La Primera Guerra Mundial es el gran acontecimiento histórico desconocido del siglo XX y es increíble que así sea puesto que sus consecuencias aún las estamos padeciendo.
La Segunda Guerra Mundial sólo fue un inevitable spin off de este primer gran conflicto, pero sin embargo hablamos más de ella y no tengo la menor duda de que la principal razón es la posibilidad de atribuir todos los desmanes a los totalitarismos, a unos malos reconocidos sobre cuya maldad ha sido posible construir un relato de buenos y malos que todavía funciona.
Sin embargo, en la Primera Guerra todo es más difuso. Los estados defendieron sus posiciones, estuvieron a la altura de sus intereses, cumplieron con las obligaciones a las que estos intereses les obligaban... Casi como ahora...
Y por encima de todo quedó en evidencia la sociedad desigual que culminó en la Belle Epoque, unas desigualdades que se materializaron en la propia guerra tanto en sus causas (intereses políticos de las naciones) como en su desarrollo (el absoluto desprecio por la vida del soldado en cualquier ejército en cualquier bando que concretaba esa desigualdad en la aristocrática y autosuficiente actitud de la oficialidad hacia la tropa).
De la Gran Guerra se habla poco porque las banderas en las que se envuelven los patriotas se disolvieron en la sangre de quienes fueron a luchar por ellas.
De la Gran Guerra se habla poco porque millones murieron por nada o casi nada.
De la Gran Guerra se habla poco porque hablar de ella supondría hablar de desigualdad y lucha de clases, una narrativa complicada para una historiografía oficial al servicio del poder de los estados.
Porque de esa guerra surge la Revolución Rusa, pero también las identidades nacionales de las colonias de las potencias europeas experimentan un importante y definitivo impulso.
En este sentido, la masacre de Gallipolli (una más dentro de esa guerra) es un hito esencial dentro del sentir nacional australiano y neozelandés y sobre ella, con bastante ego, el fenomenal actor Russell Crowe, fundamenta se primera experiencia en la dirección cinematográfica.
Está claro que Crowe busca la épica, la gran película que enlace a lo David Lean el gran acontecimiento histórico con las pequeñas historias de los personajes que los padecen y lo alimentan y el resultado es "The water Diviner"
En ella se nos cuenta la tragedia de un australiano que pierde tanto a su mujer como a sus hijos como consecuencia de la guerra. Buscando contentar al fantasma de su desaparecida mujer, el personaje viaja a la península de Gallipolli para buscar los cuerpos de sus tres hijos, fallecidos el mismo y devolverlos a casa.
Allí tendrá ocasión de conocer de primera mano, las consecuencias de la guerra tanto para los suyos como para los turcos derrotados.
Hay terreno para construir una historia tremenda, de esas que tan bien sabía cocinar David Lean con música de Maurice Jarre, pero el principal problema que tiene la película es que quiere tocar muchos temas quedándose a medias de casi todo.
El resultado es una película correcta que sin la presencia de Crowe, y significando lo que significa dentro de su carrera, no habría llegado tan lejos.
Como digo hay terreno, pero falta talento en el punto de vista para amalgamar los elementos de manera que sea posible una historia en el que todas las partes ocupen su lugar de manera armónica.
Falta enfoque en una historia que, cuando vienen problemas, tira por lo fácil (y por lo bajo) de lo sentimental.
Lo peor de "The water diviner" es que, pudiendo aspirar a ser otra cosa, se empeña en ser un producto. Y esta mediocre aspiración, la perjudica de manera esencial y definitiva porque hay una evidente falta de armonía entre lo que se puede ver entre frames y lo que la historia definitivamente nos cuenta
"The water diviner" no quiere ser diferente ni desafiar la mirada del espectador.
Pasa de puntillas sobre lo que importa para terminar resultando un drama que ofrece el amor romántico como única y universal respuesta/salida ante los rigores de la vida convertidos en eventos incuestionables, inevitables y casi naturales.
Desaprovechada.
La Segunda Guerra Mundial sólo fue un inevitable spin off de este primer gran conflicto, pero sin embargo hablamos más de ella y no tengo la menor duda de que la principal razón es la posibilidad de atribuir todos los desmanes a los totalitarismos, a unos malos reconocidos sobre cuya maldad ha sido posible construir un relato de buenos y malos que todavía funciona.
Sin embargo, en la Primera Guerra todo es más difuso. Los estados defendieron sus posiciones, estuvieron a la altura de sus intereses, cumplieron con las obligaciones a las que estos intereses les obligaban... Casi como ahora...
Y por encima de todo quedó en evidencia la sociedad desigual que culminó en la Belle Epoque, unas desigualdades que se materializaron en la propia guerra tanto en sus causas (intereses políticos de las naciones) como en su desarrollo (el absoluto desprecio por la vida del soldado en cualquier ejército en cualquier bando que concretaba esa desigualdad en la aristocrática y autosuficiente actitud de la oficialidad hacia la tropa).
De la Gran Guerra se habla poco porque las banderas en las que se envuelven los patriotas se disolvieron en la sangre de quienes fueron a luchar por ellas.
De la Gran Guerra se habla poco porque millones murieron por nada o casi nada.
De la Gran Guerra se habla poco porque hablar de ella supondría hablar de desigualdad y lucha de clases, una narrativa complicada para una historiografía oficial al servicio del poder de los estados.
Porque de esa guerra surge la Revolución Rusa, pero también las identidades nacionales de las colonias de las potencias europeas experimentan un importante y definitivo impulso.
En este sentido, la masacre de Gallipolli (una más dentro de esa guerra) es un hito esencial dentro del sentir nacional australiano y neozelandés y sobre ella, con bastante ego, el fenomenal actor Russell Crowe, fundamenta se primera experiencia en la dirección cinematográfica.
Está claro que Crowe busca la épica, la gran película que enlace a lo David Lean el gran acontecimiento histórico con las pequeñas historias de los personajes que los padecen y lo alimentan y el resultado es "The water Diviner"
En ella se nos cuenta la tragedia de un australiano que pierde tanto a su mujer como a sus hijos como consecuencia de la guerra. Buscando contentar al fantasma de su desaparecida mujer, el personaje viaja a la península de Gallipolli para buscar los cuerpos de sus tres hijos, fallecidos el mismo y devolverlos a casa.
Allí tendrá ocasión de conocer de primera mano, las consecuencias de la guerra tanto para los suyos como para los turcos derrotados.
Hay terreno para construir una historia tremenda, de esas que tan bien sabía cocinar David Lean con música de Maurice Jarre, pero el principal problema que tiene la película es que quiere tocar muchos temas quedándose a medias de casi todo.
El resultado es una película correcta que sin la presencia de Crowe, y significando lo que significa dentro de su carrera, no habría llegado tan lejos.
Como digo hay terreno, pero falta talento en el punto de vista para amalgamar los elementos de manera que sea posible una historia en el que todas las partes ocupen su lugar de manera armónica.
Falta enfoque en una historia que, cuando vienen problemas, tira por lo fácil (y por lo bajo) de lo sentimental.
Lo peor de "The water diviner" es que, pudiendo aspirar a ser otra cosa, se empeña en ser un producto. Y esta mediocre aspiración, la perjudica de manera esencial y definitiva porque hay una evidente falta de armonía entre lo que se puede ver entre frames y lo que la historia definitivamente nos cuenta
"The water diviner" no quiere ser diferente ni desafiar la mirada del espectador.
Pasa de puntillas sobre lo que importa para terminar resultando un drama que ofrece el amor romántico como única y universal respuesta/salida ante los rigores de la vida convertidos en eventos incuestionables, inevitables y casi naturales.
Desaprovechada.
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