Amos Dundee es un típico héroe de Peckinpah.
No puede evitar ser lo que es o hacer lo que hace porque sencillamente éso que es o hace no es otra cosa que él mismo.
Del mismo modo que comete un error en la batalla de Gettysburg por exceso de iniciativa y por ello es degradado a dirigir un destacamento disciplinario en lo más profundo y perdido de Texas, tampoco puede evitar desobedecer las ordenes y organizar una partida en persecución del apache Charriba.
Para Peckinpah el carácter es la llave que abre la caja de Pandora para que el caos que encierra se despliegue por toda la tierra..
Es aquello que durante su forja nos hace ser lo que somos y una vez forjado se convierte en un filo que se blande contra un mundo que se mueve mucho más rápido, un filo que se esgrime contra otros filos que buscan lo mismo u otras cosas.
El resultado es ls violencia, el drama cuya naturaleza Peckinpah se empeña en mostrar con pretensiones casi documentales, en películas río que nacen con vocación de marco en el que mostrar ese absurdo juego caótico que es la existencia humana.
Casi todas las grandes películas de Peckinpah son viajes que buscan poner en valor ese inevitable conflicto de los caracteres, un conflicto que se materializa en deseos diferentes que se posicionan en el mismo lado, como socios, o en frente, como rivales.
Todos los personajes de Peckinpah tienen sus razones, van y vienen, colaboran o se enfrentan, continúan viviendo o terminan muriendo, desapareciendo bajo la inevitable caducidad que el tiempo confiere a ese carácter.
En el mundo de Peckinpah el fracaso es la norma y el éxito un suceso efímero, un error del que hay que disfrutar mientras sea posible.
Y aunque la patrulla de Dundee al final consiga sus objetivos, el resultado final está imbuido de una pesada e insorportable sensación de fracaso que nace de todo aquello que se ha dejado atrás, al otro lado del rio Grande.
La visión de Peckinpah es una visión nihilista, la de un Oeste sin Dios en la que cada hombre, por obra de su carácter, es un dios de sí mismo, empeñado en seguir su destino, muchas veces colisionando contra los destinos de otros hasta que todo sale mal y llega la muerte, el final.
Un puro mecanicismo de índole casi biológica en el que todo acto de humanidad es un acto de debilidad que conduce a la destrucción.
El Capitan Tyreen es atrapado por su propia palabra dada a Dundee o la salvaje banda de "The Wild Bunch" decide ser fiel a su código de amistad y comete suicidio queriendo recuperar a su compañero Angel de todo un ejército mejicano.
Y sin embargo, en esos gestos que también son inevitables, brilla arrolladora la poética de lo humano en toda la levedad. Siempre buscando el imposible de construir algo en un entorno que sólo conduce a la entropía, que sólo favorece la destrucción y el deterioro por mediación del propio carácter y del propio tiempo.
Olvida el tópico tema de la violencia.
El conflicto que Peckinpah pone por obra en sus películas río es mucho más relevante y tiene que ver con una lectura nihilista de la naturaleza del ser humano.
La destrucción termina siendo inevitable y cuando llega ese momento lo mejor es abandonarse a ella como hace el Capitan Tyreen en "Major Dundee" o la banda de "The Wild Bunch"
Por eso Peckinpah es tan grande.
Nos habla con crudeza de nuestra sombra en el sentido jungiano del término como seres humanos.
Obra maestra.
No puede evitar ser lo que es o hacer lo que hace porque sencillamente éso que es o hace no es otra cosa que él mismo.
Del mismo modo que comete un error en la batalla de Gettysburg por exceso de iniciativa y por ello es degradado a dirigir un destacamento disciplinario en lo más profundo y perdido de Texas, tampoco puede evitar desobedecer las ordenes y organizar una partida en persecución del apache Charriba.
Para Peckinpah el carácter es la llave que abre la caja de Pandora para que el caos que encierra se despliegue por toda la tierra..
Es aquello que durante su forja nos hace ser lo que somos y una vez forjado se convierte en un filo que se blande contra un mundo que se mueve mucho más rápido, un filo que se esgrime contra otros filos que buscan lo mismo u otras cosas.
El resultado es ls violencia, el drama cuya naturaleza Peckinpah se empeña en mostrar con pretensiones casi documentales, en películas río que nacen con vocación de marco en el que mostrar ese absurdo juego caótico que es la existencia humana.
Casi todas las grandes películas de Peckinpah son viajes que buscan poner en valor ese inevitable conflicto de los caracteres, un conflicto que se materializa en deseos diferentes que se posicionan en el mismo lado, como socios, o en frente, como rivales.
Todos los personajes de Peckinpah tienen sus razones, van y vienen, colaboran o se enfrentan, continúan viviendo o terminan muriendo, desapareciendo bajo la inevitable caducidad que el tiempo confiere a ese carácter.
En el mundo de Peckinpah el fracaso es la norma y el éxito un suceso efímero, un error del que hay que disfrutar mientras sea posible.
Y aunque la patrulla de Dundee al final consiga sus objetivos, el resultado final está imbuido de una pesada e insorportable sensación de fracaso que nace de todo aquello que se ha dejado atrás, al otro lado del rio Grande.
La visión de Peckinpah es una visión nihilista, la de un Oeste sin Dios en la que cada hombre, por obra de su carácter, es un dios de sí mismo, empeñado en seguir su destino, muchas veces colisionando contra los destinos de otros hasta que todo sale mal y llega la muerte, el final.
Un puro mecanicismo de índole casi biológica en el que todo acto de humanidad es un acto de debilidad que conduce a la destrucción.
El Capitan Tyreen es atrapado por su propia palabra dada a Dundee o la salvaje banda de "The Wild Bunch" decide ser fiel a su código de amistad y comete suicidio queriendo recuperar a su compañero Angel de todo un ejército mejicano.
Y sin embargo, en esos gestos que también son inevitables, brilla arrolladora la poética de lo humano en toda la levedad. Siempre buscando el imposible de construir algo en un entorno que sólo conduce a la entropía, que sólo favorece la destrucción y el deterioro por mediación del propio carácter y del propio tiempo.
Olvida el tópico tema de la violencia.
El conflicto que Peckinpah pone por obra en sus películas río es mucho más relevante y tiene que ver con una lectura nihilista de la naturaleza del ser humano.
La destrucción termina siendo inevitable y cuando llega ese momento lo mejor es abandonarse a ella como hace el Capitan Tyreen en "Major Dundee" o la banda de "The Wild Bunch"
Por eso Peckinpah es tan grande.
Nos habla con crudeza de nuestra sombra en el sentido jungiano del término como seres humanos.
Obra maestra.