domingo, enero 04, 2015

Y no sólo un sacerdote, también un socialista…

“Un sacerdote opulento es un contrasentido. El sacerdote tiene que estar cerca de los pobres. Ahora bien, ¿es acaso posible estar, de día y de noche, en contacto con todos los desamparos, con todos los infortunios, con todas las indigencias sin llevar encima algo de esta santa miseria, como se lleva encima el polvo del trabajo? ¿Es concebible que un hombre que esté junto a una hoguera no tenga calor? ¿Es concebible que un obrero trabaje continuamente en un horno y no tenga ni un cabello quemado, ni una uña ensangrentada, ni una gota de sudor, ni una mota de ceniza en la cara?”

I saw the devil

Trepidante y truculenta.

"I saw the devil" es una de esas películas que  te llevan a pensar si "gustar" es el término adecuado para expresar una valoración.

Básicamente, la película nos cuenta un tremendo choque de trenes.

Para empezar tenemos a un desalmado y violento asesino en serie que se dedica a secuestrar, violar y descuartizar mujeres, magnificamente encarnado por el fantástico Min-sik Choi. La película empieza con el descarnado asesinato de la última de sus victimas y es aquí cuando la historia cobra un inesperado giro puesto que la mujer es la pareja de un agente de gobierno que poco a poco se revelará como una suerte de implacable y violento James Bond coreano.

A partir de entonces "I saw the devil" se convierte en un tremendo "tour de force", un sádico juego de caza en el que el agente se dedicará a perseguir al asesino buscando infringirle un imposible daño mayor que la muerte.

Este juego además se llevará por delante todo lo que encuentre a su paso en un bestial proceso de animalización en el que al final sólo podrá quedar en pie uno de los dos.

Todas las películas de venganzas que has visto se quedarán cortas si las comparas con esta "I saw the devil".

Siempre se ha hablado de los americanos, pero, no se, los coreanos y, en general, los orientales tienen una relación muy especial, casi natural, con la violencia, muy -por así decirlo- naturalista que convierte todas sus historias que recurren a ella en poderosos espectáculos sobrecogedores en el que la carne acuchillada y los huesos machacados siempre suenan de una manera muy real.

Y eso que su tradición cultural es la budista.

Pero esa es otra historia de la que no estoy lo suficientemente preparado como para tener una opinión.

En cualquier caso, "I saw the devil" es una muy buena película que empieza lentamente y que poco a poco va cogiendo una enloquecida velocidad que terminará dejándote con la boca abierta y con alguna salpicadura de sangre en la camisa.

Muy recomendable.


sábado, enero 03, 2015

Blue Jasmine

Me sorprende que nadie haya detectado la multitud de similitudes que la Jasmine que protagoniza esta película de Woody Allen tiene con la Blance Du Bois que protagoniza la gran obra teatral "Un tranvía llamado deseo" de Tennessee Williams.

Recordemos que Blanche llega a Nueva Orleans para visitar a su hermana menor como Jasmine llega a San Francisco.

Como Blanche, Jasmine es una mujer arruinada que ha perdido a su esposo por un suicidio y que claramente procede de una clase más alta. Al igual que a Jasmine el entorno tosco y bajo en que vive su hermana encarnado en su marido Stanley Kowalski le produce a Blanche un gran rechazo.

Pero los parecidos no terminan aquí.

Blanche tiene una historia romántica en la que proyecta desde la mentira un mundo de la clase alta que ha perdido y que se va al traste cuando su pretendiente conoce la verdad.

Blanche se comporta presuntuosamente. No parece comprender que ya no está en el mundo que ha perdido y envenena la relación de su hermana Stella con su marido Stanley.

Blanche es insegura y alcohólica.

Blanche tiene un colapso mental ante el desmoronamiento de su ilusoria construcción aspiracional y acaba loca.

Todas estas cosas están en "Blue Jasmine" que, por otra parte, y obviando las evidentes intertextualidades, es para mi gusto es una de las mejores películas de este último y decadente Woody Allen.

Lo cual tampoco es mucho.

En cualquier caso, su mérito en "Blue Iguana" es saber escoger el tema, conseguir disfrazarlo sin estropearlo y lograr contar "Un tranvía llamado deseo" a través de "Blue Jasmine" para beneficiarse de la fuerza arrasadora de su conflictuado y desde el principio fracasado protagonista principal, contando para ello por supuesto con la imprescindible ayuda de una gran actriz como Cate Blanchet.

Nada que objetar

Cada vez estoy más convencido que la necesidad de hacer películas está en Allen por encima de la real necesidad de contar, cosa que es fatal para alguien cuyo éxito tiene que ver con su condición de autor, pero también le reconozco una enorme capacidad para construir, con mayor o menor fortuna, artefactos narrativos de manera premeditada y consciente, del mismo modo en que los grandes estudios de Hollywood construyen Transformers 5, pero que contradictoriamente intentan reproducir una ya la perdida condición de autor de su responsble desde hace ya diez años desde su mera condición de copias.

Las películas de Allen, con alguna honrosa excepción como "Match Point" son puros productos que hacen del cine de Allen una marca comercial.

Allen no es más un autor, es una empresa que vende cada años su producto.

¿Para cuando una revisión de Annie Hall o, mucho mejor, una nueva versión calcada plano a plano?

Comparada con "Magic in the moonlight", y también sin comparar, "Blue Jasmine" es una de las mejores películas del último y zombie Allen que parece no saber que como autor lleva bastantes años muerto.





viernes, enero 02, 2015

Carlito's Way

Hay muchos paralelismos entre el cine del maestro Hitchcock y el cine de Brian de Palma: el thriller como principal medio de expresión, las tramas mórbidas que abundan en relaciones complejas entre los personajes que las protagonizan y especialmente sus sombras en el sentido jungiano del término, el virtuosismo en el manejo de la cámara para expresar situaciones y estados de ánimo de manera estrictamente cinematográfico.

Y aunque relativamente olvidado Brian de Palma sigue siendo un director interesante especializado en mostrar a través del suspense y el thriller la perversidad que anida en lo más inconfesable de las relaciones humanas.

Dirigida en 1993, "Carlito's way" es uno de sus puntos culminantes en su carrera como director.

Basada en un par de novelas escritas por Edwin Torres, un fiscal del distrito y juez del estado de Nueva York metido a novelista, "Carlito's way" nos muestra la refinada perversidad de un hombre, Carlito, el protagonista, que se empeña en seguir con lealtad a sí mismo y a los demás su propio código moral en un mundo depravado y amoral.

He leído las novelas de Torres, que si las encuentras te recomiendo, y en ellas Torres muestra, desde una buena escritura, un afinado sentido antropológico para describir la vida de los gangsteres boricuas en la ciudad de Nueva York.

Brian de Palma está más interesado en mostrar cómo alguien que debería ser un héroe hace una victima de sí mismo al empeñarse en seguir contra viento y marea su propio código moral en un mundo que ha cambiado y en el que la amoralidad y el interés están a la orden del día.

Por eso la película es cíclica, empieza como termina, con la muerte del protagonista.

Lo importante no es el qué sino el cómo.

De Palma nos revela el final porque el objetivo es mostrar la radical indefensión de su protagonista ante un mundo que le rebasa, que ha cambiado sin que él lo haya hecho en la medida precisa para sobrevivir.

En un alarde muy radical del sentido del suspense que tenía Hitchcock, el espectador sabe lo que va a suceder al personaje protagonista mientras éste se esfuerza por escapar

Y también en un alarde de sadismo muy hitchcockiano el espectador va descubriendo los esfuerzos por salir adelante de Carlito, sus planes, deseos, aspiraciones y esperanzas, sabiendo de antemano que están condenados al fracaso.

Bajo un celofán de sensiblera poética del perdedor, De Palma despliega el lento, perverso y masoquista proceso de construcción de una victima desde sí misma, jugando con la fantasía del espectador incapaz de dejar de intuir posibilidades de escape antes de abocar su mirada a la verdadera dimensión del trágico final que sólo ha vislumbrado al inicio de la historia.

La tela de araña se vuelve más y más densa.

El circulo se cierra.

Como gran parte de los delincuentes que inspiran a Edwin Torres sus novelas, Carlito Brigante no puede escapar a un destino que parece estar escrito en alguna parte sobre piedra.

La difícil y dura épica de la jungla de asfalto.

Brillante.




jueves, enero 01, 2015

¿Feliz 2015?

A Marhuenda no hay que decirle las cosas. Por eso no hay nada que le irrite más que se le acuse de ser una terminal mediática del Partido Popular.

El tema es mucho más sutil y eficiente: Si Marhuenda está ahí es precisamente porque no hay que decirle nada. Sólo dice lo que sabe que tiene que decir, incluso a veces sin saberlo.

Ese es su valor, el de la falsa autenticidad del hombre unidimensional cuya verdad es la verdad del sistema que le hace ser lo que es.

Así, uno de los principales atributos del poder hoy en día precisamente es saber elegir en este sentido.

El poder en las democracias de consumo se comporta así.

Ya no estamos en el siglo XX.

En el siglo XXI todo el mundo es consciente de lo que está en juego y, si quiere jugar, el que quiere jugar sabe que hay unas reglas que seguir y respetar.

En nuestros días, el poder puede adoptar un comportamiento blando, difuso que enmascare su pura y dura realidad coercitiva para adaptarlo a la más amable realidad de las democracias de consumo.

El poder se enmascara dentro de un civilizado consenso corrupto sobre aquello que se debe y no se debe hacer.

Amablemente las consignas se transmiten a través de los medios de comunicación que son los primeros que saben su lugar y el papel esencial que se les reserva: el FMI respeta la decisión que los griegos puedan adoptar en el próximo referendum pero insinúa que existen opciones incorrectas, el ministro de Guindos nos dice que ahora los españoles han perdido el miedo a perder el trabajo... Constantemente, el sistema nos ofrece los discursos que componen esa zona de confortabilidad que define el lugar que debe ocupar la voluntad pòpular dentro de este sistema corrupto llamado democracia de consumo.

Discursos que traslucen la subordinación de la voluntad popular y de las personas que la componen a la gran lotería diaria en que se ha convertido lo económico.

Y ese lugar tiene que ver con no hacer olas, con no molestar ni estropear la fiesta de aquellos para los que verdadera y únicamente va a ser con toda seguridad el 2015 un año feliz e indudablemente mejor que el anterior.

Los demás, los que nos deseamos un 2015 mejor en el que indudablemente, y si hacemos lo que nos dicen que hagamos (no votar a Syritza o no tener miedo a perder el trabajo), contribuiremos a que el 2015 sea efectivamente un año muy feliz para ellos, tendremos que conformarnos con que la lotería de la tranquilidad nos siga tocando sin saber por cuanto tiempo, sabiendo como Marhuenda cuál es nuestro lugar dentro de esta tragicomedia llamada democracia de consumo, alimentando con nuestro tiempo y nuestra sangre a la bestia que quizá durante este 2015 que comienza nos devore.

El viaje de la modernidad termina aquí, en la Saló de Pasolini.

La orquesta del Titanic regresa desde el fondo del oceano para tocar para nosotros cada año nuevo.

¿Feliz 2015?

¿Es que no escuchas las carcajadas que llegan desde arriba cada vez que lo deseas?

Esto no va a ir a mejor, por lo menos no como antes de una manera más igualitaria que nos permitía a todos beneficiarnos como sociedad del progreso económico.

Ahora toda va a ser más injusto, más desigual.

Y dentro de ese contexto, a los de arriba siempre les va a ir bien, especialmente si sabes cuál es tu lugar y haces y dices lo que se espera de tí que hagas y digas, pero, a ti... bueno, te deseo lo mejor en esa lotería diaria de la supervivencia que será el 2015.




miércoles, diciembre 31, 2014

Unbroken

Es peor película de lo que parece "Unbroken".

Demasiado ocupada en mostrar las sucesivas peripecias por las que Zamperini, el protagonista, se ve obligado a vivir a lo largo de la Segunda Guerra Mundial y no tanto en la profundización psicológica que debería mostrar la forja de ese carácter que ni los japoneses ni las circunstancias pudieron doblegar.

Teniendo en cuenta este aspecto, "Unbroken" se me queda un poco corta de miras, demasiado superficial, centrada en el sensacionalismo de los diferentes episodios, convertida en un "tour de force" de desgracias que bien pudiera presentar Jorge Javier Vazquez.

Pero me faltan los "porqués".

La excelencia de "Unbroken" hubiera estado en su capacidad para mostrar esa diferencia que se establece entre los que no se abandonan a un destino que parece escrito y los que sí lo hacen.

Sin embargo, en "Unbroken", mientras otros no lo consiguen, Zamperini sobrevive y aguanta porque sí, porque es el protagonista de una historia basada en hechos reales en la que su protagonista sobrevive. Y no diría nada si precisamente uno de los puntos fuertes de la historia no fuese relevante el hecho de que en la supervivencia de Zamperini intervienen otros factores además de la inevitable suerte, elementos que le hacen irrompible como expresa de manera inequívoca el titulo original de esa película.

Todo esto brilla por su ausencia a lo largo de toda la película que confunde la plana ilustración que suponen los apuntes meramente biográficos con los matices intimistas que añaden siempre a lo meramente descriptivo que es lo biográfico la profundización psicológica que da cuenta de la forja de un carácter que posteriormente será puesto a prueba.

Probablemente, en algún momento, alguien pensó que dedicar espacio narrativo a la profundización psicológica supondría una mayor duración de la película o una disminución del peso del sensacionalismo dentro del producto manteniendo la duración y "Unbroken" quedó así: de impecable factura en su salto de drama en drama que Zamperini realiza a lo largo y ancho del Pacífico pero con unos pies de barro que hacen que la película no termine de traspasar, de llegar demasiado lejos en la mirada del espectador.

Al final, "Unbroken" se traiciona a sí misma trivializando la excepcionalidad  de la supervivencia de Zamperini.

Aceptable.

martes, diciembre 30, 2014

The Mahabharata

Debe ser complicado pretender domesticar un texto que es cuatro o cinco veces más largo que la Biblia, un texto que además vehicula la religión hindú a millones de personas desde hace más de 2000 años y sin embargo ese fue el ambicioso objetivo que se propuso el director teatral británico Peter Brook con la ayuda del gran novelista y guionista cinematográfico francés Jean Claude Carriere.

El resultado fue un espectáculo teatral de nueve horas de duración estrenado en 1985 que cuatro años después fue reducido a seis horas para ser convertido en una serie de televisión.

El Mahabharata cuenta una lucha interna dentro del clan de los Bharatas en un tiempo mítico y en una tierra mítica situada entre los ríos Ganges y Yamuna, al Norte de la India.

Esta lucha interna será protagonizada por los cinco virtuosos hermanos Pandavas y los no tan virtuosos hermanos Kauravas, los primeros situados del lado del bien y la luz mientras los segundos protagonizan el mal y la oscuridad.

Los diferentes eventos que viven los Pandavas en su enfrentamiento con los Kauravas se convierten en puntos a través de los cuales transmitir lo esencial de la religión hindú.

No voy a entrar en un debate para el que no estoy preparado: si esta adaptación recoge con fidelidad lo esencial de uno de los textos más antiguos de la historia de la humanidad. Por lo visto, y desde una perspectiva "natural born" hindi la versión de Brook deja mucho que desear. A este respecto he leído alguna metáfora preciosa como "meter un águila dentro de una jaula", pero, y como digo, no voy a entrar, aunque sospecho que mucha verdad hay, especialmente en temas como el peso que tiene el entramado de castas en las relaciones que se dan entre los personajes y su influencia decisiva en el drama.

En cualquier caso, y como espectáculo, "The Mahabharata" es un evento extraordinario y brillante protagonizado por un elenco interracial y en el que el poderoso texto escrito por el mítico Vyasa (su Homero) tiene espacio para brillar con toda la pureza de los conceptos milenarios que vehicula, concepto que son la base que rige la moral y la vida de buena parte de la humanidad.

La `puesta en escena es eminentemente teatral, pero no se trata de teatro filmado pues hay planificación y ritmo.

Y en ese escenario que la cámara fragmenta, todo está al servicio del texto que, como escribo, brilla en las presencias de un elenco que no sólo usa la voz sino también todo el cuerpo y lo que no es verbal en una interpretación que en bastantes momentos linda con la danza, especialmente las luchas de la batalla de 19 días que decide la suerte del bien y del mal en la obra.

Merece la pena verla.

lunes, diciembre 29, 2014

The Newsroom

Me declaro fan absoluto no tanto de las historias que cuenta Aaron Sorkin sino de los personajes que construye sobre todo en su obra maestra "El ala Oeste de la Casa Blanca" y en esta "The Newsroom". Inteligentes, rápidos, sagaces, con sentido del humor, como recién salidos de la mejor screwball comedy de Howard Hawks.

También soy 100% partidario de la apuesta de Sorkin por convertir a sus protagonistas de "The Newsroom" en unos seres aspiracionales en los que la ética es un elemento esencial de su comportamiento. Y comprendo en que en un mundo tan decadente en el que nos encontramos, un mundo en el que los modelos de conducta están más en la línea del Gordon Gecko de "Wall Street", sus actitudes y decisiones resulten para muchos demasiado marcianas.

Pero me parece esencial que alguien se haya atrevido ha reivindicar la ética como elemento esencial para definir una línea de conducta, convirtiendo su "The Newsroom" en una historia que bien podría haber firmado el viejo Frank Capra en el sentido de reivindicación de lo esencialmente humano que hay en nosotros.

En todo este sentido, "The Newsroom" es un producto concebido a contracorriente que trae consigo lo mejor de lo poco que queda de los valores de una intelligentsia cultural norteamericano que se remonta a los padres de la constitución, Thomas Jefferson incluído, terminando en Roosevelt y su New Deal.

Valores que se reducen a un único mandamiento: no puede haber democracia sin una ética individual asociada y en consonancia con los valores democráticos.

En este sentido, el Josiah Bartlett que protagonizaba "El Ala Oeste de la Casa Blanca" y este Will McAvoy que protagoniza "The Newsroom" son el mismo personaje, un personaje que resume el esfuerzo de Sorkin por mostrar la manera correcta de desempeñar dos de los cuatro poderes teniendo en cuenta lo mejor de la manera de ser americana.

Ambas series tienen un alto contenido político protagonizadas por héroes de acción de cuello blanco.

No obstante, "The Newsroom" ademas de no contar ya con el factor sorpresa con que contaba "El Ala Oeste de la Casa Blanca" se ve lastrada por algunos problemas de foco que han ido creciendo desde la segunda temporada, problemas de foco en que la concepción de internet como una amenaza para el buen periodismo se manfiesta como arrollador síntoma.

Para Sorkin, Internet es un canal que debe ser controlado y en el que falta el criterio del profesional como interpretante del enorme marasmo informativo que genera. Y en parte Sorkin tiene razón, pero olvida también que la deslegitimación de la propia profesión periodística como consecuencia precisamente de esa falta de ética profesional ha conferido a internet de propiedades seguramente no buscadas.

Así, el planteamiento de Sorkin es superficial, perjudicando además a la propia idea que inspira "The Newsroom" porque reduce de manera desligitimante su propuesta a una simple y vacía reivindicación institucional, carente de profundidad, de la profesión periodística.

Porque tan problemático es el ruido que genera internet como el que se genera en los consejos de administración y en este aspecto "The Newsroom" se queda muy roma en su crítica.

El personaje de la señora Lansing, propietaria de la cadena, recuerda mucho a la señora Pynchon de "Lou Grant" hace cuarenta años y eso es lo malo, porque su manera de ver las cosas en absoluto tiene que ver con los verdaderos propietarios de las cadenas de televisión y los periódicos en la actualidad: grandes grupos económicos que convierten sus medios de comunicación en terminales mediaticas destinadas a vehicular discursos amables de dominación.

Ahora no hay separación entre los intereses económicos y los políticos.

Y lo más seguro es que Will McAvoy hubiera sido despedido a mediados de la segunda temporada.

Por aquí falla "The Newsroom", quedándose a las puertas de lo relevante y reduciéndolo todo a un tema de ética individual.

En cualquier caso, resulta más fácil poner la carga de la prueba sobre Internet y hacer una reivindicación institucional del periodismo que hacer una crítica al papel que en nuestros días juega la institución en sí, aspecto en el que he echado de menos ver con más frecuencia el despacho de los jefazos y la sala de consejos, lugares que tienen más peso que Internet a la hora de definir el periodismo de nuestros días.

Y me gustaría haber visto como gestiona Sorkin desde su inmensa inteligencia un propietario más en la línea neoliberal de un hoy en día en el que la falta de ética es la ética dominante.

Asi, Sorkin se aleja de manera incoherente del público que podría sentirse atraído por su serie y parece más preocupado en mostrar los aspectos criticables de las posiciones más afines que por mostrar los aspectos manifiestamente mejorables de aquellos que están en frente y cuya falta de ética como ética está generando el mundo contra el que lucha sus personajes de la ACN.

Por todo esto, "The Newsroom" tiene un punto "fake" que me desagrada... hasta que alguno de sus personajes abre la boca y empieza a hablar.

La inteligencia me seduce.


domingo, diciembre 28, 2014

El Resplandor

Sin duda, y para mi gusto, "El Resplandor" es una de las mejores películas del Kubrick en color.

El principal hallazgo de la película es la progresiva irrupción del horror en un entorno normal y cotidiano que, poco a poco, Kubrick convierte en amenazador mediante la introducción de una serie de decisiones técnicas brillantes.

Por un lado, la fotografía de los espacios con un objetivo gran angular cuyo principal atractivo es el ofrecer una vista panorámica de aquello que se quiere mostrar. Desde un punto de vista narrativo, el uso de la vista panorámica permitió a Kubrick mostrar a los actores dentro de un espacio en el que todo tiene el mismo nivel de importancia.

El actor es un elemento más de un paisaje que conforme el terror va haciéndose más evidente lo envuelve y se convierte en un protagonista más de la historia desde el momento en que la mirada del espectador lo escrutina en busca de una nueva amenaza.

Por otro lado, el uso de la steadycam, invento tecnológico que permitía el rodaje cámara en mano sin transmitir a la imagen la incómoda vibración propia del movimiento del brazo que la sustenta.

La steadycam fue el complemento perfecto de la metafísica expresada a través del gran angular puesto que permitió a Kubrick y al espectador seguir con incertidumbre a los actores en su avanzar e internarse por ese espacio amenazador en busca del terror.

Nadie que haya visto "El Resplandor" puede olvidar los paseos en triciclo del niño protagonista, esa visión casi subjetiva proyectada hacia una profundidad de campo dentro de un espacio que encierra desconfianza para la mirada.

Y finalmente el uso dramático de la música.

Las partituras de Berlioz, Bartok, Ligeti y Penderecki aportan el necesario nivel de turbiedad a los espacios tan iluminados, tan inicialmente poco terroríficos del hotel.

En este sentido, la música es un personaje más en "El Resplandor", un personaje que con su presencia aporta el oculto y/o transparente nivel de lo que no se dice y/o lo que no se ve.

Hay un texto subyacente a las imágenes que se nos muestran que la música interpreta convertida casi en la amenazante voz del hotel y los fantasmas que lo habitan.

La confluencia de estos tres aspectos genera esa inevitable y adictiva sensación de desasosiego que acompaña la visión de "El Resplandor", una película en la que lo que no se ve es mucho más importante que lo que el espectador ve.

Y ahí está para mi gusto el principal éxito de "El Resplandor": en buscar la sensación de horror en el espectador no sólo dentro de la pantalla sino también, y lo que es más importante, en la mente del espectador.

Nada queda explicado, cerrado de alguna tranquilizadora manera racional, lo único evidente es la radical e incomprensible exigencia de ese espacio maldito hacia los personajes que lo habitan.

Extraordinaria.




sábado, diciembre 27, 2014

No es verdad que seamos egoístas por naturaleza…

“Su investigación contradecía la afirmación de Hardin de que todo procomún estaba condenado a la ruina a causa de los ventajistas, y ponía en entredicho el dogma tan repetido por los economistas –desde los tiempos de Adam Smith- de que los seres humanos miran únicamente por su interés personal e inmediato en el mercado.
Al contrario, Ostrom encontró que al gestionar recursos comunes –pastos para ganado, zonas de pesca, sistemas de irrigación, bosques, etcétera- lo más frecuente era que cada persona antepusiera el interés de la comunidad a su interés personal, y que priorizara la conservación a largo plazo del recurso común frente a sus circunstancias personales, aunque fueran muy difíciles”

Los Siete Samurais

Siempre se dice que Akira Kurosawa es el maestro japonés más influenciado por la cultura occidental. En un alarde occicentrista se considera que éste es un viaje que implica un camino de un sólo sentido, pero una de las cosas que me ha quedado claro en mi nueva revisión de "Los Siete Samurais", uno de sus más grandes clásicos, es que hay un segundo sentido: el de vuelta, de Japón para Occidente.

No tengo la menor duda que directores del nuevo Hollywood como Peckinpah o Penn encontraron en el maestro japonés un coadyuvante esencial para la constitución del propio estilo y de la propia voz. Desde aspectos tácticos como el uso de la cámara lenta para las escenas de violencia, algo que es seña de identidad en el cine de Peckinpah hasta un concepto más amplio y nihilista que define la posición del héroe dentro de la historia y que los samurais que protagonizan esta película encarnan de manera paradigmática.

¿Cómo concretar ese concepto?

La irrupción de un sentido absurdo de la vida, un absurdo a cuya luz la acción que emprende el héroe y que compone la troncalidad de la historia cobra un valor más oscuro, menos luminoso.

Los samurais de Kurosawa son un antecedente claro de todos esos héroes errantes y desencantados que protagonizaran las grandes películas del western convertido en un género revisado por esa nueva generación de directores procedentes de la televisión.

Héroes oscuros y románticos enfrentados a los límites de su esfuerzo por imponer un criterio a un mundo complejo y con tendencia al absurdo, límites que siempre implican la muerte física o la social, el eterno errar por los caminos.

En ese maravilloso final en el que los samurais sobrevivientes consideran que es una derrota lo que aparentemente es una victoria está el germen de ese anti-heroe profundo y poético que protagonizará grandes películas como "Grupo Salvaje" o "El Zurdo".

Y al final toda acción que intenta oponerse al natural fluir del mundo, un natural fluir que no siempre está relacionado con algo tan racional como la justicia, está encaminada a largo plazo al fracaso que implica un coste siempre para el héroe que, obligado por esa misma condición, no puede evitar ejercerlas.

Un sentimiento que se resume en una frase muy repetida en el cine de Peckinpah: los tiempos cambian pero yo no.

Por otro lado, "Los siete samurais" es una buena prueba de que en el cine no es necesario hablar. Es más. El buen cine implica comunicar a través de la imagen, sin recurrir a la pornografía de la palabra.

En este sentido, hay un par de secuencias formidables, secuencias que tienen el carácter de prueba irrefutable.

Una es el encuentro de Kanbei, el samurai que organiza la partida, con Kyuzu, el samurai cuya única obsesión es el perfeccionar constantemente su técnica.

Kanbei presencia el modo en que Kyuzu intenta no pelear con otro samurai fanfarrón.

El modo en que Kanbei mira la escena que el espectador presencia en un magistral juego de planos y contraplanos en que la mirada de Kanbei parece mirar aquello que sólo un experto samurai puede apreciar en la actitud de Kyuzu define el final de la secuencia y al mismo tiempo la aprobación de Kyuzu por parte de Kanbei.

Magistral, como escribo.

En definitiva, "Los siete samurais" es una de esas películas que de pronto uno se encuentra disfrutándola y deseando que no acabe nunca.

No sucede demasiadas veces esa sensación ante una obra maestra cinematográfica que encierra la riqueza de un texto casi literario.

Y esta vez no es ni la primera ni la segunda ni la tercera que la veo.

De obligatoria visión.

jueves, diciembre 25, 2014

The Hunger Games

Como decirlo... Todo lo que no es la historia del follón en que la protagonista Katniss se mete por proteger a su hermana pequeña me resulta interesante en "The Hunger Games".

Panem, la distopía en que sucede la historia tiene mucho atractivo: un mundo cruel y desigual en el que unos pocos disfrutan de lo mucho que tiene sumidos en una sociedad opulenta, basada en el espectáculo y los muchos se las arreglan para sobrevivir en entornos que recuerdan a la sociedad de la Gran Depresión.

Por otro lado, está la televisión y ese juego, un verdadero reality en el que la vida está en juego que se convierte en la primera fuente de legitimación ideológica y política del sistema político que vertebra Panem, un sistema que es una mezcla interesante entre una sociedad aristocrática de corte clásico y nuestras democracias de consumo.

Todo tiene su punto, pero, y aunque se cuenta muy bien, la película funciona perfectamente como mecanismo narrativo, la historia que se nos cuenta es demasiado raquítica y previsible.

No es demasiado sorprendente lo que sucede.

El héroe hace lo que se le supone y tanto los coadyuvantes como los oponentes aparecen en el momento justo para cumplir con sus respectivos papeles facilitadores o dificultadores... y tampoco es que resulte demasiado emocionante porque la historia, siendo coherente con su carácter de producto, opta por el sentimentalismo en cuanto tiene la ocasión.

Recuerdo que Oscar Wilde definía a los sentimentales como los cínicos del corazón y en "The Hunger Games" abunda la ambición de emocionar, aspecto que resulta incomodamente evidente en la aparición de esa concursante pequeña que desde que el espectador la ver intuye que está ahí para intentar arrancarle una lagrimita más adelante.

En este sentido, se le ven bastante las intenciones a "The Hunger Games" y uno intuye que debajo de la experiencia que se propone hay un mecanismo, hay un producto dispuesto a funcionar ya sea por lo civil, ya sea por lo penal.

Se le transparentan las intenciones.

No obstante, y si uno se olvida de la trampa y el cartón, la propuesta que ofrece "The Hunger Games" se mueve mucho tiempo dentro de lo entretenido.

Aceptable.

miércoles, diciembre 24, 2014

Magic in the moonlight

La imagen que me queda de "Magic in the moonlight" no procede de la película en sí.

Es la imagen de un cine repleto que, después de lo que se supone es un mágico final romántico, reacciona con confusa torpeza cuando las luces se encienden. Intentando procesar en un espeso y pesado silencio el bodrio que acaba de ver, componiendo una especie de improvisado velatorio del talento de Woody Allen, preocupados ya por intentar sacar algo bueno del desastre sin paliativos al que acaban de enfrentarse y sin saber demasiado por dónde empezar.

De la cuidadosa observación de ese silencio casi de tanatorio que profesaban mis compañeros espectadores en una infausta tarde de Invierno saqué la conclusión de que no estaba sólo: acababa de ver una auténtica mierda.

Nadie salía recordando con una sonrisa o una carcajada algún chiste o momento afortunado, que la película alguno tiene. No demasiados, casi ninguno, pero alguno tiene.

Nada.

Cero.

Y es comprensible porque estoy convencido de que "Magic in the moonlight" jamás habría salido a la luz de no estar amparada por el nombre de Woody Allen.

Todo es manifiestamente mejorable en una historia en la que Allen se mueve con evidente torpeza entre las claves de comedia burguesa de Noel Coward y el cinematográfico melodrama romántico que gente como Mitchell Leisen pudiera haber rodado en la época clásica de Hollywood.

De hecho, el titulo se me antoja muy Mitchell Leisen y uno se imagina que ese mago al que tan tibiamente da vida un Colin Firth, que parece no creerse nada de lo que tiene que decir, bien pudiera ser el estupendo Charles Boyer.

En fin, con el crédito ya agotado en los Estados Unidos, poco a poco Allen empieza a agotar su crédito en Europa perpetrando bodrios como este, con cero autocrítica, ligeramente pedantes e incluso mal planificados: ausencia total de planos medios en las interminables escenas de diálogo que quedan reducidas a un esclerótico juego de plano-contraplano en el que parece que los actores no se dirigen a nadie... ni siquiera el público.

Por no hablar del inmotivado giro hacia el amor que pega el personaje protagonista que pasa, en un alarde de bipolaridad, de la criticona desconfianza hacia la medium a convertirse en un enamorado profesor Higgins (quizá las líneas de diálogo en esta frase sean lo mejor de la película) pasando por un enloquecido momento de euforia por el descubrimiento de lo mágico... El espectador no sabe ni cuando se enamora ni por qué, falta algún plano sutil, una palabra precisa, cine de verdad; simplemente el personaje se enamora porque sí, quedando la historia desprovista de uno de sus mayores puntos de interés porque el que se pretende emocionante y mágico final se basará en ese amor.

Y podría seguir.

Los buenos momentos, que los tiene, no compensan este absurdo general en el que Allen también demuestra que tampoco tiene nada nuevo que contar sobre la vida y la muerte o, por lo menos, nada que Corin Tellado no supiera.

En definitiva, no hay por donde coger "Magic in the moonlight", que afortunadamente no es demasiado larga ahorrando al espectador mayores sufrimientos.

Hasta de pena ver el trailer.

Ni magic ni moonlight ni in the.

El rey está desnudo.

Mala y punto.

martes, diciembre 23, 2014

El Hobbit: La batalla de los cinco ejércitos

Teniendo en cuenta que la primera película de las dos trilogías, "El señor de los anillos" se estrenó en 2001, puede uno escribir sin temor a equivocarse que Peter Jackson y su compañía del anillo Fran Walsh, Philippa Boyens o Howard Shore) llevan por lo menos metidos quince años en la Tierra Media.

Por el momento, ésta "La batalla de los cinco ejércitos" pone fin a  la aventura de la compañía que Jackson ha formado y lo hace manteniendo los estándares de calidad que caracterizan a la saga.

En este sentido, y sin alcanzar los niveles de excelencia que caracterizaban a "El Retorno del Rey", la película que ponía espectacular colofón a la primera trilogía, "La batalla de los cinco ejércitos" ofrece un grandioso espectáculo cinematográfico que en absoluto decepcionará al espectador.

La espectacularidad de las grandes escenas de combates magníficamente planificados y rodados, la emocionalidad de las relaciones entre los personajes, la composición casi pictórica de muchos de los planos (algo de lo que algún día alguien debería hablar), la épica de las decisiones sublimes... Nada falta en "La batalla de los cinco ejércitos" que un espectador no espere encontrar en alguna de las películas que componen estas dos trilogías.

En cualquier caso, esta película supone una clara mejora con respecto a su predecesora, sin duda la principal damnificada del esfuerzo por sacar de ·El Hobbit", un libro claramente de menor ambición y tamaño el mismo partido que Jackson sacó de la trilogía literaria de "El señor de los anillos".

Y sin duda el principal éxito de Jackson es conseguir clonar la experiencia que para el espectador supuso ver "El retorno del rey" en esta "La batalla de los cinco ejércitos" que tiene todo lo bueno que tienen las buenas copias de magníficos originales.

Pero no esperes encontrar nada más... ni nada menos.

Será tu problema si no tienes suficiente con todo este "demasiado".

Excelente.


Piketty y Stiglitz se unen:

“El dinero que se regala a los de arriba no sólo no se dedica necesariamente a la creación de puestos de trabajo y a la innovación; una parte de ese dinero se dedica a distorsionar nuestra política… Lo que hemos presenciado muy claramente es que un uso frecuente de la riqueza es conseguir ventajas en la búsqueda de rentas y perpetuar las desigualdades a través del proceso político” 

lunes, diciembre 22, 2014

American Hustle

Basada en hechos reales, "American Hustle" nos cuenta la historia de un timador llamado Irving Rosenfeld y el modo en que este se ve implicado en un complejo asunto de corrupción política del que forma parte la Mafia.

Atrapado en unos de sus timos por Richie DiMasso un policía con muchas ganas de promocionar, Rosenfeld tendrá que servir de cebo para proporcionar a Di Masso algunas de piezas de caza mayor a las que procesar. Como consecuencia de esto, acabarán implicados con la Mafia y la administración norteamericana en una operación para volver a llevar el juego a Atlantic City gracias a los petrodólares que proporcionará un jeque de pega.

Por encima de todo, "American Hustle" nos muestra la piscina de pirañas en que la ambición y el dinero pueden transformar cualquier aspecto de la vida humana, esa jungla de asfalto descrita de manera descarnada y desenfrenada.

En "American Hustle" se presenta una guerra por la supervivencia en donde, y como en todas las guerras, la verdad es la primera victima. Todos y cada uno de los personajes intentan manipular a los demás para conseguir sus respectivos y diferentes objetivos, algunas veces coincidentes, otras veces contrapuestos, y siempre recurriendo a la distancia más corta, una línea recta que atraviesa la división entre lo que está mal de lo que está fatal.

El resultado es una piscina de pirañas, una jaula de monos, una carrera de ratas, un retablo de ruido y furia en el que lo peor de la naturaleza humana forman parte del orden del día y mantener la cordura supondrá a los protagonistas una gran esfuerzo casi nunca recompensado por el éxito.

Y todo por conseguir el primer premio, sea el que sea, diferente para cada uno respectivamente sumido en un ensimismado delirio en el que los demás son sólo variables dependientes, elementos para usar y tirar que no dan más que problemas por resistirse, por tener su propio plan.

"American Hustle" es un retrato irónico del mundo descompuesto del capitalismo de consumo, de su desorden esencial: un mundo en el que, y como comenta el Rosenfeld que Christian Bale interpreta con eminencia, cada uno cree en lo que quiere creer.

La utopía del neoliberalismo es pensar que de esa multiplicidad de intereses contrapuestos puede surgir algo muy diferente a un caos en el que el animal que todos llevamos dentro se encuentra como pez en el agua.

Magnífica.



domingo, diciembre 21, 2014

Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo

Hace poco escribí con motivo de otra película la enorme dificultad que tiene la comedia para ser entendida desde la excelencia.

Desde los griegos, el drama parece ser el vehículo adecuado para expresar la trascendencia y, por lo tanto, su conexión con la excelencia es directa, mientras la comedia queda relegada a lo táctico, a las apariciones puntuales que sirven de contrapunto que hace más soportable con su levedad el poderoso peso de los grandes temas y de las grandes palabras.

En este sentido, el nuevo intento de Javier Fesser para trasladar a la imagen en movimiento las aventuras de "Mortadelo y Filemon" quizá sea una de las mejores películas que nuestro cine ha producido en este muy buen año. Sin embargo, tenderemos a dar más peso en nuestra memoria de calidades a la trascendencia que desde el género aporta "La Isla Mínima" que a esta intrascendente por comparación, pero excelente en todos los sentidos película de animación.

Resumiendo, "Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo" me parece una de las mejores películas que he visto en este año y no sólo por sí misma como artefacto cómico que funciona a la perfección desde un fantástico slapstick que recuerda lo mejor del cine mudo sino también como caso de éxito de traslación a otro canal del peculiar mundo parido por el dibujante Ibañez.

Desde la autoridad que me da el haberme criado leyendo los comics que protagonizan estos dos agentes secretos castizos, puedo decir que la traslación es perfecta. Fesser consigue dar vida en las tres dimensiones ese complejo y socarrón mundo de Ibañez que, a través de las aventuras de estos dos agentes secretos, nos presenta el espíritu de la colmena española en pleno trance de desarrollismo.

Ibañez es sociología pura de lo español enfrentado a la modernidad y el progreso, materialziado en esa agencia de investigación que intenta reproducir aspiraciones patrones sofisticados de modernidad como puede y a su manera.

En este sentido, y dentro de esa polémica entre castizos e ilustrados que protagoniza la cultura de nuestro país desde sus comienzos, el mundo de Ibañez nos muestra un genial procesado de lo moderno desde el más puro casticismo.

Todo este espíritu está presente en la película de Fesser, que recoge hasta el último detalle todo el imaginario y la representación que Ibañez incluía en sus historias.

Perfecto,

Pero, y además, "Mortadelo y Filemón" funciona perfectamente como artefacto narrativo constituyendo sin duda y para mi gusto uno de los mejores trabajos de Fesser como director de películas.

El preciso y perfecto ritmo desenfrenado, la selvática abundancia de gags, la perfecta dosificación de los mismos...

Brillante.

Por no hablar del impresionante 3D "Made in Spain" en que está contada la película; impresionante desde lo técnico, pero también desde la conceptualización pùesto que conceptualmente se viste como un guante la peculiar imaginería de Ibañez..

Extraordinario.

En definitiva, "Mortadelo y Filemón contra Jimmy El Cachondo" es un perfecto homenaje y una gran película.


lunes, diciembre 15, 2014

Red Tails

Tiene su gracia "Red Tails".

Es una película actual pero su alma es de hace 70 años, porque si la miras en blanco y negro "Red Tails" destila el espíritu hagiográfico del cine bélico que la industria cinematográfica norteamericana produjo como principal y esencial contribución para el mantenimiento de la moral de sus ciudadanos tanto en el frente como en retaguardia.

Contrapicados planteamientos hagiográficos que convierten a sus protagonistas en auténticos héroes apolíneos, portadores de los mejores valores que deben aspirar a aquellos que verdaderamente realizan el esfuerzo bélico.

Y películas inolvidables como "Bataan", "Objetivo Birmania", Wake" o "They were expendables", generadoras de toda una mitología de lo americano que constituye todo un ejemplo, poco investigado pòr cierto, de ese carácter ideológico que el cine siempre ha tenido.

"Red Tails" pone por obra una vez más todo ese viejo mecanismo de representación y lo hace para reivindicar la participación de los hombres de color en la II Guerra Mundial.

En este sentido, "Red Tails" es una película coral que nos presenta personajes de una pieza, capaces de derrotar lo peor de sí mismos y posteriormente a los alemanes, héroes poderosos como el Errol Flynn de "Objetivo Birmania" o el Robert Taylor de "Bataan", ejemplos y carne para la aspiración de los ojos que desde la sala a oscuras les espían por ese ojo de cerradura que siempre es la pantalla cuando la habitan imágenes.

Imagino que George Lucas ha querido homenajear en fondo y forma a estos negros norteamericanos haciéndoles protagonizar una película de las de antes, como las que protagonizaron los blancos Gary Cooper y John Wayne.

Y para mi esta es la gracia de "Red Tails", el homenaje no sólo es dar luz y vida a su historia sino permitir a esos personajes ocupar un escenario, una narrativa hasta el momento sólo ocupada por blancos.

En "Red Tails", Wayne, Cooper o Flynn son negros.

Esto por un lado.

Por otro, la deslumbrante acción con que los efectos digitales son capaces de recrear las batallas aéreas.

Sin duda tiene que ser espectacular contemplarlas en pantalla grande.

No obstante, algo falla en "Red Tails".

Por un lado, creo que salvo el estupendo Terrence Howard hay una evidente falta de carisma en el reparto coral de pilotos. Desgraciadamente, ninguno de ellos es lo suficientemente Denzel Washington o Forest Whitaker como para imponerse a la tecnología y traspasar la pantalla con la emocionalidad de sus actitudes y miradas.

Y además el guión no es demasiado bueno. Todo es demasiado convencional, demasiado sumario. Faltan líneas de diálogo que den soporte a la posibilidad de la aparición de esa emocionalidad. Se confía demasiado en la evidencia de los hechos, las muertes, los encuentros, pero estos no se preparan convenientemente..

Los personajes carecen de la necesaria carga estática. No tienen demasiado terreno para desarrollarse. Resultan demasiado planos.

Aquellas películas clásicas también tenían buenos escritores detrás, algunos grandes como Alvah Bassie. Escritores capaces de concentrar en una sola frase el espíritu de la acción que se desarrolla.

Por eso, y pàra mi gusto "Red Tails" nunca termina de despegar aunque tenga su gracia.

Carece precisamente de uno de los principales activos de aquellas películas a las que pretende resucitar, películas que se construían a partir de las miradas y los gestos de unos actores cuyas bocas siempre tenían algo relevante que decir. Sólo entonces el resto, el contexto, la guerra y el combate tenían su lugar.

"Red Tails" como buena parte del mal cine industrial empieza la casa por el tejado.

Cualquier otro camino reduce el cine a la condición de espectáculo de feria.


domingo, diciembre 14, 2014

Periodistas que preguntan a los entrevistados si no temen las consecuencias de expresarse libremente...

Violencia y fútbol

Los fenómenos sociales son complejos.

Nunca hay una causa específica que aplicar para explicar una realidad que además es cambiante, comprometiendo siempre en su evolución las fiabilidad de las explicaciones que han funcionado con anterioridad.

Centrándonos en el tema de la violencia en el fútbol, no hay que dejar de lado las explicaciones que convierten la violencia en síntoma que manifiesta una determinada enfermedad social.

No estoy diciendo nada nuevo.

En Inglaterra, uno de los templos por antonomasia de las aficiones violentas es importante no olvidar que el creciente holiganismo que empieza a manifestarse en la década de los setentas está directamente relacionado con la decadencia del modelo estatalista e intervencionista que caracterizo a la economía británica desde la postguerra.

Los problemas sociales que generó esta decadencia tuvieron su expresión en el futbol, decadencia que implicó el paso de ese modelo intervencionista a un modelo de índole neoliberal conducido por el Thatcherismo. Y es entonces cuando se produce la verdadera expresión del holiganismo, con acuñación del término incluído.

Los quejidos de una fractura social se manifestaron de manera esencial en el futbol que por aquel entonces todavía era el pasatiempo por antonomasia de la clase obrera.

En este sentido, los recientes incidentes de violencia ultra sucedidos en nuestro país deben ser entendidos de esta forma.

La realidad irrumpe arrolladora sobre el discurso virtual que contamina los medios de comunicación inundando su equilibrada racional impostada con la irracionalidad de los gestos extremos.

La sociedad está fracturada y se queja y una de los principales maneras de expresión de ese conflicto es la expresión marginal mediante el delito y la violencia.

Los delincuentes sienten que nada le deben a una sociedad que les niega las oportunidades, incluso la posibilidad de seguir vivos.

Al final las grandes mayorías cuando son olvidadas muestran su verdadero poder: el de imposibilitar la paz social que hace que los que tienen puedan disfrutar sus vidas en paz.,

Al final, una de las grandes realidades de estas sociedades tan desiguales a las que el desfalleciente capitalismo de consumo nos aboca es al final de la paz social, algo a los que los europeos no estamos demasiado acostumbrados.

Y esa realidad de frustración y sentimiento de revancha puede ser procesada de muchas maneras: desde la más constructiva que no es otra que plantear otro modelo de sociedad hasta la más destructiva que es la mera expresión pulsional y difusa de un instinto una mañana de Domingo.

Seríamos unos ilusos si pensásemos que no existe una relación directa entre el aumento de desigualdad y el aumento de la delincuencia y el conflicto.