Y ahora resulta que el discurso de investidura de Barack Obama es un discurso social-demócrata puro... como el suyo, por supuesto.
Nuestro presidente se ha preocupado de que tengamos ese pequeño detalle bien claro, mucho más claro que el modo en que su gobierno va a afrontar la crisis... Creo que ya vamos por el plan E.
El objetivo es la transferencia simbólica de valor, rebañar todo lo posible la energía de otros (cuyos discursos jamás podrá hacer porque su rollo es otro), generar una burbuja inmobiliaria a partir de la imagen de Obama y explotarla como un parásito hasta que se agote.
En el ámbito de lo inconfesable, se trata de ser visto como el equivalente de Obama, su homólogo natural (como su suele decir). Obama es uno de los míos y no de los suyos. Eso es lo único que le importa a nuestro mediocre presidente. Vampirizar imágenes, colonizar mensajes, vivir del cuento en un país donde nos gustan los cuentos de malos y buenos, de míos y otros, más que a un tonto una tiza.
Y él lo sabe bien.
Sabe que en este país cuya opinión pública la controlan artistas y cantantes va a funcionar mejor estar a la simbólica sombra de Obama, capitalizar su poder como icono en nuestro país, que construir un discurso sombrío, avisando de los riesgos, señalando los problemas y apelando al esfuerzo colectivo... El discurso que haría nuestro Obama de existir.
Pero la culpa no es de él.
La responsabilidad está en todos nosotros, que concebimos la política de la misma forma que concebimos el futbol, mediante adhesiones inquebrantables que van más allá de la razón y él lo entiende bien y lo primero que hace es insertar la imagen de Obama en nuestro maniqueo universo simbólico de filias y fobias.
Es de los nuestros... no es de los suyos. Por encima de su serio mensaje responsable, éso es lo único que importa en este país... desde dónde se habla y no lo que se dice.
Es horrible, pero Zapatero sólo es nuestro monstruo.
Así nos va... y la culpa nunca ha sido del gobierno.