Tiene mucho que ver "Mi loco erasmus" con "Arrebato" de Ivan Zulueta, una de las grandes películas míticas y malditas del cine español.
Tanto Pedro, el protagonista de "Arrebato" como Didac, que protagoniza "Mi loco erasmus" encarnan la posibilidad del exceso que acompaña a todo proceso creativo.
Ambos acaban yendo demasiado lejos.
Siempre recuerdo una frase del genial Ingmar Bergman al respecto de lo que significa un proceso creativo. Bergman habla con gran talento de arrojar una lanza hacia la oscuridad y luego ir a buscarla.
El creador se adentra en esa oscuridad apenas sostenido por la intuición de una trayectoria y esa oscuridad puede no ser un entorno amable. Puede albergar demonios y monstruos. Puede ser un bosque en el que puede terminar perdido.
Y es obvio que Didac termina perdido y lo hace en la aparente superficialidad que ofrece un documental sobre la vida de los erasmus que visitan Barcelona, en teoría, para estudiar.
Pero esa superficialidad no es tal.
Porque para el solitario Didac, dueño de una vida casi marginal, todos esos jóvenes cuya vida y experiencias quiere grabar significan algo, un completo opuesto, una inexplicable carencia que sólo puede ser procesada desde la obsesión.
La obsesión por devorar lo que no se posee y así, de alguna manera simbólica, tenerlo. Serlo.
De todo modo, "Mi loco erasmus" ventila el tema del poder subyugador, completamente vampirico, de las imágenes. Un tema esencial para entender los mecanismos de socialización, dominación y control de nuestras sociedades de consumo.
Las imágenes crean mundos para ser deseados, ambicionados; mundos que existen única y exclusivamente en el ojo del que mira, pero que permiten un anclaje en una realidad que ofrece los mecanismos de emulación, la posibilidad siempre patente (aunque imposible) de ser todo aquello que constantemente se desea (de manera confesable o no)
Todo funciona desde lo aspiracional en este mundo.
Y tarde o temprano las imágenes terminan consumiendo a aquel que inocentemente quiere consumirlas.
¿Existen los erasmus jóvenes, guapos y borrachos que Didac busca?
Con toda seguridad, sí.
Dentro de esa oscuridad interior en la que se ha internado en busca de la lanza que ha arrojado.
Esperando pacientes para devorarle.
Brillante... y con guasa.
Tanto Pedro, el protagonista de "Arrebato" como Didac, que protagoniza "Mi loco erasmus" encarnan la posibilidad del exceso que acompaña a todo proceso creativo.
Ambos acaban yendo demasiado lejos.
Siempre recuerdo una frase del genial Ingmar Bergman al respecto de lo que significa un proceso creativo. Bergman habla con gran talento de arrojar una lanza hacia la oscuridad y luego ir a buscarla.
El creador se adentra en esa oscuridad apenas sostenido por la intuición de una trayectoria y esa oscuridad puede no ser un entorno amable. Puede albergar demonios y monstruos. Puede ser un bosque en el que puede terminar perdido.
Y es obvio que Didac termina perdido y lo hace en la aparente superficialidad que ofrece un documental sobre la vida de los erasmus que visitan Barcelona, en teoría, para estudiar.
Pero esa superficialidad no es tal.
Porque para el solitario Didac, dueño de una vida casi marginal, todos esos jóvenes cuya vida y experiencias quiere grabar significan algo, un completo opuesto, una inexplicable carencia que sólo puede ser procesada desde la obsesión.
La obsesión por devorar lo que no se posee y así, de alguna manera simbólica, tenerlo. Serlo.
De todo modo, "Mi loco erasmus" ventila el tema del poder subyugador, completamente vampirico, de las imágenes. Un tema esencial para entender los mecanismos de socialización, dominación y control de nuestras sociedades de consumo.
Las imágenes crean mundos para ser deseados, ambicionados; mundos que existen única y exclusivamente en el ojo del que mira, pero que permiten un anclaje en una realidad que ofrece los mecanismos de emulación, la posibilidad siempre patente (aunque imposible) de ser todo aquello que constantemente se desea (de manera confesable o no)
Todo funciona desde lo aspiracional en este mundo.
Y tarde o temprano las imágenes terminan consumiendo a aquel que inocentemente quiere consumirlas.
¿Existen los erasmus jóvenes, guapos y borrachos que Didac busca?
Con toda seguridad, sí.
Dentro de esa oscuridad interior en la que se ha internado en busca de la lanza que ha arrojado.
Esperando pacientes para devorarle.
Brillante... y con guasa.