“Nuestro humillante servilismo hacia lo "material", que toda cultura humana ha intentado mitigar, deliberadamente se hizo más severo. Esta es la raíz de aquella "enfermedad de la sociedad adquisitiva" contra la que Tawney nos ha puesto en guardia. Y el genio de Robert Owen dio lo mejor de sí cuando, hace un siglo, describió el móvil del beneficio como "un principio absolutamente desfavorable para la felicidad del individuo y de la colectividad".”
martes, octubre 14, 2014
Referendum
Los españoles, en general, no nos damos cuenta de este tipo de cosas, pero la no celebración del referendum es un importante error estratégico a medio-largo plazo.
La combinación de falta de generosidad para dejar que una minoría dentro del estado español haga las cosas a su manera unida al miedo a un posible "no", disfrazado todo en un planteamiento instrumental basado en el respeto a la ley -una ley que cuando interesa se cambia- nos aboca a una peligrosa posibilidad.
¿Qué pasaría si en unas elecciones autonómicas los partidos del bloque soberanista barrieran a los partidos del bloque unionista?
Un referendum consultivo y no vinculante como el que se pretendía habría mantenido el asunto dentro de los términos en que los nacionalismos políticos se han mantenido a lo largo de estos cuarenta años de democracia. Sólo habría sido una variante extrema de ese juego político de la diferencia en que los partidos nacionalistas han basado su posicionamiento político frente a su electorado.
Sin duda, un referendum como el que España se ha negado a permitir celebrar quizá en algún momento y desde el futuro sea visto como un mal menor comparado con realidades mucho más polarizadas que quizá puedan usar vías constitucionales para conseguir sus objetivos.
Quizá no se ha tenido en cuenta la posibilidad cada vez más probable de derrumbamiento del sistema bipartidista y la aparición de un panorama más fragmentado que. unido a un mayor exito electoral de los partidos catalanistas en su territorio, generen muy pronto escenarios que muchos ni siquiera ahora se atreven a imaginar.
Quizá comportamientos consistentes de una parte del pueblo español, comportamientos consistentes con respecto a una presunta media, sean la constatación de una diferencia que la mayoría, si es democrática, no debe obviar.
Y seguramente habría que tener más visión y tener estas cosas en cuenta porque al final ningún cuerpo político permite secesiones así como así.
Por definición, la secesión va en contra de la opinión mayoritaria, pero, a su vez, es una opinión mayoritaria dentro del cuerpo político que se escinde.
En definitiva, una voluntad política nace dentro de otra, oponiéndose a ella y con la oposición de ésta..
Y es un error abordar estos temas desde la ley sin tener en cuenta las enseñanzas de la historia porque las secesiones siempre empiezan así: con la escenificación de la falta de comprensión del todo a las demandas de la parte, cosa que reafirma a la parte en su necesidad de separarse de un todo que no la ampara ni comprende en lo más esencial... .
El tiempo que todo lo pone en su sitio nos hará ver que España no ha gestionado este tema con inteligencia sino como lo haría un franquista sociológico rancio y chusquero, poniendo la unidad de España por encima de todo incluyendo en ese todo una generosa visión de futuro que reconozca verdaderamente el carácter plurinacional de este país. Porque da la sensación de que el sistema constitucional nacido de la constitución de 1978 sólo reconoce esa realidad para su propio beneficio.y debería ser capaz de gestionar de una manera más abierta y democrática los momentos en que esa diferencia quiere ser más diferente y da la espalda al centro.
Una vez más nuestros políticos no han dado la talla.
Al tiempo.
La combinación de falta de generosidad para dejar que una minoría dentro del estado español haga las cosas a su manera unida al miedo a un posible "no", disfrazado todo en un planteamiento instrumental basado en el respeto a la ley -una ley que cuando interesa se cambia- nos aboca a una peligrosa posibilidad.
¿Qué pasaría si en unas elecciones autonómicas los partidos del bloque soberanista barrieran a los partidos del bloque unionista?
Un referendum consultivo y no vinculante como el que se pretendía habría mantenido el asunto dentro de los términos en que los nacionalismos políticos se han mantenido a lo largo de estos cuarenta años de democracia. Sólo habría sido una variante extrema de ese juego político de la diferencia en que los partidos nacionalistas han basado su posicionamiento político frente a su electorado.
Sin duda, un referendum como el que España se ha negado a permitir celebrar quizá en algún momento y desde el futuro sea visto como un mal menor comparado con realidades mucho más polarizadas que quizá puedan usar vías constitucionales para conseguir sus objetivos.
Quizá no se ha tenido en cuenta la posibilidad cada vez más probable de derrumbamiento del sistema bipartidista y la aparición de un panorama más fragmentado que. unido a un mayor exito electoral de los partidos catalanistas en su territorio, generen muy pronto escenarios que muchos ni siquiera ahora se atreven a imaginar.
Quizá comportamientos consistentes de una parte del pueblo español, comportamientos consistentes con respecto a una presunta media, sean la constatación de una diferencia que la mayoría, si es democrática, no debe obviar.
Y seguramente habría que tener más visión y tener estas cosas en cuenta porque al final ningún cuerpo político permite secesiones así como así.
Por definición, la secesión va en contra de la opinión mayoritaria, pero, a su vez, es una opinión mayoritaria dentro del cuerpo político que se escinde.
En definitiva, una voluntad política nace dentro de otra, oponiéndose a ella y con la oposición de ésta..
Y es un error abordar estos temas desde la ley sin tener en cuenta las enseñanzas de la historia porque las secesiones siempre empiezan así: con la escenificación de la falta de comprensión del todo a las demandas de la parte, cosa que reafirma a la parte en su necesidad de separarse de un todo que no la ampara ni comprende en lo más esencial... .
El tiempo que todo lo pone en su sitio nos hará ver que España no ha gestionado este tema con inteligencia sino como lo haría un franquista sociológico rancio y chusquero, poniendo la unidad de España por encima de todo incluyendo en ese todo una generosa visión de futuro que reconozca verdaderamente el carácter plurinacional de este país. Porque da la sensación de que el sistema constitucional nacido de la constitución de 1978 sólo reconoce esa realidad para su propio beneficio.y debería ser capaz de gestionar de una manera más abierta y democrática los momentos en que esa diferencia quiere ser más diferente y da la espalda al centro.
Una vez más nuestros políticos no han dado la talla.
Al tiempo.
lunes, octubre 13, 2014
Reality
Pocas películas como "Reality" describen el efecto adocenante y destructor que la televisión ejerce sobre su público.
El efecto arrollador que sobre Luciano, el pescadero napolitano que protagoniza la historia, tiene un reality show que nos cuenta "Reality" es el efecto arrollador de la propia televisión como puerta abierta que es también un acceso rápido a un mundo mejor, alejado del esfuerzo diario que suponen su pescadería y los trapicheos con su mujer por las calles napolitanas.
Como un virus se instala en la mente de Luciano todo el imaginario aspiracional que la televisión trae consigo, la magia transformadora de las imágenes que, como el mundo de maravillas de Alicia, espera a un otro lado del espejo hacia el que hay que cruzar.
Y esa necesidad de cruzar, encarnada en una llamada telefónica que le de entrada en el concurso, terminará devorando el sentido de la realidad de Luciano quién, alucinado y enloquecido, hará lo imposible para aprobar un examen cuyas preguntas ignora creyéndose constantemente vigilado y examinado por un ominipotente y omnipresente poder de poderes.
Nada es lo suficientemente importante como para oponerse al deseo de Luciano de realizar su sueño, un ambicioso sueño máximo cuyo obetivo es ocupar un lugar de preferencia en la fábrica que produce todos los sueños, transformandores y transfigurándose en alguien famoso.
Y en ese esfuerzo, el delirio se apoderará de Luciano hasta llevarle a una irrealidad en la que nada existe que no sea su deseo.
En este sentido, Luciano se convierte en el perfecto habitante de la sociedad consumista, una exagerada sublimación al servicio del propio deseo, perdido para siempre en un irreal juego de espejos en el que lo real se convierte en apenas un olvido, ni siquiera un recuerdo.
"Reality" es un brillante ejercicio de cine conceptual que el hábil Garrone esconde bajo un envoltorio casi neorrealista en el que la mayoría de los actores son amateurs, empezando por Aniello Arena, un convicto al que Garrone ha sacado de una cárcel italiana para interpretar con solvencia a Luciano, y en el que la vida napolitana se muestra de manera casi documental en el complejo esplendor de su horror casi tercermundista.
Pero lo importante en "Reality" es el mostrar el poder de la televisión como creadora de sentido disolviendo un algo complejo que podría ser la realidad misma.
Interesante y brillante.
El efecto arrollador que sobre Luciano, el pescadero napolitano que protagoniza la historia, tiene un reality show que nos cuenta "Reality" es el efecto arrollador de la propia televisión como puerta abierta que es también un acceso rápido a un mundo mejor, alejado del esfuerzo diario que suponen su pescadería y los trapicheos con su mujer por las calles napolitanas.
Como un virus se instala en la mente de Luciano todo el imaginario aspiracional que la televisión trae consigo, la magia transformadora de las imágenes que, como el mundo de maravillas de Alicia, espera a un otro lado del espejo hacia el que hay que cruzar.
Y esa necesidad de cruzar, encarnada en una llamada telefónica que le de entrada en el concurso, terminará devorando el sentido de la realidad de Luciano quién, alucinado y enloquecido, hará lo imposible para aprobar un examen cuyas preguntas ignora creyéndose constantemente vigilado y examinado por un ominipotente y omnipresente poder de poderes.
Nada es lo suficientemente importante como para oponerse al deseo de Luciano de realizar su sueño, un ambicioso sueño máximo cuyo obetivo es ocupar un lugar de preferencia en la fábrica que produce todos los sueños, transformandores y transfigurándose en alguien famoso.
Y en ese esfuerzo, el delirio se apoderará de Luciano hasta llevarle a una irrealidad en la que nada existe que no sea su deseo.
En este sentido, Luciano se convierte en el perfecto habitante de la sociedad consumista, una exagerada sublimación al servicio del propio deseo, perdido para siempre en un irreal juego de espejos en el que lo real se convierte en apenas un olvido, ni siquiera un recuerdo.
"Reality" es un brillante ejercicio de cine conceptual que el hábil Garrone esconde bajo un envoltorio casi neorrealista en el que la mayoría de los actores son amateurs, empezando por Aniello Arena, un convicto al que Garrone ha sacado de una cárcel italiana para interpretar con solvencia a Luciano, y en el que la vida napolitana se muestra de manera casi documental en el complejo esplendor de su horror casi tercermundista.
Pero lo importante en "Reality" es el mostrar el poder de la televisión como creadora de sentido disolviendo un algo complejo que podría ser la realidad misma.
Interesante y brillante.
sábado, octubre 11, 2014
Polanyi
“La economía de mercado es el único caso en que todos los ingresos provienen de las ventas y las mercancías se obtienen exclusivamente mediante la compra. En Inglaterra surgió un mercado libre de trabajo sólo apenas hace un siglo. La célebre reforma de la Ley de Pobres (1834) abolió las disposiciones sumarias que los gobiernos patriarcales habían establecido en favor de los pobres. Los hospicios para los pobres fueron transformados de refugios para los indigentes en lugares de infamia y de tortura psicológica, peores incluso que el hambre y la miseria. A los pobres sólo les quedaba una alternativa: la indigencia o el trabajo. Así fue como se creó un mercado nacional competitivo para la mano de obra”.
Polanyi
Y bien subordinados que estaban los mercados en el pasado, porque ellos en una inmensa sabiduría que ya no tenemos, sabían que la ganancia como único interpretante de lo social era un atajo para la animalidad:
“Tomemos la antigua ciudad estado, el imperio despótico, el feudalismo, la vida urbana del siglo trece, el régimen mercantil del siglo catorce o el sistema reglamentista del siglo dieciocho: constataremos invariablemente que el sistema económico se funde con el social. Los incentivos provienen de causas diversas: la costumbre y la tradición, los deberes públicos y los compromisos privados, los preceptos religiosos y la obediencia política, las obligaciones jurídicas y los reglamentos administrativos establecidos por el príncipe, por la autoridad municipal o por la corporación de oficios. El rango y el estatus, la coacción de la ley y la amenaza del castigo, el elogio público y la reputación privada sí hacen que el individuo contribuya a la producción. El temor a la privación o el amor al beneficio no necesariamente están ausentes. Los mercados aparecen en todo tipo de sociedad humana y la figura del mercader es familiar a muchas civilizaciones. Pero los mercados aislados no se sueldan en un sistema económico. La idea de universalizar el móvil de la ganancia jamás pasó por la cabeza de nuestros antepasados. Antes del segundo cuarto del siglo diecinueve, los mercados jamás fueron más que un elemento subordinado de la sociedad”.
“Tomemos la antigua ciudad estado, el imperio despótico, el feudalismo, la vida urbana del siglo trece, el régimen mercantil del siglo catorce o el sistema reglamentista del siglo dieciocho: constataremos invariablemente que el sistema económico se funde con el social. Los incentivos provienen de causas diversas: la costumbre y la tradición, los deberes públicos y los compromisos privados, los preceptos religiosos y la obediencia política, las obligaciones jurídicas y los reglamentos administrativos establecidos por el príncipe, por la autoridad municipal o por la corporación de oficios. El rango y el estatus, la coacción de la ley y la amenaza del castigo, el elogio público y la reputación privada sí hacen que el individuo contribuya a la producción. El temor a la privación o el amor al beneficio no necesariamente están ausentes. Los mercados aparecen en todo tipo de sociedad humana y la figura del mercader es familiar a muchas civilizaciones. Pero los mercados aislados no se sueldan en un sistema económico. La idea de universalizar el móvil de la ganancia jamás pasó por la cabeza de nuestros antepasados. Antes del segundo cuarto del siglo diecinueve, los mercados jamás fueron más que un elemento subordinado de la sociedad”.
La armada Brancaleone
Seguramente por sus evidentes componentes de seriedad y solemnidad el drama siempre ha sido considerado como el lugar propicio donde ventilar las grandes preguntas que nos hacemos los humanos.
Por contra la comedia nunca pareció el formato más adecuado. En todo caso, personajes de comedia como el bufón del teatro clásico español y shakesperiano aportaban al intento de responder a esas preguntas un necesario contrapunto humorístico que evitaba que el espectador olvidase que había pagado para ser entretenido y no importunado.
La necesidad del bufón fue meramente funcional, de compensación del mecanismo narrativo evitando hacerlo denso e inaccesible a según qué públicos, aspecto que le confirió un elemento de identificación con el público que buscaba relativizar a aquellos que sobre el escenario se dedicaban a joder la marrana haciéndose preguntas demasiado incómodas.
En este sentido, y desde la antigua Grecia, la comedia tuvo un carácter mucho más popular, asociado a temas mucho más cotidianos o, como máximo, dedicándose a relativizar y/o ridiculizar a aquellos que se dedicaban a cuestionar un mundo y unas reglas que además eran impuestas y debían ser seguidas por las clases populares.
Los grandes debates, los que definían las reglas del juego, pertenecían a las clases altas y cultas, a las que esa solemnidad del drama proporcionaba además otro atributo asociado a su poder que por definición era algo muy serio. Todos aquellos que se oponían a sus dictados lo comprobaban.
En este sentido el humor queda relegado de manera general a un papel secundario y subalterno, asociado a la expresión de las masas incipientes, con la máxima aspiración de convertirse en la nota de color en el seno tumultuoso del gran drama..
La politizada italia de la postguerra mundial, silencioso bastión de lucha entre el bloque capitalista y comunista que se resolvió con un régimen corrupto de apariencia democrática a mediados del pasado siglo XX, generó, junto a un cine directamente político tanto de raíz comunista como democristiana, otro cine político basado en el humor que se llamó "comedia a la italiana".
Lejos de presuntos intelectualismos, la comedia a la italiana expresaba en maneras y lenguajes que el pueblo entendía un discurso crítico sobre la realidad, tan crítico que incluso cuestionaba la propia sociología y antropología de lo italiano con titulos tan divertidos y a la vez tan terribles como "Il Sorpasso" de Dino Risi o "La Gran guerra" de Mario Monicelli.
Monicelli es uno de los grandes directores de cine italiano y uno de los padres de esa comedia a la italiana con titulos como "Rufufu", "I compagni" o la propia "La Grande Guerra".
"La Armada Brancaleone" es otro de sus grandes titulos, además de ser también uno de los más exitosos en taquilla.
En "La Armada Brancaleone" prima más la comedia que la critica social, aunque en los títulos de la comedia a la italiana es difícil estar seguro de ello y cuenta la historia de un noble hidalgo de tercera cuarta fila cuyo nombre da titulo a la película y que interpreta Vittorio Gassmann y su viaje por la Italia del medievo en busca de un reino que no le pertenece y a cuyo titular va a suplantar.
En este viaje se rodeará de un ejército de freaks, vagabundos y harapientos que compondrán esa mínima armada con la que Brabcaleone se enfrentará a los mil y un peligros de la corta y dura vida medieval.
Como si se tratase de una historia escrita en la época, la película se compone de una serie de episodios que describen diferentes encuentros con elementos y/o situaciones típicas del medievo: torneos, leprosos, justas, monjes mendicantes; encuentros que configuran un viaje mas general hacia ese reino espúreo en el que Brancaleone se mostrará como un caballero nada típico, en absoluto en esa línea aristocrática y apolínea en la que suelen ser mostrados esta clase de personajes sino en una línea más popular y contradictoria, siempre con un conflicto entre su código de honor y sus instintos,
Brancaleone no es un líder apolíneo, de una sola pieza. Intenta estar a la altura del comportamiento de la posición que se le supone y no siempre lo consigue, aunque, al final, se las arregle recurriendo a ese espíritu pícaro que es parte de lo italiano para llevar a buen puerto a su armada.
Y encima Brabcaleone es Gassmann.
Excepcional
Por contra la comedia nunca pareció el formato más adecuado. En todo caso, personajes de comedia como el bufón del teatro clásico español y shakesperiano aportaban al intento de responder a esas preguntas un necesario contrapunto humorístico que evitaba que el espectador olvidase que había pagado para ser entretenido y no importunado.
La necesidad del bufón fue meramente funcional, de compensación del mecanismo narrativo evitando hacerlo denso e inaccesible a según qué públicos, aspecto que le confirió un elemento de identificación con el público que buscaba relativizar a aquellos que sobre el escenario se dedicaban a joder la marrana haciéndose preguntas demasiado incómodas.
En este sentido, y desde la antigua Grecia, la comedia tuvo un carácter mucho más popular, asociado a temas mucho más cotidianos o, como máximo, dedicándose a relativizar y/o ridiculizar a aquellos que se dedicaban a cuestionar un mundo y unas reglas que además eran impuestas y debían ser seguidas por las clases populares.
Los grandes debates, los que definían las reglas del juego, pertenecían a las clases altas y cultas, a las que esa solemnidad del drama proporcionaba además otro atributo asociado a su poder que por definición era algo muy serio. Todos aquellos que se oponían a sus dictados lo comprobaban.
En este sentido el humor queda relegado de manera general a un papel secundario y subalterno, asociado a la expresión de las masas incipientes, con la máxima aspiración de convertirse en la nota de color en el seno tumultuoso del gran drama..
La politizada italia de la postguerra mundial, silencioso bastión de lucha entre el bloque capitalista y comunista que se resolvió con un régimen corrupto de apariencia democrática a mediados del pasado siglo XX, generó, junto a un cine directamente político tanto de raíz comunista como democristiana, otro cine político basado en el humor que se llamó "comedia a la italiana".
Lejos de presuntos intelectualismos, la comedia a la italiana expresaba en maneras y lenguajes que el pueblo entendía un discurso crítico sobre la realidad, tan crítico que incluso cuestionaba la propia sociología y antropología de lo italiano con titulos tan divertidos y a la vez tan terribles como "Il Sorpasso" de Dino Risi o "La Gran guerra" de Mario Monicelli.
Monicelli es uno de los grandes directores de cine italiano y uno de los padres de esa comedia a la italiana con titulos como "Rufufu", "I compagni" o la propia "La Grande Guerra".
"La Armada Brancaleone" es otro de sus grandes titulos, además de ser también uno de los más exitosos en taquilla.
En "La Armada Brancaleone" prima más la comedia que la critica social, aunque en los títulos de la comedia a la italiana es difícil estar seguro de ello y cuenta la historia de un noble hidalgo de tercera cuarta fila cuyo nombre da titulo a la película y que interpreta Vittorio Gassmann y su viaje por la Italia del medievo en busca de un reino que no le pertenece y a cuyo titular va a suplantar.
En este viaje se rodeará de un ejército de freaks, vagabundos y harapientos que compondrán esa mínima armada con la que Brabcaleone se enfrentará a los mil y un peligros de la corta y dura vida medieval.
Como si se tratase de una historia escrita en la época, la película se compone de una serie de episodios que describen diferentes encuentros con elementos y/o situaciones típicas del medievo: torneos, leprosos, justas, monjes mendicantes; encuentros que configuran un viaje mas general hacia ese reino espúreo en el que Brancaleone se mostrará como un caballero nada típico, en absoluto en esa línea aristocrática y apolínea en la que suelen ser mostrados esta clase de personajes sino en una línea más popular y contradictoria, siempre con un conflicto entre su código de honor y sus instintos,
Brancaleone no es un líder apolíneo, de una sola pieza. Intenta estar a la altura del comportamiento de la posición que se le supone y no siempre lo consigue, aunque, al final, se las arregle recurriendo a ese espíritu pícaro que es parte de lo italiano para llevar a buen puerto a su armada.
Y encima Brabcaleone es Gassmann.
Excepcional
Polanyi
Esto es válido también para el incentivo de la ganancia individual. Nos apoyaremos en otras citas:
"El rasgo característico de las economías primitivas es la ausencia de cualquier deseo de obtener beneficios en la producción y en el intercambio"
[Thurnwald, Economics in Primitive Communities].
"La ganancia, que en las comunidades más civilizadas constituye a menudo el estímulo para el trabajo, jamás es un estímulo para el trabajo en las condiciones indígenas originales"
[Malinowski, Los argonautas del Pacífico Occidental].
Si los llamados móviles económicos fuesen connaturales al hombre, deberíamos considerar totalmente innaturales a todas las sociedad primitivas".
"El rasgo característico de las economías primitivas es la ausencia de cualquier deseo de obtener beneficios en la producción y en el intercambio"
[Thurnwald, Economics in Primitive Communities].
"La ganancia, que en las comunidades más civilizadas constituye a menudo el estímulo para el trabajo, jamás es un estímulo para el trabajo en las condiciones indígenas originales"
[Malinowski, Los argonautas del Pacífico Occidental].
Si los llamados móviles económicos fuesen connaturales al hombre, deberíamos considerar totalmente innaturales a todas las sociedad primitivas".
Piketty
“The key point is that there is no historical example of a country at the world technological frontier whose growth in per capita output exceeded 1.5 percent over a lengthy period of time. If we look at the last few de cades, we find even lower growth rates in the wealthiest countries: between 1990 and 2012, per capita output grew at a rate of 1.6 percent in Western Europe, 1.4 percent in North America, and 0.7 percent in Japan.21 It is important to bear this reality in mind as I proceed, because many people think that growth ought to be at least 3 or 4 percent per year. As noted, both history and logic show this to be illusory”.
jueves, octubre 09, 2014
Culpables por naturaleza
No olvides que además será culpa tuya... Condiciones de trabajo lamentables, falta de medios y recursos... Y aún así, y porque no te queda más remedio, acepta las reglas del juego que te proponen. Pero no olvides que además todo será culpa tuya. Ellos te esperan al final del camino dispuestos a traicionarte. Ya no es que puedas ser responsable de tu desgracia, de tu pobreza, de tu desahucio, también serás responsable de todo lo que salga mal.
Camina a la pata coja sobre un alambre sujetando una vajilla de seis servicios y no olvides que jamás deberás caerte.
La culpa tiene un dueño.
Ese es su plan perfecto.
Pase lo que pase, suceda lo que suceda.
miércoles, octubre 08, 2014
Excalibur
Alguien, en alguna parte de allá arriba no hace bien su trabajo, una enfermera se contagia y muere un perro.
Alguien, en otra parte de ese allá arriba, miente para ganar unas elecciones, hace lo que quiere cuando gobierna y alguien es desahuciado de su casa.
La muerte de Excalibur es algo más que la muerte de un perro.
Es el recuerdo de nuestra propia muerte, de nuestra propia fragilidad, porque si algo connota esa inflexible eficacia en el cumplimiento del sacrificio del animal es el desprecio de lo grande por lo pequeño, por todos nosotros los que cada día alimentamos a la gran maquina del perpetuo movimiento hacia delante que es nuestro mundo.
¿A quién o qué habrá sacrificar la semana que viene?
¿Qué buenas y estupendas razones lo justificarán?
En este aspecto, los grande nunca falla.
Los culpabilidades se encuentran y se depuran.
Porque nunca faltan culpables ni buenas razones para escarmentarlos.
Y no es casualidad que nada haya salido mal en la muerte de Excalibur.
Funciona lo que realmente tiene que funcionar.
Todas las mañanas al despertarnos nuevas variantes de las mismas mentiras de siempre nos esperan sonrientes.
Hoy te ha tocado a tí, Excalibur, pero quién ocupara mañana o la semana que viene tu lugar.
Siempre habrá buenas razones para que paguen los de siempre, un real o figurado cadalso preparado para ellos y un obediente público dispuesto a creer que toda esa mascarada es cierta buscando ganar un día de orden más..
Alguien, en otra parte de ese allá arriba, miente para ganar unas elecciones, hace lo que quiere cuando gobierna y alguien es desahuciado de su casa.
La muerte de Excalibur es algo más que la muerte de un perro.
Es el recuerdo de nuestra propia muerte, de nuestra propia fragilidad, porque si algo connota esa inflexible eficacia en el cumplimiento del sacrificio del animal es el desprecio de lo grande por lo pequeño, por todos nosotros los que cada día alimentamos a la gran maquina del perpetuo movimiento hacia delante que es nuestro mundo.
¿A quién o qué habrá sacrificar la semana que viene?
¿Qué buenas y estupendas razones lo justificarán?
En este aspecto, los grande nunca falla.
Los culpabilidades se encuentran y se depuran.
Porque nunca faltan culpables ni buenas razones para escarmentarlos.
Y no es casualidad que nada haya salido mal en la muerte de Excalibur.
Funciona lo que realmente tiene que funcionar.
Todas las mañanas al despertarnos nuevas variantes de las mismas mentiras de siempre nos esperan sonrientes.
Hoy te ha tocado a tí, Excalibur, pero quién ocupara mañana o la semana que viene tu lugar.
Siempre habrá buenas razones para que paguen los de siempre, un real o figurado cadalso preparado para ellos y un obediente público dispuesto a creer que toda esa mascarada es cierta buscando ganar un día de orden más..
“No existe ninguna prueba del egoísmo primitivo, ni de la apócrifa propensión al trueque, al intercambio o al comercio, ni tampoco de la tendencia a abastecerse a sí mismo. También quedó desacreditada la leyenda de la psicología comunista del salvaje, de su presunta indiferencia a sus intereses personales. (En esencia, el hombre ha sido idéntico en todas las épocas. Si se consideran sus instituciones no aisladamente sino en su interrelación, se constata que el hombre se comportaba en una forma completamente comprensible para nosotros). Lo que parecía "comunismo" era el hecho de que el sistema productivo o económico estaba organizado en tal forma que ningún individuo quedaba expuesto a la amenaza de la indigencia. Cada quien tenía asegurado su lugar alrededor de la lumbre y su cuota de recursos comunes, cualquiera que hubiese sido su contribución a la caza, al pastoreo, al cultivo de la tierra o a la horticultura.
Veamos algunos ejemplos: en el sistema kraal del Kaffir, "la privación es imposible; quien necesita ayuda la recibe en forma automática" [Mair, L. P. An African People in the Twentieth Century]. Ningún kwakiutl "ha corrido jamás el riesgo de padecer hambre" [Loeb, E. M. The Distribution and Function of Money in Early Society]. "En las sociedades que viven al margen de la subsistencia no existe el hambre" [Herskovits, J. M. The Economic Life of Primitive Peoples].
En efecto, el individuo no corre el riesgo de padecer hambre, excepto cuando la comunidad en su conjunto se encuentra en esa situación. Esta ausencia de miseria individual en la sociedad primitiva en cierto sentido la hace más humana y, al mismo tiempo, menos "económica" que la del siglo diecinueve”.
Veamos algunos ejemplos: en el sistema kraal del Kaffir, "la privación es imposible; quien necesita ayuda la recibe en forma automática" [Mair, L. P. An African People in the Twentieth Century]. Ningún kwakiutl "ha corrido jamás el riesgo de padecer hambre" [Loeb, E. M. The Distribution and Function of Money in Early Society]. "En las sociedades que viven al margen de la subsistencia no existe el hambre" [Herskovits, J. M. The Economic Life of Primitive Peoples].
En efecto, el individuo no corre el riesgo de padecer hambre, excepto cuando la comunidad en su conjunto se encuentra en esa situación. Esta ausencia de miseria individual en la sociedad primitiva en cierto sentido la hace más humana y, al mismo tiempo, menos "económica" que la del siglo diecinueve”.
“Al extenderse como una mancha de aceite, la economía de mercado destruía el tejido tradicional de la sociedad rural, la comunidad de los pueblos, la familia, las viejas formas de propiedad agrícola, las costumbres y los criterios sobre los que se sustentaba la vida en un entorno cultural. La protección dispensada por Speenhamland no había hecho más que empeorar las cosas. Hacia 1830, la catástrofe social en la que se veían sumidas las clases populares era tan total como la que sufren en la actualidad algunas tribus africanas. Una sola y única persona, el eminente sociólogo negro, Charles S. Johnson invirtió la analogía entre el envilecimiento racial y la degradación de clase, aplicándolo a esta ultima: ≪En Inglaterra, en donde la Revolución industrial iba muy por delante del resto de Europa, el caos social que siguió a la reorganización draconiana de la economía transformo a los niños depauperados en esa carne de cañón que más tarde iban a ser los esclavos africanos... Las racionalizaciones que entonces sirvieron para legitimar la trata de niños eran casi idénticas a las que se utilizaron para justificar la trata de esclavos≫ (≪Race Relations and Social Change≫, en E.Thompson, Race, Relations and the Race Problem, 1939, p. 274)”.
martes, octubre 07, 2014
El cuchillo en el agua
Aunque su filmografía contiene películas importantes, me sigue pareciendo que "El cuchillo en el agua" es la mejor película de Roman Polanski.
Se trata de su primer largometraje, rodado en su Polonia natal en 1962, y en él está presente el motor del que se alimentarán casi todas sus películas.
Se ha escrito mucho sobre el carácter perverso del cine de Polanski y es cierto. No obstante, se le ha dado más peso al sexo del necesario y en un sentido demasiado evidente, referido estrictamente a la genitalidad, pero el sexo para Polanski va más allá de esa pura y simple fisicidad.
El sexo sólo es una variante del complejo de entramado de relaciones de poder y sumisión que se establecen entre los personajes que protagonizan sus películas.
En general, y salvo escepciones, las películas de Polanski tienen un carácter teatral. En ellas, con independencia del texto, se presenta esa red que ata a los personajes los unos con los otros, cuando hay un sólo personaje que lucha contra sí mismo como es el caso de "Repulsión" o "El Quimérico inquilino".
En "El cuchillo en el agua" está presente ese mecanismo de una manera cristalina y pura.
Una pareja recoge a un estudiante en la carretera y termina invitando a este a pasar el día en su barco. Durante ese día se establecerá un sofisticado juego de control y dominación entre los dos hombres cuyo metafórico centro será el cuchillo que el estudiante lleva consigo.
En un crescendo progresivo la situación se irá enturbiando hasta alcanzar niveles de violencia soterrada que convierten a "El cuchillo en el agua" en un sorprendente thriller en el que una poco complaciente antropología humana se convierte en el principal protagonista.
En "El cuchillo en el agua" lo que no se dice es tan importante o más que lo que se dice..
Así, el estudiante se convertirá en improvisado felpudo donde el hombre podrá sacudirse sus frustraciones en un proceso sistemático de dominación en el que el cuchillo que porta el estudiante se convertirá en el necesario trofeo. Pero el estudiante también sentirá la necesidad de desafiar ese poder que le ha admitido en ese barco para poder presentarse como tal.
Y todo ante la atenta mirada de la mujer convertida en espectadora y objeto de deseo de un espectáculo de cortejo en el que el hombre adulto y el joven exhiben lo mejor de sí mismos como dos machos en mitad de la sabana.
Desde "El cuchillo en el agua" casi todas las películas de Polanski remiten en mayor o menor medida ese perverso juego de dominación, pero en ninguna de manera tan perfecta y natural, sin tener que recurrir a contextos extremos basados en la violencia y el sexo como en su primera película.
Excepcional.
Se trata de su primer largometraje, rodado en su Polonia natal en 1962, y en él está presente el motor del que se alimentarán casi todas sus películas.
Se ha escrito mucho sobre el carácter perverso del cine de Polanski y es cierto. No obstante, se le ha dado más peso al sexo del necesario y en un sentido demasiado evidente, referido estrictamente a la genitalidad, pero el sexo para Polanski va más allá de esa pura y simple fisicidad.
El sexo sólo es una variante del complejo de entramado de relaciones de poder y sumisión que se establecen entre los personajes que protagonizan sus películas.
En general, y salvo escepciones, las películas de Polanski tienen un carácter teatral. En ellas, con independencia del texto, se presenta esa red que ata a los personajes los unos con los otros, cuando hay un sólo personaje que lucha contra sí mismo como es el caso de "Repulsión" o "El Quimérico inquilino".
En "El cuchillo en el agua" está presente ese mecanismo de una manera cristalina y pura.
Una pareja recoge a un estudiante en la carretera y termina invitando a este a pasar el día en su barco. Durante ese día se establecerá un sofisticado juego de control y dominación entre los dos hombres cuyo metafórico centro será el cuchillo que el estudiante lleva consigo.
En un crescendo progresivo la situación se irá enturbiando hasta alcanzar niveles de violencia soterrada que convierten a "El cuchillo en el agua" en un sorprendente thriller en el que una poco complaciente antropología humana se convierte en el principal protagonista.
En "El cuchillo en el agua" lo que no se dice es tan importante o más que lo que se dice..
Así, el estudiante se convertirá en improvisado felpudo donde el hombre podrá sacudirse sus frustraciones en un proceso sistemático de dominación en el que el cuchillo que porta el estudiante se convertirá en el necesario trofeo. Pero el estudiante también sentirá la necesidad de desafiar ese poder que le ha admitido en ese barco para poder presentarse como tal.
Y todo ante la atenta mirada de la mujer convertida en espectadora y objeto de deseo de un espectáculo de cortejo en el que el hombre adulto y el joven exhiben lo mejor de sí mismos como dos machos en mitad de la sabana.
Desde "El cuchillo en el agua" casi todas las películas de Polanski remiten en mayor o menor medida ese perverso juego de dominación, pero en ninguna de manera tan perfecta y natural, sin tener que recurrir a contextos extremos basados en la violencia y el sexo como en su primera película.
Excepcional.
domingo, octubre 05, 2014
Jersey Boys
Vaya por delante que "Jersey Boys" reúne dos características que por separado me producen rechazo dentro de un cine: por un lado se trata de un musical y por otro es un biopic.
Del mismo modo no soporto sentir que alguien come nachos cerca de mí en un cine (para cuando un cochinillo con toda su guarnición), no me entusiasman demasiado los musicales y detesto bastante los biopics por lo que "Jersey Boys" reunía todas las papeletas para que jamás fuese a verla, pero el tratarse de la última entrega del maestro Eastwood tras tres años fuera de los estrenos cinematográficos ha bastado para que haga de tripas corazón y me meta en la sala oscura.
A estas alturas de la película todo el mundo conoce la relación directa que Eastwood ha tenido con la música a lo largo de su vida y tiene más sentido que quisiera rodar un musical que una película de terror.
El musical en cuestión es "Jersey Boys", un éxito en broadway y ganador de algún que otro premio Tony que cuenta la historia del grupo de música pop Frankie Valli y los Four Seasons, un grupo original del barrio de Tony Soprano y que durante toda su carrera mantuvo una relación llamemosla sociológica con los capos del barrio.
La historia no es que me interese demasiado pero Eastwood se las arregla para conferir emocionalidad e intimismo a momentos que juraría haber visto antes, talento que es una de las principales habilidades del maestro, a una historia que, para mi gusto y como digo, no es demasiado especial ni diferencial.
Construida para poner en valor el repertorio del grupo, la historia no es más que un soporte para revisar la música de un grupo que tiene unas cuantas canciones interesantes.
En este sentido, se puede (y se hace) hacer una comedia musical de cualquier trayectoria musical puesto que las personas nacen, se enamoran, se separan, se meten en líos, se reconcilian, etc y en este sentido Jersey Boys es un buen ejemplo.
Lo mejor que puede decirse de la película es que el maestro ya tiene su musical y en él, además de la buena música del grupo, hay alguna escena bastante bien escrita como la primera que protagoniza el mafioso interpretado por Christopher Walken en la barbería (entre amigos un poco de sangre no debería ser un problema o así) o la que tienen Vally y la que será su mujer en una pizzería.
Es una lastima que la historia se desvincule demasiado pronto de uno de sus elementos más difererenciales: la vida en Jersey; aspecto que proporcionaba a la película un plus de interés que termina perdiendo en un demasiado anodino proceso de ascenso al estrellato, con algún evidente problema de ritmo, antes de volver a remontar con todo el tomate de la disolución del grupo, momento en que, por unos instantes, la historia se vuelve más película de Eastwood que nunca cuando Valli acepta por lealtad asumir la millonaria deuda de uno de los miembros del grupo ante la incomprensión de todos.
Aquí Valli se muestra como uno de esos hombres de otra época tan protagonistas en estos últimos diez años de su cine, hombres que asumen las consecuencias negativas de su destino como consecuencia del seguimiento de un código de honor y de unos valores que les han hecho ser lo que son.
La reivindicación de las viejas generaciones, de su comportamiento entero, ante la incomprensión de las nuevas, más relajadas en su relación con la vida también está presente en "Jersey Boys".
En este sentido nada diferencia al agrio veterano que protagonizaba su "Grand Torino" de este Frankie Valli con voz de falsete. los dos hacen lo correcto sin pensar en las consecuencias.
Así, "Jersey Boys" no es tan extraña al cine de Eastwood como en un principio podría parecer. En la mejor línea de su Dirty Harry, Eastwood nunca da puntadas sin hilo.
En cualquier caso, y dejando algunos problemas de ritmo ya mencionados entre Jersey y el éxito, "Jersey Boys" es una película de Eastwood en todos los sentidos de la palabra: compacta, seria, emotiva y jamás vana o superficial.
No está en la lista de sus clásicos, pero ya quisieran muchos facturar sus películas como las factura Eastwood.
Aceptable.
Del mismo modo no soporto sentir que alguien come nachos cerca de mí en un cine (para cuando un cochinillo con toda su guarnición), no me entusiasman demasiado los musicales y detesto bastante los biopics por lo que "Jersey Boys" reunía todas las papeletas para que jamás fuese a verla, pero el tratarse de la última entrega del maestro Eastwood tras tres años fuera de los estrenos cinematográficos ha bastado para que haga de tripas corazón y me meta en la sala oscura.
A estas alturas de la película todo el mundo conoce la relación directa que Eastwood ha tenido con la música a lo largo de su vida y tiene más sentido que quisiera rodar un musical que una película de terror.
El musical en cuestión es "Jersey Boys", un éxito en broadway y ganador de algún que otro premio Tony que cuenta la historia del grupo de música pop Frankie Valli y los Four Seasons, un grupo original del barrio de Tony Soprano y que durante toda su carrera mantuvo una relación llamemosla sociológica con los capos del barrio.
La historia no es que me interese demasiado pero Eastwood se las arregla para conferir emocionalidad e intimismo a momentos que juraría haber visto antes, talento que es una de las principales habilidades del maestro, a una historia que, para mi gusto y como digo, no es demasiado especial ni diferencial.
Construida para poner en valor el repertorio del grupo, la historia no es más que un soporte para revisar la música de un grupo que tiene unas cuantas canciones interesantes.
En este sentido, se puede (y se hace) hacer una comedia musical de cualquier trayectoria musical puesto que las personas nacen, se enamoran, se separan, se meten en líos, se reconcilian, etc y en este sentido Jersey Boys es un buen ejemplo.
Lo mejor que puede decirse de la película es que el maestro ya tiene su musical y en él, además de la buena música del grupo, hay alguna escena bastante bien escrita como la primera que protagoniza el mafioso interpretado por Christopher Walken en la barbería (entre amigos un poco de sangre no debería ser un problema o así) o la que tienen Vally y la que será su mujer en una pizzería.
Es una lastima que la historia se desvincule demasiado pronto de uno de sus elementos más difererenciales: la vida en Jersey; aspecto que proporcionaba a la película un plus de interés que termina perdiendo en un demasiado anodino proceso de ascenso al estrellato, con algún evidente problema de ritmo, antes de volver a remontar con todo el tomate de la disolución del grupo, momento en que, por unos instantes, la historia se vuelve más película de Eastwood que nunca cuando Valli acepta por lealtad asumir la millonaria deuda de uno de los miembros del grupo ante la incomprensión de todos.
Aquí Valli se muestra como uno de esos hombres de otra época tan protagonistas en estos últimos diez años de su cine, hombres que asumen las consecuencias negativas de su destino como consecuencia del seguimiento de un código de honor y de unos valores que les han hecho ser lo que son.
La reivindicación de las viejas generaciones, de su comportamiento entero, ante la incomprensión de las nuevas, más relajadas en su relación con la vida también está presente en "Jersey Boys".
En este sentido nada diferencia al agrio veterano que protagonizaba su "Grand Torino" de este Frankie Valli con voz de falsete. los dos hacen lo correcto sin pensar en las consecuencias.
Así, "Jersey Boys" no es tan extraña al cine de Eastwood como en un principio podría parecer. En la mejor línea de su Dirty Harry, Eastwood nunca da puntadas sin hilo.
En cualquier caso, y dejando algunos problemas de ritmo ya mencionados entre Jersey y el éxito, "Jersey Boys" es una película de Eastwood en todos los sentidos de la palabra: compacta, seria, emotiva y jamás vana o superficial.
No está en la lista de sus clásicos, pero ya quisieran muchos facturar sus películas como las factura Eastwood.
Aceptable.
sábado, octubre 04, 2014
Monica de Oriol
Tiene su punto que Monica de Oriol, esa señora que simbólicamente hace que la boca y el culo se confundan, sea la Presidenta del Circulo de Empresarios.
Su compañía Seguriber se dedica a prestar servicios basados en el uso extensivo de la fuerza de trabajo. Ahora mismo, y sin ir más lejos, en la web de su empresa, hay una oferta de vigilante jurado en Palma de Mallorca.
Sólo una. No vayamos a emocionarnos todos con la vida.
Y, como digo, tiene su punto que la empresa de la presidenta de nuestros empresarios no pertenezca a las nuevas tecnologías o a la biogenética sino al sector de los seguratas, empresas que están sacando gran ventaja de esta nueva legislación laboral que está consiguiendo que tener trabajo no sea suficiente para ganarse la vida.
En este sentido, la dueña de Seguriber no puede decir cosas diferentes de las que dice.
La estupenda Monique con su look tan Telva moderno nos dice la verdad.
El mundo de Seguriber es así y el mundo laboral por extensión quiere llegar a ser así
Bárbaro, duro y cruel... sobre todo para sus trabajadores.
Por eso, Monica es su presidenta, porque ella está donde todos los demás quisieran estar.
Por eso, y teniendo en cuenta ésta realidad, yo la dejaría hablar, querría que no se callase nunca porque sus palabras nos dan la exacta medida del mundo insensato pero tan encantado de haberse conocido que estamos construyendo.
Un mundo en el que los canallas ya ni se molestan en disimular que lo son.
Un mundo en el que la medida de todas las cosas es lo instrumental y, como encarnación máxima de ese valor, el dinero.
Su compañía Seguriber se dedica a prestar servicios basados en el uso extensivo de la fuerza de trabajo. Ahora mismo, y sin ir más lejos, en la web de su empresa, hay una oferta de vigilante jurado en Palma de Mallorca.
Sólo una. No vayamos a emocionarnos todos con la vida.
Y, como digo, tiene su punto que la empresa de la presidenta de nuestros empresarios no pertenezca a las nuevas tecnologías o a la biogenética sino al sector de los seguratas, empresas que están sacando gran ventaja de esta nueva legislación laboral que está consiguiendo que tener trabajo no sea suficiente para ganarse la vida.
En este sentido, la dueña de Seguriber no puede decir cosas diferentes de las que dice.
La estupenda Monique con su look tan Telva moderno nos dice la verdad.
El mundo de Seguriber es así y el mundo laboral por extensión quiere llegar a ser así
Bárbaro, duro y cruel... sobre todo para sus trabajadores.
Por eso, Monica es su presidenta, porque ella está donde todos los demás quisieran estar.
Por eso, y teniendo en cuenta ésta realidad, yo la dejaría hablar, querría que no se callase nunca porque sus palabras nos dan la exacta medida del mundo insensato pero tan encantado de haberse conocido que estamos construyendo.
Un mundo en el que los canallas ya ni se molestan en disimular que lo son.
Un mundo en el que la medida de todas las cosas es lo instrumental y, como encarnación máxima de ese valor, el dinero.
Bienvenidos al fin del mundo
Lo reconozco.
"Bienvenidos al fin del mundo" es una tontería, pero me gusta.
Reconozco que tiene gracia que el final de la civilización tal y como lo conocemos, abocando a los humanos supervivientes a una dura vida en un apocaliptico mundo madmaxiano, tenga su origen en la ocurrencia de un loser descerebrado, perdido para siempre en la juventud perdida en los ochentas del siglo pasado.
Y esa ocurrencia no es otra cosa que reunir a su vieja pandilla de amigos del instituto para, en un perdido y triste pueblo del campo inglés, terminar algo inacabado por ellos en su momento: una runta por los doce pubs del pueblo, ruta que termina para cerrar el circulo en un pub llamado "El fin del mundo".
Esta es la idea que Gary King, interpretado por el siempre estupendo Simon Pegg, lleva hasta las últimas consecuencias en todos los sentidos de la palabra "últimas".
Lo que King y sus amigos descubrirán en Newton Heaven, lugar donde se encuentra esa milla dorada de doce pubs, será algo que excederá a sus limitadas y progresivamente alcoholizadas expectativas, algo misterioso y siniestro que no es que amenace el destino de la humanidad sino que muy al contrario la tutela.
Como digo, lo reconozco.
Desde "Shaun of the dead" soy muy fan total de los proyectos que en las Islas Británicas lleva a cabo Simon Pegg con la ayuda de su colega Nick Frost.
Sobre un mecanismo tradicional de la parodia, la mezcla de géneros y la profundización en las virtudes y defectos de los planteamientos narrativos de cada uno de ellos, Pegg construye historias que siempre se basan en muy buenas ideas, llenas de gracia e ironía que siempre consigue aprovechar en un correspondiente despliegue narrativo en el que la fina ironía y el humor más grueso y directo conviven en una cierta y a veces increíble armonía.
Memorable especialmente es esa escena en la que el enloquecido y borracho King sella el destino final de la tierra con una torpe y estereotípico discurso tabernario sobre el ser humano y su derecho a la libertad.
Pegg y Frost nunca me decepcionan.
"Bienvenidos al fin del mundo" está en la línea.
Divertida y recomendable.
"Bienvenidos al fin del mundo" es una tontería, pero me gusta.
Reconozco que tiene gracia que el final de la civilización tal y como lo conocemos, abocando a los humanos supervivientes a una dura vida en un apocaliptico mundo madmaxiano, tenga su origen en la ocurrencia de un loser descerebrado, perdido para siempre en la juventud perdida en los ochentas del siglo pasado.
Y esa ocurrencia no es otra cosa que reunir a su vieja pandilla de amigos del instituto para, en un perdido y triste pueblo del campo inglés, terminar algo inacabado por ellos en su momento: una runta por los doce pubs del pueblo, ruta que termina para cerrar el circulo en un pub llamado "El fin del mundo".
Esta es la idea que Gary King, interpretado por el siempre estupendo Simon Pegg, lleva hasta las últimas consecuencias en todos los sentidos de la palabra "últimas".
Lo que King y sus amigos descubrirán en Newton Heaven, lugar donde se encuentra esa milla dorada de doce pubs, será algo que excederá a sus limitadas y progresivamente alcoholizadas expectativas, algo misterioso y siniestro que no es que amenace el destino de la humanidad sino que muy al contrario la tutela.
Como digo, lo reconozco.
Desde "Shaun of the dead" soy muy fan total de los proyectos que en las Islas Británicas lleva a cabo Simon Pegg con la ayuda de su colega Nick Frost.
Sobre un mecanismo tradicional de la parodia, la mezcla de géneros y la profundización en las virtudes y defectos de los planteamientos narrativos de cada uno de ellos, Pegg construye historias que siempre se basan en muy buenas ideas, llenas de gracia e ironía que siempre consigue aprovechar en un correspondiente despliegue narrativo en el que la fina ironía y el humor más grueso y directo conviven en una cierta y a veces increíble armonía.
Memorable especialmente es esa escena en la que el enloquecido y borracho King sella el destino final de la tierra con una torpe y estereotípico discurso tabernario sobre el ser humano y su derecho a la libertad.
Pegg y Frost nunca me decepcionan.
"Bienvenidos al fin del mundo" está en la línea.
Divertida y recomendable.
viernes, octubre 03, 2014
La isla mínima
Hay lugares donde las cosas terminan, lugares fronterizos entre la nada y el algo que se convierten en improvisada costa donde van a amanecer los interminables restos de mil y un naufragios.
Estos lugares son de geografía mínima y esencial, espacios donde lo superfluo desaparece y sólo queda el contorno de lo esencial dibujándose desde su condición de algo sobre la nada inmensa que le sirve de escenario.
La elocuencia silenciosa de lo no dicho, de lo que no se dice nunca, no puede hacer otra cosa que resaltar como un heideggeriano dasein en ese espacio infinito entre la tierra y el cielo donde la silueta del hombre, lo único que queda cuando todo lo demás acaba, se dibuja expresiva, convertida en abandonada metáfora del deseo convertido en las historia que ha llevado a ese ser hasta allí, al naufragio convertido en una de las bellas artes.
Imagino que en todo ésto, y cosas similares, estaban en la cabeza de Alberto Rodríguez cuando decidió llamar "La Isla Minima" a su historia.
Estos lugares son de geografía mínima y esencial, espacios donde lo superfluo desaparece y sólo queda el contorno de lo esencial dibujándose desde su condición de algo sobre la nada inmensa que le sirve de escenario.
La elocuencia silenciosa de lo no dicho, de lo que no se dice nunca, no puede hacer otra cosa que resaltar como un heideggeriano dasein en ese espacio infinito entre la tierra y el cielo donde la silueta del hombre, lo único que queda cuando todo lo demás acaba, se dibuja expresiva, convertida en abandonada metáfora del deseo convertido en las historia que ha llevado a ese ser hasta allí, al naufragio convertido en una de las bellas artes.
Imagino que en todo ésto, y cosas similares, estaban en la cabeza de Alberto Rodríguez cuando decidió llamar "La Isla Minima" a su historia.
En tal escenario extremo, mínimo por tan cercano a la nada Rodríguez quiere poner en valor el perfil de la transición española a través de unos personajes y una historia que como no podía ser de otra manera resaltan en toda su complejidad contra un paisaje árido, desprovisto, el de las marismas del Guadalquivir que tan bien pintara Carmen Lafón, en el que la tierra empieza a confundirse con la nada vacía del mar.
Y el resultado es espectacular.
"La Isla Minima" es un thriller denso y profundo, sobre cuya superficie flota la desaparición de unas niñas investigada por dos policías a principios de la década de los ochentas del siglo pasado; pero una superficie que como ese cielo protector del que hablara Bowles oculta toda una profunda complejidad.
La complejidad de una desigual sociedad agraria casi decimonónica que somete a la mayoría de sus miembros a una explotación de la que precisamente las jóvenes asesinadas intentan escapar, pero también complejidad cruel porque sobre esa desesperada necesidad un asesino psicópata ha construido su tela de araña mortal.
Y sobre esta realidad sobrevolando la alargada sombra de la transición, espacio también fronterizo en el que conviven los dos policías protagonistas, magníficamente interpretados por Raúl Arévalo y Joaquín Gutierrez, uno a cada lado del puente que esa transición pretende salvar y en los dos la vida uniéndoles en el enfrentamiento a la injusticia y el horror.
Magnífica.
Y el resultado es espectacular.
"La Isla Minima" es un thriller denso y profundo, sobre cuya superficie flota la desaparición de unas niñas investigada por dos policías a principios de la década de los ochentas del siglo pasado; pero una superficie que como ese cielo protector del que hablara Bowles oculta toda una profunda complejidad.
La complejidad de una desigual sociedad agraria casi decimonónica que somete a la mayoría de sus miembros a una explotación de la que precisamente las jóvenes asesinadas intentan escapar, pero también complejidad cruel porque sobre esa desesperada necesidad un asesino psicópata ha construido su tela de araña mortal.
Y sobre esta realidad sobrevolando la alargada sombra de la transición, espacio también fronterizo en el que conviven los dos policías protagonistas, magníficamente interpretados por Raúl Arévalo y Joaquín Gutierrez, uno a cada lado del puente que esa transición pretende salvar y en los dos la vida uniéndoles en el enfrentamiento a la injusticia y el horror.
Magnífica.
jueves, octubre 02, 2014
miércoles, octubre 01, 2014
“El afán de lucro no es algo «natural» al hombre. ≪Uno de los rasgos característicos de la economía primitiva es la ausencia del menor deseo de sacar beneficio, ya sea de la producción, ya sea del intercambio≫ (Thurnwald, Economics in Primitive Com-munities, 1932, p. XIII. ≪Otra noción que conviene desacreditar, de una vez por todas, es la del hombre económico primitivo que se encuentra en algunos manuales de economía política≫ (Malinowski, Ar-gonauts of the Western Pacific, 1930, p. 60)”
“Hay algo que tienen en común esta mentalidad y estas situaciones: son los sentimientos de los seres que se saben oprimidos por los imperios blancos desde hace siglos. Este mundo nuestro de la gran moratoria, de la libertad frente al temor y la miseria, no tiene nada que ver con ellos; no confían en él ni un ápice, porque sus fundamentos se hunden en los huesos de los pueblos de color. Consideran que nuestro parloteo sobre los derechos humanos e suna hipocresía descarada; lo que se les hizo a los judíos, afirman, responden a los modos usuales de dominación de los blancos en los cuatro continentes”.
lunes, septiembre 29, 2014
Referendum
¿Cómo se abordan las peculiaridades en una democracia?
Recordemos que en las últimas elecciones generales del 2011, el porcentaje de votantes a partidos en favor del referendum fueron más o menos los mismos que los votos de los partidos en contra de ese derecho a decidir. Y no hablemos de los resultados de las últimas elecciones autonómicas.
De esta distribución de voto debería deducirse que la distribución de ese deseo a decidir en Cataluña es diferente de manera consistente a la distribución de ese deseo en el resto de España.
En una sociedad abierta, la mayoría debería tener en cuenta el deseo de esa consistente peculiaridad local y, como mínimo, permitir su expresión.
La calidad de la democracia está también en el modo en que ésta tiene en cuenta la voluntad de las minorías a las que un tema atañe de manera más clara y directa que el resto de la colectividad y que expresan con consistencia una diferencia.
No se trata de un capricho sino de la voluntad de una buena parte de los más directamente afectados.
Por eso, tendría todo el sentido que el Congreso Español, atendiendo a lo peculiar de la especificidad del deseo de los catalanes, permitiera ese referendum y ayudase a llevarlo a cabo.
No se trata de que las minorías se impongan a las mayorías sino permitir que las minorías se expresen y, lo que es más importante, que demuestren que son tal.
Por eso, no es un tema de respeto a la ley.
Hay una clara voluntad de expresar una idea contraria escondiéndose bajo la máscara del respeto a la ley, porque cuando hay acuerdo las leyes no son un problema. Se cambian.
Y si bien es cierto que una de las formas en que se expresa la democracia es el respeto a la ley, no es menos cierto que reducirlo todo al inflexible respeto a la ley implica un importante tic autoritario porque, y como digo, cuando conviene y hay acuerdo, las ayer inflexibles e inamovibles leyes, hoy se cambian.
Una vez más el debate político es hipócrita.
Las voluntades se esconden tras las formalidades y los temas se confunden y mezclan equiparando el derecho a expresarse con la definitiva expresión.
Subyaciendo además el definitivo tic autoritario que reduce el derecho a expresión directa a unas elecciones cada cuatro años, elecciones precedidas de quince días de campaña electoral en los que se promete cualquier cosa a cualquier precio, campañas basadas en un programa que pocas veces se cumple y contra esas mentiras e incumplimientos el ciudadano se encuentra indefenso una vez que firma el cheque en blanco de su voto.
Durante esos cuatro años el ciudadano no puede expresar su acuerdo o desacuerdo en puntuales temas críticos cuya decisión queda en manos de sus representantes.
Y todo esto estaría bien si, al depender esos cuatro años, de esos quince días de campaña electoral, los partidos quedasen legalmente obligados a cumplir lo hablado o prometido, pero ni eso.
Por ahora quieren tenerlo todo.
Por ahora lo tienen.
Y por lo visto ni los matices ni las peculiaridades son relevantes en una democracia.
Recordemos que en las últimas elecciones generales del 2011, el porcentaje de votantes a partidos en favor del referendum fueron más o menos los mismos que los votos de los partidos en contra de ese derecho a decidir. Y no hablemos de los resultados de las últimas elecciones autonómicas.
De esta distribución de voto debería deducirse que la distribución de ese deseo a decidir en Cataluña es diferente de manera consistente a la distribución de ese deseo en el resto de España.
En una sociedad abierta, la mayoría debería tener en cuenta el deseo de esa consistente peculiaridad local y, como mínimo, permitir su expresión.
La calidad de la democracia está también en el modo en que ésta tiene en cuenta la voluntad de las minorías a las que un tema atañe de manera más clara y directa que el resto de la colectividad y que expresan con consistencia una diferencia.
No se trata de un capricho sino de la voluntad de una buena parte de los más directamente afectados.
Por eso, tendría todo el sentido que el Congreso Español, atendiendo a lo peculiar de la especificidad del deseo de los catalanes, permitiera ese referendum y ayudase a llevarlo a cabo.
No se trata de que las minorías se impongan a las mayorías sino permitir que las minorías se expresen y, lo que es más importante, que demuestren que son tal.
Por eso, no es un tema de respeto a la ley.
Hay una clara voluntad de expresar una idea contraria escondiéndose bajo la máscara del respeto a la ley, porque cuando hay acuerdo las leyes no son un problema. Se cambian.
Y si bien es cierto que una de las formas en que se expresa la democracia es el respeto a la ley, no es menos cierto que reducirlo todo al inflexible respeto a la ley implica un importante tic autoritario porque, y como digo, cuando conviene y hay acuerdo, las ayer inflexibles e inamovibles leyes, hoy se cambian.
Una vez más el debate político es hipócrita.
Las voluntades se esconden tras las formalidades y los temas se confunden y mezclan equiparando el derecho a expresarse con la definitiva expresión.
Subyaciendo además el definitivo tic autoritario que reduce el derecho a expresión directa a unas elecciones cada cuatro años, elecciones precedidas de quince días de campaña electoral en los que se promete cualquier cosa a cualquier precio, campañas basadas en un programa que pocas veces se cumple y contra esas mentiras e incumplimientos el ciudadano se encuentra indefenso una vez que firma el cheque en blanco de su voto.
Durante esos cuatro años el ciudadano no puede expresar su acuerdo o desacuerdo en puntuales temas críticos cuya decisión queda en manos de sus representantes.
Y todo esto estaría bien si, al depender esos cuatro años, de esos quince días de campaña electoral, los partidos quedasen legalmente obligados a cumplir lo hablado o prometido, pero ni eso.
Por ahora quieren tenerlo todo.
Por ahora lo tienen.
Y por lo visto ni los matices ni las peculiaridades son relevantes en una democracia.
domingo, septiembre 28, 2014
La Casa de Bambú
Dirigida en 1955 por el norteamericano Samuel Fuller, "La Casa de Bambú" es una de las películas mas sobresalientes de su filmografía.
Remake de una película de segunda fila titulada "La calle sin nombre" de 1948, "La Casa de Bambú" muestra todas las virtudes de Fuller como nerrador: la simplicidad pulp de un argumento de sección de sucesos convenientemente envuelto en un atractivo envoltorio de violencia y sexo.
La violencia es omnipresente en el cine de Fuller: una violencia que no sólo se manifiesta en su manera habitual, a través de la acción, sino también en la actitud de los personajes y el modo en que se relacionan entre si, siempre desde el cinismo, la manipulación y la desconfianza, convertidos en animales que luchan por la supervivencia en el cruel día a día de la jungla de asfalto.
Y el sexo también.... En el cine de Fuller y en consonancia con su planteamiento sensacionalista y pulp, siempre hay mujeres que existen en un mundo de hombres convertidas en objeto del deseo...
Pero, y en cualquier caso, lo más atractivo de "La Casa de Bambú" es el mundo que muestra en poderosas imágenes filmadas en Cinemascope y ese mundo no es otro que el Japón ocupado por los Estados Unidos a principios de la década de los 50's.
En la línea de muchos titulos contemporáneos del cine negro rodados completamente en exteriores, como "La Ciudad Desnuda" de Jules Dassin "La Casa de Bambú" traslada ese modelo realista desde la ciudad de Nueva York al desconocido Japón para la mayoría del público norteamericano y mundial.
Asi, Fuller rueda las calles del Japón con el mismo pulso con que Dassin fotografiará la ciudad de Nueva York en la antes mencionada "La Ciudad Desnuda" o Paris en "Rififi". Calles y callejones, paisajes cotidianos donde la gente tiende la ropa o hace la compra, espacios urbanos comunes donde se desarrollan historias de vida normales y corrientes, ajenas al oropel aspiracional del cine clásico.
En este sentido, "La Casa de Bambú", ambientada en el mercado negro que se desarrolla alrededor de la ocupación norteamericana, ofrece un complementario interés casi documental y seguramente pocas películas, incluidas las propias japonesas, han pulsado ese existir cotidiano del Japón urbano de la década de los cincuentas.
En ese escenario sucede una pequeña historia de rateros protagonizada por una violenta banda de criminales norteamericanos que buscan hacer dinero al criminal modo americano en las calles japonesas. Sus andanzas se cruzaran con los pasos perdidos de un vagabundo llamado Eddy Spanier (Robert Stack) que ha llegado a Japón siguiendo la llamada de un amigo, miembro de la banda.
Una vez en Japón, Spanier se encontrará sin amigo y con lo puesto viéndose obligado a sobrevivir haciendo lo que mejor sabe y llamando la atención de Sandy Dawson (Robert Ryan), el jefe de la banda.
El resultado es una película de acción entretenida en todo momento y que reúne todos los grandes elementos del cine negro a partir de la relación de fascinación mutua que establecerán Dawson y Spanier.
Ninguno será lo que parece ser: Ni Dawson tan duro ni Spanier tan vagabundo.
El cine de Fuller siempre es entretenido.
Remake de una película de segunda fila titulada "La calle sin nombre" de 1948, "La Casa de Bambú" muestra todas las virtudes de Fuller como nerrador: la simplicidad pulp de un argumento de sección de sucesos convenientemente envuelto en un atractivo envoltorio de violencia y sexo.
La violencia es omnipresente en el cine de Fuller: una violencia que no sólo se manifiesta en su manera habitual, a través de la acción, sino también en la actitud de los personajes y el modo en que se relacionan entre si, siempre desde el cinismo, la manipulación y la desconfianza, convertidos en animales que luchan por la supervivencia en el cruel día a día de la jungla de asfalto.
Y el sexo también.... En el cine de Fuller y en consonancia con su planteamiento sensacionalista y pulp, siempre hay mujeres que existen en un mundo de hombres convertidas en objeto del deseo...
Pero, y en cualquier caso, lo más atractivo de "La Casa de Bambú" es el mundo que muestra en poderosas imágenes filmadas en Cinemascope y ese mundo no es otro que el Japón ocupado por los Estados Unidos a principios de la década de los 50's.
En la línea de muchos titulos contemporáneos del cine negro rodados completamente en exteriores, como "La Ciudad Desnuda" de Jules Dassin "La Casa de Bambú" traslada ese modelo realista desde la ciudad de Nueva York al desconocido Japón para la mayoría del público norteamericano y mundial.
Asi, Fuller rueda las calles del Japón con el mismo pulso con que Dassin fotografiará la ciudad de Nueva York en la antes mencionada "La Ciudad Desnuda" o Paris en "Rififi". Calles y callejones, paisajes cotidianos donde la gente tiende la ropa o hace la compra, espacios urbanos comunes donde se desarrollan historias de vida normales y corrientes, ajenas al oropel aspiracional del cine clásico.
En este sentido, "La Casa de Bambú", ambientada en el mercado negro que se desarrolla alrededor de la ocupación norteamericana, ofrece un complementario interés casi documental y seguramente pocas películas, incluidas las propias japonesas, han pulsado ese existir cotidiano del Japón urbano de la década de los cincuentas.
En ese escenario sucede una pequeña historia de rateros protagonizada por una violenta banda de criminales norteamericanos que buscan hacer dinero al criminal modo americano en las calles japonesas. Sus andanzas se cruzaran con los pasos perdidos de un vagabundo llamado Eddy Spanier (Robert Stack) que ha llegado a Japón siguiendo la llamada de un amigo, miembro de la banda.
Una vez en Japón, Spanier se encontrará sin amigo y con lo puesto viéndose obligado a sobrevivir haciendo lo que mejor sabe y llamando la atención de Sandy Dawson (Robert Ryan), el jefe de la banda.
El resultado es una película de acción entretenida en todo momento y que reúne todos los grandes elementos del cine negro a partir de la relación de fascinación mutua que establecerán Dawson y Spanier.
Ninguno será lo que parece ser: Ni Dawson tan duro ni Spanier tan vagabundo.
El cine de Fuller siempre es entretenido.
sábado, septiembre 27, 2014
El corredor del laberinto
Hay estructuras narrativas muy eficaces, que siempre funcionan.
Una de ellas es enfrentar una historia compleja, de diversas implicaciones, desde la perspectiva finalista y micro de un sujeto individual que padece las consecuencias de aquello todavía no descubierto, no narrado.
Hitchcock utilizó esta estructura en muchas de sus películas.
Sus protagonistas siempre irrumpen o son victimas de situaciones que les superan, que les atrapan y que aquellos deben desentrañar para escapar.
Como el Roger Thorndike de "North by Northwest", sus protagonistas experimentan la fuerza ciega y en apariencia imparable de una situación que encierra la complejidad de una narración; una situación que, de un minuto a otro, les convierte en sorprendidas victimas en trance de ser aplastadas y cuyo misterio por narrar deben resolver para escapar.
Así, el escapar, la acción que el héroe despliega, se convierte en la pura narración, una narración en la que se ignora lo que está delante, que siempre es una amenaza, y cuya principal atractivo es ese proceso de descubrimiento en sí.
"El corredor del laberinto" reproduce esta fórmula de una manera bastante acertada, por lo menos, en sus comienzos donde el espectador tiene la misma información que el protagonista enfrentado a una realidad en la que de pronto se encuentra inmerso de manera fortuita y que desconoce.
Y la película funciona porque funciona ese mecanismo de descubrimiento, de desenmascaramiento de esa realidad sobrevenida, que le rodea incomprensible y amenazadora.
No funciona tanto conforme la película avanza y las preguntas que la propia historia plantea han de ser respondidas.
De siempre es sabido que, si bien es difícil hacer un planteamiento interesante, mucho más complicado es dar con un desenace que esté a la altura de la fascinación que las preguntas sin respuesta han produdico mientras han sobrevolado como presencias fantasmales la narración.
En este sentido, la resolución que además se plantea en diferido a lo Cospedal termina pinchando el globo decantándose por una de las opciones más prosaicas de entre las que quién les escribe había barajado y sospechado mientras los protagonistas buscaban la salida al laberinto que da titulo a la película.
En cualquier caso, ésto último no deja de ser una opinión, debiendo predominar una valoración positiva basada en una historia de acción que mantiene el suspense de manera convincente, con esa credibilidad basada en la verosimilitud, en el efecto de verdad, que siempre es mano de santo en la narración cinematográfica.
"El corredor del laberinto" funciona como producto, pero también, y lo que es más importante, como película franquicia que inicie una saga de películas que sin duda no se harán esperar.
Entretenida.
Una de ellas es enfrentar una historia compleja, de diversas implicaciones, desde la perspectiva finalista y micro de un sujeto individual que padece las consecuencias de aquello todavía no descubierto, no narrado.
Hitchcock utilizó esta estructura en muchas de sus películas.
Sus protagonistas siempre irrumpen o son victimas de situaciones que les superan, que les atrapan y que aquellos deben desentrañar para escapar.
Como el Roger Thorndike de "North by Northwest", sus protagonistas experimentan la fuerza ciega y en apariencia imparable de una situación que encierra la complejidad de una narración; una situación que, de un minuto a otro, les convierte en sorprendidas victimas en trance de ser aplastadas y cuyo misterio por narrar deben resolver para escapar.
Así, el escapar, la acción que el héroe despliega, se convierte en la pura narración, una narración en la que se ignora lo que está delante, que siempre es una amenaza, y cuya principal atractivo es ese proceso de descubrimiento en sí.
"El corredor del laberinto" reproduce esta fórmula de una manera bastante acertada, por lo menos, en sus comienzos donde el espectador tiene la misma información que el protagonista enfrentado a una realidad en la que de pronto se encuentra inmerso de manera fortuita y que desconoce.
Y la película funciona porque funciona ese mecanismo de descubrimiento, de desenmascaramiento de esa realidad sobrevenida, que le rodea incomprensible y amenazadora.
No funciona tanto conforme la película avanza y las preguntas que la propia historia plantea han de ser respondidas.
De siempre es sabido que, si bien es difícil hacer un planteamiento interesante, mucho más complicado es dar con un desenace que esté a la altura de la fascinación que las preguntas sin respuesta han produdico mientras han sobrevolado como presencias fantasmales la narración.
En este sentido, la resolución que además se plantea en diferido a lo Cospedal termina pinchando el globo decantándose por una de las opciones más prosaicas de entre las que quién les escribe había barajado y sospechado mientras los protagonistas buscaban la salida al laberinto que da titulo a la película.
En cualquier caso, ésto último no deja de ser una opinión, debiendo predominar una valoración positiva basada en una historia de acción que mantiene el suspense de manera convincente, con esa credibilidad basada en la verosimilitud, en el efecto de verdad, que siempre es mano de santo en la narración cinematográfica.
"El corredor del laberinto" funciona como producto, pero también, y lo que es más importante, como película franquicia que inicie una saga de películas que sin duda no se harán esperar.
Entretenida.
viernes, septiembre 26, 2014
“Pero lo que enmudeció en las primeras décadas tras 1945, sofocada por el miedo apocalíptico de la bomba, fue la voz de la crítica elemental de la civilización. Los que elogiaban el milagro económico con sus montañas de mantequilla y sus despieces masivos no percibieron ni política ni emocionalmente que el bienestar de las llamadas naciones avanzadas sólo era posible gracias a una ingente aceleración de la obtención de recursos y mediante la expansión de un imperio energético y de materias primas global. Esta libertad frente al temor y la miseria se compró mediante la apropiación de los recursos de los vecinos más débiles y del futuro de nuestros hijos y nietos”.
“El socialismo es ante todo la tendencia inherente a una civilización industrial para transcender el mercado autorregulador subordinandolo conscientemente a una sociedad democrática. El socialismo es la solución que surge directamente entre los trabajadores, quienes no entienden por qué no ha de estar la producción directamente regulada, ni por qué los mercados no han de ser un elemento útil, pero secundario, en una sociedad libre. Desde el punto de vista de la comunidad en su conjunto, el socialismo es simplemente una forma de continuar el esfuerzo para hacer de la sociedad un sistema de relaciones realmente humanas entre las personas que, en Europa occidental, ha estado siempre asociado a la tradición cristiana”.
domingo, septiembre 21, 2014
The normal heart
Basada en la obra teatral del mismo nombre escrita por Larry Kramer, "The Normal Heart" es una película de la HBO para televisión que nos cuenta la desgarradora y autobiográfica experiencia de Kramer enfrentado a los estragos que el SIDA.
"The Normal Heart" se centra en el periodo que va de 1981 a 1984, más o menos el tiempo que tuvo que emplear la comunidad médica para generar un posicionamiento común con respecto a la enfermedad.
En ese periodo de tiempo, la enfermedad campó a sus anchas afectando a la comunidad gay de Nueva York de la que Kramer convertido en su alter ego Ned Weeks (magníficamente interpretado por Mark Ruffalo) formó parte.
La historia nos muestra los esfuerzos por organizarse de la propia comunidad gay para defenderse de la enfermedad así como las sucesivas muertes de alguno de sus miembros, centrándose especialmente en la pareja del propio Weeks, pero el punto central es el enfrentamiento entre dos maneras de entender esa lucha: la del propio Weeks, que busca un perfil alto y el enfrentamiento directo con una sociedad asustada y discriminante que les da la espalda y el del resto de compañeros, centrados en un perfil más bajo, buscando no hacer demasiadas olas y, asumiendo las inevitables razones de ese rechazo, priorizando lo posible frente a lo probable y corporeizandolo en una manera de luchar que pasa por aceptar un statu quo que les relega a una condición secundaria, siguiendo unas reglas de juego que Weeks rechaza.
El autor no ha buscado una crónica puntual del momento sino una crónica emocional, siguiendo los acontecimientos desde su propia y experiencia y punto de vista, sin duda alguna buscando convocar sus demonios y mostrarlos en un esfuerzo por mostrarse en su manera de ser, quizá buscando algún tipo de explicación ante aquellos que le desaprobaron... Seguramente, sigue sin estar de acuerdo con aquel perfil bajo que sus compañeros quisieron seguir, sin duda una postura razonable teniendo en cuenta que poco se podía hacer ante una enfermedad que estaba aún por concretar.
En este sentido, Kramer no hace demasiado por explicar la postura conservadora que adoptaron sus compañeros, mezclándola con los habituales (y ciertos) discursos de discriminación, haciéndolos pasar por, como mínimo, timoratos y olvidando que por mucha ayuda que hubieran recibido las muertes no hubieran podido ser evitadas ya que, entre 1981 y 1984, la causa ni siquiera estaba identificada.
Por el contrario, y ante la contención de sus compañeros, Kramer/Weeks se presenta ante el espectador en una tremenda y constante Cabalgata de las Walikirias de emocionalidad en la que su sentir ante los terribles acontecimientos que ha de vivir es lo único que importa y cuenta, pareciendo toda la obra un nuevo intento de discutir que el incorregible Kramer/Weeks lanza a quien quiera escucharle.
No me queda claro que el tiempo haya ayudado a Kramer a entender la posición de sus compañeros reducidos a lo único que podían ser en aquel momento: coadyuvantes en el dolor y circunstancialmente enterradores de aquellos infortunados que el virus se llevaba por delante.
Y me parece que se esconden grandes historias en los silencios de muchos de esos compañeros que discrepan con la manera de hacer de Kramer empeñado en una revolución imposible en lo más profundo de la conservadora era Reagan, una revolución con el objetivo imposible de salvar las vidas de los afectados.
Así, "The Normal Heart" se me presenta como la historia de una enrabietada impotencia, procesada constructivamente por algunos y destructivamente por otros, frente a un destino inevitable que en forma de enfermedad mortal e incurable se cernió sobre la comunidad gay neoyorquina.
En cualquier caso, "The normal heart" es una película apasionante, llena de fuerza y emocionante como pocas.
La siempre desgarrada perspectiva de las victimas.
Absolutamente recomendable.
"The Normal Heart" se centra en el periodo que va de 1981 a 1984, más o menos el tiempo que tuvo que emplear la comunidad médica para generar un posicionamiento común con respecto a la enfermedad.
En ese periodo de tiempo, la enfermedad campó a sus anchas afectando a la comunidad gay de Nueva York de la que Kramer convertido en su alter ego Ned Weeks (magníficamente interpretado por Mark Ruffalo) formó parte.
La historia nos muestra los esfuerzos por organizarse de la propia comunidad gay para defenderse de la enfermedad así como las sucesivas muertes de alguno de sus miembros, centrándose especialmente en la pareja del propio Weeks, pero el punto central es el enfrentamiento entre dos maneras de entender esa lucha: la del propio Weeks, que busca un perfil alto y el enfrentamiento directo con una sociedad asustada y discriminante que les da la espalda y el del resto de compañeros, centrados en un perfil más bajo, buscando no hacer demasiadas olas y, asumiendo las inevitables razones de ese rechazo, priorizando lo posible frente a lo probable y corporeizandolo en una manera de luchar que pasa por aceptar un statu quo que les relega a una condición secundaria, siguiendo unas reglas de juego que Weeks rechaza.
El autor no ha buscado una crónica puntual del momento sino una crónica emocional, siguiendo los acontecimientos desde su propia y experiencia y punto de vista, sin duda alguna buscando convocar sus demonios y mostrarlos en un esfuerzo por mostrarse en su manera de ser, quizá buscando algún tipo de explicación ante aquellos que le desaprobaron... Seguramente, sigue sin estar de acuerdo con aquel perfil bajo que sus compañeros quisieron seguir, sin duda una postura razonable teniendo en cuenta que poco se podía hacer ante una enfermedad que estaba aún por concretar.
En este sentido, Kramer no hace demasiado por explicar la postura conservadora que adoptaron sus compañeros, mezclándola con los habituales (y ciertos) discursos de discriminación, haciéndolos pasar por, como mínimo, timoratos y olvidando que por mucha ayuda que hubieran recibido las muertes no hubieran podido ser evitadas ya que, entre 1981 y 1984, la causa ni siquiera estaba identificada.
Por el contrario, y ante la contención de sus compañeros, Kramer/Weeks se presenta ante el espectador en una tremenda y constante Cabalgata de las Walikirias de emocionalidad en la que su sentir ante los terribles acontecimientos que ha de vivir es lo único que importa y cuenta, pareciendo toda la obra un nuevo intento de discutir que el incorregible Kramer/Weeks lanza a quien quiera escucharle.
No me queda claro que el tiempo haya ayudado a Kramer a entender la posición de sus compañeros reducidos a lo único que podían ser en aquel momento: coadyuvantes en el dolor y circunstancialmente enterradores de aquellos infortunados que el virus se llevaba por delante.
Y me parece que se esconden grandes historias en los silencios de muchos de esos compañeros que discrepan con la manera de hacer de Kramer empeñado en una revolución imposible en lo más profundo de la conservadora era Reagan, una revolución con el objetivo imposible de salvar las vidas de los afectados.
Así, "The Normal Heart" se me presenta como la historia de una enrabietada impotencia, procesada constructivamente por algunos y destructivamente por otros, frente a un destino inevitable que en forma de enfermedad mortal e incurable se cernió sobre la comunidad gay neoyorquina.
En cualquier caso, "The normal heart" es una película apasionante, llena de fuerza y emocionante como pocas.
La siempre desgarrada perspectiva de las victimas.
Absolutamente recomendable.
viernes, septiembre 19, 2014
El hombre más buscado
Uno de los grandes talentos de John le Carré como escritor es su enorme capacidad de saltar de lo macro, los intereses creados que mueven a sus personajes, a lo micro, los efectos casi siempre melancólicos y de pérdida que tiene para las vidas de aquellos el excesivo protagonismo que sobre sus vidas tiene su papel de jugadores dentro de ese gran juego que practican en sus papeles de alfiles o peones.
"El hombre más buscado" se basa en una novela de John le Carré quién, una vez terminada la guerra fría, busca acomodar a la nueva realidad mundial su mundo de fieles servidores de una causa que les arrebata el alma.
La novela tiene lugar en la ciudad de Hamburgo y sigue las andanzas de Gúnther Bachmann, un agente de inteligencia alemán dedicado al trabajo de sucio de infiltrarse en la comunidad musulmana para combatir el terrorismo islamista.
Su radar detectará la presencia en la ciudad de Isaa Karpov, un checheno de oscuros orígenes que representará para Bachmann una extraordinaria oportunidad para tejer una nueva tela de araña.
En torno a la historia que enlaza a Bachmann con Karpov se darán una cita toda una serie de personajes que compondrán uno de esos paisajes corales que tanto gustan a Le Carré.
Personajes cuyos destinos se unen para componer un complejo entramado de necesidades, intereses y aspiraciones; entramado que siempre está gobernado de una manera fatalista por una mecánica determinista, casi darwinista, en el que siempre el más fuerte lleva todas las de ganar explotando la debilidades de los perdedores; debilidades que siempre encuentran su procedencia en los vicios privados y en absoluto en las virtudes públicas.
Así, "El hombre más buscado" es un típico hijo del universo Le Carré.
No obstante, la adaptación cinematográfica del fotógrafo devenido a cineasta Anton Corbijn resulta manifiestamente mejorable, especialmente en la precisa y ajustada proporción entre lo macro y lo micro.
A Corbijn se le va un poco la mano en lo micro y el ritmo de la película se resiente, resultando con su énfasis en la psicología de los personajes un tanto torpe y morosa en su desarrollo, siendo además esa psicología demasiado plana y/o evidente en bastantes casos.
El resultado es una narración que dedica demasiado tiempo a mostrar cosas que resultan obvias y evidentes por sí mismas, especialmente la relación (un poco tonta) entre Karpov y la abogada que lastra la película con una simplicidad que Corbijn intenta complicar o trascendentalizar sin terminar de conseguirlo tampoco.
En resumidas cuentas, "El hombre más buscado" no estará nunca entre las mejores adaptaciones cinematográficas de textos de John Le Carré, pero cuenta con la presencia estelar de Phillip Seymour Hoffmann quién da vida al atormentado Bachmann con su habitual talento de siempre.
Aceptable.
"El hombre más buscado" se basa en una novela de John le Carré quién, una vez terminada la guerra fría, busca acomodar a la nueva realidad mundial su mundo de fieles servidores de una causa que les arrebata el alma.
La novela tiene lugar en la ciudad de Hamburgo y sigue las andanzas de Gúnther Bachmann, un agente de inteligencia alemán dedicado al trabajo de sucio de infiltrarse en la comunidad musulmana para combatir el terrorismo islamista.
Su radar detectará la presencia en la ciudad de Isaa Karpov, un checheno de oscuros orígenes que representará para Bachmann una extraordinaria oportunidad para tejer una nueva tela de araña.
En torno a la historia que enlaza a Bachmann con Karpov se darán una cita toda una serie de personajes que compondrán uno de esos paisajes corales que tanto gustan a Le Carré.
Personajes cuyos destinos se unen para componer un complejo entramado de necesidades, intereses y aspiraciones; entramado que siempre está gobernado de una manera fatalista por una mecánica determinista, casi darwinista, en el que siempre el más fuerte lleva todas las de ganar explotando la debilidades de los perdedores; debilidades que siempre encuentran su procedencia en los vicios privados y en absoluto en las virtudes públicas.
Así, "El hombre más buscado" es un típico hijo del universo Le Carré.
No obstante, la adaptación cinematográfica del fotógrafo devenido a cineasta Anton Corbijn resulta manifiestamente mejorable, especialmente en la precisa y ajustada proporción entre lo macro y lo micro.
A Corbijn se le va un poco la mano en lo micro y el ritmo de la película se resiente, resultando con su énfasis en la psicología de los personajes un tanto torpe y morosa en su desarrollo, siendo además esa psicología demasiado plana y/o evidente en bastantes casos.
El resultado es una narración que dedica demasiado tiempo a mostrar cosas que resultan obvias y evidentes por sí mismas, especialmente la relación (un poco tonta) entre Karpov y la abogada que lastra la película con una simplicidad que Corbijn intenta complicar o trascendentalizar sin terminar de conseguirlo tampoco.
En resumidas cuentas, "El hombre más buscado" no estará nunca entre las mejores adaptaciones cinematográficas de textos de John Le Carré, pero cuenta con la presencia estelar de Phillip Seymour Hoffmann quién da vida al atormentado Bachmann con su habitual talento de siempre.
Aceptable.
lunes, septiembre 15, 2014
El diablo de las aguas turbias
Sin duda alguna Samuel Fuller es uno de los directores más pulp del cine norteamericano clásico.
En sus películas predomina la acción sobre el diálogo, la pura fisicidad de una acción directa, desábrida, en bastantes ocasiones despiadada en el que los matices y la pausa no tienen demasiado lugar.
En buena medida la experiencia de Fuller como periodista de sucesos, primero, y la posterior experiencia como combatiente durante la II Guerra Mundial, le inspiraron a la hora de orquestar esa afilada agilidad para contar que caracteriza a su transparente estilo de artesano en el mejor sentido de la palabra.
No es de extrañar que los jóvenes airados de la nouvelle vague europea reivindicaran sus películas, convertidas en un lugar para la esperanza frente al pesado cine que llamaban de qualité y que no era otro que el cine convertido en un escenario donde desplegar los arpegios y floripondios de la gran cultura.
Sin ellos, y especialmente sin Godard o Wenders, que le eligieron para participar como actor en alguna de sus pèlículas, Fuller sería probablemente uno más en la larga lista de buenos profesionales a la hora de contar historias con imágenes.
Con la Guerra Fria como fondo, "El diablo de las aguas turbias" es un estupendo thriller de aventuras y espionaje en el que los tripulantes de un submarino fletado por una organización filantrópica de científicos se introducirán en las fauces de la China Comunista para descubrir una criminal conspiración que, por supuesto, amenaza la seguridad del mundo libre.
Todo resultaría aburrido y previsible de no ser por ese toque afilado que Fuller siempre supo dar a sus historias y que aquí brilla por su presencia, especialmente por la cínica y descreída presencia de Jones estupendamente interpretado por un Richard Widmark capaz de conferir a sus personajes un interesante toque inestable y peligroso que siempre los hace parecer poco de fiar.
El resultado es más que aceptable, un clásico dentro de ese subgénero del cine bélico que tienen como protagonista a los submarinos y lo mal que lo pasan quienes van dentro de ellos.
Entretenida.
En sus películas predomina la acción sobre el diálogo, la pura fisicidad de una acción directa, desábrida, en bastantes ocasiones despiadada en el que los matices y la pausa no tienen demasiado lugar.
En buena medida la experiencia de Fuller como periodista de sucesos, primero, y la posterior experiencia como combatiente durante la II Guerra Mundial, le inspiraron a la hora de orquestar esa afilada agilidad para contar que caracteriza a su transparente estilo de artesano en el mejor sentido de la palabra.
No es de extrañar que los jóvenes airados de la nouvelle vague europea reivindicaran sus películas, convertidas en un lugar para la esperanza frente al pesado cine que llamaban de qualité y que no era otro que el cine convertido en un escenario donde desplegar los arpegios y floripondios de la gran cultura.
Sin ellos, y especialmente sin Godard o Wenders, que le eligieron para participar como actor en alguna de sus pèlículas, Fuller sería probablemente uno más en la larga lista de buenos profesionales a la hora de contar historias con imágenes.
Con la Guerra Fria como fondo, "El diablo de las aguas turbias" es un estupendo thriller de aventuras y espionaje en el que los tripulantes de un submarino fletado por una organización filantrópica de científicos se introducirán en las fauces de la China Comunista para descubrir una criminal conspiración que, por supuesto, amenaza la seguridad del mundo libre.
Todo resultaría aburrido y previsible de no ser por ese toque afilado que Fuller siempre supo dar a sus historias y que aquí brilla por su presencia, especialmente por la cínica y descreída presencia de Jones estupendamente interpretado por un Richard Widmark capaz de conferir a sus personajes un interesante toque inestable y peligroso que siempre los hace parecer poco de fiar.
El resultado es más que aceptable, un clásico dentro de ese subgénero del cine bélico que tienen como protagonista a los submarinos y lo mal que lo pasan quienes van dentro de ellos.
Entretenida.
sábado, septiembre 13, 2014
Al contrario de lo que se cree, es al revés: no hay miseria sin capitalismo…
“Las consecuencias de la institucionalización de un mercado de trabajo resultan patentes hoy en los países colonizados. Hay que forzar a los indígenas a ganarse la vida vendiendo su trabajo. Para ello es preciso destruir sus instituciones tradicionales e impedirles que se reorganicen, puesto que, en una sociedad primitiva, el individuo generalmente no se siente amenazado de morir de hambre a menos que la sociedad en su conjunto se encuentre en esa triste situación. En el sistema territorial de los cafres (kraat), por ejemplo, ≪la miseria es imposible; resulta impensable que alguien no reciba ayuda si la necesita≫. Ningún kwakiutl ≪ha corrido nunca el menor riesgo de padecer hambre≫. ≪No existe hambre en las sociedades que viven en el límite del nivel de subsistencia≫… Como si se tratase de una ironía del destino, la primera contribución del hombre blanco al mundo del hombre negro fue esencialmente hacerle conocer el azote del hambre. Fue así como el colonizador decidió derribar los arboles del pan, a fin de crear una penuria artificial, o impuso un impuesto a los indígenas sobre sus chozas, para forzarlos a vender su fuerza de trabajo. En ambos casos, el efecto es el mismo que el producido por las enclosures de los Tudor con sus estelas de hordas vagabundas. Un informe de la Sociedad de Naciones menciona, con el horror consiguiente, la reciente aparición en la sabana africana de ese personaje inquietante característico de la escena del siglo XVI europeo: ≪el hombre sin raíces≫… Ahora bien, lo que el blanco practica aun hoy coyunturalmente en tierras lejanas, concretamente la demolición de las estructuras sociales para obtener mano de obra, lo han hecho también los blancos en el siglo XVIII sobre poblaciones blancas con los mismos objetivos”.
“Las consecuencias de la institucionalización de un mercado de trabajo resultan patentes hoy en los países colonizados. Hay que forzar a los indígenas a ganarse la vida vendiendo su trabajo. Para ello es preciso destruir sus instituciones tradicionales e impedirles que se reorganicen, puesto que, en una sociedad primitiva, el individuo generalmente no se siente amenazado de morir de hambre a menos que la sociedad en su conjunto se encuentre en esa triste situación. En el sistema territorial de los cafres (kraat), por ejemplo, ≪la miseria es imposible; resulta impensable que alguien no reciba ayuda si la necesita≫. Ningún kwakiutl ≪ha corrido nunca el menor riesgo de padecer hambre≫. ≪No existe hambre en las sociedades que viven en el límite del nivel de subsistencia≫… Como si se tratase de una ironía del destino, la primera contribución del hombre blanco al mundo del hombre negro fue esencialmente hacerle conocer el azote del hambre. Fue así como el colonizador decidió derribar los arboles del pan, a fin de crear una penuria artificial, o impuso un impuesto a los indígenas sobre sus chozas, para forzarlos a vender su fuerza de trabajo. En ambos casos, el efecto es el mismo que el producido por las enclosures de los Tudor con sus estelas de hordas vagabundas. Un informe de la Sociedad de Naciones menciona, con el horror consiguiente, la reciente aparición en la sabana africana de ese personaje inquietante característico de la escena del siglo XVI europeo: ≪el hombre sin raíces≫… Ahora bien, lo que el blanco practica aun hoy coyunturalmente en tierras lejanas, concretamente la demolición de las estructuras sociales para obtener mano de obra, lo han hecho también los blancos en el siglo XVIII sobre poblaciones blancas con los mismos objetivos”.
Gravity
Las pretensiones no le vienen nada bien al actual cine comercial basado en la espectacularidad y los efectos especiales.
La necesidad de tener que contar una historia, describir personajes creíbles, desarrollar vínculos y situaciones se convierte en la necesidad neurótica de ser algo más de aquello que se es: un espectáculo industrial de entretenimiento.
Y se pierde demasiada energía en encontrar anclajes en territorios próximos a la ficción vestida con los esplendidos ropajes que proporciona el arte, cuando en realidad debiera caminar desnuda mostrándose como puro espectáculo de la acción,
Porque al final ese espacio que se dedica de manera aspiracional a la historia se convierte siempre en un lastre para el propio proyecto ya que la realidad se impone y nunca termina de haber espacio suficiente para desarrollar de manera convincente esa coartada que intenta hacer pasar al producto meramente de entretenimiento por algo más profundo y serio.
Cuarón parece haberlo entendido perfectamente y en esta espectacular "Gravity" convierte una situación en la historia que da soporte a la película y cuando escribo ésto quiero escribir que en "Gravity" no hay nada más que lo que sucede.
A diferencia de otras películas pertenecientes al género de catastrofes al que "Gravity" sin duda pertenece no hay espacio para las historias, sabemos lo justo de los personajes que la protagonizan, lo suficiente porque lo importante es lo que les sucede, la situación que viven con el espectador de manera exigente y arrolladora.
La situación que nos cuenta "Gravity" es la que vive la doctora y astronauta Ryan Stone
(Sandra Bullock), superviviente de un accidente espacial, y protagonista de un agónico esfuerzo por encontrar abandonada en el espacio a un planeta Tierra que siempre está al alcance de su mano.
Como digo, la historia que soporta "Gravity" es algo tan anecdótico y pequeño como ese esfuerzo extremo de supervivencia que, perseguida por la muerte, despliega la doctora Stone en la órbita del planeta Tierra.
No hay nada más, ni tampoco nada menos.
Y el resultado es sencillamente espectacular.
"Gravity" genera tanta tensión y suspensa en el espectador que "de facto" es un thriller sucediendo sobre las convenciones del género de catástrofes.
Muy, muy interesante como concepto.
Muy, muy recomendable como espectáculo.
La necesidad de tener que contar una historia, describir personajes creíbles, desarrollar vínculos y situaciones se convierte en la necesidad neurótica de ser algo más de aquello que se es: un espectáculo industrial de entretenimiento.
Y se pierde demasiada energía en encontrar anclajes en territorios próximos a la ficción vestida con los esplendidos ropajes que proporciona el arte, cuando en realidad debiera caminar desnuda mostrándose como puro espectáculo de la acción,
Porque al final ese espacio que se dedica de manera aspiracional a la historia se convierte siempre en un lastre para el propio proyecto ya que la realidad se impone y nunca termina de haber espacio suficiente para desarrollar de manera convincente esa coartada que intenta hacer pasar al producto meramente de entretenimiento por algo más profundo y serio.
Cuarón parece haberlo entendido perfectamente y en esta espectacular "Gravity" convierte una situación en la historia que da soporte a la película y cuando escribo ésto quiero escribir que en "Gravity" no hay nada más que lo que sucede.
A diferencia de otras películas pertenecientes al género de catastrofes al que "Gravity" sin duda pertenece no hay espacio para las historias, sabemos lo justo de los personajes que la protagonizan, lo suficiente porque lo importante es lo que les sucede, la situación que viven con el espectador de manera exigente y arrolladora.
La situación que nos cuenta "Gravity" es la que vive la doctora y astronauta Ryan Stone
(Sandra Bullock), superviviente de un accidente espacial, y protagonista de un agónico esfuerzo por encontrar abandonada en el espacio a un planeta Tierra que siempre está al alcance de su mano.
Como digo, la historia que soporta "Gravity" es algo tan anecdótico y pequeño como ese esfuerzo extremo de supervivencia que, perseguida por la muerte, despliega la doctora Stone en la órbita del planeta Tierra.
No hay nada más, ni tampoco nada menos.
Y el resultado es sencillamente espectacular.
"Gravity" genera tanta tensión y suspensa en el espectador que "de facto" es un thriller sucediendo sobre las convenciones del género de catástrofes.
Muy, muy interesante como concepto.
Muy, muy recomendable como espectáculo.
Fargo
En el momento en que escribo no recuerdo muy bien la película de los Hermanos Cohen en que se inspira esta serie de diez capítulos para la televisión.
Sólo recuerdo algo que la serie mantiene: el feeling inhóspito y solitario que transmite el frío paisaje del medio oeste norteño norteamericano, un paisaje que resume de manera poética un contenido que la serie transmite, a mi entender, con brillantez.
Se me aparece omnipresente en "Fargo" la nostalgia de una arcadia perdida, la nostalgia de una pérdida de valores que el comportamiento criminal de Lorne Malvo y Lester Nygaard, magníficos respectivamente Billy Bob Thornton y Martin Freeman,despliegan a lo largo de la historia convertidos en una suerte de maléficos Tom y Jerry .
Toda esa violencia, toda esa sangre impactan de manera demoledora sobre la mirada de personajes como el sheriff Oswalt o la oficial Solveson quienes desde el asombro intentan lidiar con una manera de ser y entender la vida que no tiene nada que ver con el deber ser que debería regir el comportamiento del individuo en una comunidad como la suya.
En ellos, hay siempre un punto de superación y desborde con respecto al mal que sucede en la puerta misma de sus casas, un mal contra el que parecen indefensos refugiados en la melancolía de una pérdida mientras al mismo tiempo, y como pueden, intentan combatirlo.
Este aspecto queda muy bien reflejado en esa historia que la oficial Solveson cuenta a un Nygaard que, por supuesto, es incapaz de entenderla. La historia de alguien que pierde un guante cogiendo un tren y ante la imposibilidad de recuperarlo decide tirar el otro con la esperanza de que quien encuentre el primer guante pueda encontrar los dos.
Este altruismo y esta generosidad brilla por su ausencia en una realidad que, en lugar de ser el escenario de esa utopía comunitaria de convivencia, es una jungla donde diariamente se celebra una deshábrida y fria ceremonia de persecución de intereses y necesidades que acerca a los humanos a la degradante condición de animal.
"Fargo" ahonda en un sentimiento de pérdida y destila una suerte de resignada melancolía ante lo inevitable del mal que relega al bien a una indefensa y precaria condición siempre amenazada, siempre en peligro.
Y tiene un punto de cuento terrible que un predicador podría bramar ante las nobles, buenas y humildes gentes de su parroquia, gente como la oficial Solveson y el sheriff Oswaldt, buenos hijos de dios obedientes y temerosos.
Brillante
Sólo recuerdo algo que la serie mantiene: el feeling inhóspito y solitario que transmite el frío paisaje del medio oeste norteño norteamericano, un paisaje que resume de manera poética un contenido que la serie transmite, a mi entender, con brillantez.
Se me aparece omnipresente en "Fargo" la nostalgia de una arcadia perdida, la nostalgia de una pérdida de valores que el comportamiento criminal de Lorne Malvo y Lester Nygaard, magníficos respectivamente Billy Bob Thornton y Martin Freeman,despliegan a lo largo de la historia convertidos en una suerte de maléficos Tom y Jerry .
Toda esa violencia, toda esa sangre impactan de manera demoledora sobre la mirada de personajes como el sheriff Oswalt o la oficial Solveson quienes desde el asombro intentan lidiar con una manera de ser y entender la vida que no tiene nada que ver con el deber ser que debería regir el comportamiento del individuo en una comunidad como la suya.
En ellos, hay siempre un punto de superación y desborde con respecto al mal que sucede en la puerta misma de sus casas, un mal contra el que parecen indefensos refugiados en la melancolía de una pérdida mientras al mismo tiempo, y como pueden, intentan combatirlo.
Este aspecto queda muy bien reflejado en esa historia que la oficial Solveson cuenta a un Nygaard que, por supuesto, es incapaz de entenderla. La historia de alguien que pierde un guante cogiendo un tren y ante la imposibilidad de recuperarlo decide tirar el otro con la esperanza de que quien encuentre el primer guante pueda encontrar los dos.
Este altruismo y esta generosidad brilla por su ausencia en una realidad que, en lugar de ser el escenario de esa utopía comunitaria de convivencia, es una jungla donde diariamente se celebra una deshábrida y fria ceremonia de persecución de intereses y necesidades que acerca a los humanos a la degradante condición de animal.
"Fargo" ahonda en un sentimiento de pérdida y destila una suerte de resignada melancolía ante lo inevitable del mal que relega al bien a una indefensa y precaria condición siempre amenazada, siempre en peligro.
Y tiene un punto de cuento terrible que un predicador podría bramar ante las nobles, buenas y humildes gentes de su parroquia, gente como la oficial Solveson y el sheriff Oswaldt, buenos hijos de dios obedientes y temerosos.
Brillante
jueves, septiembre 11, 2014
domingo, septiembre 07, 2014
Austerlitz
La batalla de Austerlitz es una de las grandes victorias militares de Napoleón Bonaparte.
Librada a principios de diciembre de 1805 en lugares que hoy pertenecen a la República Checa, en Austerlitz el moderno y móvil ejército napoleónico pulverizó a los ejércitos de una nueva alianza de las monarquías tradicionales, en este caso austriacos y rusos.
Inferiores en número las tropas francesas hicieron de la necesidad virtud basándose en una estrategia de su comandante en jefe que se dedicó a alentar las creencias y prejuicios de austriacos y rusos con respecto a lo incontestable de su superioridad numérica.
Puede decirse que con astucia Napoleón ofreció a sus enemigos lo que más deseaban, su derrota, incluyendo además una manera de hacerlo.
Puede decirse que con astucia Napoleón ofreció a sus enemigos lo que más deseaban, su derrota, incluyendo además una manera de hacerlo.
El punto central del campo de batalla era una ligera meseta que ocupaban los rusos y desde la que dominaban las posiciones francesas teniendo ventaja estratégica y táctica, Napoleón se mostró débil y dubitativo, deseoso de retirarse ofreciendo a sus enemigos el concepto estratégico de una deseada retirada hacia Viena y el concepto táctico de mostrar un flanco débil por el que sus enemigos pudieran atacarle para precisamente cortar esa deseada retirada.
El secreto objetivo de Napoleón era hacer que su enemigo se moviese hacia sus flancos dejando libre el centro donde se encontraba la meseta de Platzen y desde la que podría dominarles. La rapidez y movilidad de sus fuerzas haría que fuese siempre demasiado tarde para sus enemigos en el caso de que esto sucediese así.
En este sentido, todo sucedió tal y como Napoleón planeó.
Las tropas monárquicas cayeron en la trampa y fueron pulverizadas en posición de ventaja por la artillería y la caballería napoleónica en una huida en desbandada por una zona pantanosa desfavorable.
Austerliztz marca el cénit del talento de Napoleón como personaje histórico y el cineasta francés Abel Gance para quién el emperador siempre fue un personaje importante especialmente teniendo en cuenta su monumental e inacabada "Napoleón" (1927) encontró en este episodio de la historia una manera de terminar su retrato del emperador francés.
En 1960 y en el final de su carrera Gance rueda esta "Austerlitz" como una manera de contar su visión de Bonaparte, por éso lo principal de la película no es la batalla sino el personaje histórico magnificamente interpretado por Pierre Mondy.
"Austerlitz" nos cuenta quién era Napoleón según Gance centrándose en un único momento esencial de su vida.
"Austerlitz" es ese momento que puede dar cuenta del todo porque lleva en sí mismo la impronta total del personaje..
"Austerlitz" es ese momento que puede dar cuenta del todo porque lleva en sí mismo la impronta total del personaje..
Una de las cosas que se hecha en cara a esta infravalorada película es su carácter teatral y el poco partido que se le saca a la batalla desde un punto de vista cinematográfico. Todo lo contrario de lo que haría unos años más tarde el director ruso Sergei Bondarchuk con su "Waterloo": una película deacción, llena de panorámicas de grandes movimientos de tropas sobre el campo de batalla; porque en "Austerlitz" Gance no nos muestra la batalla. Nos muestra lo que realmente tiene importancia para él, un admirador incondicional del corso. su talento estratégico para definir la batalla y su gestión carismática del estado mayor y por extensión de su ejército.
Y así la larga secuencia de la noche anterior a la batalla es uno de los momentos más memorables de la película. En un crescendo de tensión Gance nos muestra al emperador dando ordenes y gestionando desde su cabeza la victoria que se producirá.
El Napoleón de Gance, interpretado de manera directa y arrolladora por Mondy resulta atractivo y fascinante, todo un líder al que es inevitable no seguir con la guinda final de una maravillosa humanización que deja al espectador indefenso ante tanta seducción: Napoleón se retira una hora a dormir y encuentra a su asistente dormido en su camastro, lejos de despertarle el emperador coge una silla para dormir junto al catre.
Maravilloso.
Para Gance, Napoleón era pueblo, un verdadero hijo de la revolución: el autoritario puño en que ésta se transforma como consecuencia de la necesidad de combatir a sus enemigos.
La necesidad hecha virtud y lo que Gance hace con talento es mostrarnosla con éxito.
Me ha gustado mucho "Austerlitz".
sábado, septiembre 06, 2014
El amigo americano
Con independencia de la específica trama que vertebra cada concreta película, Wim Wenders mantiene una temática transversal en toda su filmografía.
Desde "Alicia en las ciudades" el director alemán ha puesto siempre el énfasis en la soledad y la imposibilidad de la comunicación.
Es bastante conocida la fascinación de Wenders por los viajes, de hecho gran parte de sus películas o son o incluyen un viaje, pero el viaje es el escenario donde suceden sus historias que no son otra cosa que sucesivos encuentros entre diferentes personajes quienes, a su vez, están siguiendo su propio camino.
En este sentido, el camino se convierte en la metáfora del sentido, del uso personal que cada uno de los personajes están haciendo del espacio y del tiempo, de su espacio y de su tiempo, este específico uso es el que lleva a los encuentros que Wenders filma como si fuese un documentalista, encuentros que dan lugar a las historias que Wenders siempre narra dejando al espectador la sensación de que todo va más allá del espacio físico y temporal que define la película.
Este uso personal del espacio y el tiempo que se materializa en visiones, intereses, actitudes y acciones casi siempre es para Wenders un espacio para momentáneos espacios de entendimiento, de comunicación, siempre condenados a terminar porque la radical individualidad de sus personajes ejerce un inevitable efecto centrípeto que termina separándo a los pèrsonajes en su propia e intransferible busqueda de sentido.
Para Wenders, el camino y el viaje no sólo son un espacio físico sino también, y sobre todo, metafísico.
Sus historias siempre son una parte dentro de interminables procesos de búsqueda.
En "El amigo americano" sucede lo mismo.
Inspirada en la novela de Patricia Higshmith "El Juego de Ripley", Wenders nos cuenta la historia del cruce de los caminos que llevan Tom Ripley (Dennis Hopper) y Jonathan Zimmerman (Bruno Ganz).
Mientras Ripley es la exacerbación del movimiento que el constante viaje simboliza, viviendo en Hamburgo con su sombrero vaquero, Zimmermann representa todo lo contrario, la sedentariedad del hombre establecido en una vida tranquila que se verá interrumpida por la irrupción del turbio mundo que Tom Ripley trae consigo.
Mediante en engaño, se fomentará una necesidad en Zimmermann que le obligará a comprometerse en un asunto criminal.
La fascinación que ejercen siempre los opuestos entre sí hará que Ripley se comprometa más allá de lo habitual con Zimmermann convirtiendo ese compromiso a los ojos del americano en una suerte de amistad que sólo existirá merced a esa fascinación.
Como en todas las películas de Wenders, "El amigo americano" es la historia de un encuentro y de un desencuentro que siempre está determinado por la manera de ser de aquellos que se encuentran, una manera de ser radical en su afirmación de individualidad que siempre conduce a la separación.
Algo que Tom Ripley entiende perfectamente aunque sin poder evitar la tristeza de no poder un amigo por más tiempo.
Para Wenders el movimiento que significa el viaje de la vida sólo une a los viajeros momentaneamente.
La soledad no es una situación, es una manera de vivir como consecuencia de un estado de ánimo.
En este sentido, el cine de Wenders es un cine a contracorriente. Un cine que apuesta por el nomadismo y la soledad frente a la apuesta habitual del sedentarismo y el final feliz basado en el encuentro y la compañía.
Siempre hay inevitables despedidas en el cine de Wenders.
Brillante.
Desde "Alicia en las ciudades" el director alemán ha puesto siempre el énfasis en la soledad y la imposibilidad de la comunicación.
Es bastante conocida la fascinación de Wenders por los viajes, de hecho gran parte de sus películas o son o incluyen un viaje, pero el viaje es el escenario donde suceden sus historias que no son otra cosa que sucesivos encuentros entre diferentes personajes quienes, a su vez, están siguiendo su propio camino.
En este sentido, el camino se convierte en la metáfora del sentido, del uso personal que cada uno de los personajes están haciendo del espacio y del tiempo, de su espacio y de su tiempo, este específico uso es el que lleva a los encuentros que Wenders filma como si fuese un documentalista, encuentros que dan lugar a las historias que Wenders siempre narra dejando al espectador la sensación de que todo va más allá del espacio físico y temporal que define la película.
Este uso personal del espacio y el tiempo que se materializa en visiones, intereses, actitudes y acciones casi siempre es para Wenders un espacio para momentáneos espacios de entendimiento, de comunicación, siempre condenados a terminar porque la radical individualidad de sus personajes ejerce un inevitable efecto centrípeto que termina separándo a los pèrsonajes en su propia e intransferible busqueda de sentido.
Para Wenders, el camino y el viaje no sólo son un espacio físico sino también, y sobre todo, metafísico.
Sus historias siempre son una parte dentro de interminables procesos de búsqueda.
En "El amigo americano" sucede lo mismo.
Inspirada en la novela de Patricia Higshmith "El Juego de Ripley", Wenders nos cuenta la historia del cruce de los caminos que llevan Tom Ripley (Dennis Hopper) y Jonathan Zimmerman (Bruno Ganz).
Mientras Ripley es la exacerbación del movimiento que el constante viaje simboliza, viviendo en Hamburgo con su sombrero vaquero, Zimmermann representa todo lo contrario, la sedentariedad del hombre establecido en una vida tranquila que se verá interrumpida por la irrupción del turbio mundo que Tom Ripley trae consigo.
Mediante en engaño, se fomentará una necesidad en Zimmermann que le obligará a comprometerse en un asunto criminal.
La fascinación que ejercen siempre los opuestos entre sí hará que Ripley se comprometa más allá de lo habitual con Zimmermann convirtiendo ese compromiso a los ojos del americano en una suerte de amistad que sólo existirá merced a esa fascinación.
Como en todas las películas de Wenders, "El amigo americano" es la historia de un encuentro y de un desencuentro que siempre está determinado por la manera de ser de aquellos que se encuentran, una manera de ser radical en su afirmación de individualidad que siempre conduce a la separación.
Algo que Tom Ripley entiende perfectamente aunque sin poder evitar la tristeza de no poder un amigo por más tiempo.
Para Wenders el movimiento que significa el viaje de la vida sólo une a los viajeros momentaneamente.
La soledad no es una situación, es una manera de vivir como consecuencia de un estado de ánimo.
En este sentido, el cine de Wenders es un cine a contracorriente. Un cine que apuesta por el nomadismo y la soledad frente a la apuesta habitual del sedentarismo y el final feliz basado en el encuentro y la compañía.
Siempre hay inevitables despedidas en el cine de Wenders.
Brillante.
miércoles, septiembre 03, 2014
“Extrañas criaturas los niños. Ese aire precavido que tienen cuando los adultos están cerca, como si les preocupase si representan de manera convincente el papel que les hemos atribuido. El siglo XIX inventó la infancia, y ahora el mundo está lleno de actores infantiles”
(El intocable, John Banville)
(El intocable, John Banville)
“La vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes. («Eso no anda sin construcciones auxiliares», nos ha dicho Theodor Fontane.") Los hay, quizá, de tres clases: poderosas distracciones, que nos hagan valuar en poco nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan, y sustancias embriagadoras que nos vuelvan insensibles a ellas”.
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