Está claro que el terrorismo de ETA es ese Otro contra el que el régimen de la constitución de 1978 se define como tribu.
El hecho de que el primer acto público de Felipe VI, el nuevo rey viejo, sea con las victimas del terrorismo disipa todas las dudas en el caso de que hubiera habido alguna.
Todas las sociedades necesitan un otro en torno a cuya presencia cuestionante poner en valor el propio sistema de valores y creencias. Al final, el sentido que el ser humano necesita aplicar a todos sus actos se explica como un relato en el que nosotros siempre se esfuerza en prevalecer en su verdad frente a adversarios y oponentes.
Las ventajas políticas son incuestionables porque la perfilada existencia de un "ellos", define a su vez un "nosotros" con todo lo que ello implica de unidad interior siempre muy conveniente para la gestión de la sociedad. Por éso, al final, todos los argumentos de quienes cuestionan el regimen termina y terminarán frente a ETA, al otro lado de la empalizada que define al "nosotros" de el "ellos".
En este sentido, no hemos avanzado demasiado desde el Neolítico, sólo el traje de la división del trabajo y del crecimiento científico-técnico nos hace parecer diferentes cuando nos miramos al espejo del presente.
Los Otros siempre son convenientes, por eso es extremadamente inconveniente derrotarlos para siempre porque se genera un vació que inmediatamente abre el melón de los cuestionamientos interiores.
La fragmentación del nosotros es siempre una inevitable consecuencia... a menos que se encuentre a otros "otros" frente a los que enarbolar la bandera del nosotros.
Tras el final de la Guerra Fría, los Estados Unidos buscaron desesperadamente sus nuevos "Otros" en el terrorismo islámico. Nada bueno puede salir del Islam cuyos miembros quieren matar a nuestros hombres, violar a nuestras mujeres y comerse a nuestros hijos.
Atrás han quedado los discursos de los gobernantes americanos ante los yijadistas respetandoles como hombres firmes en sus creencias, dispuestos a luchar por los que es suyo frente a los invasores soviéticos.
Ahora son el enemigo.
En lo que respecta a España o, mejor dicho, al régimen constitucional de 1978 puede que estemos ante una situación similar, una situación en la que el otro parece diluirse y cuya presencia parece mucho más real desde este lado, el de nosotros, que al otro lado de la empalizada donde ya parece no haber nada.
Porque, digo yo, que algo significará que ETA vaya para un lustro sin matar... Igual es que ya no está en ese otro lado: el del sinsentido y el error.
Sé que puede ser una putada pero los más listos del lugar debieran empezar a considerar que el que ETA ya no mate pueda deberse a que haya desaparecido. Sobre todo porque el tiempo pasa rápidamente y podemos encontrarnos dentro de 15 años hablando de una ETA asesina que hace 15 años que no mata.
Igual ETA no se puede rendir porque ha muerto de muerte natural.
Es una posibilidad, pero el evidente hecho de que lleve tanto tiempo sin matar algo que hace de la muerte su principal seña distintiva debiera llevarnos a considerarla, pero ya se sabe que el discurso político se ha vuelto perezoso y nada es más fácil que poner los muertos sobre la mesa para zanjar un debate.
En cualquier caso, y ante la falta de ETA, la única salida posible es la generalización. El aumento del rango de la definición: ETA ya no sólo es matar, también es hablar, pero, y lo que es peor, también es coincidir accidentalmente en cualquier opinión con ellos.
Así, al final y con un poco de suerte, todo lo que cuestiona sea ETA.
Además, y como inevitable consecuencia, se termina dando más peso político a las víctimas en un morboso juego de espejos por el que los verdugos siguen estando presente a través de sus victimas que se convierten en la única prueba de su existencia.
Y este es el terrible papel que el régimen del 78 reserva a sus víctimas: convertirlas doblemente en víctimas.
Otro síntoma más de la decadencia del régimen constitucional del 78: la simbólica.
No tener un enemigo es lo mismo que no ser nada porque ya dijo Don Quijote aquello de "ladran, luego cabalgamos".
El hecho de que el primer acto público de Felipe VI, el nuevo rey viejo, sea con las victimas del terrorismo disipa todas las dudas en el caso de que hubiera habido alguna.
Todas las sociedades necesitan un otro en torno a cuya presencia cuestionante poner en valor el propio sistema de valores y creencias. Al final, el sentido que el ser humano necesita aplicar a todos sus actos se explica como un relato en el que nosotros siempre se esfuerza en prevalecer en su verdad frente a adversarios y oponentes.
Las ventajas políticas son incuestionables porque la perfilada existencia de un "ellos", define a su vez un "nosotros" con todo lo que ello implica de unidad interior siempre muy conveniente para la gestión de la sociedad. Por éso, al final, todos los argumentos de quienes cuestionan el regimen termina y terminarán frente a ETA, al otro lado de la empalizada que define al "nosotros" de el "ellos".
En este sentido, no hemos avanzado demasiado desde el Neolítico, sólo el traje de la división del trabajo y del crecimiento científico-técnico nos hace parecer diferentes cuando nos miramos al espejo del presente.
Los Otros siempre son convenientes, por eso es extremadamente inconveniente derrotarlos para siempre porque se genera un vació que inmediatamente abre el melón de los cuestionamientos interiores.
La fragmentación del nosotros es siempre una inevitable consecuencia... a menos que se encuentre a otros "otros" frente a los que enarbolar la bandera del nosotros.
Tras el final de la Guerra Fría, los Estados Unidos buscaron desesperadamente sus nuevos "Otros" en el terrorismo islámico. Nada bueno puede salir del Islam cuyos miembros quieren matar a nuestros hombres, violar a nuestras mujeres y comerse a nuestros hijos.
Atrás han quedado los discursos de los gobernantes americanos ante los yijadistas respetandoles como hombres firmes en sus creencias, dispuestos a luchar por los que es suyo frente a los invasores soviéticos.
Ahora son el enemigo.
En lo que respecta a España o, mejor dicho, al régimen constitucional de 1978 puede que estemos ante una situación similar, una situación en la que el otro parece diluirse y cuya presencia parece mucho más real desde este lado, el de nosotros, que al otro lado de la empalizada donde ya parece no haber nada.
Porque, digo yo, que algo significará que ETA vaya para un lustro sin matar... Igual es que ya no está en ese otro lado: el del sinsentido y el error.
Sé que puede ser una putada pero los más listos del lugar debieran empezar a considerar que el que ETA ya no mate pueda deberse a que haya desaparecido. Sobre todo porque el tiempo pasa rápidamente y podemos encontrarnos dentro de 15 años hablando de una ETA asesina que hace 15 años que no mata.
Igual ETA no se puede rendir porque ha muerto de muerte natural.
Es una posibilidad, pero el evidente hecho de que lleve tanto tiempo sin matar algo que hace de la muerte su principal seña distintiva debiera llevarnos a considerarla, pero ya se sabe que el discurso político se ha vuelto perezoso y nada es más fácil que poner los muertos sobre la mesa para zanjar un debate.
En cualquier caso, y ante la falta de ETA, la única salida posible es la generalización. El aumento del rango de la definición: ETA ya no sólo es matar, también es hablar, pero, y lo que es peor, también es coincidir accidentalmente en cualquier opinión con ellos.
Así, al final y con un poco de suerte, todo lo que cuestiona sea ETA.
Además, y como inevitable consecuencia, se termina dando más peso político a las víctimas en un morboso juego de espejos por el que los verdugos siguen estando presente a través de sus victimas que se convierten en la única prueba de su existencia.
Y este es el terrible papel que el régimen del 78 reserva a sus víctimas: convertirlas doblemente en víctimas.
Otro síntoma más de la decadencia del régimen constitucional del 78: la simbólica.
No tener un enemigo es lo mismo que no ser nada porque ya dijo Don Quijote aquello de "ladran, luego cabalgamos".