Mario Monicelli es uno de los padres de la llamada comedia italiana.
Frente a los grandes nombres del cine italiano de la década de los cincuentas y sesentas del siglo pasado, Monicelli prolonga la línea del neorrealismo manteniendo ciertos aspectos del cine de De Sica y convirtiéndolos en esenciales.
Fundamentalmente, el uso de la comedia como táctica para expresar entre risa y risa una constante de tragedia siempre presente en sus historias. En palabras del propio Monicelli: “mis guionistas y yo buceamos en un asunto, lo desarrollamos humorísticamente hasta que vemos detrás algún significado profundo. Hacemos reír, pero los argumentos son siempre muy serios”.
En este sentido, "La Grande Guerra" es un magnífico ejemplo de la comedia italiana en su esplendor así como una de las grandes películas del propio Monicelli.
Rodada en 1959, la historia se sitúa en el contexto de la participación italiana dentro de la I Guerra Mundial que, pocos saben, que a nivel de victimas militares fue tan cruento o más que la II Guerra Mundial. Murieron, por ejemplo, mas soldados británicos y franceses en la Primera que en la Segunda.
La participación italiana fue tan desafortunada como en la posterior y, como en todos los frentes de la llamada "Gran Guerra", muy cruenta. Los italianos apenas pudieron avanzar entre las líneas de los austriacos en un frente alpino, difícil y duro de por sí.
Además, la película sucede en el peor momento. Alrededor del desastre de Caporetto donde los austriacos rompieron las líneas de los italianos y estuvieron a punto de conquistar Venecia.
En todo este contexto de gran escenario histórico, Monicelli sitúa a sus dos personajes protagonistas: un bronco y reinvindicativo milanés interpretado por Vittorio Gassman y un tranquilo y poco fiable romano interpretado por Alberto Sordi,
Junto a ellos, Monicelli dará un paseo por esa gran guerra mostrando las pequeñeces de la misma: la vida cotidiana de los soldados y sus relaciones con la oficialidad en el seno de un ejército italiano generalmente incapacitado para funcionar como un ejército moderno.
Sin duda lo mejor de la película es el modo en que la carne de cañón procesa la penuria, la escasez y el barro, presentando una visión cotidiana basada en la resignación y en la constante búsqueda de posibilidades de escape dentro de una imposibilidad general de evitar el escenario.
Y llama la atención el modo en que cada personaje intenta construirse una confortable superficie de sentido sobre la que descansar ante el horror y la muerte siempre acechantes.
No hay héroes en "La Grande Guerra", sólo seres humanos llenos de contradicciones intentando sobrellevar de la mejor manera posible una situación desgraciada sin perder por ello la cara a la vida, aspecto que se subrayará en ese magnífico final construido para llenar de sentido la presencia abandonada de cada cadáver que una guerra deja sobre sus campos de batalla.
Viendo "La Grande Guerra" uno comprende a los muertos y a los cobardes.
En realidad, los héroes son cobardes tan asustados que deciden correr hacia el enemigo, hacia delante.
Brillante.
Frente a los grandes nombres del cine italiano de la década de los cincuentas y sesentas del siglo pasado, Monicelli prolonga la línea del neorrealismo manteniendo ciertos aspectos del cine de De Sica y convirtiéndolos en esenciales.
Fundamentalmente, el uso de la comedia como táctica para expresar entre risa y risa una constante de tragedia siempre presente en sus historias. En palabras del propio Monicelli: “mis guionistas y yo buceamos en un asunto, lo desarrollamos humorísticamente hasta que vemos detrás algún significado profundo. Hacemos reír, pero los argumentos son siempre muy serios”.
En este sentido, "La Grande Guerra" es un magnífico ejemplo de la comedia italiana en su esplendor así como una de las grandes películas del propio Monicelli.
Rodada en 1959, la historia se sitúa en el contexto de la participación italiana dentro de la I Guerra Mundial que, pocos saben, que a nivel de victimas militares fue tan cruento o más que la II Guerra Mundial. Murieron, por ejemplo, mas soldados británicos y franceses en la Primera que en la Segunda.
La participación italiana fue tan desafortunada como en la posterior y, como en todos los frentes de la llamada "Gran Guerra", muy cruenta. Los italianos apenas pudieron avanzar entre las líneas de los austriacos en un frente alpino, difícil y duro de por sí.
Además, la película sucede en el peor momento. Alrededor del desastre de Caporetto donde los austriacos rompieron las líneas de los italianos y estuvieron a punto de conquistar Venecia.
En todo este contexto de gran escenario histórico, Monicelli sitúa a sus dos personajes protagonistas: un bronco y reinvindicativo milanés interpretado por Vittorio Gassman y un tranquilo y poco fiable romano interpretado por Alberto Sordi,
Junto a ellos, Monicelli dará un paseo por esa gran guerra mostrando las pequeñeces de la misma: la vida cotidiana de los soldados y sus relaciones con la oficialidad en el seno de un ejército italiano generalmente incapacitado para funcionar como un ejército moderno.
Sin duda lo mejor de la película es el modo en que la carne de cañón procesa la penuria, la escasez y el barro, presentando una visión cotidiana basada en la resignación y en la constante búsqueda de posibilidades de escape dentro de una imposibilidad general de evitar el escenario.
Y llama la atención el modo en que cada personaje intenta construirse una confortable superficie de sentido sobre la que descansar ante el horror y la muerte siempre acechantes.
No hay héroes en "La Grande Guerra", sólo seres humanos llenos de contradicciones intentando sobrellevar de la mejor manera posible una situación desgraciada sin perder por ello la cara a la vida, aspecto que se subrayará en ese magnífico final construido para llenar de sentido la presencia abandonada de cada cadáver que una guerra deja sobre sus campos de batalla.
Viendo "La Grande Guerra" uno comprende a los muertos y a los cobardes.
En realidad, los héroes son cobardes tan asustados que deciden correr hacia el enemigo, hacia delante.
Brillante.