lunes, enero 05, 2009
domingo, enero 04, 2009
sábado, enero 03, 2009
viernes, enero 02, 2009
jueves, enero 01, 2009
BARTLEBY
miércoles, diciembre 31, 2008
lunes, diciembre 29, 2008
domingo, diciembre 28, 2008
viernes, diciembre 26, 2008
jueves, diciembre 25, 2008
miércoles, diciembre 24, 2008
martes, diciembre 23, 2008
lunes, diciembre 22, 2008
domingo, diciembre 21, 2008
sábado, diciembre 20, 2008
(Ingmar Bergman)
LOS SOPRANO
lunes, diciembre 15, 2008
We don't own the night.
domingo, diciembre 14, 2008
sábado, diciembre 13, 2008
jueves, diciembre 11, 2008
CARNIVALE
miércoles, diciembre 10, 2008
De vez en cuando me gusta ver este gran clásico.
Protagonizada por Gary Cooper, Walter Brennan y la preciosa Teresa Wright, "El orgullo de los yanquis" nos cuenta la historia de Lou Gehrig, una leyenda del deporte norteamericano.
No conozco mucho de beisbol, el deporte (algunos lo llaman simplemente juego) que practicaba Gehrig pero, y por lo visto, es considerado como el mejor primera base de la historia (sea lo que sea eso) y que su record de más de dos mil partidos seguidos estuvo imbatido 56 años, hasta mucho tiempo después de su trágica y temprana muerte como consecuencia de una enfermedad degenerativa que lleva su nombre.
La película nos cuenta la vida de Gehrig, magnificamente interpretado por Cooper y lo hace desde una épica de las pequeñas cosas de la vida cotidiana que encuentro muy atractiva.
Es seguro que el tiempo ha pasado sobre la historia en algunos aspectos, especialmente en las relaciones familiares consideradas desde una óptica muy trasnochada: la madre celosa de la novia, la novia sonriendo de felciidad ante el matrimonio; pero se mantiene intacta en lo esencial que es el espectáculo del propio Gehrig viviendo a cada momento su vida con la más absoluta de las integridades.
De alguna forma, lo que nos emociona es ver a Cooper vistiendo la piel de ese ídolo del deporte y haciendo lo que en cada momento considera correcto incluso en el emocionante final donde lloramos precisamente porque Gehrig hace lo mismo que ha venido haciendo durante sus 136 minutos de vida.
Y esa es la épica que encierra "El orgullo de los yanquis".
El espectáculo de un hombre que enfrenta la muerte del mismo modo que ha venido enfrentando la vida.
No es fácil ser un héroe. No es fácil ser siempre uno mismo.
martes, diciembre 09, 2008
clavados en el alfiler de la propia mirada,
como mariposas muertas
que de cuando en cuando suceden,
nos saltan a la cara,
revoloteando espantadas
en el helado caldo del propio olvido,
al abrir el polvo de viejos armarios,
al agitar el ajado color de viejas sábanas.
Viejas fotografías perdidas,
errantes,
sin dueño,
melancolía de un tiempo desconocido,
abandonado,
como el lejano aullido de un perro
o una luz distante que se enciende y apaga.
THE DARJEELING LIMITED
Vaya por delante que creo entender los motivos de todos aquellos que no simpatizan con el cine de Wes Anderson.
Las historias que cuenta y el modo particular que tiene de narrarlas resultan demasiado poco convencionales.
Sus personajes se esfuerzan por existir, se afanan en superar pequeñas catastrofes que afectan sus vidas y lo hacen en historias que siempre tienen un punto de iniciáticas, de tránsito más o menos afortunado, de cambio de piel. Su estado preferido es la constante crisis, el cambio y la duda y lo viven en un sentimiento de estupor que intentan manejar con una calma que en realidad encierra un incontenible asombro ante lo que está sucediendo dentro y fuera de ellos. Por éso, muchas veces, de sus labios brotan frases inanes que bajo su apariencia superficial encierran la necesidad de expresar todo aquello que por el momento no tiene nombre.
El humor de Anderson está ahí, en el contraste entre lo que los personajes manifiestan y lo que uno intuye que puede existir dentro de ellos. Conversaciones lacónicas, continuo intercambio de frases en dialogos que parecen intrascendentes palabreos sobre el tiempo y que nacen siempre de la necesidad que los personajes de Anderson tienen de expresarse cueste lo que cueste, aunque no sepan o tengan nada que decir. Porque, y a su especial manera minimal, son beatniks que saben que la verdad está en el movimiento y por eso jamás se detienen. Siempre viajan, siempre buscan, siempre hablan.
La paradoja de lo emocional, el conflicto entre lo que se cree que es y lo que se empieza a ser, la dialéctica de esa transformación y la imposibilidad de una satisfactoria y completa comunicación como principal consecuencia del volátil estado de cambio, es el territorio simbólico donde suceden, aparentemente gélidas, las historias de Wes Anderson.
Pase lo que pase los personajes y las historias de Anderson siempre avanzan hacia finales abiertos... porque un nuevo cambio sin duda espera en el siguiente recodo del camino.
Y entiendo que Anderson pueda parecer difícil porque, de algún modo, esa angustiosa incomodidad que sienten sus personajes ante la incertidumbre con que la propia vida se les manifiesta siempre está ahí, patentemente incomprensible ante los ojos del espectador.
Para el caso, las peripecias que en la India viven estos entrañables y maravillosos hermanos en busca de la iluminación espiritual, de su perdida madre y de si mismos es deliciosamente paradigmática para mi mirada, que afortunada puede paladear el delicado y diferente modo que Anderson tiene para contarnos lo complicado que es encontrar un sentido a ésto que nos pasa todos los días (y que llamamos "vida").
Sus personajes nunca se rinden, jamás dejan de buscar el sentirse justificados y la cámara de Anderson siempre está ahi para contarnos ese esfuerzo con maneras casi cientificas.
Pero, y con todo, lo mejor que tienen los personajes de Anderson es que su sentido lo encuentran en la propia búsqueda porque, y a falta de algo mejor, el desconcierto y la confusión siempre se les antoja como un buen punto de partida para encontrar algo en común.
Siempre les queda ese París.
¡Maravillosa!
sábado, diciembre 06, 2008
Para mi gusto, una obra maestra... y también una película difícil, no apta para todos los públicos.
La película nos cuenta el complicado ascenso que el minero Daniel Plainview, magnificamente interpretado por Daniel Day Lewis, realiza desde las profundidades de una explotación minera en medio de alguna de las muchas ningunas partes que llenan el corazón de los Estados Unidos hasta una lujosa mansión en alguna de las muchas partes altas que llenan las ciudades de los Estados Unidos.
Con modos y formas que recuerdan a grandes clásicos del cine mudo, Paul Thomas Anderson se propone retratar las oscuras y retorcidas profundidades del corazón de uno de los muchos tycoones que surgiendo de la nada, y merced al propio esfuerzo, consiguieron hacerse un lugar en la ámérica de las oportunidades.
There will be blood nos cuenta el enorme esfuerzo que Plainview realiza por continuar adelante, por perseverar, en un viaje en el que sólo hay lugar para él, porque, de algún modo, y éste es uno de los planteamientos más interesantes y brillantes de la película, este enorme compromiso con el triunfo de la propia existencia, con el propio plan, tiene un importante componente de pacto con el diablo, con un diablo que no es otro que el propio deseo, que la propia ambición por prevalecer de la forma previamente definida.
Muy importante para el propósito de la película es el estupendo trabajo de Daniel Day Lewis que con gran brillantez construye un personaje brutal y básico. El Plainview de Day Lewis parece asemejarse al propio demonio en la expresión concentrada y constreñida de su rostro, en sus maneras firmes, radicales y brutales que a veces culminan en actos sobrecogedores de furia incontrolada, en su mirada taimada y afilada que parece clavarse como un pico sobre la superficie de todas las cosas en busca del precioso yacimiento en el que todo el munso y quienes le rodean son ya para él.
En constante lucha contra los otros y los elementos, Plainview es un personaje dificil y solitario, incomprensible y por lo tanto incomprendido, en el que sólo hay lugar para la tremenda y eterna soledad del misterio de sí mismo. Por ello, la película no puede terminar de otra forma y su polémico final no es otra cosa que la lógica consecuencia culminante de toda una vida sometida a los rigores del propio carácter.
Para Anderson, entiendo, la figura del tycoon Plainview se convierte en el terreno metonímico perfecto para formularnos con maneras casi heideggerianas el misterio del hombre que lleva hasta la última consecuencia la obligación casi genética de hacerse a sí mismo. En términos, del "ser y tiempo" heideggeriano de cuidarse de algo, de llavar a cabo un propósito convirtiéndolo en plan.
Plainview se atreve a ser con todas las consecuencias que ello implica y su destino, en el éxito, es la misma soledad que le acompañaba, en los comienzos, en las profundidades de la mina.
Hay mucho nihilismo en "There will be blood", un nihilismo que convierte a la película en una arriesgada propuesta a contracorriente.
El nihilismo ascético de los grandes espacios en los que la pequeña figura del hombre parece aplastada entre una enorme extensión de cielo y otra, no menos enorme, de tierra. Pero en "There will be blood" también hay lugar para lo que me parece principal consecuencia de ese nihilismo y que es la puesta en valor casi animal, primigenia y telúrica de lo que supone el esfuerzo por existir, por estar en un mundo que siempre termina por resultarnos, al modo del titulo de aquella estupenda novela del olvidado Ciro Alegria, demasiado ancho y demasiado ajeno.
Lo dicho... Obra maestra.
viernes, diciembre 05, 2008
Él padre Antonio y el monaguillo Andrés...
"Antonio cayo, ostia en mano y sin saber por qué
Andrés se murió a su lado sin conocer a Pelé;
y entre el grito y la sorpresa, agonizando otra vez
estaba el Cristo de palo pegado a la pared.
Y nunca se supo el criminal quién fue
del Padre Antonio y su monaguillo Andrés."
miércoles, diciembre 03, 2008
Uno puede coger una cámara y con el entusiasmo y la voluntad de unos cuantos amigos puede rodar un corto, un medio o, incluso, un largometraje pero si se desea estrenar en salas comerciales y actuar de forma ortodoxa poner en marcha un proyecto cinematográfico requiere reunir una cantidad importante de dinero.
Hay pisos más caros que una película, pero lo normal es que la películas sean más caras que un piso y uno no se compra un piso cada dos o tres años. Por éso, los creadores que se dedican al cine necesitan de la complicidad del público para continuar existiendo como creadores.
Escribo ésto en relación a las recientes declaraciones de Gracia Querejeta en contra del top manta... que por supuesto es el gran enemigo del cine español.
¿Alguién ha visto cine español en el top manta?
¿Verdad que no?
Es justo al revés.
El top manta hace mucho daño al cine americano, en teoría el principal rival del cine español (y por supuesto a la película española que tenga éxito, pero son tan pocas que poner al mismo nivel ambos planteamientos se me antoja una falsedad)... Como escribía, el principal damnificado es el cine americano, pero también es la constatación del fracaso de los creadores del cine español a la hora de producir obras y/o productos que interesen a su público.
Desde luego que el cine americano tiene bastante culpa de lo que pasa, pero, y dejando de lado argumentos economicistas de poder sobre el mercado, esa posición no se podría sostener sin la base real de que los norteamericanos saben hacerlpelículas, saben lo que el público quiere y tiene el músculo para meternoslo por los ojos. Y desde luego que el cine español es incapaz de competir por razones económicas objetivas de dimensión y capacidad, pero también por razones subjetivas basadas en la falta de talento de los creadores a la hora de transmitir su mundo en un envoltorio que interese a la gran mayoría.
Almodovar, Amenabar o Balagueró siempre terminan reuniendo el dinero... ¿Por qué será?
Mucho cine español se hace para el propio cine español, para la tribu que, en un mundo cada vez más global (no todo va a ser bueno en la globalización) pide la subvención y la protección. Y no digo que no deba haberla. Yo mismo subvencionaría la nueva película de Clint Eastwood o de Luis García Berlanga o de Theo Angelopoulos o de Bertrand Tavernier o de Eliseo Subiela, pero en ese tren no caben todos.
Se puede escribir un libro e incluso publicárlo. Se puede rodar un corto e incluso estrenarlo. Pero si uno quiere hacer un largo metraje en los estándares y claves técnicos y de calidad que la realidad del cine requiere tiene que aceptar que necesita a un público que le respalde. Y más si no sólo desea expresarse sino también vivir de ello.
Sin público, es difícil hacer películas.
El cine no es el lugar adecuado para la expresión del talento de un genio o ser humano raso que no habla para la gran mayoría, que decide expresar su mundo propio para todos. Podrá hacerlo una o dos veces, pero lo que el cine le va a poner muy dificil es tener una carrera, vivir como un funcionario de ello.
Es mejor escribir o hacer discos o hacer cortos o aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías para hacer propuestas de imágen en movimiento más asequibles y baratas (el dogma es un ejemplo)... Opciones mucho más practicables que echarle toda la culpa a un cine americano que, entre otras cosas y no se por cuánto tiempo, sabe cómo tener a la mayoría del público de su lado... Y cuando deje de tener ese poder, el cine como forma dominante de ocio habrá terminado. Y los creadores que hacen otro tipo de cine menos comercial tendrán muchos más problemas de los que ahora tienen para hacer transmitirnos la bendición (o maldición) de su mundo propio.
martes, diciembre 02, 2008
"Súbitamente comprendí que todas las cosas sólo
van y vienen
incluido cualquier sentimiento de tristeza: también
se irá:
triste hoy alegre mañana: sobrio hoy borracho mañana
¿por qué inquietarse
tanto?
Todos en el mundo tienen defectos lo mismo que yo.
¿Por qué deprimirse? Es sólo un sentimiento que
viene y va."
(Poema del 16 de septiembre de 1961, fragmento. Jack Kerouac)
APPALOOSA