miércoles, mayo 13, 2009















Es una burla del destino que la persona que acierta el imposible Euromillón tenga miedo de ser despedida y se presente al trabajo al día siguiente.
Sencillamente intolerable.
Una burla para todos los que sueñan con un mundo mejor... el suyo propio, claro.
Un desplante chusco para todos aquellos que se consuelan (tocandose o sin tocarse) en los peores momentos pensando en todo lo que harían con esa enorme inmensidad de dinero... Principalmente, usarlo para resolver todos esos problemas que precisamente les hacen desearlo o, dicho de otra forma, usarlo para excavar un tunel que permita la evasión del campo de concentración en que se ha convertido la propia vida.
Es no entender de qué van las cosas.
Si te tocan ciente veinticinco millones de euros es el trabajo el que tiene que ir a verte, el que tiene que tener miedo de que tú eches... Pongamos un poco de sentido común en todo este desorden.
Aquel que recibe ese imposible guiño del destino tiene una inmensa responsabilidad social. Sus obligaciones representativas son las mismas que las de un un monarca constitucional. Debe hacer todo aquello que se supone correcto.
Comprar el atletico de madrid y ponerse a entrenarlo, sacar las tarjetas de crédito y seducir a Elsa Pataky, hacer que el director de tu sucursal bancaria haga girar una pelota de playa sobre su nariz subido a la mesa de su despacho y, por supuesto, no presentarse al día siguiente en el lugar habitual de trabajo... Entre otras cosas porque, y del mismo modo que al Geoffrey Firmin que protagoniza el libro "Bajo el volcán", la noche anterior quizas te haya llevado tan lejos que te sea imposible regresar a tiempo para cumplir con todas esas muchas cosas que puntualmete sonando a su hora formaban aquel despreciable "ti mismo" del que soñabas con escapar.
Está claro que para todo hay que valer, incluso para acertar el euromillón.
¿Es que ya nada funciona en este país?

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