lunes, enero 08, 2007
Sin ser -para entendernos- una obra maestra, varias cosas me gustan de "Babel", la última película de Alejandro González Iñárritu.
Por un lado, la propuesta que Guillermo Arriaga desarrolla en el guión: una serie de personas que viven en diferentes partes del mundo ven -sin conocerse- sus vidas afectadas por el simple acto de la venta de un fusil de caza mayor en el Maghreb. En este sentido, Babel es una película que abole las distancias y los tiempos para mostrar la matería de la que estamos hechos (y que por cierto es la misma ocupemos el lugar en el mundo que ocupemos). Me gusta ese mensaje humanista y también me gusta que, de paso, se nos muestre el mundo en que vivimos como una Torre de Babel en la que imperan la distancia, el miedo, el desconocimiento del otro y la incomunicación .
Me gusta ese contraste entre igualdades profundas y diferencias superficiales.
El resultado es Babel, el absurdo.
Por otro que se trata de una historia contada desde el punto de vista del tercer mundo. Arriaga e Iñárritu son mejicanos y su visión del primer mundo no es nada complaciente, una visión que puede resumirse en la crueldad con que la policía marroquí trata a sus propios ciudadanos y la paciencia con la que esos mismos policías escuchan los insultos del americano airado Brad Pitt. También ahí hay una distancia, una distancia que es la metáfora de una diferencia que implica un diferente valoración. Espléndido, por cierto, el actor que interpreta al policía marroquí que asiste impertérrito al chaparrón de gritos e insultos.
Babel es por tanto una película sobre la distancia y la diferencia y el absurdo que éstas suponen y producen. El absurdo de una torre de Babel que crece y crece, pero que no va a ninguna parte.
A destacar el espléndido casting de actores de todo el mundo. Todos están magníficos.
viernes, enero 05, 2007
jueves, enero 04, 2007
En líneas generales cuenta las pequeñas historias (grandes para ellos -como siempre-) vividas por una serie de personajes en el marco de unas fiestas de San Fermín en la España de Primo de Rivera. Y lo hace con esa suave amargura que Hemingway sabía atribuir a sus atormentados y solitarios personajes, sentimiento que el guionista Peter Viertel mantiene e incluso potencia.
Puede que sea una de mis películas favoritas y lo es por la espléndida belleza desafiante de Ava Gardner, por la propia historia de encuentros y desencuentros que vive con un herido -en todos los sentidos de la palabra- Tyrone Power y -sobre todo- por la maravillosa interpretación que Errol Flynn realiza como secundario y en el final de su carrera.
Amo a ese Mike Powell que Flynn se calza como un guante, con la naturalidad de saber que se trata de un traje hecho a la medida de su propia decadencia.
Nadie como él para entender sus esencias y motivaciones, nadie como él para interpretarlo.
Estrellado en el acantilado de la propia vida.
Cómodamente sentado sobre el cofre del muerto y bebiendo una de las últimas botellas de ron.
miércoles, enero 03, 2007
Otro argumento en contra de la pena de muerte -pienso- es que dignifica al criminal que la recibe asuma o no su destino. Y cuando escribo ésto estoy pensando en el Saddam Hussein con la mirada perdida, pero con la cara descubierta.
Menos mal que recordé a tiempo la imagen de aquel niño kurdo gaseado junto al cadaver de su madre, porque otra imagen, la del dictador intentando afrontar su propia muerte con dignidad estaba comenzando a secuestrarme. Pero la brutal frialdad del acto de administración de justicia siempre juega a favor del condenado. Porque, ante la pena de muerte y a la cálida luz de mi compasivo mirar personal, todos los condenados se transforman en víctimas.
domingo, diciembre 31, 2006
"El objeto efectivo del conocimiento o fenómeno (lo que aparece) se encuentra, en cierto modo, entre el sujeto puro y la cosa en sí. El conocimiento es, por tanto, una realidad intermedia co-constituída por el sujeto y por el mundo. Lo que conocemos no es el mundo o la cosa en sí sino la experiencia racionalmente estructurada del mundo en sí, es decir, tal como se nos aparece"
(Kant y la filosofía crítica o trascendental, Gilbert Hottois)
Resumiendo, en el acto de conocer lo externo también podemos conocernos a nosotros mismos... porque siempre percibimos nuestro punto de vista sobre las cosas, nuestra propia construcción.
Conclusión, el año será siempre bueno si el sujeto que reflexiona se encuentra bien.
La felicidad es una actitud.
La inflexible voluntad de serlo.
Consigna, hay que escapar de aquella sensación terrible cuyó más alejado extremo era escrito y descrito por Cesare Pavese:
"El sentimiento terrible de que todo lo que se hace está mal, y lo que se piensa, y lo que se es. Nada puede salvarte porque cualquier decisión que tomes sabes que estás equivocado, y también tu decisión."
(El oficio de vivir, Cesare Pavese)
Y no lo digo yo, que lo dice Kant.
Creo...
miércoles, diciembre 27, 2006
En este sentido, propongo reemplazar el niño Jesús de todos los nacimientos por una Visa... aunque sea de Lladró.
miércoles, diciembre 06, 2006
"Me volví hacia la extensión de tierras y me pregunte hasta dónde ir. Exactamente la misma pregunta que me hice antes, cuando nadaba en el oceáno. ¿A partir de qué lugar empieza a ser peligroso seguir alejándose? Y comprendí que uno se lo pregunta cuando uno ya empieza a creer que ha ido demasiado lejos"
Todo está en orden.
He vuelto a releer "Crónicas de motel" de Sam Shepard y me sigue gustando.
Considero que el hombre y obra es un constante esfuerzo en contra del destino. Coincido mucho con Montaigne y creo que el destino manda y también creo que de cuando en cuando somos capaces de arrancar de su fria e invisible mecánica ignota y transparente una pequeña o grande victoria, un plan perseguido y realizado... Pero los fracasos siempre son mayores que los éxitos. Lo normal es que no seamos capaces de imponer nuestro criterio y adaptar el jardín de las cosas que van y vienen a nuestro geométrico esquema racional o a nuestra voluntad.
Yo creo que todos sabemos eso, que no descubro nada nuevo, pero al mismo tiempo nos gusta vernos capaces de tener un plan e imponerlo. Después de todo, para eso estamos en el mundo, para realizarnos y desarrollar en su totalidad ese impulso que todos llevamos dentro.
Lo que no podemos soportar es el fracaso, que ese ser omnipotente en su capacidad de imaginar y desear que todos somos no sea un agente capaz de intervenir con éxito sobre la complejidad del mundo exhibiendo esa misma omnipotencia de puertas afuera.
Nada nos detiene cuando soñamos un futuro, pero los problemas siempre vienen luego.
Normalmente, el destino siempre vence, pero puede perder más veces si somos capaces de convertir nuestras derrotas en victorias, es decir, si somos capaces de ver las cosas buenas en lo aparentemente adverso.
No hay mal que por bien no venga, se suele decir.
Y aunque las cosas no nos salgan como pensamos, siempre podemos sentarnos junto al mar e intentar repirar el efímero aroma que deja la espuma de cada ola mientras tomamos un buen vaso de vino.
Mañana volveremos a intentarlo... o quizá el perezoso vuelo de una gaviota nos traiga un diferente y mejor plan.
Eso es lo nuevo.
(Michel de Montaigne. Ensayos.)
jueves, noviembre 30, 2006
El resultado es un inquietante aroma a frenopático, a "mundo feliz" interpretado por Mel Brooks.
Los últimos nazis que quedan se dedican a programar el hilo musical.
Prefiero el silencio.
miércoles, noviembre 29, 2006
o hubiera resultado gravemente herido por un disparo invisible,
cierra los ojos.
Son las nueve de la mañana
y con manos heladas
el mundo vuelve a manosearle el alma
con sus maneras desconsideradas,
destempladas de siempre.
Cierra los ojos.
Respira profundamente.
Toma aire para sumergirse
desesperadamente en su propia oscuridad.
Imágenes grises,
palabras abrupramente pronunciadas
mientras aprusaradamente se llega con la hora justa a todas partes.
Necesita imaginar.
Necesita soñar.
Desplegar sus propias alas y volar lejos, muy lejos
aunque sólo sea un instante, escapar.
martes, noviembre 28, 2006
(Ensayos, Michel de Montaigne)
miércoles, noviembre 08, 2006
y lo normal sea permanecer perdido,
por el mundo,
entre las personas y las cosas,
sintiendo una mayor o menor ausencia
de ese uno mismo
que nos aguarda en cualquier recodo del camino.
Seguramente, lo importante sea
la absoluta capacidad de reconocernos
en ese poco probable encuentro
y sentir en esos ojos hermanos que nos miran,
en esa sonrisa íntima que como un puente se nos tiende,
la arrebatadora sensación de haber encontrado definitivamente.
Y después, absolutamente, el valor de atreverse a ser
por encima de todos los miedos,
contra todo riesgo,
cabalgando valerosamente contra los cañones del tiempo,
colina arriba, hasta el infierno
si fuera preciso.
Ya he visto antes esta nueva película de Ridley Scott.
Su planteamiento no es nada original. Un hombre que en apariencia es un triunfador, correctamente interpretado por el habitualmente genial Russell Crowe, se encuentra y descubre que su lugar en el mundo está en un pequeño "chateau" de la Provenza francesa.
Y si el planteamiento, no es nada original la resolución tampoco... porque todos sabemos como termina esta historia.
No obstante, y aunque ya la había visto antes, tengo que decir que no me importó volver a verla. Seguramente, porque me gustan las historias de personajes perdidos que terminan por encontrarse a si mismos en un entorno que les llama y que parece estar hecho para ellos mismos.
El mito del paraíso perdido recobrado siempre a través de las más profundas emociones sobrevenidas, en este caso, bajo los rayos de un perezoso sol Provenzal.
En este sentido, "Un buen año" reproduce fielmente las claves de este improbable género cinematográfico, sin caer demasiado en el pastelero sabor dulzón de una comedia romántica. Y optando por un cierto costumbrismo tranquilo que, en la forma, aspira a alcanzar la alargada sombra del maestro Rohmer sin -por supuesto- conseguirlo. Costumbrismo tranquilo que continuamente se encuentra adornado con bastantes momentos de pura comedia, momentos de los que tanto Scott como Crowe quizá podrían haber sacado más partido.
En resumen, "Un buen año" es una película amable y suave, con vocación de obra menor, que ofrece al espectador la oportunidad de contemplar a ese gran actor que es Russell Crowe en un registro diferente. Nada del otro mundo, pero tampoco un espectáculo desdeñable si uno quiere salir del cine contento y con una sonrisa en los labios.
Aunque yo sigo quedándome con "Local Hero"...
martes, noviembre 07, 2006
lunes, noviembre 06, 2006
En el "Tio Vania" de Anton Chejov, el médico pronuncia la siguiente frase: "Cualquier cosa menos la incertidumbre".
Aún no la he olvidado y hoy la recuerdo más que nunca.
La incertidumbre -creo- es uno de los sentimientos más difíciles de sentir.
Sintiéndolo, uno se sabe en manos de otros y -principalmente- del tiempo. Quizá, se pueda hacer algo para mejorar la propia situación, pero -y se haga lo que se haga- el demonio de nuestra propia levedad se nos aparece sonriente y moviendo su larga cola como un malvado gato de Cheshire.
En la incertidumbre uno siempre aguarda. Acontecimientos, palabras, miradas o una simple llamada telefónica... En algún momento ocurrirán o quizá nunca sucedan.
El individuo se convierte en el sujeto (im)paciente de un proceso cuyo intrincado mecanismo ignora.
Espera.
Espera y sólo puede limitarse a desear que las cosas sucedan... o no, pero -lo más importante- la decisión nunca le corresponde a él.
No es tan dueño de su destino como cree. Nadie lo es.
Una espera puede volvernos locos o también hacernos más humildes.
De vez en cuando es bueno que la vida nos haga esperar.
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Fotografía: Incertidumbre Violenta
Fractal Art by Vicky Brago-Mitchell
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domingo, noviembre 05, 2006
Me gusta esta película.
Quizá porque la mayoría del tiempo sucede en la carretera, durante un viaje... Seguramente, porque uno sale contento, vistiendo la media sonrisa de los buenos momentos, cuando sale del cine.
No lo se...
El caso es que "Little Miss Sunshine" es una "road-movie" protagonizada por una familia disfuncional que se encuentra varada en la playa a donde van a parar todos los naufragios del mundo de ganadores y perdedores en que vivimos inmersos. Es en sí misma una reflexión agridulce sobre los efectos que sobre las personas ejerce ese diario desayuno de los campeones que en algunos momentos -o quizá constantemente- todos nos vemos obligados a tomar.
A mi modo de ver, lo más interesante de "Little Miss Sunshine" es la idea de que uno mismo siempre es dueño de su éxito y de su fracaso. De que todo pasa por la decisión personal e intransferible de lo que se quiere hacer y no por la imposición pura y dura de formas de comportarse y vivir.
Las raíces del éxito siempre crecen allí, en la parte más íntima de nosotros mismos donde late nuestra más profunda semilla, la que -desarrollada- nos hará ser lo que verdaderamente queremos/debemos ser o hacer.
No hay fracaso posible si uno escucha esa voz.
Por éso, al final de la película y cuando la familia regresa a su casa, ni se me pasa por la cabeza pensar que las cosas les hayan salido mal y que el largo viaje no haya merecido la pena. Después de todo, se han encontrado a sí mismos. Han hecho justo lo que han querido hacer y lo han descubierto justo a tiempo.
Ese es siempre es el más importante de los triunfos.
"Preferiría no hacerlo", decía Bartleby, el maravilloso y fascinante personaje de Herman Melville. Un casi valleinclanesco esperpento de la necesidad y el esfuerzo por ser constantemente uno mismo.
Seguramente nadie querría ser Bartleby. Sólo él... Y de eso se trata.