No descubro nada.
Dirigida en 1950 por Billy Wilder, "Sunset Boulevard" es un clásico del cine, pero tengo que confesar que es uno de esos clásicos que, cada vez me entusiasman menos, conforme me hago mayor.
Supongo que todo el cine melancólico que ha venido después, obsesionado en hacer un retrato del cine dentro del cine ha contribuido en gran medida a desactivar lo inteligente de la propuesta de Wilder. Una propuesta que de manera general puede resumirse en un constante jugar con los mundos de delante y detrás de la cámara combinándolos o intercambiándolos de esa manera tan astuta con la que sólo Wilder era capaz de hacer las cosas.
Porque si hay algo que caracteriza al cine de Wilder es la sagacidad y la inteligencia, cualidades que le permitían elegir las mismas historias de siempre y enfocarlas de una manera distinta para luego contarlas con esa inteligente economía de medios que se traducía en un ritmo narrativo preciso al que siempre ayudaban unas situaciones y unos diálogos cargados siempre de inteligencia e ironía.
"Sunset Boulevard" es un grandísimo ejemplo de esa capacidad que Wilder tenía de transformar los lugares comunes de los géneros agregándoles un insospechado valor.
Después de todo, y si uno lo piensa bien, "Sunset Boulevard" no es otra cosa que la tragedia de un arribista que no reúne las cualidades necesarias para serlo. Una historia de género negro como hay cientos a la que Wilder, para empezar, añade al habitual -en este género- recurso narrativo del flashback la genialidad de que se trate de la primera persona de un muerto.
El espectador ya sabe lo que va a suceder con el personaje y el único suspense radicará en el por qué, en el conocimiento de las razones que llevan a Joe Gillis a aparecer tiroteado en esa piscina.
Y es aquí donde Wilder da lo mejor de sí mismo construyendo el personaje de la olvidada Norma Desmond y su mortecino, decadente y ensimismado mundo, un mundo convertido en una tela de araña que atrapa a Gillis y que desde las sombras dirige su fiel criado Max.
Tal y como el propio Gillis cuenta ese mundo es un trasunto perfecto del que Dickens creó para su Señorita Faversham en "Grandes Esperanzas", una especie de vagón abandonado en una via muerta del curso del tiempo, pero además, y aquí está la verdadera genialidad, decide que esos personajes sean interpretados por una actriz de verdad (Gloria Swanson) y un director de verdad (Erich von Stroheim). Y en este momento lo subluminal revienta en cientos de posibilidades que alimentan de energía y vida a la superficie de lo que se cuenta.
Ambos proceden de una época pasada, también han sido olvidados, han trabajado juntos, el uno ha dirigido a la otra y la otra ha actuado para él... de todo ésto se alimenta la extraña relación que protagonizan Max y Norma hasta el punto de que uno tiene la impresión de que la Norma Desmond que Wilder nos narra en realidad es la narración de Max, un director que de manera ininterrumpida lleva dirigiendo en las sombras una película que se llama Norma Desmond... aspecto con el que la película determina convitiendo en rodaje el descenso de la estrella en busca del coche de la policía.
Todo este mundo decadente y morboso es el que atrapa a Joe Gillis quién, unas veces queriendo y otras sin querer, acaba interpretando en esa película invisible un papel de galán para el que no termina de estar preparado.
En este sentido, "Sunset Boulevard" participa de una narrativa propia del género de suspense, cuando no de terror, en el que inadvertidamente y por azar, un personaje se ve atrapado en una aparentemente inocente realidad que finalmente muestra su verdadero rostro perverso para terminar devorándole.
El modo en que Gillis termina en la casa de Desmond no es muy diferente al modo en que, en "Psicosis", Marion Crane termina en el hotel de Norman Bates. Los dos, Gillis y Crane, terminan atrapados en una tela de araña de apariencia inocente y luego devorados por Desmond y Bates.
Todo este core de la historia es envuelto por Wilder en el papel celofán de una visión descarnada e irónica de Hollywood y el mundo del cine, aspecto que a veces termina siendo lo más interesante, pero, y de manera general, en los bajos de "Sunset Boulevard" funciona una historia cruel de vampirismo no consumado y de posterior depredación desesperada.
Característica que muestra otra aspecto que, por cierto, caracteriza al cine de Wilder: la ironía y la inteligencia con que el maestro aborda unas historias que siempre son mucho más duras de lo que al final terminan pareciendo.
El cine, el público y Max devoran a Norma Desmond. Incapaz ya de devorar al cine y público, Miss Desmond necesita sangre fresca y decide emprenderla con Joe Gillis, pero al final le resulta imposible deglutirlo e incorporarlo a ese museo helado que es su casa.
La cadena trófica se interrumpe.
La lógica caníbal de consunción que mantiene el orden de las cosas se interrumpe.
El grado en que Gillis no encaja en Hollywood llega hasta el nivel de no entender que debe ser devorado y consumido por Gloria Desmond.
El fracaso es no poder devorar o no permitir ser devorado... Y en "Sunset Boulevard" las dos opciones coinciden.
La tragedia está servida.
Obra maestra.
Dirigida en 1950 por Billy Wilder, "Sunset Boulevard" es un clásico del cine, pero tengo que confesar que es uno de esos clásicos que, cada vez me entusiasman menos, conforme me hago mayor.
Supongo que todo el cine melancólico que ha venido después, obsesionado en hacer un retrato del cine dentro del cine ha contribuido en gran medida a desactivar lo inteligente de la propuesta de Wilder. Una propuesta que de manera general puede resumirse en un constante jugar con los mundos de delante y detrás de la cámara combinándolos o intercambiándolos de esa manera tan astuta con la que sólo Wilder era capaz de hacer las cosas.
Porque si hay algo que caracteriza al cine de Wilder es la sagacidad y la inteligencia, cualidades que le permitían elegir las mismas historias de siempre y enfocarlas de una manera distinta para luego contarlas con esa inteligente economía de medios que se traducía en un ritmo narrativo preciso al que siempre ayudaban unas situaciones y unos diálogos cargados siempre de inteligencia e ironía.
"Sunset Boulevard" es un grandísimo ejemplo de esa capacidad que Wilder tenía de transformar los lugares comunes de los géneros agregándoles un insospechado valor.
Después de todo, y si uno lo piensa bien, "Sunset Boulevard" no es otra cosa que la tragedia de un arribista que no reúne las cualidades necesarias para serlo. Una historia de género negro como hay cientos a la que Wilder, para empezar, añade al habitual -en este género- recurso narrativo del flashback la genialidad de que se trate de la primera persona de un muerto.
El espectador ya sabe lo que va a suceder con el personaje y el único suspense radicará en el por qué, en el conocimiento de las razones que llevan a Joe Gillis a aparecer tiroteado en esa piscina.
Y es aquí donde Wilder da lo mejor de sí mismo construyendo el personaje de la olvidada Norma Desmond y su mortecino, decadente y ensimismado mundo, un mundo convertido en una tela de araña que atrapa a Gillis y que desde las sombras dirige su fiel criado Max.
Tal y como el propio Gillis cuenta ese mundo es un trasunto perfecto del que Dickens creó para su Señorita Faversham en "Grandes Esperanzas", una especie de vagón abandonado en una via muerta del curso del tiempo, pero además, y aquí está la verdadera genialidad, decide que esos personajes sean interpretados por una actriz de verdad (Gloria Swanson) y un director de verdad (Erich von Stroheim). Y en este momento lo subluminal revienta en cientos de posibilidades que alimentan de energía y vida a la superficie de lo que se cuenta.
Ambos proceden de una época pasada, también han sido olvidados, han trabajado juntos, el uno ha dirigido a la otra y la otra ha actuado para él... de todo ésto se alimenta la extraña relación que protagonizan Max y Norma hasta el punto de que uno tiene la impresión de que la Norma Desmond que Wilder nos narra en realidad es la narración de Max, un director que de manera ininterrumpida lleva dirigiendo en las sombras una película que se llama Norma Desmond... aspecto con el que la película determina convitiendo en rodaje el descenso de la estrella en busca del coche de la policía.
Todo este mundo decadente y morboso es el que atrapa a Joe Gillis quién, unas veces queriendo y otras sin querer, acaba interpretando en esa película invisible un papel de galán para el que no termina de estar preparado.
En este sentido, "Sunset Boulevard" participa de una narrativa propia del género de suspense, cuando no de terror, en el que inadvertidamente y por azar, un personaje se ve atrapado en una aparentemente inocente realidad que finalmente muestra su verdadero rostro perverso para terminar devorándole.
El modo en que Gillis termina en la casa de Desmond no es muy diferente al modo en que, en "Psicosis", Marion Crane termina en el hotel de Norman Bates. Los dos, Gillis y Crane, terminan atrapados en una tela de araña de apariencia inocente y luego devorados por Desmond y Bates.
Todo este core de la historia es envuelto por Wilder en el papel celofán de una visión descarnada e irónica de Hollywood y el mundo del cine, aspecto que a veces termina siendo lo más interesante, pero, y de manera general, en los bajos de "Sunset Boulevard" funciona una historia cruel de vampirismo no consumado y de posterior depredación desesperada.
Característica que muestra otra aspecto que, por cierto, caracteriza al cine de Wilder: la ironía y la inteligencia con que el maestro aborda unas historias que siempre son mucho más duras de lo que al final terminan pareciendo.
El cine, el público y Max devoran a Norma Desmond. Incapaz ya de devorar al cine y público, Miss Desmond necesita sangre fresca y decide emprenderla con Joe Gillis, pero al final le resulta imposible deglutirlo e incorporarlo a ese museo helado que es su casa.
La cadena trófica se interrumpe.
La lógica caníbal de consunción que mantiene el orden de las cosas se interrumpe.
El grado en que Gillis no encaja en Hollywood llega hasta el nivel de no entender que debe ser devorado y consumido por Gloria Desmond.
El fracaso es no poder devorar o no permitir ser devorado... Y en "Sunset Boulevard" las dos opciones coinciden.
La tragedia está servida.
Obra maestra.