domingo, junio 03, 2012

El maestro Bielsa tiene razón.

En cierta ocasión, y reflexionando sobre el presunto encanto del futbol, un encanto que le ha llevado casi a convertirse en el deporte del planeta, Bielsa consideró que uno de los posibles atractivos de este deporte radicaba en que no siempre el poderoso y el más fuerte podía alzarse con la victoria, que era posible ganar siendo el aparentemente débil, el que en sensata realidad no cuenta para el triunfo.

Estas cosas también pasan en el rugby, pero es cierto que en el fútbol también.

El pobre puede vencer al rico de buena lid y contando simplemente con la propia fuerza y el propio talento.

Lo que ha hecho la Agrupación Deportiva Alcorcón es un nuevo episodio de esta gran leyenda de este deporte. Con un presupuesto de sólo 4 millones de euros se ha colocado en cuarta posición tras tres grandes equipos de la primera división, ahora en horas bajas: Coruña, Celta de Vigo y Valladolid. Equipos que seguro cuentan con presupuestos diez veces mayores.

Y ésto es lo que más me gusta del rugby y del fútbol, que a veces no está todo dicho, que no siempre el dinero marca la diferencia y que hasta el último segundo el partido no está acabado.

La gente lo sabe y mantiene la esperanza de que el milagro vuelva a producirse ante ellos y su pasión.

El Alcorcón ha vuelto a encarnar ese milagro que hace al deporte algo hermoso, un espacio de inclasificable pureza más allá del negocio que, como las cosas más importantes de la vida, se siente más que se razona.

Como en la antigua Grecia y por el deporte, los hombres trascienden su condición mortal. Con los frutos de su talento y el sudor de su esfuerzo desafían lo que parece escrito por el destino y obligan reescribir algunos párrafos de ese en un principio inmutable texto.

Tiene su mérito adaptarse a eso que se llama realidad, pero es de mucho más reconocimiento el recordar a ese nuestro desmandado monstruo quién manda e imponerse al peso de sus designios. Y eso es incuestionable. Cuando sucede se siente y basta.

El deporte tiene ese aspecto heterodoxo, democrático, desmitificador y verdaderamente humano que nos recuerda que jamás debemos dar las cosas por sentadas, que nunca debemos aceptar un estado dado de cosas y que si lo hacemos no es porque algo externo a nosotros nos lo mande, sino porque hemos tomado la decisión de aceptar en lugar de dudar.

La responsabilidad siempre es de cada uno y esa realidad que parece tener la última palabra no es otra cosa que un enorme y monstruoso títere tras el que se esconde la mano invisible de nuestras virtudes y carencias, un enorme chivo expiatorio animado por nuestros aciertos y por nuestros pecados... pero que en absoluto tiene vida propia..

¡Enhorabuena Alcorcón!


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