domingo, mayo 31, 2015

Paradojas

Algo no marcha bien.

Tiene gracia que la sociedad en que vivimos nos impida construir una sociedad más humana

Tiene gracia que esta sociedad inhumana, en progresivo deterioro, sea lo mejor que podamos conseguir. O al menos eso es lo que dicen severamente algunos.

Y por lo visto cuesta muy caro ser humano.

Sale mucho más barato ser una bestia egoísta y miserable. Eso sí, perfectamente trajeada y encorbatada.

La factura es impagable.

No nos la podemos permitir mientras al mismo tiempo y por turnos los que pueden permitirselo se lo permiten todo.

Y lo cierto es que no hemos llegado demasiado lejos de la selva que abandonamos a gatas hace unos cuantos miles de años.

Tantos puentes, tantos quijotes, tantas giocondas para llegar a ésto, a una acumulación de cosas, de deseos no nos dejan ver los árboles que a su vez no nos dejan ver el bosque.

Y no es menos cierto que se puede estar peor que sólo en este inmenso universo.

Lo estamos descubriendo.

Además de sólo, se puede estar abandonado por lo mejor del sublime espíritu de lo humano.

Convertido en un animal preocupado por llegar a fin de mes mientras sueña inalcanzables sueños que parecen ciertos.

Convertido en un lobo para el hombre.

Devorando hoy y siendo devorado mañana.

Produciendo el venenoso sueño de unos números estupendos mientras a la espalda de todos algo no marcha bien.

Mayorías y minorías

J
Con independencia de los resultados que se produzcan en unas elecciones es una obligación de los propios políticos el generar entornos estables de gobierno.

Pero aquí, en España, esa necesidad se traslada a los ciudadanos y sobrevuela en muchos discursos mediáticos el hedor de una idea nada democrática: votar bien es votar mayorías estables.

La obsesión que en España hay por la estabilidad es otra herencia del franquismo que está presente en el régimen democrático del 78. Una obsesión que nos lleva a ponernos la venda antes de la herida y generar precisamente el escenario para que se produzcan esos desacuerdos.

¿Por qué?

Pues porque el partido que gane unas elecciones tiene que tener mayoría suficiente para gobernar, aspecto que el votante tiene que tener en cuenta a la hora de emitir su voto. Es la idea tan siniestra del voto útil que en este país se procesa con tanta normalidad. Y digo siniestra porque al final el votante, y a la hora de decidir su voto, no está a solas con su pensamiento sino también con las posibles consecuencias de su voto para la gobernabilidad del país.

La idea del voto útil forma parte del régimen bipartidista del 78.

No es lo primero el voto en conciencia, sino el voto en conciencia filtrado por sus posibles consecuencias ya que, como nuestros políticos son incapaces de dialogar y llegar a acuerdos, le trasladan al elector la necesidad de un resultado claro, que les ponga las cosas fáciles y que evite la necesidad de negociar unos programas electorales en algunos casos inexistentes.

Déjate de tonterías votante y vota al PSOE o al PP.

Mejor así.

Ahora, en España, damos por hecho que el desacuerdo es más posible que el acuerdo, lo cual no está demasiado alejado de la realidad dentro de una cultura política donde negociar significa dos cosas: o bien que el otro acepte todo mi planteamiento sin rechistar, o bien ceder en lo irrelevante (y no en todo porque a ver si se van a pensar que somos débiles). Pero no deja de llamar la atención el reproche encubierto que algunos hacen, casi siempre de manera inconsciente, a los fragmentados resultados de las municipales.

No hay nada más democrático que armonizar las voluntades de diferentes sensibilidades, que por cierto debería ser lo normal en una sociedad abierta, en un contexto civilizado de cultura de la comunicación en el sentido habermasiano del término: personas que se comunican, que tienen en cuenta tanto los intereses propios como los de los otros, que no se mienten y que reflexionan,

Todo lo contrario que votar lideres absolutos cada cuatro años.

Y sin embargo son los valores más democráticos los que se cuestionan en favor de planteamientos más autoritarios recubiertos con el venenoso celofán embellecedor de una retórica de democracia y libertades.

Nos lo tendríamos que hacer mirar.

Tomorrowland

Disneyland, el primer parque temático que Walt Disney abrió en 1955, se componía de cinco zonas temáticas, una de ellas se llamaba Tomorrowland.

Tomorrowland desarrollaba una visión optimista y tecnológica del futuro que echaba sus raíces en uno de los conceptos más importantes y potentes de la Ilustración y del movimiento de modernidad que aquella inspiró: el poder de la razón como elemento liberador del hombre y el papel de la tecnología como brazo ejecutor de ese movimiento de liberación.

Este movimiento carecía absolutamente de una visión ideológica y se basaba en un planteamiento objetivista centrado en las necesidades y su satisfacción.

Todo este planteamiento inspiró el optimismo de la opulenta sociedad norteamericana de los cincuentas del siglo pasado en donde revistas como "Mechanix Illustrated" hablaban a sus lectores de una confortable vida futura en la que en la década de los ochentas los coches volarían y se podría pasear tranquilamente y en familia por la superficie de la luna.

Disney decidió ofrecer en Tomorrowland una fisicidad mayor que los estupendos dibujos que ilustraban las portadas de esas revistas.

La confianza en el futuro y la confianza en la tecnología como herramienta principal para domesticarlo eran uno de los pilares fundamentales sobre los que se asentaba el concepto de República que resume lo mejor del imaginario de lo estadounidense.

En contraposición al dogmatismo monolítico de la revolución francesa, la revolución norteamericana propone un concepto de republicanismo civico, una arcadia de ciudadanos libres e independientes en donde impera a ley que esos ciudadanos se dan de mutuo acuerdo.

Esa utópica república es el territorio de la virtud ciudadana, la buena conducta y la responsabilidad cívica de los unos con los otros.

Hoy en día, los Estados Unidos están muy lejos de esa idea, pero en su momento fue un concepto potente que inspiró la personalidad de Roossevelt y su New Deal, un concepto que podía incluso dialogar con lo mejor de la idea bolchevique que inspiró la Revolución Rusa.

Estamos demasiado lejos de esas ideas de comunidad armónica, de colectivo solidario, en un mundo donde hemos construido toda una mitología en torno al individualismo, algo tan en contra de la esencial naturaleza del hombre como ser social.

"Tomorrowland" el nuevo blockbuster de Disney se inscribe en este contexto para extraer su energía de esa concepción neutra del conocimiento en el que los sabios se dedican a pensar cómo hacer mejor la vida del ser humano.

Inspirada por Tesla, Verne o Edison "Tomorrowland" es una realidad paralela donde existe una república de sabios cuya única motivación es el saber por el saber. Desgraciadamente, esa república se convierte en metáfora de la evolución pesimista y autoritaria de nuestras sociedades y deviene en una tiranía que sólo un pequeño robot dedicado a captar talento en la tierra llamado Athena se atreve a desafiar continuando su programa de captación.

Pero la captación no tiene ahora como fin crear, sino evitar la destrucción del planeta.

Las dos últimas balas de Athena serán un descreído y cínico  Frank Walker (George Clooney) y una recalcitrante en la esperanza Casey  Newton (Britt Robertson). Sobre ellos dos individuos solitarios con un poderoso mundo propio, dos niños eternos en la línea spilberiana. recaerá la necesidad de salvar el mundo.

"Tomorrowland" es una película muy curiosa en la que Disney parece envolverse en la bandera de los ideales que inspiraron el trabajo de su creador convirtiéndolos en armas de ilusión y esperanza, armas con las que enfrentarse a un mundo que precisamente ya carece de esa inspiración que en otro tiempo le animara.

Lo mejor de la modernidad fue lo que inspiró esa idea esperanzadora y optimista del futuro, una idea que a estas alturas de la película en absoluto nos creemos pero que tengo que confesar que me gusta porque, de repente, Disney se semeja a uno de esos personajes de Peckinpah que, antes de liarla, siempre dicen que quizás los tiempos hayan cambiado pero ellos no.

Hay una idea muy inteligente tras el guión de Damon Lindelof que el director Brad Bird ilustra con talento: utilizar las ideas milenaristas de contestación al sistema que cada vez son más poderosas entre los jóvenes para generar sinergias de Disney con las nuevas generaciones, algo que Disney siempre ha buscado para prorrogar su imperio.

Antes daba por sentada la existencia de la ilusión, el optimismo y la esperanza, ahora los tiempos han cambiado y nos habla de la necesidad de sentir ilusión, optimismo y esperanza en un mundo que parece haber perdido toda esa riqueza espiritual y que precisamente por eso se encamina a su destrucción.

Y lo hace además con un producto cinematográfico brillante, de acabado perfecto, espectacular en ciertos momentos y convenientemente trufado con esos puntos calientes de emoción y sentimentalismo que Disney sabe cocinar tan bien.

Michael Eeisner, el gran ejecutivo que mantuvo la independencia de Disney como major convirtiéndola en un emporio del entretenimiento, siempre tuvo claro que su negocio eran los contenidos y está claro que sigue siendo lo suyo.

"Tomorowland" lo demuestra.

Un producto potente, comercial y mainstream que sin embargo se las arregla para utilizar algunos de los aspectos de lo contracultural que flota en el ambiente de comienzos de este siglo como booster para llegar al espectador como siempre Disney ha hecho.

No hay que subestimar al capitalismo. En "Tomorrowland" utiliza la idea de su propio fracaso para seguir produciendo productos, para seguir subsistiendo.

Brillante.



sábado, mayo 30, 2015

Manuela Carmena no lee Juego de Tronos

Al final, el poder es un efecto. No es una causa.

Lo malo de la política actual es la necesidad de generar una mayoría de manera ficticia, táctica. prometiendo una cosa u otra.

Otra cosa es la política que plantea Podemos.

La política de la estrategia, de las mayorías sociales que se articulan en una presencia política en las instituciones.

Ambos ámbitos son diametralmente opuestos.

La articulación de esa mayoría, de esa transversalidad transformadora tiene su lugar fuera de la política, en el ámbito social donde como máximo se desarrolla la tarea pedagógica de poner un nombre a aquellas cosas que la gente siente y padece.

No hay que vencer, hay que convencer.

Y una vez que se convence, con esa mayoría articulada, es cuando llega la hora de la política.

En este sentido, el posicionamiento de Podemos en la arena política, un posicionamiento impaciente que da por hecho la existencia de una mayoría social es preocupante.

Y en este contexto tiene sentido la admiración que su líder, Pablo Iglesias, tiene por Juego de Tronos.

En esta historia prima la visión instrumental del poder, una visión muy de la vieja política, en la que prima la táctica de alcanzar el poder. Así, las continuas idas y venidas de las diferentes familias en torno al trono de hierro son una clara extensión de la lucha política en nuestras sociedades democráticas occidentales.

La moral queda fuera de un peligroso y mortal juego darwinista de supervivencia en el que el más fuerte triunfa.

Prima más la erótica del esfuerzo por alcanzar el trono, que la propio erótica del trono, del poder mismo, como si esa jefatura estuviese vacía de un contenido que traen consigo aquellos que lo ocupan.

¿Qué significa ocupar ese trono? ¿Cuál es su sentido? ¿Cuáles son las responsabilidades que acarrea?

Más que saberlo, nos lo imaginamos. Pero un discurso finalista consistente brilla por su ausencia porque ellos implicaría un planteamiento moral que inmediatamente alteraría las reglas del juego definiendo una clara línea que separa los aptos para ocuparlo de los que no lo son tanto.

Dicho todo esto no deja de ser llamativo por contradictorio que el líder de un movimiento tan carismático como Podemos muestre tanto interés por un relato que alaba lo instrumental del poder dejando de lado lo finalista.

Seguramente, debería encajarle más el planteamiento de "El señor de los anillos", en el que precisamente brilla lo finalista sobre lo instrumental, en el que claramente hay un bien y un mal y en el que la victoria, la final coronación del Rey de los Hombres es una consecuencia de un proceso de unión entre los portadores del bien moral que se produce precisamente fuera de la política.

En "El señor de los anillos" precisamente ocupa un lugar esencial un discurso acerca de la responsabilidad que implica estar en lo cierto, ser portador de un valor de verdad. Y este es un elemento esencial de todo planteamiento carismático que busca en una sociedad la transversalidad suficiente para abrir un nuevo mundo sobre el presente.

Todo esto no aparece en el mundo de Juego de Tronos.

Nadie quiere cambiar el orden existente para sí mismo y los otros sino ocupar el poder para administrarlo en beneficio de sí mismo y de los suyos.

En este sentido, veo a los vanidosos lideres de Podemos fascinados además con la amoralidad de la política como juego estratégico y, por supuesto, maquiavélico.

Obsesionados por cómo ganar cuanto antes, dejando de lado la posibilidad de que el abuso de la táctica desnaturalice las posibilidades estratégicas de la victoria.

Y cuando escribo esto quiero destacar el olvido de la necesidad de educar en favor de esa transversalidad, aspecto que fácilmente puede llevar a un análisis cuya conclusión sea que aún no se dan las condiciones objetivas para esa transversalidad, aspecto cuya realidad viene a reforzar la distorsionante aparición de Ciudadanos arrebatando a Podemos una sensibilidad moderada cuya moderación se impone al sentimiento de una necesidad de cambio.

En este sentido, me preocupa una obsesión por ganar pronto y ya. llegando al poder mucho antes de que esa mayoría transversal se forme porque lo que obtendremos será una variante moderna de la social-democracia con todo lo que implica a largo plazo de absorción por el sistema.

En este sentido, las declaraciones de Manuela Carmena hablando de dimitir y de irse a casa en el caso de no tener el respaldo de la gente me parecen portadoras de esa visión finalista de la política. Porque el cambio verdadero sólo puede hacerse desde el verdadero convencimiento, un convencimiento que sólo puede proceder de la educación en una nueva sensibilidad.

La política siempre viene después.

Es una consecuencia.

Y no se por qué pero estoy convencido de que Manuela Carmena no ha leído Juego de Tronos ni le gustaría nada si lo leyese.

Sólo puede abrirse un nuevo mundo desde una posición moral que define el bien y el mal y en este proceso es mucho más importante mantener intacta esa nueva visión de las cosas, mantener inaltrable la línea que separa lo correcto de lo incorrecto que moverla, acercarla y alejarla, sólo para alcanzar el poder.

De nada valdrá el poder a una formación como Podemos si pierde el valor de verdad que la anima y ampara.

Si cedes, te conviertes rápidamente en uno más.

Y sobre esto ya existe en la izquierda el precedente de los social-demócratas.

Hay que leer más "El señor de los anillos".

Importa más que el poder que se ocupa, la calidad de aquel que lo ocupa y esa calidad no viene de la fuerza o la astucia sino del valor moral que inspira sus palabras y actos.

Mandela: long walk to freedom

A mi entender lo más interesante del personaje histórico llamado Nelson Mandela es el proceso personal de evolución que le lleva desde la violencia hasta el diálogo como forma de conseguir las reivindicaciones de libertad para la comunidad negra sudafricana.

Curiosamente, "Mandela: a long walk to freedom" pasa de puntillas sobre este proceso de evolucion personal que Mandela sin duda sufrió durante su larga estancia en las cárceles sudafricanas aún basándose en la autobiografía del propio Mandela.

Para mi gusto sabemos más del personaje viendo "Invictus" o leyendo el libro de John Carlin en que se basa aquella que siguiendo ese largo paseo hacia la libertad que acompaña al nombre de Mandela en el titulo de la película.

En cualquier caso, y como biopic, la película que nos ocupa es un producto más que aceptable.

La historia de Mandela es una buena historia y está contada con ritmo y acierto, si bien, y como digo, desde la mera descripción.

El resultado es un espectáculo entretenido que desgraciadamente deja escapar lo más sustancioso del personaje porque tan sorprendido como sus propios colaboradores se queda el espectador cuando Mandela decide cambiar su actitud hacia los sudafricanos blancos.

Y es una pena porque la grandeza del personaje queda de algún modo difuminada especialmente si no viviste el mito de Mandela y eres de otra generación, aspecto que te impide conectar los puntos con los recuerdos de aquella época para construir la verdadera imagen del personaje.

Encuentro correcta, pero muy tímida esta biografía cinematográfica del hombre que le cambió el paso a todo un país, y a varias naciones dentro de ese país.

"Mandela: long walk to freedom" pasa de puntillas por lo mejor del personaje: su apuesta por la paz en un entorno en el que hasta su propia mujer, Winnie, apostaba por el enfrentamiento. Toda esa grandeza se pierde, como que se le da por sabida al espectador para que este complete lo que falta

Decepcionante.



jueves, mayo 28, 2015

“Cuando el capitalismo se ha liberado a sí mismo de sus frenos ideológicos, el bien y el mal deben volverse categorías políticas. Si a la gente no le preocupa es porque hace tiempo que ha aprendido que las empresas del mundo libre están por encima del bien y del mal, la verdad y la mentira mientras el sistema funcione”

domingo, mayo 24, 2015

Ada y Manuela

Insisto en lo mismo.

En los procesos de transformación cuentan las trayectorias y no es casualidad que las dos personas con mejor y dilatada trayectoria, Ada y Manuela, hayan conseguido los resultados más relevantes para la nueva sensibilidad transformadora en las elecciones autonómicas y municipales de hoy, 24 de mayo de 2015.

En Grecia, sus ciudadanos no votaron mayoritariamente a Siritza por su discurso, que también, sino por una trayectoria que ineludiblemente implicaba la puesta por obra de lo que en los estrados se dice.

Los grandes cambios requieren tiempo, y también hechos.

Las cosas importantes se hacen esperar precisamente por eso, porque son importantes.

No se compran en un supermercado.

Estamos dentro de un proceso que tenderá a requerir más tiempo que menos y en este sentido echo en falta una pedagogía de esfuerzo, en la línea de las mejores cualidades de lo mejor que nos puede aportar el recuerdo de la clase obrera.

Insisto.

No me gustan los plenteamientos cortoplacistas, orientado a objetivos, tan capitalistas, tan de aquello que se quiere combatir y además creo que es un error porque todos sabemos que es bastante poco habitual que se las cosas se consigan a la primera. Y además creo que son un error. Porque creo que hay que disfrutar del viaje, del camino y además hay que plantear escenarios alternativos de transición que no impliquen una arrolladora victoria.

Hay que hacer pedagogía del esfuerzo, de la espera, del fracaso.

La victoria no debe ser el único criterio para medir las ideas propias.

Y si se llega y se gana, mejor.

Los buenos resultados de Ada y Manuela forman parte de un proceso que será complicado y mucho más difícil de lo que ahora, llenos de euforia, imaginamos porque, y entre otras cosas, el viaje no termina en absoluto con llegar a la Moncloa.

Si algo nos demuestra la victoria de Siritza en Grecia es que alcanzar el gobierno ya no es alcanzar el poder.

Falta pedagogía y falta visión.

Porque las ideas que aporta esta nueva izquierda son estratégicas, buscan definir un nuevo mundo y deben convencer por su propio peso mostrado en la realidad de los hechos. Y en este contexto no tiene sentido la táctica de intentar atraer cuantos más votantes posibles sin recurrir al peso especifico de la propia idea.

Y quiero escribir ésto ahora porque los tácticos se van a sentir reforzados en su propósito con estos resultados.

Y quiero recodar que si algo es el capitalismo es pura táctica, una máquina que se perpetúa en el tiempo.

No se trata de ganar las elecciones cuanto antes.

La política es un efecto. La causa es la educación en una nueva sensibilidad. No hay que utilizar la política para convencer sino que a la política tiene que llegar gente convencida de que las cosas deben hacerse de otra manera: decrecimiento, frugalidad, menos consumismo....

El camino de la educación es más lento, pero es imprescindible porque gobernar desde la nueva sensibilidad, dado que gobernar no va a suponer alcanzar el verdadero poder, sin duda va a implicar consecuencias no siempre positivas en las vidas de los ciudadanos como van a comprobar los griegos que están empezando a descubrir que su voluntad no es tan soberana.

Lo menos importante es ganar.

En cualquier caso, los resultados de estas elecciones autonómicas y municipales suponen un paso adelante. La oportunidad de demostrar que las palabras pueden ir acompañadas de hechos.

Enhorabuena a todos los que tienen el coraje de sobreponerse al sentimiento de conformidad maligna que la política tradicional llama centro político.


sábado, mayo 23, 2015

Jornada de reflexión

A buen entendedor, pocas palabras.

Sólo ampliaría el concepto de obediencia maligna con la idea de conformidad maligna más aplicable a nuestros tiempos democráticos, consecuencia de la no existencia de una coerción directa sino de una hegemonía que difusamente impone una manera de pensar, la necesidad de una estabilidad…

“La indignación universal contra los crímenes del genocida procesado por los israelíes constituía, según Arendt, un impedimento para que el público y hasta los mismos jueces se percatasen de la patética y estúpida ingenuidad del reo. Era cierto que él sólo cumplía órdenes cuando exterminaba judíos y demócratas con la mayor eficiencia posible. Y aunque Eichmann no era inocente, sí era un mero tornillo en la máquina infernal. Al acuñar la hoy célebre expresión la banalidad del mal, Arendt no afirmaba que el mal fuera trivial, sino algo más. En primer lugar, podía banalizarse, es decir, formar parte de la rutina cotidiana, como ocurrió con el genocidio sistemático de judíos, demócratas, gitanos y disidentes en la Europa dominada por los fascistas alemanes, los nazis. La destrucción burocrática, industrial, de toda una etnia o colectivo ideológico se transforma en rutina de funcionamiento normal. En segundo lugar, Eichmann (y todos los millares de eichmanns del mortífero aparato) no sin siempre psicópatas criminales sino, muy a menudo, seres mediocres, grises, obedientes. Negar su excepcionalidad como asesino fue lo que escandalizó al público de la época. Lo que Arendt demostró es cómo la mediocridad moral, la cobardía de los débiles y la fácil obediencia rutinaria es lo que transforma a las gentes corrientes en mansos brazos de la brutalidad y barbarie totalitaria.
Su aviso de que no sólo la mayoría de los humanos no sólo son héroes sino que en el ánimo de muchos habita una inclinación a la obediencia maligna abrió una reflexión que dista mucho de cerrarse.”

Mad Max: Furia en la carretera

Es curiosa la trayectoria de George Miller.

Tras filmar en la década de los ochentas del siglo pasado, las tres películas que componen la trilogía de Mad Max protagonizada por un Mel Gibson que con el tiempo ha terminado quedandose mad. Miller vuelve a aparecer para firmar la primera película de "Babe, el cerdito valiente" y las dos de "Happy Feet", el pinguino bailarín.

Entre medias, el sonado y espectacular fracaso de "Las Brujas de Eastwick".

Toda una montaña rusa de la que ya con 70 años Miller parece no haberse bajado pues regresa con una espectacular revisión de su saga del aventurero futurista.

"Mad Max: Furia en la carretera" condensa en una sola la historia de las tres películas precedentes y lo hace, como deben hacerse las cosas, con talento e inteligencia.

En alguna parte he léido que es más de lo mismo y, desde luego, estamos ante un producto industrial que pone sobre la mesa todo el músculo de la acción espectacular para contar una historia de buenos y malos que uno ya se imagina cómo va a acabar, pero lo cierto es que también se las arregla para mostrar un sorprendente rostro de novedad que quien escribe por lo menos agradece.

Porque "Mad Max: Furia en la carretera" no sólo es una película para mirar, un espectáculo comercial compuesto de una sucesión de espectaculares secuencias de acción, magníficamente rodadas, que mantienen al espectador pegado en su silla sino también una película para ver en la que Miller se las arregla para meter de cuando en cuando primeros planos, miradas y gestos, que permite que los personajes principales levanten un poco el vuelo, por encima del mero esquematismo de la fórmula o el género.

En este sentido, y aunque la película se titula como se titula, uno no sabe si el protagonista es Max o la estupenda Imperator Furiosa que con talento da vida una ruda Charlize Theron que hace oposiciones a ser la nueva Ripley en la revisión que el sudafricano Blonkamp se propone hacer de la saga Alien.

Pero lo cierto es que entre ambos personajes, en la relación silenciosa hecha de miradas que se establece entre ambos "Mad Max" muestra un inusual ámbito de crecimiento, un ámbito en el que lo no dicho enriquece la experiencia superficial de la acción con una dimensión de profundidad que enmarca y justifica todo lo que sucede.

Y con mucho lo mejor que ofrece esta película es su heterodoxa apuesta por la mujer. Porque dentro de un contexto masculino y ciclado de escasez, apropiación y violencia la mujer trasciende su condición de mero objeto a la de interpretante que inaugura un sentido nuevo, más positivo y colaborativo.

Y precisamente el valor como héroe de Max es convencerse del carisma de Imperator Furiosa y ayudarla en su afán, que no parece sostenido por la realidad que les sale al paso, por construir un mundo nuevo.

Max escucha lo que Imperator tiene que decir y la elocuencia de su actuar le convence de que es lo correcto convirtiéndose en uno más de un grupo de mujeres que aspiran a algo más que un mundo de jaurías que se devoran a sí mismas.

La mujer como portadora de sentido y cordura en un mundo donde lo masculino no produce más que locura.

Así, en esa relación silenciosa de miradas que mantienen Max y Furiosa no existe el menor atisbo de romanticismo sino el reconocimiento de él hacia ella de un liderazgo, de una superioridad moral que no puede ser dejada de lado. Y esta estructura no es muy habitual dentro del contenido ideológico del cine industrial dedicado a reproducir lo contrario: un juego de seducción en el que el hombre siempre es reconocido por la mujer como líder.

"Mad Max" invierte los términos... y me gusta. Porque la igualdad de la mujer con respecto al hombre no será definitiva hasta que esta invada el espacio de lo simbólico donde el orden social se reproduce y ejerce su hegemonía tal y como Gramsci la concebía.

Y en realidad no habrá igualdad hasta que ese papel de héroe en nuestros relatos que desde tiempo inmemorial ha venido ocupando el hombre sea ocupado indistintamente por un hombre o una mujer.

Porque lo cierto es que el hombre sigue siendo hegemónico en la ficción. En la mayor parte de nuestras historias la mujer sigue siendo un objeto por el que se pelea y que en absoluto tiene nada que decir en la lucha.

Imperiosa tiene otra opinión.

Sin todo este rollo, "Mad Max" sería un blockbuster más, eso sí de los buenos, pero Mad Max aporta ese algo diferente que le aparta del mero espectáculo sumario y para ver.

Buena.


viernes, mayo 22, 2015

No es la política, es la educación...

 “Usar la democracia burguesa para reducir su base popular no se trata ciertamente de una estrategia nueva. Pero hoy la tarea es infinitamente más difícil porque a) el impacto de las necesidades materiales como fuerza revolucionaria ha disminuido considerablemente, y b) la manipulación del ser humano ha alcanzado una manipulación sin precedentes. Consecuentemente, el surgir de la conciencia debe proceder sobre una base más amplia, más allá de la clase trabajadora en el sentido estrecho y debe ser un trabajo de la educación para una verdadera transformación de valores y metas que alcanzará a negar el sistema establecido.”

Esperanza y Berlanga

Berlanga era un genio y lo es aún más ahora cuando después de muerto nos ha proporcionado el criterio para entender indecoroso espectáculo de la campaña de Esperanza Aguirre a la alcaldía de Madrid.

Porque más que nunca Esperanza Aguirre se ha comportado como uno de esos vetustos nobles berlanguianos que salen de las habitaciones de su aislamiento para, envueltos en un hedor de meado de gatos, dar a cada uno lo suyo asistidos por una verdad que data del apostol Santiago y su caballo blanco en las Navas de Tolosa.

(Por supuesto intentando disimular ese hedor con mucha perla y galones de Chanel)

Porque a Esperanza solo le ha faltado ese grito de "Santiago y cierra España"... en este caso "Santiago y cierra Madrid" para culminar alguna de la sucesión de calamitosas intervenciones que han formado parte de una campaña que en absoluto ha parecido la de un ganador sino la campaña de un candidato perdedor con mal perder al que sólo le resta la violencia verbal de la descalificación.

Esperanza nos ha deparado un espectáculo vil y descalificante, un espectáculo en que ha convertido toda la comunidad de Madrid en los pasillos de un palacio, de una posesión feudal, que ella ha recorrido airada poniendo al servicio y a los invitados en su lugar, recordando a todos quién manda y cuál es el lugar reservado a cada uno.

Visiblemente molesta por tener que dar explicaciones, de tener que justificar la posesión de un poder que ella cree que por derecho le pertenece.

Visiblemente molesta por el ruido en los salones ha salido de su alcoba a mandar callar a todos los que no saben respetar el silencio del orden establecido.

En este sentido, Esperanza se ha ganado a pulso un lugar entre la familia Leguineche que tan bien encarnara las miserias de la clase dirigente franquista en la berlanguiana saga de "La Escopeta Nacional", 

Esperanza se ha comportado como una de esas marquesas encopetadas y de lengua venenosa que se emborrachan a base de copitas de anís "El Mono" mientras juegan al tute.

Es difícil hacerlo peor... o quizá no, porque ella y todos los de su clase están seguros de que hay un súbdito escondido en el corazón de muchos españoles. Españoles que quieren que les regalen el pan y les compren los zapatos, que les distingan del resto de la jauría con una caricia o incluso con una buena y afectuosa patada.

Qué triste llamarse Esperanza siendo así, como ella es.

domingo, mayo 17, 2015

Black Sails

La época de los piratas está muy localizada en el tiempo.

Abarca desde los últimos años del siglo XVII hasta las tres primeras décadas del siguiente siglo y coincide con una de las épocas más convulsas en Europa, la de la Guerra Sucesión en la que la hasta ese momento potencia hegemónica, España, certificaba su decadencia embarcando a toda Europa en una guerra en la que se ventilaba quién ponía al nuevo rey en el trono español.

Además, Inglaterra bajo el reinado de Guillermo III de Orange pasaba a ser Gran Bretaña con el rey Jorge I de la casa Hannover, que sólo hablaba alemán, tras una larga regencia de su madre.

Así pues, mientras en Europa se cerraba un nuevo status quo que certificaría la Paz de Utrecht (1713) e Inglaterra se ordenaba y preparaba para convertirse en potencia hegemónica, se produjo un vacío de poder en un mundo que no era tan fácil de abarcar y controlar como antes.

De este vacío, y alrededor de la riqueza del imperio español, en torno a la ruta que transportaba el oro de las indias a Europa, se fue gestando un espacio en el que Inglaterra y España no fueron capaces durante un tiempo de hacer valer su autoridad de manera regular.

A todo esto hay que añadir que las condiciones de la vida del mar en aquella época eran terribles y no era difícil que las tripulaciones tanto militares como mercantes se unieran a la tripulación pirata que los asaltaba... o sin asaltarlos.

El resultado es una singularidad histórica, una república pirata con sede en Nassau (Bahamas) y Port Royal (Jamaica) que extendió su poder desde la costa Este de la colonia norteamericana hasta la parte más meridional del Caribe, llegando incluso hasta Africa y la isla de Madagascar.

"Black Sails" nos cuenta con una mayor fidelidad a la verdad de la historia esa época de los piratas que es relativamente desconocida puesto que, y por increíble que parezca la república de los piratas fue un oasis de libertad en el mundo de los absolutismos imperiales.

Todos los barcos tenían dos poderes: el capitán y el contramaestre, siendo este una suerte de contrapeso a la voluntad carismática del capital convertido en un portavoz del sujeto colectivo que de facto era la tripulación.

Pero habían más cosas como repartos igualitarios, pensiones de viudedad e invalidez, liberación de esclavos aunque normalmente se traficaba con ellos siguiendo la línea habitual de la época.

Elementos que hacen de la República de los Piratas una singularidad dentro de la historia puesto que se puede decir que un pirata era más ciudadano de su barco que un súbdito de su majestad lo era de su reino.

Y este es para mi gusto la base del mito romántico del pirata: un criminal pero también un ciudadano en un mundo de súbditos y esclavos.

La libertad a cambio de una vida más corta.

Combinando personajes reales como Benjamin Hornigold o Charles Vane y personajes de ficción, procedentes muchos de la stevensoniana "Isla del Tesoro" como Flint, Billy Bones y John Silver, "Black Sails" muestra una visión de la piratería diferente, más acorde con la realidad histórica, en la que los capitanes deben negociar con su contramaestre y la tripulación y se muestran en la misma medida como hombres de acción y de negocios en un mundo sin ley.

La persecución por parte del capitan Flint del galeón español "Urca de Lima" es el elemento transversal que vertebra una historia que se desarrolla en ocho capitulos y en la que hay espacio para todo, siendo la posibilidad de enriquecerse y escapar, dentro de un mundo que aun era lo suficientemente grande como para poder soñar con no ser encontrado, el animo que aspira a todos estos hombres.

La mayoría de los cuales terminaron sus días en los cadalsos de su majestad.

Producida por Michael Bay, uno de los hacedores de blockbusters más importantes del actual cine industrial, "Black Sails" es una serie muy recomendable, llena de acción y que trae consigo una idea más adulta de lo que es la piratería, alejada del estereotipo estilizado e infantil que el cine ha producido a lo largo de su historia.

El pirata convertido en un peligroso anti-héroe.

Algunas luces arrojadas sobre sus muchas sombras de criminales y perdedores de una historia que siempre escriben los vencedores.

La posibilidad de escape aprovechada por cualquier medio de un mundo que permitió durante unos pocos años la posibilidad de escapar.

Muy recomendable.

sábado, mayo 16, 2015

Las Monarquías han podido reciclarse como forma política en las democracias de consumo precisamente porque, en el fondo, sus ciudadanos siguen siendo súbditos.
Alguien que se concibe como ciudadano con todo lo que ello implica siempre querrá una República.
Por eso es mejor siempre una República que una Monarquía…

“Toda república es democrática, pero no toda democracia es republicana. El desvelo de Hannah Arendt por mantener una distinción nítida entre república y democracia le permitió identificar en esta última un potencial para la demagogia, la manipulación de la ciudadanía –por seducción, propaganda o distracción consumista- y la degradación del hombre libre en hombre masa que la llevaron a constituirse en una pensadora enraizada en la tradición filosófica del republicanismo… Para Arendt la constitución de un espacio público compartido, de ciudadanía, constituye la condición primera del republicanismo y de la democracia”

“En la vida tribal no se participa, se es elemento del todo. En el otro extremo, en una sociedad hipermoderna carente de autentica ciudadanía, tampoco se participa, porque se es público, o consumidor, o presa de la publicidad y de la propaganda”

Toro Salvaje

Cuando Robert de Niro y Martin Scorsese eran niños, década de los cincuentas del siglo pasado, el boxeo era un deporte mucho más popular en los Estados Unidos y Jake la Motta era un auténtico ídolo deportivo, tan idolo como ahora puede serlo Cristiano Ronaldo.

Y aunque Scorsese y La Motta proceden del mismo barrio Little Italy, fue Robert de Niro, de procedencia bastante más pija y mestiza pues nació en Greenwich Village de padre de ascendencia italiana y madre de ascendencia irlandesa, quién se interesó por la historia del boxeador que había leído durante el rodaje de la segunda parte de El Padrino en 1974..

Sin duda encontró en la historia de La Motta terreno para desplegar su talento como actor hasta el exceso, aunque el personaje no era precisamente edificante y era este aspecto el que no atraía en absoluto a Scorsese quien tampoco simpatizaba con el boxeo.

Varios años estuvo persiguiendo de Niro a Scorsese para que le acompañase en el proyecto de rodar la vida de La Motta, pero Scorsese estaba demasiado ocupado gestionando de manera deficiente su éxito personal y profesional. Divorcios, adicciones varias y el tremendo esfuerzo que le supuso poner en pie el tremendo desastre de crítica y taquilla que fue "New York, New York" estuvieron a punto de matarle dando con él en el hospital y colocándole entre la vida y la muerte.

Todo este proceso lo cuenta muy bien Peter Biskind en su estupendo y muy recomendable libro "Moteros tranquilos, toros salvajes".

Y fue durante esa larga estancia en el hospital, en un momento crucial en la vida de Scorsese, cuando De Niro volvió a sugerirle la historia de La Motta.

Allí Scorsese tuvo la visión de ver en la redención que tan dificultosamente consigue La Motta, su propia redención.

Fue entonces cuando Scorsese decidió subirse al proyecto y hacerlo suyo.

Sólo en este contexto se entiende ese versículo final de la Biblia con que termina la película: "Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.” San Juan , 9:24.

Porque si algo cuenta "Toro Salvaje" es la historia de alguien devorado por sus propios demonios. Toda ese energía brutal que convierte a La Motta en una persona inadaptada y difícil fuera del cuadrilatero se convierte en el poder que le hace un campeón en el ring.

Y dado que los momentos en el cuadrilatero son contados, lo normal es que toda la vida de La Motta termine viniéndose abajo, proceso que Scorsese filma con vocación de transparencia naturalista, casi documental..

Pero con mucho lo más hermoso de "Toro Salvaje", una película áspera y violenta, magnificamente fotografiada en un transparente y afilado blanco y negro por Michael Chapman, es lo que va quedando de La Motta, una suerte superviviente ecce-homo de la tragedia que es ser el mismo.

Y no sabemos muy bien cómo lo consigue y seguramente no lo sabemos porque no hay un concreto cómo. No hay un método que se pueda comprar en un supermercado.

Simplemente algunos lo consiguen y otros no.

¿Y qué consiguen?

Algo que es infinitamente más fácil de decir que de hacer: Pasar de la ceguera a poder ver.

Porque, al final, hay un aspecto en que la vida y el cine se parecen: No se trata de una cuestión de mirar, sino de ver.

Obra maestra.

viernes, mayo 15, 2015

Los vengadores: la era de Ultron

La primera sensación que me produce "Los Vengadores: La era de Ultron" es la de superpoblación. Parece que no hay suficiente película para tantos actores protagonizando diferentes líneas narrativas, algunas de las cuales efectivamente parecen rebosar los límites de la película reclamando otra nueva y futura.

No obstante, Joss Whedon, con su identitaria fórmula que combina el sentido del humor casi irónico con la acción más espectacular se las arregla para no perder el control del caballo y ese mérito no hay que negarselo.

Con menos he visto cosas mucho más liosas e ininteligibles,

Y está claro que como "blockbuster" "Los Vengadores: La Era de Ultron" presenta una pasión por la acumulación y yuxtaposición, que en algunos momentos resulta masiva. No es una mala elección sustituir la imposible profundidad para el producto industrial por la acumulación superficial de rostros, palabras, intereses, propósitos, acciones... sobre todo si se sabe como es el caso de Joss Whedon de meter tanta cosa dentro de una maleta que podría no resultar lo suficientemente grande.

En cualquier caso, el espectador está demasiado ocupado en recibir el enésimo estímulo que la aparece por una esquina del plano, lo que le priva de la necesidad de concentrarse y valorar el anterior.

Así, "Los Vengadores: La Era de Ultron" se convierte en una suerte de supermercado, de película contenedor que aspira a trascender el concepto de historia, aspirando evolucionar de fin, de historia misma, a medio, a vehículo de historias, alguna de las cuales pueda atraer la atracción del espectador.

Así, el espectador de las nuevas generaciones cuya experiencia de los contenidos está mediada por el modo en que se vehiculan en internet encuentra lo que quiere: partes, constantes cambios, pequeños bloques que se combinan para producir un tablero de momentos que se suceden intercalados como una navegación por youtube.

La extensa superficie como opción a la profundidad.

La horizontalidad del juego de la repetición y la diferencia a cambio de la intensidad de la concentración dedicada a algo en concreto.

Desde el punto de vista industrial, el cine sigue siendo un producto sofisticado que ahora intenta sobrevivir comunicándose con otras formas de ocio para integrarse en una estructura omnicanal, pero también en sí mismo buscando adaptarse a la sensibilidad del espectador de los nuevos tiempos.

Y nada de esto tendría sentido si "Los Vengadores: La Era de Ultron" no consiguiese lo que se le viene exigiendo al cine industrial desde el principio de los tiempos: resultar entretenida con esa falta de pretensión del cine industrial que permita que la atención del espectador quede libre para querer pagar otras dos horas de entetenimiento.

domingo, mayo 10, 2015

Europa Report

En 1999, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez consiguieron un arrollador éxito con "The Blair Witch Project".

Esta película inaugura un genero que podríamos llamar ficción documental. La principal característica de este género es que el mecanismo de punto de vista subjetivo como modo de narración sufre una innovadora evolución.

Ya no se trata de que la historia se cuente desde el punto de vista de uno de los implicados en el relato sino que la propia narración se encuentra planificada y estructurada diagéticamente, es decir, el modo de narrar forma parte del propio relato porque este se construye con material encontrado por el propio narrador.

Así, el narrador desaparece bajo la ilusión  de estar ante la fiel reproducción de un documento.

Este género ha dado mucho de sí a lo largo de los más de quince años que lleva de existencia y la he hecho especialmente en el género fantástico y de terror.

Espacio perfecto para multiplicar el asombro y el miedo con su planteamiento realista y documental.

"Europa Report" es otro afortunado ejemplo de este género de ficción documental.

Nos cuenta la historia del fracaso de un expedición espacial a Europa, uno de los satélites de Júpiter. Y como no podía ser de otra forma la historia se reconstruye con la información enviada a la tierra por el equipo expedicionario.

El resultado es más que aceptable pese a que el cartón piedra consecuencia del bajo presupuesto se transparente en algún que otro momento llamando la atención del ojo educado a la millonaria perfección de las producciones digitales norteamericanas.

"Europa Report" se muestra capaz de atraer la atención y el interés del espectador, rebosando de su necesaria y mejor cualidad: la tensión que los propios astronautas sienten al enfrentarse a un entorno hostil y desconocido, un entorno que no perdona el menor error y ya sabemos que el ser humano es un dechado de imperfecciones.

Resumiendo, y en la línea de la ciencia-ficción de género, "Europa Report" ofrece un rato bastante entretenido, con suspense y sustos incluídos.

Curiosa e interesante.


Podemos en la encrucijada

Ya lo he escrito alguna que otra vez.

Hay cosas que no se pueden comprar en un supermercado y un  cambio social que genere una mayoría social que conduzca a un nuevo proceso constituyente es una de ellas.

Y digo esto porque estoy cada vez más convencido que Podemos se equivoca jugandoselo todo en unas elecciones. Los partidos políticos de la política tradicional pueden permitirselo pero Podemos no. Su rollo es otro. Su mensaje es un mensaje carismático que implica la apertura de un nuevo mundo sobre el viejo.

Apostar por tácticas del viejo mundo desnaturaliza la estrategia porque, y al final, uno es lo que hace y no lo que dice.

En este sentido, los líderes de Podemos se muestran como productos de una época que dicen superar con su apuesta por lo rápido: quiero un mundo nuevo y lo vas a tener ya.. como si ese mundo nuevo fuese uno más de los productos que se ofrecen en un supermercado.

Carlos Marx hablaba de que los cambios históricos sólo se dan cuando se dan las condiciones objetivas para ello y lo que me resulta obvio es que esas condiciones no se dan. Y lo digo no por los resultados de las encuestas sino por ejemplo por la poca comprensión que está teniendo en lo social el concepto de transversalidad que Podemos propone.

Los fenómenos disruptivos son siempre singularidades dentro de una corriente de la historia donde prima la continuidad.

Por eso la lentitud como concepto es un elemento esencial para entender el cambio social y político desde lo estratégico.

La misma revolución rusa de 1917 es la consecuencia de un largo proceso que sólo empieza a encontrar estructuración en la segunda mitad del siglo XIX con los escritores e intelectuales nihilistas que dan paso a los pulsionales movimientos anarquistas.

Y el error es pensar que estamos siempre en Octubre de 1917.

Por eso dejar descansar tu discurso sobre una más que segura victoria en unas elecciones generales es una arriesgada propuesta llena de aventurerismo.

Y ojalá esa victoria se produzca pero también hay que pensar que esta no suceda. Es necesario situar la propia posición dentro de un proceso histórico que permita una continuidad en la lucha porque Podemos quizá no sea más que un jalón más dentro de un proceso histórico dialéctico que supere las biografías individuales de todos los que vivimos este momento.

Y aunque Podemos está muy bien posicionado en la intención directa de voto, ya ha perdido la ventaja que convertía en relevante este dato, y aunque mantengo que está infrarepresentado en la estimación de voto, hay que tener en cuenta que las mayorías tienden a la estabilidad.

Por todo esto se impone la lógica de la lentitud y dentro de esta lógica lo más seguro es que Podemos y lo que representa tenga que pasar por el mismo camino que anduvo Siritza desde principios de este siglo, Un camino que ha implicado demostrar con hechos lo que se dice gobernando en el nivel local y regional.

Porque los griegos no han votado a Siritza por lo que dice sino porque ha sido capaz de llevarlo a la práctica en el ámbito local y regional.

Las mayorías no han visto un salto al vacío sino algo tangible y realizable.

En este sentido, Podemos tiene prisa. Ignora lo esencial de una experiencia griega de la que hace gala para intentar construir la casa por el tejado en el país donde para una buena mayoría de votantes las opciones políticas se viven como el futbol, apostándolo todo  a unas elecciones generales y desapareciendo en el escenario real donde la lucha debe llevarse a cabo, en el lugar donde precisamente deben fraguarse los cimientos de ese cambio.

Se están comprando más billetes de los necesarios para lo imposible, mientras lo posible de pronto aparece con la posibilidad de que Ada Colau gobierne Barcelona.

La batalla está ahí porque Podemos nunca podrá gobernar este país sin que, por ejemplo, alguien como Ada Colau demuestre que se puede hacer una Barcelona diferente gobernandola de una manera diferente.

La gente no sólo tendrá palabras, sino algo más importante: hechos.

El cambio que propone Podemos necesita de hechos a los que señalar justo donde las palabras terminan, pero sus responables parecen más preocupados en explotar un sentimiento de urgencia que parece haberse desactivado y por manifestar su frustración en sus roces diarios con la política táctica. Empeñados en una guerra de movimientos sobre un paisaje que demanda precisamente la guerra de posiciones, cosa que hasta el propio Gramsci consideraba la única manera de imponer ideas disruptivas en el occidente capitalista.

En todo este sentido entiendo perfectamente la marcha de Monedero de la primera línea del frente.

Los lideres de Podemos parecen todavía borrachos de una euforia,la euforia de su aparición, pero lo difícil no es llegar. Lo difícil es mantenerse y más si lo emocional es un elemento esencial en tu aparición y esa emoción se proyecta en el tiempo.

La emoción es un material muy volátil que hay que manejar con mucho cuidado. Ciudadanos lo ha aprovechado por su derecha, mostrando la imposibilidad por el momento de esa transversalidad que Podemos busca arrebatandole buena parte de sus simpatizantes más conservadores.

La aparición de Ciudadanos es una buena prueba de que las condiciones objetivas en que se basa la propuesta de Podemos no se dan en los términos suficientes como para permitirle a este su proyecto a corto plazo.

La guerra de movimientos está perdida y es muy posible un escenario de guerra de posiciones, de política tradicional táctica en el que Podemos pueda pelear sin desnaturalizarse, sin convertirse en uno más. Un escenario que pase por lo local y autonómico y que vaya más allá de estas elecciones generales.

De lo contrario, Podemos acabará devorado por el sistema y en este sentido sus líderes deberían pensar un poco más en los sentimientos de los humillados y ofendidos que les apoyan.

Podemos se encuentra en la encrucijada, una encrucijada en la que debe demostrar que piensa en lo colectivo.

La recta final a las elecciones generales se está haciendo larga y la hipótesis de una victoria arrolladora  que hiciese posible el proceso constituyente que busca Podemos cada vez se afianza como la opción menos probable.

Pablo Iglesias estuvo ayer en el frente verdadero, con Ada Colau en Barcelona.

No sé a qué están esperando porque aún están a tiempo, pero, dada la relación que Podemos ha establecido con sus simpatizantes, la decepción tendrá un efecto demoledor y mayor que incluso puede beneficiar de rebote la estabilidad del sistema al afectar la ilusión de los más atrevidos y dispuestos.

sábado, mayo 09, 2015

Automata

También existe el subdesarrollo imaginario.

Sin caer en lo peyorativo, el subdesarrollo imaginario implica la incapacidad de producir significados e imágenes propios sino otros que, aun creyéndolos propios, han sido creados por otros. Unos otros que han sido capaces de llegar primero y hacerlo tan profundamente que la creación y el recuerdo se confunden en la mente del pretendido creador.

La dependencia en lo imaginario existe y "Autómata" es un buen ejemplo de ello.

"Automata" es una de esas historias que carece de perfume e identidad propia. No es que abuse de la intertextualidad sino que el exceso de recuerdo la lleva a convertirse en una especie de Frankenstein construido con retazos de otras historias.

No hay una capacidad centrada para procesar esas influencias y utilizarlas para construir algo distinto y específico, sino que el creador se conforma con el placer propio y solitario de firmar imágenes que ha disfrutado como espectador.

Jose Luis Garci es un gran ejemplo de ese subdesarrollo imaginario.

La copia y la repetición es su territorio... junto al inconfesable placer masturbatorio de compartir el rol de admirador y también el de admirado.

Yo también soy capaz de emocionar como John Ford o de narrar con la sutileza de Jean Renoir o, como es el caso, de filmar "Blade Runner", pero falta la capacidad intelectual de proceso que permite evolucionar el material hacia algo estrictamente personal.

Esa es para mi la gran diferencia entre la copia y la intertextualidad, la capacidad de utilizar las ideas e imágenes de otros como materia prima para las propias, generando resonancias que enriquecen la obra propia. Otra cosa muy distinta es la copia, la repetición, la mera yuxtaposición de imágenes y significados de otros, buscando construir un entramado que se sostenga.

"Automata", con su relato futurista de evolucion de la inteligencia artificial, tiene mucho de éso. de simple emulación masturbatoria.

Antonio Banderas hace lo que puede para intentar dar credibilidad a una historia que es imposible que la tenga, incluso sobreactua demasiado, seguramente victima de la desesperación de verse dentro de semejante película, con todo lo que él ha sido o probablemente espantado después de comprobar lo mal que le queda a su Melanie Griffith la nueva cara que se ha comprado.

En definitiva, la ciencia ficción española tendrá que esperar mejor suerte.

El hijo de algún político o banquero tiene que estar detrás de este proyecto de diez millones de euros. Porque "Autómata" es al cine lo que el aeropuerto de Castellón es a la obra pública.

Y recordad: sólo porque esté dentro de tu cabeza no tiene por qué ser tuyo.


“Las elecciones en Estados Unidos de 1972 han demostrado, una vez más y con más claridad que antes, el rostro histórico de la democracia burguesa: su transformación de sociedad dinámica en estática, de liberal-progresista en conservadora… El shiboleth de la democracia: gobierno del pueblo para el pueblo (autogobierno) asume ahora la forma de identificación a larga escala del pueblo con sus gobernantes, caricatura de la soberanía popular.”

“Lo que está actualmente en crisis es toda una concepción del socialismo fundada en la centralidad ontológica de la clase obrera, en la afirmación de la Revolución como momento fundacional en el tránsito de un tipo de sociedad a otra, y en la ilusión de la posibilidad de una voluntad colectiva perfectamente una y homogénea que tornaría inútil el momento de la política. El carácter plural y multifacético que presentan las luchas sociales contemporáneas ha terminado por disolver el fundamento último en el que se basaba este imaginario político, poblado de sujetos «universales» y constituido en torno a una Historia concebida en singular: esto es, el supuesto de «la sociedad» como una estructura inteligible, que puede ser abarcada y dominada intelectualmente a partir de ciertas posiciones de clase y reconstituida como orden racional y transparente a partir de un acto fundacional de carácter político. Es decir, que la izquierda está asistiendo al acto final en la disolución del imaginario jacobino”.

jueves, mayo 07, 2015

The Strain

"The Strain" se parece mucho a "The Walking dead".

Convierte a los vampiros en una epidemia que sume progresivamente en el caos a la ciudad de Nueva York y sitúa a un grupo de personajes de diferente procedencia enfrentados a ese inesperado desplome del orden social.

De hecho, los propios vampiros recuerdan más a los zombies que a esos elegantes y excesivamente pálidos personajes que se sentían como en casa entre las sombras de la noche, aunque también existen en "The Strain", especialmente esa siniestra mixtura entre vampiro y nazi que es Eichorst.

No voy a filosofar.

"The Strain" adapta un libro que sé que nunca voy a leer... o mejor dicho tres libros: la "Trilogía de la Oscuridad" que el director de cine Guillermo del Toro ha escrito junto a un tal Chuck Hogan y ofrece entretenimiento dentro del género fantástico a lo largo de sus trece capítulos.

Aspectos interesantes... que la historia que se nos cuenta en el presente enlaza con una historia que sucede en un campo de concentración, que se intenta cientificizar el mito vampírico convirtiendo la posesión vampírica en una infección.

Aspectos curiosos... que los vampiros se parecen un poco demasiado a los zombis, supongo que buscando sinergias con un producto ganador y sin apostar demasiado por el mito romántico del vampirismo.

Y en este sentido se le ven demasiado las intenciones a "The Strain" de ir al rebufo de un "The Walking Dead" que ya aborda su sexta temporada triunfal.

Pero no me importa.

Me entretiene.

No le pido más.

lunes, mayo 04, 2015

"En el mundo orwelliano del periodismo americano, el intento de buscar una solución política por medios pacíficos es el uso de la fuerza militar, y el uso de la fuerza militar por parte de Estados Unidos para bloquear una solución política es una noble acción en defensa del principio rector de que el uso de la fuerza militar es ilegítimo "

domingo, mayo 03, 2015

Foxcatcher

No me interesa tanto lo que Bennet Miller cuenta en esta estupenda "Foxcatcher" como el contexto de la misma.

La película nos cuenta la tortuosa y difícil de relación real que el multimillonario John du Pont mantiene con los hermanos Schultz a propósito del deseo de aquel de montar un equipo competitivo de lucha libre que de a los Estados Unidos la medalla de oro en los Juegos Olimpicos de Seul.

Pero lo que más interesa de esta historia es que pone por obra de manera dramática, desde lo excepcional del caso, el terrible contexto de desigualdad que caracteriza a ese ejemplo por algunos que es la sociedad norteamericana. Porque al final lo que uno puede leer entre líneas durante la visión de "Foxcatcher" es que John du Pont es lo suficientemente rico no sólo para comprar una medalla de oro olimpica sino para comprar su salud mental.

Como bien plantea el filósofo francés Michel Foucault, el discurso de la locura es en el fondo un discurso del poder para etiquetar y excluir a todos aquellos que han sido triturados por el orden social y económico que el poder encarna.

Es el poder el que decide dónde situar la línea que separa lo que es normal de lo que no lo es y casi siempre lo normal tiene que ver con la funcional, con el grado en que un individuo puede insertarse en los mecanismos de reproducción del orden social. Por eso el papel de quienes curan a los locos se centra, o bien en curarlos de manera que acepten esa normalidad como criterio, bien desactivandolos para que no molesten a los normales.

Pero lo que el poder no puede permitirse bajo ningún concepto es la relación directa entre su existencia y la locura.

No puede permitir un discurso que convierta en locos a esa mayoría de normales, cosa que por cierto empieza a ser aplicable a las sociedades democráticas de consumo empeñadas, por ejemplo, en la locura de crecer infinitamente en un mundo infinito. Pero tampoco puede permitir un discurso que relacione la existencia de los locos con lo inevitable de su funcionamiento.

Y "Foxcatcher" nos muestra la máxima paradoja del poder confundido con la locura a través de la relación que los hermanos Schultz establecen con du Pont..

Y, aunque a lo largo de toda la película el espectador se da cuenta de que el comportamiento de John du Pont se mueve a un lado y a otro de la línea que separa la normal de lo anormal, también comprueba que no hay un cuestionamiento del comportamiento de John du Pont en ese mundo donde sucede el relato.

Todo lo contrario.

Su dinero le ayuda a construir una realidad que contribuye a confundir aún más su delirio con el mundo hasta que ya es demasiado tarde, lo que por cierto es una perfecta metonimia de lo que ahora mismo está haciendo el capitalismo de consumo.

Nadie le dice al poder que está loco. Es el poder quién decida la normalidad y la locura mientras es poder, pero lo cierto es el poder quien casi siempre delira.

Y seguramente, de no haber cruzado todos los limites de lo aceptable que du Pont cruza con el asesinato de David, el millonario habría seguido comprando cosas profundizando aún más en el delirio de confundir la pequeñez de su ser con la grandeza de aquello que compra.

En todo este contexto, "Foxcatcher" me parece una película inteligente y rica que además está muy bien contada.

A lo largo de toda ella, destaca el peso de una tensión invisible que poco a poco va concentrándose en la presencia de John du Pont, magníficamente encarnado por un estólido Steve Carell.

Y sin duda, la ausencia de música incidental contribuye a la generación de esa tensión, quedando la mirada del espectador abandonada a sí misma, sin la ayuda que casi siempre aporta la música para entender el sentido de las situaciones que se muestran, experimentando la misma sorpresa que experimenta Mark Schultz comforme descubre la compleja y tortuosa realidad de du Pont.

El resultado es brillante.

sábado, mayo 02, 2015

Major Dundee

Amos Dundee es un típico héroe de Peckinpah.

No puede evitar ser lo que es o hacer lo que hace porque sencillamente éso que es o hace no es otra cosa que él mismo.

Del mismo modo que comete un error en la batalla de Gettysburg por exceso de iniciativa y por ello es degradado a dirigir un destacamento disciplinario en lo más profundo y perdido de Texas, tampoco puede evitar desobedecer las ordenes y organizar una partida en persecución del apache Charriba.

Para Peckinpah el carácter es la llave que abre la caja de Pandora para que el caos que encierra se despliegue por toda la tierra..

Es aquello que durante su forja nos hace ser lo que somos y una vez forjado se convierte en un filo que se blande contra un mundo que se mueve mucho más rápido, un filo que se esgrime contra otros filos que buscan lo mismo u otras cosas.

El resultado es ls violencia, el drama cuya naturaleza Peckinpah se empeña en mostrar con pretensiones casi documentales, en películas río que nacen con vocación de marco en el que mostrar ese absurdo juego caótico que es la existencia humana.

Casi todas las grandes películas de Peckinpah son viajes que buscan poner en valor ese inevitable conflicto de los caracteres, un conflicto que se materializa en deseos diferentes que se posicionan en el mismo lado, como socios, o en frente, como rivales.

Todos los personajes de Peckinpah tienen sus razones, van y vienen, colaboran o se enfrentan, continúan viviendo o terminan muriendo, desapareciendo bajo la inevitable caducidad que el tiempo confiere a ese carácter.

En el mundo de Peckinpah el fracaso es la norma y el éxito un suceso efímero, un error del que hay que disfrutar mientras sea posible.

Y aunque la patrulla de Dundee al final consiga sus objetivos, el resultado final está imbuido de una pesada e insorportable sensación de fracaso que nace de todo aquello que se ha dejado atrás, al otro lado del rio Grande.

La visión de Peckinpah es una visión nihilista, la de un Oeste sin Dios en la que cada hombre, por obra de su carácter, es un dios de sí mismo, empeñado en seguir su destino, muchas veces colisionando contra los destinos de otros hasta que todo sale mal y llega la muerte, el final.

Un puro mecanicismo de índole casi biológica en el que todo acto de humanidad es un acto de debilidad que conduce a la destrucción.

El Capitan Tyreen es atrapado por su propia palabra dada a Dundee o la salvaje banda de "The Wild Bunch" decide ser fiel a su código de amistad y comete suicidio queriendo recuperar a su compañero Angel de todo un ejército mejicano.

Y sin embargo, en esos gestos que también son inevitables, brilla arrolladora la poética de lo humano en toda la levedad. Siempre buscando el imposible de construir algo en un entorno que sólo conduce a la entropía, que sólo favorece la destrucción y el deterioro por mediación del propio carácter y del propio tiempo.

Olvida el tópico tema de la violencia.

El conflicto que Peckinpah pone por obra en sus películas río es mucho más relevante y tiene que ver con una lectura nihilista de la naturaleza del ser humano.

La destrucción termina siendo inevitable y cuando llega ese momento lo mejor es abandonarse a ella como hace el Capitan Tyreen en "Major Dundee" o la banda de "The Wild Bunch"

Por eso Peckinpah es tan grande.

Nos habla con crudeza de nuestra sombra en el sentido jungiano del término como seres humanos.

Obra maestra.


Monedero y los límites de Podemos

La reciente dimisión de Juan Carlos Monedero de sus responsabilidades políticas en Podemos, junto con los argumentos que aquel ha dado o entre líneas ha dado a entender, nos retrotraen, a mi entender y ante todo, a un arquetipo presente desde el inicio de los tiempos en la praxis de la política.

Este arquetipo no es otro que la tensión entre idealismo y pragmatismo que tan bien encarnaron en la Revolución Francesa el intransigente Marat frente al  no menos intransigente Robespierre.

Este arquetipo representa el inevitable conflicto entre dos tipos de liderazgo: el carismático y el burocrático.

El primero es portador de ideas, moviliza a las personas en pos de un objetivo sin importar las constricciones que impone lo real, buscando realizar la idea en su manera más perfecta posible.

El segundo está más preocupado por gestionar la idea, la organización que encarna la búsqueda de esa idea y las relaciones que esta organización y esa idea tienen con la realidad. Los propósitos de índole práctica se imponen en el liderazgo burocrático quién siempre está dispuesto a negociar, a ceder sacrificando parte de la pureza de esa idea a cambio de un mayor porcentaje de realización práctica de lo que quede de esa idea.

En este sentido, los papeles han sido convenientemente repartidos en las comunicaciones públicas que tanto Iglesias como Monedero han realizado como consecuencia de la dimisión del segundo: el verso libre frente al verso que debe someterse a las constricciones de ritmo, rima y medida que impone el modo en que se ha decidido poetizar.

No obstante, la desaparición de Monedero también saca a la luz un claro techo de Podemos.

El pragmatismo, la necesidad de una transversalidad que obliga a difuminar el discurso en sus aristas principales para alcanzar a un mayor número de personas puede estar empezando a caer en un exceso que a la media y larga será contraproducente.

Este pragmatismo se manifiesta de manera clara e inequívoca en una excesiva preocupación por la táctica, por la necesidad de vencer cuanto antes. Aspecto que queda una vez más de manifiesto en la entrevista que Pablo Iglesias realiza en su programa de La Tuerka a Julio Anguita.

Hay un momento en que Iglesias no puede evadir la necesidad de explicar su necesidad de vencer, explicación que en todo momento aparece teñida de una cierta frustración, casi desesperación por verse abocados a una situación táctica, una guerra de trincheras a la que Podemos, tras su inicialmente arrolladora aparición, se ha visto abocado.

Incluso Iglesias llega a argumentar con pesar la necesidad imperiosa de convertirse en uno más dentro de esa guerra táctica que apesta a esa vieja política que los propios miembros de Podemos condenan.

Anguita escucha, sonríe y cuando puede contestar termina remitiéndose a su viejo mantra de "programa, programa y programa", pero el programa concebido como expresión de esa idea que te hace diferente.

En este aspecto, Iglesias no se diferencia de Gonzalez, de Aznar, de Rajoy o de Sanchez.

Iglesias carece de la suficiente inteligencia estratégica como para entender que, abrazando lo táctico, Podemos renuncia a su mejor arma para esa misma lucha por la victoria que tanto quiere pelear,

Estoy convencido que la acumulación de cosas que no se pueden decir o hacer, han producido la marcha de Monedero quien ha comprendido que la exposición exhaustiva de la idea en su integridad no es lo más importante

Se ha debido quedar sólo en el argumento de que la exposición de la idea en su integridad debe implicar el no tener miedo a perder, a no ser escuchado por el suficiente número de ciudadanos como para gobernar.

Podemos no contempla la posibilidad de perder y para evitarlo prefiere ganar con cualquier cosa, de cualquier manera. Y en esto, Podemos se comporta como lo peor de la vieja política, anteponiendo la necesidad de ganar por encima de cualquier cosa y me temo que en eso el PSOE y el PP son grandes expertos.

Así, Podemos abandona lo mejor que sabe hacer, la estrategia, para aceptar un combate táctico en un terreno que le es desfavorable y con unas armas que en absoluto sabe usar.

Y lo peor es que Iglesias cree con tristeza que no hay otra opción y lo cree porque en el fondo es un político de los de antes, que quiere ganar a cualquier precio incluso traicionando la propia idea que les ha llevado a donde les ha llevado.

La obsesión por ganar puede acabar con un Podemos que prefiere el cuerpo a cuerpo de las trincheras a su mesiánica y carismática misión de transmitir su mensaje sobre un nuevo y futuro mundo.

Lo mismo, por cierto, que hizo la socialdemocracia ante el cuerno de la abundancia de la sociedad de consumo.

En este sentido para Podemos es mejor morir de Monedero que vivir a golpes de Iglesias y Errejón porque hay que medir muy mucho el precio que se está dispuesto a pagar por ganar a toda costa.

Y en este sentido, la aparición de Iglesias regalando "Juego de Tronos" a Felipe VI es un mensaje tan terrible como cualquier noticias de corrupción porque de la táctica la confusión conduce a la tontería.

A algunos la vanidad, el deseo de ser ellos y no otros quienes cambien las cosas les puede completamente.

Y la vanidad siempre ha sido un enfermedad característica de la izquierda.

Y la vanidad les ciega porque, y aun siendo sociólogos y politólogos, parecen no entender que el cambio social es una carrera de fondo, no una carrera de velocidad en la que el destino de toda una sociedad puede resolverse en unas elecciones.

Los procesos son largos y las voces de la autoridad carismática aparecen y desaparecen para volver a aparecer cargadas de razón.

Asi, la gente de Podemos expresan de manera preocupante el estado de animo del hombre victima de la sociedad de consumo que cree que todo se puede comprar ya y en cualquier supermercado.

Esa mirada que Anguita le dirige a un Iglesias que parecía intentar justificarse mientras argumentaba vale más que mil palabras.

La marcha de Monedero es la constatación de una flagrante y evidente perdida de rumbo que puede terminar devolviendo a Podemos a la nada de donde vino.


En toda sociedad hay cosas que no se intercambian, pero la lógica del intercambio es voraz y tiene a dominarlo todo:

“Al dejar los objetos sagrados fuera de su campo de análisis, Mauss pudo crear, sin quererlo, la ilusión de que el intercambio era la esencia de la vida social. De este modo, abría una senda que prolongaría Lévi-Strauss, quien por su parte simplificó aún más las cosas en la célebre fórmula donde reducía la sociedad a un triple intercambio de mujeres, de bienes y de palabras. De hecho, como intentaremos mostrar más adelante, los intercambios, sean cuales fueren, no agotan e! funcionamiento de una sociedad, no bastan para explicar la totalidad de lo social. Junto a las «cosas», junto a los bienes, servicios y personas que se intercambian, se encuentra todo lo que no se dona y no se vende, y que es igualmente objeto de instituciones y de prácticas específicas que constituyen un componente irreductible de la sociedad como totalidad, contribuyendo igualmente a explicar su funcionamiento como un todo. Eso nos conduce a tomar ciertas distancias… No obstante, lo que Mauss observó con claridad fue que, una vez desencadenada la lógica del potlatch, una vez se pone en marcha un sistema de dones y contradones agonísticos que integre a la mayoría de los grupos que componen una sociedad, nada parece poder detenerlo. Poco a poco, todo se convierte en un pretexto para el potlatch: la vida, el matrimonio, la muerte, etc. Cada don plantea y presupone otros dones, y éstos se suceden y engarzan en un movimiento que parece bastarse a sí mismo, sin comienzo ni fin.”

viernes, mayo 01, 2015

Philomena

Basada en una historia real, "Philomena" es una road movie.

Es difícil estropear un género tan antiguo como las historias que nuestros antepasados paleolíticos se contaban los unos a los otros a la luz cambiante y caprichosa de las hogueras. No en vano el primer testimonio narrativo escrito (en tablillas y con escritura cuneiforme) es la epopeya de Gilgamesh, un viaje que es el viaje de los viajes porque termina cruzando la frontera que separa la vida de la muerte.

Y al final el viaje fascina porque implica un doble descubrimiento: el interior, en el que el héroe descubre que es un héroe y exterior, en  el que se encuentra aquello que se buscaba, un algo externo cuya identidad puede variar a lo largo de ese viaje.

Por eso es complicado que esta estructura narrativa no funcione, lleva haciéndolo toda la historia de la humanidad, a poco que quienes deciden narrar tengan un mínimo talento y Steve Coogan al guión y Stephen Frears en la dirección lo tienen de sobra.

"Philomena" nos cuenta la historia de una mujer mayor que decide emprender la búsqueda de un hijo que tuvo siendo joven y soltera. Unas monjas en la Irlanda Católica de los años cincuentas finalmente lo apartan de su lado dándolo en adopción a una familia norteamericana.

Philomena es Judy Dench y la actriz inglesa se basta y se sobra para componer un magnífico retrato ideal de lo mejor de esa educación católica que precisamente el personaje ha padecido.

En ese viaje encuentra como compañero a Martin Sixmith, un periodista que viene rebotado del cínico mundo de la política y de la comunicación y que encuentra en la escritura de un libro sobre la aventura de Philomena una válvula de escape a su situación personal.

Martin Sixmith es Steve Coogan quién compone con Sixmith un personaje a medida de la inteligente ironía que le caracteriza (y de la que soy muy fan).

El resultado es una película de cámara en la que, con su habitual talento para narrar, Frears nos cuenta el proceso de seducción que la bondad de Philomena ejerce sobre el cínico Sixmith, una seducción que se produce durante ese viaje que emprende la mujer en busca de su perdido hijo y en el que Sixmith descubrirá sentimientos y actitudes que no pensaba existieran dentro de sí mismo.

Nada demasiado nuevo pero "Philomena" se las arregla para contarnoslo sobrada de frescura y, aunque uno quizá llegue a imaginarse la manera en que la historia va a acabar, no termina por importarle demasiado porque el viaje es interesante en sí.

Buena.