THE TRAP
Magnífico e incómodo documental para todos aquellos que a través de la negación y la conformidad buscan continuar en el sueño de la normalidad un día más.
En esta serie de documentales producida por Adam Curtis para la BBC en el año 2007, el autor realiza una talentosa, ya mi juicio muy acertada, arqueológía del concepto de libertad que articula el mito de la democracia en nuestras sociedades.
El punto de partida de Curtis está en el pensamiento de Isaiah Berlin, filósofo e historiador de las ideas británico y un pensador de referencia de la ideología liberal.
Berlin define dos tipos de libertad: la libertad positiva y la libertad negativa.
Una, la positiva, se basa en la ley y se identifica con la persecución colectiva que una sociedad realiza de lo que se considera un bien común. Y para conseguir esa libertad los hombres particularmente ceden parte de sus libertades individuales para generar un gran ente colectivo y organizado, orientado hacia la consecución de un concreto fin.
La otra, la negativa, se basa en la individualidad. Implica la ausencia de esa coacción externa que significa la presencia de esa autoridad que funda la libertad positiva y en ese sentido el hombre realiza aquello que lleva dentro, lo que tiene la voluntad de llevar a cabo.
El primer tipo de libertad se articula en torno a los proyectos ideológicos vertebrados por el estado como máxima autoridad de la organización social y el segundo se organiza en torno a lo social y a lo psicológico, a la confluencia de individuos que persiguen planteamientos e intereses propios y el mercado en sentido general es el lugar donde esos intereses individuales confluyen para "utilizarse" los unos a los otros.
Como consecuencia del desarrollo de los siglos XIX y XX, ambas libertades terminan vertebrando los contrapuestos proyectos ideológicos de la izquierda y de la derecha.
Y aqui entra el segundo aspecto relevante para Curtis, la llegada de la Guerra Fría cuya presencia exacerba las distancias entre uno y otro concepto.
Por un lado, el concepto de libertad positiva encuentra su máxima realización en el utópico deber ser de las sociedades socialistas y por otro la visión liberal del mercado se radicaliza al ser contaminada por planteamientos tecnocráticos basados en la teoría de juegos.
Es bien sabido que el pensamiento de los padres del liberalismo, Smith y Ricardo, ha sufrido una transformación interesada precisamente por el pensamiento liberal tecnocrático en el sentido de obviar las apostillas que ellos mismos hacen a su planteamiento basado en la libertad negativa. Para los dos,las dinámicas basadas en el mercado y en la persecución del propio interés tenían límites, tanto desde lo moral (la teoría de los sentimientos morales y la empatía de Adam Smith) como desde lo real (la necesidad de control de las bajas pasiones a las que esta dinámica, según Ricardo, podían dar pábulo).
Y todo es como consecuencia de la Guerra Fría, el liberalismo cierra filas obviando sus propias contradicciones obviando sus limitaciones y se blinda en su radicalismo incluyendo elementos tecnocráticos de la teoría de juegos.
Y es aquí done aparece la mente maravillosa de John Forbes Nash quién demuestra de manera matemática la posibilidad de la radicalización de la individualidad: en su teoría del equilibrio Nash presenta un individuo taimado y egoísta que constantemente calcula la consecución del propio interés obviando a los otros y utilizándoles en su propio beneficio... y lo que es peor, demuestra que una sociedad puede funcionar sobre la base del egoísmo y los bajos sentimientos, del mismo modo que la guerra fria funciona sobre la base del miedo y el temor.
Nash consigue trasladar la pugna de voluntades a nivel macro de la guerra fría al nivel micro de las relaciones interpersonales blindando asi al liberalismo de manera ideológica contra sus propias contradicciones y especialmente contra planteamientos de libertad positivas basados en la intervención del estado.
Sobre esta imagen del individuo se construye la utopía del hombre de la sociedad de consumo y la concepción conservadora en pugna siempre contra la concepción totalitaria y positiva de la Unión Soviética.
Una utopía de individuos aislados que carentes del menor sentido altruista buscan el propio interés por todos los medios consiguiendo, gracias a la legitimación teórica de Nash, estados de equilibrio que se confunden interesadamente con estados de armonía.
A todo ésto, la implosión de la utopía socialista juega a favor de esta corriente reforzando su valor de verdad entre adeptos y no adeptos. Y contra ese ejemplo negativo aparecen modos exacerbados de expresión de esa ideología que encarnan Thatcher o Reagan en la década de los ochentas del pasado siglo XX, modos exacerbados que encuentran respaldos mayoritarios entre los miembros de sus sociedades.
El mantra es el mismo para todos: Cero para la presencia del estado y cien para el fomento de lo privado concebido como lugar donde sucede esas iniciativas individuales que persiguen el propio interés de manera radical.
La caída del muro de Berlín y la definiitva derrota del planteamiento político e ideológico que lo sustentaba suponen el espaldarazo definitivo de ese modo de pensar que, en la borrachera de la victoria, se presenta con su verdadero rostro y en toda su intensidad erosionando y desregularizando aspectos que caen dentro de esa lógica derrotada dentro de las propias filas.
El resultado es la voluntad de privatización de todo, el deseo de pulverización de la alternativa derrotada hasta en sus últimas manifestaciones, lo que conduce a la liberación del monstruo financiero cuya ansia sin fin que Smith y Ricardo conocían tan bien nos ha conducido a la actual situación de crisis en que estamos.
¿Y por qué crisis?
Porque si el hombre socialista era una utopía, el hombre capitalista también lo es.
Ambos se tratan de modelos, de simplificaciones que en absoluto recogen la complejidad de la naturaleza humana, curiosamente contaminadas por visiones tecnocráticas, basadas en excesos que fundamentalmente se centran en desnaturalizar lo científico convirtiéndolo en fuente de fines.
Y lo que ahora padecemos en nuestra endosiada y nunca equivocada sociedad democrática occidental es la desolación que empieza a producir esa visión ideológica desnaturalizada. Si las sociedades socialistas padecieron su calvario particular, un calvario que las llevó a la consunción desde la escasez, a nosotros, los blancos sahibs occidentales, dueños de la verdad y la vida, no nos espera un destino diferente (aunque quizá más vergonzante): la consunción desde la abundancia.
Inevitable consunción como consecuencia de un abuso de la razón.
El planteamiento de individuos desatados de obligaciones con el grupo conduce a la corrupción.
El planteamiento basado en una concepción basada en la libertad negativa priva a quienes viven en sus sociedades de una visión global, de un planteamiento utópico al que ir y por primera vez en la historia vivimos los seres humanos en una sociedad que convierte lo táctico, las necesidades e intereses puntuales de los individuos que las forman, en lo estratégico.
Corrupción y falta de sentido es nuestro infierno, el lugar donde el autor de esta serie de documentales se pregunta andará nuestro sueño de la libertad.
El resultado es una sociedad desnortada, en la que el dinero como principal medio para conseguir fines se ha convertido en un fin en si mismo y en la que la corrupción, como manera más corta de conseguir esos fines, se ha instalado en todos los niveles de un sistema tan ineficiente a su manera como las sociedades socialistas que fueron su referencia para no ser.
"The trap"... Imprescindible si de verdad quieres saber.
Magnífico e incómodo documental para todos aquellos que a través de la negación y la conformidad buscan continuar en el sueño de la normalidad un día más.
En esta serie de documentales producida por Adam Curtis para la BBC en el año 2007, el autor realiza una talentosa, ya mi juicio muy acertada, arqueológía del concepto de libertad que articula el mito de la democracia en nuestras sociedades.
El punto de partida de Curtis está en el pensamiento de Isaiah Berlin, filósofo e historiador de las ideas británico y un pensador de referencia de la ideología liberal.
Berlin define dos tipos de libertad: la libertad positiva y la libertad negativa.
Una, la positiva, se basa en la ley y se identifica con la persecución colectiva que una sociedad realiza de lo que se considera un bien común. Y para conseguir esa libertad los hombres particularmente ceden parte de sus libertades individuales para generar un gran ente colectivo y organizado, orientado hacia la consecución de un concreto fin.
La otra, la negativa, se basa en la individualidad. Implica la ausencia de esa coacción externa que significa la presencia de esa autoridad que funda la libertad positiva y en ese sentido el hombre realiza aquello que lleva dentro, lo que tiene la voluntad de llevar a cabo.
El primer tipo de libertad se articula en torno a los proyectos ideológicos vertebrados por el estado como máxima autoridad de la organización social y el segundo se organiza en torno a lo social y a lo psicológico, a la confluencia de individuos que persiguen planteamientos e intereses propios y el mercado en sentido general es el lugar donde esos intereses individuales confluyen para "utilizarse" los unos a los otros.
Como consecuencia del desarrollo de los siglos XIX y XX, ambas libertades terminan vertebrando los contrapuestos proyectos ideológicos de la izquierda y de la derecha.
Y aqui entra el segundo aspecto relevante para Curtis, la llegada de la Guerra Fría cuya presencia exacerba las distancias entre uno y otro concepto.
Por un lado, el concepto de libertad positiva encuentra su máxima realización en el utópico deber ser de las sociedades socialistas y por otro la visión liberal del mercado se radicaliza al ser contaminada por planteamientos tecnocráticos basados en la teoría de juegos.
Es bien sabido que el pensamiento de los padres del liberalismo, Smith y Ricardo, ha sufrido una transformación interesada precisamente por el pensamiento liberal tecnocrático en el sentido de obviar las apostillas que ellos mismos hacen a su planteamiento basado en la libertad negativa. Para los dos,las dinámicas basadas en el mercado y en la persecución del propio interés tenían límites, tanto desde lo moral (la teoría de los sentimientos morales y la empatía de Adam Smith) como desde lo real (la necesidad de control de las bajas pasiones a las que esta dinámica, según Ricardo, podían dar pábulo).
Y todo es como consecuencia de la Guerra Fría, el liberalismo cierra filas obviando sus propias contradicciones obviando sus limitaciones y se blinda en su radicalismo incluyendo elementos tecnocráticos de la teoría de juegos.
Y es aquí done aparece la mente maravillosa de John Forbes Nash quién demuestra de manera matemática la posibilidad de la radicalización de la individualidad: en su teoría del equilibrio Nash presenta un individuo taimado y egoísta que constantemente calcula la consecución del propio interés obviando a los otros y utilizándoles en su propio beneficio... y lo que es peor, demuestra que una sociedad puede funcionar sobre la base del egoísmo y los bajos sentimientos, del mismo modo que la guerra fria funciona sobre la base del miedo y el temor.
Nash consigue trasladar la pugna de voluntades a nivel macro de la guerra fría al nivel micro de las relaciones interpersonales blindando asi al liberalismo de manera ideológica contra sus propias contradicciones y especialmente contra planteamientos de libertad positivas basados en la intervención del estado.
Sobre esta imagen del individuo se construye la utopía del hombre de la sociedad de consumo y la concepción conservadora en pugna siempre contra la concepción totalitaria y positiva de la Unión Soviética.
Una utopía de individuos aislados que carentes del menor sentido altruista buscan el propio interés por todos los medios consiguiendo, gracias a la legitimación teórica de Nash, estados de equilibrio que se confunden interesadamente con estados de armonía.
A todo ésto, la implosión de la utopía socialista juega a favor de esta corriente reforzando su valor de verdad entre adeptos y no adeptos. Y contra ese ejemplo negativo aparecen modos exacerbados de expresión de esa ideología que encarnan Thatcher o Reagan en la década de los ochentas del pasado siglo XX, modos exacerbados que encuentran respaldos mayoritarios entre los miembros de sus sociedades.
El mantra es el mismo para todos: Cero para la presencia del estado y cien para el fomento de lo privado concebido como lugar donde sucede esas iniciativas individuales que persiguen el propio interés de manera radical.
La caída del muro de Berlín y la definiitva derrota del planteamiento político e ideológico que lo sustentaba suponen el espaldarazo definitivo de ese modo de pensar que, en la borrachera de la victoria, se presenta con su verdadero rostro y en toda su intensidad erosionando y desregularizando aspectos que caen dentro de esa lógica derrotada dentro de las propias filas.
El resultado es la voluntad de privatización de todo, el deseo de pulverización de la alternativa derrotada hasta en sus últimas manifestaciones, lo que conduce a la liberación del monstruo financiero cuya ansia sin fin que Smith y Ricardo conocían tan bien nos ha conducido a la actual situación de crisis en que estamos.
¿Y por qué crisis?
Porque si el hombre socialista era una utopía, el hombre capitalista también lo es.
Ambos se tratan de modelos, de simplificaciones que en absoluto recogen la complejidad de la naturaleza humana, curiosamente contaminadas por visiones tecnocráticas, basadas en excesos que fundamentalmente se centran en desnaturalizar lo científico convirtiéndolo en fuente de fines.
Y lo que ahora padecemos en nuestra endosiada y nunca equivocada sociedad democrática occidental es la desolación que empieza a producir esa visión ideológica desnaturalizada. Si las sociedades socialistas padecieron su calvario particular, un calvario que las llevó a la consunción desde la escasez, a nosotros, los blancos sahibs occidentales, dueños de la verdad y la vida, no nos espera un destino diferente (aunque quizá más vergonzante): la consunción desde la abundancia.
Inevitable consunción como consecuencia de un abuso de la razón.
El planteamiento de individuos desatados de obligaciones con el grupo conduce a la corrupción.
El planteamiento basado en una concepción basada en la libertad negativa priva a quienes viven en sus sociedades de una visión global, de un planteamiento utópico al que ir y por primera vez en la historia vivimos los seres humanos en una sociedad que convierte lo táctico, las necesidades e intereses puntuales de los individuos que las forman, en lo estratégico.
Corrupción y falta de sentido es nuestro infierno, el lugar donde el autor de esta serie de documentales se pregunta andará nuestro sueño de la libertad.
El resultado es una sociedad desnortada, en la que el dinero como principal medio para conseguir fines se ha convertido en un fin en si mismo y en la que la corrupción, como manera más corta de conseguir esos fines, se ha instalado en todos los niveles de un sistema tan ineficiente a su manera como las sociedades socialistas que fueron su referencia para no ser.
"The trap"... Imprescindible si de verdad quieres saber.