EL RIESGO DE LA PRIMA
En microeconomía existe un concepto que es la utilidad marginal decreciente que procede del concepto de utilidad marginal, elaborado en el siglo XIX por los economistas neoclásicos para buscar una manera más real y adecuada de explicar la formación de los precios (y el valor) de las cosas.
Este concepto se elaboró buscando perfeccionar la explicación de los economistas clásicos basada en el valor-trabajo.
La concepción objetiva y clásica del valor, basada en la mera suma de los costos de producción de los bienes, se abandona por una concepción más subjetiva y social que tiene en cuenta el comportamiento de los consumidores en el mercado y su grado de satisfacción con lo consumido:
"Existiría, mas allá de la diversidad de los gustos individuales, una ley psicológica, según la cual la satisfacción lograda mediante el consumo de un bien aumenta con el incremento del consumo, pero tal aumento de satisfacción se produce a un ritmo cada vez más débil, de tal manera que se presenta una saturación progresiva, pero jamás total.
Tal “ley psicológica”, que para algunos como Jevons se explica por razones meramente sicológicas, ha sido denominada ley de la utilidad marginal decreciente; en este caso la palabra “utilidad” designa la satisfacción o el placer conseguido, en tanto que el adjetivo “marginal” subraya el hecho de que la utilidad de la última unidad consumida disminuye en tanto el consumo aumenta. Así, para dar un ejemplo simple, si el consumo de una manzana otorga una utilidad de 10, la de dos manzanas una utilidad de 15 y la de tres manzanas 18, entonces la utilidad marginal de la segunda manzana es igual a 15-10, es decir 5, en tanto que la de la tercera manzana es de 18-15, o sea 3. Ahora, como 3 es menor que 5, la ley de la utilidad marginal decreciente se ha verificado, al menos en este ejemplo."
Resumiendo, se consume o se adquieren bienes en relación con la necesidad de adquirir otros y mientras compensa.
Y no soy un experto en Microeconomìa y no puedo tratar en su justa medida este concepto, aunque a los economistas neoclásicos se les acusaba de excesivamente teórico, pero este concepto me vale para entender la gran mascarada de la prima de riesgo.
Para empezar, la deuda pública española todavía compensa, por eso se compra, pero las incertidumbres, reales o imaginarias, de nuestra economía incrementa el grado de incertidumbre sobre el retorno de inversión del capital invertido... por eso, el interés sube.
Y tiene que ser así. Eso no es cuestionable, pero hay algo que queda en la sombra detrás de los grandes focos que apuntan a esos inversores que acuden a los mercados y todavía compran deuda pública española. Ese aspecto no es otra cosa del inmenso negocio que supone asumir el riesgo cada vez mayor de invertir en la deuda pública española.
Porque hay fondos de alto riesgo que apuestan contra ese riesgo buscando maximizar su propio beneficio y esta es la única realidad que rige el tema de la prima de riesgo.
En el fondo nadie piensa seriamente que España pueda quebrar, si se pensase de esa manera sería una gestión suicida de esos fondos. Solamente existe un riesgo de que así sea, algo que puede suceder o no, y contra la realización de ese riesgo se apuesta.
Por eso, y se haga lo que se haga desde la política y la economía real, la prima de riesgo sigue su dinámica alzista, porque su lógica es otra y en la dinámica consecuente de esa lógica los estados y sus bancos centrales se ven arrastrados. Es la lógica de la primera sangre. Sucedió con Portugal, Grecia e Irlanda y ahora sucede con España.
Y en esa lógica de máximo beneficio afrontando el mayor riesgo posible hay una frontera que define esa utilidad marginal, que será el momento en que realmente no compense porque la quiebra sea más realidad que posibilidad, pero mientras tanto compensa. ¡Y cómo!
Los grandes fondos de capital de riesgo compran deuda pública y se deshacen de ella en mercados secundarios como si fuese un activo tóxico.
Sólo los bancos centrales se quedan con esa deuda, pero para los demás actores el juego consiste en traspasarla con el mayor beneficio posible incrementando de manera privada ese porcentaje que define la prima de riesgo a otros que están dispuestos a asumir un riesgo mayor.
Por eso, y como cuando los lobos huelen la primera sangre, la derrama no se puede detener. Entra en juego otra lógica, la de la depredación cuya única regla viene definida por ese coste marginal que define quién se queda dentro y obtiene beneficio y quien se queda fuera y pierde.
Y cuanto más tiempo pase más difícil será poner en marcha la única solución verdaderamente eficaz: la promesa de compra de deuda por parte del banco central al interés que sea y a cargo de puntos o décimas de inflación.
Ese es el único lenguaje que los mercados entienden, una solución táctica basada en la demostración de fuerza, que sólo un estado a través de su banco central está capacitado para hacer, desvanece la posibilidad de cualquier oportunidad de un negocio cuya lógica es precisamente quién tiene la mala suerte de situarse más allá de ese límite de la utilidad marginal, donde está la verdadera pérdida.
Aunque cuánto más cerca se esté de ese límite pero desde el otro lado mayor será la ganancia, por eso, y se haga lo que se haga, la tendencia natural de los mercados será incrementar esa prima de riesgo. Cualquier razón o excusa servirá para justificar ese incremento y un día será una cosa y al siguiente su contraria.
El lenguaje de la bolsa y los mercados es otro, virtual y con un cierto peligro cuando se mantiene dentro de los límites de los parquets. Otra cosa es cuando el mundo real subitamente adopta esa lógica virtual de maximizar ilimitadamente el beneficio para manejar una realidad que es mucho más limitada y mucho más real.
El peligro entonces es absoluto y real.
En microeconomía existe un concepto que es la utilidad marginal decreciente que procede del concepto de utilidad marginal, elaborado en el siglo XIX por los economistas neoclásicos para buscar una manera más real y adecuada de explicar la formación de los precios (y el valor) de las cosas.
Este concepto se elaboró buscando perfeccionar la explicación de los economistas clásicos basada en el valor-trabajo.
La concepción objetiva y clásica del valor, basada en la mera suma de los costos de producción de los bienes, se abandona por una concepción más subjetiva y social que tiene en cuenta el comportamiento de los consumidores en el mercado y su grado de satisfacción con lo consumido:
"Existiría, mas allá de la diversidad de los gustos individuales, una ley psicológica, según la cual la satisfacción lograda mediante el consumo de un bien aumenta con el incremento del consumo, pero tal aumento de satisfacción se produce a un ritmo cada vez más débil, de tal manera que se presenta una saturación progresiva, pero jamás total.
Tal “ley psicológica”, que para algunos como Jevons se explica por razones meramente sicológicas, ha sido denominada ley de la utilidad marginal decreciente; en este caso la palabra “utilidad” designa la satisfacción o el placer conseguido, en tanto que el adjetivo “marginal” subraya el hecho de que la utilidad de la última unidad consumida disminuye en tanto el consumo aumenta. Así, para dar un ejemplo simple, si el consumo de una manzana otorga una utilidad de 10, la de dos manzanas una utilidad de 15 y la de tres manzanas 18, entonces la utilidad marginal de la segunda manzana es igual a 15-10, es decir 5, en tanto que la de la tercera manzana es de 18-15, o sea 3. Ahora, como 3 es menor que 5, la ley de la utilidad marginal decreciente se ha verificado, al menos en este ejemplo."
Resumiendo, se consume o se adquieren bienes en relación con la necesidad de adquirir otros y mientras compensa.
Y no soy un experto en Microeconomìa y no puedo tratar en su justa medida este concepto, aunque a los economistas neoclásicos se les acusaba de excesivamente teórico, pero este concepto me vale para entender la gran mascarada de la prima de riesgo.
Para empezar, la deuda pública española todavía compensa, por eso se compra, pero las incertidumbres, reales o imaginarias, de nuestra economía incrementa el grado de incertidumbre sobre el retorno de inversión del capital invertido... por eso, el interés sube.
Y tiene que ser así. Eso no es cuestionable, pero hay algo que queda en la sombra detrás de los grandes focos que apuntan a esos inversores que acuden a los mercados y todavía compran deuda pública española. Ese aspecto no es otra cosa del inmenso negocio que supone asumir el riesgo cada vez mayor de invertir en la deuda pública española.
Porque hay fondos de alto riesgo que apuestan contra ese riesgo buscando maximizar su propio beneficio y esta es la única realidad que rige el tema de la prima de riesgo.
En el fondo nadie piensa seriamente que España pueda quebrar, si se pensase de esa manera sería una gestión suicida de esos fondos. Solamente existe un riesgo de que así sea, algo que puede suceder o no, y contra la realización de ese riesgo se apuesta.
Por eso, y se haga lo que se haga desde la política y la economía real, la prima de riesgo sigue su dinámica alzista, porque su lógica es otra y en la dinámica consecuente de esa lógica los estados y sus bancos centrales se ven arrastrados. Es la lógica de la primera sangre. Sucedió con Portugal, Grecia e Irlanda y ahora sucede con España.
Y en esa lógica de máximo beneficio afrontando el mayor riesgo posible hay una frontera que define esa utilidad marginal, que será el momento en que realmente no compense porque la quiebra sea más realidad que posibilidad, pero mientras tanto compensa. ¡Y cómo!
Los grandes fondos de capital de riesgo compran deuda pública y se deshacen de ella en mercados secundarios como si fuese un activo tóxico.
Sólo los bancos centrales se quedan con esa deuda, pero para los demás actores el juego consiste en traspasarla con el mayor beneficio posible incrementando de manera privada ese porcentaje que define la prima de riesgo a otros que están dispuestos a asumir un riesgo mayor.
Por eso, y como cuando los lobos huelen la primera sangre, la derrama no se puede detener. Entra en juego otra lógica, la de la depredación cuya única regla viene definida por ese coste marginal que define quién se queda dentro y obtiene beneficio y quien se queda fuera y pierde.
Y cuanto más tiempo pase más difícil será poner en marcha la única solución verdaderamente eficaz: la promesa de compra de deuda por parte del banco central al interés que sea y a cargo de puntos o décimas de inflación.
Ese es el único lenguaje que los mercados entienden, una solución táctica basada en la demostración de fuerza, que sólo un estado a través de su banco central está capacitado para hacer, desvanece la posibilidad de cualquier oportunidad de un negocio cuya lógica es precisamente quién tiene la mala suerte de situarse más allá de ese límite de la utilidad marginal, donde está la verdadera pérdida.
Aunque cuánto más cerca se esté de ese límite pero desde el otro lado mayor será la ganancia, por eso, y se haga lo que se haga, la tendencia natural de los mercados será incrementar esa prima de riesgo. Cualquier razón o excusa servirá para justificar ese incremento y un día será una cosa y al siguiente su contraria.
El lenguaje de la bolsa y los mercados es otro, virtual y con un cierto peligro cuando se mantiene dentro de los límites de los parquets. Otra cosa es cuando el mundo real subitamente adopta esa lógica virtual de maximizar ilimitadamente el beneficio para manejar una realidad que es mucho más limitada y mucho más real.
El peligro entonces es absoluto y real.
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