sábado, octubre 09, 2010

LOS FALSIFICADORES

Me fascinan las imágenes de personas que están de espaldas y frente al mar. El mar se me antoja siempre un inmenso espejo frente al que ellos parecen esperar pacientemente la llegada de algún reflejo...

"Los falsificadores" es una película apreciable, que cuenta una historia real, la del intento de la Alemania nazi por acabar con sus enemigos produciendo cantidades ingentes de dinero falso. Para ello encerraron dentro de un campo de concentración a falsificadores y expertos, la mayoría de ellos judíos, buscando la producción de dólares y libras falsos. Salomon Sorowitsch, el protagonista de "Los falsificadores", será pieza clave dentro del proceso merced a su condición de Rey de los Falsificadores en la Europa de preguerra.

Además, y este aspecto de la historia es el que me resulta más interesante, la película desarrolla un tema complejo y espinoso, el de la colaboración con el verdugo como consecuencia de la irresisitible propensión a la supervivencia que, como tal, tiene el animal humano. Durante toda la historia el colaborador Sorowitsch chocará con el más idealista Burger, que actuará a modo de irreal e ideal conciencia en un entorno donde los cuerpos que "padecen" esos ideales valen menos que nada.

Este sentimiento conflictivo de irresistible necesidad de supervivencia es el mismo que atormentó durante toda su vida al escritor italiano Primo Levi. Superviviente de Auschwitz y empleado por sus guardianes nazis como químico, Levi siempre se reprochó el haber sobrevivido, una supervivencia siempre basada en la utilidad que representaba para los verdugos del resto de sus compañeros.

Burger será siempre una mosca cojonera, un continuo reproche pronunciado contra el resto de sus compañeros dispuestos a hacer cualquier cosa por sobrevivir.

¿Qué harías tú, querido lector?

¿Qué sucede cuando nuestro modo de ver la vida nos opone a su rigurosa mecánica?

Más allá de las ideas y las palabras, sólo sabemos lo que en realidad somos cuando, desafiados por la realidad, actuamos...

En cualquier caso, y después de todo lo vivido, tiene todo el sentido que el camino de Sorowitsch termine junto al mar, en la interminable noche, a la espera de un nuevo reflejo a cuyo brillo poder engancharse y continuar.

Interesante.

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