La película recrea la tragedia que en 1996 vivieron un grupo de alpinistas en su ascenso a la montaña más alta del mundo, el Everest.
Como no podía ser de otra forma, y al tratarse de un producto para el consumo rápido, la historia pasa de puntillas sobre los aspectos más interesantes y se limita a demostrar que las capacidades técnicas del nuevo cine industrial le permiten abordar con soltura un argumento como éste.
En este sentido, "Everest" sigue fielmente el esquema del cine de catástrofes: Primero presenta a un grupo de personajes desarrollando para cada uno de ellos una pequeña historia que luego servirá para posicionar emocionalmente al espectador ante el destino que seguirán cada uno de ellos en el desastre y luego presenta la catástrofe, convertida en una especir de némesis divina que pone a cada uno en su lugar, en este caso una tremenda tormenta que asola la montaña cuando el grupo de alpinistas aún se encuentra en lo más alto.
Como película de catástrofes, "Eeverest" funciona, si bien en algunos momentos resulta demasiado confusa pareciendo que el propio director también ha seguido el destino de sus personajes perdiéndose en la tormenta.
La ausencia de algunos necesarios primeros planos hace que en el momento culminante las líneas narrativas se confundan y uno no sepa muy bien qué diablos está pasando con tantas idas y venidas, con tantas subidas y bajadas, pero en general el espectáculo funciona pese a ese pequeño gran desconcierto narrativo que sin duda el director debería hacerse mirar.
No obstante, me interesa más lo que se lee entre líneas que lo que efectivamente "Everest" nos muestra.
Y se me antoja que "Everest" habría sido perfecta para mostrar una historia con un contenido más denso centrado en la manera en que nuestra sociedad se acerca a algunas cosas que no pueden ser compradas pretendiendo precisamente comprarlas. Me refiero al consumo de la montaña como experiencia, la banalización del alpinismo convirtiendo las montañas en productos que se pueden consumir mediante un servicio.
En definitiva, una faceta más de la loca sociedad en que vivimos y cuyos desastres experimentamos con la naturalidad con la que un orco querría regresar a ese lugar llamado Mordor, su precioso hogar.
Todo esto, lo más interesante, queda relegado al contexto, al paisaje en donde se desarrolla la historia. Los campamentos atestados, las colas para escalar, el dopado de los alpinistas, están ahí revelando la esencial falta de autenticidad que trae consigo la actitud del que consume las cosas y no establece un dialogo con ellas.
Y es una pena porque sin ese todo "Everest" es sólo una película más.
Entretenida.
Como no podía ser de otra forma, y al tratarse de un producto para el consumo rápido, la historia pasa de puntillas sobre los aspectos más interesantes y se limita a demostrar que las capacidades técnicas del nuevo cine industrial le permiten abordar con soltura un argumento como éste.
En este sentido, "Everest" sigue fielmente el esquema del cine de catástrofes: Primero presenta a un grupo de personajes desarrollando para cada uno de ellos una pequeña historia que luego servirá para posicionar emocionalmente al espectador ante el destino que seguirán cada uno de ellos en el desastre y luego presenta la catástrofe, convertida en una especir de némesis divina que pone a cada uno en su lugar, en este caso una tremenda tormenta que asola la montaña cuando el grupo de alpinistas aún se encuentra en lo más alto.
Como película de catástrofes, "Eeverest" funciona, si bien en algunos momentos resulta demasiado confusa pareciendo que el propio director también ha seguido el destino de sus personajes perdiéndose en la tormenta.
La ausencia de algunos necesarios primeros planos hace que en el momento culminante las líneas narrativas se confundan y uno no sepa muy bien qué diablos está pasando con tantas idas y venidas, con tantas subidas y bajadas, pero en general el espectáculo funciona pese a ese pequeño gran desconcierto narrativo que sin duda el director debería hacerse mirar.
No obstante, me interesa más lo que se lee entre líneas que lo que efectivamente "Everest" nos muestra.
Y se me antoja que "Everest" habría sido perfecta para mostrar una historia con un contenido más denso centrado en la manera en que nuestra sociedad se acerca a algunas cosas que no pueden ser compradas pretendiendo precisamente comprarlas. Me refiero al consumo de la montaña como experiencia, la banalización del alpinismo convirtiendo las montañas en productos que se pueden consumir mediante un servicio.
En definitiva, una faceta más de la loca sociedad en que vivimos y cuyos desastres experimentamos con la naturalidad con la que un orco querría regresar a ese lugar llamado Mordor, su precioso hogar.
Todo esto, lo más interesante, queda relegado al contexto, al paisaje en donde se desarrolla la historia. Los campamentos atestados, las colas para escalar, el dopado de los alpinistas, están ahí revelando la esencial falta de autenticidad que trae consigo la actitud del que consume las cosas y no establece un dialogo con ellas.
Y es una pena porque sin ese todo "Everest" es sólo una película más.
Entretenida.