domingo, mayo 31, 2009


THE HOT ROCK

Recién salido de la cárcel, John Dortmunder (Robert Redford) se ve involucrado por mediación de su cuñado (George Segal) en el robo de un famoso diamante por encargo de un gobierno africano.

Si el propósito de Dortmunder era retirarse y vivir una vida más tranquila, el diamante se convertirá en una molestia imposible de resolver. Cuando creen estar cerca de él, un nuevo obstáculo aparecerá para probar la sobrada capacidad de Dortmunder para establecer planes perfectos.

Basada en una novela del mismo titulo escrita por Donald Westlake, uno de los grandes de la novela negra y policiaca, "The hot rock" rebosa de un soterrado sentido del humor que se deduce de las situaciones que viven los personajes y a las que ellos mismos se abocan por influencia de sus limitaciones personales y profesionales.

En contraposición al violento Parker, el otro gran personaje de Westlake, Dortmunder (cuya primera aparición literaria y cinematográfica se produce en "The hot rock") supone la exploración por parte de Westlake de otros territorios nuevos, lindantes con la picaresca y el humor, dentro de las tramas policiacas y negras. Las historias que protagoniza Dortmunder rebosan de un complicado humor irónico y casi existencialista (si es que esto es posible) que siempre se desprende del juego de intereses y egoismos encontrados, de la trampa y la mentira, que mueve el mundo de ladrones, tramposos y pillos del que Dortmunder forma parte.

Gracias al trabajo de uno de los grandes guionistas de aquella época, William Goldman, la película recoge en su guión de manera extraordinaria este planteamiento. Perfectamente exhibe con ese humor de sonrisa las idas y venidas de Dortmunder y su banda en busca de un diamante que constantemente se les escapa ante la diplomática impaciencia de su cliente.

Unas idas y venidas en cuyo fluir caótico Redford se disuelve como un azucarillo.

Siempre, su envarada interpretación, carente de las necesarias inflexiones y matices, me resulta el punto débil de una película que pudiera haber dado mucho más de sí de no haberse convertido en un vehículo para el lucimiento de la estrella que Redford era a principios de la década de los setentas del siglo pasado.

Redford fagocita la pelicula y la historia, su presencia demasiado apolínea resulta un tanto discordante, no emite en la misma onda que el resto de personajes (Segal, Sand, Leibman o el genial Zero Mostel) que si encajan perfectamente en los zapatos de sus personajes.

Aun asi, y pese a Redford, merece la pena verla... Es una de mis "pelis" favoritas de atracos junto "Supergolpe en Manhattan" una joya de Sidney Lumet casi contemporánea.


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