domingo, junio 15, 2014

Only God forgives

No entiendo por qué "Only God forgives" está dedicada a Jodorowsky y no a Sergio Leone.

Considerando no tanto lo que su director, Nicholas Winding Refn, nos cuenta sino la manera en que nos cuenta "Only God Forgives" recuerda a uno de esos westerns con los que la genial mirada del director italiano nos obsequió en la década de los sesentas del siglo pasado.

El problema es que la propuesta de Refn acumula todos los defectos de la mirada de Leone y, para mi gusto, una o ninguna de sus virtudes porque "Only God Forgives" a fuerza de persistir en el error termina resultando un estilizado y vacuo espectáculo en el que, y a diferencia de Leone, el director parece más preocupado por hacer un ejercicio de estilo, por subrayar la presencia de su mirada buscando generar una manera propia de narrar, que por contar una historia.

Y el principal riesgo que tienen los ejercicios de estilo es la pretenciosidad.

Y, para mi gusto, "Only God forgives" tiene bastante de pretencioso como si Winding Refn no tuviera bastante con la buena acogida de sus películas y, en un alarde autodestructivo, quisiera ir más allá de su propio éxito en busca de un fracaso seguro basado en la hermética estilización hasta el paroxismo de todas sus imágenes.

En este sentido, "Only God forgives" es demasiado para la mirada del espectador y no en el buen sentido.

Puesto que en el fondo de tanta pretenciosidad funciona la mecánica de una historia bastante previsible incapaz en su nimiedad de sustentar las imágenes que Refn crea, imágenes en las que los personajes deambulan a la espera de una profundidad de sentido que jamás llegará.

Algo así como construir un formula uno con el motor de una Vespino.

El siempre atrevido Refn ha pinchado en hueso esta vez.







“Y Don Juan lo aceptó: Paso a limpio la carta de Franco para que salga ahora mismo y prepárame otra para mi hijo. El texto que escribió Trevijano decía: ¿Qué Monarquía salvas? ¿Una monarquía contra tu padre? No has salvado nada ¿Quieres salvar una monarquía franquista?... Ni estoy de acuerdo, ni daré mi acuerdo nunca, ni aceptaré jamás que tú puedas ser el rey de España sin el consentimiento de la monarquía, sin pasar a través de la dinastía”
 (Un rey golpe a golpe, biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón de Patricia Sverlo)

The ouffit

Dirigida en 1973 por John Flynn, "The Outfit" es un thriller pragmático, directo y eficaz.

Basada en una de las novelas que el gran autor de novela negra y policíaca Donald Westlake escribió bajo el seudónimo de Richard Stark, novelas que en su mayoría protagoniza el personaje de Parker, un criminal de poca monta caracterizado por la falta de escrúpulos y la eficacia a partes iguales, "The Outfit" recupera a Parker bajo el nombre de Macklin ya que Westlake/Stark nunca permitió que se usase el nombre de su personaje en las películas basadas en historias que protagonizaba.

Macklin Robert Duvall) sale de la cárcel para descubrir que su hermano ha sido asesinado por los esbirros de una poderosa organización criminal cuyos intereses atacaron con un robo que ambos llevaron a cabo. Buscando un castigo ejemplarizante que infunda miedo y respeto en el mundo del hampa, Mailer (Robert Ryan), el máximo responsable de la organización criminal, dictará una sentencia de muerte que se extiende a Macklin, pero este empezará a mostrar que es un rival demasiado serio para la organización criminal y sus esbirros.

Macklin se enfrentará a la organización en una calculada venganza que buscará vengar la muerte de su hermano.

El resultado es una road movie que hasta cierto punto participa de temas muy peckinpahianos como el paso del tiempo sobre la obstinación por ser como se es, aspecto que se transforma en un carácter, en una individualidad impasible ante la mayor o menor complicación de las circunstancias que rodean al personaje.

Sin pararse a pensar demasiado en la conveniencia de sus actos, Macklin actúa conforme a lo que le dicta su peculiar código moral enfrentándose a lo que es una poderosa y compleja organización criminal.

En este sentido, la historia reproduce un tema que subyace en el imaginario simbólico de las historias del cine americano: la tensión entre el individuo todopoderoso sobre el que se funda el mito de lo americano con el hombre organización y su realidad del capitalismo industrial.

Los tiempos han cambiado y ya parece no haber lugar para los individualistas como Macklin.

El individuo se pliega a las necesidades de los sistemas y no se enfrenta a ellos porque parece ser de sentido común la afirmación de que el grupo es más fuerte que el individuo.

No obstante, en "The Outfit", Westlake/Stark realiza la fantasía de una cabalgada loca y final de un recalcitrante individuo que en su obstinación consigue imponerse a los dictados de un sistema, de una organización.

Todavía son posibles los héroes y aunque Macklin sea tan brutal, asesino y criminal como la organización a la que se enfrenta uno no puede evitar ponerse de su lado. Seguramente porque con su medida y calculada venganza, Macklin realiza esa fantasía de poder que le convierte en un héroe ante nuestros ojos.

"The Outfit" es una de esas películas olvidadas que siempre da gusto recuperar.

Fantástica.

sábado, junio 14, 2014

Elysium

Es curioso...

Me gusta todo de "Elysium" menos la historia.

Me gusta el paisaje pero no tanto las figuras y no porque estén mal resueltas sino porque no están a la altura del contexto narrativo en que sucede la historia ni tampoco de la extraordinaria capa tecnológica a través de la cual ese mundo se expresa.

"Elysium" sucede ciento y pico años adelante, en un mundo superpoblado y contaminado del que los más privilegiados han escapado a la majestuosa estación orbital que da titulo a la película. Desde allí continúan con su vida de lujos y placeres mientras abajo la mayoría de la humanidad lucha por sobrevivir cada día en un entorno hostil y letal.

Ese mundo que bien pudiera ser la extensión a nivel mundial de los barrios de chabolas del Soweto que el director Neill Blomkamp ya utilizara con eficacia en su estupenda "Distrito 9" ofrece un poderoso atractivo, un marco estupendo sobre el que desarrollar una historia llena de fuerza, pero sin embargo, es utilizado para desplegar una historia llena de lugares comunes y conveniencias narrativas que quién escribe ya ha visto cientos de veces y que se sin demasiada alegría vio venir a los quince minutos de película.

En cualquier caso Blomkamp utiliza muy bien todo ese espacio, así como todo el soporte tecnológico con que la humanidad se ha dotado a sí misma en ese mundo futuro, para insertar su historia mínima

En este sentido, y empezando por la magnífica y operística estación espacial "Elysium", la tecnología se convierte en un elemento esencial para cifrar la diferencia que separa a la privilegiada minoría de la desgraciada mayoría, reducida poco más o menos, a una desvencijada y herrumbrosa edad industrial con desoladores injertos de vida paleolítica.

La conjugación de un poder capaz de muchísimas cosas que se ejerce como propiedad privada de unos pocos y que con su inmensa potencialidad pone en juego la inmensa diferencia que separa a esos pocos de los muchos.

No obstante, y como escribo, en ese escenario, que bien merecería acoger una gran historia, se despliega la insignificancia del cliché.

Y el resultado es la habitual falta de fuerza del cine industrial producido casi como una obligación como consecuencia de la inercia del propio sector, sucediendo ajeno a la necesidad sino a la obligación de alimentar los miles de pantallas que hambrientas abren sus blancas fauces los viernes de cada semana.

Nada memorable... como casi siempre.

Cuando la industria vampiriza al arte, la forma es el mensaje.





lunes, junio 09, 2014

Diamond Flash

Da gusto ver películas como "Diamond Flash".

Películas que no son en absoluto perfectas pero que son portadoras en su imperfección de un sorprendente y arrollador poder de verdad que convierte a la imperfección en una de las bellas artes, colocandola al mismo nivel que ese crimen como hecho estético que tan bien glosó el maldito Thomas de Quincey.

Rompiendo con las convenciones que constituyen ese sentido esperado en los géneros y en los relatos que nos repetimos los unos a los otros una y otra vez, películas como esta "Diamond Flash" de Carlos Vermut vienen a tener ese efecto purificador para el corazón que para Thomas de Quincey tenía el crimen.

Y esa pureza se encuentra precisamente en la posibilidad de ofrecer otra manera de contar las mismas cosas, incluso haciéndolas parecer diferentes.

Una pureza que por definición no puede ser perfecta al tratarse de un terreno virgen del imaginario, por primera vez pisado por nuestra capacidad de producir sentido y, por lo tanto, huérfano de criterio y de canon entre otras cosas por la simple y llana falta de concurrencia.

A lo único y nuevo, mientras lo es, no le es necesario ser bueno o correcto.

Es su propia unicidad y la novedad incomparable que encierra esa unicidad el elemento esencial para la construcción de su valor.

En este sentido, "Diamond Flash" es primera y única.

Y su principal atractivo es la sorpresa que produce al espectador mientras se despliega como relato complejo, fragmentado, que parece suceder en las afueras de otro relato que está sucediendo de manera paralela, en un lugar más allá del fuera de campo y del que apenas llega un flujo de ondas sísmicas que influyen de manera tangencial en lo que se nos cuenta.

Porque lo que busca Vermut es contar los alrededores de una historia, la de un vengador justiciero llamado Diamond Flash que apenas aparece en una historia dedicada a contar pequeñas y menos pequeñas pinceladas del paisaje y las figuras que acompañan la peripecia del justiciero enmascarado en la mejor línea de los folletines mudos del francés Louis de Feuillade.

"Diamond Flash" no se deja mirar fácilmente por las miradas de espectadores acostumbrados a la facilidad convencional de relatos más dóciles.

Es un caballo salvaje que galopa ese interminable jardín de senderos que se bifurcan que es la ficción para generar una metaficción, ficción sobre la ficción, que nos muestra en estado puro el mal contra el que Diamond Flash lucha, un mal que está en todas partes y en todos y cada uno de los personajes que habitan cada una de las historias que la película nos cuenta.

Una lucha que por otra parte promete ser interminable.

Brillante.


domingo, junio 08, 2014

Madayayo

Madayayo cierra en 1993 la filmografía del maestro japonés Akira Kurosawa.

Por lo visto está basada en la vida de Hyakken Uchida un escritor y educador muy conocido en el Japón durante la segunda mitad del siglo XX,

La historia se inicia con la jubilación del protagonista como profesor y en una sucesión de escenas nos cuenta el modo en que Uchida va enfrentándose a la vejez.

Lo esencial de "Madayayo", lo que la convierte en la emocionante y tremenda obra maestra que es, es que convierte a la vejez en un territorio donde se enfrentan las ganas de vivir y de continuar haciendo cosas que siente Uchida con la cercanía de un final que, conforme va pasando el tiempo, cada vez se muestra más seguro e inevitable.

En este sentido, la palabra que da titulo a la película forma parte de un juego infantil que resume metafóricamente la actitud de Uchida y, por extensión, del propio Kurosawa. "Madayayo" significa "Todavía no" y es la palabra que el niño que está siendo buscado grita a los niños que lo buscan quienes a su vez le gritan si está preparado.

Y al final la vida es un juego del escondite en el que todos terminamos siendo encontrados con la muerte, pero mientras tanto el juego no se interrumpe.

En este sentido, "Madayayo" nos presenta a su protagonista  como un niño siempre ilusionado con las cosas, siempre entregado a la erótica de continuar disfrutando la vida, pero también, y ésto es lo que probablemente interese al nihilista Kurosawa, golpeado de cuando en cuando por ese lado menos luminoso de la existencia, el que tiene que ver con lo tanático, con la presencia del fin y de la muerte que es una de sus principales metáforas.

"Madayayo" dedica buena parte de sus esfuerzos a mostrarnos cómo la vida golpea a Uchida y, lo que es más importante, cómo éste se las arregla para mantenerse intacto, en esa prístina pureza casi infantil que le hace tan especial a los ojos de sus alumnos.

Resulta maravilloso el modo en que Kurosawa nos hace sentir el esfuerzo de ser Uchida en el mundo y la circunstancia que le toca vivir. Con un simple plano y contraplano Kurosawa lo consigue. Primero nos enfoca a Uchida en la puerta de su casa hablando de belleza y más tarde nos muestra lo que Uchida debe estar viendo mientras habla a sus alumnos: las terribles ruinas del Tokio demolido por los bombardeos norteamericanos.

Y supongo que para alguien tan shakesperianamente escéptico hacia la vida como Kurosawa, una existencia como la de Uchida, tan impermeable en su ilusión por vivir, tiene que resultar todo un misterio... pero, y al mismo tiempo, una actitud ejemplar ante la vida cuyo recuerdo no se debe perder.

Tiene mucho de épica el mantenerse siempre positivo, pensando en construir, en un universo donde, como dice la física, todo tiende lentamente a la entropía, al desorden, a la destrucción.

Obra maestra.

domingo, junio 01, 2014

La batalla de Argel

Alguna vez habrá que reivindicar la memoria de los grandes guionistas italianos y su importancia tanto para el cine social de su país como para, y en general, el cine europeo... es decir, para la construcción de ese concepto de cine europeo como espectáculo culto que se aparta de las claves mainstream del cine comercial.

Nombres como Tonino Guerra, Cesare Zavattini, Suso Cecchi D'amico o Franco Solinas responsable de la escritura del guión de esta "La batalla de Argel" flotan como espectros en el paisaje cinematográfico de la segunda mitad del siglo XX, autores cuyo brillo empalidece ante la presencia junto a ellos en los créditos de directores que también eran escritores y autores... pero esa es otra historia.

Franco Solinas fue el encargado de escribir el guión de "La batalla de Argel", la primera película de ficción del cine argelino que el gobierno del FLN quiso dedicar a glosar la reciente y sangrienta lucha por la independencia de la que el propio FLN había sido el principal agente y catalizador.

Para ello, y ante la falta de know how en el propio país que fuera capaz de insuflar una minima factura de calidad y profesionalidad a un proyecto que se consideraba emblemático, se decidió recurrir a profesionales de la izquierda cinematográfica de la vecina Italia.

Así, Gillo Pontecorvo, procedente del documental social y con una única película de ficción, la interesante "Kapò" sobre los campos de concentración fue el encargado de dirigir este proyecto que se rodó con actores profesionales en los principales papeles pero con actores no profesionales en el resto de papeles y en figuración.

Y le viene muy bien a "La Batalla de Argel" la experiencia en documental de Pontecorvo porque los atractivos de la película no sólo están en lo que cuenta, obra de Franco Solinas, sino también en el cómo lo cuenta, aspecto del que son responsables tanto el director Gillo Pontecorvo como Giuliano Montaldo, el director de la segunda unidad.

Porque uno de los principales atractivos de La Batalla de Argel es total y absoluta sensación de realidad.

En un rabioso blanco y negro, magnificamente fotografiado por Marcello Gatti, las imágenes te saltan a los ojos como gatos rabiosos y uno tiene la sensación de estar viendo algo más que una pura obra de ficción, algo que nos muestra un corazón indeterminado pero fundamentalmente cierto..

Y cuando se trata de actores no profesionales siempre recuerdo la opinión que Pasolini tenía de ellos como fuente de verdad.

En otro orden de cosas, llama la atención el tono equilibrado que tiene la historia puesto que se mueve entre las acciones del FLN en contra de la ley francesa y la respuesta que el gobierno francés da a los revolucionarios, siendo el Teniente Coronel Mathieu, magníficamente interpretado por el desconocido Jean Martin, uno de los principales protagonistas de la película.

Llama la atención que el grueso de la película se desarrolle en una derrota del FLN.

Al final, Mathieu y sus paracaidistas consiguen acabar con la presencia del FLN en la casbah de Argel. Su estrategia de acabar con la violencia del FLN se basa en la metáfora de una tenia, parásito intestinal que hay que descabezar para poder terminar con él. Pero enseguida el espectador comprende que Mathieu equivoca la metáfora. El FLN no es una tenia sino una hidra con cientos de miles de cabezas a la que es imposible descabezar.

No se puede matar ni meter en la cárcel a todo un pueblo... No sé qué piensan Rajoy y Marhuenda al respecto.

Y este es el sentido que tienen las imágenes finales de lucha y victoria en la calles de Argel, cientos de rostros de hombres, mujeres y niños desafiando a la policía y al ejército francés connotando una irresistible fuerza al mismo tiempo que una poderosa determinación: independencia.

Al final, la fisicidad de la voluntad siempre puede con el artificio de la política

También, y por último, "La batalla de Argel" es una magnífica exposición de lo que representa el terrorismo para los que matan y para los que mueren que, como es lógico, nunca creen que exista razón que pese más en la balanza de la justicia que el peso que representan las propias vidas de los suyos.

Y uno de los grandes hallazgos de la película es precisamente la actitud que el personaje del Teniente Coronel Mathieu tiene ante la violencia. No adopta una posición moral objetivizando la posición de los suyos como metropoli atacada en su razón incuestionable por unos malvados bárbaros equivocados, sino que se ve simplemente como parte, como una voluntad de poder implicada en una lucha por la prevalencia contra otra voluntad de poder.

Por mucho que nos empeñemos en negarlo, hay un momento en los asuntos humanos en que todo se reduce a una cuestión de fuerza, la que por ejemplo expresan los rostros decididos de los argelinos en el final de la película.

Para eso existen los extremos en los dos lados de la política.

Obra maestra.


sábado, mayo 31, 2014

The Bridge

Una mujer aparece asesinada en mitad del puente que separa a las ciudades de El Paso y Ciudad Juárez, pronto se descubrirá que es un cuerpo simbólico compuesto por la mitad de los cuerpos de dos mujeres y, lo que es más importante, la presencia de una sádica inteligencia criminal que tiene un siniestro plan de venganza.

Adaptación libre de una serie de televisión nórdica del mismo nombre. "The Bridge" termina ofreciendo menos de lo que promete y resulta además demasiado caótica en el transcurso del camino que conduce a esa decepción, pero, y sin duda, su principal atractivo es el contexto.

El ambiente despiadado y árido de la frontera mejicano-estadounidense, su carácter de crisol de los aspectos más terribles de la naturaleza humana constituyen una presencia imposible de soslayar por la mirada de un espectador que, como es mi caso, se cansa cada vez más rápido de comprobar que los guionistas resultan incapaces de desafiar su capacidad de sorpresa.

Pero está Ciudad Juárez, medio acre de infierno lleno de barrios míseros contra los que rompe el oleaje de emigrantes mejicanos que buscan una desesperada oportunidad al otro y opulento lado de la frontera, un lado que por otra parte no deja de ser el mismo desierto que los espaldas mojadas intentan dejar atrás.

Harían bien los guionistas en seguir este camino, el de la frontera, para estructurar una segunda temporada que ya está contratada porque si no lo hacen ellos, lo hará David Simon cuya mente creadora ha quedado libre de Treme.

Hay todo un filón en historias en ese pedazo de infierno.

La peligrosa, mortal y ambigua magia de ese frontera que también es una inmóvil línea de sombra que parece separar la luz de la oscuridad merecen ser contadas.

PODEMOS

Es evidente que existe un sistema de intereses comunes entre el Partido Popular y el Partido ¿Socialista?, pero también no es menos cierto que existen las diferencias.

También no es menos cierto que mientras los acuerdos pertenecen al orden de lo estratégico, las diferencias pertenecen al orden de lo táctico.

Las diferencias deben existir. Son esenciales precisamente para, usando en beneficio propio debilidades humanas como la pereza intelectual o la negación, ocultar la esencial existencia de ese acuerdo en lo fundamental entre las partes, acuerdo que es el alma de este régimen que agoniza y que como todos los seres vivientes se resiste y resistirá a morir.

En su ensimismamiento y consciente de su incontestada presencia hegemónica el sistema condujo a un debate político que precisamente ponía el acento en el acuerdo entre las partes. Era ese debate del "y tú partido también" o "y tu partido más", un debate que ponía el énfasis en una esencial igualdad cualititativa y en el que sólo las diferencias cuantitativas eran posibles.

En un error estratégico como consecuencia de un inevitable descuido ante la experiencia de total de dominación, el sistema intentó zanjar sus pequeñas disputas internas cerrando filas, apelando a una igualdad en los intereses y comportamientos frente a aquellos que se presentaban como diferentes, como discordantes con respecto a esa actitud.

Todos tenemos corruptos, todos tenemos amigos a quienes hemos beneficiado... en un exceso de confianza el sistema mostró su vergüenza sabedor que nadie se atrevería a gritar que el rey estaba desnudo.

Los medios de comunicación de masas, actuando como capataces de la plantación, se encargaron de reducir el debate público a unos términos considerados aceptables, unos términos que degradaban el debate y la opinión pública, pero que servían a un claro interés.

Los moderadores dejaron de moderar y los periodistas descubrieron no solo que la falta de objetividad era posible sino también la subjetividad, deviniendo a objetos, puros terminales que vehiculaban un discurso o una posición.

La aparición de un tercero como "Podemos" ante este tinglado hace que el sistema reaccione casi como un organismo enfrentado ante un anticuerpo: rodeándole e intentando aplastarle aprovechando sus presuntos defectos y debilidades.

En este sentido, llama la atención el modo tan virulento en que las terminales periodistas del sistema han reaccionado de manera unánime haciendo, salvo excepciones, el mismo tipo de preguntas pareciendo mucho más importante las preguntas controvertidas sobre Venezuela o la violencia callejera, intuyendo las posibles respuestas como una invitación a la indignación puesta en bandeja, una indignación cuyo objetivo es una impostada indignación que hace imposible el debate merced al no reconocimiento del otro como un igual.... como escribo se ha dado más importancia a las superficiales preguntas sensacionalistas que a la indagación de razones, motivos y propósitos más propia de una sociedad democrática y civilizada.

El sistema juzga pero no puede ser juzgado. Decide lo que está bien y lo que está mal... y además, lo que está verdadera y autenticamente mal: decir que lo que está bien, en realidad está mal

Y con estas reglas, cada día, los medios de comunicación como fundamentales ejecutores ponen en escena el espectáculo virtual de la opinión pública de una sociedad libre.

Y con estas reglas, los nuevos competidores deben estar marcados como mínimo con la duda acerca de la bondad de sus propósitos

Los portavoces de Podemos, como ya le sucedió a UPyD en su momento, son culpables sin que exista la menor intención de demostrar lo contrario.

Cualquier alternativa que aparezca tendrá que dar cuenta ante el tribunal de los medios de culpabilidades que enseguida, en un par de opiniones indignadas, pasan de presuntas a reales.

Siempre hay algo malo que decir de los nuevos competidores y los medios de comunicación se encargan de ello, de escarbar, de sacar punta, de acentuar.

Es necesario que exista algo de lo que los recién llegados tienen que callar.

Lo que es peor... tiene que existir.

En nuestra corrupción, el sistema lo supone y nosotros, lo dominados, lo esperamos.

Este es el infierno en el que vivimos tan cómodamente instalados.


jueves, mayo 29, 2014

Dallas Buyers Club

No se puede hablar de Dallas Buyers Club sin hablar del trabajo de su protagonista, Mathew McConaughey.

Eso está claro.

Su interpretación con transformación física incluida, más de 20 kilos adelgazados, emparentan a McCanaughey con aquel Robert de Niro de finales de los setentas y principios de los ochentas, en el mejor momento de su carrera, que proyectaba una imagen de actor metódico y entregado capaz de llegar al extremo de transformarse físicamente para encarnar a un personaje. En el caso de De Niro este fue capaz de engordar otros veinte kilos como mínimo para interpretar al Jake La Motta en decadencia de "Toro Salvaje".

Y la verdad es que McConaughey está brillante, carismático y poderoso en su encarnación de un bala perdida, pura basura blanca, que lleva una vida miserable en torno al mundo del rodeo y que un buen día descubre que está enfermo de SIDA.

La película nos cuenta, no demasiado bien para mi gusto, la lucha que este pendenciero e indomable Ron Woodroof lleva a cabo contra su enfermedad, pero también contra un sistema de salud norteamericano que aliado a la legislación y la administración quiere convertirle en poco más que una cobaya humana en su empeño de encontrar una cura.

Como uno de esos caballos o toros que saltan indomables en las arenas del rodeo, Woodroof se resistirá a una tratamiento letal que se le quiere imponer y buscará su propia manera de curarse recurriendo a modos y maneras fuera de la ley de los que intentará sacar un beneficio creando un club de compradores de tratamientos alternativos, cosa que por cierto fue una práctica generalizada en la década de los ochentas del pasado siglo, época en la que el SIDA apareció como una plaga en el mundo entero.

Así, Woodroof conseguirá vivir siete años más allá del mes que los médicos le diagnosticaron en el momento de la detección de su enfermedad.

"Dallas Buyers Club" se abandona al talento de McConaughey lo cual es una apuesta segura, pero, y alrededor de la presencia carismática del protagonista, todo resulta demasiado frío y no me parece bueno, teniendo en cuenta el potencial dramático de la historia, que al terminar la principal conclusión tenga que ver con el talento del actor para encarnar un personaje tan difícil y extremo.

Creo que en "Dallas Buyers Club" hay una estupenda historia desaprovechada y oculta bajo el espectacular despliegue de talento de su protagonista.

Y debiera haber sido al revés.

El personaje tendría que estar al servicio de la historia, protagonizarla y no acapararla.

Esta habría sido la mejor manera de construir una película que, con todo lo terrible que en teoría cuenta, no se olvidase tan rápidamente como "Dallas Buyers Club".

Sobrevalorada.


miércoles, mayo 28, 2014

Violencia

Hay que encontrar un discurso que desactive el argumento de la violencia.

Mientras que del lado del estado y del gobierno parece no haber límite en la presión que se puede ejercer sobre la ciudadanía, todo parece estar justificado por razones de buen gobierno y fuerza mayor, existe por contra un límite claro en la respuesta que puede dar el ciudadano que se encuentra aplastado y pulverizado por esa razón de estado.

Esa infranqueable línea es la violencia.

Así, y aunque uno esté desesperado y sin nada a lo que agarrarse, para algunos su causa pierde toda legitimidad si acaba siendo expresada a través de la violencia.

Y esto sería acertado, si viviéramos en otro mundo, en otra sociedad, en esa de la que hablamos y en la que creemos que estamos en lugar de esta realidad que desafiante nos mira con la misma pura dureza con la que, desde el lienzo, el verdadero Dorian Gray miraba a su falso correlato semoviente.

Lo que ahora es evidente es que hay un cierto porcentaje de nuestra sociedad cuyo destino debe ser inmolado en favor del bien de la colectividad. Existe una lotería siniestra que se juega todos los días y el desgraciado que es agraciado con el premio poco más o menos que debe aceptar en silencio su destino.

Los desgraciados deben callar y aceptar su destino muriéndose en un rincón sin rechistar.

En este sentido, y de manera buscada, nuestra sociedad procesa con crueldad el destino de estas personas no entendiendo que si vivimos en un mundo que lleva hasta el extremo la vida de algunos de sus coetáneos, éstos no tienen por qué aceptar sin rechistar el desigual trato que se les propone pudiendo alcanzarse en este rechazo en legitima defensa estados extremos y sin retorno caracterizados por la violencia.

Así, y mientras el estado no tiene un límite, sus ciudadanos, convertidos en súbditos de un poder cuyas acciones no están a la altura de sus palabras, lo tienen.

No creo que sea apología de la violencia comprender el por qué de su existencia.

No creo que sea civilizado intentar comprender causas y razones... y mucho de ellos hablar de ellas.

Si la situación que vivimos genera violencia, ésta debe ser comprendida y no rechazada aprovechando de paso ese rechazo para evitar discutir las razones de esa violencia.

No estamos en un mundo feliz.

Todo lo contrario.

Y por mucho que nos empeñemos hipocritamente en negarlo la injusticia mantenida en el tiempo genera de manera inevitable la violencia en una sociedad compuesta por humanos y no por complacientes máquinas.

Tarde o temprano, la presión que se genera termina saliendo por algún lado.

También es violencia intentar tapar esos agujeros.


domingo, mayo 25, 2014

Fútbol y política

El origen del fútbol se encuentra en los colleges donde estudiaban las élites británicas destinadas a gobernar el imperio.

Lo que estrictamente tiene que ver con la concreción de las reglas buscando normalizar una tradición que venía existiendo desde la Edad Media sucede en los colleges de las Universidades inglesas en un proceso que se inicia en 1850 y que culmina en 1863 con la fijación de las 13 reglas que proceden de la manera que tenía de jugar al fútbol la Universidad de Cambridge.

La otra manera de jugar que tuvo futuro, la de la Universidad de Rugby, acabaría produciendo a su vez el deporte del mismo nombre.

En cualquier caso, y pese a sus orígenes elevados, el fútbol pronto fue adoptado por todos los estratos de la sociedad británica y, en este proceso, fue pasando de la élite a la gran mayoría convirtiéndose en el entretenimiento de masas de la metrópoli que el Imperio Británico exportó al resto del mundo.

En este proceso, los comerciantes, marineros y los trabajadores británicos que los intereses económicos de la entonces potencia hegemónica repartían por el mundo fueron decisivos.

Sin ir más lejos, en España, el fútbol entra por Huelva donde trabajadores británicos de las minas de Río Tinto fundan un primer equipo que sería la base del Recreativo de Huelva, el decano del fútbol español.

Poco a poco, el fútbol fue escapándose de las manos de la clase dominante yendo a parar a las manos de los dominados, aunque sólo fuera por el simple hecho incontrovertible del peso que ejerce el mayor número.

En este sentido, y en la segunda mitad del siglo XX, el fútbol ya era un deporte de masas, y de masas proletarias. Incluso en Argentina y Uruguay existen casos de clubes de fútbol fundados por grupos de carácter anarquista.

Los trabajadores encontraron en el fútbol, probablemente el primer espectáculo de masas, un vehículo de entretenimiento en los domingos y fiestas de guardar.

Y escribo todo ésto porque en los tiempos que vivimos existen discursos que convierten al deporte en el nuevo opio del pueblo y en bastante porcentaje son planteamientos acertados.

Antropologos como Desmond Morris han descrito perfectamente el papel vertebrador e integrador que juega el deporte, convertido en parte esencial de cualquier cultura, aportando uan función equilibrante de canalización del conflicto y de la agresividad, spero no es menos cierto que quedarse ahí, a mi juicio, implica permanecer en un nivel demasiado superficial.

Y digo esto porque hasta el aburguesamiento de la clase obrera que sucede a partir de la década de los sesentas del siglo pasado, una clase obrera con autoestima y un proyecto fue capaz de, al mismo tiempo, defender sus intereses colectivos e ir al fútbol todos los domingos.

Lo que quiero decir es que el problema no está en el fútbol o el deporte, el problema está en la falta de un sistema de ideas estructurado desde el que construir una nueva posición frente a los explotadores.

Las ideas se han caído, pero el fútbol permanece... y con él, y eso es lo bueno, esa capacidad de movilización y de lucha, esa autoestima que ahora se desperdicia en algo tan accesorio como el amor y la entrega a unos colores.

Antes, la entrega a unos colores era el corolario a una actitud de entrega mucho mas importante y esencial: la entrega a unos tuyos que reconocías como tus iguales y que se oponían a unos otros que perseguían unos intereses diferentes y siempre contrapuestos.

Ahora, sólo queda la entrega a esos colores y donde los intelectuales de izquierda debieran ver esperanza, la posibilidad de que no todo está perdido, sólo ven entrega y adormecimiento a una estructura de dominación.

Las élites culturales de la izquierda, cuando se enfrentan al deporte, ven la paja en el ojo ajeno pero no ven la viga en el propio: la ausencia de un proyecto ideológico alternativo cuyo mantenimiento y generación corresponde a ellos en la división del trabajo de la revolución.

Unos piensan cómo y por dónde atacar, suministran las armas de pensamiento, mientras otros las sienten como propias y se apoyan en ellas para salir a las calles y tomar el Palacio de Invierno un Octubre cualquiera.

Pero lo peor es que detrás de toda esta crítica al deporte se esconde lo peor de un comportamiento elitista: la falta de cuestionamiento propio y el abuso de una crítica que desde la superioridad de sahib intelectual se ejerce contra aquellos que están abajo y cuyas necesidades y angustias no se tienen en cuenta.

Sin un proyecto alternativo de sociedad, bastante tienen los que padecen su injusto día a día con sobrevivir la siniestra lotería de la precariedad y no les hacen la vida fácil aquellos que intentan ensuciar las pocas cosas que les permiten extraer un placer en su complicada y arrastrada vida.

Habría que plantearse si el problema no está en que la gente viva su vida lejos de la política, entregada a un sistema que los explota cada vez más y empleando su tiempo en cosas tan poco importantes como el fútbol.

Habría que plantearse si los que cuestionan a aquellos que salen a la calle a celebrar los éxitos de su equipo o que se encierran en casa a padecer los fracasos en verdad les han ofrecido algo interesante y sólido en lo que creer con tanta fuerza como creen en su equipo de fútbol.

La falta de autocrítica de la izquierda no sólo la ha desconectado de la realidad del sistema social sino también de sus soldados, de su base, que bastante ocupada está en sobrevivir al día a día.

Una base a la que, en otra vuelta de tuerca de elitismo, se la exige además que sea consciente de su propia situación y sea ella misma la que se libere. Solución que sería ideal en un mundo perfecto, pero que choca con el inconveniente práctico de la poderosa exigencia del día a día, del perverso aparato de miedos y deberes que el sistema coloca sobre los hombros de cada persona y del que resulta más difícil liberarse sin un relato.

Y la construcción de ese relato es la labor esencial e irrenunciable de esa vanguardia del proletariado que precisamente con ese relato produce un sentido, una nueva visión crítica de la realidad.

Hay que poner en juego ideas sólidas, que funcionen de verdad.

Hay que convencer y, si no convences, puede que el problema sea de aquellos a los que no convences, pero también puede ser que esas ideas no resulten del todo convincentes aunque a uno se lo parezcan.

El problema no siempre está en los demás que quizá encuentren rechazable el sentirse culpable de las pocas cosas que en su día a día les dan placer.



sábado, mayo 24, 2014

Godzilla

Eduardo Punset, ese magnífico divulgador científico en un país donde escasea la ciencia, ya se ha encargado de dejar claro que dentro de nuestra cabeza existen tres cerebros independientes.

Convirtiendo nuestra evolución como especie en un proceso acumulativo de sedimentación, estos tres cerebros existen, por así decirlo, uno encima del otro.

Cada uno, entre otras cosas, con su propia inteligencia, su propia subjetividad individual, su propio sentido del tiempo y el espacio y su propia memoria.

Estos tres cerebros están interconectados a nivel neuronal y bioquímico y cada uno controla distintas funciones de nuestro cuerpo, desde las más primarias a las más complejas.

Por orden de evolución, estos tres cerebros son el reptiliano, el límbico y el neocórtex.

Al principio de todo está el reptiliano que es el más primario de todos regulando aspectos animales básicos como las funciones fisiológicas involuntarias de nuestro cuerpo y estando a su cargo la parte más primitiva de reflejo-respuesta.

Su tarea no es pensar ni sentir sino actuar en respuesta a las necesidades corporales básicas: control hormonal y de la temperatura, hambre, sed, motivación reproductiva, respiración…

En este sentido, el cerebro reptiliano nos conecta con lo que de animal hay esencialmente en nosotros, esa fuerza natural de la que somos parte y con la que siempre hemos mantenido una relación ambivalente, de amor u odio, entregándonos o intentando apartarnos de ella en una lucha constante que constituye seguramente nuestra identidad antropológica como especie... si alguna otra especie inteligente pudiera observarnos y analizarnos con la objetividad del observador

Ese conflicto eterno mientras existamos está presente en nuestros relatos, lugares específicos para generar ese sentido que tanto precisamos para entender y entendernos.

Y las figura de Godzilla conecta con todo ésto en el imaginario colectivo de la sociedad de consumo.

Ese enorme monstruo encarna en su inmensa magnitud bestial lo poderoso y arrasador que tiene la naturaleza como pura fuerza bruta incontrolable que nos muestra la tremenda distancia que, en nuestra neurosis antropológica de especie, nos separa de lo que reralmente somos de lo que creemos que somos.

Criaturas como Godzilla emergen de nuestro esfuerzo por dotar de sentido incluso a lo que no puede tenerlo para encarnar toda esa parte de oscuridad y sombra  que directamente tiene que ver con los límites de nuestras capacidades para entender y hacer.

Lo fantástico siempre nos expone a nuestros límites.

Dicho ésto, la película no tiene demasiado interés para mi.

No quiero repetirme.

"Godzilla" es un eficaz Frankenstein construido con pedazos de otras películas, algunas de las cuales se reconocen fácilmente, especialmente el principio, tremendamente deudor de la spilberiana "Encuentros en la tercera fase".

Un Frankenstein que en algunos momentos se hace un poco largo y en el que brilla alguna secuencia como la del salto halo sobre la reventada ciudad de San Francisco, convertida en campo de batalla entre Godzilla y sus otros enemigos milenarios.

Buena parte de la magia de esa secuencia descansa en el talento de Alexandre Desplat para construir bandas sonoras, aspecto esencial para el buen funcionamiento de la película, en general y como producto ya que aporta la emocionalidad que suele faltar en este tipo de cine como consecuencia del descuido del trabajo actoral, siempre sepultado bajo toneladas de píxeles.

En este sentido, "Godzilla", muy deudora de la manera spilberiana de contar historias, recupera así un aspecto esencial de la puesta en imágenes del director norteamericano: su colaboración con el talentoso músico John Williams capaz de componer partituras que subrayan la emocionalidad siempre en riesgo a la luz de la fría mirada de ese aparejador de historias que es Steven Spielberg, el otrora Rey Midas de Hollywood.

Entretenida y por encima de la media... que no es decir mucho si le pides al cine algo más que tener la mirada ocupada durante unas horas.


CUMPLEAÑOS



CUMPLEAÑOS, poema de Ángel González

Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.





viernes, mayo 23, 2014

A Glimpse Inside the Mind of Charles Swan III

Desequilibrada como su personaje protagonista, Charles Swan III, es esta primera incursión de Roman Coppola en la dirección cinematográfica.

Tras algunos trabajos en el mundo del vídeo y la publicidad, junto con colaboraciones como ayudante dirección y guionista en trabajos de su hermana Sofía y del gran Wes Anderson, Roman Coppolas, uno de los hijos del gran Francis Ford -cuya productora Zoetrope corre con los gastos- da el salto a la dirección cinematográfica.

"A glimpse inside the mind of Charles Swan III" acumula momentos grandiosos e interesantes con otros que no lo son tanto, que resultan tópicos cuando no insoportablemente banales, planteando al espectador como consecuencias la terrible disyuntiva de quererla u odiarla.

En mi caso, yo me decanto por la primera opción y declaro sentir una incomprensible atracción por la historia de este diseñador cuya vida material y mental está a punto de irse al garete tras sufrir el abandono, inevitable y lógico dada la manera de ser de Charles, de su angelical y más que paciente novia.

Le perdono sus evidentes defectos que fundamentalmente se concentran en un Charlie Sheen que, patéticamente escondido tras unas gafas de sol, desaprovecha la oportunidad de mostrar sus posibilidades como actor. En el colmo de la invalidez, Sheen ni siquiera resulta capaz de interpretarse a sí mismo prefiriendo esconderse tras un hierático y gélido postureo de borracho que desgraciadamente, para él y la historia, se queda al otro lado de la pantalla.

Es incomprensible que Coppola permita que en ningún momento el espectador pueda ver los ojos, la mirada y, por lo tanto, la profundidad de las emociones de su protagonista.

Este es sin duda el principal problema que tiene esta película, imperfecta y frágil, cuyos momentos malos quizá hubieran pasado mejor por la mirada del espectador de la mano y presencia de un actor más dotado y talentoso cuyo carisma oscureciera algunas de esas evidentes imperfecciones... que las hay, porque la historia resulta demasiado previsible y tópica en algún momento, incluso en algún momento decisivo y troncal de la historia que se nos cuenta.

En fin... probablemente un error de principiante que papá Francis Ford no atajó a tiempo.

En cualquier caso, y si decides como yo perdonarle sus defectos, "A glimpse inside the mind of Charles Swan III" es una curiosa comedia romántica sobre el desamor en el que, envueltas en la preciosa música de Liam Hayes, la realidad y la ficción se dan cita para contar el pensamiento de pérdida y duelo que monotematicamente habita la mente de Charles Swan III.

Interesante, pero, como escribo, peligrosa.



Armas, gérmenes y acero

Jared Diamond es un biólogo y evolucionista norteamericano que ha dedicado sus esfuerzos de divulgación científica a explicar las causas y azares, como cantaría Silvio Rodríguez, del auge y caída de la civilizaciones.

En "Armas, gérmenes y acero" Diamond se ocupa de intentar explicar las razones que explican el predominio de la civilización occidental sobre el resto de culturas que existen y han existido sobre la superficie del planeta.

De una manera gráfica, el autor lo resume en una simple pregunta: por qué los europeos fueron capaces de descubrir américa, y por extensión colonizar el resto del mundo, y no fueron los chinos o los aztecas quienes desembarcaran en alguna playa del viejo mundo con el propósito de conquistarlo.

Y para responder a esta pregunta, Diamond se remonta al Neolítico.

A lo largo del libro se dedica a examinar las diferentes culturas que convivieron en la tierra durante la época neolítica valorando los puntos a favor y puntos en contra.

El resultado es fascinante.

Para llegar a ser occidente, es fundamental llegar a ser una sociedad compleja y un tránsito esencial es el paso del modo de vida nómada del cazador recolector al modo de vida sedentario del agricultor. En cuanto las sociedades se asientan la aparición de la división del trabajo y la progresiva complejización son inevitables.

Pero para que se produzca con éxito esa sedentarización, Diamond llega a la conclusión de que el único lugar en la tierra donde se daban las condiciones para que estos fuera posible fue el Creciente Fértil del Medio Oriente.

Sólo en esta zona se daban tres condiciones esenciales.

Por un lado, la existencia de un número importante de variedades de plantas cultivables, especialmente los cereales. Por otro, la existencia de grandes mamíferos de los que alimentarse y, al mismo tiempo, convertir en fuente de alimentación. Y finalmente, la extensión Este-Oeste de Eurasia que favoreció la extensión en el espacio de ese modo de vida sendentario.

Para Diamond es esencial la orientación Este-Oeste ya que permite la extensión en el espacio sin que existan grandes variaciones climáticas que dificultan la adaptación de plantas y animales. Por ejemplo, entre el Norte y el Sur de Africa están los grandes desiertos y las selvastropicales; igual sucede en América cuyo Norte y Sur también están separados por un riguroso clima ecuatorial de grandes e impenetrables selvas.

La suma de estas tres condiciones es lo que permitió que en Eurasia pudiera existir la suficiente masa crítica como para generar sociedades cada vez más complejas; sociedades que fueron eliminando a los grupos de cazadores y recolectores y progresivamente confinándolos a los lugares apartados del mundo.

¿Y cómo lo hicieron?

Simplemente, por el peso específico del número, ya que la sociedades cazadoras-recolectoras no están hechas para ser sociedades integradas por un gran número de personas.

Esto unido a la acumulación de fuerza tecnológica y científica que el paso de las generaciones ha ido generando terminan concretándose en el predominio de la civilización occidental.

Un libro interesante y muy recomendable, cuya lectura debe completarse con el titulo complementario que Diamond dedicó a explicar las causas de la caída de las civilizaciones y que muy gráficamente se titula "Colapso".

En la obra de Diamond seguramente está escrito el pasado y el futuro de nuestra civilización occidental.

Imprescindible.


domingo, mayo 18, 2014

The walking dead

Hay que olvidarse de una paz y una estabilidad que sean para siempre.

Por una cosa o por otra, bien por lo peor del ser humano, bien por la presencia de los caminantes, no es posible permanecer por mucho tiempo en un lugar. Quedarse quieto en el nuevo mundo en que la desconocida epidemia ha transformado la vida en la tierra para los humanos quedarse quieto supone siempre una invitación a los problemas y al desastre.

En esta cuarta temporada, los sufridos y esforzados protagonistas de "The Walking Dead" se ven abocados a un nuevo y doloroso proceso de desencantamiento por el que, otra vez, la posibilidad de regresar a una vida que se parezca a la vida que llevaban antes se les escapa entre los dedos viéndose lanzados a lo que se revela una norma de vida nómada, siempre a la fuga de los mil y un peligros que les acechan.

Sin duda, y para mi gusto, esta nueva entrega de la serie es la mejor de todas, añadiendo a la habitual situación interminable de huida y amenaza que viven los personajes una interesante densidad dramática basada en la reflexión que los personajes, cada uno a su manera, sobre lo que les sucede, quienes fueron y lo que ahora son; densidad dramática que en mi opinión está mucho más conseguida que en la segunda temporada donde quizá falló una equivocada imbricación con la acción que nos pilló a todos con el pie cambiado tras una trepidante primera temporada.

Ese inevitable proceso de animalización que sufren todos los personajes como consecuencia de la aplicación exitosa del instinto de supervivencia a la situación que diariamente viven se manifiesta de una forma agravada, pero también -y esto es lo más interesante de la propuesta de esta cuarta temporada- sigue perviviendo con esporádicas ráfagas de conciencia que son la base de esa densidad dramática, puertas de entrada a ese conflicto entre animalidad y humanidad que los protagonistas llevan consigo convirtiéndose en un compañero de viaje tan persistente e inevitable como la amenaza de los caminantes.

Ya he escrito más de una vez que este es un tema que parece interesar a Frank Darabont, el creador de la serie. Buena parte de las historias que ha llevado al cine tiene que ver con personajes sometidos a una desconsiderada presión de las circunstancias que pone en tela de juicio los pilares que sostienen el edificio de su persona.

En este sentido, la cuarta temporada de "The Walking Dead" somete al grupo de protagonistas a una brutal vuelta de tuerca más propia de una reality cuyo objetivo es mostrar hasta cuándo y hasta dónde un ser humano puede mantener una cierta cordura racional y emocional, la suficiente como para permanecer fiel a sus principios.

Y lo que se construye poco a poco es un melancólico relato de pérdida en el que aquel que fueron se convierte en un imposible ideal que recuerdan en los pocos momentos de paz que el entorno les procura mientras el resto del tiempo lo dedican a sobrevivir y descubrir, con mayor o menor asombro, con mayor o menor disgusto, la nueva clase de persona en que se han convertido.

Y la diferencia pasa a ser evidente.

La separación entre humanidad y animalidad que el personaje de Rick como líder del grupo pretendía preservar ya es un imposible que sólo puede ser echado de menos.

Ahora, la diferencia entre maldad y bondad radica en la posición que la animalidad ocupa en la manera de ser de las personas. Por así decirlo, la animalidad como una táctica es algo razonable e incluso aceptable, mientras que la frontera entre el bien y el mal se traslada al caso de la animalidad convertida en estrategia, en manera de ser como es el caso del gobernador o el grupo de moteros que Daryl encuentra en su camino.

Inevitablemente el listón se ha rebajado y sentir culpabilidad es una incontrovertible señal de debilidad que los fuertes procesan mirando el fulgor cambiante de una hoguera mientras están pendientes de cualquier sonido proviniente de la acechante oscuridad.

Y la duda está ahí, flotando, sobre cada capítulo de esta cuarta temporada: ¿forma parte de una supuesta debilidad abandonarse al animal que todos llevamos dentro?

Brillante.

sábado, mayo 17, 2014

La grande guerra

Mario Monicelli es uno de los padres de la llamada comedia italiana.

Frente a los grandes nombres del cine italiano de la década de los cincuentas y sesentas del siglo pasado, Monicelli prolonga la línea del neorrealismo manteniendo ciertos aspectos del cine de De Sica y convirtiéndolos en esenciales.

Fundamentalmente, el uso de la comedia como táctica para expresar entre risa y risa una constante de tragedia siempre presente en sus historias. En palabras del propio Monicelli: “mis guionistas y yo buceamos en un asunto, lo desarrollamos humorísticamente hasta que vemos detrás algún significado profundo. Hacemos reír, pero los argumentos son siempre muy serios”.

En este sentido, "La Grande Guerra" es un magnífico ejemplo de la comedia italiana en su esplendor así como una de las grandes películas del propio Monicelli.

Rodada en 1959, la historia se sitúa en el contexto de la participación italiana dentro de la I Guerra Mundial que, pocos saben, que a nivel de victimas militares fue tan cruento o más que la II Guerra Mundial. Murieron, por ejemplo, mas soldados británicos y franceses en la Primera que en la Segunda.

La participación italiana fue tan desafortunada como en la posterior y, como en todos los frentes de la llamada "Gran Guerra", muy cruenta. Los italianos apenas pudieron avanzar entre las líneas de los austriacos en un frente alpino, difícil y duro de por sí.

Además, la película sucede en  el peor momento. Alrededor del desastre de Caporetto donde los austriacos rompieron las líneas de los italianos y estuvieron a punto de conquistar Venecia.

En todo este contexto de gran escenario histórico, Monicelli sitúa a sus dos personajes protagonistas: un bronco y reinvindicativo milanés interpretado por Vittorio Gassman y un tranquilo y poco fiable romano interpretado por Alberto Sordi,

Junto a ellos, Monicelli dará un paseo por esa gran guerra mostrando las pequeñeces de la misma: la vida cotidiana de los soldados y sus relaciones con la oficialidad en el seno de un ejército italiano generalmente incapacitado para funcionar como un ejército moderno.

Sin duda lo mejor de la película es el modo en que la carne de cañón procesa la penuria, la escasez y el barro, presentando una visión cotidiana basada en la resignación y en la constante búsqueda de posibilidades de escape dentro de una imposibilidad general de evitar el escenario.

Y llama la atención el modo en que cada personaje intenta construirse una confortable superficie de sentido sobre la que descansar ante el horror y la muerte siempre acechantes.

No hay héroes en "La Grande Guerra", sólo seres humanos llenos de contradicciones intentando sobrellevar de la mejor manera posible una situación desgraciada sin perder por ello la cara a la vida, aspecto que se subrayará en ese magnífico final construido para llenar de sentido la presencia abandonada de cada cadáver que una guerra deja sobre sus campos de batalla.

Viendo "La Grande Guerra" uno comprende a los muertos y a los cobardes.

En realidad, los héroes son cobardes tan asustados que deciden correr hacia el enemigo, hacia delante.

Brillante.




jueves, mayo 15, 2014

SANJURO

Es curiosa la historia que rodea a "Sanjuro".

La película fue rodada en 1962, un año después de "Yojimbo", uno de los grandes éxitos de Kurosawa. Ambas películas están protagonizadas por Sanjuro, el mismo ronin errante que, en la mejor línea de los grandes clásicos del western. aparece en una vuelta del camino para encontrar un conflicto que, como quien dice, acaba saliendole al paso.

Estrictamente hablando "Sanjuro" sería una secuela de "Yojimbo" pero lo cierto es que la historia que sustenta a la primera fue escrita por Kurosawa con anterioridad. Este aspecto es detectable incluso en el carácter de los propias historias puesto que en "Sanjuro" el protagonista toma partido abiertamente por uno de los bandos, mientras que en "Yojimbo" no toma partido por ninguno, intentando sacar partido del conflicto entre ambos.

Tiene pinta que en el camino que sigue el samurai errante los sucesos de Yojimbo ocurren una vez que el protagonista ha seguido su camino tras los acontecimientos vividos en la trama de "Sanjuro", especialmente si se tiene en cuenta el memorable y nihilista final, tan propio del cine de Kurosawa, en el que se pone de manifiesto una importante desesperanza ante las obras del hombre.

En cualquier caso, "Sanjuro" es otro magnífico ejemplo de excepción a esa ley no escrita del cine que dice que las segundas partes nunca son buenas.

La casualidad hará que, en un granero, se crucen los destinos de un harapiento samurai y un grupo de nueve samurais jóvenes empeñados en salvar a su señor que es víctima de una conspiración.

Poco a poco, el ronin se implicará en la causa de los jóvenes, especialmente al intentar evitar las equivocaciones propias de su inexperiencia enfrentada a un mundo de conspiraciones palaciega.

Poco a poco, el vagabundo acabará resultando un experto guerrero y un hábil estratega en favor de una causa que reconoce como justa y noble.

Y sin duda este es uno de los grandes aspectos de la historia puesto que la manera en que Sanjuro enfrenta la resolución de la conspiración denota la existencia de un pasado en el que estas situaciones de intriga palaciega fueron del todo habituales; aspecto que convierte al personaje en una presencia fascinante cuya historia con toda seguridad es digna de ser contada.

Siempre se dice que Kurosawa es el más occidental de los grandes padres del cine japonés y se dice con razón no sólo por su adaptación de autores occidentales, incluída su pasión por Shakespeare, sino también por su reivindicación dramática de la figura del ronin.

En la tradición japonesa la figura del ronin no tiene ese valor tan positivo que se muestra en el cine de Kurosawa.

Para el maestro japonés el ronin se convierte en una suerte de errante y justiciero cowboy que, situado al margen del riguroso sistema estamental japonés, aporta un punto de vista externo que el pesimista Kurosawa convierte siempre en el observador cínico y nihilista de un absurdo: el ciego empeño del hombre en el éxito de su propia causa. Aspecto que sólo lleva a la perdida y a la destrucción, tema a cuyo desarrollo consagrará su maravillosa "Ran" veinte años más tarde.

Gran parte del emocionante y memorable discurso final de "Sanjuro" tiene que ver con esa desesperada tristeza ante las inevitables consecuencias destructivas del también inevitable empeño de los hombres en la prevalencia de su propia causa.

A un lado de esa fiebre por ser, inmune a sus efectos, el ronin sólo puede sentir la impotencia de no poder escapar nunca a los inconvenientes de la existencia por mucho que lo intente puesto que fundamentalmente es un ser humano y está en el mundo.

Aunque no lleven a ninguna parte, los caminos siempre pasan por lugares que pueden convertirse en una parte si el caminante se descuida.

Kurosawa es grande también por ver la vida de esta manera.

ETA

El tiempo pasa para todo y para todos.

La última vez que ETA mató fue en el año 2010 y lo hizo fuera del territorio español. En concreto, el 16 de marzo de 2010 asesinó a tiros a un gendarme francés.

Para encontrar el último asesinado dentro del territorio español hay que remontarse a un año antes, el 2009 cuando, el 30 de julio de 2009 una bomba lapa causó la muerte de los guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salvá, en la localidad de Calviá.

Han pasado ya cuatro años y vamos para cinco, pero escuchas a algunos y parece que fue ayer cuando la banda terrorista asesinó a aquellos pobres guardias civiles.

El tiempo pasa para todo y para todos, pero no para el conglomerado mediático y político que compone lo institucional en nuestro país.

Como todo sistema tiende a prolongar contra el tiempo la situación de equilibrio, de acuerdo, que le permite existir y dentro de ese contexto estructural de relaciones la presencia de ETA es esencial.

La inclusión de ETA como lugar común dentro de las tácticas intemporales del discurso de nuestros políticos y terminales periodísticas la mantiene viva, intacta, como en su mejor momento en la década de los ochentas del siglo pasado. Ya es incapaz de dictar la agenda de nuestra política, pero todavía puede de determinar el curso de un debate público con la simple aparición de su fantasma como simple elemento de comparación.

Porque siempre, aunque barato y desesperado, es un argumento definitivo el sensacionalismo sangriento de empezar a poner muertos sobre la mesa, sobre todo en la arena del debate mediático donde precisamente la finura del tamiz no suele ser demasiada.

Si lo demás trucos no funcionan, bastará con sacar a paseo el nombre y escandalizarse.

Pero lo cierto es que ya vamos para cinco años sin ETA y sabiendo cómo son nuestros políticos y periodistas pronto iremos para diez apelando a una ETA que ya no existe. Una ETA cuyo poder de conmocionar al país con sus atentados fue terminado el día en que una banda de islamistas hicieron volar unos cuantos trenes de cercanías en Madrid.

Algún día, alguien en alguna parte, por supuesto que fuera de nuestro país, porque aquí donde la política lo impregna todo no tenemos esa propensión a conocernos de la manera más objetiva posible que tienen otros, se estudiará el impacto del 11-M sobre el terrorismo de ETA.

Lo indiscriminado del atentado islamista, presentándose como un acto de verdadero terrorismo que mostró definitivamente las vergüenzas de una banda terrorista a la que, y aunque pudiera esporadicamente matar, la labor policial y legal, unida a la mejora de la situación económica del País Vasco, le habían asestado un golpe definitivo.

Como somos tan poco aficionados a saber nuestras verdades, todavía está sin estudiar el negativo impacto que sobre el terrorismo de ETA ha tenidoel 11-M, así como la sustancial mejora de la situación socioeconómica del País Vasco.

Hecho en falta la evidente correlación entre el País Vasco de la reconversión industrial de la década de los ochentas, un País Vasco que dejó a toda una generación de jóvenes sin futuro, aspecto que los abertzales supieron utilizar muy bien en su beneficio generando una cantera de soldados que unidos a la remanente sociológica de lichadores antifranquistas recalcitrantes de la década anterior compusieron la edad de oro de la banda.

Estoy seguro de que hay una relación proporcionalmente inversa entre los datos de la economía del País Vasco y la distribución de frecuencia de los crímenes de la banda.

Ya no hay cantera.

Y aquí, hay terreno para hacer sociología de verdad, no la de siempre, pero este es otro aspecto que se suma para demostrar nuestra minoría de edad como sociedad democrática se diga lo que se diga.

En cualquier caso, ETA ya no está. Puede que vuelva, quién sabe, pero lo cierto es que ahora no está y pareciera como si nadie se hubiera dado cuenta y tanto la política como la comunicación pública de nuestro país se dirigiese a su silla vacía, como si aún estuviese ocupada por el encapuchado armado de turno

Como los personajes que esperan a un Godot que nunca llega en la obra teatral de Samuel Backett o los oficiales de esa guarnición en la frontera del desierto eternamente pendientes de la llegada invasora de los tartaros en la novela de Dino Buzatti "El desierto de los tártaros".

El fantasma de ETA todavía nos viene bien para lo que siempre a hecho, para matar. En este caso, como arma dialéctica, para matar la opinión y la palabra de aquel que discrepa.

Y sabiendo cómo es este país, imagino que seguirán pasando los años y seguiremos usando el nombre de ETA hasta que un día, quiénes lo usan, tengan qué contestar qué diablos es ETA.

Cinco, diez, quince años y parecerá que fue ayer y seguiremos preocupados de que un día aparezca.

Si esto es una victoria sobre el terrorismo, es que los españoles no sabemos ganar.