Imagino que es pura metafísica traspasando las imágenes.
El estado de Nebraska es el noveno menos poblado de la Unión y la mayor parte del estado tiene como paisaje característico esa inmensa pradera que los indios habitaron a su antojo antes de ser barridos por el hombre blanco.
En un lugar tan solitario la figura del ser humano parece aún más pequeña, frágil y vulnerable, como en trance de poder ser aplastada en cualquier momento por esas dos inmensas superficies planas: la del cielo y la de tierra.
Esta es esa una de las imágenes características de la poética del western, la del jinete cabalgando una inmensidad que simbólicamente le devora haciendo de su ser una presencia heroicamente pequeña entre tanta inmensidad.
En este sentido, el horizonte de Nebraska se convierte en un a priori espacio-temporal en el que se inscriben las precarias y esforzadas trayectorias de unas vidas siempre demasiado insignificantes e insuficientes si se les compara con la inmensidad que les envuelve. Una inmensidad que paradójicamente suele ser casi tan grande como el deseo que mueve a esas vidas a imaginar un destino en alguna parte, al imposible otro lado del horizonte.
Se trata de una imagen que nos habla a nosotros, los hombres blancos, de esa insoportable levedad de nuestro ser, de ese vacío que permanece mientras nuestro deseo se desgasta.
Porque parece que sea ley de vida que si uno de esos deseos no nos mata termine tarde o temprano por llegar el vacío, el aburrimiento, el eterno retorno de lo mismo hasta que esa línea del horizonte se convierte en una mera y simple línea recta.
¿He dicho que a todos?
No, a todos no.
Porque Woody, el protagonista de "Nebraska" todavía tiene fuerza suficiente como para llenar ese vacío con el delirio de un premio de lotería con el que quizá pueda redimir sus pecados para con sus hijos y mujer.
La posibilidad de este premio es el mcguffin que Payne pone en juego para invocar la aparición de un conjunto de personajes que, en torno a Woody (magnificamente encarnado por Bruce Dern), comparten un cierto sentimiento de vacío que tiene que ver con el no demasiado benevolente paso del tiempo para con todos ellos; personajes que a diferencia de Woody ya sólo ven en el horizonte una mera y simple línea recta.
En general, todos los personajes que aparecen en "Nebraska" participan de una cierta inmovilidad emocional, de un algo que Shepard en su grandisima "Crónicas de Motel" llamaba "el impulso ya gastado" y que es una suerte de acción vacía, melancólica, pura forma sin contenido que en su apariencia y despliegue de mascara que ya nada oculta recuerda a las verdaderas acciones, las que sucedieron hace mucho tiempo, en el pasado, llenas de fuerza y vida.
Hay vacío en esta "Nebraska" de Payne, pero también inmovilidad, una quietud morbosa, muy cercana a la inmovilidad definitiva de la muerte, que está en todas las partes de un paisaje deshabitado que una vez fue la expresión más genuina del mito de lo americano.
Ahora, de aquellas praderas convertidas en el camino de baldosas amarillas que conducía a la gran promesa ya no queda nada, sólo un viejo cowboy a punto de la senilidad que cree desesperadamente en algo que nunca sucederá.
El impulso ya gastado de desear.
Maravillosa obra maestra.
El estado de Nebraska es el noveno menos poblado de la Unión y la mayor parte del estado tiene como paisaje característico esa inmensa pradera que los indios habitaron a su antojo antes de ser barridos por el hombre blanco.
En un lugar tan solitario la figura del ser humano parece aún más pequeña, frágil y vulnerable, como en trance de poder ser aplastada en cualquier momento por esas dos inmensas superficies planas: la del cielo y la de tierra.
Esta es esa una de las imágenes características de la poética del western, la del jinete cabalgando una inmensidad que simbólicamente le devora haciendo de su ser una presencia heroicamente pequeña entre tanta inmensidad.
En este sentido, el horizonte de Nebraska se convierte en un a priori espacio-temporal en el que se inscriben las precarias y esforzadas trayectorias de unas vidas siempre demasiado insignificantes e insuficientes si se les compara con la inmensidad que les envuelve. Una inmensidad que paradójicamente suele ser casi tan grande como el deseo que mueve a esas vidas a imaginar un destino en alguna parte, al imposible otro lado del horizonte.
Se trata de una imagen que nos habla a nosotros, los hombres blancos, de esa insoportable levedad de nuestro ser, de ese vacío que permanece mientras nuestro deseo se desgasta.
Porque parece que sea ley de vida que si uno de esos deseos no nos mata termine tarde o temprano por llegar el vacío, el aburrimiento, el eterno retorno de lo mismo hasta que esa línea del horizonte se convierte en una mera y simple línea recta.
¿He dicho que a todos?
No, a todos no.
Porque Woody, el protagonista de "Nebraska" todavía tiene fuerza suficiente como para llenar ese vacío con el delirio de un premio de lotería con el que quizá pueda redimir sus pecados para con sus hijos y mujer.
La posibilidad de este premio es el mcguffin que Payne pone en juego para invocar la aparición de un conjunto de personajes que, en torno a Woody (magnificamente encarnado por Bruce Dern), comparten un cierto sentimiento de vacío que tiene que ver con el no demasiado benevolente paso del tiempo para con todos ellos; personajes que a diferencia de Woody ya sólo ven en el horizonte una mera y simple línea recta.
En general, todos los personajes que aparecen en "Nebraska" participan de una cierta inmovilidad emocional, de un algo que Shepard en su grandisima "Crónicas de Motel" llamaba "el impulso ya gastado" y que es una suerte de acción vacía, melancólica, pura forma sin contenido que en su apariencia y despliegue de mascara que ya nada oculta recuerda a las verdaderas acciones, las que sucedieron hace mucho tiempo, en el pasado, llenas de fuerza y vida.
Hay vacío en esta "Nebraska" de Payne, pero también inmovilidad, una quietud morbosa, muy cercana a la inmovilidad definitiva de la muerte, que está en todas las partes de un paisaje deshabitado que una vez fue la expresión más genuina del mito de lo americano.
Ahora, de aquellas praderas convertidas en el camino de baldosas amarillas que conducía a la gran promesa ya no queda nada, sólo un viejo cowboy a punto de la senilidad que cree desesperadamente en algo que nunca sucederá.
El impulso ya gastado de desear.
Maravillosa obra maestra.