Resulta curioso.
En este tema, no del todo edificante, de Juan Carlos Monedero se pone de manera muy clara por obra uno de los principales rasgos de la estructura de dominación discursiva y mediática que la democracia de consumo.despliega a través de sus terminales políticos y periodísticos.
Este rasgo tiene que ver con la falta de criterio convertida en un instrumento de manipulación y control. Porque en el asunto Monedero se conjuga aquello de que "yo he perdido el boli, a ti se te ha muerto la madre, así que los dos estamos muy jodidos porque después de todo se trata de dos pérdidas".
Y efectivamente Monedero tiene cosas que explicar, pero en absoluto se puede y debe aceptar que sea lo mismo comparar un comportamiento puntual de un ciudadano con los diferentes comportamientos que se deducen de una estructura destinada a la corrupción desde hace años.
Y es una cuestión que atañe al criterio del que escucha y valora, entender que no es lo mismo robar una manzana que generar una estructura para robar de manera continua la manzana donde está la tienda que vende las manzanas.
En este sentido, se maneja mucho el argumento de que el critica debe ser puro y este argumento, casi siempre y como no podía ser de otra manera dada la finalidad con la que se usa, se maneja sin criterio, sin comprender que se trata de una falacia zafia destinada a hacer callar de una manera rápida al que levanta la voz. Porque, al final, y siendo lo imperfectos que somos, quién podría entonces hablar.
Pero parece que el que es criticado por impuro tiene derecho a reclamar pureza al que le critica desde unas alturas que de manera teórica llevan asociada una pureza que casi nunca es real.
Otro privilegio del poder.
En cualquier caso, lo más interesante de todo es que el poder a través de todo este despliegue de búsqueda de categorías a través de las anécdotas demanda a aquellos que le cuestionan una pureza que él mismo no tiene, porque al final el objetivo es demostrar que, en lo malo, Monedero es exactamente igual que ellos
Lo que indirectamente implica dar por verdadera la mayor que sostiene los argumentos de aquellos que le cuestionan.
Y por mucho que nos pongamos a Monedero todavía no han podido hacerle una foto como la que la hicieron a Felipe González en su yate.
Por eso la anécdota es anécdota y la categoría, categoría.
Todo lo demás es dejarse engañar o querer engañarse.
En este tema, no del todo edificante, de Juan Carlos Monedero se pone de manera muy clara por obra uno de los principales rasgos de la estructura de dominación discursiva y mediática que la democracia de consumo.despliega a través de sus terminales políticos y periodísticos.
Este rasgo tiene que ver con la falta de criterio convertida en un instrumento de manipulación y control. Porque en el asunto Monedero se conjuga aquello de que "yo he perdido el boli, a ti se te ha muerto la madre, así que los dos estamos muy jodidos porque después de todo se trata de dos pérdidas".
Y efectivamente Monedero tiene cosas que explicar, pero en absoluto se puede y debe aceptar que sea lo mismo comparar un comportamiento puntual de un ciudadano con los diferentes comportamientos que se deducen de una estructura destinada a la corrupción desde hace años.
Y es una cuestión que atañe al criterio del que escucha y valora, entender que no es lo mismo robar una manzana que generar una estructura para robar de manera continua la manzana donde está la tienda que vende las manzanas.
En este sentido, se maneja mucho el argumento de que el critica debe ser puro y este argumento, casi siempre y como no podía ser de otra manera dada la finalidad con la que se usa, se maneja sin criterio, sin comprender que se trata de una falacia zafia destinada a hacer callar de una manera rápida al que levanta la voz. Porque, al final, y siendo lo imperfectos que somos, quién podría entonces hablar.
Pero parece que el que es criticado por impuro tiene derecho a reclamar pureza al que le critica desde unas alturas que de manera teórica llevan asociada una pureza que casi nunca es real.
Otro privilegio del poder.
En cualquier caso, lo más interesante de todo es que el poder a través de todo este despliegue de búsqueda de categorías a través de las anécdotas demanda a aquellos que le cuestionan una pureza que él mismo no tiene, porque al final el objetivo es demostrar que, en lo malo, Monedero es exactamente igual que ellos
Lo que indirectamente implica dar por verdadera la mayor que sostiene los argumentos de aquellos que le cuestionan.
Y por mucho que nos pongamos a Monedero todavía no han podido hacerle una foto como la que la hicieron a Felipe González en su yate.
Por eso la anécdota es anécdota y la categoría, categoría.
Todo lo demás es dejarse engañar o querer engañarse.