia fuera, sino psicológico, de la persona hacia dentro.
La asamblea puso a prueba la paciencia del yo producto de la sociedad de consumo. Había que esperar, había que escuchar a todos en sus correspondientes turnos de palabra y pasaba el tiempo sin que la asamblea resolviese. Y crecía la impaciencia.
Había prisa, necesidad de consumir puntos del orden del día como se consumen objetos en los estantes del supermercado. En absoluto se gestionaba lo emocional del momento, su novedad, la necesidad de conocernos todos porque en el fondo era como una primera cita. Era necesario primero resolver lo comunitario, lo solidario antes de resolver lo institucional, lo orgánico.
Se olvidaba que ya era importante estar allí, poder tomar la palabra entre iguales con la seguridad de ser escuchados, que casi tan importante como resolver tomando decisiones era empezar a constituirse en comunidad y ese sentimiento de comunidad implica empezar a ver al otro de otra manera, de una manera más abierta porque el sistema siempre nos ha querido divididos, preocupados y ocupados en las necesidades y miedos de cada uno.
Lo verdaderamente revolucionario está ahí.
Ojalá se consigan cosas más puntuales, ojalá se consiga cambiar la ley electoral, pero lo más importante, para mi gusto, es recuperar el sentimiento de comunidad, la solidaridad de clase, el único poder con el que contamos los que con nuestra casi nada tenemos que pagar esa parte del todo que los poderosos han perdido en su afán de tener más y más: dos piscinas en vez de una, tres casas en vez de dos.
Por eso tenemos que reunirnos tantas veces como haga falta, sin prisa, buscando ese cambio espiritual, de mirada y actitud... y de paso decidir cosas más concretas cuando todos estemos de acuerdo, porque antes de saber qué hacer, lo que quieres, tienes que saber quién eres.
Como bien dice Alejo Carpentier... "Los mundos nuevos debe ser vividos antes de ser explicados".
No sólo fue un acto social, de la persona hacia fuera, sino psicológico, de la persona hacia dentro.
La asamblea puso a prueba la paciencia del yo producto de la sociedad de consumo. Había que esperar, había que escuchar a todos en sus correspondientes turnos de palabra y pasaba el tiempo sin que la asamblea resolviese. Y crecía la impaciencia.
Había prisa, necesidad de consumir puntos del orden del día como se consumen objetos en los estantes del supermercado. En absoluto se gestionaba lo emocional del momento, su novedad, la necesidad de conocernos todos porque en el fondo era como una primera cita. Era necesario primero resolver lo comunitario, lo solidario antes de resolver lo institucional, lo orgánico.
Se olvidaba que ya era importante estar allí, poder tomar la palabra entre iguales con la seguridad de ser escuchados, que casi tan importante como resolver tomando decisiones era empezar a constituirse en comunidad y ese sentimiento de comunidad implica empezar a ver al otro de otra manera, de una manera más abierta porque el sistema siempre nos ha querido divididos, preocupados y ocupados en las necesidades y miedos de cada uno.
Lo verdaderamente revolucionario está ahí.
Ojalá se consigan cosas más puntuales, ojalá se consiga cambiar la ley electoral, pero lo más importante, para mi gusto, es recuperar el sentimiento de comunidad, la solidaridad de clase, el único poder con el que contamos los que con nuestra casi nada tenemos que pagar esa parte del todo que los poderosos han perdido en su afán de tener más y más: dos piscinas en vez de una, tres casas en vez de dos.
Por eso tenemos que reunirnos tantas veces como haga falta, sin prisa, buscando ese cambio espiritual, de mirada y actitud... y de paso decidir cosas más concretas cuando todos estemos de acuerdo, porque antes de saber qué hacer, lo que quieres, tienes que saber quién eres.
Como bien dice Alejo Carpentier... "Los mundos nuevos debe ser vividos antes de ser explicados".
sábado, mayo 28, 2011
LA RONDE
Dirigida en 1950 por el alemán Max Ophüls, "La Ronde" es una de las grandes películas del cine francés de mediados del siglo XX.
Con un planteamiento cuando menos curioso y en el que la moral tiene bastante poco que decir, "La ronde" nos cuenta diez historias centradas en el amor, el deseo y las relaciones entre hombres y mujeres en la Viena de principios de siglo XX.
Un maestro de ceremonias, magnificamente interpretado por el olvidado Anton Walbrook, que ocupa un lugra intermedio entre la realidad espía del espectador y la ficción espiada de los personajes conduce a ambos a lo largo de un viaje en el que uno de los protagonistas de cada pequeño episodio permanece en el posterior generando una fascinante hilazón en el que el sentimiento del personaje que permanece es puesto a prueba por una nueva tentación.
Militares, criadas, mujeres casadas, cortesanas, condes, maridos aburridos... Todo el paisaje de la "belle epoque" centro europea sucede ante los ojos del espectador en un espectáculo inteligente y exquisito, rebosante de pasión pero también de una instrascendencia que convierte las calles de Viena en el escenario de un juego en el que nadie parece interesado en ganar o perder, sino en vivir las cosas tal y como suceden, en el momento en que lo hacen... porque lo importante es tener la oportunidad de participar.
Brillante.
viernes, mayo 27, 2011
Apenas siente las primeras gotas de lluvia.
Aún es necesario que siga lloviendo un poco más para que, como llameantes azucarillos, el agua disuelva las ideas que le prenden en la cabeza.
Unos minutos más para que nada interfiera entre su ser y la realidad que se derrama sobre su estar.
Allá, en el cielo gris, una afilada bandada de pájaros avanza trabajosamente contra el viento.
Ya no piensa en nada.
Descansa.
Sólo mira.
El agua parece haber disuelto todas las metáforas que se interponían entre ese hecho y su mera contemplación.
Parece que todavía están en el mismo sitio.
Intenta imaginar ese titánico esfuerzo por imponerse a las circunstancias.
A su espalda, el coche espera impaciente.
La puerta continúa abierta.
El motor sigue en marcha.
Permanecen pendientes.
Han dejado de existir.
La lluvia y los pájaros están primero.
Aún es necesario que siga lloviendo un poco más para que, como llameantes azucarillos, el agua disuelva las ideas que le prenden en la cabeza.
Unos minutos más para que nada interfiera entre su ser y la realidad que se derrama sobre su estar.
Allá, en el cielo gris, una afilada bandada de pájaros avanza trabajosamente contra el viento.
Ya no piensa en nada.
Descansa.
Sólo mira.
El agua parece haber disuelto todas las metáforas que se interponían entre ese hecho y su mera contemplación.
Parece que todavía están en el mismo sitio.
Intenta imaginar ese titánico esfuerzo por imponerse a las circunstancias.
A su espalda, el coche espera impaciente.
La puerta continúa abierta.
El motor sigue en marcha.
Permanecen pendientes.
Han dejado de existir.
La lluvia y los pájaros están primero.
jueves, mayo 26, 2011
DEBTOCRACY
Debtocracy International Version por BitsnBytes
Interesante ese sospechosamente poco mencionado concepto de deuda ilegítima... tan poco mencionado como tan aplicable a nuestra realidad...
Y otros dos conceptos interesantes: deuda socialmente insostenible y la deuda como manifestación de la lucha de clases.
Debtocracy International Version por BitsnBytes
Interesante ese sospechosamente poco mencionado concepto de deuda ilegítima... tan poco mencionado como tan aplicable a nuestra realidad...
Y otros dos conceptos interesantes: deuda socialmente insostenible y la deuda como manifestación de la lucha de clases.
miércoles, mayo 25, 2011
"El análisis moralizante (del que no escapan ni los liberales ni los marxistas) es siempre un error... el sistema sólo conoce las condiciones de su supervivencia; ignora los contenidos sociales e individuales... Consumo, información, comunicación, cultura, abundancia: hoy el sistema mismo instaura, descubre y organiza todo esto, presentándolo, para su mayor gloria, como las nuevas fuerzas productivas. También él se reconvierte (relativamente) de una estructura violenta a una estructura no violenta; sustituye la explotación y la guerra por la abundancia y el consumo. Pero nadie debería agradecérselo pues esa reconversión no implica que el sistema cambie y si lo hace es sólo obedeciendo a sus propias leyes"
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
domingo, mayo 22, 2011
THE STRAIGHT STORY
"No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos"
Con su habitual brillantez entre melancólica y amarga, Cesare Pavese escribió esta frase mucho tiempo antes de que David Lynch filmase esta película.
Una frase que tiene mucho que ver con el sentido de esta historia, con ese plano de cielo estrellado con que empieza y termina la película y que resume absolutamente la necesidad de Alvin Stright de hacer ese viaje, su necesidad de ser.
Porque no cuentan los días.
Lo único que importa para Straight es la necesidad de recuperar ese momento, de recuperar al hermano perdido sin cuya compañía ese momento sublime resulta desnaturalizado.
"The straight story" es la historia de una iluminación, de una necesidad y del esfuerzo por realizarla convertido en viaje.
El lado más onírico del sueño americano, el de la pura realización más allá de lo material.
No cuentan los días.
Cuentan los momentos.
Y cuenta sobre todo reconocerse verdadero en uno de ellos.
Por eso nada puede parar a Alvin Straight.
Obra maestra
"Toda cosa producida es positiva, toda cosa mensurable es positiva. El hecho de que la luminosidad del aire de París haya disminuido el 30% en cincuenta años es un dato residual e inexistente a los ojos de los contadores. Pero si provoca que aumente el gasto de energía eléctrica, de bombillas, de lentes, etc., entonces existe y, al mismo tiempo, ¡existe como incremento de la producción y de la riqueza social!... Pero, tal vez, en esa álgebra mítica de las contabilidades, haya una verdad profunda, LA VERDAD del sistema económico político de las sociedades de crecimiento. El hecho de que se sumen en absoluta confusión lo positivo y lo negativo nos parece paradójico. Pero, probablemente, sea sencillamente lógico. Porque quizás la verdad sea que precisamente los bienes «negativos», los factores de degradación de la calidad de vida compensados, los costos internos de funcionamiento, los gastos sociales de endorregulación «disfuncional», los sectores anexos de prodigalidad inútil, desempeñan en este conjunto la función dinámica de locomotora económica... Hay que admitir la hipótesis de que todos esos factores de degradación entran en alguna parte como factores positivos, como factores continuos del crecimiento, como reactivadores de la producción y del consumo."
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
Todo suma
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
Todo suma
sábado, mayo 21, 2011
NO MIRES PARA ABAJO
(post recuperado)
En uno de sus paseos nocturnos, el sonámbulo Eloy caerá en la cama de Elvira... y no sólo caerá entre sus sábanas sino que también lo hará entre sus piernas.
El cine de Eliseo Subiela es un cine difícil y no lo es por sus planteamientos conceptuales sino por su exacerbado decantamiento por la emoción y la poesía convirtiéndola en un elemento más de esa extraña realidad inverosímil que Subiela construye con sus imágenes, una realidad en la que sus personajes hablan versos y viven poemas como quién pregunta la hora. Y no me extraña nada que en este mundo supermercado en el que vivimos apuestas como la de Subiela resulten extrañas e incomprensibles fantasmagorías relamidas.
"No mires para abajo" precisamente relata a la manera peculiar de Subiela el aprendizaje emocional de Leandro, un jóven de 19 años que perderá a su padre y conocerá a una misteriosa Elvira que casi al final de la película desaparecerá de su vida tan fácilmente como llegó.
Las decepciones intentarán llevar su mirada hacia abajo, hacia el suelo, pero Leandro se mantendrá firme, seguirá con la mirada puesta en el cielo, hacia arriba, gracias a la maravillosa ayuda final del fantasma de su fallecido padre que se le aparecerá con unos cuantos discos de Jhon Coltrane bajo el brazo.
"No mires para abajo" desafortunadamente no se encuentra entre las mejores obras de Subiela.
En absoluto es una película conseguida resultando demasiado estética, demasiado parsimoniosa durante bastantes momentos de su metraje, especialmente en las escenas de sexo que un autor tan poco terrestre y angélico como Subiela parece no saber rodar... ¡ni entender! resultando largas y aburridas, por no decir demasiado poco creíbles, lastrando con su pétrea solidez de mármol de Carrara la capacidad de volar que todas las buenas historias de Subiela tienen.
Sin ellas "No mires para abajo" hubiera sido un maravilloso mediometraje sobre la vida concebida como la más importante de las Bellas Artes.
Pero soy fan... y me la he tragado entera como corresponde.
En absoluto recomendable para quién quiera conocer el cine de Eliseo Subiela y para el resto... con reparos.
(post recuperado)
En uno de sus paseos nocturnos, el sonámbulo Eloy caerá en la cama de Elvira... y no sólo caerá entre sus sábanas sino que también lo hará entre sus piernas.
El cine de Eliseo Subiela es un cine difícil y no lo es por sus planteamientos conceptuales sino por su exacerbado decantamiento por la emoción y la poesía convirtiéndola en un elemento más de esa extraña realidad inverosímil que Subiela construye con sus imágenes, una realidad en la que sus personajes hablan versos y viven poemas como quién pregunta la hora. Y no me extraña nada que en este mundo supermercado en el que vivimos apuestas como la de Subiela resulten extrañas e incomprensibles fantasmagorías relamidas.
"No mires para abajo" precisamente relata a la manera peculiar de Subiela el aprendizaje emocional de Leandro, un jóven de 19 años que perderá a su padre y conocerá a una misteriosa Elvira que casi al final de la película desaparecerá de su vida tan fácilmente como llegó.
Las decepciones intentarán llevar su mirada hacia abajo, hacia el suelo, pero Leandro se mantendrá firme, seguirá con la mirada puesta en el cielo, hacia arriba, gracias a la maravillosa ayuda final del fantasma de su fallecido padre que se le aparecerá con unos cuantos discos de Jhon Coltrane bajo el brazo.
"No mires para abajo" desafortunadamente no se encuentra entre las mejores obras de Subiela.
En absoluto es una película conseguida resultando demasiado estética, demasiado parsimoniosa durante bastantes momentos de su metraje, especialmente en las escenas de sexo que un autor tan poco terrestre y angélico como Subiela parece no saber rodar... ¡ni entender! resultando largas y aburridas, por no decir demasiado poco creíbles, lastrando con su pétrea solidez de mármol de Carrara la capacidad de volar que todas las buenas historias de Subiela tienen.
Sin ellas "No mires para abajo" hubiera sido un maravilloso mediometraje sobre la vida concebida como la más importante de las Bellas Artes.
Pero soy fan... y me la he tragado entera como corresponde.
En absoluto recomendable para quién quiera conocer el cine de Eliseo Subiela y para el resto... con reparos.
1
"Renovación, reciclado de las personas que trae apareados pesados costos sociales, pero, sobre todo, la obsesión generalizada de la inseguridad. La presión psicológica y social de la movilidad, del estatus, de la competencia a todos los niveles (ingresos, prestigio, cultura, etc.) se hace más opresiva para todos. Hace falta más tiempo para recrearse, reciclarse, para recuperarse y compensar el desgaste psicológico y nervioso causado por múltiples daños: trayecto domicilio/trabajo, superpoblación, agresiones y estrés continuos. En definitiva, el costo mayor de la sociedad de consumo es el sentimiento generalizado de inseguridad que engendra...».
Todo lo cual lleva a una especie de autodevoración del sistema: «En este crecimiento rápido... que engendra inevitablemente tensiones inflacionistas..., una porción no desdeñable de la población no consigue seguir el ritmo y pasa a formar parte de los "abandonados a su suerte". Y los que siguen en carrera y alcanzan el estilo de vida propuesto como modelo, lo hacen pagando el precio de un esfuerzo que los deja disminuidos. Y esto es así aunque la sociedad se vea obligada a amortiguar los costos sociales del crecimiento redistribuyendo una parte cada vez mayor del producto nacional bruto a favor de inversiones sociales (educación, investigación, salud) definidas sobre todo para servir al crecimiento.» (E. Lisie). Ahora bien, en todas las contabilidades, esos gastos privados o colectivos destinados a hacer frente a las disfunciones antes que a aumentar las satisfacciones positivas, esos gastos de compensación, se adicionan a la elevación del nivel de vida... Llevada esta situación al límite, según J. Bourgeois-Pichat, «podríamos imaginar que la población cuya actividad está dedicada a mantener la salud del país supere en cantidad a la población comprometida efectivamente en la producción»."
2
"El único resultado objetivo es pues el crecimiento canceroso de las cifras y los balances, pero, esencialmente, se vuelve exactamente al estadio primitivo que es el de la carestía absoluta, del animal o del indígena, que agota todas sus fuerzas en la tarea de sobrevivir."
3
"Ahora bien, un sistema es ineficiente cuando su costo es igual o superior a su rendimiento. No es este el caso. Pero, vemos perfilarse, a través de los factores que degradan la calidad de vida y los correctivos sociales y técnicos de esos factores, una tendencia general a un funcionamiento interno tentacular del sistema: los consumos «disfuncionales », individuales o colectivos, aumentan más rápidamente que los consumos «funcionales». En el fondo, el sistema es su propio parásito."
(La sociedad de consumo: Sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
¡Interesante!
Una parte del costo de los sistemas públicos de sanidad es consecuencia de las disfuncionalidades del sistema, del daño que hace a los individuos que lo integran.
Crece la disfuncionalidad, crece el coste...
"Renovación, reciclado de las personas que trae apareados pesados costos sociales, pero, sobre todo, la obsesión generalizada de la inseguridad. La presión psicológica y social de la movilidad, del estatus, de la competencia a todos los niveles (ingresos, prestigio, cultura, etc.) se hace más opresiva para todos. Hace falta más tiempo para recrearse, reciclarse, para recuperarse y compensar el desgaste psicológico y nervioso causado por múltiples daños: trayecto domicilio/trabajo, superpoblación, agresiones y estrés continuos. En definitiva, el costo mayor de la sociedad de consumo es el sentimiento generalizado de inseguridad que engendra...».
Todo lo cual lleva a una especie de autodevoración del sistema: «En este crecimiento rápido... que engendra inevitablemente tensiones inflacionistas..., una porción no desdeñable de la población no consigue seguir el ritmo y pasa a formar parte de los "abandonados a su suerte". Y los que siguen en carrera y alcanzan el estilo de vida propuesto como modelo, lo hacen pagando el precio de un esfuerzo que los deja disminuidos. Y esto es así aunque la sociedad se vea obligada a amortiguar los costos sociales del crecimiento redistribuyendo una parte cada vez mayor del producto nacional bruto a favor de inversiones sociales (educación, investigación, salud) definidas sobre todo para servir al crecimiento.» (E. Lisie). Ahora bien, en todas las contabilidades, esos gastos privados o colectivos destinados a hacer frente a las disfunciones antes que a aumentar las satisfacciones positivas, esos gastos de compensación, se adicionan a la elevación del nivel de vida... Llevada esta situación al límite, según J. Bourgeois-Pichat, «podríamos imaginar que la población cuya actividad está dedicada a mantener la salud del país supere en cantidad a la población comprometida efectivamente en la producción»."
2
"El único resultado objetivo es pues el crecimiento canceroso de las cifras y los balances, pero, esencialmente, se vuelve exactamente al estadio primitivo que es el de la carestía absoluta, del animal o del indígena, que agota todas sus fuerzas en la tarea de sobrevivir."
3
"Ahora bien, un sistema es ineficiente cuando su costo es igual o superior a su rendimiento. No es este el caso. Pero, vemos perfilarse, a través de los factores que degradan la calidad de vida y los correctivos sociales y técnicos de esos factores, una tendencia general a un funcionamiento interno tentacular del sistema: los consumos «disfuncionales », individuales o colectivos, aumentan más rápidamente que los consumos «funcionales». En el fondo, el sistema es su propio parásito."
(La sociedad de consumo: Sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
¡Interesante!
Una parte del costo de los sistemas públicos de sanidad es consecuencia de las disfuncionalidades del sistema, del daño que hace a los individuos que lo integran.
Crece la disfuncionalidad, crece el coste...
"Let's not start sucking each other's dicks quite yet"
Tengo que ser justo... Sigo sospechando de la realidad y en este sentido me ha gustado leer (gracias a S, working class hero donde los haya) un artículo de Daniel Innenarity publicado en El País que, creo, sitúa las cosas en su justo término (aunque me joda).
Innerarity plantea que la Indignación no es suficiente, y que ese sentimiento debe ser estructurado en acciones y estructuras que le permitan superar el corto plazo. En Sol se está trabajando en esa dirección, pero me preocupa que falten impugnaciones a la totalidad, me preocupa que la indignación sólo tenga que ver con que el omnideseante y omnipotente yo, producto de la sociedad de consumo, sólo eche en falta la posibilidad de tener más, que se sienta preso de las consecuencias de deseos pasados, que se sienta incapacitado por sus compromisos y obligaciones para seguir deseando sin freno.
Y en este sentido me ha gustado mucho leer en el último párrafo de este artículo lo siguiente:
"Se podría hablar de una función conservadora de la indignación que estabiliza los sistemas como lo hacen las válvulas de escape o las canas al aire, tan funcionales a la hora de dejar las cosas como están. Ese algo más que necesitamos para transitar hacia un mundo mejor no es una mayor exageración dramática de nuestro descontento; es, de entrada, una buena teoría que nos permita comprender lo que está pasando en el mundo sin caer en la cómoda tentación de escamotear su complejidad. Solo a partir de entonces pueden formularse programas, proyectos o liderazgos que permitan un tipo de intervención social eficaz, coherente y capaz de resultar atractiva para una mayoría que no esté formada solo por gente cabreada."
Brilla por su ausencia un modelo crítico, estructurado de comprensión de esa realidad que tanto nos indigna.
La cosa no se arregla con un simple o complejo cambio de leyes.
El verdadero problema es moral. No tiene que ver con estar (en Sol y alrededores por ejemplo) sino con ser... Hay que empezar a ser de otra manera, porque dará igual el tipo de leyes que se instauren si el sujeto que debe cumplirlas está a la historia de desear irresponsablemente.
El ser humano debe reencontrarse con su lado espiritual.
Estuvo bien el Mayo del 68, pero fracasó principalmente porque, inevitablemente y después, llegó el Verano convertido en metáfora del placer irresponsable en el que todos hemos sido socializados dentro de la Sociedad de Consumo.
Hay que identificar la totalitaria estructura de dominación que transparente como una telaraña de cristal se extiende por nuestras calles y casas.
Hay que empezar a ver fealdad en su proteica belleza.
Nos hace falta otra mirada que nos permita empezar a ver, porque no va a ser tan fácil cambiar las cosas como pensamos, porque lo peor que tiene este sistema es que, constantemente, día a día, desde lo inconsciente, nos convierte a todos y cada uno de nosotros en guardianes de su seguridad.
Ese mecanismo de dramatización espectacular constantemente ejecutado del que Baudrillard habla nos hace temer que hará demasiado frío ahí fuera, sin tantas cosas... y quizá lo haya.
So... "let's not start sucking each other's dicks quite yet".
Tengo que ser justo... Sigo sospechando de la realidad y en este sentido me ha gustado leer (gracias a S, working class hero donde los haya) un artículo de Daniel Innenarity publicado en El País que, creo, sitúa las cosas en su justo término (aunque me joda).
Innerarity plantea que la Indignación no es suficiente, y que ese sentimiento debe ser estructurado en acciones y estructuras que le permitan superar el corto plazo. En Sol se está trabajando en esa dirección, pero me preocupa que falten impugnaciones a la totalidad, me preocupa que la indignación sólo tenga que ver con que el omnideseante y omnipotente yo, producto de la sociedad de consumo, sólo eche en falta la posibilidad de tener más, que se sienta preso de las consecuencias de deseos pasados, que se sienta incapacitado por sus compromisos y obligaciones para seguir deseando sin freno.
Y en este sentido me ha gustado mucho leer en el último párrafo de este artículo lo siguiente:
"Se podría hablar de una función conservadora de la indignación que estabiliza los sistemas como lo hacen las válvulas de escape o las canas al aire, tan funcionales a la hora de dejar las cosas como están. Ese algo más que necesitamos para transitar hacia un mundo mejor no es una mayor exageración dramática de nuestro descontento; es, de entrada, una buena teoría que nos permita comprender lo que está pasando en el mundo sin caer en la cómoda tentación de escamotear su complejidad. Solo a partir de entonces pueden formularse programas, proyectos o liderazgos que permitan un tipo de intervención social eficaz, coherente y capaz de resultar atractiva para una mayoría que no esté formada solo por gente cabreada."
Brilla por su ausencia un modelo crítico, estructurado de comprensión de esa realidad que tanto nos indigna.
La cosa no se arregla con un simple o complejo cambio de leyes.
El verdadero problema es moral. No tiene que ver con estar (en Sol y alrededores por ejemplo) sino con ser... Hay que empezar a ser de otra manera, porque dará igual el tipo de leyes que se instauren si el sujeto que debe cumplirlas está a la historia de desear irresponsablemente.
El ser humano debe reencontrarse con su lado espiritual.
Estuvo bien el Mayo del 68, pero fracasó principalmente porque, inevitablemente y después, llegó el Verano convertido en metáfora del placer irresponsable en el que todos hemos sido socializados dentro de la Sociedad de Consumo.
Hay que identificar la totalitaria estructura de dominación que transparente como una telaraña de cristal se extiende por nuestras calles y casas.
Hay que empezar a ver fealdad en su proteica belleza.
Nos hace falta otra mirada que nos permita empezar a ver, porque no va a ser tan fácil cambiar las cosas como pensamos, porque lo peor que tiene este sistema es que, constantemente, día a día, desde lo inconsciente, nos convierte a todos y cada uno de nosotros en guardianes de su seguridad.
Ese mecanismo de dramatización espectacular constantemente ejecutado del que Baudrillard habla nos hace temer que hará demasiado frío ahí fuera, sin tantas cosas... y quizá lo haya.
So... "let's not start sucking each other's dicks quite yet".
viernes, mayo 20, 2011
Uno de los argumentos más torticeros es pedir la perfección y esperar pacientemente la puntual aparición del detalle que la contradice para apoyarse en él y realizar cuestionamientos oportunistas que van como puñaladas por la espalda desde lo particular hacia lo general. Y en este sentido está resultando muy decepcionante el modo en que bastante medios están enfrentando los movimientos sociales de indignación que están surgiendo por todo el país.
Da mucha pena asistir al espectáculo de periodistas, comunicadores, sociólogos y politólogos pasando una y otra vez el dedo por la pared de este movimiento social en busca del menor atisbo de grasa, de suciedad, con las histéricas maneras de un Salieri ofendido en lo más profundo del alma.
Y es que casi siempre nos pierde lo analítico, la interminable y asintótica descomposición del hecho en mil y un detalles, proceso en el que siempre nos perdemos confundiendo la realidad con el deseo y en el que siempre terminamos topando con el seductor reflejo de aquello que deseamos encontrar.
Falta el punto de vista sintético, la visión global, el directo enfrentamiento con la superficie del hecho, que en este caso empieza simplemente por considerar que lo que está sucediendo por todo el país es el inevitable estallido social frente a una situación injusta de inicio.
La capacidad de tragar de las personas ha resultado tener un límite.
Y ante semejante situación tertulianos y opinadores se convierten en patéticos cantantes que sólo saben interpretar una única canción, la suya, su gran éxito, el que les ha llevado a estar donde están, desde diferentes perspectivas, cada loco con su tema, pero compartiendo en su mayoría la incapacidad para afrontar este evento social que resucita el inexistente pulso de este fallecido país con la imprescindible nobleza necesaria para comprender las cosas desde otros mundos posibles.
Francamente, escuchando debates y tertulias, no sabría decir quién es peor, si los partidos o ese patético cuarto poder que tenemos en este país donde abunda el miedo a la libertad, a lo anárquico y cambiante de las situaciones genésicas, que aún están por cristalizar y que surgen casi como una necesidad incontrolable pulsional de desahogo y gasto, sin ningún propósito concreto, imperfectas y jamás a la medida de un sistema cuajado de ideas y valores.
Es jugar con las cartas marcadas exigir la perfección a algo que no es más que un puñetazo en la mesa.
Una actitud muy propia de aquellos que no saben en realidad a qué sabe o huele la libertad y que, como los mejores toreros de salón, sólo saben recitarla, hablar de ella, manosearla con la lengua hasta llenarla con sus babas y, por supuesto, cuestionando de paso desde lo que les separa a aquellos que se están atreviendo a cogerla por las solapas.
Hay una responsabilidad social también en esa famélica actitud moral, que constantemente pide cuentas, que no cesa de exigir dibujando inflexible la línea que separa lo bueno de lo malo, demandando del otro criticado la mera aceptación resignada de una verdad exhibida con la impúdica ostentación libertina del que vive el delirio de saberse siempre libre del error, del lado de los elegidos, en lo cierto.
Da mucha pena asistir al espectáculo de periodistas, comunicadores, sociólogos y politólogos pasando una y otra vez el dedo por la pared de este movimiento social en busca del menor atisbo de grasa, de suciedad, con las histéricas maneras de un Salieri ofendido en lo más profundo del alma.
Y es que casi siempre nos pierde lo analítico, la interminable y asintótica descomposición del hecho en mil y un detalles, proceso en el que siempre nos perdemos confundiendo la realidad con el deseo y en el que siempre terminamos topando con el seductor reflejo de aquello que deseamos encontrar.
Falta el punto de vista sintético, la visión global, el directo enfrentamiento con la superficie del hecho, que en este caso empieza simplemente por considerar que lo que está sucediendo por todo el país es el inevitable estallido social frente a una situación injusta de inicio.
La capacidad de tragar de las personas ha resultado tener un límite.
Y ante semejante situación tertulianos y opinadores se convierten en patéticos cantantes que sólo saben interpretar una única canción, la suya, su gran éxito, el que les ha llevado a estar donde están, desde diferentes perspectivas, cada loco con su tema, pero compartiendo en su mayoría la incapacidad para afrontar este evento social que resucita el inexistente pulso de este fallecido país con la imprescindible nobleza necesaria para comprender las cosas desde otros mundos posibles.
Francamente, escuchando debates y tertulias, no sabría decir quién es peor, si los partidos o ese patético cuarto poder que tenemos en este país donde abunda el miedo a la libertad, a lo anárquico y cambiante de las situaciones genésicas, que aún están por cristalizar y que surgen casi como una necesidad incontrolable pulsional de desahogo y gasto, sin ningún propósito concreto, imperfectas y jamás a la medida de un sistema cuajado de ideas y valores.
Es jugar con las cartas marcadas exigir la perfección a algo que no es más que un puñetazo en la mesa.
Una actitud muy propia de aquellos que no saben en realidad a qué sabe o huele la libertad y que, como los mejores toreros de salón, sólo saben recitarla, hablar de ella, manosearla con la lengua hasta llenarla con sus babas y, por supuesto, cuestionando de paso desde lo que les separa a aquellos que se están atreviendo a cogerla por las solapas.
Hay una responsabilidad social también en esa famélica actitud moral, que constantemente pide cuentas, que no cesa de exigir dibujando inflexible la línea que separa lo bueno de lo malo, demandando del otro criticado la mera aceptación resignada de una verdad exhibida con la impúdica ostentación libertina del que vive el delirio de saberse siempre libre del error, del lado de los elegidos, en lo cierto.
jueves, mayo 19, 2011
Ninguna luz tan clara como ésta,
la que tibia te ilumina
en la recién amanecida mañana.
Y aunque no los ves
sabes que hay caminos marcados
sobre las vacías aceras
que muy pronto serán habitadas,
caminos como el tuyo,
de subida o de bajada,
de ida o de vuelta
que serán andados con prisa...
o sin ella
por pasos como los tuyos
que respiran profundamente,
que se toman con calma
el complejo oficio de amanecer
a una vida que aguarda
en el mismo lugar donde quedó ayer.
la que tibia te ilumina
en la recién amanecida mañana.
Y aunque no los ves
sabes que hay caminos marcados
sobre las vacías aceras
que muy pronto serán habitadas,
caminos como el tuyo,
de subida o de bajada,
de ida o de vuelta
que serán andados con prisa...
o sin ella
por pasos como los tuyos
que respiran profundamente,
que se toman con calma
el complejo oficio de amanecer
a una vida que aguarda
en el mismo lugar donde quedó ayer.
miércoles, mayo 18, 2011
Declaro que la manifestación de Sol no afecta a mi libertad de voto.
La Junta Electoral no habla por mi y no siento que me represente en ese auto..
Constitución Española
Artículo 21.
1. Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa.
2. En los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará comunicación previa a la autoridad, que solo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes.
La protesta crece en Sol a pesar de la prohibición de la Junta
Miles de personas desafían a la Junta Electoral y se concentran en Sol
Los 'indignados' consiguen abarrotar plaza Catalunya a ritmo de cacerolada
La Junta Electoral no habla por mi y no siento que me represente en ese auto..
Constitución Española
Artículo 21.
1. Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa.
2. En los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará comunicación previa a la autoridad, que solo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con peligro para personas o bienes.
La protesta crece en Sol a pesar de la prohibición de la Junta
Miles de personas desafían a la Junta Electoral y se concentran en Sol
Los 'indignados' consiguen abarrotar plaza Catalunya a ritmo de cacerolada
"Así como el turismo fragmenta el panorama cultural, delimitando sus pedazos en áreas turísticas mercantilizadas, ahora tiene lugar un proceso similar en la plaza pública. Durante siglos, la plaza pública se ha considerado un bien cultural común, un espacio abierto donde la gente se reunía, se comunicaba, compartía su experiencia, y se involucraba en diversos intercambios culturales, como festivales, desfiles, ceremonias, deportes, entretenimiento y compromiso ciudadano. Aunque el comercio también se desarrollaba tradicionalmente en la plaza pública, siempre se ha considerado una actividad derivada. La actividad principal siempre ha sido la creación y preservación del capital social, no el mercantil. La plaza pública siempre ha estado abierta a cualquiera, rico o pobre, sin vigilantes ni peajes. Todos convenían en que era el lugar donde la cultura, en todas sus formas, crecía y se reproducía.
Ahora, en menos de treinta años, la plaza pública —el lugar de encuentro de la cultura no ha hecho sino desaparecer, devorada por una concepción radical y novedosa de las reuniones pú-blicas. Si durante siglos la actividad mercantil fue secundaria con respecto a la actividad cultural —en realidad, una derivación suya, hoy la relación se ha invertido. En nuestros días, las actividades culturales que antes tenían lugar en la plaza pública se han recluido en centros comerciales cerra-dos, convirtiéndose en una mercancía a la venta. El centro comercial ha creado una nueva arquitec-tura para la asamblea pública, inscrita en el mundo del comercio, en el que la cultura existe en for-ma de experiencia mercantilizada. En este sentido, el centro comercial tiene mucho en común con la moderna industria del turismo."
(La era del acceso. Jeremy Rifkin)
Ahora, en menos de treinta años, la plaza pública —el lugar de encuentro de la cultura no ha hecho sino desaparecer, devorada por una concepción radical y novedosa de las reuniones pú-blicas. Si durante siglos la actividad mercantil fue secundaria con respecto a la actividad cultural —en realidad, una derivación suya, hoy la relación se ha invertido. En nuestros días, las actividades culturales que antes tenían lugar en la plaza pública se han recluido en centros comerciales cerra-dos, convirtiéndose en una mercancía a la venta. El centro comercial ha creado una nueva arquitec-tura para la asamblea pública, inscrita en el mundo del comercio, en el que la cultura existe en for-ma de experiencia mercantilizada. En este sentido, el centro comercial tiene mucho en común con la moderna industria del turismo."
(La era del acceso. Jeremy Rifkin)
DOMINIQUE STRAUSS-KHAN
Me cuesta creer que alguien tan irresponsable como para arriesgarse a hacer públicos sus vicios privados de una manera tan expuesta, como un jefe de cajeras de una gran superficie, pasándose por la bragueta su pasado, presente y futuro haya llegado tan alto.
Me cuesta creerlo, pero quizá sea cierto y las cosas estén así de mal, tan mal como para que cualquiera pueda llegar a presidir el Fondo monetario Internacional.
En cualquier caso, y de resultar culpable el señor Khan, el hecho no dejará de ser uno de esos eventos extraordinarios, tan metafóricamente palmarios que hablan sin parar por si solos a quién quiera o pueda escucharlos.
Tan simple como ésto: el gran papa del dinero violando al más humilde de los trabajadores.
Pura, sangrante y caliente metáfora de este mundo en que vivimos.
Me cuesta creer que alguien tan irresponsable como para arriesgarse a hacer públicos sus vicios privados de una manera tan expuesta, como un jefe de cajeras de una gran superficie, pasándose por la bragueta su pasado, presente y futuro haya llegado tan alto.
Me cuesta creerlo, pero quizá sea cierto y las cosas estén así de mal, tan mal como para que cualquiera pueda llegar a presidir el Fondo monetario Internacional.
En cualquier caso, y de resultar culpable el señor Khan, el hecho no dejará de ser uno de esos eventos extraordinarios, tan metafóricamente palmarios que hablan sin parar por si solos a quién quiera o pueda escucharlos.
Tan simple como ésto: el gran papa del dinero violando al más humilde de los trabajadores.
Pura, sangrante y caliente metáfora de este mundo en que vivimos.
"La Junta Electoral considera, además, que "la petición del voto responsable", a la que hacen referencia los convocantes, "puede afectar a la campaña electoral y a la libertad del derecho de los ciudadanos al ejercicio del voto"
(La Junta Electoral Provincial prohíbe la concentración de Sol, El Mundo)
Está claro!
Pedir el voto responsable es un acto condenable, que puede afectar a la campaña electoral y a la libertad de los ciudadanos que prefieran optar por un voto irresponsable, o sea, el habitual (que es lo que deduzco del auto del tribunal).
¿Desde cuándo es condenable una llamada al voto responsable?
¿Dónde está el peligro?
¿Es tan idiota la gente como para que un tribunal tenga que hacer un auto tan estúpido?
Me falta un auto que reconozca que lo importante es pasar el trámite, que los ciudadanos voten, cuanto antes como sea... pero que voten.
A este paso quizá sea el próximo.
SOMEWHERE
Me gusta mucho "Somewhere".
Desde Wim Wenders creo que nadie como Sofía Coppola ha sido capaz de filmar los silencios, las transiciones, los tiempos muertos de una vida con la intensidad que realmente tienen. Porque "Somewhere" nos cuenta de manera magistral un interludio dentro de la vida de una estrella de Hollywood llamada Johnny Marco (Stephen Dorff).
Parece que algo importante ha sucedido antes de que el tiempo de la película se convierta en imágenes y también parece que algo va a suceder después de que la película acabe y las imágenes terminen en un fundido a negro.
El territorio donde sucede "Somewhere" es un lugar desordenado de vacío y desconcierto. Apenas hay diálogos. Las cosas simplemente están, simplemente suceden y bajo su aparente insignificancia cotidiana en realidad son una constante y fina lluvia que va erosionando un "algo" que el espectador solo puede intuir en el inescrutable interior de Marco.
Y es pasmoso el brillante modo con que Coppola nos muestra lo inefable de la existencia. De todo modo "Somewhere" es un genial ejercicio de contar aquello que no se puede contar, las mil y una variables que componen cada instante, los mil y uno factores que nos afectan, el invisible efecto que las buenas o malas compañías ejercen sobre nosotros, el modo en que nos influyen y determinan nuestras decisiones futuras... si es que al final no optamos por permanecer bajo el sol, en la piscina, un poco más de tiempo.
Genial.
Me gusta mucho "Somewhere".
Desde Wim Wenders creo que nadie como Sofía Coppola ha sido capaz de filmar los silencios, las transiciones, los tiempos muertos de una vida con la intensidad que realmente tienen. Porque "Somewhere" nos cuenta de manera magistral un interludio dentro de la vida de una estrella de Hollywood llamada Johnny Marco (Stephen Dorff).
Parece que algo importante ha sucedido antes de que el tiempo de la película se convierta en imágenes y también parece que algo va a suceder después de que la película acabe y las imágenes terminen en un fundido a negro.
El territorio donde sucede "Somewhere" es un lugar desordenado de vacío y desconcierto. Apenas hay diálogos. Las cosas simplemente están, simplemente suceden y bajo su aparente insignificancia cotidiana en realidad son una constante y fina lluvia que va erosionando un "algo" que el espectador solo puede intuir en el inescrutable interior de Marco.
Y es pasmoso el brillante modo con que Coppola nos muestra lo inefable de la existencia. De todo modo "Somewhere" es un genial ejercicio de contar aquello que no se puede contar, las mil y una variables que componen cada instante, los mil y uno factores que nos afectan, el invisible efecto que las buenas o malas compañías ejercen sobre nosotros, el modo en que nos influyen y determinan nuestras decisiones futuras... si es que al final no optamos por permanecer bajo el sol, en la piscina, un poco más de tiempo.
Genial.
martes, mayo 17, 2011
"Aquí es precisamente donde interviene la dramatización espectacular a cargo de los medios de comunicación masiva (la noticia/catástrofe como categoría generalizada de todos los mensajes): para poder resolver esta contradicción entre moral puritana y moral hedonista, es necesario que esa quietud de la esfera privada aparezca como valor obtenido con esfuerzo y constantemente amenazado, rodeado por una fatalidad de catástrofe. La violencia y el carácter inhumano del mundo exterior son necesarios, no sólo para experimentar más profundamente como tal la seguridad (esto en la economía del goce), sino además para sentir que elegir la seguridad como tal (esto en la economía moral de la salvación) está justificado a cada instante. Es necesario que, alrededor de la zona preservada, florezcan los signos del destino, de la pasión, de la fatalidad, para que la cotidianidad recupere la grandeza, el carácter sublime, cuyo reverso en realidad es. Por todas partes se sugiere, se menciona, la fatalidad para que, frenTe a ella, la banalidad se alimente y encuentre gracia."
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
lunes, mayo 16, 2011
domingo, mayo 15, 2011
Miles de personas exigen dejar de ser 'mercancías de políticos y banqueros...
"Esto no es una crisis, es una estafa"
"Esto no es una crisis, es una estafa"
GUN CRAZY
Dirigida en 1950 por Joseph H. Lewis, "Gun Crazy" es una de las grandes obras maestras del cine negro.
La historia que nos cuenta es una historia de "amor fou" que viven hasta la muerte Bart (John Dall) y Annie (Peggy Cummings), dos desarraigados que unirán sus inciertos destinos para encontrar una inesperada certeza en la eternidad de la felicidad que les une en una difícil relación sentimental y que les unirá desesperadamente contra todo y todos.
"Gun Crazy" cuenta con una guión espectacular, brillante, del que es en buena medida responsable (y bajo seudónimo por ser en ese mismo momento objetivo del macartismo) el legendario Dalton Trumbo, pero también, y en absoluto en menor medida, con una espectacular dirección del "desconocido" Joseph H. Lewis que otorga a la cámara un sentido incisivo, penetrante, en busca de las emociones que aparecen en los rostros de los personajes.
En "Gun crazy" la cámara se mueve como nunca se ha movido, con maneras brillantes de Orson Welles, para buscar y revelar aspectos esenciales que contribuyen al desenvolvimiento de la historia.
No es de extrañar que "Gun crazy" impresionara a los por entonces jóvenes Truffaut o Goddard, futuros generadores de la "nouvelle vague", porque su frescura y vitalidad es una aparición extraña y a contracorriente dentro de las maneras más estáticas de hacer cine propias de la época... por no hablar de la brillante fotografía en exteriores que evoca a la mejor fotografía del grandioso Raoul Coutard para los primeros Truffaut o Goddard: un blanco y negro puro, nítido, casi documental, en el que los personajes se vuelven aún más reales dentro de la locura que viven en su viaje sin retorno al final de la propia noche.
"Gun crazy" es un maravilloso, adolescente y romántico canto beatnik, la consagración del presente como territorio de búsqueda y de afirmación. Muchos anti-héroes han venido después de Annie y Bart, empezando por el Michel Poiccard de "El final de la escapada" o el Antoine Doinel de "Los 400 golpes". Todos desesperadamente empeñados en la impostura de existir a toda costa y a cualquier precio, pero los primeros en esa larga, trágica e interminable carrera hacia un imposible mar fueron ellos.
Muchas imágenes y sentidos que posteriormente hemos encontrado tantas veces en otras películas, aparecieron por primera vez en "Gun crazy"
Imprescindible.
Dirigida en 1950 por Joseph H. Lewis, "Gun Crazy" es una de las grandes obras maestras del cine negro.
La historia que nos cuenta es una historia de "amor fou" que viven hasta la muerte Bart (John Dall) y Annie (Peggy Cummings), dos desarraigados que unirán sus inciertos destinos para encontrar una inesperada certeza en la eternidad de la felicidad que les une en una difícil relación sentimental y que les unirá desesperadamente contra todo y todos.
"Gun Crazy" cuenta con una guión espectacular, brillante, del que es en buena medida responsable (y bajo seudónimo por ser en ese mismo momento objetivo del macartismo) el legendario Dalton Trumbo, pero también, y en absoluto en menor medida, con una espectacular dirección del "desconocido" Joseph H. Lewis que otorga a la cámara un sentido incisivo, penetrante, en busca de las emociones que aparecen en los rostros de los personajes.
En "Gun crazy" la cámara se mueve como nunca se ha movido, con maneras brillantes de Orson Welles, para buscar y revelar aspectos esenciales que contribuyen al desenvolvimiento de la historia.
No es de extrañar que "Gun crazy" impresionara a los por entonces jóvenes Truffaut o Goddard, futuros generadores de la "nouvelle vague", porque su frescura y vitalidad es una aparición extraña y a contracorriente dentro de las maneras más estáticas de hacer cine propias de la época... por no hablar de la brillante fotografía en exteriores que evoca a la mejor fotografía del grandioso Raoul Coutard para los primeros Truffaut o Goddard: un blanco y negro puro, nítido, casi documental, en el que los personajes se vuelven aún más reales dentro de la locura que viven en su viaje sin retorno al final de la propia noche.
"Gun crazy" es un maravilloso, adolescente y romántico canto beatnik, la consagración del presente como territorio de búsqueda y de afirmación. Muchos anti-héroes han venido después de Annie y Bart, empezando por el Michel Poiccard de "El final de la escapada" o el Antoine Doinel de "Los 400 golpes". Todos desesperadamente empeñados en la impostura de existir a toda costa y a cualquier precio, pero los primeros en esa larga, trágica e interminable carrera hacia un imposible mar fueron ellos.
Muchas imágenes y sentidos que posteriormente hemos encontrado tantas veces en otras películas, aparecieron por primera vez en "Gun crazy"
Imprescindible.
"Para millones de estadounidenses, los derechos de comprar y poseer se han vuelto expresiones de la libertad indivi-dual mucho más significativas que acudir a las urnas a ejercer su derecho al voto. Tengamos en cuenta que, a principios de siglo, el consumo tenía únicamente connotaciones negativas. El consu-mo significaba devastación, depredación, explotación y agotamiento. A finales del siglo XIX, cuan-do una persona padecía de tuberculosis, popularmente se decía que «le consumía». La difusión del uso de productos adquiridos en tiendas y con marca comercial, por una parte, y el auge de la publi-cidad de masas y las campañas de marketing, por otra, sirvieron para glorificar el consumo."
(La era del acceso. Jeremy Rifkin)
(La era del acceso. Jeremy Rifkin)
MIDNIGHT IN PARIS
No hay nada nuevo bajo el sol en el mundo creativo de Woody Allen.
"Midnight in Paris" revisita los mismos y viejos lugares de siempre: las crisis creativas, las complicadas relaciones de pareja, la búsqueda de un sentido verdadero a la existencia... Por algo Allen es un autor.
Desde un punto de vista estrictamente autoral, seguramente desde "Match point" no ha aparecido nada nuevo bajo ese sol que puntualmente amanece en las pantallas de todo el mundo cada año. Pero, si hay algo que se le debe reconocer a Allen, es su oficio como creador. Su capacidad para construir relatos minimamente presentables sobre los tópicos de su mundo personal revistiendo ese corazón tantas veces latido con una capacidad para construir artefactos narrativos de cierto interés, artefactos siempre revestidos del pan de oro de unos diálogos siempre interesantes, de cuando en cuando brillantes.
Hace mucho que Allen ha dicho todo lo que tenía que decir, pero aún sigue ahí, construyendo historias que en el mejor de los casos resultan entretenidas mientras duran, consiguiendo hacer reír en mayor o menor medida al espectador.
Una perfecta private dancer con la capacidad de dejar satisfecho a todo aquel que esté dispuesto a pagar unos euros para salir a bailar con él.
"Midnight in Paris" muestra lo mejor de este Woody Allen que, en una lectura histórica de su carrera, es el peor.
Gil un escritor a la búsqueda del propio sentido se encuentra de visita en París. Vagabundeando dentro de sí mismo y por la ciudad terminará encontrándose en el mágico sonar de las campanadas de medianoche. Viajando en el tiempo a la fiesta en que la ciudad era para los artistas en los años veintes del siglo pasado, Gil tendrá la oportunidad de conocer a sus referentes literarios y culturales y contrastarse en su deseo de ser frente a ellos, absolutas y talentosas fuentes de sentido.
Así, el sentido irá forjándose poco a poco dentro de Gil, en cada uno de esos viajes nocturnos al pasado.
"Midnight in Paris" es un cuento amable que resulta divertido por momentos, en este sentido es inolvidable la escena en que Gil confiesa a unos maravillosos Dali, Buñuel y Man Ray, su procedencia y la naturalidad con la que estos surrealistas aceptan una confesión tan surrealista.
Una comedia romántica de esas que solo hace Allen, de amor hacia uno mismo, en las que tras mucho tiempo buscándose el protagonista termina encontrándose en un invisible abrazo final normalmente materializado en una decisión que siempre rompe con aspectos no auténticos de la existencia de ese personaje. En este aspecto, entre la comedia moral y la romántica, Allen sigue siendo un maestro.
Mención especial para un divertidísimo Adrian Brody con estupendo talento histriónico transmutado en un brillante y loco Dalí.
Entretenida.
No hay nada nuevo bajo el sol en el mundo creativo de Woody Allen.
"Midnight in Paris" revisita los mismos y viejos lugares de siempre: las crisis creativas, las complicadas relaciones de pareja, la búsqueda de un sentido verdadero a la existencia... Por algo Allen es un autor.
Desde un punto de vista estrictamente autoral, seguramente desde "Match point" no ha aparecido nada nuevo bajo ese sol que puntualmente amanece en las pantallas de todo el mundo cada año. Pero, si hay algo que se le debe reconocer a Allen, es su oficio como creador. Su capacidad para construir relatos minimamente presentables sobre los tópicos de su mundo personal revistiendo ese corazón tantas veces latido con una capacidad para construir artefactos narrativos de cierto interés, artefactos siempre revestidos del pan de oro de unos diálogos siempre interesantes, de cuando en cuando brillantes.
Hace mucho que Allen ha dicho todo lo que tenía que decir, pero aún sigue ahí, construyendo historias que en el mejor de los casos resultan entretenidas mientras duran, consiguiendo hacer reír en mayor o menor medida al espectador.
Una perfecta private dancer con la capacidad de dejar satisfecho a todo aquel que esté dispuesto a pagar unos euros para salir a bailar con él.
"Midnight in Paris" muestra lo mejor de este Woody Allen que, en una lectura histórica de su carrera, es el peor.
Gil un escritor a la búsqueda del propio sentido se encuentra de visita en París. Vagabundeando dentro de sí mismo y por la ciudad terminará encontrándose en el mágico sonar de las campanadas de medianoche. Viajando en el tiempo a la fiesta en que la ciudad era para los artistas en los años veintes del siglo pasado, Gil tendrá la oportunidad de conocer a sus referentes literarios y culturales y contrastarse en su deseo de ser frente a ellos, absolutas y talentosas fuentes de sentido.
Así, el sentido irá forjándose poco a poco dentro de Gil, en cada uno de esos viajes nocturnos al pasado.
"Midnight in Paris" es un cuento amable que resulta divertido por momentos, en este sentido es inolvidable la escena en que Gil confiesa a unos maravillosos Dali, Buñuel y Man Ray, su procedencia y la naturalidad con la que estos surrealistas aceptan una confesión tan surrealista.
Una comedia romántica de esas que solo hace Allen, de amor hacia uno mismo, en las que tras mucho tiempo buscándose el protagonista termina encontrándose en un invisible abrazo final normalmente materializado en una decisión que siempre rompe con aspectos no auténticos de la existencia de ese personaje. En este aspecto, entre la comedia moral y la romántica, Allen sigue siendo un maestro.
Mención especial para un divertidísimo Adrian Brody con estupendo talento histriónico transmutado en un brillante y loco Dalí.
Entretenida.
sábado, mayo 14, 2011
"el consumo está regido por un pensamiento mágico, hay una mentalidad milagrosa que rige la vida cotidiana y ésta es una mentalidad de espíritus primitivos, en el sentido en que se la ha definido, vale decir, fundada en creer en la omnipotencia de los pensamientos. Estamos aquí ante la creencia en la omnipotencia de los signos. En efecto, la opulencia, la «afluencia», no es más que la acumulación de signos de felicidad."
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
THE GREAT RACE
Filmada en 1965, y adelantándose al menos un lustro a la moda "retro" que dentro del mundo del cine reivindicaría el pasado mudo del negocio, "The great race" se presenta, con su inicial dedicación a los geniales Laurel & Hardy, como un homenaje a las comedias del cine mudo y, en general, a la reivindicación de toda una época.
En sus aproximadamente dos horas y media de duración, hay espacio para todo: slapstick, persecuciones, gags, combates a espada, guerra de tartas y todo expresado a través del antagonismo que mantienen el apolíneo Gran Leslie (Tony Curtis) y el malvado Profesor Fate (Jack Lemmon) con motivo de una carrera de coches que les llevará por todo el mundo, desde Nueva York hasta París.
Como en aquellas viejas películas la historia de "The great race" es apenas una anécdota que sirve de soporte para las caídas y las trompadas de los personajes que la pueblan. Desgraciadamente, la película resulta demasiado larga, demasiado desigual, con maravillosos momentos como los iniciales que presentan el antagonismo entre los dos personajes principales o la espectacular e inolvidable pelea de tartas final, pero también con otros momentos menos buenos, anodinos, como de transición. Y es que, en algunos momentos, "The great race" carece de la necesaria unidad narrativa pareciendo un serial metido dentro de una película.
No obstante, y pese al tiempo pasado desde su estreno, la película sigue conservando el poder de hacer reír... si uno se deja, un poder mágico que hace que el espectador le perdone sus defectos y quiera volver a asomarse a ella de cuando en cuando buscándose la tentadora posibilidad de una sonrisa.
Y buena parte de ese poder radica en la maravillosa presencia de Jack Lemmon y Peter Falk, que interpretan con histrionico talento al Profesor Fate y a su esbirro Max fatidicamente condenados a fracasar una y otra vez en su esfuerzo por superar al inigualable Leslie.
Siempre entretenida.
La maravillosa música de Henry Mancini también cuenta...
Y la pelea de tartas...
Debe ser divertido... Me lo apuntaré en la lista de cosas que me quedan por hacer.
Filmada en 1965, y adelantándose al menos un lustro a la moda "retro" que dentro del mundo del cine reivindicaría el pasado mudo del negocio, "The great race" se presenta, con su inicial dedicación a los geniales Laurel & Hardy, como un homenaje a las comedias del cine mudo y, en general, a la reivindicación de toda una época.
En sus aproximadamente dos horas y media de duración, hay espacio para todo: slapstick, persecuciones, gags, combates a espada, guerra de tartas y todo expresado a través del antagonismo que mantienen el apolíneo Gran Leslie (Tony Curtis) y el malvado Profesor Fate (Jack Lemmon) con motivo de una carrera de coches que les llevará por todo el mundo, desde Nueva York hasta París.
Como en aquellas viejas películas la historia de "The great race" es apenas una anécdota que sirve de soporte para las caídas y las trompadas de los personajes que la pueblan. Desgraciadamente, la película resulta demasiado larga, demasiado desigual, con maravillosos momentos como los iniciales que presentan el antagonismo entre los dos personajes principales o la espectacular e inolvidable pelea de tartas final, pero también con otros momentos menos buenos, anodinos, como de transición. Y es que, en algunos momentos, "The great race" carece de la necesaria unidad narrativa pareciendo un serial metido dentro de una película.
No obstante, y pese al tiempo pasado desde su estreno, la película sigue conservando el poder de hacer reír... si uno se deja, un poder mágico que hace que el espectador le perdone sus defectos y quiera volver a asomarse a ella de cuando en cuando buscándose la tentadora posibilidad de una sonrisa.
Y buena parte de ese poder radica en la maravillosa presencia de Jack Lemmon y Peter Falk, que interpretan con histrionico talento al Profesor Fate y a su esbirro Max fatidicamente condenados a fracasar una y otra vez en su esfuerzo por superar al inigualable Leslie.
Siempre entretenida.
La maravillosa música de Henry Mancini también cuenta...
Y la pelea de tartas...
Debe ser divertido... Me lo apuntaré en la lista de cosas que me quedan por hacer.
viernes, mayo 13, 2011
"El intercambio se presenta así, en el fondo, como un proceso de gasto sobre el que se desarrolló un proceso de adquisición. La economía clásica creyó que el intercambio primitivo se producía bajo la forma de trueque, pues no tenía, en efecto, ninguna razón para suponer que un medio de adquisición como el intercambio hubiera podido tener como origen, no la necesidad de adquirir sino la necesidad contraria de destrucción y de pérdida.
La concepción tradicional de los orígenes de la economía no ha sido arruinada más que en fecha reciente, incluso muy reciente, por lo que un gran número de economistas sigue considerando
arbitrariamente el trueque como el ancestro del comercio. Opuesta a la noción artificiál de trueque, la forma arcaica del intercambio ha sido identificada por Mauss con el nombre de potlach tomado de los indios del noroeste americano, que practican el tipo más conocido. Instituciones análogas al potlatch indio o rastros de ellas han sido halladas con mucha frecuencia... El potlatch excluye todo regateo y, en general, está constituido por un don considerable de riquezas que se ofrecen ostensiblemente con el objeto de humillar, de desafiar y de obligar a un rival. El carácter de intercambio del don resulta del hecho de que el donatario, para evitar la humillación y aceptar el desafío, debe cumplir con la obligación contraída por él al aceptarlo respondiendo más tarde con un don más importante; es decir, que debe devolver con usura.
(...)
Las consecuencias en el orden de la adquisición no son más que el resultado no querido —al menos en la medida en que los impulsos que rigen la operación sigan siendo primitivos— de un proceso dirigido en un sentido contrario. "El ideal, indica Mauss, sería dar un potlatch y que no fuera devuelto". Este ideal es realizado por ciertas destrucciones en las cuales la costumbre consiste en que no tengan contrapartidas posibles."
(La parte maldita. Georges Bataille)
Se da para que no pueda ser devuelto.
El que más tiene puede dar más y aquellos que están obligados a devolver no pueden responder con algo de mayor valor.
La autoridad del que más tiene se pone de manifiesto en el gasto de esa riqueza que se posee ante los ojos de la comunidad.
El primer intercambio se basaba en un proceso ritual de gasto, en absoluto se intercambiaba para acumular sino para todo lo contrario. La vergüenza era tener que acumular, porque, si se acumulaba, era porque no se había podido corresponder con una dádiva mayor.
La concepción tradicional de los orígenes de la economía no ha sido arruinada más que en fecha reciente, incluso muy reciente, por lo que un gran número de economistas sigue considerando
arbitrariamente el trueque como el ancestro del comercio. Opuesta a la noción artificiál de trueque, la forma arcaica del intercambio ha sido identificada por Mauss con el nombre de potlach tomado de los indios del noroeste americano, que practican el tipo más conocido. Instituciones análogas al potlatch indio o rastros de ellas han sido halladas con mucha frecuencia... El potlatch excluye todo regateo y, en general, está constituido por un don considerable de riquezas que se ofrecen ostensiblemente con el objeto de humillar, de desafiar y de obligar a un rival. El carácter de intercambio del don resulta del hecho de que el donatario, para evitar la humillación y aceptar el desafío, debe cumplir con la obligación contraída por él al aceptarlo respondiendo más tarde con un don más importante; es decir, que debe devolver con usura.
(...)
Las consecuencias en el orden de la adquisición no son más que el resultado no querido —al menos en la medida en que los impulsos que rigen la operación sigan siendo primitivos— de un proceso dirigido en un sentido contrario. "El ideal, indica Mauss, sería dar un potlatch y que no fuera devuelto". Este ideal es realizado por ciertas destrucciones en las cuales la costumbre consiste en que no tengan contrapartidas posibles."
(La parte maldita. Georges Bataille)
Se da para que no pueda ser devuelto.
El que más tiene puede dar más y aquellos que están obligados a devolver no pueden responder con algo de mayor valor.
La autoridad del que más tiene se pone de manifiesto en el gasto de esa riqueza que se posee ante los ojos de la comunidad.
El primer intercambio se basaba en un proceso ritual de gasto, en absoluto se intercambiaba para acumular sino para todo lo contrario. La vergüenza era tener que acumular, porque, si se acumulaba, era porque no se había podido corresponder con una dádiva mayor.
"La síntesis de la profusión y del cálculo es el centro comercial. El drugstore (o el nuevo centro comercial) realiza la síntesis de las actividades consumidoras, entre las cuales no es menor el shopping mismo, que el coqueteo con los objetos, el vagabundeo lúdico y las posibilidades combinatorias. En ese sentido, el centro comercial es más específico del consumo moderno que las grandes tiendas, en las cuales la centralización cuantitativa de los productos deja menos margen a la exploración lúdica. En las grandes tiendas, que conservan algo de la época en que nacieron —que fue la del acceso de amplias clases a los bienes de consumo corriente—> la yuxtaposición de los sectores, de los productos, impone una marcha más utilitaria. El centro comercial, en cambio, tiene un sentido muy diferente: no yuxtapone categorías de mercancía, practica la amalgama de los signos, de todas las categorías de bienes considerados como campos parciales de una totalidad consumidora de signos, en la que el centro cultural deviene parte integrante del centro comercial."
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
(La sociedad de consumo: sus mitos, sus estructuras. Jean Baudrillard)
NO MIRES PARA ABAJO
No es fácil el cine de Eliseo Subiela... y no lo es precisamente desde la vertiente conceptual, que es de donde suelen proceder casi todas las complejidades expositivas, sino por la sobrerepresentada presencia de lo emocional, de la poesía, de la palabra poética en la realidad que Subiela construye imagen a imagen en sus películas.
El cine de Subiela vive una precaria existencia en la delgada línea que separa lo sublime de lo ridículo y esa existencia como no puede ser de otra forma siempre es difícil e incierta... y mucho más ahora, en este mundo-supermercado en el que vivimos, propuestas en las que la poesía forma parte de la vida, tienen un lugar tan real en las imágenes que se contemplan como la entrada en un café, resultan complicadas.
La propuesta de este director argentino discurre contracorriente, peor al mismo tiempo parece suceder firme en el tiempo con una producción constante de títulos allá en su argentina natal.
"No mires para abajo" en absoluto está entre lo mejor de la filmografía de Subiela.
Leandro, un joven soñador que no hace mas que ver el desconcertado fantasma de su padre recién muerto, acaba cayendo en una de sus excursiones nocturnas de sonámbulo en la cama de Elvira... y también terminará cayendo entre sus piernas.
Puedo intuir la intención que anima a Subiela: la construcción de un personaje, Leandro, que ante los reveses de la vida aprende la importancia del esfuerzo por sobreponerse a la decepción para mantenerse realmente vivo y en el mundo, en condiciones de disfrutar; el esfuerzo para evitar la decepción, el esfuerzo para no mirar hacia abajo, donde están las cosas que no suelen hacer tropezar, sino hacia arriba, donde suelen estar las cosas que nos hacen volar.
Y es una propuesta interesante, pero hay cosas que fallan en el tránsito de convertir esa propuesta en acto.
"No mires para abajo" resulta demasiado premiosa en su desarrollo, especialmente en todo lo que tiene que ver con las escenas de sexo/amor que Leandro y Elvira protagonizan durante buena parte de la película. Parece como si un ser tan aéreo como Subiela no supiera abordar al cuerpo a cuerpo que viven constantemente los dos protagonistas, produciendo imágenes morosas, poco creíbles, pura forma vacía que lastran con su peso de mármol de Carrara el vuelo de una historia que sin ellas hubiera resultado un más que interesante medio metraje.
Al final, Leandro comprenderá la importancia de no mirar hacia abajo con la ayuda del fantasma de su padre, impecablemente vestido y con un montón de discos de John Coltrane bajo el brazo, pero el espectador no entenderá que es lo que Leandro puede echar de menos de una Elvira que en absoluto está construida para llegar al espectador.
Nada recomendable si uno quiere ver una película de Subiela, para el resto... con reparos.
No es fácil el cine de Eliseo Subiela... y no lo es precisamente desde la vertiente conceptual, que es de donde suelen proceder casi todas las complejidades expositivas, sino por la sobrerepresentada presencia de lo emocional, de la poesía, de la palabra poética en la realidad que Subiela construye imagen a imagen en sus películas.
El cine de Subiela vive una precaria existencia en la delgada línea que separa lo sublime de lo ridículo y esa existencia como no puede ser de otra forma siempre es difícil e incierta... y mucho más ahora, en este mundo-supermercado en el que vivimos, propuestas en las que la poesía forma parte de la vida, tienen un lugar tan real en las imágenes que se contemplan como la entrada en un café, resultan complicadas.
La propuesta de este director argentino discurre contracorriente, peor al mismo tiempo parece suceder firme en el tiempo con una producción constante de títulos allá en su argentina natal.
"No mires para abajo" en absoluto está entre lo mejor de la filmografía de Subiela.
Leandro, un joven soñador que no hace mas que ver el desconcertado fantasma de su padre recién muerto, acaba cayendo en una de sus excursiones nocturnas de sonámbulo en la cama de Elvira... y también terminará cayendo entre sus piernas.
Puedo intuir la intención que anima a Subiela: la construcción de un personaje, Leandro, que ante los reveses de la vida aprende la importancia del esfuerzo por sobreponerse a la decepción para mantenerse realmente vivo y en el mundo, en condiciones de disfrutar; el esfuerzo para evitar la decepción, el esfuerzo para no mirar hacia abajo, donde están las cosas que no suelen hacer tropezar, sino hacia arriba, donde suelen estar las cosas que nos hacen volar.
Y es una propuesta interesante, pero hay cosas que fallan en el tránsito de convertir esa propuesta en acto.
"No mires para abajo" resulta demasiado premiosa en su desarrollo, especialmente en todo lo que tiene que ver con las escenas de sexo/amor que Leandro y Elvira protagonizan durante buena parte de la película. Parece como si un ser tan aéreo como Subiela no supiera abordar al cuerpo a cuerpo que viven constantemente los dos protagonistas, produciendo imágenes morosas, poco creíbles, pura forma vacía que lastran con su peso de mármol de Carrara el vuelo de una historia que sin ellas hubiera resultado un más que interesante medio metraje.
Al final, Leandro comprenderá la importancia de no mirar hacia abajo con la ayuda del fantasma de su padre, impecablemente vestido y con un montón de discos de John Coltrane bajo el brazo, pero el espectador no entenderá que es lo que Leandro puede echar de menos de una Elvira que en absoluto está construida para llegar al espectador.
Nada recomendable si uno quiere ver una película de Subiela, para el resto... con reparos.
miércoles, mayo 11, 2011
Buscas las palabras que te faltan
en el fondo del barril de tu boca,
pero nada encuentras.
Y mientras tanto estalla el sol.
Y los latidos del corazón
se te enredan en el pecho
componiendo un asfixiante galimatías
que te convierte en puro silencio.
No hay prisa.
Olvidaste la memoria de esos ojos
que te contemplan tan ciertos,
que te miran desde tan lejos.
Ahora eres otro.
Fue que prendió el tiempo.
en el fondo del barril de tu boca,
pero nada encuentras.
Y mientras tanto estalla el sol.
Y los latidos del corazón
se te enredan en el pecho
componiendo un asfixiante galimatías
que te convierte en puro silencio.
No hay prisa.
Olvidaste la memoria de esos ojos
que te contemplan tan ciertos,
que te miran desde tan lejos.
Ahora eres otro.
Fue que prendió el tiempo.
martes, mayo 10, 2011
"Todo este horror encuentra sus orígenes en el fracaso del capitalismo de mercado en proporcionar vidas mínimamente satisfactorias a la mayor parte de la gente, dejando a una quinta parte de la población mundial malnutrida y a la mayoría del resto dudando sobre si mañana podrán aún disfrutar de las pequeñas comodidades que les son hoy permitidas. Tanto los defensores acérrimos del poder de la clase dominante como los reformistas tímidos y cobardes actuales nos dicen que no hay alternativa a este sistema. Pero si eso es verdad, entonces no hay futuro para la humanidad."
(Chris Harman, La locura del mercado)
(Chris Harman, La locura del mercado)
No es la necesidad de estar
sino la voluntad de ser la que te impulsa.
Con paciencia milenaria insistes,
prolongas un ciego esfuerzo de siglos,
fatídicamente impulsado
por el heredado fracaso de tu carne,
aunque quizás sea demasiado tarde
y una vez más no debas.
Aguardas con moderada impaciencia
la fragilidad inasible
de éso que llamas tu momento,
detienes el silencioso correr de tu sangre
para escuchar mejor las pisadas que se acercan,
aunque quizá todo sea ilusión
y jamás suceda,
Incesante te prolongas
en una sucesión de instantes
que nunca se completan,
como antes hicieron otros
y volverán a hacer los que te sucedan,
cuando las cenizas de tu esperanza
sean la única sombra
que proyecte el vacío de tu ausencia.
sino la voluntad de ser la que te impulsa.
Con paciencia milenaria insistes,
prolongas un ciego esfuerzo de siglos,
fatídicamente impulsado
por el heredado fracaso de tu carne,
aunque quizás sea demasiado tarde
y una vez más no debas.
Aguardas con moderada impaciencia
la fragilidad inasible
de éso que llamas tu momento,
detienes el silencioso correr de tu sangre
para escuchar mejor las pisadas que se acercan,
aunque quizá todo sea ilusión
y jamás suceda,
Incesante te prolongas
en una sucesión de instantes
que nunca se completan,
como antes hicieron otros
y volverán a hacer los que te sucedan,
cuando las cenizas de tu esperanza
sean la única sombra
que proyecte el vacío de tu ausencia.
lunes, mayo 09, 2011
"En un mundo de pulsiones y de fantasmas manipulados por los signos, lo real no puede llegar a su propia realidad y a su verdad. La práctica del consumo consiste en una negación esencial del acontecimiento, del enfrentamiento y de la exigencia de la realidad y la verdad. Del mismo modo que los primitivos ignoraban la historia con sus contradicciones y sus dramas porque su pensamiento era mítico, la sociedad de consumo, por la omnipresencia del imaginario colectivo, ya no hace historia y no la reconoce. Lo real no es aprehendido en su trascendencia, está totalmente sumergido en el sistema de signos que se comporta como una pantalla ante la percepción de la realidad. En un universo imaginario no pasa nada, nada se crea ni llega a existir en sí mismo.
Consumir es, pues, huir de la historia en sus contradicciones y de lo real en su verdad. Atrapada constantemente en una proyección indefinida de fantasmas individuales y colectivos, la dimensión de lo real y de la historia se encuentra excluida en beneficio de un gozo inmediato y a corto plazo. Sociedad sin rumbo ni voluntad común, en la que la política no puede llegar más que en forma de fantasmas."
(Estudio introductorio: La dictadura del signo o la sociología del consumo del primer Baudrillard, Luis Enrique Alonso)
Consumir es, pues, huir de la historia en sus contradicciones y de lo real en su verdad. Atrapada constantemente en una proyección indefinida de fantasmas individuales y colectivos, la dimensión de lo real y de la historia se encuentra excluida en beneficio de un gozo inmediato y a corto plazo. Sociedad sin rumbo ni voluntad común, en la que la política no puede llegar más que en forma de fantasmas."
(Estudio introductorio: La dictadura del signo o la sociología del consumo del primer Baudrillard, Luis Enrique Alonso)
sábado, mayo 07, 2011
"La sociedad de consumo que teoriza Baudrillard se funda en un sistema de signos que no tiene valor racional y objetivo, que no tiene realidad. El mundo del consumo es un mundo de creencia y esperanza sobre los productos, objetos, cuerpos y bienes. Es un pensamiento mágico en el sentido en que el mito triunfa sobre lo racional, la creencia sobre el hecho, la ilusión sobre la verdad. El fundamento de esta creencia es esa capacidad de ceder a los signos, que son todopoderosos y captan en beneficio propio las necesidades y deseos reales, que tan sólo raramente son planteados en términos de realidad y verdad. Cuando había tormenta, los primitivos creían en la cólera divina (proyectaban en un sistema de signos) para conjurar el miedo, porque no se explicaban racionalmente la tormenta mediante sus mecanismos naturales. La creencia, de los actuales consumidores, consiste igualmente en adherirse plenamente a los signos, cuyo significado subyacente es el remedio contra el miedo: el bienestar perpetuo y la felicidad
por la profusión de bienes. Signos como «bienestar», «confort», «sexo» o «felicidad» se manifiestan por todas partes puesto que rigen nuestro imaginario. Todos los fantasmas y todas las proyecciones, todos los deseos y todas las necesidades, todas las imágenes y todas las
palabras aspiran a ser integradas en él y a perpetuar en el imaginario la consecución del goce anticipándose siempre a lo real. El sentido fundamental del consumo consiste en comprender que hay un auténtico terrorismo del signo que funciona de manera totalitaria."
(Estudio introductorio: La dictadura del signo o la sociología del consumo del primer Baudrillard, Luis Enrique Alonso)
por la profusión de bienes. Signos como «bienestar», «confort», «sexo» o «felicidad» se manifiestan por todas partes puesto que rigen nuestro imaginario. Todos los fantasmas y todas las proyecciones, todos los deseos y todas las necesidades, todas las imágenes y todas las
palabras aspiran a ser integradas en él y a perpetuar en el imaginario la consecución del goce anticipándose siempre a lo real. El sentido fundamental del consumo consiste en comprender que hay un auténtico terrorismo del signo que funciona de manera totalitaria."
(Estudio introductorio: La dictadura del signo o la sociología del consumo del primer Baudrillard, Luis Enrique Alonso)
"Si los consumidores se limitasen a consumir según sus necesidades reales, consumirían menos y en consecuencia se produciría menos también. Habría una determinación razonable de las necesidades necesarias para la simple satisfacción. El consumidor es, pues, el que no se para en la satisfacción de sus necesidades reales, sino que aspira, por la mediación del signo, a satisfacer sin parar necesidades imaginarias, necesidades estimuladas por la publicidad e incitadas por el sistema de retribuciones simbólicas."
(Estudio introductorio: La dictadura del signo o la sociología del consumo del primer Baudrillard, Luis Enrique Alonso)
(Estudio introductorio: La dictadura del signo o la sociología del consumo del primer Baudrillard, Luis Enrique Alonso)
viernes, mayo 06, 2011
OBAMA
Nunca me he creído a Barack Obama.
Siempre he pensado que es un político oportunista de la peor calaña, es decir de los que saben qué es lo que el pueblo americano necesita escuchar y está dispuesto a decírselo aun sabiendo que no va a poder darles ni el 10%... cosa que, por cierto, es la que está sucediendo.
Y tiene todo el sentido que estuviera tan bajo en las encuestas de popularidad porque la gente se ha sentido engañada, traicionada.
No sabemos en qué quedará esa revolución que prometía. Lo único cierto que, y como político oportunista que es, ya tiene a quién echar la culpa. No controla las cámaras legislativas. No le dejan... Y puede ser cierto, pero me pregunto por qué para este tema tan crucial no maneja tan bien la comunicación como la manejó para llegar a la Casa Blanca. Después de todo, hay una revolución pendiente.
Curiosa revolución ésta, la suya, que aspira a ser permitida renunciando a los valores morales que la motivan y que, en su momento, la hacían imperativa, necesaria. Como si Lenin le pidiese permiso al zar para proceder.
Curiosa revolución ésta, la suya, que solo ha sido un concepto vertido hábilmente sobre una mucho más hábil estrategia de comunicación buscando aprovechar el impulso que proporcionan las ventajas que el concepto tiene de cara al más puro arribismo que sólo busca llegar al poder y una vez allí olvidar las esclavitudes e inconvenientes que encierra el término y que descansan en su carácter inevitable y necesario que procede, a su vez, de su carácter de causa justa.
Hay muchas cosas importantes que hacer por la gente, por éso Obama consiguió los apoyos que cosechó en la sociedad americana, pero esa revolución está parada y lo que es peor su líder carismático parece renunciar a pelear, a dar la batalla manteniendo el escenario maniqueo y necesario de la línea que separa lo que está bien de lo que está mal... pero por qué Obama no dice nada. ¿Dónde esta ese "yes, we can" que en realidad se está convirtiendo en un "No, we can't". Y quizá, la respuesta está ahí, delante de nosotros y lo que para Obama es realmente importante resulta evidente por sí mismo: ser el primer presidente de origen afroamericano de la historia... Pura vanidad.
No hemos visto a un Obama combativo. No le hemos visto presionar o, por lo menos, esos gestos y mensajes no nos han llegado, pero si nos llega su recurso oportunista a la sangre de un asesino.
Me pregunto si la decisión de acabar con Bin Laden encaja con el Obama que vimos en su emocionante discurso de investidura. Lo único cierto es que su equipo económico es el mismo que montó el lío que produjo la masa crítica de decepción que le llevó a la Casa Blanca y que, en lo que respecta a Bin Laden, ha tomado la misma decisión que hubierna tomado esos enemigos que no le dejan gobernar empezando por el propio George Bush, hijo.
La sangre de un culpable... presunto le permitirá quizá remontar en las encuestas, pero por un momento se ha convertido en ese cowboy que decía detestar.
¿Dónde está la diferencia?
¿En que se mata con asco o con pena?
Todavía mucha más hipocresía, la traición incluso al propio gesto que es realizado pero con distanciamiento, como si en el fondo matar no fuera con él... aunque, de hecho, es lo que ha sucedido.
No me gusta Barack Obama.
El engaño perfecto para los que deseaban ser engañados.
La respuesta de los neocones liberales para mantener el chiringuito, garantizar la próxima avariciosa razzia desproporcionada para tener sietes casas en vez de cuatro.
El control social en la política a través del recurso al deseo.
Todo vale.
Esa es la única realidad.
Yes, they absolutely can... pero quiénes son ellos... porque nosotros no somos.
Nunca me he creído a Barack Obama.
Siempre he pensado que es un político oportunista de la peor calaña, es decir de los que saben qué es lo que el pueblo americano necesita escuchar y está dispuesto a decírselo aun sabiendo que no va a poder darles ni el 10%... cosa que, por cierto, es la que está sucediendo.
Y tiene todo el sentido que estuviera tan bajo en las encuestas de popularidad porque la gente se ha sentido engañada, traicionada.
No sabemos en qué quedará esa revolución que prometía. Lo único cierto que, y como político oportunista que es, ya tiene a quién echar la culpa. No controla las cámaras legislativas. No le dejan... Y puede ser cierto, pero me pregunto por qué para este tema tan crucial no maneja tan bien la comunicación como la manejó para llegar a la Casa Blanca. Después de todo, hay una revolución pendiente.
Curiosa revolución ésta, la suya, que aspira a ser permitida renunciando a los valores morales que la motivan y que, en su momento, la hacían imperativa, necesaria. Como si Lenin le pidiese permiso al zar para proceder.
Curiosa revolución ésta, la suya, que solo ha sido un concepto vertido hábilmente sobre una mucho más hábil estrategia de comunicación buscando aprovechar el impulso que proporcionan las ventajas que el concepto tiene de cara al más puro arribismo que sólo busca llegar al poder y una vez allí olvidar las esclavitudes e inconvenientes que encierra el término y que descansan en su carácter inevitable y necesario que procede, a su vez, de su carácter de causa justa.
Hay muchas cosas importantes que hacer por la gente, por éso Obama consiguió los apoyos que cosechó en la sociedad americana, pero esa revolución está parada y lo que es peor su líder carismático parece renunciar a pelear, a dar la batalla manteniendo el escenario maniqueo y necesario de la línea que separa lo que está bien de lo que está mal... pero por qué Obama no dice nada. ¿Dónde esta ese "yes, we can" que en realidad se está convirtiendo en un "No, we can't". Y quizá, la respuesta está ahí, delante de nosotros y lo que para Obama es realmente importante resulta evidente por sí mismo: ser el primer presidente de origen afroamericano de la historia... Pura vanidad.
No hemos visto a un Obama combativo. No le hemos visto presionar o, por lo menos, esos gestos y mensajes no nos han llegado, pero si nos llega su recurso oportunista a la sangre de un asesino.
Me pregunto si la decisión de acabar con Bin Laden encaja con el Obama que vimos en su emocionante discurso de investidura. Lo único cierto es que su equipo económico es el mismo que montó el lío que produjo la masa crítica de decepción que le llevó a la Casa Blanca y que, en lo que respecta a Bin Laden, ha tomado la misma decisión que hubierna tomado esos enemigos que no le dejan gobernar empezando por el propio George Bush, hijo.
La sangre de un culpable... presunto le permitirá quizá remontar en las encuestas, pero por un momento se ha convertido en ese cowboy que decía detestar.
¿Dónde está la diferencia?
¿En que se mata con asco o con pena?
Todavía mucha más hipocresía, la traición incluso al propio gesto que es realizado pero con distanciamiento, como si en el fondo matar no fuera con él... aunque, de hecho, es lo que ha sucedido.
No me gusta Barack Obama.
El engaño perfecto para los que deseaban ser engañados.
La respuesta de los neocones liberales para mantener el chiringuito, garantizar la próxima avariciosa razzia desproporcionada para tener sietes casas en vez de cuatro.
El control social en la política a través del recurso al deseo.
Todo vale.
Esa es la única realidad.
Yes, they absolutely can... pero quiénes son ellos... porque nosotros no somos.
"Dijiste hace años: En el fondo soy un asunto de luz. Y ahora todavía al apoyarte en la ancha espalda del sueño, aun cuando te hunden en el pecho aletargado del pronto, buscas rincones donde el negro se ha gastado y no resiste, buscas a tientas la daga destinada a perforar tu corazón y abrirlo a la luz."
(Yorgos Séferis)
"--- Lo comprendo todo perfectamente, Iván: desearíamos amar con el corazón y con el vientre, lo has expresado con perfección. Me encanta tu ardiente amor a la vida. A mi entender, se debe amar a la vida por encima de todo.
--- ¿Incluso más que al sentido de la vida?
--- Desde luego, hay que amarla antes de razonar, sin lógica como has dicho. Sólo entonces se puede comprender su sentido"
(Los Hermanos Karamazov, Fedor Dostoiewski)
Hacía tiempo que no estaba en un lugar donde la experiencia del cielo fuese tan importante.
Aún existiendo tierra firme bajo los pies, la línea del horizonte parece estar continuamente abajo, como vencida por el enorme e invencible peso de un inmenso cielo azul, gris, nublado, casi ártico.
El hombre y la materia que pisa, de la que extrae el sentido y la fuerza, parecen poca cosa, aplastados bajo una inmensidad que se proyecta infinita en la distancia, confundiéndose con el mar y sumiendo a la mirada que observa en esa incertidumbre milenaria y metafísica de no saber a ciencia cierta si serán suficientes la propia fuerza sumada a la de todos frente a la oscuridad, el sinsentido primigenio que proyecta el ineludible e inflexible suceder de los días y de las cosas.
Y ante esa duda se hace lo que se puede.
Y generalmente se convocan mánticos heraldos.
Primero el fuego y luego la palabra pronunciada en su derrededor, engarzándose en cerrados anillos de ficciones en los que encerrarnos y dejar fuera a lo incierto, nos vienen iluminando desde aquel entonces inicial, pero su resplandor jamás termina de llegar lo suficientemente lejos.
Siempre habrá oscuridad y sin sentido, como hay horizonte, mar y cielo.
Siempre lo hemos sabido, aunque hagamos que lo desconocemos.
A la razón se le escapa siempre un pedazo de alguno de ellos.
Y uno siempre se levanta con hambre de la mesa.
Y se escucha el estómago mientras por entre los visillos le busca la blanca y tibia mano del sueño.
La alargada sombra imposible de todo lo que le falta, sabiendo mucho más que su propio dueño.
El otro lado del horizonte.
El otro lado del espejo.
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