domingo, junio 14, 2015

"La principal fuerza desestabilizadora tiene que ver con el hecho de que la tasa de rendimiento del capital en el sector privado, r, puede ser significativamente más alta durante largos períodos de tiempo que la tasa de crecimiento del ingreso y de producción, g.
La desigualdad r> g  implica que la riqueza acumulada en el pasado crece más rápidamente que la producción y los salarios. Esta desigualdad expresa una fundamental contradicción lógica. El empresario tiende inevitablemente a convertirse en una rentista cada vez más dominante sobre los que no poseen más que su fuerza de trabajo. Una vez constituido, el capital se reproduce más rápido que la producción aumenta. El pasado devora el futuro ".

Muy lejos de lo sublime estamos...

"El dominio de las pasiones en nombre de principios, es sublime."

Chistes e intoxicación

El tema de los twits de Guillermo Zapata, nuevo concejal del nuevo equipo de gobierno municipal del gobierno de Madrid, es otro ejemplo de lo importante que es la descontextualización en la guerra sucia en que hoy en día se ha convertido esa esfera de comunicación interesada que antes se decía que ocupaba la información.

¿Y por qué descontextualización?

Porque los mencionados twits forman parte de un contexto, de una conversación en la que se debatían los limites del humor.

Y dentro de ese contexto los chistes van entrecomillados y se presentan como ejemplos precisamente de esos límites del buen sentido que a veces se franquean, pero nada de eso ha importado.

Olvidando los entrecomillados, se han considerado como expresiones propias de Guillermo Zapata y cumplir han cumplido su función, la de ofrecer el clavo ardiendo de un discurso al que los voceros del sistema pueden agarrarse (con gusto además) para enturbiar el maravilloso día de hoy. Un día de alegría en el que las fuerzas populares han ocupado las alcaldías de las más importantes ciudades del país, aspecto que por sí solo muestra a quien quiera verlo quién ha sido el verdadero ganador de las pasada elecciones municipales.

Pero nada de eso ha importado.

Ni siquiera ha importado que Irene Villa, una de las mencionadas en alguno de esos chistes entrecomillados, participase en esa reunión.

Ha brillado por su ausencia la voluntad de informar, sólo ha destacado la necesidad de ofrecer un hueso que roer a aquellos que que quieran roer ese maldito hueso.

Y abundando en este sentido es increíble la interesada falta de rigor en un debate público que si algo demuestra es ese carácter tan fundamentalista y nada democrático de estar ansioso por ofenderse y escandalizarse.

Porque hay personajes que en medios ya se comportan como telepredicadores de su propia desinformación, voceros que claramente definen el bien y el mal según les va en la feria. Personajes siniestros que son verdaderos soldados mercenarios al servicio de la desinformación mientras que, a boca llena, proclaman estar del lado de la verdad,

La guerra sucia continúa.

La nueva izquierda no podía disfrutar tranquilamente de su nuevo éxito sin que el viejo sistema intentase aguarlo mostrando al mismo tiempo su podredumbre, porque al final lo que va a quedar de estas municipales son los nombres y los rostros de las principales ciudades de España, unos nombres y unos rostros que no son los suyos ni los de sus amos y esto hay que evitarlo.

Igual que aquella frase que el futbolista Juanito pronunció sobre lo que suponía jugar en el Bernabeu para los equipos visitantes en las noches europeas, una frase que señalaba lo largos que los noventa minutos que dura un partido podían llegar, lo que traslucen estas noticias claramente malintencionadas e intoxicatorias es lo largos que también pueden llegar a hacerse los cuatro meses que quedan hasta las generales de Noviembre en esta España de ave y pandereta.

Si consideramos la investidura de los nuevos alcaldes como el pitido con el que se da inicio el partido, la primera entrada a la altura de la rodilla ha sido hoy, nada más empezar, contra Guillermo Zapata que como horda roja que es no tiene el menor respeto por los valores de civilización y humanidad que defiende nuestra sociedad,

De ahora en adelante, cualquier cosa les va a valer, sea verdad o mentira y a estas alturas, con el grado de abyección en el que estamos, unas comillas no significan nada,

Y la batalla se va a dar en ti, en tu cabeza, en tu criterio.

Porque la verdad o la mentira han dejado de contar.

Ellos saben que lo que verdaderamente importante es lo que la gente quiere creer, de lo que se trata es de proporcionar argumentos para los que quieren creer sigan creyendo.

Más huesos que roer lanzados a diestro y siniestro.


Vomitivo.

sábado, junio 13, 2015

Celebración

No hubiera tenido el Movimiento Dogma la repercusión pública que tuvo allá, a mediados de la década de los noventas, de no haber estado implicado en sus orígenes el nombre del director Lars von Trier y el titulo de esta película: "Celebración", precisamente la primera película de este movimiento,

Su propósito de combatir la elaboración del cine más comercial con una vuelta a una suerte de enfoque artesano primigenio que encontraba su referente a esa cámara en mano de Truffaut y Godard, los maestros de la nouvelle vague no tuvo demasiado recorrido.

En un momento el que cine norteamericano con presencia industrial, bien desde el marco independiente, bien desde el marco de lo estrictamente mainstream, colonizaba las pantallas europeas, la propuesta dogma suponía una especie de bunkerización de la sensibilidad europea cinematográfica basada en una radicalización de esa sensibilidad que buscaba un acabado crudo, diametralmente opuesto al elaborado acabado de los productos industriales, en el que los polos de atracción debieran ser la sensación realista basada en lo documental y el poder de las historias que se cuentan,

En este sentido, no estoy seguro de qué fue primero: si el movimiento Dogma o "Celebración", su primera película.

En cualquier caso, "Celebración" es una película extraordinaria que por sí sola garantiza la continuidad del movimiento Dogma en el tiempo, si quiera como recuerdo.

Lo que nos muestra "Celebración" es el cuestionamiento de la figura patriarcal por parte de uno de los hijos, precisamente en el momento de mayor esplendor de aquel: en una reunión familiar con motivo de su sesenta cumpleaños en el que toda la familia se reúne a rendir pleitesía al monarca absoluto.

En pleno banqueta, y con la mayor naturalidad del mundo, Christian acusará a Helge de haber abusado sexualmente de él y de una hermana muerta a lo largo de toda su infancia.

Esta escena brutal desde su naturalidad y transparencia supone un punto de ruptura narrativo.

Si hasta entonces "Celebración" había transcurrido por un cauce tranquilo de descripción de un variado entorno de personajes, historias y situaciones, desde la confesión de Christian la película caerá en una vertiginosa cuesta abajo en el que hasta la violencia tendrá lugar.

En este proceso, Christian encontrará un aliado en los empleados de la casa, que harán todo lo posible en desenmascarar el patriarca, aspecto que hace que la política tenga un interesante eje político en el que el esfuerzo por la verdad se sitúa abajo, con los empleados, y el esfuerzo por negarla o enmascararla se sitúa arriba, con los miembros de la familia.

Son memorables lo momentos en que todos los familiares intentan hacer como si Christian no hubiera dicho nada, momentos que terminan en violencia cuando Christian persiste y rechaza entender el mensaje de callar e ignorar.

"Celebración" es una película admirable, rica, inteligente y lo que es más importante, no escrita por un padre sino por un hijo, por un oprimido por un orden injusto.

Y es este para mi gusto su mayor atractivo.

Al final siempre priva el punto de vista de los padres y a los padres, no se por qué, se les termina perdonando todo,,, aunque sea con el silencio y el olvido.

Sobre el oprimido siempre cae la responsabilidad de entender, de perdonar, de hacer como su nada hubiera sucedido.

También hay política en los entornos familiares.

Brillante.

domingo, junio 07, 2015

El viento

Dirigida en 1928 por el sueco Victor Sjöström, "El viento" es una de las grandes películas del último cine mudo.

Se trata de un melodrama en el que su protagonista Letty, interpretada por Lillian Gish, pasará de la civilizada y tranquila Virgina a las duras condiciones de vida en el estado de Texas.

Esta dureza del territorio estará encarnada y resumida por el viento que constantemente azota el territorio donde los rancheros se han asentado e intentan salir adelante.

Asimismo, Letty se convertirá en el vértice de un triangulo amoroso que protagonizarán el ranchero Lige y el comerciante Roddy, ambos representarán a su vez y respectivamente el definitivo anclaje en ese territorio inhóspito y una posibilidad de escape.

Ambas exigirán un precio elevado de pagar para la protagonista quién a lo largo de toda la historia se ve sometida a una constante presión que el viento simboliza con su constante presencia: presión por adaptarse a una nueva y difícil vida, presión para elegir entre el hombre que la obligará a permanecer en el territorio o el hombre que la ofrece escapar.

Lillian Gish ofrece una magnífica interpretación de Letty, mostrando en su estar los efectos desgarradores de esa inclemente presión que las nuevas circunstancias de su vida le deparan; presión que conducirá inevitablemente al desgarramiento dramático de un final en que la muerte estará presente.

Un final impuesto a Sjöström que por otra parte resulta demasiado apresurado y acomodaticio, y que en absoluto se corresponde con la escalada dramática que el director propone a lo largo de toda la película y que en absoluto parece dejar lugar a la posibilidad del final feliz que efectivamente se produce.

En cualquier caso, y pese a su decepcionante final feliz, "El viento" es un extraordinario espectáculo visual que recuerda al espectador que el cine nunca ha necesitado hablar para ser poderoso y elocuente.

Los planos de la arena impulsada por el viento como metáfora de las ineludibles exigencias de la realidad que Letty debe afrontar en su nueva vida definen un contexto duro e inapelable que poco a poco van haciendo mella, erosionando, su carácter.

Brillante.

sábado, junio 06, 2015

Reproche a la normalidad

Una de las grandes lecciones que el holocausto nazi nos ofrece fue puesta en valor por Hannah Arendt mediante su idea de la banalidad del mal.

Arendt procesa este concepto durante su seguimiento del juicio que el estado de Israel hizo a Adolf Eichmann uno de los más importantes ejecutores de la solución final contra los judíos.

Para Arendt lo peor y, al mismo tiempo, lo más interesante de Eichmann es que no se trata del monstruo despiadado y brutal que las acusaciones pretenden hacer ver.

Muy al contrario, Eichmann se muestra como una persona normal, que simplemente se ha limitado a seguir al pie de la letra unas ordenes sin cuestionarlas. Eichmann obedece sin pensar e incluso considera que merece ser aplaudido y premiado por haber cumplido esas ordenes con eficiencia.

A partir de esa posición, Arendt construye su libro "Eichmann en Jerusalen" y en él ofrece una visión heterodoxa y critica de la normalidad.

En su opinión, la barbarie de los campos de exterminio fue llevada a cabo no solo por monstruos infames y sádicos sino también por probos ciudadanos que creían, como Eichmann, estar cumpliendo con su deber. Unos ciudadanos que, desde la normalidad, habían suspendido su capacidad moral de pensar y de juzgar las ordenes que recibían.

Sin embargo, tanto en el juicio de Nüremberg como en el de Jerusalen, prima la visión del criminal como un monstruo sádico e irracional y contra esta visión precisamente construye Eichmann su defensa, considerándose inocente y eximido de culpa por el simple hecho de sumarse con obediencia máxima a la mecánica legal y eficiente de un estado y de un régimen.

La derrota del nazismo hubiera sido una buena ocasión para poner en valor el cuestionamiento del poder del estado por parte de sus ciudadanos, destacando los actos de resistencia contra el nazismo, dando relevancia a la persona como ciudadano propietario del derecho inalienable a la resistencia pasiva o activa cuando un gobierno se pasa de la raya.

Pero en el cierre del nazismo como evento social y humano prima precisamente su consideración como algo que no es precisamente humano y en este cierre priman los intereses del poder que también eran los países miembros de la victoriosa coalición aliada.

Porque, y por encima del conflicto que se resuelve en el conflicto bélico, es mucho más importante la salvaguarda de unos principios de hegemonía y dominación que son de mucho más largo recorrido histórico.

Por eso no se pone en valor la resistencia y se acepta la sumisión de los alemanes a su gobierno, hiciera lo que hiciese, como una muy conveniente moraleja que impide, desde los propios estados, abrir la posibilidad a un cuestionamiento por parte de los ciudadanos.

Por eso, y a la luz de la historia, tienen más peso en esta lucha los ejércitos de los estados que las fuerzas populares de resistencia que surgieron por todos los lugares de la Europa ocupada.

Hannah Arendt, en línea con la visión pesimista que los pensadores de la Escuela de Frankfurt tenían de las sociedades democráticas, fue capaz de ver en esa banalidad del mal como una de las consecuencias del comportamiento desviado de un estado, de un poder. Un comportamiento desviado que convierte a sus ciudadanos obedientes y normales en monstruos al servicio de ese monstruoso poder.

Las contradicciones que generan las luchas por la protección de derechos, los descontentos que no debieran tener motivos para estarlo en nuestras sociedades abiertas, pudieran haber tenido su legitimación en un análisis de la victoria del nazismo que incluyera la desobediencia civil como un derecho inalienable del ciudadano. Pero, y como escribo, se prefirió justificar la obediencia de los muchos antes que poner en valor el sacrificio de unos pocos desobedientes.

Por eso los nombres de los alemanes que sacrificaron sus vidas para oponerse a lo injusto y cruel del nazismo no nos son, hoy en día, tan familiares como los nombres y apellidos de sus victimas.

La historia la escriben los vencedores y los estados que derrotaron al nazismo pusieron por encima de todo su carácter de estructuras de poder sobre la libertad de su ciudadanía prefiriendo no sentar el precedente de la desobediencia civil como arma a disposición de sus súbditos. Prefirieron también elogiar la sumisa obediencia de una mayoría frente a los desesperados actos de oposición basados en la reflexión y la conciencia.

En esta manera de abordar su victoria sobre los fascismos sentaban las bases de una nueva dominación, más inteligente y menos cruel; una dominación basada en la obediencia y la sumisión y en el concepto de normalidad, esa normalidad que tanto quiere Rajoy para su electorado, convertida en una de las Bellas Artes.

La normalidad de los que obedecen a ciegas, sin pensar, sin conciencia.

Arendt lo supo ver y también supo ver que los Estados Unidos, como punta de lanza de las democracias occidentales, derivaba hacia una suerte de despotismo asiático recubierto por el celofán de la sociedad de consumo y la democracia como táctica, abandonando lo más esencial de su alma: esa idea de República de ciudadanos libres que orientan sus decisiones en favor del bien común.

Es imposible entender la trampa de estas sociedades abiertas sin Hannah Arendt.

Es imposible entender nuestras sociedades hoy en día sin esa visión perversa y oscura de la normalidad.

¿Y cuál es el principal mal de la normalidad?

En sus "Origenes del totalitarismo" Arendt encabeza uno de sus capitulos con la frase de David Rousset, un líder de la resistencia, un hombre nada normal. Su frase dice lo siguiente: "Los hombres normales no saben que todo es posible".

La normalidad es conveniente porque los hombres normales se limitan a aceptar tranquilamente una realidad... y los mejores de ellos, como Eeichmann pensaba que era, a dar lo mejor de si mismos para mantenerla.

No saben que todo es posible, sólo conciben como posible esa normalidad que viven.

Y al final éso es lo que nos piden nuestros políticos ahora. Nos piden un poco de esa normalidad, que aceptemos sin pensar que las cosas son así y que no es posible cambiarlas.

No es nada buena la normalidad cuando hay dos millones de familias sin ingresos y algunos se lanzan por la ventana cuando están a punto de dejarles sin techo.

No es un valor en sí misma.

No lo es en absoluto.

Ciudadanos y hombres "normales" con conceptos antagónicos.


The Searchers

Es pura lógica.

Si John Ford es uno de los grandes directores de la historia del cine y "The Searchers" es un de sus mejores películas, entonces "The Searchers" es una de las mejores películas de la historia del cine.

Cada cierto tiempo "The Searchers" te llama para que vuelvas a verla y encuentres en el acotado espacio de su duración una profundidad infinita, llena de riquezas y matices.

Este es sin duda su poder y también su magia.

"The Searchers" no se acaba nunca.

Los niveles narrativos se multiplican, niveles que se ven pero también niveles que no se ven, que el espectador intuye en miradas y actitudes de los personajes que Ford parece poner esperando que alguna vez la mirada las encuentre.

Puede decirse que la precision de "The Searchers" es casi de alta definición y es así porque cada personaje tiene su historia.

Ayudado por la Vistavisión que agrandaba la anchura de la pantalla a diferencia del Cinemascope, que la alargaba, Ford construyó con caligrafía precisa el complejo y delicado entramado que constituían las escenas corales.

No eran necesarios los primeros planos y así podía mostrar la confluencia de varias líneas narrativas como aquella en la que el reverendo Clayton (Ward Bond) termina su desayuno, recordando la historia que hay detrás de lo que sucede a su espalda: la despedida de Ethan de la mujer de hermano.

También le permitió utilizar la profundidad de campo como elemento narrativo como la carrera de Debbie duna abajo mientras Ethan y Martin Pawley discuten o el maravilloso acoso que los apaches hacen a la columna de rangers.

Todos estos elementos con la complejidad que desencadenan confieren a "The Searchers" una cualidad casi documental, una poderosa sensación de realidad generada por toda esa fragmentación y complejidad que Ford presenta en cada plano, secuencia y escena de manera maestra, construyendo como un pintor de historias cada encuadre y logrando que aquello que se le muestra al espectador no se agote con el rápido golpe de una mirada.

Como la realidad, la planificación de "The Searchers" propone profundidad y complejidad a la mirada del espectador conminándola casi a volverse reflexiva, exigiéndole introducirse en la historia porque hay muchas cosas que se está perdiendo, cosas que no se dicen pero que son igual o más importantes que aquellas que efectivamente se dicen.

El esfuerzo del derrotado y perdido Edwards por lograr sentirse justificado, su empeño por recuperar a la pequeña Debbie convertido en una obsesión por encontrar un sentido a una desnortada existencia alcanzan dimensiones épicas gracias a la mirada maestra de John Ford.

Y al final, tras regresar a Debbie al hogar, Ethan volverá a enfrentarse a lo incierto, al árido paisaje del oeste, quedando todas las certezas tras la puerta de ese hogar que el resultado de su propia vida le niega.

En ese momento, Ethan resume la contradictoria gloria del hombre de la frontera, abriendo un mundo a una civilización de la que nunca podrá formar parte porque en él hay algo del salvaje que no tiene cabida en el hogar cuya puerta se abre al principio de la película y que también se cierra al final de la misma.

Un magnífico John Wayne sabe mostrar con maestría actoral el afilado brillo de ese salvaje componiendo un personaje sombrío, que se desenvuelve como pez en el agua en un entorno fronterizo y extremo cuyas esencias le envenenan, le alejan de lo que un hombre civilizado debe ser aunque paradójicamente le convierten en esencial instrumento para que los hombres civilizados, los que pueden cruzar ese umbral casi fronterizo del hogar, consigan su propósito.

En este sentido, "The Searchers" es un western precursor de la revisión del western que la generación de directores procedentes de la televisión empezaban a hacer contemporaneamente, por la misma época en que se rodó la película.

Ethan Edwards ya es un anti-héroe.

El vaquero solitario lo es porque no le queda otro remedio.

Su propia vida le mancha.

Obra maestra.

viernes, junio 05, 2015

Uzak

Definitivamente, el turco Nuri Bilge Ceylan tiene ese talento tan difícil, y muy cinematográfico,  de conseguir que las imágenes hablen por sí solas.

Dirigida en 2002, Uzak nos cuenta la historia de dos personas con origen familiar común, aunque de naturaleza opuesta que conviven durante un tiempo sin llegar ni a comprenderse ni a entenderse.

La película comienza con Yusuf abandonando su pueblo camino de Estambul. No hay trabajo para él en su pueblo y espera encontrarlo en la gran ciudad aprovechando que allí vive Mehmet, un pariente suyo.

Mehmet es fotografo y hace ya mucho tiempo que su vida nada tiene que ver con l vida de Yusuf, de extracción más humilde.

Por diferentes causas, Yusuf en el paro y Mehmet superando una reciente separación, ambos se encuentran en situaciones existenciales complicadas.

Lo que Ceylan nos muestra en Uzak es esa distancia que separa a los dos personajes, quienes no serán capaces de establecer un vinculo, un canal de comunicación que convierta esa convivencia en una relación.

Y o mejor que tiene Uzak es el modo silencioso en que Ceylan nos muestra esa incomunicación. Apenas hay diálogos a lo largo de la duración de la película en donde prima el silencio entre las personas, por encima del bullicio de la ciudad que Ceylan encuadra con su habitual talento para construir imágenes precisas y hermosas.

Al final la distancia que separa a ambos personajes se termina imponiendo una distancia que quizá Mehmet empieza a valorar sentado al borde del Bósforo, contemplado el lado asiático del que vino Yusuf, en la secuencia final con que Ceylan remata esta maravillosa Uzak.

Extraordinaria.


jueves, junio 04, 2015

“La crisis cubana se resolvió por un acuerdo secreto entre Kruschev y John F. Kennedy que obligaba a los Estados Unidos a desmantelar sus bases de misiles en Turquía e Italia. Aunque Washington planeaba reemplazar éstos misiles con submarinos Polaris en un futuro próximo, la retirada de los misiles supuso un revés para la OTAN. Al mismo tiempo, y después de una reunión con la ministra de Relaciones Exteriores de Israel, Golda Meir, Kennedy comenzó a preparar un despliegue de misiles avanzados Hawk (tierra-aire) en Israel, poniendo así fin a una política de equidistancia entre los dos lados del conflicto árabe- israelí. Los misiles fueron desplegados en 1965, dando a Israel una decisiva ventaja defensiva sobre sus vecinos árabes.”

Omar

Es una película muy inteligente esta "Omar" dirigida por el palestino Hany Abu-Assad.

Huyendo del cine ideológico y directamente panfletario. "Omar" nos presenta una visión crítica y desesperanzada de la palestina ocupada por Israel, viviendo casi un estado de "aprtheid" pero lo hace desde lo micro, desde una vida cotidiana entendida desde la mas elemental imposibilidad.

Y es el personaje cuyo nombre llama a la película quién experimenta esa imposibilidad y la manifiesta a quien quiera escucharla y verla porque si algo cuenta "Omar" es la imposibilidad de una vida normal dentro de un entorno eminentemente abyecto que lleva a quienes lo viven a la destrucción y al enfrentamiento.

Lo que podemos ver en "Omar" es el progresivo proceso de destrucción de una amistad entre jóvenes y de un amor entre dos adolescentes como consecuencia de la existencia omnipresente de la ocupación israelí,

En este sentido, el estado de Israel materializado en el actor Waleed Zuaiter que interpreta a un agente del Shin Bet, el servicio de inteligencia para el interior de Israel, se convierte en una presencia siniestra que a fuerza de explotar lo peor de todos con su constante presión para generar traición terminará haciendo imposible la situación inicial que define a los personajes como amigos y amantes, creando un ambiente enrarecido en el que nadie puede confiar en nadie.

Omar, que es el héroe, precisamente lo es por tenerlo claro al principio de la película y mucho más claro al final cuando comprende todo lo que le ha costado la inicial decisión de presentar batalla a la ocupación israelí.

Y ese todo, es precisamente todo, haciendo aún más loca y desesperada su oposición a Israel; aspecto que queda claramente reflejado en un final en el que el espectador tiende a no apostar demasiado a favor del futuro de Omar.

Así, Omar muestra con inteligencia y acierto una radiografía del espíritu palestino, definiendo muy bien el lugar que Israel ocupa no sólo como fuente de violencia sino también como fuente de abyección, porque en realidad no se puede dominar un pueblo sin destruirlo.

La tragedia de Omar es la tragedia de toda Palestina.

Brillante.



Pitidos

Rozando ya la cincuentena y sin saber que pitar a algo o a alguien no es manifestar de manera pública una desaprobación, justo lo contrario de aplaudir, sino que directamente es un acto de violencia.

Imagino entonces que aplaudir a los que pitan también debe ser un acto de violencia hacia aquello o aquello que son pitados.

Y lo que no puedo imaginar es el modo en que se calificaría un acto violento real si los pitidos, algo pacífico, es considerado un acto de violencia.

Supongo que podría hablarse de violencia de baja intensidad para los actos no violentos y violencia de alta intensidad para los actos verdaderamente violentos.

Alguna mierda conceptual de este tipo seguro que arbitrarán para seguir adelante con la tontería.

Imagino también que la legislación deportiva deberá cambiar y se podrán cerrar recintos deportivos cuando la afición pite al visitante y al local o se podrán desalojar recintos culturales cuando el público patee la nueva propuesta de música conceptual o la nueva propuesta de teatro experimental.

En cualquier caso es verdaderamente preocupante la interesada confusión del acto de violencia con la expresión pública de desaprobación.

Entiendo que en una sociedad abierta son concebibles las expresiones privadas y públicas de desaprobación y de toda la vida acciones como pitar o abuchear no son otra cosa que expresiones públicas de desaprobación, un mero y simple acto social de comunicación en el que A le dice a B que hay cosas en él que no comparte.

Pero el nacionalismo español sigue con el bigote de Franco puesto para criminalizar a todos los que le desaprueban y en esta actitud le asoma por debajo del uniforme de español los blancos faldones de serlo por la gracia de Dios, aspecto que hace aún más condenable la desaprobación puesto que se trata de infieles, de hordas rojas que deben ser tratadas sin la menor consideración.

Y la violencia, aunque no se manifieste de manera real, a los malos, a los que están apartados de la gracia y la luz de Dios, siempre se les presume.

Y es que para algunas cosas el régimen del 78 sigue con el bigote de Franco puesto.

Porque no hay libertad de expresión que valga para los temas que tienen que ver con la buena religión o la fe.... O estas conmigo, o contra mi. No hay un punto intermedio.

En España, como hace 50 años, la idea de España sigue siendo sagrada y como los fanáticos fundamentalistas del SIL nada que no sea la adhesión inquebrantable es aceptable cuando se trata de la religión verdadera... o del país verdadero por la gracia de Dios.

Franquismo sociológico puro y duro.

El Caudillo cabalgando como el Cid después de muerto.

domingo, mayo 31, 2015

Paradojas

Algo no marcha bien.

Tiene gracia que la sociedad en que vivimos nos impida construir una sociedad más humana

Tiene gracia que esta sociedad inhumana, en progresivo deterioro, sea lo mejor que podamos conseguir. O al menos eso es lo que dicen severamente algunos.

Y por lo visto cuesta muy caro ser humano.

Sale mucho más barato ser una bestia egoísta y miserable. Eso sí, perfectamente trajeada y encorbatada.

La factura es impagable.

No nos la podemos permitir mientras al mismo tiempo y por turnos los que pueden permitirselo se lo permiten todo.

Y lo cierto es que no hemos llegado demasiado lejos de la selva que abandonamos a gatas hace unos cuantos miles de años.

Tantos puentes, tantos quijotes, tantas giocondas para llegar a ésto, a una acumulación de cosas, de deseos no nos dejan ver los árboles que a su vez no nos dejan ver el bosque.

Y no es menos cierto que se puede estar peor que sólo en este inmenso universo.

Lo estamos descubriendo.

Además de sólo, se puede estar abandonado por lo mejor del sublime espíritu de lo humano.

Convertido en un animal preocupado por llegar a fin de mes mientras sueña inalcanzables sueños que parecen ciertos.

Convertido en un lobo para el hombre.

Devorando hoy y siendo devorado mañana.

Produciendo el venenoso sueño de unos números estupendos mientras a la espalda de todos algo no marcha bien.

Mayorías y minorías

J
Con independencia de los resultados que se produzcan en unas elecciones es una obligación de los propios políticos el generar entornos estables de gobierno.

Pero aquí, en España, esa necesidad se traslada a los ciudadanos y sobrevuela en muchos discursos mediáticos el hedor de una idea nada democrática: votar bien es votar mayorías estables.

La obsesión que en España hay por la estabilidad es otra herencia del franquismo que está presente en el régimen democrático del 78. Una obsesión que nos lleva a ponernos la venda antes de la herida y generar precisamente el escenario para que se produzcan esos desacuerdos.

¿Por qué?

Pues porque el partido que gane unas elecciones tiene que tener mayoría suficiente para gobernar, aspecto que el votante tiene que tener en cuenta a la hora de emitir su voto. Es la idea tan siniestra del voto útil que en este país se procesa con tanta normalidad. Y digo siniestra porque al final el votante, y a la hora de decidir su voto, no está a solas con su pensamiento sino también con las posibles consecuencias de su voto para la gobernabilidad del país.

La idea del voto útil forma parte del régimen bipartidista del 78.

No es lo primero el voto en conciencia, sino el voto en conciencia filtrado por sus posibles consecuencias ya que, como nuestros políticos son incapaces de dialogar y llegar a acuerdos, le trasladan al elector la necesidad de un resultado claro, que les ponga las cosas fáciles y que evite la necesidad de negociar unos programas electorales en algunos casos inexistentes.

Déjate de tonterías votante y vota al PSOE o al PP.

Mejor así.

Ahora, en España, damos por hecho que el desacuerdo es más posible que el acuerdo, lo cual no está demasiado alejado de la realidad dentro de una cultura política donde negociar significa dos cosas: o bien que el otro acepte todo mi planteamiento sin rechistar, o bien ceder en lo irrelevante (y no en todo porque a ver si se van a pensar que somos débiles). Pero no deja de llamar la atención el reproche encubierto que algunos hacen, casi siempre de manera inconsciente, a los fragmentados resultados de las municipales.

No hay nada más democrático que armonizar las voluntades de diferentes sensibilidades, que por cierto debería ser lo normal en una sociedad abierta, en un contexto civilizado de cultura de la comunicación en el sentido habermasiano del término: personas que se comunican, que tienen en cuenta tanto los intereses propios como los de los otros, que no se mienten y que reflexionan,

Todo lo contrario que votar lideres absolutos cada cuatro años.

Y sin embargo son los valores más democráticos los que se cuestionan en favor de planteamientos más autoritarios recubiertos con el venenoso celofán embellecedor de una retórica de democracia y libertades.

Nos lo tendríamos que hacer mirar.

Tomorrowland

Disneyland, el primer parque temático que Walt Disney abrió en 1955, se componía de cinco zonas temáticas, una de ellas se llamaba Tomorrowland.

Tomorrowland desarrollaba una visión optimista y tecnológica del futuro que echaba sus raíces en uno de los conceptos más importantes y potentes de la Ilustración y del movimiento de modernidad que aquella inspiró: el poder de la razón como elemento liberador del hombre y el papel de la tecnología como brazo ejecutor de ese movimiento de liberación.

Este movimiento carecía absolutamente de una visión ideológica y se basaba en un planteamiento objetivista centrado en las necesidades y su satisfacción.

Todo este planteamiento inspiró el optimismo de la opulenta sociedad norteamericana de los cincuentas del siglo pasado en donde revistas como "Mechanix Illustrated" hablaban a sus lectores de una confortable vida futura en la que en la década de los ochentas los coches volarían y se podría pasear tranquilamente y en familia por la superficie de la luna.

Disney decidió ofrecer en Tomorrowland una fisicidad mayor que los estupendos dibujos que ilustraban las portadas de esas revistas.

La confianza en el futuro y la confianza en la tecnología como herramienta principal para domesticarlo eran uno de los pilares fundamentales sobre los que se asentaba el concepto de República que resume lo mejor del imaginario de lo estadounidense.

En contraposición al dogmatismo monolítico de la revolución francesa, la revolución norteamericana propone un concepto de republicanismo civico, una arcadia de ciudadanos libres e independientes en donde impera a ley que esos ciudadanos se dan de mutuo acuerdo.

Esa utópica república es el territorio de la virtud ciudadana, la buena conducta y la responsabilidad cívica de los unos con los otros.

Hoy en día, los Estados Unidos están muy lejos de esa idea, pero en su momento fue un concepto potente que inspiró la personalidad de Roossevelt y su New Deal, un concepto que podía incluso dialogar con lo mejor de la idea bolchevique que inspiró la Revolución Rusa.

Estamos demasiado lejos de esas ideas de comunidad armónica, de colectivo solidario, en un mundo donde hemos construido toda una mitología en torno al individualismo, algo tan en contra de la esencial naturaleza del hombre como ser social.

"Tomorrowland" el nuevo blockbuster de Disney se inscribe en este contexto para extraer su energía de esa concepción neutra del conocimiento en el que los sabios se dedican a pensar cómo hacer mejor la vida del ser humano.

Inspirada por Tesla, Verne o Edison "Tomorrowland" es una realidad paralela donde existe una república de sabios cuya única motivación es el saber por el saber. Desgraciadamente, esa república se convierte en metáfora de la evolución pesimista y autoritaria de nuestras sociedades y deviene en una tiranía que sólo un pequeño robot dedicado a captar talento en la tierra llamado Athena se atreve a desafiar continuando su programa de captación.

Pero la captación no tiene ahora como fin crear, sino evitar la destrucción del planeta.

Las dos últimas balas de Athena serán un descreído y cínico  Frank Walker (George Clooney) y una recalcitrante en la esperanza Casey  Newton (Britt Robertson). Sobre ellos dos individuos solitarios con un poderoso mundo propio, dos niños eternos en la línea spilberiana. recaerá la necesidad de salvar el mundo.

"Tomorrowland" es una película muy curiosa en la que Disney parece envolverse en la bandera de los ideales que inspiraron el trabajo de su creador convirtiéndolos en armas de ilusión y esperanza, armas con las que enfrentarse a un mundo que precisamente ya carece de esa inspiración que en otro tiempo le animara.

Lo mejor de la modernidad fue lo que inspiró esa idea esperanzadora y optimista del futuro, una idea que a estas alturas de la película en absoluto nos creemos pero que tengo que confesar que me gusta porque, de repente, Disney se semeja a uno de esos personajes de Peckinpah que, antes de liarla, siempre dicen que quizás los tiempos hayan cambiado pero ellos no.

Hay una idea muy inteligente tras el guión de Damon Lindelof que el director Brad Bird ilustra con talento: utilizar las ideas milenaristas de contestación al sistema que cada vez son más poderosas entre los jóvenes para generar sinergias de Disney con las nuevas generaciones, algo que Disney siempre ha buscado para prorrogar su imperio.

Antes daba por sentada la existencia de la ilusión, el optimismo y la esperanza, ahora los tiempos han cambiado y nos habla de la necesidad de sentir ilusión, optimismo y esperanza en un mundo que parece haber perdido toda esa riqueza espiritual y que precisamente por eso se encamina a su destrucción.

Y lo hace además con un producto cinematográfico brillante, de acabado perfecto, espectacular en ciertos momentos y convenientemente trufado con esos puntos calientes de emoción y sentimentalismo que Disney sabe cocinar tan bien.

Michael Eeisner, el gran ejecutivo que mantuvo la independencia de Disney como major convirtiéndola en un emporio del entretenimiento, siempre tuvo claro que su negocio eran los contenidos y está claro que sigue siendo lo suyo.

"Tomorowland" lo demuestra.

Un producto potente, comercial y mainstream que sin embargo se las arregla para utilizar algunos de los aspectos de lo contracultural que flota en el ambiente de comienzos de este siglo como booster para llegar al espectador como siempre Disney ha hecho.

No hay que subestimar al capitalismo. En "Tomorrowland" utiliza la idea de su propio fracaso para seguir produciendo productos, para seguir subsistiendo.

Brillante.



sábado, mayo 30, 2015

Manuela Carmena no lee Juego de Tronos

Al final, el poder es un efecto. No es una causa.

Lo malo de la política actual es la necesidad de generar una mayoría de manera ficticia, táctica. prometiendo una cosa u otra.

Otra cosa es la política que plantea Podemos.

La política de la estrategia, de las mayorías sociales que se articulan en una presencia política en las instituciones.

Ambos ámbitos son diametralmente opuestos.

La articulación de esa mayoría, de esa transversalidad transformadora tiene su lugar fuera de la política, en el ámbito social donde como máximo se desarrolla la tarea pedagógica de poner un nombre a aquellas cosas que la gente siente y padece.

No hay que vencer, hay que convencer.

Y una vez que se convence, con esa mayoría articulada, es cuando llega la hora de la política.

En este sentido, el posicionamiento de Podemos en la arena política, un posicionamiento impaciente que da por hecho la existencia de una mayoría social es preocupante.

Y en este contexto tiene sentido la admiración que su líder, Pablo Iglesias, tiene por Juego de Tronos.

En esta historia prima la visión instrumental del poder, una visión muy de la vieja política, en la que prima la táctica de alcanzar el poder. Así, las continuas idas y venidas de las diferentes familias en torno al trono de hierro son una clara extensión de la lucha política en nuestras sociedades democráticas occidentales.

La moral queda fuera de un peligroso y mortal juego darwinista de supervivencia en el que el más fuerte triunfa.

Prima más la erótica del esfuerzo por alcanzar el trono, que la propio erótica del trono, del poder mismo, como si esa jefatura estuviese vacía de un contenido que traen consigo aquellos que lo ocupan.

¿Qué significa ocupar ese trono? ¿Cuál es su sentido? ¿Cuáles son las responsabilidades que acarrea?

Más que saberlo, nos lo imaginamos. Pero un discurso finalista consistente brilla por su ausencia porque ellos implicaría un planteamiento moral que inmediatamente alteraría las reglas del juego definiendo una clara línea que separa los aptos para ocuparlo de los que no lo son tanto.

Dicho todo esto no deja de ser llamativo por contradictorio que el líder de un movimiento tan carismático como Podemos muestre tanto interés por un relato que alaba lo instrumental del poder dejando de lado lo finalista.

Seguramente, debería encajarle más el planteamiento de "El señor de los anillos", en el que precisamente brilla lo finalista sobre lo instrumental, en el que claramente hay un bien y un mal y en el que la victoria, la final coronación del Rey de los Hombres es una consecuencia de un proceso de unión entre los portadores del bien moral que se produce precisamente fuera de la política.

En "El señor de los anillos" precisamente ocupa un lugar esencial un discurso acerca de la responsabilidad que implica estar en lo cierto, ser portador de un valor de verdad. Y este es un elemento esencial de todo planteamiento carismático que busca en una sociedad la transversalidad suficiente para abrir un nuevo mundo sobre el presente.

Todo esto no aparece en el mundo de Juego de Tronos.

Nadie quiere cambiar el orden existente para sí mismo y los otros sino ocupar el poder para administrarlo en beneficio de sí mismo y de los suyos.

En este sentido, veo a los vanidosos lideres de Podemos fascinados además con la amoralidad de la política como juego estratégico y, por supuesto, maquiavélico.

Obsesionados por cómo ganar cuanto antes, dejando de lado la posibilidad de que el abuso de la táctica desnaturalice las posibilidades estratégicas de la victoria.

Y cuando escribo esto quiero destacar el olvido de la necesidad de educar en favor de esa transversalidad, aspecto que fácilmente puede llevar a un análisis cuya conclusión sea que aún no se dan las condiciones objetivas para esa transversalidad, aspecto cuya realidad viene a reforzar la distorsionante aparición de Ciudadanos arrebatando a Podemos una sensibilidad moderada cuya moderación se impone al sentimiento de una necesidad de cambio.

En este sentido, me preocupa una obsesión por ganar pronto y ya. llegando al poder mucho antes de que esa mayoría transversal se forme porque lo que obtendremos será una variante moderna de la social-democracia con todo lo que implica a largo plazo de absorción por el sistema.

En este sentido, las declaraciones de Manuela Carmena hablando de dimitir y de irse a casa en el caso de no tener el respaldo de la gente me parecen portadoras de esa visión finalista de la política. Porque el cambio verdadero sólo puede hacerse desde el verdadero convencimiento, un convencimiento que sólo puede proceder de la educación en una nueva sensibilidad.

La política siempre viene después.

Es una consecuencia.

Y no se por qué pero estoy convencido de que Manuela Carmena no ha leído Juego de Tronos ni le gustaría nada si lo leyese.

Sólo puede abrirse un nuevo mundo desde una posición moral que define el bien y el mal y en este proceso es mucho más importante mantener intacta esa nueva visión de las cosas, mantener inaltrable la línea que separa lo correcto de lo incorrecto que moverla, acercarla y alejarla, sólo para alcanzar el poder.

De nada valdrá el poder a una formación como Podemos si pierde el valor de verdad que la anima y ampara.

Si cedes, te conviertes rápidamente en uno más.

Y sobre esto ya existe en la izquierda el precedente de los social-demócratas.

Hay que leer más "El señor de los anillos".

Importa más que el poder que se ocupa, la calidad de aquel que lo ocupa y esa calidad no viene de la fuerza o la astucia sino del valor moral que inspira sus palabras y actos.

Mandela: long walk to freedom

A mi entender lo más interesante del personaje histórico llamado Nelson Mandela es el proceso personal de evolución que le lleva desde la violencia hasta el diálogo como forma de conseguir las reivindicaciones de libertad para la comunidad negra sudafricana.

Curiosamente, "Mandela: a long walk to freedom" pasa de puntillas sobre este proceso de evolucion personal que Mandela sin duda sufrió durante su larga estancia en las cárceles sudafricanas aún basándose en la autobiografía del propio Mandela.

Para mi gusto sabemos más del personaje viendo "Invictus" o leyendo el libro de John Carlin en que se basa aquella que siguiendo ese largo paseo hacia la libertad que acompaña al nombre de Mandela en el titulo de la película.

En cualquier caso, y como biopic, la película que nos ocupa es un producto más que aceptable.

La historia de Mandela es una buena historia y está contada con ritmo y acierto, si bien, y como digo, desde la mera descripción.

El resultado es un espectáculo entretenido que desgraciadamente deja escapar lo más sustancioso del personaje porque tan sorprendido como sus propios colaboradores se queda el espectador cuando Mandela decide cambiar su actitud hacia los sudafricanos blancos.

Y es una pena porque la grandeza del personaje queda de algún modo difuminada especialmente si no viviste el mito de Mandela y eres de otra generación, aspecto que te impide conectar los puntos con los recuerdos de aquella época para construir la verdadera imagen del personaje.

Encuentro correcta, pero muy tímida esta biografía cinematográfica del hombre que le cambió el paso a todo un país, y a varias naciones dentro de ese país.

"Mandela: long walk to freedom" pasa de puntillas por lo mejor del personaje: su apuesta por la paz en un entorno en el que hasta su propia mujer, Winnie, apostaba por el enfrentamiento. Toda esa grandeza se pierde, como que se le da por sabida al espectador para que este complete lo que falta

Decepcionante.



jueves, mayo 28, 2015

“Cuando el capitalismo se ha liberado a sí mismo de sus frenos ideológicos, el bien y el mal deben volverse categorías políticas. Si a la gente no le preocupa es porque hace tiempo que ha aprendido que las empresas del mundo libre están por encima del bien y del mal, la verdad y la mentira mientras el sistema funcione”

domingo, mayo 24, 2015

Ada y Manuela

Insisto en lo mismo.

En los procesos de transformación cuentan las trayectorias y no es casualidad que las dos personas con mejor y dilatada trayectoria, Ada y Manuela, hayan conseguido los resultados más relevantes para la nueva sensibilidad transformadora en las elecciones autonómicas y municipales de hoy, 24 de mayo de 2015.

En Grecia, sus ciudadanos no votaron mayoritariamente a Siritza por su discurso, que también, sino por una trayectoria que ineludiblemente implicaba la puesta por obra de lo que en los estrados se dice.

Los grandes cambios requieren tiempo, y también hechos.

Las cosas importantes se hacen esperar precisamente por eso, porque son importantes.

No se compran en un supermercado.

Estamos dentro de un proceso que tenderá a requerir más tiempo que menos y en este sentido echo en falta una pedagogía de esfuerzo, en la línea de las mejores cualidades de lo mejor que nos puede aportar el recuerdo de la clase obrera.

Insisto.

No me gustan los plenteamientos cortoplacistas, orientado a objetivos, tan capitalistas, tan de aquello que se quiere combatir y además creo que es un error porque todos sabemos que es bastante poco habitual que se las cosas se consigan a la primera. Y además creo que son un error. Porque creo que hay que disfrutar del viaje, del camino y además hay que plantear escenarios alternativos de transición que no impliquen una arrolladora victoria.

Hay que hacer pedagogía del esfuerzo, de la espera, del fracaso.

La victoria no debe ser el único criterio para medir las ideas propias.

Y si se llega y se gana, mejor.

Los buenos resultados de Ada y Manuela forman parte de un proceso que será complicado y mucho más difícil de lo que ahora, llenos de euforia, imaginamos porque, y entre otras cosas, el viaje no termina en absoluto con llegar a la Moncloa.

Si algo nos demuestra la victoria de Siritza en Grecia es que alcanzar el gobierno ya no es alcanzar el poder.

Falta pedagogía y falta visión.

Porque las ideas que aporta esta nueva izquierda son estratégicas, buscan definir un nuevo mundo y deben convencer por su propio peso mostrado en la realidad de los hechos. Y en este contexto no tiene sentido la táctica de intentar atraer cuantos más votantes posibles sin recurrir al peso especifico de la propia idea.

Y quiero escribir ésto ahora porque los tácticos se van a sentir reforzados en su propósito con estos resultados.

Y quiero recodar que si algo es el capitalismo es pura táctica, una máquina que se perpetúa en el tiempo.

No se trata de ganar las elecciones cuanto antes.

La política es un efecto. La causa es la educación en una nueva sensibilidad. No hay que utilizar la política para convencer sino que a la política tiene que llegar gente convencida de que las cosas deben hacerse de otra manera: decrecimiento, frugalidad, menos consumismo....

El camino de la educación es más lento, pero es imprescindible porque gobernar desde la nueva sensibilidad, dado que gobernar no va a suponer alcanzar el verdadero poder, sin duda va a implicar consecuencias no siempre positivas en las vidas de los ciudadanos como van a comprobar los griegos que están empezando a descubrir que su voluntad no es tan soberana.

Lo menos importante es ganar.

En cualquier caso, los resultados de estas elecciones autonómicas y municipales suponen un paso adelante. La oportunidad de demostrar que las palabras pueden ir acompañadas de hechos.

Enhorabuena a todos los que tienen el coraje de sobreponerse al sentimiento de conformidad maligna que la política tradicional llama centro político.


sábado, mayo 23, 2015

Jornada de reflexión

A buen entendedor, pocas palabras.

Sólo ampliaría el concepto de obediencia maligna con la idea de conformidad maligna más aplicable a nuestros tiempos democráticos, consecuencia de la no existencia de una coerción directa sino de una hegemonía que difusamente impone una manera de pensar, la necesidad de una estabilidad…

“La indignación universal contra los crímenes del genocida procesado por los israelíes constituía, según Arendt, un impedimento para que el público y hasta los mismos jueces se percatasen de la patética y estúpida ingenuidad del reo. Era cierto que él sólo cumplía órdenes cuando exterminaba judíos y demócratas con la mayor eficiencia posible. Y aunque Eichmann no era inocente, sí era un mero tornillo en la máquina infernal. Al acuñar la hoy célebre expresión la banalidad del mal, Arendt no afirmaba que el mal fuera trivial, sino algo más. En primer lugar, podía banalizarse, es decir, formar parte de la rutina cotidiana, como ocurrió con el genocidio sistemático de judíos, demócratas, gitanos y disidentes en la Europa dominada por los fascistas alemanes, los nazis. La destrucción burocrática, industrial, de toda una etnia o colectivo ideológico se transforma en rutina de funcionamiento normal. En segundo lugar, Eichmann (y todos los millares de eichmanns del mortífero aparato) no sin siempre psicópatas criminales sino, muy a menudo, seres mediocres, grises, obedientes. Negar su excepcionalidad como asesino fue lo que escandalizó al público de la época. Lo que Arendt demostró es cómo la mediocridad moral, la cobardía de los débiles y la fácil obediencia rutinaria es lo que transforma a las gentes corrientes en mansos brazos de la brutalidad y barbarie totalitaria.
Su aviso de que no sólo la mayoría de los humanos no sólo son héroes sino que en el ánimo de muchos habita una inclinación a la obediencia maligna abrió una reflexión que dista mucho de cerrarse.”

Mad Max: Furia en la carretera

Es curiosa la trayectoria de George Miller.

Tras filmar en la década de los ochentas del siglo pasado, las tres películas que componen la trilogía de Mad Max protagonizada por un Mel Gibson que con el tiempo ha terminado quedandose mad. Miller vuelve a aparecer para firmar la primera película de "Babe, el cerdito valiente" y las dos de "Happy Feet", el pinguino bailarín.

Entre medias, el sonado y espectacular fracaso de "Las Brujas de Eastwick".

Toda una montaña rusa de la que ya con 70 años Miller parece no haberse bajado pues regresa con una espectacular revisión de su saga del aventurero futurista.

"Mad Max: Furia en la carretera" condensa en una sola la historia de las tres películas precedentes y lo hace, como deben hacerse las cosas, con talento e inteligencia.

En alguna parte he léido que es más de lo mismo y, desde luego, estamos ante un producto industrial que pone sobre la mesa todo el músculo de la acción espectacular para contar una historia de buenos y malos que uno ya se imagina cómo va a acabar, pero lo cierto es que también se las arregla para mostrar un sorprendente rostro de novedad que quien escribe por lo menos agradece.

Porque "Mad Max: Furia en la carretera" no sólo es una película para mirar, un espectáculo comercial compuesto de una sucesión de espectaculares secuencias de acción, magníficamente rodadas, que mantienen al espectador pegado en su silla sino también una película para ver en la que Miller se las arregla para meter de cuando en cuando primeros planos, miradas y gestos, que permite que los personajes principales levanten un poco el vuelo, por encima del mero esquematismo de la fórmula o el género.

En este sentido, y aunque la película se titula como se titula, uno no sabe si el protagonista es Max o la estupenda Imperator Furiosa que con talento da vida una ruda Charlize Theron que hace oposiciones a ser la nueva Ripley en la revisión que el sudafricano Blonkamp se propone hacer de la saga Alien.

Pero lo cierto es que entre ambos personajes, en la relación silenciosa hecha de miradas que se establece entre ambos "Mad Max" muestra un inusual ámbito de crecimiento, un ámbito en el que lo no dicho enriquece la experiencia superficial de la acción con una dimensión de profundidad que enmarca y justifica todo lo que sucede.

Y con mucho lo mejor que ofrece esta película es su heterodoxa apuesta por la mujer. Porque dentro de un contexto masculino y ciclado de escasez, apropiación y violencia la mujer trasciende su condición de mero objeto a la de interpretante que inaugura un sentido nuevo, más positivo y colaborativo.

Y precisamente el valor como héroe de Max es convencerse del carisma de Imperator Furiosa y ayudarla en su afán, que no parece sostenido por la realidad que les sale al paso, por construir un mundo nuevo.

Max escucha lo que Imperator tiene que decir y la elocuencia de su actuar le convence de que es lo correcto convirtiéndose en uno más de un grupo de mujeres que aspiran a algo más que un mundo de jaurías que se devoran a sí mismas.

La mujer como portadora de sentido y cordura en un mundo donde lo masculino no produce más que locura.

Así, en esa relación silenciosa de miradas que mantienen Max y Furiosa no existe el menor atisbo de romanticismo sino el reconocimiento de él hacia ella de un liderazgo, de una superioridad moral que no puede ser dejada de lado. Y esta estructura no es muy habitual dentro del contenido ideológico del cine industrial dedicado a reproducir lo contrario: un juego de seducción en el que el hombre siempre es reconocido por la mujer como líder.

"Mad Max" invierte los términos... y me gusta. Porque la igualdad de la mujer con respecto al hombre no será definitiva hasta que esta invada el espacio de lo simbólico donde el orden social se reproduce y ejerce su hegemonía tal y como Gramsci la concebía.

Y en realidad no habrá igualdad hasta que ese papel de héroe en nuestros relatos que desde tiempo inmemorial ha venido ocupando el hombre sea ocupado indistintamente por un hombre o una mujer.

Porque lo cierto es que el hombre sigue siendo hegemónico en la ficción. En la mayor parte de nuestras historias la mujer sigue siendo un objeto por el que se pelea y que en absoluto tiene nada que decir en la lucha.

Imperiosa tiene otra opinión.

Sin todo este rollo, "Mad Max" sería un blockbuster más, eso sí de los buenos, pero Mad Max aporta ese algo diferente que le aparta del mero espectáculo sumario y para ver.

Buena.