domingo, junio 17, 2012

"Angela Merkel ha vuelto a advertir hoy durante un congreso regional de su partido en Darmstadt de la "importancia" de que los griegos elijan mañana una mayoría que respete los acuerdos en materia de austeridad y que el resultado de las urnas permitan formar un gobierno que diga "queremos mantener nuestros compromisos"
(Merkel urge a Grecia a votar a la mayoría que respete los compromisos, El Mundo)

¿Y qué diablos se espera que vote el asfixiado pueblo griego?

Se le pide a los ciudadanos griegos que hagan algo que no se pide a los avariciosos y rapaces que habitan los parquets de los mercdos financieros... que se contengan.

El absurdo es triste y total. El que más tiene es el que menos quiere ceder, pero intenta que todo encaje en equilibrios precarios y parciales que sesudos monos de repetición formulan y alaban con seriedad y responsabilidad... pero la gente se muere en Grecia.

La virtualidad del más perfecto de los discursos, el más ajustado edificio de pruebas y datos, incluso la propia razón convertida en eficaz herramienta de ingeniería no puede en contra de ese sentimiento.

¿Y qué diablos se espera que vote el asfixiado pueblo griego?

Esta Europa de los intereses creados no interesa lo más mínimo. Una Europa penosa en donde los más ricos no quieren asumir su parte de culpa con el aplauso de miserables y formales, porque, y vuelvo a insistir,  no hay prestamo que valga si una de las partes no quiere. Una Europa triste en la que el propietario del dinero lo ha regalado (los tipos de interés llegaron a estar por debajo de la inflación y sencillamente se perdía dinero ahorrando) y ahora utiliza todo su poder para repercutir ciegamente el coste sobre la otra parte, sin asumir la propia responsabilidad y sin parar en detalles, llegando a poner en peligro la vida de la gente.

Se ha vivido alegremente. Es cierto. Se ha despilfarrado. Es cierto. Pero no es menos verdad que el grifo que alimentaba con dinero fresco esa fiesta se mantuvo abierto mientras se pudo y por quién podía hacerlo. Y ahora el acreedor de esa deuda no quiere asumir el coste de esa decisión, llegando hasta el punto absurdo de querer laminar las sociedades que están deuda y olvidando lo más esencial, que uno tiene que estar vivo para poder pagar esa deuda.

Hay que empezar a hablar de enemigos.

Mi voto va para Tsititza.

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